Frankly My Dear...
Frankly My Dear...
Frankly My Dear...
Pero ninguna de estas situaciones que les cuento es tan extraña y llamativa como la
historia de Domingo Carvajal. Me tocó conocer a Domingo cuando entró a trabajar a la
misma tienda que yo ya llevaba un tiempo atendiendo. Debemos haber rodeado los 22
años más o menos, y pronto nos hicimos amigos. Domingo era extrovertido, divertido, y
siempre tenía un tema para conversar. Era de esas personas que te parece increíble todo
lo que hacen en su día a día, como si hubieran hecho un pacto con el mundo para recibir
más de las 24 horas diarias para así poder hacer todo lo que quisiera. Estudiaba,
trabajaba, trotaba todos los días, tenía un montón de amigos con los que estaba
constantemente saliendo, hacia voluntariado y, por sobre todas las otras cosas, veía
películas.
Las películas, me di cuenta, parecían tener un rol central en la vida de mi nuevo amigo.
- Mi mamá siempre me ha contado que cuando era guagua y lloraba, la única forma de
calmarme era poniéndome una película, la que fuera - me contaba - parecería que desde
mi más pequeña infancia sabía lo que disfrutaría por el resto de mi vida.
Jamás pensó mi amigo que su afición a algo tan inocente como los largometrajes sería
también su maldición y desgracia.
Todo comenzó como este tipo de cosas suelen comenzar; poco a poco, casi
imperceptiblemente, con pequeños detalles que quizás debería haber notado pero los
dejé pasar por curiosidades del momento.
Domingo y yo nos hacíamos cada vez más y más amigos, comenzando a salir juntos
luego del trabajo y pude encontrar en él una persona muy parecida a mí. Salíamos en
general solos pero de vez en cuando nos acompañaban amigos de Domingo, gente afable
y feliz de integrarme a su grupo.
Yo reí con ganas ante la clara referencia a Scarface, y le di unas palmadas en la espalda
como para felicitarlo por su ingenio. La noche siguió su curso normal, conversamos,
tomamos un poco más de la cuenta, nos reímos y juramos amistad eterna entre los tres
(creo que nunca volví a ver a ese tipo, ni siquiera he logrado acordarme de su nombre
para contar esto). Solo años después me di cuenta de que esa había sido la noche en que
todo había comenzado.
La vida seguía común y corriente, incluso un poco aburrida, hasta que cada vez se hizo
más evidente la condición de Domingo. Creo que la claridad de que algo extraño estaba
pasando llegó para él mucho antes que para mí y para todos los demás, y eso lo dejó con
un miedo abismal.
Fue entonces que pude ver un asomo de ansiedad en su cara, y no pude evitar preguntar:
- No sé, no sé qué me pasa. Estoy realmente preocupado. Es como que se me saliera sin
pensarlo, para cuando me doy cuenta ya es demasiado tarde. Estoy citando películas al
hablar y no puedo parar. Sé que parece imposible, pero es real – me confesó angustiado.
Mi primer instinto fue reírme, pero no pude evitar que sonara a risa nerviosa, una risa
diseñada para defenderme de lo que me parecía increíble pero sabía cierto. La cara de
Domingo me hizo callarme y escuche con atención su recuento.
Hace dos días, estando en una clase de filosofía, se había comenzado a estudiar a los
nihilistas. Quiso hacer un comentario en la discusión y sin poder evitarlo lo único que salió
de su boca fue “nihilists! Fuck me. I mean, say what you want about the tenets of National
Socialism, Dude, at least it's an ethos”. Esto, se imaginarán, le había traído muchos
problemas y solo pudo agachar la cabeza en vergüenza mientras los otros reían.
Más tarde ese mismo día, se había juntado con una joven que le gustaba mucho, pero
que últimamente se había distanciado cada vez más de él. Al tratar de explicarse y pedirle
una nueva oportunidad, solo pudo decir “after all... I'm just a girl, standing in front of a boy,
asking him to love her”. No es necesario mencionar que esto extrañó profundamente a la
pretendida, y no volvió a saber de ella.
Otro día, me contó también, quería comenzar una conversación con su hermana para
quién la música era lo que para Domingo eran las películas. Llegado el momento, la única
frase que parecía salir fue “What came first, the music or the misery?”.
Y así, su vida parecía estar cada vez más invadida por estas citas que no llevaban a
ningún punto, que parecían estar ahí solo con el fin de hacerlo miserable.
- Si al menos pudiera elegir conscientemente la cita que voy a usar al menos podría tener
cierto control, pero es complemente involuntario de mi parte, Tomás – me dijo ese día. Y
creo que eso era lo que más le molestaba, la falta de control sobre sí mismo.
El problema solo empeoró. Desde Lo que el viento se llevó, hasta Whiplash, pasando por
Matrix, Memento, y Cazafantasmas. Si encajaba en lo más mínimo, la cita simplemente
aparecía hasta que poco a poco mi buen amigo solo pudo hablar con frases prestadas de
películas, frases diseñadas por otras personas que jamás se imaginaron afectarían de tal
manera a alguien. Ya rara vez hablaba en sus propias palabras.
La última vez que lo vi fue en su casa, estaba haciendo las maletas para ir a viajar por el
mundo en busca de una cura.
- I coulda been a contender. I coulda been somebody – me dijo con tristeza. Y yo callé,
sin saber que decir.
Dicen que últimamente solo cita Into the Wild, y supongo que es un precio justo a cambio
de un poco de tranquilidad.
Macarena Palau