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Mariofanías: Kundalini y la Virgen Madre

Dentro de la institución eclesiástica el Arquetipo de la Madre siempre sostuvo un papel relevante. En la crónica neotestamentaria no sólo María fue la madre del niño Jesús sino que a través de un inteligente ejercicio canónico, la Bienaventurada Virgen Maria se transformó parabólicamente en la Madre de Dios; y, con clerical astucia, el catolicismo sacó provecho de la resonancia emocional que la simbología maternal produjo en sus acólitos logrando fundirse en la misma imagen: hablamos de la Santa Iglesia Católica como regente espiritual de todos los feligreses: “Salus Populi Romani” (en español: Protectora del Pueblo Romano).

Esta costumbre de proveer protección a cambio de devoción se observa en los mensajes de varias mariofanías, es decir, en aquellas apariciones —montajes de trasfondo ufológico pero de recargada imaginería y guión religioso— que la Iglesia certifica como la B.V.M. En el caso particular de Fátima, la escenificación comienza con un videoclip escalofriante donde los niños pastores —los renuentes espectadores elegidos por la entidad— son traumatizados con una visión del infierno para luego, coacción mediante, ofrecer una solución a través de la completa sumisión:
“Visteis el infierno, para donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que digo, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, comenzará otra peor. Cuando vean una noche alumbrada por una luz desconocida, sepan que es la gran señal que les da Dios de que él va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones a la Iglesia. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón. Si atendieran a mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas, por fin mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará la Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.”
Aunque la ufología era desconocida en su época, el antropólogo folklorista Evans-Wentz postuló en su obra The fairy-faith in Celtic countries una serie de teorías colineales a las que el sociólogo francés Bertrand Méheust plasmó un siglo más tarde en Soucoupes Volantes et Folklore; algunas de ellas, tuvimos la oportunidad de enumerarlas cuando asociamos la ufología con el fraguado de las religiones organizadas. Evans-Wentz se interesó en la mariofanía colonial de Guadalupe donde notó que la diosa Tonantzin Coatlaxopeuh, una deidad de la fertilidad náhuatl, ya era venerada con el mote Nuestra Gran Madre, habiendo tenido un templo —destruído por los sacerdotes españoles,— en el mismo cerro donde Juan Diego tuvo las visiones. Empero, merced a la escenificación ufológica, a la aparición se le erigió una basílica donde multitudes de aborígenes terminaron convirtiéndose al cristianismo: en definitiva, la inteligencia detrás de estas apariciones se adaptó al sistema de creencias imperante para volver a ser adorada y venerada.

Para marchar con cierto éxito en nuestra campaña, será prudente ir relacionando este proteccionismo y asistencialismo con las ideas vertidas por William Bramley en su brillante obra Los Dioses del Eden (The Gods of Eden), donde unas entidades tecnológicamente superiores —claramente librados de las ataduras físicas, no así de unas acuciantes necesidades energéticas— “custodian,” “guían” y “controlan” el desarrollo de la humanidad. Creemos que a esta altura estará de más recomendar a nuestros bienamados hermanos en la Búsqueda de la Verdad la lectura del libro de Kyle Griffith: El Colegio Invisible y la Guerra en el Cielo (War in Heaven), como obra de referencia —claramente nunca a pie juntillas— para detectar y evitar peculados energéticos. Tómese como aletiómetro que los administradores podrán teatralizar cualquier obra, desde la más obscena y macabra hasta la más sublime y excelsa, con el objeto de mantener o aumentar los rindes de la granja antropecuaria: conocer la utilidad etérica del orgasmo, del sufrimiento y de la devoción, energías apreciadas y recolectadas en el siguiente nivel de realidad, puede conducir a detener ciertas indulgencias y creencias, y tal vez encamine al peregrino a un ejercicio más inteligente en el cultivo de sus propias fuerzas.

En definitiva, lograr atisbar las apariciones marianas como una puesta en escena para obtener réditos devocionales nos ahorra tiempo.(1) De hecho, una mariofanía debiera compararse a un acto político en un país en vías de desarrollo: por un lado, una figura feérica, de rasgos impecables, fascinando a los espectadores; por otro, una serie de milagros y sanaciones. En efecto, más que “folklore in the making” (un fraguado de mitos) es el verdadero cincelado de un partido político hiperdimensional: una religión. Invitamos a la despierta reflexión de nuestro respetado Salvador Freixedo (Las Apariciones Marianas, cap. III: Realidad y credibilidad de las apariciones):
Se dirá que si es en realidad la Virgen la que se manifiesta en las diversas apariciones «marianas,» no hay nada de extraño en que pida siempre poco más o menos las mismas cosas y en que se presente rodeada de las mismas circunstancias. Y no está falta de lógica la objeción. Pero la dificultad está en que si estas mismas circunstancias las vemos repetidas en la Virgen de Lourdes —admitida por la Iglesia— y en multitud de apariciones que no sólo no lo han sido, sino que han sido rechazadas por la jerarquía (el caso de El Palmar de Troya); y si las vemos de nuevo en las apariciones de Venus o Ceres tal como nos las narran los historiadores romanos; en las leyendas de apariciones de hadas (y recuerde el lector que aunque las hadas no existiesen, sigue en pie el hecho de que en sus leyendas, transmitidas por pueblos muy distantes en el tiempo y en el espacio, se dan circunstancias semejantes); o en las apariciones de la diosa Namagiri en el hinduismo o de la africana Changó...

Tenemos el derecho a preguntamos: ¿por qué? ¿Por qué todas las apariciones femeninas se presentan igual, hacen las mismas cosas o parecidas, piden lo mismo y hasta tienen el dudoso gusto de hacer sufrir a los videntes, cuando no «llevárselos con ellas» al poco tiempo? ¿No será porque la causa del fenómeno es la misma, y lo único que hace es acomodarse al entorno cultural en que se presenta? ¿No será que lo que la aparición tiene en mente no es lo que dice, sino algo que se nos escapa por completo?
Helen on the Walls
of Troy
del pintor
Gustave Moreau (s. XIX)
Las inquietudes del ex-jesuita son cínicas pero válidas; siguiendo nuestra analogía tercermundista, una aparición puede mostrarse con hábitos impolutos, pero una mirada atenta expondrá aquel gesto de desprecio velado cuando el mandatario alce en brazos al incontinente infante de una humilde familia para la foto de cierre de campaña. Como además de Freixedo, bien notaron los ufólogos John Keel y Jacques Vallée, las apariciones casi siempre rodean a niños y adolescentes, y sus vidas son presurosamente consumidas o se hacen insufribles; y en muchos casos, aquellos que sobreviven, comienzan un trajín idéntico al de los Contactados: se convierten en estaciones receptoras de absurdos mensajes siderales: “Las naves celestiales están preparadas para transportar a los elegidos a la tierra prometida. Estas vendrán rodeadas de luz azul como especie de una nube.” Otras comunicaciones revisten características escatológicas y apocalípticas, similares a la propaganda de la secta Heaven's Gate: “Faltan segundos para la destrucción de varias naciones.” Mientras que otros mensajes rayan la psicopatía: “... acepta y soporta con humildad los sufrimientos que mi Hijo te envía...” o sencillamente conminan al sometimiento y aniquilación: “... date cuenta de que al que más amo es el que más sufre; déjate poseer y consumir por mí... no olvides hija mía, que las almas que yo escojo tienen que ser víctimas del dolor, pero vale la pena el sufrimiento y el dolor.Freixedo termina preguntándose sobre los curiosos reclamos de la aparición del Escorial:
Por último, otra cosa que también llama la atención en el mensaje es la exigencia de dolor; de dolor humano, penitencia, austeridad, mortificación, renuncia... Las mariofanías, al igual que las otras apariciones, reclaman que se lo brindemos voluntariamente, pero si no lo hacemos, entonces nos lo van a imponer por la fuerza y para eso están las amenazas para todo el mundo a las que hemos hecho alusión en párrafos precedentes. [...]

¿Dónde está esa maternal providencia? De nuevo pregunto: ¿Por qué cuando «el Señor» escoge determinados humanos les reclama tanto sufrimiento? ¿Por qué siempre dolor? ¿Tan mala es la humanidad? ¿Quién la ha hecho tan defectuosa? Y ¿por qué Dios tiene que pedirle precisamente dolor, dolor físico, al hombre?
El último punto que intentaremos remarcar sobre las mariofanías es el ordeñe de la energía vital de los visionarios: la casuística revela que los Contactados son programados desde la tierna infancia y la franja etaria se centra en la preadolescencia debido a que se busca detonar el síndrome Kundalini. Lamentablemente, esta cuestión ha pasado desapercibida por demasiado tiempo, tal vez, debido a que los investigadores de fenómenos anómalos no sospechaban el papel jugado por la humanidad en la economía cósmica.

Desde una perspectiva energética, la mejor inversión es aquella con un mínimo de capital en riesgo y de la que se obtengan retornos exponenciales dentro un tiempo acotado. Sabemos que en las mariofanías, las visiones no fueron completamente captadas por la multitud participante, salvo en aquellos que habían sido previamente elegidos; para ilustrar con ejemplos: Bernadette Soubirous en Lourdes, Lucía dos Santos en Fátima y Juan Diego en Guadalupe, quienes, a excepción de este último, eran niños o preadolescentes. Esto señala que los participantes probablemente fueron seleccionados por la configuración de su sensitivo sistema nervioso, y quizá se tratase de shamanes en potencia. En todos los casos, los Contactados fueron personas con baja o nula preparación escolar y en dos de los tres casos con conocidas infancias difíciles: Bernadette vivió en la extrema probreza, contrajo cólera y sufrió de asma toda su vida, mientras que Lucía ya había tenido visiones a los 8 años y, probablemente, más que eso, dado que su segundo encuentro cercano la había dejado exhausta y paralizada, permaneciendo todo un día en estado de trance; ¿tal vez se trató de una abducción más que de una simple visión?

Por lo que sabemos sobre el cultivo de los hidrógenos sutiles, el sufrimiento y, en particular, la oración frecuente —que conduce hacia el harnelmiatznel consciente debido al ritmo cadencioso cardiorespiratorio, de ahí su paralelismo con el hesicasmo católico,— dispone a la ascención de las energías del dan-tien inferior hacia el dan-tien medio. Esto puede echar algo de luz al por qué de la recalcitrante insistencia en los mensajes de las apariciones sobre el “Inmaculado Corazón;” es evidente que los H6 son más apreciados en Cuarta Densidad que los mundanos H12. Especulamos entonces que la “oración” que le enseñó el “Ángel de la Paz” a Lucía durante su primera visión, quizá se tratase de una forma pranayama con mantras, mientras que el sufrimiento físico cotidiano al que se había sometido y acostumbrado Bernadette fue una manipulación para desencadenar su síndrome Kundalini. Cuando esto ocurre, el cuerpo libera grandes cantidades de Askokin/Loosh, sumamente aprovechables para amortizar los gastos de cualquier montaje teatral hiperdimensional... en este caso, una inversión brillante pues los resultados de las apariciones no sólo lograron la construcción de nuevos sitios de culto y devoción, sino que la energía requerida para las mariofanías y milagros surgió de los propios contactados. En la sección La Física de la B.V.M. del libro El Colegio Invisible (cap. Una morfología de los milagros) el doctor Vallée sostiene:
Otra observación interesante se refiere a la naturaleza del estado de trance experimentado por Bernadette. Un médico había decidido exponerla como un caso mental y realizó un experimento fascinante. Este hombre, el doctor Douzous, colocó una llama de vela bajo la mano de Bernadette durante quince minutos. Cuando ella terminó sus oraciones, él pudo observar cómo el brillo del éxtasis abandonaba la cara de la muchacha.
Sabemos que, una vez sublimada, la energía Kundalini es bioluminiscente, lo que explica el resplandor del rostro, en el dan-tien superior durante el proceso de meditación: se trata de la velada simbología tras la “aureola” de la santidad. La llama tampoco le había dejado marcas ni quemaduras en su mano: la inmunidad al fuego durante el éxtasis —estudiada en profundidad por el jesuita Herbert Thurston en su obra Fenómenos Físicos del Misticismo— es otra característica que destaca la presencia del síndrome Kundalini. Finalmente, podemos asegurar por el estado incorrupto post-mortem de Bernadette que los hidrógenos sutiles se propagaron por todo su organismo. Lamentablemente, su paradigma mental de sometimiento y disposición al suplicio no cambió y, por lo tanto, no pudo hacer uso de los poderes taumatúrgicos para restablecer su organismo. Así que, en las lapidarias palabras de Gurdjieff, estaríamos ante el caso de una “santa estúpida.”

Dejaremos pendiente para un próximo escrito los milagros que rodean los lugares de culto, pero, y lo más importante, la simbología velada de Kundalini como la Madre de Dios: aquí sondearemos el secreto de la alquimia y la verdadera razón tras la dramática similitud de la Virgen Negra de Sous-Terre sosteniendo al Niño Dios, su equivalente egipcio: Isis con Horus en su regazo, y la misericordiosa Kwan Yin acompañada del adepto Tongzi en China.

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El acarreo del Anillo como símbolo del Nigredo

Nuestro prestigioso filólogo John Ronald Reuel Tolkien escribió El Señor de los Anillos como una continuación a El Hobbit. Cuenta la historia que los primeros esbozos describían al propio Bilbo como protagonista en busca de nuevas aventuras. Sin embargo, tras una noche inquieta, un esbozo apresurado toma un viraje imprevisto; el relato se ensombrece: el Anillo Único cobra un peso funesto; surge un nuevo personaje, su sobrino, quien tomará el papel épico del Portador perseguido por oscuros y nefastos espectros; el cuento crece y se bifurca, los capítulos se reescriben y renumeran, los editores se impacientan; el profesor reconoce que:
«La obra ha escapado de mi control y he producido un monstruo: una novela inmensamente larga, compleja, bastante amarga y atemorizante, muy poco apropiada para niños (o para cualquiera); y que en verdad no es una continuación de El hobbit, sino de El Silmarillion.»
Luego de años de revisiones y reescrituras, el primer tomo de la historia asoma en las librerías. Tolkien le había augurado a su aun apesadumbrado editor, Stanley Unwin: “Está escrita con la sangre de mi vida, gruesa o delgada, como sea, y no puedo hacer otra cosa.” Parte del riesgo que corrían era que la obra no fuese aceptada por su volumen, por su recargado trasfondo mítico, pero también porque no estaba enfocada a un público particular; sin embargo, como a todo lector del magnus opus tolkiniano le habrá pasado, cuando se llega a las páginas finales se percibe que la obra es quizá demasiado breve. Para entonces, las críticas como las ventas no se dejaron esperar: los restantes tomos surgieron durante los siguientes meses, obedeciendo a la escasez de papel luego de la Segunda Guerra. En los años posteriores las traducciones tampoco se hicieron demorar: Francisco Porrúa haría un trabajo magistral desde el pulcro inglés del catedrático de Oxford a un esmerado español, una labor semejante a la de Vicente Villacampa cuando tradujo del francés a nuestro respetado ingeniero Fulcanelli en Las Moradas Filosofales.

¿Pero quién es El Señor de los Anillos? El lector entendido no dudará ni por un instante en que tal título es claramente atribuido al Nigromante; tanto el errante y sabio mago se pronuncia al respecto en los primeros capítulos como más tarde lo hará Frodo cuando concluye el Libro Rojo titulándolo: “La caída del Señor de los Anillos y el retorno del Rey.” Otra inquietud que nos corroe es que Tolkien no se consideraba el autor de la historia. Durante el prólogo, el celebrado profesor se ubicaba como un mero traductor o transcriptor, tomando como fuente unos documentos imaginarios de una ficticia biblioteca. ¿Es que acaso el tabáquico medievalista estuviera consciente de que la materia prima de su obra estaba siendo sintonizada o canalizada desde alguna fuente no local de información?

En el pasado, hicimos mención sobre que la mitología tolkiniana había espitado algún inusitado abrevadero de una potable y fresca corriente esotérica. Es más, nos atrevimos a comparar las Densidades de Consciencia provistas en el Material Ra y en las Sesiones Cassiopaea, junto a la disección de entidades que discurre en el Ainulindalë (la Música de los Ainur) en su obra póstuma El Silmarillion. Si añadimos el arte-facto de la Kabbalah como un grafo de dependencias cognitivas, vemos que las tres grandes regiones del Cosmos pueden compararse con el Mundo Empíreo, Etéreo y Elemental rosacruz y que, respectivamente, pueden ser asociadas a Las Tierras Imperecederas, las Aguas Circundantes (que más tarde cobijaron a la Isla de Númenórë) y La Tierra Media; en la tabla siguiente resumimos groseramente, afortunadamente sin pérdida de generalidad, una enumeración comparativa:

PrincipioDensidad de ConscienciaMitología tolkinianaConcepción rosacruz
YangSéptimaIlúvatar: el Único o Todo
(previo al Ainulindalë)
Aleph/Absoluto
(Potencial inmanifiesto)
YangSextaArquetipos: ValarReino Plerómico
YangQuintaEspíritus: Maiar
Estancias de Mandos
Reino Espiritual
(Inmortales celestiales)
Yin/YangCuartaElfos, Medioelfos,
Ents y Orcos
Reino Etérico
(Inmortales terrenales)
YinTerceraHombres, Enanos
y Hobbits
Reino Humano
(Mortales terrenales)
YinSegundaFauna y FloraReino Orgánico
YinPrimeraRegiones geográficasReino Elemental
(Fundamento)


Es evidente que las potestades angélicas del Ainulindalë, aquellas entidades que transforman Lo Inefable en Manifiesto, pueden ser asociadas casi de inmediato con los Arquetipos —jungianos y, por qué no, aquellos agregados por August William Derleth a la mitología de su mentor Howard Phillips Lovecraft.—(1) Los Maiar son los espíritus de Quinta Densidad, emisarios bajo la égida de los Valar, enviados como bodhisattvas hacia el Reino Humano con una misión que ha de ser descubierta durante su peligrosa peregrinación hacia los inquietantes reinos más densos. Estas encarnaciones pueden ser vistas, desde un nivel no antropocéntrico, como una serie de sucesivos procesos de desintegración positiva: a medida que se logre capitalizar sufrimiento cristalizándolo en sabiduría y se trabaje sobre sí para desprender los agregados psicológicos, lográndose una suficiente depuración de las conductas urobóricas, se alcanzará entonces el nivel cognitivo del pensamiento unificado (la integración o no-dualidad) de Sexta Densidad. En la hebra narrativa de la muerte y resurrección de Gandalf en Moria vemos una descripción sin tapujos de este proceso. Ciertamente, el errante sabio vuelve como el Caballero Blanco pero con la apariencia y hábitos humildes de un yogui:
Durante un tiempo Gandalf no dijo nada y no hizo preguntas. Tenía las manos extendidas sobre las rodillas y los ojos cerrados. [...] Los otros se quedaron mirándolo. Un rayo de sol se filtró entre las nubes rápidas y cayó en sus manos, que ahora las tenía en el regazo con las palmas vueltas hacia arriba: parecían estar colmadas de luz como una copa llena de agua. Al fin alzó los ojos y miró directamente al sol.
Aunque se puede decir lo mismo sobre la sacrificada gesta de los hobbits en pos de la destrucción del Anillo Único. En cierta forma, los tres personajes que atraviesan las Ciénagas de los Muertos pueden analizarse, desde tradición kahuna de la psiquis humana, como un gestalt conformado por tres «configuraciones» amalgamadas dentro de un mismo ser:
  • la Supraconsciencia (Ser/SuperYó),
  • el Consciente (Animus/Ego), y
  • el Subconsciente (Anima/Ello).

O Oriens, splendor lucis
aeternae, et sol justitiae:
veni, et illumina sedentes
in tenebris, et umbra mortis.
Estas tres conformaciones se aprecian respectivamente en Sam, Frodo y Gollum. Dado que es aquí, al atravesar el pestilente cenagal del Nigredo, cuando el Anillo cobra un peso insólito para el Ego portador, pues la rueda ígnea que se presenta en las desosegadas visiones que enfrenta el devastado y consumido Frodo, puede asociarse a la inexorable desintegración que acarrea el ejercicio de la Rota. El ojo entrenado no demorará en asociar la Puerta Negra de Mordor con el Huiyin daoísta: la Puerta de la Vida y de la Muerte, mientras la Luz que emana del Cristal de la Dama (Kuan Yi, Kundalini o la Virgen Maria, en cábala fonética: la Virgen Madre) cuando es alzado en manos del Escudero de la Comarca, que se revela cuando su amo, la Consciencia, permanece en estado comatoso.

En efecto, es Frodo, en el papel de la Consciencia, quien descubre poco a poco el velado poder que asoma tras la Supraconsciencia incipiente: “Estoy aprendiendo mucho sobre Sam Gamyi en este viaje. Primero fue un conspirador y ahora es un juglar. Terminará por ser un mago... ¡o un guerrero!” Sam se convierte en el Guerrero —el ahora Mayordomo de la Gran Obra,— en el embrión de la Supraconsciencia que logra desafiar y derrotar a Ella-Laraña, una potestad de la oscuridad que hace sucumbir en tinieblas al Ego. Pero es cuando Sam se convierte en el Portador del Anillo cuando asume el arquetipo del Mago: es entonces el verdadero Señor de los Anillos pues, a diferencia de Frodo, el Anillo Único jamás ejerció sobre sí poder alguno; a partir de su nacimiento es la Supraconsciencia quien mantiene a raya a Gollum: el Subconsciente desintegrado en camino de ser completamente sublimado en el Monte del Destino.

Esta anagogía a la «transfiguración» o «advenimiento» pudo haber sido percibida por el profesor Tolkien cuando se topó con una curiosa obra anónima, escrita en anglosajón, durante sus estudios en Oxford en 1913: Christ I. Las extrañas palabras que leyó fueron: “Salve Earendel, el más brillante de los ángeles, enviado a los hombres sobre la media tierra.” No nos esforzaremos demasiado en convencer al lector que aquí vemos una clara alusión a la teofanía mineral descrita por los alquimistas. ¿Acaso la Iluminación no es el “Nacimiento de (un) Dios?” Tolkien escribiría más tarde: “Sentí una curiosa excitación como si saliendo de un sueño, algo se agitara en mí. Detrás de aquellas palabras había algo muy remoto, raro y hermoso, si podía asirlo, algo que estaba mucho más allá del antiguo inglés.” Proveemos a continuación un extracto traducido de la versión en inglés moderno (2) de la antífona, previa al siglo X: O Oriens, dirigida a la Estrella Matutina:

Eala earendel, engla beorhtast,
ofer middangeard monnum sended,
ond soðfæsta sunnan leoma,
torht ofer tunglas, þu tida gehwane
of sylfum þe symle inlihtes!
Swa þu, god of gode gearo acenned,
sunu soþan fæder, swegles in wuldre
butan anginne æfre wære,
swa þec nu for þearfum þin agen geweorc
bideð þurh byldo, þæt þu þa beorhtan us
sunnan onsende, ond þe sylf cyme
þæt ðu inleohte þa þe longe ær,
þrosme beþeahte ond in þeostrum her,
sæton sinneahtes; synnum bifealdne
deorc deaþes sceadu dreogan sceoldan.

Nu we hyhtfulle hælo gelyfað
þurh þæt word godes weorodum brungen,
þe on frymðe wæs fæder ælmihtigum
efenece mid god, ond nu eft gewearð
flæsc firena leas, þæt seo fæmne gebær
geomrum to geoce. God wæs mid us
gesewen butan synnum; somod eardedon
mihtig meotudes bearn ond se monnes sunu
geþwære on þeode. We þæs þonc magon
secgan sigedryhtne symle bi gewyrhtum,
þæs þe he hine sylfne us sendan wolde.
¡Oh Eärendel, el más brillante de los ángeles,
enviado a la humanidad sobre la Tierra Media,
resplandor del sol justo
espléndido sobre todas las estrellas! Tú mismo
siempre has iluminado a todas las edades.
Como tú, Dios nacido del Dios Eterno,
Hijo del verdadero Padre, que eternamente ha existido
sin comienzo ni final, en la gloria del cielo,
entonces tu propio grito de creación con confianza
a ti ahora para sus necesidades, que envíes
ese sol brillante para nosotros, ven tú mismo
a aligerar a aquellos que han vivido apesadumbrados,
rodeados de sombras y oscuridad, aquí
en la noche eterna; quienes, envueltos por los pecados,
han tenido que soportar la sombra oscura de la muerte.


Ahora, llenos de esperanza, buscamos tu redención,
llegado a la gente mundana a través de la palabra de Dios,
quien estuvo al principio con el Todopoderoso Padre
igualmente eterno con Dios, y ahora se convirtió
en carne, libre de pecados, nacido de la virgen,
en apoyo a los afligidos. Dios estaba con nosotros,
visto sin pecado; juntos moran
el poderoso hijo del Justo y el hijo del hombre,
en paz entre la gente. Dirijamos nuestro agradecimiento
al señor de la victoria por sus obras,
porque eligió enviarse a nosotros.

Entendemos importante concluir esta entrega haciendo mención al hermoso himno de San Ambrosio de la liturgia navideña —la natividad del Niño Dios o Embrión Áureo,— que nos lo recuerda Canseliet en el prefacio a la tercera edición francesa del último libro de nuestro respetado Fulcanelli:

Veni redemptor gentium,
Ostende partum Virginis:
Miretur omne saeculum:
Talis decet partus Deum.

Non ex virili semine,
Sed mystico spiramine
Verbum Dei factum caro,
Fructusque ventris floruit.

Alvus tumescit Virginis
Claustra pudoris permanent,
Vexilla virtutum micant,
Versatur in templo Deus.
Ven, redentor de las naciones,
muestra el parto de la Virgen
que todo el siglo admira.
Semejante nacimiento corresponde a Dios.

No de la semilla de un hombre,
sino de un soplo misterioso
el Verbo de Dios se ha hecho carne,
y fruto de las entrañas ha florecido.

El vientre de la Virgen se hincha.
Las murallas del pudor persisten.
Los estandartes de las virtudes se agitan
y Dios reside en el Templo.


* * *
*

Los ingenieros y los labriegos de la granja humana

Los padres népticos (originario del griego nifalios νηφάλιος: sobrio, esclarecido), aquellos hesicastas occidentales cuya enseñanza asemejaba al estado de budeidad oriental (proveniente del pali pácrito buddha o bhutta: despierto, iluminado), poseían un intrincado arsenal de consejos para detectar y enfrentar la intrusión demoníaca en la mente de los practicantes. Para estos monjes del desierto que buscaban el silencio y la paz interior, las entidades parasitarias eran la principal fuerza de choque que los alejaban del ejercicio ascético y, principalmente, de la homeóstasis emocional, condiciones necesarias para acceder al estado de contemplación; en la colección de textos Filocalia, leemos:
Si los demonios amenazan aparecer de improviso desde el aire, y abatir y depredar tu mente, no te dejes aterrorizar por ellos ni te preocupes por sus amenazas, ya que te asustan para ver si les prestas atención o los has despreciado del todo.
Este es un consejo valioso dado que a través de nuestra investigación hemos concluido que el temor y la preocupación centrada en estas entidades es una forma de devoción inversa: “siempre nos defendemos de lo que tememos.” Así como la devoción es la cesión voluntaria de energía desde el feligrés hacia una entidad que se la entiende como superior; el temor reverente hacia los seres demoníacos también implica un drenaje de energía, y sería prudente trocar este miedo tan solo en cautela atenta.

La Granja Humana ha sido un blanco frecuente de entidades parasitarias de orden superior que vociferan a sus contactados con espectacularidad teatral, la necesidad de sumisión y devoción; estas majestades exógenas se presentan como dioses únicos, iracundos e impolutos con un mensaje que al ser analizado coincide en gran medida con aquel promulagado por dictadores con personalidades narcisistas y psicopáticas; el prestigioso ingeniero Jacques Vallée en su libro Mensajeros del Engaño (Messengers of Deception: UFO Contacts and Cults, 1979), especula:
Algunos investigadores —en particular Ray Palmer, John Keel, y Salvador Freixedo— han sugerido tanto en sus declaraciones públicas como en conversaciones privadas en que puede haber una relación entre los acontecimientos Ovni y los fenómenos del ocultismo. A primera vista, la mera sugerencia de tal relación es molesta para un científico. Sin embargo, los incidentes descritos en este libro ya han puesto de manifiesto las interconexiones entre la superposición de grupos de ocultismo y sectas, y las organizaciones que participan en la investigación Ovni. Muchos de los fenómenos reportados por testigos implican el efecto Poltergeist, levitación, control psíquico, la curación, y las experiencias extracorporales: cosas muy familiares para los que conocen de literatura ocultista. [...]

Supongamos, hipotéticamente hablando, que en el curso de sus investigaciones algún grupo ocultista haya tropezado con un método para la proyección de imágenes controladas mentalmente; tal vez incluso podría haber aprendido a extender la conciencia humana fuera del cuerpo, o crear distorsiones locales en el continuo espacio-tiempo: una manera de proyectar escenas a distancia, para controlar y amplificar las capacidades psicokinéticas de ciertos individuos, o para crear entidades similares a los “tulpas” del folclore tibetano. [...] ¿Es una hipótesis descabellada? Tal vez. Sin embargo, la Alemania nazi tenía varios institutos de investigación científica trabajando en esta línea desde hace una década, y dos naciones modernas, por lo menos —la Unión Soviética y los Estados Unidos— se sabe que están llevando a cabo programas agresivos de investigación sobre temas similares. La financiación que se requiere en esta área es pequeña; tal vez, varias organizaciones privadas e incluso personas adineradas podrían patrocinar una investigación significativa cuyos resultados podrían producir avances impredecibles. ¿Tales avances habrán ya ocurrido?
¿Y si los Ovnis son el resultado de su aplicación? Tal grupo podría operar a escala internacional, de manera independiente de los gobiernos locales. Podría contar con los recursos de empresas líderes. Se podría tratar de manipular a la opinión pública para sus propios fines. No podría controlar la Ciencia, pero sin duda podría influir en ella. Y podría producir muchos de los efectos que los Ovnis parecen capaces de manifestar. Las personas que controlan esa tecnología “psicotrónica” podrían incluso tener contacto con otras formas avanzadas de conciencia, y conocer la verdadera naturaleza de los Ovnis, o podrían tratar de convencer a los demás que así lo han hecho.
... varios los describieron como
demonios, espíritus, o simples aliens,

del libro UFOs: The Psychic Solution
Este último comentario del doctor Vallée puede colocar las cosas con cierta perspectiva: por un lado existen humanos que siguen el camino de la impecabilidad, enfocándonse en la orientación del Balance y la Contemplación; en la otra vía, un grupo —que Eisenhower denominó como el Complejo industrial-militar (1) y las teorías conspirtativas describen hoy como el Gobierno Secreto Mundial— actúa de forma velada y parece poseer una tecnología que permite la manipulación y programación a gran escala de la humanidad. El primer grupo es asediado interna y externamente por lo que describen bajo el concepto cristiano de demonios o el taoísta de fantasmas hambrientos, mientras que el segundo grupo es beneficiado e incluso asistido por entidades que al manifestarse en el plano físico detonan toda clase de fenomenología anómala, que la Demonología y Ocultismo relacionan con seres detrimentales del plano parafísico, y que en la terminología ufológica se los describen en el apartado de alta extrañeza. En una carta que se expone en el epílogo del último libro del difunto investigador de lo paranormal Joseph Fisher, The Siren Call of Hungry Ghost (El Canto de Sirena de los Fantasmas Hambrientos), una ex-espiritualista comenta:
Tengo un pequeño cartel semejante al suyo 'Los Guías les Asistirán.’ Pero el mío dice ‘Es difícil luchar con un enemigo que ha acampado en tu cabeza.’ Y es precisamente allí donde yace su habilidad: ellos conocen a sus víctimas desde adentro. Conocen nuestras fortalezas, nuestras debilidades, y aquellos que nos hace porfiados. Por eso es tan fácil para ellos manipularnos. He leído con interés su punto de vista que estemos lidiando con ‘almas perdidas.’ Personalmente, entiendo que esto puede ser subjetivo. La típica imagen de un alma perdida es la de una entidad atrapada entre dos mundos, quizá aun ignorante de su muerte física, que le evita reconocer objetivamente su situación. Pero al comparar tal cuadro con las inteligencias arteras que ambos hemos experimentado, me parece que son maestras del engaño: son extremadamente astutas, seductoras y elocuentes, con vastos conocimientos sobre filosofía a su disposición, sean fabricados o no... están capacitados para cooperar enlazados con otros ‘guías,’ como si trabajaran dentro de un sistema global, instrumentado con la idea estratégica de entorpecer y manipular a la humanidad nutriéndola de desinformación y urdiendo engaños en las respuestas a nuestras inquietudes espirituales. Aparentemente tienen poderes ilimitados para la precognición y acceso irrestricto a las coordenadas de tiempo —pasado, presente y futuro— permitiéndoles, entre otras cosas, personificar a quienquiera que necesiten con facilidad. Y esta no es mi idea de una pobre alma perdida tropezándose en la oscuridad. [...]

Más allá de toda duda, de lo que podemos estar seguros es lo siguiente: son muy astutos. Extremadamente inteligentes. Cualquier alma perdida con estas habilidades y tal conocimiento no me cabe duda que encontraría su camino hacia la Luz. ¿Será entonces que no desean hacerlo? Porque si estas entidades son sólo maliciosas por no poder acceder a los planos celestiales, y por lo tanto carecen de conocimiento de un supuesto plano superior, ¿de dónde es que obtienen tan vastos conocimientos filosóficos? Seguramente no será de vivir atrapados en la oscuridad entre los reinos físico y espiritual. ¿Será entonces que no están atrapados?
Quizá la siguiente visión estratificada pueda ayudar al buscador de la Verdad: la manipulación de la humanidad es llevada a cabo por diferentes fuerzas de choque. Por un lado, y coincidiendo con el comentario previo, todos aquellos interesados en conocer la Verdad poseen una marca personal: un soldado de guardia implantado a nivel subconsciente que monitoriza el nivel de sintonía mental de la persona; este implante es perenne y quizá la única manera de desactivarlo sea orientándose plenamente al Balance, dado que se nutre de cualquier desestabilización emocional, y en realidad, fomenta y provoca desequilibrios en el portador al notar cualquier clase de “insurrección gnóstica.” (2) Para ser implantado no hace falta la parafernalia ufológica; sencillamente cualquier desvío profundo del FRV —es decir, de la frecuencia del alma— acarrea la posibilidad de introyectar parásitos etéricos; estos eventos ocurren la mayoría de las veces en las brumas y nieblas de una infancia violenta.

El ojo entrenado seguramente podrá relacionarlos con los agregados psicológicos (los “egos” del Cuarto Camino); nuestra investigación coincide en distinguir los “egos” de los “Grises,” entendiendo a los primeros como las “córtices” de las que se pronunciaba el rabino cabalista Isaac Louria, en una visión similar a la del doctor Carl Jung que los describe como los “seres de sombra destinados a la disolución;” en este sentido, los egos o córtices (3) se sustentan a través de los seres vivos que vibren en una baja frecuencia emocional. El caso de los Grises parece tener dos aristas: como marca personal y como extensiones bi-densidad a cargo de los procesos de abducción; a fines de ejemplificar este “rodeo humano,” traemos a mención el relato del capítulo X (Intelligent Animals) de Journeys Out of the Body del prestigioso Robert Monroe:
Caminando sobre un lado de mi cuerpo había una apariencia humana (sólo podía ver la mitad inferior de su cabeza). Estaba desnudo, sin ropa, y parecía ser masculino. Parecía del tamaño de un niño de unos diez años, de tres pies de alto, con piernas delgadas, poco vello púbico, y genitales subdesarrollados. Con total tranquilidad, como si se tratara de algo cotidiano —como un niño que monta su caballo favorito— pasó una pierna sobre mi espalda y se encaramó sobre mí. Podía sentir sus piernas alrededor de mi cintura, su pequeño cuerpo apretado contra mi espalda. [...] Sin duda era de forma humanoide, pero después de reflexionar, no tenía la percepción de una inteligencia humana: parecía más un animal, o algo cercano entre ambos. Me sentí insultado por la completa seguridad con la que se acercó y se adosó a mi espalda. Se mostró confiado en que no sería detectado, quizás a través de una larga asociación con los seres humanos a los que se acoplaba de manera invisible. [...]

Llegó a ser una gran contienda (aunque no percibí maldad de su parte, sólo un esfuerzo para volver a adosarse a mi), y estaba a poco de ingresar en estado de pánico. ¡Ya estaba sobre mi cabeza otra vez! Pensé en encender un fuego y tratar de quemarlo, hacer algo, cualquier cosa. Parecía no haber manera de evitar que subiera sobre mí hasta que ingresé en estado de furia; fue en aquel momento que ingresó en escena otro ser pequeño más
[...] Pero cambiaron su estrategia: intentaron camuflarse como la presencia de una de mis hijas, parecían saber de inmediato que este deliberado disfraz crearía confusión emocional en mí al asociar su presencia con el amor por mis hijas, y evitar así enfrentarme o deshacerme de ellos.

Cuando me di cuenta de su truco, los dos desistieron del camuflaje. Desesperado por una solución, pensé en el fuego, y esto parecía ayudar un poco. Sin embargo, tengo la impresión de que los dos estaban entretenidos, como si no hubiese cosa que pudiera hacer para hacerles daño.
Imagen del libro “Der Geheime Bund”
(El Pacto Secreto) de Mark Hedsel,
la percepción de los parásitos
etéricos en el arte medieval
Si consideramos que el nivel de consciencia de un alien Gris es similar al de un ser humano pero en distinto soporte de la materia (e.g. los humanos encarnados se encuentran en Tercera Densidad, mientras que los Grises parecen ser una construcción artificial con materiales híbridos de Tercera y Cuarta Densidad), podríamos entender a los implantes como parásitos etéricos invisibles a la percepción humana pero que influyen sutilmente a nivel emocional, mental y endócrino; estas entidades se adosan al periespíritu de un humano de quien necesitan nutrirse a partir de su orgón detrimental (fuerza vital distorsionada hacia las emociones negativas); esa es la razón de la “mala suerte” que los rodea, pues mucho de su trabajo consiste en manipular arteramente el área de influencia o esfera de dominio del individuo huésped, en especial sobre aquella área que obtenga el mejor “rinde emocional.” (4)

El siguiente nivel de manipulación es más enfocado: consiste en utilizar a estas inteligencias endosomáticas como interfaces con un nivel superior de consciencia. Si la subyugación del humano resulta efectiva, las fuerzas negativas obtienen una especie de “robot programado,” que puede actuar como una extensión terrestre de sus mensajes y caprichos. Este “robot programado” tiene habilidades psíquicas congénitas que de ser ejercitadas culminarán en el surgimiento de un médium, también denominado con el término “contactado,” y el procedimiento estándar consiste en la seducción y reclutamiento de seguidores que conlleva a la creación de una secta y más tarde en el establecimiento de una religión teócrata. No debemos desconsiderar la posibilidad de que todo un pueblo resulte sometido a una entidad entrópica y podamos argumentar entonces la propagación del programa exógeno a un “pueblo elegido.”

Tanto las inteligencias endosomáticas que han sido implantadas o introyectadas en los humanos, como las inteligencias exosomáticas (5) que administran y configuran a las primeras (de las cuales oímos sus voces a través de los médiums), las podríamos denominar como los labriegos: su tarea es manipular al ganado humano hacia un régimen estable de producción de loosh; y como sabemos el loosh fermenta a través de las emociones negativas, el sufrimiento inconsciente y la devoción. Cuando un humano descubre que es manipulado o logra cierto nivel de despertar, generalmente el labriego responsable ha fallado en su tarea y es “recompensado” con la encarnación física.

Por encima de este nivel de consciencia, escalonado varios pisos por encima de la humanidad, existe otro estadio aun más elevado; los textos rosicrucianos los señalan como los Arcontes del Destino y nosotros hemos elegido el título de ingenieros antropecuarios, dada su desconsideración supina a los seres de menor consciencia, que los habilita a manipulaciones masivas: tanto a nivel regional (guerras, enfermedades, hecatombes, etc.) o incluso en un contexto planetario (inundaciones globales o casos de extinción masiva). La capacidad de estos ingenieros dista de cualquier elucubración humana, siendo los responsables directos de la manipulación genética de la humanidad, al cegarnos de las posibilidades naturales de percibir reinos de consciencia superior, donde las restricciones entrópicas —los grises muros de nuestra realidad humana— son tan sólo un mal sueño.

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Argot: el arte sacro

Vaya sorpresa cuando en el trajín de la enconada Búsqueda vemos finalmente la Luz Verdadera al final de la gruta. Aquellos obreros del arte, individuos sin duda provistos de visión crítica y refinada intuición, no vacilarán en cuestionar los pormenores y contrapesos de nuestro aparente desinteresado propósito. ¿Qué lleva a los que transitan los últimos salones del laberinto cavernario platónico realizar un pormenorizado racconto de sus precipitados pero decididos pasos hacia la libertad del confinamiento? ¿Acaso mayores e ilustres espeleonautas no han confeccionado numinosos acápites que aclaran por medio de un léxico soberbio las labores hercúleas de la metamorfosis de la consciencia?

Ambas inquietudes podrían converger en una única respuesta si apelamos a nuestra transformada labor dentro del Discipulado de la Naturaleza, que pudiera resumirse en informar a los demás los tropiezos y vicisitudes que hallamos al prepararnos para atravesar el pétreo dintel del exilio y qué territorios se vislumbran al atravesar el umbral de otra realidad.

Conferimos la tutela de la pluma áurea a una narración que algunos confundirán por una parábola:
Hubo una vez una isla en medio de aguas oscuras y profundas; los hombres que allí vivían estaban aislados y no recordaban de dónde venían o quiénes eran.

La isla tenía severas reglas y había pocos habitantes que guardaran algún acto compasivo, pues una de los principales preceptos era “aquel que ayuda comete dos pecados.”

Una de aquellas pocas almas piadosas era la del barrendero. Así lo conocían todos, pues su trabajo era limpiar las calles. Pocos lo conocían más que de vista: un sujeto parco en palabras y con aires de soñador que siempre parecía extravíado y andaba acompañado por un perrito. Aunque, y esto era lo importante para las Autoridades, siempre cumplía con su humillante labor.

De hecho, había conseguido su puesto de saneador, pues los habitantes desdeñaban las labores de limpieza e higiene. Su trabajo consistía en barrer y acarrear los desperdicios ajenos y transportarlos a una región apartada, en las orillas de la isla. Fue así como una tarde a fines de la Primavera, cuando las nieblas que rodeaban las márgenes insulares eran tenues, sus ojos grises vieron un espolón de piedra brillante, más allá de las embravecidas aguas. “¿Qué es aquella región distante?” le preguntó en voz alta a su perrito, mientras se subía a un árbol seco para observar mejor y respiraba el aire límpido y salobre.

Poco más le reveló aquella luz tardía, y cuando el Sol se puso se quedó pensativo en medio de la tierra abandonada, llena de basura y desperdicios. Por la mañana, mientras recorría la isla para cumplir con su labor, preguntó a todos los que se le cruzaban si conocían qué había más allá. Pero las respuestas siempre tenían el mismo tenor: “Compadre, estas extravíado; estamos sólos y rodeados de oscuras aguas; no existe nada más. Halla contento en los placeres y posesiones que proponen las Autoridades, pues la vida es corta y luego ocuparás una parcela de tierra, cerca de donde arrojas todas tus basuras.” Sin embargo, siguió preguntando y cuando todos le hubieron dado la misma contestación, su perrito ladró al olfatear un objeto arrojado en medio de la calle.

El compasivo barrendero se acercó y reconoció el objeto pues era común hallarlos entre los desechos de aquella época: un libro. Lo tomó del suelo y recorrió sus páginas; tenía toda una colección de ellos no lejos del basural, los había apartado con esmero, salvándolos de su triste destino, pues intuía que eran valiosos: aquellos signos escritos debían guardar algún significado tiempo atrás. Como para casi todos los que habitaban la isla, el conocimiento que albergaban las letras era otro olvidado saber que no presentaba beneficio alguno, salvo para aquellos que estaban en contacto con las Autoridades. Pero él conocía a un viejo que había trabajado durante años en la Administración, redactando regulaciones y nombramientos en la isla, es más, era quién lo había recomendado para su labor. Sólo cuando dirigió sus pies hacia la casa del viejo, su perrito dejó de ladrar.

El viejo parecía estarlo esperando, en medio de los humos de una nudosa pipa de raíz. Con algo de apremio, le relató su visión en las orillas, su tropiezo con aquel libro y su necesidad de aprender las letras. El anciano pareció esbozar una clase de sonrisa que disimuló algunas de sus arrugas, y le contestó que le enseñaría el Arte pero que a cambio le ayudara, luego de su trabajo, a ordenar sus libros y documentos ya que pronto debería realizar un viaje impostergable. El piadoso barrendero aceptó de buena gana, y su alegría hubiese sido mayor pero se dio cuenta que su perrito ya no lo acompañaba.

Así pasó algún tiempo y al humilde barrendero se lo veía por las noches, a la luz vacilante leyendo voluminosos libros, comprendiendo significados en varias lenguas, recitando palabras desconocidas y aprendiendo a destilar la esencia que se escondía detrás de la burda letra. Durante largas noches, había trabajado en la biblioteca del anciano, ordenando y rotulando estantes, removiendo el polvo y las arañas, conociendo la enseñanza de otros que habían partido. Su barba creció y algunos de su cabellos ya eran canos.

Una tarde de fines de Otoño, cuando estaba arrojando la última tanda al basural, el Anciano se le apareció. Y le dijo que a partir de mañana, el asumiría su puesto en la Administración de la isla: había sido recomendación suya y nadie se atrevió objetarlo. “¿Y usted, Anciano, qué hará?” El viejo le recordó su perentorio viaje y le informó que ya estaba listo. Le dio las llaves de su casa y un documento enrollado y lacrado.

“Encontrarás aquí mi testamento. Te dejo todo cuanto tengo. A cambio sólo te pido que sigas estudiando y cuidando la biblioteca. Permanece sobrio y atento, haz tu parte con impecabilidad, dado que en algún momento aparecerá alguien más a quien debas orientar. Recuerda, todo es prestado aquí y a ti también te tocará devolverlo.”

Recién allí, el alma del barrendero se dio cuenta de lo que pasaba. El anciano se estaba despidiendo, así sin más; creía verlo difuso, transparente, casi luminoso. Pensó que eran sus lágrimas. Pero el anciano habló otra vez: “¡Mira más allá de la Oscuridad!”

Al mirar por sobre las inquietas aguas, pudo ver otra vez aquella tierra resplandeciente; comprendió que era allí adonde iba el viejo. Su ahora sutil cuerpo se trasladó sin dificultad alguna.
Icono de Cristo y el Abad Mena
El hombre más Loco
puede volverse Sabio
si Dios le ilumina
Permítasenos agregar la siguiente declaración del alquimista Thomas Vaughan, publicada durante 1650 en su libro Coelum Terrae:
Dicen los Sabios que el Hombre, en su estado natural, es la creación media, a partir de la cual deberá pasar a uno de dos extremos: a la corrupción, como lo hacen la mayoría de los hombres, ya que mueren y se desintegran en su tumba; o a una condición espiritual glorificada, como Enoch y Elías, que fueron trasladados. Y dicen que este es un verdadero extremo, ya que después de él no hay alteraciones.
Deseamos incrementar en nuestros amados hermanos, aquellos incondicionales Buscadores de la Verdad, su ejercicio de la libertad y brindarles acceso a las herramientas que, al igual que las estanterías del legendario laboratorio alquimista, proporcionen una visión más objetiva de la realidad distorsionada por nuestros manipulados sentidos. En especial, deseamos hacer énfasis en que el esoterismo, alejado de todo misticismo anquilosante, no es más que conocimiento fragmentado de una disciplina de nivel superior, la cual ha sido históricamente cercenada y relegada de un positivo estudio científico, con la capacidad de abrir las puertas a una realidad menos restringida y más equilibrada.