Análisis de The Rise of the Golden Idol - Regreso triunfal de uno de los mejores juegos de detectives recientes
Rise and shine.
En esta cabecera nos gusta traer a finales de cada año una selección de juegos que creemos que más gente debería haber jugado. En 2022 uno de esos títulos fue The Case of the Golden Idol, un juego de detectives desarrollado por Color Gray, un estudio formado por dos hermanos de Letonia que tenía como principal inspiración uno de los títulos claves del género: el Return of the Obra Dinn de Lucas Pope (Papers, Please). Bajo su grotesco pixel art se escondía un inteligentísimo juego de puzzles que narraba una historia fantástica a través de nuestros propios actos de observación y deducción. La segunda parte de Golden Idol llega en 2024 en un contexto muy distinto, al no contar ya con el factor sorpresa. Aun así, ha sido un placer comprobar que ha cumplido todo lo que se podía esperar de él y más.
The Rise of the Golden Idol se ambienta en los años 1970, aproximadamente dos siglos después de los sucesos del juego original, con el misterioso ídolo dorado y los caóticos eventos que acontecieron tras su descubrimiento relegados a una nota a pie de página en los libros de historia. La reaparición del poderoso artefacto vuelve a sacudir decenas de vidas, desde un equipo de científicos a sueldo de una megacorporación hasta una fundación de hippies que trata de llevar la empatía a todo el mundo.
A nivel básico, la estructura se mantiene con respecto a The Case of the Golden Idol. Cada escena congela un extraño momento en el tiempo y nos permite investigar con calma todos los elementos presentes para obtener nombres, verbos, adverbios y adjetivos; tendremos que colocar cada palabra en el hueco correcto de una frase para describir qué es exactamente lo que ha sucedido. Antes de atacar el misterio completo, podemos resolver algunas pruebas de menor entidad que nos ayudarán a esclarecer el contexto; por ejemplo, es recomendable averiguar el nombre de todas las personas presentes o establecer una línea del tiempo antes de intentar rellenar las acciones que han sucedido. Como sucedía con Return of the Obra Dinn, el juego no comprueba de forma automática si cada palabra individual está en la posición correcta o no, sino que califica la historia completa. Si fallamos más de tres respuestas, se nos indicará que la solución es “incorrecta” y solo recibiremos un aviso de que estamos cerca de acertar cuando el número de errores sea inferior a dos.
Rise tiene las mismas dosis de humor ácido que la primera entrega, exacerbadas por el contexto en el que decide situar la secuela. Los estridentes personajes que se van convirtiendo en habituales de los puzzles mantienen la personalidad caricaturesca y codiciosa que los Cloudsley y compañía exhibían en The Case of the Golden Idol, pero el capitalismo desnortado de los 70 y los movimientos sectarios realzan aún más su mensaje del juego y dan alas a toda clase de situaciones desternillantes. La variedad de situaciones es incluso mayor que en el primer juego: por supuesto tendremos asesinatos y accidentes, pero la nueva época permite trasladarnos a estrambóticas fugas de prisión, a una manifestación pacífica de una secta frente a un laboratorio o la desastrosa final de un talent show. Algunas de ellas parecen inicialmente desconectadas de la historia del ídolo, pero os adelantamos que Color Gray no da puntada sin hilo.
Una de las grandes virtudes de Golden Idol es su capacidad de integrar los puzzles con la narrativa de una forma que recuerda a juegos de descifrar lenguajes como Heaven’s Vault o Chants of Sennaar y a juegos basados en una interfaz diegética como Her Story e Immortality. Aunque hay pequeñas escenas animadas entre capítulos, la historia realmente sucede mientras resolvemos el puzzle, a medida que cada palabra encaja en su lugar y se van despejando las dudas sobre lo que ha sucedido. The Rise of the Golden Idol introduce toda clase de giros de guion de una forma magistral que depende única y exclusivamente del gameplay.
El principal cambio con respecto a la primera parte es un look renovado que deja el pixel art atrás por un estilo más vectorial. A pesar de este cambio, Rise mantiene la identidad gráfica del juego gracias a unos personajes deformados y exagerados hasta límites insospechados. Más allá del plano puramente visual, este cambio permite a la secuela añadir más movimiento a las escenas y darle más fuerza a la personalidad de cada uno de los personajes que nos encontramos. De hecho, uno de los puzzles más originales de Rise se basa precisamente en la nueva capacidad del juego para ofrecernos animaciones.
Otra de las novedades con respecto a la primera entrega se encuentra en la interfaz, que anteriormente se dividía entre la fase de exploración y la de respuestas. Rise nos ofrece una serie de “cajas” con misterios, cuya visibilidad podemos activar o desactivar, permitiendo tener varias activas de forma simultánea y moverlas por toda la pantalla para no perder de vista la exploración. Es un sistema algo más engorroso en un primer momento, ya que a veces las múltiples “cajas” se superponen, pero a cambio permite establecer misterios más complejos cuyas soluciones necesitan más espacio dentro de la pantalla. Eso sí, parece muy pensado para jugar con ratón o con dispositivos con pantalla táctil; probamos a trastear con mando y la experiencia fue bastante confusa.
Volviendo al tema de la complejidad, Rise tiene una curva de dificultad algo más inclinada que el primero. Al igual que los dos DLC de The Case of the Golden Idol, que daban por supuesto que el jugador ya venía con cierta experiencia del original, la secuela nos lanza con mayor velocidad a por misterios complejos que invitan a tener una libreta cerca para aclararnos y tomar notas. Aunque técnicamente se podría empezar a jugar por la secuela, el nivel de los puzzles parece más pensado para no aburrir a los veteranos que para no abrumar a los novatos. Como parte del primer grupo, puedo confirmar que Rise siempre logra de alguna manera dar un giro a sus escenas para sorprender continuamente durante las aproximadamente diez horas que me ha durado (en torno al doble que el original).
Al final de cada gran capítulo, que suele componerse de tres o cuatro escenas, el juego nos enfrenta a un gran puzzle con el que se asegura de que hayamos entendido exactamente cómo se conectan todas las instantáneas anteriores. La continuidad cronológica no siempre es sencilla de encuadrar, por lo que resolver los finales de capítulo suele requerir regresar a todas las escenas ya resueltas para fijarnos en pequeños detalles que dan aún más riqueza al universo del juego.
Quizá para compensar este salto de dificultad, Rise incluye un sistema de pistas integrado. La forma de activarlo nos pide algo de contención: primero nos sugerirá ideas genéricas de qué hacer cuando estemos atascados (revisar el orden de las palabras o volver a mirar la escena con atención), pero cuando estemos seguros de que queremos una pista, nos pedirá que respiremos con calma unos segundos antes de darnos hasta tres pistas referentes a cada misterio, cada una de ellas más clara que la anterior.
Dicho esto, la única vez que tuve que acudir a una pista fue por un pequeño problema con las traducciones, que ya he reportado al equipo; desde la editora nos han indicado que la localización aún recibirá algún parche antes del lanzamiento. Como consejo, si tenéis absoluta certeza de que la solución que tenéis es correcta pero el juego no atiende a razones, no es mala idea poner el juego en inglés para revisar si puede ser un problema con el orden de las palabras o con ciertos matices.
The Rise of the Golden Idol lleva aún más allá todos los elementos que sorprendían en el original: puzzles más complejos, situaciones aún más dantescas, una historia aún más repleta de giros argumentales... Este salto de escala podría haber provocado que la identidad del original se perdiese por el camino, pero el estudio logra emplear los avances y los cambios para dar aún más fuerza a su identidad única. El resultado es otro título absolutamente imprescindible para los amantes de los juegos de detectives.