Mantis religiosa o “santateresa”
Clasificación científica
Reino: Animalia
Filo: Arthropoda
Clase: Insecta
Orden: Mantodea
Familia: Mantidae
Subfamilia: Mantinae
Tribu: Mantini
Género: Mantis
Especie: M.
religiosa
La Mantis religiosa, comúnmente conocida
como santateresa; su nombre se debe a la posición que adoptan sus miembros
anteriores doblados y juntos contra el tórax que recuerdan a una persona
rezando, no obstante, son depredadores voraces que acechan a sus presas y las
atrapan con un movimiento veloz hacia adelante de sus patas delanteras. Es un
insecto de la familia Mantidae originaria de sur de Europa; fue introducida en
Norteamérica en un barco con plantones y a pesar de ser una especie
introducida, es el insecto oficial de Connecticut.
Es un insecto carnívoro de tamaño
mediano, de entre 1,2-15 cm de longitud, de color verde o pardo, con un tórax
largo y unas antenas delgadas. Tiene dos grandes ojos compuestos y tres ojos
sencillos entre ellos. Pueden girar la cabeza 180º para cubrir todo el entorno
que les rodea. Sus patas delanteras, que mantiene recogidas ante la cabeza,
están provistas de fuertes espinas para sujetar a sus presas.
Son animales solitarios excepto en la
época de reproducción, cuando macho y hembra se buscan para aparearse. Cuando
hay más de un macho cerca de una hembra, éstos se pelean y sólo uno se
reproduce. Las hembras son mayores que los machos. En raras ocasiones, durante
y tras el apareamiento la hembra se come al macho.
Puede ser de color verde o pardo con
distintos matices. El color del adulto lo determina el del medio en el que
habita durante su última muda (por ejemplo, amarillo, si se trata de paja seca,
o verde, si es hierba fresca). Es el único animal conocido que cuenta con un
único oído, y lo tiene localizado en el tórax. Alcanzan un año de vida, durante
el cual mudan seis veces antes de convertirse en adulto; para mudar se
suspenden de una rama, se desprenden de la vieja muda y salen por la parte
anterior de la última cutícula.
La Mantis utiliza sus fuertes patas
delanteras para atrapar a sus presas y devorarlas vivas. Caza al acecho,
permanece inmóvil con las patas delanteras juntas, a la espera de que una presa
se acerque. Cuando otro insecto se posa junto a ella, lo observa girando la
cabeza (las mantis gozan de muy buena vista) y lanzándose al ataque de
inmediato. Sus patas delanteras sujetan a la víctima y la mantis comienza a
alimentarse de ella inmediatamente, incluso si su presa sigue luchando para
escapar. La rapidez de sus patas delanteras es tal que puede atrapar moscas en
vuelo.
Las presas pueden ser devoradas en parte
o en su totalidad, y dejan únicamente como restos del festín patas, alas o
élitros, que la mantis escrupulosamente deja caer al suelo. Los adultos mas
grandes pueden llegar a cazar: ranas, lagartijas y otros pequeños animales.
En la época de apareamiento la hembra
segrega feromonas, con lo que atrae al macho, y es el único momento en el que
los machos y hembras se reúnen. Durante este periodo las hembras se vuelven muy
agresivas y, en ocasiones, acaban por comerse a su compañero durante o después
del apareamiento, empezando por la cabeza. Este comportamiento está bastante
mitificado, ya que, si bien se da con frecuencia en cautiverio, es raro en
libertad. La cópula dura unas dos horas; en primer lugar el macho rodea a la
hembra hasta saltar a su dorso y poner en contacto sus antenas con las de la
hembra. A continuación, el macho pone en contacto sus estructuras genitales con
las de la hembra y deposita el espermatóforo en el interior de la hembra.
La puesta de los huevos se hace en otoño
y los huevos eclosionan en primavera. Pone sus huevos en montoncitos espumosos
(ootecas), que ata a las ramitas. La espuma se endurece pronto y protege los
huevos hasta que se abren. Cada saco puede albergar entre 200 y 300 huevos,
pero sólo unos pocos sobreviven ya que entre ellos impera el canibalismo
juvenil, los más espabilados comen a los que tarden mucho en escapar de sus
hermanos.
La relación entre la mantis religiosa y
el ser humano ha sido un tanto contradictoria ya que, por un lado, ha
despertado la curiosidad y la admiración, y por otro suscita la desconfianza y
el miedo. En general en España la cultura popular equivocadamente presenta a la
mantis religiosa como un animal peligroso y venenoso a pesar de ser totalmente
inofensivo y beneficioso para el ser humano, pues es un gran predador de otros
invertebrados como saltamontes. En algunos municipios la mantis religiosa
recibe nombres como "muerte" o "caballito del diablo", que
revelan esa concepción negativa; contrastan estas denominaciones con las de
"religiosa" y la de "santateresa", que hacen alusión a esa
posición en la que parece que se encuentra rezando cuando acecha a sus presas.