¿Quién está detrás de Bluesky? Todo sobre Jay Graber, la activista digital de 33 años que dirige la red social a la que huyen los desencantados con Twitter

Experta en criptomonedas, Griber es la ejecutiva de moda a sus 33 años, gracias a su papel como directora ejecutiva de Bluesky, la red social que acaba de sobrepasar los 20 millones de cuentas y está canalizando el descontento con Elon Musk.
Jay Graber CEO de Bluesky.
Jay Graber, CEO de Bluesky.Bluesky

Jay Graber tiene 33 años, un pasado como activista digital, otro como soldadora de equipos de minería para criptomonedas y, desde hace tres años, uno que también es presente: directora ejecutiva de Bluesky, una red social que ha devuelto parte de la ilusión a los usuarios de Twitter desencantados con el rumbo de la plataforma. Pese a que la red lleva operando de cara al público desde febrero de 2023 –con acceso bajo invitación hasta febrero de este año–, y consiguió su primer millón de usuarios en apenas dos meses, nunca había crecido como en los últimos 15 días. La victoria electoral de Donald Trump y el respaldo recibido por parte de Elon Musk –dueño de Twitter, hoy X, desde 2022– han sido algunos de los ingredientes de uno de los mayores éxodos digitales de los últimos años.

Para hacernos una idea, en septiembre de este año Bluesky contaba con nueve millones de usuarios. Ayer sobrepasó los 20 millones, y sigue subiendo a un ritmo de apróximadamente un millón de usuarios al día. En España, como en otros cuantos países, se ha convertido en la app móvil más descargada, y buena parte de la comunidad de los primeros años de Twitter está recuperando viejas sensaciones en la plataforma, que ofrece más herramientas de privacidad y control a los desencantados con el rumbo que había tomado la red de Elon Musk.

Lo curioso es que Bluesky, que hasta el año pasado ni siquiera tenía logotipo y estaba todavía en permanente fase de pruebas, nació dentro de Twitter hace años, antes de que Musk se hiciese con el control de la plataforma. El creador de Twitter, Jack Dorsey, buscaba una forma de simplificar la moderación de contenidos, el gran problema digital de los últimos años, entre otros objetivos. Y lo que recibió de manos del equipo de Graber (una docena de personas, la mayor parte de ellas presentes hoy en el organigrama de Bluesky, que sólo cuenta con 20 empleados) fue una nueva plataforma, donde los algoritmos no tienen protagonismo y donde cada usuario puede elegir no sólo a quién seguir, sino qué tipo de contenido ver o eludir. Bluesky es tan complicado como uno quiera, y tan simple como el primer Twitter. Un buen ejemplo de otra de las intenciones de Dorsey: que las identidades digitales, los usuarios, tuviesen más poder frente a imposiciones algorítmicas –¿alguien recuerda que Instagram durante años mostraba en orden cronológico lo que publicaba la gente a la que seguíamos y nada más? Pues eso–.

En todo ese tiempo, la principal protagonista ha sido Lantian Graber que, aunque responde al nombre de Jay y nació en Oklahoma, luce un nombre materno casi premonitorio. Como ella misma ha contado en varias ocasiones, Lantian significa en chino mandarín “cielo azul”, el nombre literal en inglés de la plataforma: blue sky. Un nombre que su madre, que creció en la China de la Revolución Cultural de Mao Zedong, le puso como símbolo de la “libertad sin límites” que deseaba para su hija, tras "haberlo perdido todo” tras su marcha de China (Graber también ha aclarado que la coincidencia es sólo eso, una coincidencia accidental, por simbólica que sea).

Graber decidió orientar esa libertad al mundo digital. Se graduó en la Universidad de Pennsilvania en un grado de Informática, Tecnología y Sociedad y orientó sus primeros pasos profesionales al mundo blockchain, tras haber descubierto las criptomonedas y el bitcoin en sus años de estudiante. Parte ingeniera, parte activista digital, sus primeros trabajos estuvieron ligados al mundo cripto hasta el punto de terminar trabajando para una fábrica de equipos dedicados a extraer bitcoins ubicada en una antigua factoría de municiones. Todo cambiaría tras su acercamiento a Twitter.

Y, aún así, Graber se convirtió en protagonista de esta historia de forma inesperada. Tras un par de años de liderar un equipo de desarrollo interno para Dorsey, la salida del creador de Twitter del sillón de mandar en 2021 no supuso el fin del proyecto, sino un nuevo principio para Graber: una llamada del nuevo CEO de Twitter mientras la informática estaba de vacaciones en Hawai la puso al mando de la futura plataforma. Eran los tiempos en los que Dorsey había expulsado a Trump de Twitter, y la lucha contra la desinformación y los extremismos se dibujaba como el inminente gran problema de Internet.

Desde entonces, los retos han sido tan variados como convulsos. La entrada de Musk en Twitter en 2022, previo pago de 44.000 millones de dólares y la salida de bolsa de la compañía, trajo consigo el fin de la financiación interna y el soporte de Twitter para Bluesky. Huérfanos y desconocidos aún para el público, a los de Bluesky les salvó que Dorsey accediese a formar parte del consejo de dirección y ayudara a Graber a sortear sus primeras rondas de financiación. Mientras, Bluesky preparaba su debut público poniéndose metas para todo 2023 como “conseguir 10.000 usuarios”, algo que Graber contaba hace cinco días que ahora consiguen cada 10 minutos. Pero Dorsey, una de las personalidades más peculiares del Internet moderno, terminó dando la espalda a la plataforma. Cerró su cuenta de Bluesky, se desvinculó del consejo, y se dedicó a apoyar ciegamente a Elon Musk.

Entre febrero de este año y el presente, la plataforma había tenido varios golpes de popularidad. La prohibición de Twitter en Brasil tras un pulso que Musk perdió durante varias semanas con el Gobierno de Lula Da Silva trajo tres millones de usuarios a la plataforma. Las elecciones estadounidenses han sido el golpe definitivo, aunque en realidad solapado con decisiones de Musk que han espantado a los usuarios –especialmente en lo referente a la privacidad, bloqueo y seguridad–, con millares de usuarios cerrando definitivamente sus cuentas en la vieja plataforma –sólo en Estados Unidos fueron 116.000 al día siguiente de las elecciones– y buscando esa libertad sin límites en la nueva red.

Hay dudas, claro. Graber ha recurrido a fondos cripto para las rondas de financiación, y todavía tiene que salvar el mayor escollo de cualquier startup: tras el crecimiento, tiene que venir el dinero. Graber asegura que no quiere “enmierdificar” la plataforma, y que un futuro donde todo este saturado de anuncios tampoco es la respuesta. Mientras, para los desencantados, que incluyen medios de comunicación como The Guardian o La Vanguardia, que han abandonado Twitter ante el predominio de la desinformación y los bulos tóxicos, Bluesky se ha convertido en un buen lugar en el que empezar de cero.