Esta costumbre de proveer protección a cambio de devoción se observa en los mensajes de varias mariofanías, es decir, en aquellas apariciones —montajes de trasfondo ufológico pero de recargada imaginería y guión religioso— que la Iglesia certifica como la B.V.M. En el caso particular de Fátima, la escenificación comienza con un videoclip escalofriante donde los niños pastores —los renuentes espectadores elegidos por la entidad— son traumatizados con una visión del infierno para luego, coacción mediante, ofrecer una solución a través de la completa sumisión:
“Visteis el infierno, para donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que digo, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, comenzará otra peor. Cuando vean una noche alumbrada por una luz desconocida, sepan que es la gran señal que les da Dios de que él va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones a la Iglesia. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón. Si atendieran a mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas, por fin mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará la Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.”Aunque la ufología era desconocida en su época, el antropólogo folklorista Evans-Wentz postuló en su obra The fairy-faith in Celtic countries una serie de teorías colineales a las que el sociólogo francés Bertrand Méheust plasmó un siglo más tarde en Soucoupes Volantes et Folklore; algunas de ellas, tuvimos la oportunidad de enumerarlas cuando asociamos la ufología con el fraguado de las religiones organizadas. Evans-Wentz se interesó en la mariofanía colonial de Guadalupe donde notó que la diosa Tonantzin Coatlaxopeuh, una deidad de la fertilidad náhuatl, ya era venerada con el mote Nuestra Gran Madre, habiendo tenido un templo —destruído por los sacerdotes españoles,— en el mismo cerro donde Juan Diego tuvo las visiones. Empero, merced a la escenificación ufológica, a la aparición se le erigió una basílica donde multitudes de aborígenes terminaron convirtiéndose al cristianismo: en definitiva, la inteligencia detrás de estas apariciones se adaptó al sistema de creencias imperante para volver a ser adorada y venerada.
Para marchar con cierto éxito en nuestra campaña, será prudente ir relacionando este proteccionismo y asistencialismo con las ideas vertidas por William Bramley en su brillante obra Los Dioses del Eden (The Gods of Eden), donde unas entidades tecnológicamente superiores —claramente librados de las ataduras físicas, no así de unas acuciantes necesidades energéticas— “custodian,” “guían” y “controlan” el desarrollo de la humanidad. Creemos que a esta altura estará de más recomendar a nuestros bienamados hermanos en la Búsqueda de la Verdad la lectura del libro de Kyle Griffith: El Colegio Invisible y la Guerra en el Cielo (War in Heaven), como obra de referencia —claramente nunca a pie juntillas— para detectar y evitar peculados energéticos. Tómese como aletiómetro que los administradores podrán teatralizar cualquier obra, desde la más obscena y macabra hasta la más sublime y excelsa, con el objeto de mantener o aumentar los rindes de la granja antropecuaria: conocer la utilidad etérica del orgasmo, del sufrimiento y de la devoción, energías apreciadas y recolectadas en el siguiente nivel de realidad, puede conducir a detener ciertas indulgencias y creencias, y tal vez encamine al peregrino a un ejercicio más inteligente en el cultivo de sus propias fuerzas.
En definitiva, lograr atisbar las apariciones marianas como una puesta en escena para obtener réditos devocionales nos ahorra tiempo.(1) De hecho, una mariofanía debiera compararse a un acto político en un país en vías de desarrollo: por un lado, una figura feérica, de rasgos impecables, fascinando a los espectadores; por otro, una serie de milagros y sanaciones. En efecto, más que “folklore in the making” (un fraguado de mitos) es el verdadero cincelado de un partido político hiperdimensional: una religión. Invitamos a la despierta reflexión de nuestro respetado Salvador Freixedo (Las Apariciones Marianas, cap. III: Realidad y credibilidad de las apariciones):
Se dirá que si es en realidad la Virgen la que se manifiesta en las diversas apariciones «marianas,» no hay nada de extraño en que pida siempre poco más o menos las mismas cosas y en que se presente rodeada de las mismas circunstancias. Y no está falta de lógica la objeción. Pero la dificultad está en que si estas mismas circunstancias las vemos repetidas en la Virgen de Lourdes —admitida por la Iglesia— y en multitud de apariciones que no sólo no lo han sido, sino que han sido rechazadas por la jerarquía (el caso de El Palmar de Troya); y si las vemos de nuevo en las apariciones de Venus o Ceres tal como nos las narran los historiadores romanos; en las leyendas de apariciones de hadas (y recuerde el lector que aunque las hadas no existiesen, sigue en pie el hecho de que en sus leyendas, transmitidas por pueblos muy distantes en el tiempo y en el espacio, se dan circunstancias semejantes); o en las apariciones de la diosa Namagiri en el hinduismo o de la africana Changó...
Tenemos el derecho a preguntamos: ¿por qué? ¿Por qué todas las apariciones femeninas se presentan igual, hacen las mismas cosas o parecidas, piden lo mismo y hasta tienen el dudoso gusto de hacer sufrir a los videntes, cuando no «llevárselos con ellas» al poco tiempo? ¿No será porque la causa del fenómeno es la misma, y lo único que hace es acomodarse al entorno cultural en que se presenta? ¿No será que lo que la aparición tiene en mente no es lo que dice, sino algo que se nos escapa por completo?
Helen on the Walls of Troy del pintor Gustave Moreau (s. XIX) |
Por último, otra cosa que también llama la atención en el mensaje es la exigencia de dolor; de dolor humano, penitencia, austeridad, mortificación, renuncia... Las mariofanías, al igual que las otras apariciones, reclaman que se lo brindemos voluntariamente, pero si no lo hacemos, entonces nos lo van a imponer por la fuerza y para eso están las amenazas para todo el mundo a las que hemos hecho alusión en párrafos precedentes. [...]El último punto que intentaremos remarcar sobre las mariofanías es el ordeñe de la energía vital de los visionarios: la casuística revela que los Contactados son programados desde la tierna infancia y la franja etaria se centra en la preadolescencia debido a que se busca detonar el síndrome Kundalini. Lamentablemente, esta cuestión ha pasado desapercibida por demasiado tiempo, tal vez, debido a que los investigadores de fenómenos anómalos no sospechaban el papel jugado por la humanidad en la economía cósmica.
¿Dónde está esa maternal providencia? De nuevo pregunto: ¿Por qué cuando «el Señor» escoge determinados humanos les reclama tanto sufrimiento? ¿Por qué siempre dolor? ¿Tan mala es la humanidad? ¿Quién la ha hecho tan defectuosa? Y ¿por qué Dios tiene que pedirle precisamente dolor, dolor físico, al hombre?
Desde una perspectiva energética, la mejor inversión es aquella con un mínimo de capital en riesgo y de la que se obtengan retornos exponenciales dentro un tiempo acotado. Sabemos que en las mariofanías, las visiones no fueron completamente captadas por la multitud participante, salvo en aquellos que habían sido previamente elegidos; para ilustrar con ejemplos: Bernadette Soubirous en Lourdes, Lucía dos Santos en Fátima y Juan Diego en Guadalupe, quienes, a excepción de este último, eran niños o preadolescentes. Esto señala que los participantes probablemente fueron seleccionados por la configuración de su sensitivo sistema nervioso, y quizá se tratase de shamanes en potencia. En todos los casos, los Contactados fueron personas con baja o nula preparación escolar y en dos de los tres casos con conocidas infancias difíciles: Bernadette vivió en la extrema probreza, contrajo cólera y sufrió de asma toda su vida, mientras que Lucía ya había tenido visiones a los 8 años y, probablemente, más que eso, dado que su segundo encuentro cercano la había dejado exhausta y paralizada, permaneciendo todo un día en estado de trance; ¿tal vez se trató de una abducción más que de una simple visión?
Por lo que sabemos sobre el cultivo de los hidrógenos sutiles, el sufrimiento y, en particular, la oración frecuente —que conduce hacia el harnelmiatznel consciente debido al ritmo cadencioso cardiorespiratorio, de ahí su paralelismo con el hesicasmo católico,— dispone a la ascención de las energías del dan-tien inferior hacia el dan-tien medio. Esto puede echar algo de luz al por qué de la recalcitrante insistencia en los mensajes de las apariciones sobre el “Inmaculado Corazón;” es evidente que los H6 son más apreciados en Cuarta Densidad que los mundanos H12. Especulamos entonces que la “oración” que le enseñó el “Ángel de la Paz” a Lucía durante su primera visión, quizá se tratase de una forma pranayama con mantras, mientras que el sufrimiento físico cotidiano al que se había sometido y acostumbrado Bernadette fue una manipulación para desencadenar su síndrome Kundalini. Cuando esto ocurre, el cuerpo libera grandes cantidades de Askokin/Loosh, sumamente aprovechables para amortizar los gastos de cualquier montaje teatral hiperdimensional... en este caso, una inversión brillante pues los resultados de las apariciones no sólo lograron la construcción de nuevos sitios de culto y devoción, sino que la energía requerida para las mariofanías y milagros surgió de los propios contactados. En la sección La Física de la B.V.M. del libro El Colegio Invisible (cap. Una morfología de los milagros) el doctor Vallée sostiene:
Otra observación interesante se refiere a la naturaleza del estado de trance experimentado por Bernadette. Un médico había decidido exponerla como un caso mental y realizó un experimento fascinante. Este hombre, el doctor Douzous, colocó una llama de vela bajo la mano de Bernadette durante quince minutos. Cuando ella terminó sus oraciones, él pudo observar cómo el brillo del éxtasis abandonaba la cara de la muchacha.Sabemos que, una vez sublimada, la energía Kundalini es bioluminiscente, lo que explica el resplandor del rostro, en el dan-tien superior durante el proceso de meditación: se trata de la velada simbología tras la “aureola” de la santidad. La llama tampoco le había dejado marcas ni quemaduras en su mano: la inmunidad al fuego durante el éxtasis —estudiada en profundidad por el jesuita Herbert Thurston en su obra Fenómenos Físicos del Misticismo— es otra característica que destaca la presencia del síndrome Kundalini. Finalmente, podemos asegurar por el estado incorrupto post-mortem de Bernadette que los hidrógenos sutiles se propagaron por todo su organismo. Lamentablemente, su paradigma mental de sometimiento y disposición al suplicio no cambió y, por lo tanto, no pudo hacer uso de los poderes taumatúrgicos para restablecer su organismo. Así que, en las lapidarias palabras de Gurdjieff, estaríamos ante el caso de una “santa estúpida.”
Dejaremos pendiente para un próximo escrito los milagros que rodean los lugares de culto, pero, y lo más importante, la simbología velada de Kundalini como la Madre de Dios: aquí sondearemos el secreto de la alquimia y la verdadera razón tras la dramática similitud de la Virgen Negra de Sous-Terre sosteniendo al Niño Dios, su equivalente egipcio: Isis con Horus en su regazo, y la misericordiosa Kwan Yin acompañada del adepto Tongzi en China.
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