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Las religiones abrahámicas y el shamanismo

Anteriormente hicimos mención a un sincronismo que había pululado en las culturas aborígenes del Nuevo Continente antes de la Conquista: los sacrificios humanos. Este proceder religioso, del que nos han llegado relatos de consternados sacerdotes españoles, lo vemos también desplegado sin tapujos en toda Europa durante los siglos de la Inquisición. Benzion Netanyahu sostiene en Los Orígenes de la Inquisición que esa poderosa maquinaria represiva respondía más a una finalidad de persecución racista que a motivos religiosos; en el cap. I, sintetiza citando la obra The Expansion of Christianity in the First Three Centuries de Adolf von Harnack, la conclusión del marcado antisemitismo que profesaron los padres cristianos durante la escisión helenista al credo judío:
A pesar de todos los cambios radicales que tuvieron lugar en los conceptos básicos del cristianismo, quedaba el problema de la dependencia de la Biblia y la admiración de los profetas y héroes de Israel tan palmarias en las palabras de Jesús y de Pablo; dependencia que parecería estar en directa contradicción con los sentimientos antijudíos de las masas griegas. [...]  «Pero todo cristiano debe negarles la posesión del Antiguo Testamento. Para un cristiano sería pecado decir: “este libro nos pertenece a nosotros y a los judíos;” pues nos perteneció desde el principio, lo mismo que nos pertenece ahora y para siempre, a nosotros los cristianos y a nadie más, mientras los judíos son la peor gente, la más sin Dios y abandonada de Dios, de todas las naciones de la Tierra, pueblo del Diablo... cuadrilla de hipócritas... marcada por la crucifixión de Nuestro Señor.» Como Harnack dijo resumiendo todo este proceso:
Tan injusticia como la cometida por la Iglesia de los Gentiles sobre el Judaísmo apenas tiene precedentes en los anales de la historia. La Iglesia lo despojó de todo, le quitó sus libros sagrados; no siendo ella misma sino una transformación del judaísmo, cortó toda conexión con su religión materna. ¡Primero la hija le robó a la madre, y después la repudió!
Aunque discrepemos según la acepción que se le brinde a la palabra «racista» entendemos que la maquinaria represiva a la que hace alusión tenía más de un objetivo; perseguiremos más tarde esta extraña acusación sobre el “pueblo del Diablo” no sin olvidar el curioso hecho que la Iglesia no se haya reconocido a sí misma como una “transformación del judaísmo.” Empero, queriendo evitar las referencias cíclicas y la repetición hasta el hartazgo, sólo mencionaremos que las religiones organizadas parecen ser la resultante de un heteróclito fraguado hiperdimensional: una amalgama de interferencias exógenas, hoy mal llamadas extraterrestres, asociado a una férrea programación mental basada en el Contactismo de su presbítera dirigencia —imanes, rabinos y sacerdotes por igual— para la forja de sus dogmas y rituales que concluyen en tres simples paradigmas: el status quo mediante el control de las creencias, el devocionalismo ceremonial y la sumisión junto al sufrimiento como camino a la salvación.

Hay sin embargo un eco válido en su seno que se enriquece y crece en munificencia a medida que se suma el conocimiento presente en sus otras exponentes exotéricas. En este sentido, somos partidarios de reconocer el esfuerzo que se vio en España durante los siglos XIV y XV, cuando representantes de las tres grandes religiones abrahamánicas, —habiendo resurgido de las aguas pónticas por medio de las enseñanzas del filósofo y místico catalán Ramón Lulio (en árabe: رامونلول)— estaban a punto de consolidar los denominadores comunes entre el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo en un nuevo acervo de conocimientos de vanguardia, proclive hacia la consolidación de un ágape mesotérico: un banquete amical que derrocaría enfrentamientos religiosos y conflictos bélicos, en el Viejo y próximo a redescubrir Nuevo Continente.(1) Tristemente, aquellos que detentan el poder, desde su ampliada visión hiperdimensional, habrían previsto esta posibilidad y prestos a mantener el régimen de producción de loosh de la granja antropecuaria procedieron con precisión quirúrgica a detener esta nueva edificación babeliana que, entre otras miríadas, detonó la persecución y diáspora judía del año 1492.

Excede a nuestra pretensión, al menos por el momento, hacer un recuento pormenorizado de estos hechos, así que recomendamos enfáticamente las impecables obras de la académica inglesa Frances Amelia Yates, en particular, La Filosofía Oculta en la Época Isabelina (The Occult Philosophy in the Elizabethan Age) que brindarán al aspirante una sana lectura, requisito propiciatorio para desarrollar una mente crítica y abrasiva a prueba de cualquier peculado energético sectario o religioso.

Retomando el objetivo del presente escrito, quisiéramos llamar la atención al lector un hecho peculiar y que se nos antoja molesto. En la incepción de las religiones abrahamánicas yace un curioso personaje: Melchizedek quien, carente de todo linaje y genealogía —requisito para formar parte de la ilustre lista de personajes veterotestamentarios,— inicia al patriarca Abram, más tarde conocido como Abraham, con una extraña ceremonia en la que se hace la primer referencia bíblica “al pan y el vino.” (2) Dentro de aquellas investigaciones particulares por las que se interesó Jacques Vallée, se encontraban los intersigns: los extraños sincronismos que giran alrededor de eventos inesperados o curiosos; en Forbidden Science II, se relata este notable incidente:
Dejé el estudio desconcertado, pero la rareza apenas estaba comenzando. Caminé hacia el hotel Roosevelt, tomé un taxi al azar en el atiborrado tráfico. La taxista era una rolliza rubia que conducía erráticamente. Cuando llegamos a KABC [estación de radiodifusión propiedad de la ABC], me entregó un recibo por la tarifa. Lo saqué de nuevo mientras preparaba mi informe de gastos, y tuve un sobresalto cuando vi que estaba firmado por Melchizedek. Solamente hay una entrada con este nombre en la guía telefónica de Los Angeles

¿Es este otro intersign [sincronismo]? Durante semanas he pasado mucho tiempo libre investigando a Melchizedek. He enviado a mi secretaria a la biblioteca para hurgar referencias, y he leído todos los libros posibles en busca de pistas, desde la cosmogonía de Urantia hasta la obra de Frater Achad. ¡Y cuando dejo todo esto por un fin de semana en Los Ángeles, tengo que tomar el único taxi en la ciudad conducido por Melchizedek!
El sacerdocio de Melchizedek, contagia al judaísmo con un paradigma que compartirán todas las religiones teocráticas y que más tarde cobrará significado sacramental dentro de los rituales cristianos: la ofrenda del “pan y el vino,” el rito que conecta la idea del diezmo, sacrificio u ofrenda hacia las entidades superiores; una forma de aplacar la ira de los dioses o conseguir de ellos “gracias” y “atajos.” Cangá Corozo en La Conspiración del Angel Gabriel es más enfático al asociar este rito sacrificial en pos de obtener protección o para lograr un objetivo a toda costa:
Luego del encuentro con Melquisedek, Abram regresa a su casa en Canaán, y “el Señor” (Enlil/El) se le manifiesta nuevamente, esta vez por medio de una visión, donde le dice que no se preocupe, pues siempre lo protegerá, a lo que Abram responde que de nada sirve esa protección si él no tiene hijos, por lo que todas las cosas que tiene y que le sean concedidas, las heredaría su criado Eliezer [...]

El Señor le dice que un hijo suyo sería quien lo heredaría, y que así como son las estrellas, así de numerosos serían sus descendientes. Y cuando Abram le peguntó qué debía hacer para ganarse todo eso, “el Señor” le pide... ¡una ofrenda quemada!
—Oh Señor, ¿cómo sabré que yo la he de poseer?
Le respondió: —Tráeme una vaquilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.
El tomó todos estos animales, los partió por la mitad y puso cada mitad una frente a otra. Pero no partió las aves.
(Génesis 15: 8-10)
Quiero en este punto del relato, atraer la atención a un hecho que ya antes habíamos establecido: estas entidades, que se hacían pasar por dioses, necesitaban imperiosamente ofrendas de animales, la sangre fluyendo, el animal agonizando, el humo subiendo al cielo.
Sólo agregamos a las palabras del aretalogista Cangá Corozo que estas entidades entrópicas no sólo necesitaban imperiosamente ofrendas de sangre de animales: si logramos abstraernos lo suficiente y derribar las últimas barreras emocionales, no existe diferencia alguna en la búsqueda de poder o salvación a través de métodos sacrificiales, en homenaje, sumisión o expiación, para pertenecer al selecto “pueblo del Diablo.” Cualquier sacrificio humano como el Brit Milá: “el pacto de la circuncisión“ (en hebreo: בְּרִית מִילָה), la clitoridectomía: la mutilación genital femenina reclamada por el Islam o cualquier reproducción cristiana de los tormentos de la carne que nos describe el Via Crucis, al que gratuitamente se sometieron tantos seguidores de Jesús en su búsqueda de la salvación, describen meramente un mecanismo para extraer orgón a través del sufrimiento para satisfacer a las hambrientas entidades del plano etérico.

Ciertas enseñanzas y procederes del shamanismo occidental no se encuentran tan lejanas: autores como Carlos Castaneda o Víctor Sánchez describen el proceder de los indios yaquis en el Camino del Poder, por medio del pacto con un “aliado” en las jerarquías descoporeizadas, aquel ser inorgánico al que intentan aliarse para desarrollar sus poderes taumatúrgicos; Joseph Fisher observó la necesidad en las culturas aborígenes de efectuar un sacrificio de sangre para lograr el contacto trascendental y establecer un vínculo con el «espíritu guardián»:
Los cazadores y recolectores nómades de la ahora extinta tribu Charrúa del Uruguay llevaban a cabo una dolorosa versión de la búsqueda de la visión trascendental. Después de abrirse camino hasta la cima de una colina aislada, se flagelaban y cortaban la carne con sus armas hasta que, en delirio, cada uno recibía una visión de una entidad. Este ser era adoptado inmediatamente por el nativo e invocado, en momentos de peligro, como su guardián.

Los miembros de la tribu de los Llanos, al buscar esta visión espiritual, suben a una montaña remota, se desnudan, ayunan, prescinden del agua y, por último, cortan por la articulación distal su dedo índice izquierdo. El apéndice desmembrado se alza hacia el cielo mientras el nativo suplica a su guardián por buena fortuna.
Jacob luchando con el ángel
Bartholomeus Breenbergh
(año 1639)
Para el ojo entrenado, este intercambio de sacrificios de sangre en pos de seguridad y «buena fortuna» no debiera distar demasiado del Pacto de Sinaí entre Moises y El Señor de los Ejércitos. Cangá Corozo nos provee un curioso relato del Génesis cuando Jacob forcejea con un «Angel del Señor» y es rebautizado con su nombre iniciático Israel:
En un punto en que Jacob tomó a sus dos mujeres, a sus dos siervas y a sus once hijos, y los hizo cruzar el río junto con todo lo que tenía. En el momento en que Jacob se había quedado sólo, se presentó una entidad que se enfrentó a él pero sus fuerzas eran parejas, ante lo que se dio el siguiente diálogo:
Entonces el hombre le dijo: —¡Déjame ir, porque ya raya el alba!
Y le respondió: —No te dejaré, si no me bendices.
El le dijo: —¿Cuál es tu nombre?
Y él respondió: —Jacob.
El le dijo: —No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has contendido con Dios y con los hombres, y has prevalecido.
(Génesis 32: 26-28)
Es así como esta entidad le cambió el nombre a Jacob por el de Israel. Luego Jacob le preguntó su nombre a esa entidad, pero ese ser no se quiso identificar. Luego Jacob bautizó al sitio como Penuel “porque vi a Dios cara a cara y salí con vida.”
Si nuestros bienamados hermanos en la Búsqueda de la Verdad observan con cuidado, este enfrentamiento no difiere prácticamente en nada cuando Don Juan y Don Genaro le explican a Castaneda su enfrentamiento con la entidad desencarnada, durante la cual el «aliado» es contactado físicamente por el brujo shamán; leemos en el siguiente extracto de Viaje a Ixtlán, que algunos ufólogos no dudarán en reconocer un velado proceso de abducción donde la víctima es transportada:
Don Juan explicó que el aliado, atraído por las llamas, se manifestaba a través de una serie continuada de ruidos. La persona que buscaba aliado debía seguir la dirección de la cual venían los ruidos y, cuando el aliado se revelaba, luchar con él y derribarlo al suelo para domeñarlo [...]

—Las plantas de poder son sólo una ayuda —dijo don Juan.— Lo de verdad es cuando el cuerpo se da cuenta de que puede ver. Sólo entonces somos capaces de saber que el mundo que contemplamos cada día no es nada, más que una descripción. Mi intención ha sido mostrarte eso. Desgraciadamente, te queda muy poco tiempo antes de que el aliado te salga al paso.
—¿Tiene que salirme al paso?
—No hay manera de evitarlo. Para ver hay que aprender la forma en que los brujos miran el mundo; por eso hay que llamar al aliado, y una vez que se le llama, viene.
—¿No podía usted enseñarme a ver sin llamar al aliado?
—No. Para ver hay que aprender a mirar el mundo en alguna otra forma, y la única otra forma que conozco es la del brujo
[...]

Le supliqué a Don Genaro que me contara su primer encuentro con su aliado.
—Era yo joven cuando me enfrenté por primera vez con mi aliado —dijo al fin.— Recuerdo que fue en las primeras horas de la tarde. Yo había estado en el campo desde el amanecer e iba de vuelta a mi casa. De repente, el aliado salió y se interpuso en mi camino. Me había estado esperando detrás de una masa y me invitaba a luchar. Yo iba a salir corriendo, pero me vino la idea de que yo era lo bastante fuerte pare enfrentarme con él. De todos modos tuve miedo. Un escalofrío me subió por la espalda y mi cuello se puso tieso como tabla. A propósito, ésa es siempre la señal de que uno está listo; digo, cuando el cuello se pone duro.
—¿Qué pasó cuando agarró usted a su aliado, don Genaro? —pregunté.
—Fue una gran sacudida —dijo don Genaro tras un titubeo momentáneo. Parecía haber estado ordenando sus pensamientos. —Nunca imaginé que sería así —prosiguió.— Fue algo, algo, algo... como nada que pueda yo decir. Después que lo agarré, empezamos a dar vueltas. El aliado me hizo dar vueltas, pero yo no lo solté. Giramos por el aire tan rápido y tan fuerte que yo ya no veía nada. Todo era como una nube. Dimos vueltas, y vueltas, y más vueltas. De repente sentí que estaba parado otra vez en el suelo. Me miré. El aliado no me había matado. Estaba yo entero. ¡Era yo mismo! Supe entonces que había triunfado. Por fin tenía un aliado. Me puse a saltar de alegría. ¡Qué sensación! ¡Qué sensación aquélla! Luego miré alrededor para averiguar dónde estaba. No conocía por ahí. Pensé que el aliado debía haberme llevado por los aires para tirarme en algún sitio, muy lejos del lugar donde empezamos a dar vueltas.

* * *
*

El paradigma del Loosh y las potestades teocráticas

Entender a la humanidad como un mero experimento de una raza de consciencia superior es, para ponerlo en una única palabra, incómodo. Defenestra nuestra concepción antropocéntrica de la realidad, quitándonos la corona soberana que nos ciñeron en los primeros versículos del Génesis; es más, nos rebaja a la misma altura con la que consideramos a los animales y vegetales de los que nos alimentamos o con los que experimentamos.

Pensar en la existencia de entidades que gocen de mayor libertad de la que poseemos y que ésta sea usada en pos de nutrirse o investigar con nosotros resulta inquietante; es indiscutiblemente más sencillo creer en un relato como el de las Sagradas Escrituras... allí se nos trata mejor, se nos coloca en el lugar adecuado para nuestra paz de espíritu: ¡somos los soberanos de la creación! Baste inclinar la cabeza, cumplir con algunas leyes, no trabajar en día sábado y ante cualquier inconveniente, ofrecer algún sacrificio de sangre. En un contexto que quizá resulte menos histriónico, Mangasar Mangasarian, autor de How the Bible was invented (Cómo fue elucubrada la Biblia), tiene algo interesante que aclararnos:
La Biblia es un libro extraordinario; cualquier libro que declare completa infalibilidad, que aspire a la absoluta autoridad sobre mente y cuerpo, que exija rendición incondicional a todas sus pretensiones so pena de eterna condenación, necesariamente es un libro extraordinario, y uno que, por tanto, debe ser sometido a evaluaciones extraordinarias. Pero no lo es. Ni los sacerdotes cristianos, ni los rabinos judíos aprueban el someter la Biblia a las mismas evaluaciones a las que deben someterse otros libros. ¿Pero por qué? ¿Tal vez esto podría ayudar a la Biblia? Esa no puede ser la razón. ¿Por qué podría dañarla? No se nos ocurre ninguna otra explicación. La verdad es que la Biblia es una colección de escritos de autoría desconocida y fecha incierta, traducidos a partir de dudosas copias de supuestos originales desafortunadamente perdidos.
Sin embargo, existe hoy alguna certidumbre académica sobre el material que pudo haber dado origen al Pentateuco: desde la publicación de la obra Epic of Gilgamesh del asiriólogo George Smith, quien a fines del siglo XIX la tradujo a partir de las tablillas cuneiformes que relatan el Diluvio Universal, en donde se identifica con suma sencillez al Utnapishtim acadio con el Noé bíblico; el aretalogista David Cangá Corozo en su libro La Conspiración del Ángel Gabriel conecta este relato con otros poemas mesopotámicos:
En el Enuma Elish se relatan sucesos cósmicos ocurridos durante la creación del sistema solar, en el Atrahasis se nos relata los sucesos ocurridos desde las actividades de los anunnaki en este planeta antes y durante la creación del hombre, hasta el diluvio, y en la Lista Real Sumeria, se nos dan detalles de las primeras civilizaciones de humanos. Combinando los relatos de estos tres poemas épicos mesopotámicos, se puede armar una historia paralela a la historia de la creación del Génesis bíblico, de hecho, George Smith publicó en el año 1876, su hoy famoso libro “The Chaldean Genesis” (El Génesis Caldeo), en donde sugiere que, por las varias similitudes, el poema épico Enuma Elish, y el Génesis hebreo, se refieran a la misma historia de la creación. Según estas tablillas, hace miles años, de alguna parte —especulamos que del cosmos, o de alguna otra dimensión— llegaron unos seres a la Tierra, con la intención de extraer minerales. A estos seres se les denomina los anunnaki, que significa “aquellos que del cielo a la tierra bajaron.” Los anunnaki estaban regidos por un sistema jerárquico basado en el linaje, en donde el líder de todos era An (Anu), el cual tenía dos hijos: Enlil y Enki, los cuales eran los líderes de la misión planeta Tierra.
El relato del Atrahasis puede resultar más que interesante, sobre todo, si se logra conectar su contenido legendario con la óptica ufológica; de hecho, es un relato que podría considerarse gnóstico e incluso, ponderando su exquisita veta literaria, de un notable trasfondo lovecraftiano: unos seres llegan a la Tierra a realizar ciertos trabajos de “extracción de materiales.” Los había de diferentes categorías: los dioses líderes, entre los que hallamos a Anu, Enlil y Enki, y sus subordinados trabajadores, denominados genéricamente como las deidades Igigi.(1) Después de un tiempo, ocurre una revuelta y estos últimos se quejan de las condiciones extenuantes y rehusan continuar con sus labores; luego que las negociaciones con los Igigi fueran agotadas, Enki resuelve el problema diseñando un obrero especializado, haciendo uso del cuerpo de un Igigi sacrificado desde donde se extraen genes anunnaki, y de Belet-ili, la “diosa matriz,” para que finalmente: “un dios y un hombre se mezclan conjuntamente en arcilla.” Resulta llamativo hallar un punto de contacto con la obra del antropólogo Carlos Castaneda, El Lado Activo del Infinito, cuando Don Juan le dice que, “los depredadores nos dieron su mente, que se convirtió en nuestra mente.” Si leemos el primer volumen de Textos Gnósticos: Biblioteca de Nag Hammadi (cap. Sobre el Origen del Mundo) también nos topamos con algo semejante:
Cuando (los arcontes) hubieron terminado a Adán, (el príncipe) lo colocó en una vasija, pues había tomado la forma de un aborto carente de espíritu. A causa de esto, cuando el gran arconte se acordó de la palabra de Pistis, temió que el hombre verdadero penetrara en su criatura y se constituyera en señor (del arconte) [...]

Llegados cabe Adán, cuando vieron que Eva hablaba con él, se dijeron [entre los Arcontes]: «¿Qué es esta cosa luminosa? Pues se parece a la semejanza que se nos manifestó en la luz. Ea, capturémosla y vertamos nuestra simiente en ella, a fin de que quede mancillada y ya no pueda regresar a su luz. Además, los que nazcan de ella quedarán bajo nuestra obediencia.»
De lograr ver este relato desde una perspectiva ufológica o hiperdimensional podríamos proponer una concepción más amplia: unas entidades extraterrestres arriban a un planeta para explotar sus recursos; estos seres, organizados bajo una férrea jerarquía, envían a sus operarios subordinados a efectuar una labor engorrosa y fatigosa: mientras los dioses superiores permanecen en el plano celestial (en Cuarta Densidad) la labor de los Igigi, en cambio, acontece en la realidad física (en Tercera Densidad). ¿Qué labor es la que extenúa a las deidades Igigi? El Atrahasis nos informa que: “Los dioses tuvieron que cavar canales. Tenían que limpiar los canales, las líneas de vida de la tierra. Los dioses excavaron el río Tigris y luego excavaron el Éufrates.” ¿Es que acaso estuvieran terraformando? La referencia a las líneas de vida de la tierra nos puede conectar rápidamente con las Líneas Ley: las famosas alineaciones energéticas que los druidas denominaban Nwyvre (dragón terrestre) donde encontramos emplazados los antiguos monumentos, las construcciones megalíticas junto a los lugares sagrados. (2)

Robert Monroe, en su libro Far Journeys, hace mención a un planteo semejante: los Sembradores, unas entidades de un nivel de realidad superior, en su afán de obtener un “bien escaso” que se encontraría dentro de las moléculas orgánicas diseminadas a lo largo de la galaxia, realizaron una serie de experimentos biológicos, comenzando por los Cultivos Primero y Segundo, es decir, los Estacionarios o vegetales y los Móviles o animales; este “bien escaso,” denominado Loosh,(3) podía ser recolectado fácilmente en una situación de conflicto, en especial, durante el deceso de un organismo viviente:
Así como el Segundo Cultivo se volvió escaso, los requerimientos energéticos para las unidades Móviles se volvieron una seria restricción en el Jardín de las Deidades. Era frecuente que dos unidades Móviles se vieran en la necesidad de ingerir el único remanente del Segundo Cultivo; y esto creaba conflicto que devino en luchas entre las hambrientas unidades Móviles. Los Sembradores observaron estas luchas, en un principio perplejos con el problema, pero luego con gran interés: ya que a través del conflicto, las unidades Móviles comenzaron a generar grandes cantidades de Loosh, de una altísima puerza.

Fue entonces cuando los Sembradores pusieron una nueva teoría en práctica: alteraron a los Móviles de manera que fuesen más pequeños, pero a su vez que necesitaran alimentarse de otros Móviles o de otra forma perecerían. Esto resolvía el problema de la sobrepoblación de Móviles, pero a su vez se generarían grandes cantidades de Loosh fruto del conflicto y muerte en pos de la supervivencia.
En este paradigma, el conflicto en la vida orgánica de la Tierra —el Jardín de las Deidades, que nuestro John Keel bautizó convenientemente como Disneyland of the Gods,— genera un manantial de energía vital, surgida a partir de la lucha por la supervivencia; estos Sembradores o granjeros cósmicos, equiparon a los animales con colmillos, garras, celeridad y destreza con el fin de prolongar el combate víctima-depredador y así incrementar la recolección de Loosh. Pero finalmente dieron con un prototipo novedoso que les había llevado gran esfuerzo en diseñar y un considerable tiempo en perfeccionar: el Cuarto Cultivo, el ser humano, aquel modelo experimental que superaba a todos los demás Cultivos anteriores:
El Cuarto Cultivo excedió las expectativas de los Sembradores. Resultó en una producción consistente y utilizable de loosh que fue obtenido desde el Jardín. El balance de “vida” operaba de manera perfecta, con el Factor de Conflicto produciendo inmensas cantidades de loosh manando de manera permanente a través de las constantes muertes y destrucciones de todo tipo de organismos: Móviles, Estacionarios y el nuevo Cuarto Cultivo.

Para manejar la recolección, los Sembradores crearon unos recolectores especializados para ayudar durante la cosecha. Crearon entonces canales para recolectar el loosh en bruto desde el Jardín hacia su Residencia. Desde entonces, nunca más se necesitó depender del loosh en estado salvaje. El Jardín [el Plano Físico] fue una fuente inagotable para los Sembradores.

Para optimizar la recolección, los Recolectores generaban turbulencia y caos en la envoltura gaseosa y en el núcleo que forma la base del Jardín. Estas hecatombes tienen el efecto de culminar con la vida de multitudes de sembradíos, dado que son aplastados por los movimientos telúricos, el fuego emanado de los terremotos o el agua que ha sido agitada.
Hallamos entonces una interesante explicación al origen y caída de las civilizaciones humanas, lejos de cualquier cosmovisión antropocéntrica y en línea con el pensamiento gnóstico del cristianismo primitivo. Asimismo, se comprende que el trabajo que despreciaron hacer los Recolectores —los anunnaki: las deidades Igigi del poema Atrahasis— era estar, de alguna manera, “encarnadas” en el plano físico de Tercera Densidad para procesar la materia prima en componentes más elaborados de Loosh: resulta más conveniente diseñar autómatas Estacionarios que conviertan la energía solar en azúcares y luego que otros robots con mayor movilidad, a través de su necesaria subsistencia, cosechen los polisacáridos y sean a su vez alimento de otros autómatas más sofisticados que se nutran de sus reservas grasas y proteicas: con cada herida, fagocitación o muerte, se libera energía sutil aprovechable para los Sembradores —los dioses líderes de la jerarquía extraterrestre— en Cuarta Densidad. Bajo este marco, es fácil comprender las insaciables necesidades de Yahweh y sus tenaces reclamos de sacrificios de sangre; de hecho, también se explican los conflictos, batallas y guerras a los que sometió a su pueblo elegido e ilustran el adecuado mote de El Señor de los Ejércitos.

Prometeo, del pintor barroco
Theodoor Rombouts
(siglo XVII)
Pero al arribar a la explicación del Cuarto Cultivo es natural deducir que el Loosh de alta pureza es, en definitiva, aquello que los psicólogos identificaron como la libido, la pulsión sexual freudiana que más tarde el doctor Carl Gustav Jung señaló como la fuerza o energía psíquica, el pulso vital de la subsistencia, y que, por supuesto, el psicoanalista Wilhelm Reich razonó como la energía orgónica: el qi (chi) de los orientales; en definitiva, el Cuarto Cultivo es el eslabón final en la cadena trófica que completa la “extracción de materiales,” desde los rudimentarios azúcares y almidones de los Estacionarios, las proteínas y grasas de los Móviles hasta la fórmula del Loosh destilado de la humanidad: las energías sutiles que surgen del orgasmo, el sufrimiento, la ansiedad y la melancolía; es más, determinados humanos, abyectos a los ojos del sistema de control alienígena, pueden ser endilgados con ultores o implantes, que operen como disciplinantes cilicios psíquicos. Nuestros bienamados hermanos en la Búsqueda de la Verdad quizá intenten conectar esta hebra de conocimiento con el acopio y preservación de los hidrógenos sutiles en los centros instintivo y emocional como llave de la ergástula. Monroe, más tarde concluiría en que:
El concepto de Loosh explicó todo claramente. Y lo más importante: declaró el propósito, la razón de todo, el por qué de la existencia física. Este factor se me había escapado durante mucho tiempo. La respuesta del Loosh era simple y evidente. La razón estaba allí, de una manera muy prosaica. Se nos ha facilitado lo que entendemos como civilización pues producimos de hecho algo de valor: Loosh. Si finalmente uno era capaz de superar las barreras emocionales asociadas, era fácil, casi obsceno, entender la razón de nuestra existencia en la Tierra. Una explicación completa sobre la conducta humana y sobre la historia de nuestra civilización.

Loosh es una energía generada por toda la vida orgánica en diversos grados de pureza, la más destilada y potente proviene de los seres humanos —engendrada por la actividad humana que provoca la emoción, la más alta de dichas emociones— el instinto de reproducción y supervivencia.
Al igual que las antiguas enseñanzas gnósticas de las escuelas cópticas tempranas, la moderna New Age observó algo similar al paradigma que presentó Robert Monroe. En su material canalizado, Barbara Marciniak facilitó una explicación sorprendentemente análoga, datando el comienzo de la manipulación genética hace aproximadamente 300.000 años —una fecha cercana a la brindada en las Sesiones Cassiopaea: 309.000 años— que, si se la divide por la medida de un año platónico (25.776 años), se obtiene un guarismo cercano a 12 que representaría, para nuestro momento presente, el fin de una era o ciclo mayor:
La conciencia se comunica continuamente. La conciencia vibra, o puede ser llevada a vibrar, con ciertas frecuencias electromagnéticas. Las energías de conciencia electromagnéticas pueden ser influenciadas para que vibren de cierta manera con el fin de crear una fuente de alimento. Así como podemos preparar y comer las manzanas de muchas maneras, la conciencia también puede ser preparada e ingerida de muchas formas. Algunas entidades, en el proceso de su propia evolución, empezaron a descubrir que, mientras creaban vida y dotaban de consciencia a las cosas mediante la modulación de frecuencias de las formas de consciencia, podían alimentarse; podían mantenerse en control. Empezaron a darse cuenta que era así como el Creador Principal se nutría, el Creador Principal encarga a otros la tarea de crear una frecuencia de consciencia electromagnética que le sirve de alimento. Los nuevos propietarios del planeta tenían un apetito diferente y otras preferencias que los antiguos propietarios. Se nutrían a través del caos y del miedo: esto los alimentaba, los estimulaba y los mantenía en el poder. Estos nuevos propietarios que llegaron hace 300.000 años, son los magníficos seres que se manifiestan en los relatos bíblicos, en las tablas babilónicas y sumerias y en los textos de todo el mundo. Vinieron a la Tierra y volvieron a ordenar a la nativa especie humana. Volvieron a ordenar vuestro ADN con el fin de que el hombre transmita dentro de una cierta banda de frecuencia limitada, cuya frecuencia los pudiera alimentar y mantener en el poder.
La colegiatura rosacruz ya había descubierto este asunto siglos atrás pero lo mantuvo en secreto, sólo revelándolo a sus adeptos más avanzados, seguramente debido al shock ontológico que podía producir en una mente no preparada. Antes de sumergirnos en el análisis de sus conocimientos, quisiéramos parapetarnos previamente en los trabajos de Kyle Griffith, los cuales hemos comentado previamente y vaya nuestra advertencia no porque los consideremos a pies juntillas, sino porque una atenta lectura permitirá observar que las dos facciones que se aprecian en su obra, War in Heaven (Guerra en el Cielo), tienen parecidas tácticas hiperdimensionales, esgrimiendo una espuria consideración por el libre albedrío de los humanos. Si el ojo entrenado puede conectar al Colegio Invisible con las sectas del iluminismo europeo (herméticas, masónicas, rosacruces y demás peculados energéticos), gran parte de nuestra tarea profiláctica podrá entenderse como cumplida. (4)

Bajo la égida de los excelentes trabajos de la acádemica inglesa Frances Yates, el movimiento rosacruz nace durante los siglos XV y XVI en el seno de la religión católica de mano de dos tonsurados renacentistas: Marsilio Ficino y Giordano Bruno; ambos cultivaron sus estudios a la sombra del venerable Corpus Hermeticum, obra del supuesto sacerdote egipcio Hermes Trismegisto —aunque ninguno de los dos se percató que había sido fraguado por monjes cristianos,— con la adición de tratados sobre Kabbalah y Alquimia medieval.(5) Dejando los detalles históricos para otra ocasión, el paradigma rosacruz —a diferencia del masónico que se somete al Gran Arquitecto o Demiurgo— expone a los Decanos, los demonios caldeos o los Señores del Zodíaco, que rigen con frialdad el plano físico a los que se debe apaciguar con frecuentes sacrificios; hoy en día, las órdenes herméticas los denominan Arcontes del Destino, es decir, aquellos que detentan el poder. En definitiva, los Arcontes hacen uso y abuso del ser humano, como un esclavo orgánico diseñado para recolectar y cosechar a través de su experiencia terrena un producto energético útil a nivel cósmico llamado askokin, de similares propiedades al loosh. El desaparecido maestre de la orden rosacruz chilena y director del Instituto Filosófico Hermético, John Baines (Dario Salas Sommer), comentaba:
Si fuéramos dioses perversos o expoliadores inmorales, no podríamos idear nada mejor para hacer trabajar tranquilos a un grupo de esclavos que hacerles creer por medio de hipnosis colectiva que son felices e importantes. Contaríamos con perfectos autómatas de protoplasma que laborarían incansablemente produciendo aquello que a nosotros nos interesara. Por añadidura, estos robots se fabricarían y mantendrían a sí mismos.
Para culminar esta entrega y volver a encausar nuestro análisis bíblico en relación a la teocracia mosaica, en su libro El Hombre Estelar, Baines se refiere a la fallida labor de Moisés durante la liberación de los judíos de su esclavitud en Egipto, puesto que su accionar, haciendo un ritual de invocación mediante el uso de las sagradas artes egipcias, atrajo a una entidad demoníaca a la que, curiosamente, sólo menciona con una Y.:
Todos conocen la aparición de Moisés flotando en una cesta en el río, y su posterior adopción, circunstancia que indujo a engaño a los sacerdotes egipcios de aquella época, quienes tomándolo por egipcio llegaron a iniciarlo en los misterios de la magia ritual, que es un método para hacer vibrar notas claves de la naturaleza y producir así ciertos fenómenos que el operador desea lograr. El estudio de la física atómica nos muestra en teoría que es posible producir cambios o transmutaciones en la materia, por lo que no tiene nada de milagroso que estas mutaciones se lleven a cabo por procedimientos secretos. A pesar de su identificación esotérica con la magia egipcia, Moisés siempre permaneció fiel a la sangre de sus ancestros, por lo cual su más fuerte deseo era el de constituirse en el líder que liberara a su pueblo de la esclavitud, conduciéndolo a la tierra prometida. Guiado por este deseo, Moisés, consciente de las poderosas fuerzas que había aprendido a manejar, concibió una audaz idea: realizar un pacto o alianza mágica con un ángel, criatura divina que se encargaría de darle el poder y la ayuda del cielo para salvar a sus hombres.

Después de una larga preparación llevó a cabo, en la más profunda soledad, la ceremonia ritual con las palabras mágicas e invocaciones correspondientes. En medio de impresionantes fenómenos atmosféricos y telúricos hizo su aparición un ser de impresionante presencia, que hizo temblar de pánico a Moisés por la tremenda fuerza que proyectaba. Jamás sabremos ni nos será posible imaginar las condiciones en las cuales se llevó a cabo el pacto entre el hombre y el cielo. El ángel accedió a todo lo que Moisés le solicitaba y prometió su ayuda, exigiendo en cambio una irrestricta obediencia. Le reveló su nombre que era Y., y le pidió que en señal de unión todos sus seguidores debían experimentar una pequeña operación quirúrgica de tipo ritual, con leve derramamiento de sangre. Todo hombre que pasaba por esto llegaba a ser hijo de Y. La sangre que se derramaba sellaba este pacto.

A partir de este día, Moisés, revestido de un poder sobrehumano comienza a realizar toda clase de actos de magia, convirtiendo en el centro de su poder al “Arca de la Alianza.” Toda clase de plagas y calamidades fueron enviadas sobre Egipto e incrédulos y rebeldes eran fulminados por la ira de Y. De esta manera el pueblo de Moisés iniciaría el éxodo que habría de durar 40 años. Posteriormente, Y., el poder oculto tras el líder, comenzó a cambiar súbitamente su manera de proceder, empezando a formular extrañas exigencias, cuyo común denominador era el derramamiento de sangre. Moisés, sobrecogido, empezó a darse cuenta de la magnitud del error cometido, al comprender que el “ángel divino” era en verdad “ángel de las tinieblas,” polo opuesto al de la potencia luminosa que él había pretendido evocar. Este “ángel infernal” era uno de los integrantes de las huestes de las sombras, vampiro que para mantener su poder y fortaleza necesitaba beber sangre humana, esencia cargada de la vitalidad que otorga la chispa divina. Es por eso que a lo largo del éxodo se producen tantos incidentes de sangre, provocados por el oculto dictador.

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La redención de la deidad dormida

La parábola neotestamentaria del hijo pródigo puede resumirse en las palabras del psicólogo Carl Jung cuando dice: “Para el Alquimista, el más necesitado de redención no es el hombre, sino la deidad perdida y dormida en la materia.” En el evangelio de Lucas 15:11-32 —proveniente de Loukás (Λουκάς) del griego antiguo leukós (λευκός): antorcha o luz, y del latín: lucis o lux, es decir la Buena Nueva de la Luz— leemos: (1)
Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.

Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.

Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
Nuestra investigación nos ha conducido a considerar la actual situación del ser humano como un individuo degradado por su propia maquinaria biológica: su cuerpo físico, aquel que los neognósticos comprenden como un implante, adaptado para subsumir la consciencia al sueño de la materia, bien podría verse como la pesada cruz en la que se ha clavado al alma. La tradición rosacruz sostiene que el homo sapiens fue una hábil factura arcóntica ingeniada para subyugar el ánima inmortal dentro los estertores de la carne, y sólo la labor personal puede generar, mediante un esfuerzo hercúleo, la piedra del exilio. Asimismo, el canon del budismo y del daoísmo sostiene que el hombre que malgasta su chi (qi) en actividades licenciosas, queda sometido a la infinita y vana rueda de la reencarnación.

En términos prácticos, la ecuación energética es sumamente sencilla: si el organismo físico, en el tercer estado de la materia, consume orgón de la manera programada biológicamente, el alma, presente en el cuarto estado, no puede iniciar su desarrollo; por lo cual, agotada la energía vital, el deterioro corporal se incrementa; surge la enfermedad y una concurrente exponenciación del impuesto etérico a la experimentación física; cierto es que en la vida moderna se apacigua la bioquímica del sufrimiento con cócteles de estupefacientes, pero aun así, las funciones orgánicas no tardan en cesar. Por supuesto, la tragicomedia humana no termina allí.

El alma, en un estado sub-embrionario, carente de energía y recursos derrochados por los vulgares goces mundanos, es conducida por aquellos que detentan el poder en el plano etérico, para una nueva ronda de encarnación en las coordenadas de espacio-tiempo que brinden un mayor rinde emocional para los arcontes; y esto coincide, asombrosamente, con la ley del Karma, dado que los individuos acostumbrados a una vida fácil serán recompensados con otra ardua y viceversa, y finalmente la ley del Tao se conformará, pues a través de estas vivencias polarizadas y la lenta destilación del sufrimiento, el núcleo espiritual comenzará a trastabillar por el camino que logre emanciparle de todo este padecimiento inconsciente que subyace en la cavernaria ilusión.

Regreso del Hijo Pródigo
(Rembrandt, siglo XVII)
La teoría para dar inicio al proceso redentorio se basa fundamentalmente en la sublimación de los instintos, mientras que la parte práctica consiste en descubrir la pericia para aquietar las regulares ebulliciones del húmedo radical y en aplicar, de manera continua e insistente, la órbita hermética del solve et coagula que se descifra en la arcana clave del VITRIOL: Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem, “Visite el interior de la Tierra, rectificando hallará la Piedra oculta.” Pero recuerden los Hermanos en la Búsqueda que el camino al cielo está sin pavimentar: cuando comiencen las fases iniciales de rectificación, todos aquellos groseros minerales adosados a los radicales de su simiente metálica —los introyectos de la psicología, los implantes de la ufología y los parásitos etéricos de la metafísica— darán cruel batalla, pues su fuente de alimento se verá restringida y, de acuerdo a la firmeza y dedicación del aspirante, totalmente disminuida. Se trata de la fase del Nigredo, y su color representa la oscuridad de la tierra arsenical: las prendas solares comienzan en el barro.

En The Secret Science behind the Miracles, podemos hallar una interesante explicación sobre la naturaleza intrínseca de estos parásitos etéricos o espíritus hambrientos, que obtuvo Max Freedom Long de los sacerdotes hawaianos Kahunas (Aquellos que Mantienen el Secreto); al parecer, el ser humano es una amalgama de dos antagónicos seres:
En resumen, la idea kahuna del consciente y del subconsciente parece ser, a juzgar por la semántica filológica que les dan a las palabras, un par de espíritus estrechamente unidos en un cuerpo controlado por el subconsciente y utilizado para cubrir y disimular a ambos. El espíritu consciente es más “humano” y posee la capacidad de hablar. El subconsciente, en cambio, es una entidad muda y penitente, propensa a las lágrimas y a regatear esfuerzo, pero encargada del manejo de la fuerza vital corporal. Hace su velado trabajo bajo un silencioso cuidado, pero es obstinado, caprichoso y muchas veces poco dispuesto a obedecer. Se niega a concretar una labor cuando “teme a los dioses” (es decir, cuando tiene un complejo o fijación de ideas), y se entremezcla o chantajea al espíritu consciente para dar la impresión de ser uno con él.
Bajo esta notable visión del ser humano como un gestalt frankensteiniano, se puede arrojar mucha más luz a las continuas discrepancias y al frecuente y molesto diálogo interno que denunciaron tanto Gurdjieff como Castaneda: dos entidades, de distintas densidades de consciencia —el subconsciente exponiendo su naturaleza reactiva y caprichosa de Segundad Densidad y el consciente encaramado en su egoico silogismo de Tercera Densidad— comparten el “control” de un vehículo físico en el que deben compartir los limitados recursos vitales que mayormente son administrados por la criatura más inexperta. Curiosamente, el sufismo ha observado la misma composición de gestalts: ruh-I haivani siendo el principio animal, y ruh-I insani, el alma racional.

La tradición kahuna concuerda con nuestra enumeración taxativa de las entidades etéricas; en este sentido, una vez que cesan las actividades corporales, la unión de los dos centros psíquicos puede continuar integrado o disgregarse; sin embargo, si bien se menciona a las entidades supraconscientes —es decir, de Cuarta Densidad— lamentablmente los kahunas no son precisos sobre la naturaleza del proceso durante el deceso de los humanos que han logrado La Gran Obra:
  1. El gestalt ordinario de un fallecido: se compone de un subconsciente y un consciente. Tiene facultades para pensar y recordar como cualquier ser humano común y corriente.
  2. El gestalt subconsciente, cercenado de su compañero consciente por algún accidente o enfermedad antes o después de la muerte. Este espíritu tiene facultades para recordar, pero es irracional, manteniendo sólo una razón deductiva basal. Responde a la sugestión hipnótica. Es como un niño y a menudo se expresa como un “poltergeist” ruidoso.
  3. El gestalt consciente de un humano, separado de su compañero subconsciente antes o después de la muerte física. Esta entidad no puede recordar, por lo tanto, es un fantasma casi indefenso, vagando sin rumbo, actuando como un “alma perdida” hasta que logre ser rescatado y emparejado con un espíritu subconsciente que pueda proporcionarle las facultades de la memoria; en ocasiones puede que recuerde eventos que no le pertenecieron, fruto de su unión con un subconsciente que estuvo asociado a otro consciente.
  4. Gestalts de orden superior: sólo se brinda información vaga sobre esta clase de entidades supraconcientes, aunque se concluye que frecuentemente toman parte en las actividades de las dos entidades inferiores, ayudándoles a realizar tareas de una naturaleza a veces espectacular o siendo hostiles y malignos.
Tanto las entidades negativas supraconcientes —que pueden asociarse a los arcontes del gnosticismo— como ciertos kahunas del lado siniestro, poseen la capacidad de ordenar a los gestalts inferiores para que parasiten o se introyecten en el subconciente de un ser encarnado, haciendo uso de su energía vital. Colin Wilson en su excelente relato The Mind Parasites acertó entonces al decir: “ellos no podrían existir aparte de la humanidad, porque ellos fueron la humanidad.” Y sin demasiado esfuerzo podríamos relacionarlos con los supuestos guías con que se topa Joseph Fisher (2) o los operadores de Barbara O'Brien: (3)
El proceso de posesión consiste en infiltrarse o adherirse al cuerpo de la víctima. (4) Hecho esto, su fuerza vital es drenada por las entidades intrusas y almacenadas en sus cuerpos fantasmagóricos. A medida que las fuerzas vitales de la víctima disminuyen, desde los pies llega un entumecimiento que se eleva gradualmente hasta las rodillas, las caderas y finalmente al plexo solar y el corazón, durante un período de tres días, momento en el que la víctima muere. Cuando se produce el deceso, las entidades abandonan el cuerpo, llevando consigo la fuerza vital recolectada, y regresan a sus amos.

Sin embargo, si la víctima pudo ser rescatada por otro kahuna, las entidades son devueltas a su dueño con órdenes hipnóticas de atacarle, y de tal embate los resultados muchas veces son fatales. Para evitar tal peligro, un ritual mágico de limpieza es realizado generalmente por el kahuna que envía inicialmente a las entidades. En el caso de concretar la misión, el kahuna ordena a sus esclavos espirituales jugar hasta agotar la fuerza vital que habían tomado del poseso. Su forma de juego usualmente consiste en lo que podríamos llamar “actividades poltergeist,” esto es, mover o arrojar objetos, hacer ruidos fuertes y crear disturbios de proporciones.
Si un ser humano encarnado posee un subconsciente “programado” o “guiado internamente” para actuar de manera agresiva contra su anfitrión consciente, ¿comenzamos a vislumbrar la resultante psíquica de los procesos de abducción? (5) Y para el ojo entrenado, nos atrevemos a indagar aun más: ¿vemos ahora con mayor claridad aquello que el alquimista debe rectificar? En Las Enseñanzas Secretas de Jesús de Marvin W. Meyer leemos desde el El libro secreto de Juan:
Yo dije: «Señor, ¿adónde irán las almas [animus o consciente] de estas personas cuando abandonen la carne?».
Él se rio y me dijo: «El alma que tiene más poder que el espíritu despreciable
[anima o subconsciente] es fuerte. Se escapa del mal, y a través de la intervención del Imperecedero [supraconsciente] es salvada y conducida al reposo eterno».
Yo dije: «Señor, ¿adónde irán las almas de las personas que no saben a quién pertenecen?».
Él me dijo: «El espíritu despreciable se hace más fuerte en tales personas cuando se extravían. Este espíritu coloca una pesada carga sobre el alma, la conduce a malas acciones y la arroja al olvido. Después que el alma abandona el cuerpo, es entregada a las autoridades
[arcontes: aquellos que detentan el poder] que han nacido a través del primer gobernante. La atan con cadenas, la arrojan a la prisión, y la insultan, hasta que finalmente emerge del olvido y adquiere conocimiento. Así es como obtiene perfección y se salva».
Los maestros orientales del daoísmo proponían inicialmente un ser humano con dos cerebros: el bajo o intestintal (dan-tien inferior) asiento de la vida y el alto o celestial (dan-tien superior) asiento del alma; ambos cerebros se encontrarían unidos por el dan-tien medio, asociado al sistema cardiorespiratorio. El yoga de la inmortalidad que difunde esta religión consiste en la integración de lo terrestre (principio alquímico interno o dragón áptero) con lo celestial (principio alquímico externo o dragón volátil) para consagrar la cimentación de una nueva entidad: el shen o supraconciente (infans solaris). La conclusión de todo este proceso es el nacimiento del redentor crístico que eventualmente alcanza el estado de budeidad, exonerándose del ciclo reencarnativo, a la par de alcanzar un nuevo estado de consciencia en la Cuarta Densidad: (6)
Los kahunas asociaron todos los procesos de pensamiento con el “mana.” La palabra mana-o significa “pensar,” y se agrega la “o” para demostrar que el proceso consiste en usar mana para producir consciencia.

La fuerza vital o mana de los kahunas tiene tres vertientes. Si es de naturaleza eléctrica, como lo han demostrado experimentos modernos, podemos decir con cierta seguridad que las tres fuerzas de
mana conocidas por los kahunas son semejantes a tres voltajes.

La semántica kahuna para los tres voltajes es la siguiente: para el bajo voltaje usado por el espíritu subconsciente es “mana,” pero para el voltaje medio, usado por el espíritu consciente como “voluntad” o fuerza hipnótica, se utiliza “mana-mana.” Por último, para el voltaje más alto conocido como “mana-loa” o “poderosa fuerza,” requerido únicamente por el supraconciente que, asociado finalmente a los dos espíritus menores, da cohesión definitiva al hombre trino.

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La ciencia secreta detrás del húmedo radical

La ceguera en la cual la humanidad se encuentra sumergida parece sostenerse principalmente sobre tres pilares erigidos bajo la cementación durante el umbral de la adolescencia: los sentidos, enfocados con exclusividad hacia la realidad material; la programación biológica, que dirige la maquinaria y conduce la urobórica química cerebral; y finalmente, la hipnosis endógena, fruto de la continua sumisión a la tiranía sensual del húmedo radical.

Pero cuando el decidido hermano en la Búsqueda de la Verdad logre asomarse, aunque más no sea por unos instantes, por encima de este infausto mecanismo de control y observar con ojos más despiertos a la realidad en la que se nos ha confinado aparecerá la componente exógena, presta a acudir ante cualquier posible insurrección gnóstica, con un etérico correctivo tras un velado proceso de abducción. Esta fuerza de choque será la más de las veces olvidada o confundida bajo lo que parecería ser un piadoso manto onírico, pero sus efectos nocivos continuarán operando en el trasfondo del subconsciente, incluso como animadas voces de susurros funestos y consejos nefastos. Es una parte relevante del programa de pacificación, como nos informa Marshall Vian Summers, y nos permitimos añadir, con vehemente asertividad, que estas dificultades no son razón para amedrentarse, tal como nos enseña el filósofo británico Edmund Burke: “Aquel que lucha contra nosotros refuerza los nervios y perfecciona nuestra habilidad. Nuestro enemigo es nuestro ayudante.

“Así se apacigua
esta terrible tempestad”
Si se logra evitar sucumbir a la desesperación y a la manipulación, deberá apertrecharse de conocimiento, sin olvidar la irreemplazable pericia para aplicarlo, junto con una conducta que tanto Carlos Castaneda como Theun Mares coincidieron en caratularla como la impecable actitud del guerrero. Y aquí creemos beneficioso recordar las palabras aclaratorias del prestigioso Fulcanelli al tercer artesón en la séptima serie de El Maravilloso Grimorio del Castillo Dampierre: SIC.TRISTIS.AVRA.RESEDIT, pues la principal labor del novel artesano debiera ser aquella que logre calmar la tempestad de las constantes y regulares ebulliciones del compuesto hermético; sepa entonces, que nuestro mercurio, húmedo y frío, se coagula poco a poco en contacto y por efecto del azufre, que se aprecia en la forma de un ancla, agente de desecación y firmeza.

Herbert Thurston, denodado estudioso e investigador de lo paranormal, puede ayudarnos a comprender la importancia de esta ancla filosófica; en su relevante investigación sobre Los Fenómenos Físicos del Misticismo, el jesuita inglés propone cuantiosos ejemplos documentados de levitación, estigmas y telequinesia, aunque los que entendemos más relevantes corresponden a los místicos que cobijan casos de incorrupción post-mortem, incendium amoris, inedia y el olor a santidad. De este último caso, extremadamente relevante para los alquimistas, Thurston comenta sobre el médium Stainton Moses:
Estos aromas eran de varias clases, siendo los más favoritos los de rosa, sándalo y verbena. Son utilizadas todas las flores, y aspirado su perfume. Este es el caso notable del campo. Observemos cómo entonces la presencia de una flor particular en la sala determinaba un olor sobresaliente, perdiendo temporalmente los capullos particulares todo su perfume, aunque el olor volviera al día siguiente. Algunas veces, sin embargo, se aspiraba un aroma perfectamente distinto procedente de una flor, o más precisamente, se atribuía a otra diferente.
«Hace algunos meses observé que me envolvía una atmósfera perfumada, en particular, en momentos en que yo sufría dolor. Siempre fui propenso a la neuralgia y, en esas ocasiones, cuantos me rodeaban advertían la presencia de variados perfumes, de igual manera a como los observábamos en aquellas sesiones. Una tarde me hallaba ante una ventana abierta azotada por el aire; sin embargo, exhalaba un aroma tan marcado a rosa que mis amigos presentes trataron de localizarlo. En efecto, se descubrió que radicaba en un punto no más extenso que un chelín, en la coronilla de mi cabeza. El punto era perceptiblemente húmedo y perfumado, fluyendo más libremente al hacer presión.»
Las altas enseñanzas del daoísmo, nos orientan al informarnos que el centro yang corporal corresponde a la coronilla, atribuyéndole las propiedades celestes,(1) mientras que en la geografía opuesta, encontramos su contrapartida yin que oculta los atributos terrestres y que, entendemos a través de nuestra investigación, acaso guarde el más alto secreto de la Gran Obra: el Verbum dimissum de Trevisano, la Palabra perdida de los francmasones y las hermandades herméticas medievales; Fulcanelli en El Misterio de las Catedrales nos recuerda desde el magisterio alquimista:
Post tenebras lux: No lo olvidemos. La luz sale de las tinieblas; está difusa en la oscuridad, en la negrura, como el día lo está en la noche. De la oscuridad del Caos fueron extraídas la luz y sus radiaciones reunidas, y si, el día de la Creación, el Espíritu divino se movía sobre las aguas del Abismo —Spiritus Domini ferebatur super aquas—, este espíritu invisible no podía ser al principio distinguido de la masa acuosa y se confundía con ella.
Y, en veladas pero sensatas palabras, que sugieren en susurros el conocimiento prohibido de la Puerta de la Vida y de la Muerte, hallamos en el tratado hermético Las Cuatro Alas del Mercurio unos párrafos que nuestros Hermanos en la Búsqueda nos agradecerán por la claridad manifiesta sobre la Piedra Angular:
El avanzado investigador deberá descender hasta el fondo de sus aguas corrosivas, para vivenciar su alterada composición y es allí donde, en el centro del profundo pozo negro, está el contenido alquímico de la Piedra Angular, que es divinizada por el Mercurio y oscurecida por el Caos.
[...] En el mismísimo centro de tu Caos debes fundir y transmutar, una a una las gruesas capas terrosas que impiden tu liberación, permitiendo que sea la propia Tierra, auxiliada por lo Superior, quien ponga orden dentro de sí. Desde un principio la Tierra fue creada desde Dios, pero fuera de Dios, aunque vivió y vive en Dios.
Pero desconocer y no aplicar este sagrado conocimiento —ars goth: argot o arte divino(2) puede acarrear severas dificultades al neófito. Nos referimos a que, carente del trabajo interior, la putrefacción alquímica del húmedo radical contenido y no sublimado, atrae mefíticas miasmas carentes de luz. Este reiterado hecho emanente de la mística y ascetismo riguroso, documentado en las tempranas hagiografías de los santos cristianos, fue analizado tanto por el erudito jesuita como por el ufólogo francés Aime Michel, quienes coincidieron en que la llana postura del suplicio físico o la conflagración de los “ardores emocionales,” produce fenómenos anómalos. En Story of St. Stanislaus Kostka, escrito por el padre Goldie, se nos refuerza la conexión del sufrimiento inconsciente con la putrefacción del orgón por carencia de sublimación:
Stanislaus era tan violentamente asaltado por el amor de nuestro Señor que, a consecuencia de ello, padecía desmayos y espasmos; se veía obligado a aplicar sobre su pecho lienzos mojados en agua fría para templar la violencia del amor que sentía.
Por supuesto que el párrafo citado, desprovisto de todo tinte religioso, sería visto como lo que fue: un ataque hiperdimensional de marcado trasfondo poltergeist. Siglos más tarde, durante 1880 Teresa Higginson, la maestra católica inglesa que había recibido los estigmas y las úlceras dactilares conocidas como desposorios o anillos de matrimonio místico, informaba a su director:
“Algunas veces acostrumbraba el demonio arrojarme completamente fuera de la cama, lanzar los objetos que estaban en el aposento, producir terribles ruidos, y yo temblaba en principio, que Miss Gallagher y la gente de casa pudiesen oirlos... Siempre que nuestro amado buen Dios aceptaba mis pobres oraciones en favor de los pobres pecadores, él, el demonio, se enfurecía, me golpeaba, arrastraba y casi me ahogaba... Solía hacerme golpear como he visto lo hacen los niños jugando unos con otros.”
El ojo entrenado no dudará ni por un momento en conectar estos estigmas y desposorios como la marca de propiedad de un eteriano con su fetiche humano. Parece que en particular la religión católica, con su marcada necesidad de pureza sexual —pero carente de técnica sublimatoria— ha sido la principal proveedora de ejemplares humanos sometidos a un ordeñe extático de distorsionada energía vital.

El otro grave riesgo que nuestra investigación nos ha develado consiste en la desequilibrada concentración del pervasivo agente celestial: el azufre de los filósofos, conocido en el daoísmo como el agente alquímico microcósmico externo, cuando el obrero apresurado se afane en intentar la obra breve, incrementando la velocidad en la ingesta del suministro externo y obteniendo una mezcla desproporcionada al no encontrarse en balance la mixtura con el agente alquímico microcósmico interno, suscitando así un compuesto hermético inestable, arrebatado y en extremo combustible; Fulcanelli nos previene:
Una advertencia semejante apenas se encuentra en los libros, en extremo sucintos, acerca de todo cuanto se refiere a la Obra Breve, pero que el adepto de Dampierre conocía tan perfectamente como Ripley, Basilio Valentín, Filaléteo, Alberto el Grande, Huginus à Barma, Cyliani o Naxágoras.
Sin embargo, y porque juzgamos útil prevenir al neófito, cometería un error si concluyera que tratamos de desalentarlo. Si desea arriesgarse en la aventura, que sea para él la prueba del fuego a la que debían someterse los futuros iniciados de Tebas y de Hermópolis, antes de recibir las sublimes enseñanzas. El brazo en llamas sobre el altar, ¿acaso no es un símbolo expresivo del sacrificio y de la renuncia que exige la ciencia? Todo se paga aquí abajo no con oro, sino con la dificultad y el sufrimiento, dejándose a menudo parte de uno mismo, y nunca podría pagarse demasiado cara la posesión del más pequeño secreto, de la verdad más ínfima. Si el aspirante, pues, se considera dotado de la fe y armado del coraje necesarios, le desearemos fraternalmente que salga sano y salvo de esta dura experiencia, la cual termina, lo más a menudo, con la explosión del crisol y la proyección del horno. Entonces, se podrá exclamar, como nuestro filósofo: ¡Feliz infortunio! Pues el accidente, obligando al aspirante a reflexionar sobre la equivocación cometida, le llevará a descubrir, sin duda, el medio de poder evitarla, así como el truco de la operación regular.
Pero a los fines de orientar claramente a nuestros bienamados buscadores de la Verdad, sin que por ello les exima de todos los peligros y eventuales tormentos en la consecución de la Gran Obra, nos permitimos sugerir el siguiente pasaje del renombrado maestro en que, con suma claridad, orienta al obrero hacia aquel sitio subterráneo donde yace la piedra angular que oculta la fuente y conecta las columnas gemelas, aquellos canales secretos que se erigen en esbelto ascenso, trepando hacia las regiones empíreas del templo:
Lo mismo que el alma humana tiene sus pliegues secretos, así la catedral tiene sus pasadizos ocultos. Su conjunto, que se extiende bajo el suelo de la iglesia, constituye la cripta (del griego κρύπτη «krýptē», oculto). En este lugar profundo, húmedo y frío, el observador experimenta una sensación singular y que le impone silencio: la sensación del poder unido a las tinieblas. Nos hallamos aquí en el refugio de los muertos, como en la basílica de Saint-Denis, necrópolis de los ilustres, como en las catacumbas romanas, cementerio de los cristianos. Losas de piedra; mausoleos de mármol; sepulcros; ruinas históricas, fragmentos del pasado. Un silencio lúgubre y pesado llena los espacios abovedados. Los mil ruidos del exterior, vanos ecos del mundo, no llegan hasta nosotros. ¿Iremos a parar a las cavernas de los cíclopes? ¿Estamos en el umbral de un infierno dantesco, o bajo las galerías subterráneas, tan acogedoras, tan hospitalarias, de los primeros mártires? Todo es misterio, angustia y temor, en este antro oscuro...

A nuestro alrededor, numerosas columnas, enormes, macizas, a veces gemelas, irguiéndose sobre sus bases anchas y cortadas en desigual. Capiteles cortos, poco salientes, sobrios, rechonchos. Formas rudas y gastadas, en que la elegancia y la riqueza ceden el sitio a la solidez. Músculos gruesos, contraídos por el esfuerzo, que se reparten, sin desfallecer, el peso formidable del edificio entero. Voluntad nocturna, muda, rígida, tensa en su resistencia perpetua al aplastamiento. Fuerza material que el constructor supo ordenar y distribuir, dando a todos estos miembros el aspecto arcaico de un rebaño de paquidermos fósiles, soldados unos a otros, combando sus dorsos huesudos, contrayendo sus vientres petrificados bajo el peso de una carga excesiva. Fuerza real, pero oculta, que se ejercita en secreto, que se desarrolla en la sombra, que actúa sin tregua en la profundidad de las construcciones subterráneas de la obra. Tal es la impresión que experimenta el visitante al recorrer las galerías de las criptas góticas.
La encumbrada pluma del maestro es discreta al describir la “bomba del sacro,” la “rueda hidraúlica” o el “fuelle de la fragua:” la velada región del perineo, ubicada en el centro yin corporal, que produce la separación del principio vital del húmedo radical en su ascendente órbita celeste; es a partir de esta fuerza real que se ejercita en secreto, por medio de la musculatura del bajo vientre, la arcana ciencia que se encarga de hacer girar la rueda del pozo para extraer los suministros energéticos y que, llegado el momento del nacimiento de nuestro filius philosophorum, transportará a través de los nadis la luz celestial que bañará el rosetón del palacio gótico.

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La coagulación de la santidad

En realidad, una óptima forma de ver el plano físico podría arriesgarse al contemplarlo como el campo de cultivo de los Retoños de la Luz. Aquellos que hayan descubierto la Clave del Arcano, entenderán nuestras palabras y sabrán entonces la necesidad imperiosa de coagular el suministro celestial con la vida infusa en la materia, que no es otro que el fuego contenido en el agua de vida.

Pues donde hay vida, hay esperanza, y necesidad de vituallas solía agregar como epíteto el Escudero de la Comarca. Y esta es una realidad palpable: de manera velada, los seres orgánicos somos procesadores de alimentos, es decir, nuestra subsistencia está basada en el continuo procesamiento y extracción de energía orgónica de la materia burda que ingerimos; al consumir el orgón diseminado en las cadenas de polisacáridos que formaron parte de otro ser vivo, realizamos un sacrificio hierático a las entidades inorgánicas. Robert Monroe obtuvo esa confesión de los iluminados seres que acompañaban sus viajes oníricos a través de las densidades de consciencia que la humanidad tiene un escaso conocimiento; en su libro El Viaje Definitivo (Ultimate Journey), formuló una guía para trascender la maya hindú, o el ahora occidental, sistema de control hiperdimensional (que Monroe denominaba como Sistema de Vida Terrestre):
Como es el jefe, el hemisferio derecho del cerebro a menudo obliga al cerebro izquierdo a desempeñarse de una manera que tiende a destruir miles de años de evolución. Mientras tanto, nuestro cerebro izquierdo intenta tomar las ideas útiles e inspiraciones del hemisferio derecho y convertirlos en algo de utilidad. Tolera los patrones cerebrales no productivos del hemisferio derecho, siempre y cuando no se interpongan en el camino. También distorsiona denodadamente algunos patrones del cerebro derecho para convertirlos al paradigma de supervivencia-depredación que rige el Sistema de Vida Terrestre. Desde un Punto de Vista Alternativo, tenemos entonces dos definiciones:
  • Cerebro izquierdo = Mente Humana modificada por el Sistema de Vida Terrestre
  • Cerebro derecho = Expresión del Núcleo del Ser, la parte física atemporal, nuestra parte sutil, inmaculada y desafectada del Sistema de Vida Terrestre.
El truco es conseguir un balance del hemisferio izquierdo y del derecho de manera que actúen simultánea y sincrónicamente, animando a que el cerebro izquierdo tome una participación cada vez más activa en el Mas Allá [Densidades Superiores de Consciencia]. Nunca se debe abandonar el uno por el otro. Y una vez logrado todo esto, es posible que los siguientes puntos ayuden:
  1. Siempre reconozca y recuerde que se es “más que un cuerpo físico.” Esto le proporcionará una perspectiva más objetiva de cualquier actividad en el Sistema de Vida Terrestre: la agonía se vuelve tolerable; el éxtasis más profundo; los miedos inducidos de forma local se evaporan.
  2. Reconozca y controle su instinto de supervivencia. Úselo en lugar de que este lo use a usted. Aquí hay algunas sugerencias:
    a. Una parte de la fórmula (la vida física = bueno) es necesaria para el Sistema de la Tierra Terrestre y es aceptable durante su estancia. La otra parte (la muerte física = malo) se puede descartar dado que en su momento lo entenderá mejor.
    b. Recuerde que su objetivo final no es la supervivencia física. Por lo tanto, si bien es válido estar aquí para hacer ciertas cosas y que hay acciones que se deben efectuar para estar aquí, no se debería desesperar si no es así. Los accidentes pueden ocurrir, pero aun así, tampoco perderá, pues ha tenido la experiencia de ser humano.
    c. El instinto de reproducción sexual es el más poderoso instinto animal del Sistema de Vida Terrestre. Diseñado específicamente para la supervivencia física de la especie, fue diseñado y es manipulado exógenamente para el control de la mayoría de los aspectos de la conducta humana. Puede disfrutarlo, pero no hay necesidad de vivir o morir por el; y es posible disfrutar de las manipulaciones por lo que son, sucumbir solamente a sabiendas.
    d. Los activos físicos (materiales, alimentos, herramientas, juguetes) son excelentes para el uso local, pero la propiedad es sólo una cuestión de conveniencia temporal. No sólo no se pueden poseer, tampoco se los podrá llevar, ni siquiera se es dueño del cuerpo físico.
  3. Mantenga un estado de turista transitorio. En definitiva se está siendo humano por propia elección. Esa opción se mantiene en vigor durante su visita. Usted puede empacar su experiencia y abandonar su estadía cuando y donde quiera sea cual sea su razón, sin censura o sanciones de cualquier índole. Si su Mente Humana es satisfecha con su pasar terrestre, considere que también le abandonará más allá de cualquier esfuerzo que haga. Es probable que los adictos al Sistema de Vida Terrestre no lo entiendan, pero eso es problema de ellos.
  4. Disfrute de la vida en el Sistema de Vida Terrestre, maximice los altos y bajos: pero no se vuelva adicto. Supere las emociones de enojo ante la forma en que funciona el Sistema: cuando se observe aparentes desigualdades, ventajas injustas, brutalidades, insensibilidad y engaño. Es un mundo depredador por diseño: y es una máquina de enseñanza por excelencia.
  5. Ejercite su mente humana tanto como sea posible, a sabiendas de que es sólo un ejercicio. Construya bellos artefactos, resuelva “problemas,” disfrute el olor de las flores y admire las puestas de sol, componga música, explore los “secretos” del universo físico, saboree el aporte de sus cinco sentidos, absorba los matices de sus afectos y situaciones personales, sienta la alegría y la tristeza, la risa, la empatía, la compasión a fin de meter toda esta memoria emocional en su bolso de viaje.
  6. Lo más importante, brinde a su Mente Humana aquello que busca, la experiencia, y el flujo de conciencia donde y cuando la encuentra. Sature su sed de sensaciones, pero tenga cuidado con la tendencia a revolcarse en ella, debido a las reminiscencias del Hogar [de planos superiores] que pueda contener. Tenga cuidado con las ilusiones y la colusión que hacen a veces difícil de resolver lo real en un medio ambiente como el Sistema de Vida Terrestre.
  7. Su mente humana tiene una tendencia natural y normal para tratar de hacer las cosas en el Sistema de Vida Terrestre de la forma en que está acostumbrado en el Más Allá [los planos superiores]. La historia está llena de tales intentos, pero al final el Sistema siempre gana. Se puede desbastar una parte, pero la bestialidad depredadora simplemente vuelve, a veces un poco más inteligente que antes. Eso no significa que no se debe intentar y es posible que pueda cambiar una parte de ella, pero nunca va a lograrlo completamente; el Sistema no lo permitirá. ¿Aunque quién sabe cuánto tiempo más existirá de todos modos?
Monroe se esfuerza en sostener una visión taoísta, identificando las dos mentes: el Ego o Animus con su orientación crítica y egocéntrica (aspecto de servicio a sí mismo: STS o SAS) y el Anima que carece de discriminación alguna (aspecto de servicio a todos: STA o SAT), con el objetivo de lograr una integración de ambos hemisferios, es decir, lograr el Balance (también conocido como STO o SAD). Esta conclusión sobre la integración de dos aspectos contrapuestos que subyacen en la extraña naturaleza humana, fue vista en varias disciplinas esotéricas: la vinculación entre la alquimia occidental y el yoga oriental es más que evidente. Georg Feuerstein, erudito indólogo y sanscritista, al respecto del Hatha Yoga concluyó:
La sílaba “ha” en la palabra hatha representa la fuerza solar [masculina: aspecto de servicio a sí mismo] del cuerpo, y la sílaba “tha” representa la fuerza lunar [femenina: aspecto de servicio indiscriminado]. El término “yoga” [reunión e integración] representa su conjunción, que es el estado extático de identidad entre el sujeto y el objeto.
Jesús, investido de las
prendas solares
Pero nuestra visión discrepa, al menos en parte, con la última aseveración de Robert Monroe: entendemos que han habido logros completos de individuos a lo largo de la historia; cierto es que el Sistema de Vida Terrestre posee un refinado control de daños y si alguien escapa de sus muros, rápidamente intenta destruir o distorsionar los permenores del incidente; la imagen de lo infranqueable e imposible no debe dejar de machacarse en la gris mente de los prisioneros.

Ahora bien, cerremos por un momento nuestros ojos a los terribles muros, no malgastemos nuestra esencia ígnea en las impresiones con que desea empaparnos la funesta visión del laberinto, sus errantes prisioneros y los nefastos custodios. Puesto que la nutrición del embrión áureo, conforme a la simbología alquímica que lo representa como el Ave Fénix o el pelícano ígneo, resulta de la derivación de la energía orgónica de su biológico patrón terrestre hacia una sublimación solar, resulta esclarecedor el pasaje que Fulcanelli nos brinda en una nota aparte de Las Moradas Filosofales (cap. El maravilloso grimorio del castillo Dampierre):
El pitpit de los prados (Anthus pratensis) es un pajarillo parecido a la alondra. Hace su nido en la hierba. Los griegos lo llamaban Ανδος, pero esta palabra tiene otro significado de carácter netamente esotérico. Ανδος designa asimismo la flor y la parte más perfecta y distinguida de una cosa. También es la eflorescencia, la espuma de las soluciones cuyas partes ligeras ascienden y van a cristalizar a la superficie. Ello basta para dar una idea clara del nacimiento del pajarillo cuyo único huevo debe engendrar a nuestro Fénix.
Para el ojo entrenado, la semántica esotérica de Ανδος no tardará en ser conectada con los conocimientos vertidos en el libro de sabiduría taoísta El secreto de la Flor de Oro que Richard Wilhelm intentó plasmar como la guía práctica hacia la integración de la personalidad; ahora bien, la necesidad de integración nos lleva a plantearnos si existirán componentes que se encuentran fracturados en nuestra psique. ¿Es que acaso la mente humana se encuentra fragmentada? La conclusión, o más bien, el punto de partida de las disciplinas sufistas, encaramadas en las enseñanzas del Cuarto Camino, nos alientan en este sentido: los egos o agregados psicológicos son fragmentos distorsionados y hasta pervertidos que navegan en las peligrosas aguas de la psique traumatizada, cada uno pugnando por prevalecer en la toma de decisiones y haciendo uso indiscriminado y carente de economía del orgón o libido sexual.

Bien sabemos que esta libido, de dejarse operar por los antagonistas deseos de la carne, no tardará en verterse en fluídos lujuriosos, como nos advierte Cyrano Bergerac en El otro mundo: los Estados de la Luna, “estas llamas incombustibles —dice, haciendo hablar a su daemon— nos servirán mejor que vuestros enjambres de gusanos.” El pensamiento que indaga nos hace denostar la arrogancia del género humano con la frase genial de Gurdjieff: “somos alimento para la Luna.” De acuerdo a lo programado en nuestro manipulado ADN, el orgón que mantiene nuestra vida orgánica, sin la mediación del trabajo interno en la rueda del pozo, no demora en decantar en la putrefacción, que culmina alimentando a los ingenieros antropecuarios; desde su nefasta visión, tan sólo para ello fuimos creados.