El ataúd era
amplio. Marina y yo entramos los últimos. La tomé en brazos para cruzar el
umbral, como en las películas. Se ruborizó. Los niños aplaudieron. Ahora juegan
al escondite. Ríen. Ha sido un acierto traernos también a los abuelos que,
aunque andaban enfadados, se han reconciliado al contemplar su habitación con
vistas a las montañas. Marina está en la cocina. Pica cebollas. Le acaricio el
vientre que ya comienza a despuntar. «Pronto seremos uno más», dice. «Ya tengo
preparada la bici», añado. «Estás loco». La beso. Cuánta felicidad y encima el
promotor asegura que los vecinos son silenciosos.
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Este micro resultó ganador el pasado 22 de febrero en Wonderland.
Tenía voz catarrítica y estaba un poquito nerviosa, pero lo leí lo mejor que pude. Aquí, os dejo el audio por si os apetece escucharlo.