Nicolás Riquelme’s review published on Letterboxd:
Monumental.
Lo que hace Denis Villeneuve aquí es de época, logra adaptar satisfactoriamente una obra que parecía inadaptable, construyendo un blockbuster sólido y con un enfoque autoral. En cuanto a lo visual, la película realmente no tiene parangón. Se adueñó de una estética, la hizo icónica y ya es memorable.
El uso del naranjo, los planos limpios y minimalistas, y la arquitectura colosal brutalista, están tan bellamente conjugados que la película es un deleite visual toda su duración. El diseño de producción es brutal, y el genio artístico de Greig Fraser es notable, este director de fotografía está en racha hace rato, nótense sus anteriores trabajos, Rogue One (2016), Dune: Part One (2021), The Batman (2022), y The Creator (2023). Respecto a la banda sonora, el trabajo de Hans Zimmer es realmente bello e incrementa superlativamente la experiencia inmersiva.
Ver esta película realmente fue toda una experiencia, la piel se me erizó en al menos dos ocasiones, algo que hace años no me sucedía en una sala de cine. Es cierto que Dune: Part One tenía un ritmo pausado, pues era necesario introducirnos a este universo tan vasto, Dune: Part Two, por su parte, sube al siguiente nivel y tiene un ritmo vertiginoso. La épica y la monumentalidad que aquí se maneja es solo comparable a la del Señor de los Anillos. (Nota del futuro: quizá me exalté con esto je).
Ahora, yendo a lo que más me interesa, del plano teológico hay mucho que decir.
He leído repetidamente que Dune busca advertirnos de los peligros del fanatismo religioso y por ende es una obra antireligiosa, sin embargo, considero que esta conclusión es errónea. El detonante de la problemática no es la religión per se, es la utilización de la religión por las esferas políticas, es decir, el momento en el cual la religión y la política se hacen indistinguibles la una de la otra. La religión no es una creación política, pues el ser humano es religioso por naturaleza, sí puede ser utilizada, sin embargo este no es su fin natural. Es sabido que las inquietudes espirituales del ser humano son tan antiguas como las políticas.
De esta manera, la crítica extraíble es eminentemente política y no a la religión en sí misma.
Superado este punto, y entrando en los paralelismos podemos ver como Paul a pesar de sus dudas iniciales, degenera y entra de lleno en su papel como líder mesiánico. El tipo mesiánico propuesto en la película es interesante de analizar desde un punto de vista cristiano, pues es exactamente lo que los discípulos y judíos esperaban de Jesús, una figura guerrera, que no temiera exterminar a sus enemigos y libertara a su nación del yugo romano.
La historia de Dune funciona casi como un "What If" de lo que habría sucedido si Jesús decidía cumplir las (erradas) expectativas que sus seguidores tenían de él. El resultado habría sido fatal: muerte. El contraste entre los dos tipos de mesías es claro, Jesús es guiado por el amor y la mansedumbre, el Lisan Al-Gaib por la ambición y la venganza; Jesús toma la cruz, y Paul la espada; Jesús resucita para dar vida; y Atreides para quitarla.
Jesús es Dios, y Muad'dib quiere serlo.