Mi amor al campo y a sus habitantes ha seguido intacto en mi mente y nunca me ha abandonado. Sin embargo, mi encuentro con la fotografía de la Naturaleza ha desplazado de algún modo la dedicación más profunda a trabajar sobre el papel o el lienzo.
Pero hete aquí que a finales del año 2019 en China apareció un coronavirus que comenzó a infectar a las personas y a traspasar fronteras de una forma alarmante. Y por éso de la globalización, como no podía ser menos, llegó rápidamente a Europa, comenzando por Italia y pasando en pocos días a España.
Y en España se mostró virulento y peligroso; mucho más de lo que decían algunos expertos en un primer momento, que lo comparaban a una vulgar gripe. Tan virulento y peligroso que contagió a muchísimas personas, hizo enfermar gravemente a la mayoría y un un buen número de los infectados (aunque en porcentaje muy bajo) murió.
Como consecuencia de la situación el Gobierno Español se vio obligado, el 14 de marzo de 2020, a promulgar el R.D. 463/2020, por el que se declaró el estado de alarma "para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19".
El resultado es que, desde el citado día, los españoles hemos estado sujetos a un confinamiento, a un internamiento en nuestra casa, sin posibilidad de salir de ella más que para realizar tareas estrictamente necesarias (compras de alimentos de primera necesidad, visitas al médico, compras en las farmacias, etc.).
De repente, no sólo vi anulado el viaje fotográfico a la península de Varager, en Noruega, que tenía programado iniciar el día 12 de marzo, para fotografiar, especialmente, los éideres reales, los de Steller y la havelda, objetivo que hacía tiempo tenía en mente, si no que, además, tenía que quedarme confinado en casa.
¿Y qué puede hacer un amante de la naturaleza que no puede coger sus primásticos, su telescopio y su cámara fotográfica para salir al campo "a perseguir bichos"? Pues si además de fotografo, es pintor de naturaleza, y tiene la suerte de contar conrmateriales de pintura, apuntes y fotos suficientes para desarrollar su tarea, recoger la antorcha, la ilusión que antes sentía por la pintura y lanzarse, cual lobo hambriento, a emborronar papeles.
Y éso, ni más ni menos, es lo que hice. Nunca he pintado con tanta intensidad, con tanta devoción y con tanto entusiasmo como en el periodo que va del 14 de marzo al 19 de abril, fecha en la que estoy redactando esta entrada.
Como ya he vertido bastantes más palabras de las que, posiblemente, eran necesarias, paso a mostraros la producción de este periodo:
Cuco. Hace dos primaveras que pude observarle a placer, a pesar de ser, como su nombre indica, muy "cuco" y presentir la mayoría de las veces que le estás esperando, aunque estés bien escondido.
La oropéndola, otro de los ejemplares preciosos y llamativos de nuestras avifauna, pero esquiva y poco colaboradora. A pesar del intenso color amarillo del macho, es increíble cómo se camufla y qué difícil es localizarla cuando se mete entre las hojas de los chopos; su color es, prácticamente, del mismo tono que las brillantes hojas de este árbol, su preferido a la hora de hacer los nidos en los márgenes de los ríos y arroyos.
Bien conocida de todos; su copete y su rayado tipo cebra hace que se la distinga a distancia.
Alzacola
Un pájaro antaño abundante en viñedos, palmerales y pinares de la costa mediterranea y que hoy está en franco retroceso. Hace años tuve oportunidad de observar un nido de la especie parasitada por un cuco!
El siempre alegre carbonero
De los más pequeños pero con una garganta prodigiosa. Parece mentira que de un cuerpecillo de sólo unos gramos pueda brotar un canto tan bonito y tan potente.
En invierno es fácil encontrarle en los bosque de encina o de pinos buscando comida, incluso, las migajas que quedan en las mesas de las zonas de picni.
Nuestro querido petirrojo.
Y, para mí, uno de los pájaros más bonitos de la avifauna ibérica: El camachuelo. Abundante, pero sólo en las zonas donde habita, principalmente, en la zona norte de la península. Poco extendido por el resto de la geografía española.
Colirrojo tizón
Familiar y a la vez montesino. Lo mismo puede encontrarse en cortados calizos como en el tejado del edificio cercano a tu casa.