“¿Quién adoraría a una deidad que ya ha muerto?”
La Reina de las Flores formó una alianza con los otros dos reyes divinos de aquella época y, aparte de sabiduría y poder, trajo misericordia y alegría al pueblo aún no civilizado.
Igual que en la tierra no puede haber solamente lluvia y calor, junto a la razón y el poder había otras cosas igual de importantes: la alegría y el amor, las canciones y la música, el vino y la indulgencia…
Dicen que la razón de que las flores se abran es para marchitarse estando en todo su esplendor, y ese marchitamiento fue precisamente lo que la Maestra de las Flores estuvo buscando desde siempre, pues la muerte añade un regusto amargo a la alegría que se pierde al morir, y hace que ese regusto sea cada vez más fuerte en los infinitos recuerdos.
El ignorante rey del desierto nunca entendió esta idea y solo se dedicó a embriagarse con la ilimitada belleza y amabilidad de la Reina de las Flores. Así pues, aunque aquel recuerdo se distorsionara, también era algo que ella ya había anticipado.