Escholarship UC Item 3np6s59f
Escholarship UC Item 3np6s59f
Escholarship UC Item 3np6s59f
Title
El diario de escritor en la literatura latinoamericana del siglo XX
Permalink
https://escholarship.org/uc/item/3np6s59f
Author
Contreras Ríos, Isaura
Publication Date
2017
Peer reviewed|Thesis/dissertation
Los Angeles
by
2017
© Copyright by
2017
ABSTRACT OF THE DISSERTATION
by
literature, and examines how the diary genre has developed in the region. I show that the diary
has enjoyed historical continuity and has matured in contact with Latin American and foreign
literary traditions.
I propose the concept of the ‘diario de escritor’ (writer’s diary) in order to systematize
the presence and function of the diary in Latin America through the articulation of a critical
framework that encompasses diaries published by their authors in the 20th and 21st centuries. By
drawing on a wide variety of theoretical approaches to the diary as an essentially complex and
hybrid genre, including reception theory and hermeneutics, I discuss the diary’s structural and
Federico Gamboa (Mexico), Mario Levrero (Uruguay), Julio Ramón Ribeyro (Peru), and
ii
Ricardo Piglia (Argentina). This chapter analyses scenes of reading presented in Latin American
diaries and focuses on the inter-textual mechanisms used by the writers to link their diaries to
Europe’s diary-writing tradition. I show that Latin American diarists’ engagement with European
diary forms allowed them to enhance the rhetorical possibilities of their writing.
Library, where I consulted the manuscripts of the diaries, notebooks, and personal papers of José
Donoso (Chile), Alberto Girri (Argentina), Augusto Monterroso (Guatemala) and Alejandra
Pizarnik (Argentina). This archival research helps me to analyze the diaries’ transitions from
manuscripts to published works. By analyzing the process of rewriting, I discuss the restitution
of diaries as literary works capable of transforming the idea of genre in literature. I also argue for
(Uruguay), César Aira (Argentina), Andres Neuman (Argentina), and Eduardo Lalo (Puerto
Rico). This chapter focuses on the diarists’ practice of rethinking writing through travel. I
propose that contemporary writers’ diaries, in the context of travel, transform the genre into a
hybrid form close to the short novel, the fragment, and the essay. These diaries convert the
traditional idea of travel into an interior experience in which the exploration takes place in the
writing.
My final chapter analyzes the metaphors of illness (cancer, AIDS, and arthritis) and the
representation of corporeal fragility in the diaries of Gonzalo Millán (Chile), Pablo Pérez
(Argentina), and María Luisa Puga (México). Through the analysis of metaphoric and obscene
language, I discuss the representation of corporality as a material sign of the disease and as a
iii
The dissertation of Isaura Contreras Ríos is approved
Viviane Mahieux
Jorge Marturano
2017
iv
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………….1
CAPÍTULO UNO
Diaristas latinoamericanos: lectores de diarios…………………………………………….15
CAPÍTULO DOS
De la escritura a la publicación: versiones del diario de escritor…………………………..62
CAPÍTULO TRES
Viajar y escribir: imágenes de lo visible y lo invisible en los diarios
latinoamericanos.....................................................................................................................114
CAPÍTULO CUATRO.
El escritor enfermo: cuerpo y escritura en los diarios……………………………………...158
CONCLUSIONES…………………………………………………………………………..193
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………200
v
LISTA DE FIGURAS
vi
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo de todos mis profesores y compañeros del
Departamento de Español y Portugués de UCLA, a quienes extiendo mi gratitud por estos cinco
años de diálogo y amistad.
Agradezco especialmente al Dr. Maarten van Delden por su invaluable ayuda, por la confianza
en mi trabajo, la constante retroalimentación y por su siempre generosa disposición y asesoría.
A los miembros de mi comité, Dra. Maite Zubiaurre, Dra. Viviane Mahieux y Dr. Jorge
Marturano, por el estímulo intelectual, por su cuidadosa lectura y sus valiosas observaciones.
Gracias a Paul Cella por la ayuda infinita durante mis estudios y aún más durante la escritura de
este trabajo. A mis compañeros y amigos David Ramírez, Jenny Forsythe, Julio Puente, Willy
Delgadillo e Inês Cordeiro por el ánimo y la guía académica en diversos proyectos. A Gloria
Tovar por la calidez con la que siempre me auxilió.
Agradezco la generosidad de Ben Pine y Rue Pine al apoyar mi estancia de investigación en los
archivos de la biblioteca Firestone de Princeton University, cuyo acervo de manuscritos me
permitió realizar parte de esta investigación.
A Paty Puga por mostrarme los diarios inéditos de su hermana María Luisa Puga.
Finalmente, agradezco a mis padres Ana María y Ramón, a mis hermanas Anabel y Roselia por
su presencia y cariño. Y a mis amigos en México que siempre me esperan.
*La presente investigación contó con el apoyo del programa de becas CONACYT-UC Mexus,
así como con las becas de la división de estudios de posgrado de UCLA: Graduate Research
Mentorship, Graduate Summer Research Mentorship y Dissertation Year Fellowship.
vii
VITA
Isaura Contreras Ríos
EDUCATION
ACADEMIC APPOINTMENT
2013- 2016 University of California Los Angeles. Department of Spanish and Portuguese
Teaching Assistant / Teaching Associate
PUBLICATIONS
Párrafo Magazine. The Animal Issue. (Editor-in-Chief with David Ramírez). Department of
Spanish and Portuguese, UCLA, 2016. [Edited Volume]
“En camino, Taan U Xiimbal. Una video excavación de Christiane Burkhard”. Revista Tierra
Adentro 186 (2013): 24-28. [Journal Article]
Review of: Homenaje y diálogo. Norma Cuevas, Ismael Martínez and Elba Sánchez (Eds.), in
Revista de Literatura Mexicana 22.1 (2011): 255-259.
Review of: La escritura invisible by Patricia Venti, in Semiosis 6.11 (2010): 233-236.
“Empatía e interpretación de la palabra ajena en algunos cuentos de José Revueltas” (co authored
with Norma Angelica Cuevas), Semiosis 3.8. (2008): 31-52. [Journal Article]
“Alejandra Pizarnik: acuerdo y separación”. Semiosis 2.7 (2007): 167-179. [Journal Article]
viii
Review of: Autofagia y narración. Estrategias de representación en la narrativa iberoamericana
de vanguardia by Yanna Haddaty Mora, in Semiosis. 2.5 (2007): 259-263.
“El diario de Julio Ramón Ribeyro entre la tentación de la crítica” . Octavo congreso
Internacional de peruanistas en el extranjero: El Perú en su cultura. University of Ottawa,
Canada. Mar 2017.
“French Diaries in the Practice of Diary Writing in Hispanic America”, American Comparative
Literature Association, Harvard University; Massachusetts. Mar 2006.
“Formas literarias: poema en prosa y fragmento”, VII Congreso Internacional Orbis Tertius,
Universidad de La Plata; La Plata, Argentina. May 2009.
Ben and Rue Pine Research Travel Award, UCLA. Summer 2016.
Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, CONECULTA Chiapas, México, 2010.
ix
INTRODUCCIÓN
casi dos años desde la publicación de su novela Mi pobre tercer deseo, en 1990, año de
diagnosticaron cáncer. Sin saber cómo recomenzar se planteaba: “Si no escribo, ¿cómo podré
seguir viviendo?” (12). Entonces tuvo lugar el encuentro con su amigo José Donoso, escritor y
prolífico diarista, a quien la escritora le pidió un consejo. Donoso, escéptico de los consejos,
finalmente le dijo:
El resultado sería Diario de una pasajera (1997), el último libro de Ágata Gligo
Sirva esta cita para plantear la discusión sobre ese género abierto que será el objeto de
este trabajo: el diario de escritor.1 En esa escena podemos ver sintetizados dos aspectos
recurrentes que lo definen: por un lado, una anotación cotidiana que tiene por cometido referir y
privilegiar, antes que un proceso vital, el trabajo con la escritura en sus distintas modalidades.
Trabajo realizado por el escritor o escritora que ha sido legitimado, o busca legitimarse, dentro
de un oficio cuya producción forma parte de la institución que llamamos literatura. Y, por otro
lado, el diario de escritor como sustituto de la ‘obra imposible’, cuya gestación depende de
1
Utilizamos la expresión ‘diario de escritor’ dadas las convenciones del español, pero la entenderemos como
nombre genérico que incluye implícitamente tanto escritores como escritoras.
1
implicaciones técnicas y estilísticas, propias del oficio, que derivan en la construcción de una
y lectura del género. El intento de definir el diario es en sí mismo una tarea problemática, puesto
que tratándose de una práctica reflexiva y abierta sobre la escritura, cada diario ensaya también
su propia definición. Los primeros intentos por situar el diario como género se dieron en el
contexto de la crítica francesa, derivados de la antiquísima y común práctica del diario en ese
país. Michèle Leleu escribió uno de los trabajos fundacionales sobre el tema: Les journaux
intimes (1952). La autora reconoció el diario íntimo como un escrito cotidiano y regular por el
fundamentalmente, como una escritura dirigida a sí mismo con el objeto de dar cuenta de la
Uno de los hallazgos notables del trabajo de Michèle Leleu fue adoptar el término
“diariste” (diarista) para aludir al autor de diarios. Este término fue pertinente en la lengua
francesa, en tanto evitaba frases explicativas como “autor du journal intime” o “journaliste
intime”, las cuales son necesarias en ese idioma, en tanto el término “journal intime” se
francés tiene una connotación ligada al periodismo. La importancia de esta categoría es que
“diarista”, que aquí remite de forma directa a la persona del autor y a su oficio, va a adquirir un
Alain Girard, Le journal intime (1963), el cual sistematiza la historia del género en Francia desde
2
la sociología, la psicología y la literatura. Es importante el reconocimiento de estas tres
orígenes: como una práctica privada cuyo destino literario sólo habría de considerarse a partir de
las publicaciones.2 Girard prefiere emplear el término “intimista” para referir a quien lleva un
diario, reconociendo que la noción de “diarista”, propuesta por Leleu, enriquece el idioma, sin
embargo, para Girard ésta tiene como limitación el preponderar la palabra diario, y desplazar el
carácter íntimo que a decir de Girard serían la esencia del género (6).
Los trabajos de Michèle Leleu y de Alain Girard constituyen los primeros estudios
críticos sobre el diario, ambos trazados por la premisa de la temporalidad y la intimidad como
rasgos determinantes. Para los autores el diario es un medio de acceso directo a la persona del
biográfico de la obra, en tanto vía para acercarse al conocimiento real de una vida.
Esta perspectiva sobre su carácter íntimo y confesional será desestimada diez años
después por Beatriz Didier en Le journal intime (1976), cuya obra sería influida por las ideas
inmanentistas de la literatura entonces en boga. Para Didier el estatuto de lo íntimo solo remite a
uno de sus tantos matices, y la intimidad no se restringe al ámbito de lo privado sino al espacio
del inconsciente y su imaginario. Uno de los aspectos más determinantes del estudio de Didier es
el cuestionamiento que plantea sobre la continuidad del diario articulada por el “yo”. La autora
2
Si bien la connotación literaria del diario parece ligarse a la sensibilidad estética propiciada por el intimismo
francés, sus orígenes históricos se remiten incluso a la aparición misma de la escritura, pues la escritura como
registro cotidiano ya era consignada en las tabletas de arcilla con el objeto de anotar propiedades y sucesos. La
llegada del papel a Europa hacia el siglo XV hará posible se publique y se conserve una gran diversidad de
testimonios sobre la cotidianidad, cuya función fue más bien de crónica y de memorial, así van surgiendo los diarios
de viajes como registros de expediciones y exploraciones, o los diarios de hechos de altos jerarcas, posteriormente
llegan los diarios espirituales, ligados a la confesión y purgación de culpas hasta llegar a la etapa del intimismo
(Simonet-Tenant 91). Alain Girard sugiere que el diario íntimo se gesta a partir de un cambio en la noción de
persona vinculado al individualismo del periodo romántico. Para Girard el diario surge alrededor de 1800 como
resultado de dos tendencias: la práctica de las confesiones y la ambición racional y observadora de los ideólogos. De
tales posturas surgen a su vez dos vertientes del diario: como escenario del análisis sociológico y como espacio del
análisis personal (IX-X). En esta última vertiente se enmarca el diario íntimo, la noción adoptada para referir al
diario, que logró un espacio literario hacia finales del siglo XIX a raíz de las publicaciones.
3
desliga al diario de una dimensión exclusivamente autobiográfica, sugiriendo que no es posible
mecanismos específicos de esta escritura y apunta su enfoque hacia aspectos estructurales que
ejes textuales sobre los que Didier busca acercarse a esa “forma abierta” del diario. Para la autora
hay un carácter contradictorio en el diario pues, como sugiere, a pesar de ser un género literario,
no responde a una poética claramente definida: “A peine peut-on affirmer qu’il s’agit d’un texte
en prose á la première personne. [. . .] A priori ce genre se définirait par une absence totale de
structure. Pas de ‘logique du récit comparable á celle qui existe dans le conte ou dans le roman”
(140).
Contrario a esta perspectiva, Michel Braud en La forme des jours. Pour une poétique du
journal personnel (2006) parte de la necesidad de considerar el diario como un género que pueda
ser objeto de un análisis crítico como lo son otros géneros consagrados. Este trabajo se sitúa
desde una perspectiva teórica que navega entre una aproximación estructuralista y hermenéutica.
Braud se vale de los recursos de disciplinas como el análisis del discurso, la sociología de la
compartidos y reiterativos que lo llevan a trazar una poética. Braud parte del reconocimiento de
funciones específicas presentes en el diario, por ejemplo, la representación del sujeto, que es la
función que delinea al “yo”. Aquí el autor sugiere una dimensión literaria, y no real, bajo la que
se gesta el personaje principal del diario pues la configuración del yo obedece a una mediación
4
problematización válida también para las otras funciones, como lo es la de la representación de la
sucesión cronológica de los fragmentos, para Braud esta función es la que sostiene el relato
ilusorio de los días. El autor se interesa especialmente en aludir a la progresiva consideración del
diario como género literario en tensión con los recursos del arte novelesco. De acuerdo a esta
perspectiva será posible reconocer en los diarios los mecanismos textuales por los que éstos se
posicionan ante otras formas de escritura, estableciendo su especificidad a partir de una hibridez
de recursos. En este contexto, Michel Braud recurre al término “diariste” no para referirse al
autor de diarios, como lo hizo Michèle Leleu, sino para remitir a una función del texto, el diarista
se observa como una figura textual que se gesta en el discurso, como es el caso del narrador en la
novela; el diarista es, por tanto, una voz implícita que se va conformando mientras se escribe y
que, desde la perspectiva de la narratología, se deslinda del autor real. El diarista sería entonces
Michel Braud sugiere la designación “diario personal” frente a la de “diario íntimo” para
referir la posibilidad de incluir en este concepto diarios que no tienen como dominante la
intimidad, lo interior; la reformulación del término diario personal establece una directriz de
tipo discursivo, es decir, la noción de persona se reconoce dentro de una situación enunciativa
desde la que se despliega el diario, determinada por la preponderancia del pronombre personal
“yo”.
Dentro del horizonte del diario personal, definido por Michel Braud, y considerando su
apuesta por reconstruir una poética del diario, nos proponemos abordar la noción “diario de
escritor” en la literatura latinoamericana. Con ella nos interesa reconocer esa modalidad de
diarios que consignan la experiencia de un “profesional” de la escritura, que se enuncia desde esa
5
instancia discursiva que es el yo escritor. Esta perspectiva permite desligarnos de la veta
autobiográfica tradicional en que se reconoce el diario en tanto testimonio de vida, para situarlo
en consonancia con otras prácticas contemporáneas que van desde la exploración literaria
autorreflexiva, la construcción del escritor como personaje, hasta la ‘deconstrucción’ del género
publicación y recepción crítica de los escritos del yo, en especial de la autobiografía, lo que
posteriormente atrajo la atención hacia los diarios.3 A diferencia de las autobiografías y las
memorias, textos estructurados como obras orgánicas, el diario involucra una problemática
la tradición literaria no ha sido fácil de asumir. Aunado a ello, el supuesto de ser un género
ausente en Latinoamérica no ha desaparecido del todo. En 1992, cuando Julio Ramón Ribeyro
inició la publicación de su diario La tentación del fracaso, lo presentó como un acto sin
precedentes en nuestra literatura: “Al publicar este primer volumen […] creo inaugurar una
forma de expresión literaria nunca utilizada en nuestro medio, al menos bajo la forma específica
del diario del escritor” (La tentación I 9-10). Lo mismo hizo Ana Becciú en la primera edición
de los Diarios de Alejandra Pizarnik donde afirmó que “es la primera escritora latinoamericana
que escribe un diario concibiéndolo como parte de su proyecto de obra literaria” (10).
3
El libro de Sylvia Molloy, At Face Value. Autobiographical Writing in Spanish America (1991), constituyó uno de
los primeros esfuerzos por dar cuenta de las distintas formas de autofiguración (self-figuration) en los textos
autobiográficos hispanoamericanos entendiendo la autofiguración como las estrategias de representación que
emplean los autores para construir en el texto una imagen de sí mismos, es decir, una figura de autor. Al analizar una
notable producción de autobiografías y memorias, la obra de Molloy logró despejar la común afirmación sobre su
ausencia en Hispanoamérica, además de redefinir los marcos de recepción de estas obras en el contexto propiamente
autobiográfico literario y no sólo histórico o ficcional desde el que habían sido leídas.
6
Observaciones de esta naturaleza fueron asumidos en su momento como vectores críticos
en los trabajos académicos, mismos que enfatizaron la situación aislada e inusitada de los
diaristas latinoamericanos.4 Tales aseveraciones se han derivado del exiguo reconocimiento del
panorámicas que fundamenten el asentamiento del género, ni se ha construido aún una historia
del diario que dé cuenta de su desarrollo e impacto en nuestra tradición literaria, sí han surgido
una serie de trabajos muy sólidos que han abierto esa perspectiva.5
reconocida como tal pero sí presente en Hispanoamérica, la cual tiene como punto de partida las
publicaciones, en vida, del mexicano Federico Gamboa y las del venezolano Rufino Blanco
Fombona. La limitada circulación de estas ediciones a un ámbito local, así como la escasa
resonancia crítica que había tenido el diario en Latinoamérica, opacado por el peso de otros
géneros, ha provocado el olvido de estos autores como pioneros en la publicación del diario de
escritor.6
4
Por citar algunos casos, Susana Zanetti y Giovanna Minardi situaron el diario de Ribeyro como el primer diario de
escritor en Latinoamérica. Por su parte, Nuria Calafell y Federica Rocco, estudiosas del diario de Alejandra
Pizarnik, también consideraron pionero el de la poeta argentina. Así como Leónidas Morales afirmó que el diario del
chileno Luis Oyarzún no tiene antecedente ni paralelo en Hispanoamérica respecto a su extensión.
5
Uno de esos trabajos es el de Alberto Giordano quien ha publicado una serie de artículos sobre diarios de escritores
latinoamericanos, entre ellos, Pablo Pérez, Julio Ramón Ribeyro y Alejandra Pizarnik. Así como su libro
monográfico La contraseña de los solitarios. Diarios de escritores (2011) que incluye estudios sobre los diarios de
Ricardo Guiraldes, Rodolfo Walsh, Juan B. Ritvo, Roger Pla y Ágata Gligo. En Chile Leónidas Morales se ha
dedicado al estudio del género, cuyos frutos son los artículos que componen el libro El diario íntimo en Chile (2014)
que incluye trabajos sobre Lily Íñiguez, Teresa Wilms Montt, Alone, Mario Góngora, Luis Oyarzún, José Donoso,
Ágata Gligo y Gonzalo Millán. A estos artículos se suma la reciente antología Diarios Latinoamericanos del siglo
XX (2016), que convocó a una serie de especialistas para abordar los diarios o fragmentos de diarios de Macedonio
Fernández, Horacio Quiroga, Gabriela Mistral, Alfonso Reyes, Juan Emar, Ricardo Guiraldes, Witold Gombrowicz,
Alejo Carpentier, José Lezama Lima, José María Arguedas, Adolfo Bioy Casares, Octavio Paz, Idea Vilariño,
Alejandra Pizarnik, Julio Ramón Ribeyro, Mario Levrero, Gonzalo Millán y el Che Guevara.
6
Insistimos en la publicación del diario de escritor directamente por parte de los autores y su intento por legitimar
ese género. Lo que no significa que sean los primeros escritores en llevar un diario, fenómeno difícil de precisar. Las
7
El diario de Federico Gamboa, Mi diario. Mucho de mi vida y algo de la de otros (1892-
cincuenta años, apenas comparable con su modelo francés: el diario de los hermanos Goncourt,
autores de quienes heredará la visión del diario como testimonio del escenario literario e
intelectual de la época.
literaria. Actitud que, en la época, sólo se puede comparar con la del venezolano Rufino Blanco
Fombona. El diario de Rufino Blanco Fombona, que se extiende de 1901 a 1930, fue publicado
por el autor en tres libros: Diario de mi vida. La novela de dos años (1929), Camino de
imperfección (1933) y Dos años y medio de inquietud (1942). Los diarios de Gamboa y Blanco
temas de índole política, literaria e intelectual. Tal actitud parece encontrar explicación en la
emulación de los diarios franceses que señalan haber leído, y en cuya técnica naturalista se
figuras literarias como Federico Gamboa en México y Rufino Blanco Fombona en Venezuela–
A estos diarios latinoamericanos inaugurales se irá agregando a lo largo de los años una
amplia lista que da cuenta de la vitalidad del género. Por un lado, encontramos los diarios que
recientes exploraciones de los archivos documentan diarios anteriores, como es el caso del breve diario de la
colombiana Soledad Acosta Samper (1833-1913) quien lo llevó entre 1853 y 1855, el cual sería publicado
recientemente en el 2004 por Carolina Alzate. Por otro lado, antes de estos diarios proliferaban ya los diarios de
viaje o exploración, los cuales no entran directamente en la categoría ‘diario de escritor’ en tanto no tematizan
propiamente el problema de la escritura y la figura del que escribe. Los estudios sobre el diario se han difundido, por
lo general, en los prólogos a las ediciones de los diarios, como es el caso del amplio prólogo del diario de Federico
Gamboa que le dedicó José Emilio Pacheco en Diario de Federico Gamboa (1977) y el que Ángel Rama le dedicó a
Blanco Fombona en Rufino Blanco Fombona íntimo (1975).
8
han sido publicados en vida por sus autores, la mayoría de ellos de forma parcial o fragmentaria,
los cuales corresponden a: César Aira, José Donoso, Jorge Gaitán Durán, Lorenzo García Vega,
Eduardo Lalo, Mario Levrero, Augusto Monterroso, Andrés Neuman, Octavio Paz, Pablo Pérez,
María Luisa Puga, Ricardo Piglia, Sergio Pitol, Alejandra Pizarnik, Julio Ramón Ribeyro,
Por otro lado, tenemos los diarios que fueron publicados de manera póstuma, como son
los de: Soledad Acosta Samper, José María Arguedas (fragmentos), Adolfo Bioy Casares, José
Donoso, Salvador Elizondo, Juan Emar, Ricardo Güiraldes, Pedro Henríquez Ureña, Lily
Íñiguez, José Lezama Lima, Alejandra Pizarnik, José Martí, Luis Oyarzún, Horacio Quiroga,
Alfonso Reyes, José Juan Tablada, Idea Vilariño, Rodolfo Walsh, Teresa Wilms Montt
(fragmentos), entre otros. Y finalmente encontramos los diarios que aún no han sido publicados,
o aún quedan por publicar en su totalidad, cuyos autores son: Juan García Ponce, Elena Garro,
Augusto Monterroso, Sergio Pitol, Roger Pla, María Luisa Puga, Héctor Tizón, por citar los
publicación en vida o póstuma, etc., son algunos aspectos que influyen tanto en su composición
como en la recepción de la obra. Cuando Nora Catelli habla del diario de Witold Gombrowicz,
publicado por entregas en un revista, refiere: “Por su puesto este no es un diario en el sentido
corriente del término” (En la era 143). Pero, ¿qué es, hoy en día, un diario en sentido corriente?
Con esta distinción Catelli alude a los efectos de un diario determinado por la inmediatez
editorial, lo que confiere a los diarios “un carácter del todo institucional” (143). Hoy en día los
9
diarios publicados ciertamente no pueden ya escapar de la institución literaria, es decir, del libro
como espacio consagrado de la escritura que instaura los modos en que debe ser leída.
siglo XX busca explorar algunas de las funciones representativas del diario de escritor con el
objetivo de verificar que su práctica no es aislada sino que se nutre del reconocimiento de una
tradición literaria sobre la que va transformando y ampliando sus posibilidades discursivas y con
Nos interesa mostrar que la práctica diarística en Latinoamérica está vinculada a una
obedecen a una filiación literaria que se ha ido transformando: desde la visión estereoscópica y
opera con base en las transformaciones de los sistemas de pensamiento literario y se adscribe a
ellos; su aparición está relacionada no con el reconocimiento de una afición y una práctica
representación, hasta sugerir que las palabras, antes que todo “dicen el lenguaje”. En esta
encrucijada la figura del escritor queda ceñida a una especie de proyecto escénico, que tiene
aspectos que forman parte de un efecto literario, sino por la experimentación escritural sobre un
10
Nuestra investigación tomará en cuenta diarios publicados de autores latinoamericanos
nacidos en el siglo XX. Incluiremos como referencia general todos los diarios que destacan por la
naturaleza de sus contenidos pertinentes a nuestra reflexión, pero nos enfocaremos en los diarios
o fragmentos de diarios que fueron publicados o autorizados por sus autores. Desde nuestro
punto de vista, la deliberada publicación de los diarios no sólo permite justificar la incorporación
de éstos al conjunto de la obra sino que, en la mayoría de los casos, permite observar el diario en
diarios, tanto como el gran abanico temático que contienen, implicará recurrir a una metodología
ecléctica. Asumimos aquí la paradoja de que hoy en día la palabra diario sólo funciona para
articular una gran variedad de modalidades textuales que difícilmente permiten una visión
integral del género por lo cual reconocemos en el fragmento uno de los rasgos formales que lo
de lectura y exégesis de otros diarios. La escena de lectura de los diarios europeos está presente
desde las publicaciones pioneras en Latinoamérica. Federico Gamboa y Blanco Fombona leyeron
a Henri-Frédéric Amiel y a los hermanos Goncourt. Los mismos diarios también fueron leídos
por las nuevas generaciones que tienen como maestro a Charles Du Bos, Franz Kafka y Cesare
Pavese, como es el caso de Alejandra Pizarnik, Julio Ramón Ribeyro y Ricardo Piglia. Augusto
Monterroso leyó a Ernst Jünger; Adolfo Bioy Casares a Paul Léautaud; Mario Levrero leyó a
7
Cabe aclarar que la noción “diario” implica básicamente al género, mientras que “diarios” es un término más bien
determinado por el conjunto de cuadernos escritos a lo largo del tiempo y que abarcan, cada uno, un periodo
específico; sin embargo, en la actualidad este uso ya es indistinto, como lo será en este trabajo. Por otro lado,
entenderemos la palabra “entrada” como la unidad de texto correspondiente a cada fecha del diario.
11
Rosa Chacel; por citar algunos casos mencionados en este capítulo. La posibilidad de verificar en
los diarios latinoamericanos una filiación con el género nos permite reconocer el diálogo con una
tradición diarística. Por un lado, nos situaremos en las escenas de lectura de los primeros diarios
otra de las funciones del diario y finalmente aludiremos a la representación de algunos tópicos
Como referimos anteriormente, uno de los aspectos claves del diario de escritor descansa
diarios por parte de sus autores. Nuestro segundo capítulo “De la escritura a la publicación:
versiones del diario de escritor”, muestra la génesis de los diarios de Alejandra Pizarnik, Alberto
Girri, José Donoso y Augusto Monterroso. Analizamos los cambios y transiciones que van desde
el manuscrito hasta la publicación fragmentaria que los autores llevaron a cabo en periódicos y
revistas o en forma de libro. Este capítulo fue posible gracias a la colección de archivos
consultados en Firestone Library en Princeton University, los cuales contienen los manuscritos
originales de los diarios, lo que nos permitió establecer la comparación entre las distintas
versiones así como observar el proceso de gestación de la escritura y el paso hacia el entorno
público. En los casos de Alejandra Pizarnik y Alberto Girri observaremos que los diarios
publicados se encuentran ligados a una poética de escritura que busca emparentar el fragmento
diarístico a las formas poemáticas experimentadas por los autores. Mientras que en José Donoso
12
En el tercer capítulo, “Viajar y escribir: imágenes de lo visible y lo invisible en los diarios
para aludir al viaje europeo como imagen iniciática del escritor, que en el diario de Quiroga se
vive como fracaso y deseo de huida. Establecemos el paralelismo de este ‘desvío’ con dos diarios
que se escriben en la periferia de la ciudad francesa: Burdeos 1972 (2013) de Mario Levrero y
Fragmentos de un diario en los Alpes (2002) de César Aira, que reflexionan sobre el viaje como
desde la experiencia del viaje-turismo contemporáneo en Como viajar sin ver. Latinoamérica en
tránsito (2010) de Andrés Neuman y Los países invisibles (2014) de Eduardo Lalo, que se
Finalmente en el último capítulo, “El escritor enfermo: cuerpo y escritura en los diarios”,
planteamos un nuevo derrotero del diario contemporáneo, que polemiza con la visión del escritor
como mera instancia del discurso y reivindica la necesidad de hacer presente el cuerpo que
escribe. Analizamos aquí tres diarios sobre la enfermedad: Un año sin amor. Diario del sida
(1998) de Pablo Pérez, Diario del dolor (2004) de María Luisa Puga y Veneno de Escorpión
azul. Diario de vida y de muerte (2007) de Gonzalo Millán. Mediante el análisis del uso de la
identidad.
Bajo estas líneas generales que cubre nuestra investigación intentaremos discutir de
manera orgánica, y sólo en la medida en que una obra tan disímil y fragmentaria como el diario
lo permite, ese conjunto de obras a las que reconocemos como diarios de escritores. Cada
capítulo intenta mostrar una arista única dentro de la gama inagotable de posibilidades que puede
13
tomar el diario. El encontrar un asidero crítico en la noción del diario de escritor, que los articule
a pesar de las diferencias y variaciones espacio temporales, pretende ser un punto de partida para
14
CAPÍTULO UNO
En el siglo XIX la práctica del diario en Europa se afianzó como una actividad literaria de
escritores y artistas que dieron inicio a la publicación deliberada de sus diarios. La lectura de los
propios diarios.8
una práctica literaria. A diferencia de lo que sucede en Europa donde la aparición del diario se
‘persona’ y del énfasis en el individualismo (Girard IX-X), en Latinoamérica esta actividad sería
Las fuentes a las que nos conducen los diarios latinoamericanos trazan una compleja red
de conexiones que delata tanto los procesos mediante los que se construye el género como la
producción literaria
latinoamericana a partir de las escenas de lectura y exégesis de otros diarios, así como dar cuenta
de las referencias intertextuales que dan lugar a la función del diario como metadiscurso crítico
15
verificar en los diarios latinoamericanos una filiación con el género nos permitirá observar el
diálogo con una tradición diarística e insistir en el reconocimiento de los diarios como obras
I. La lectura del diario de los hermanos Goncourt en los primeros diarios de escritor en
Latinoamérica
Proust, A la búsqueda del tiempo perdido, se registra una significativa escena que nos permite
reflexionar sobre las funciones del diario de escritor y los procesos de su lectura a principios del
siglo XX.
recluirse por algunos meses, el narrador encuentra en casa de su amiga Gilberte un volumen del
diario inédito de los hermanos Goncourt. El narrador lee una amplia entrada del diario que alude
los tantos que utilizaba Proust para imitar, homenajear e incluso burlarse de otros escritores.9 En
más de una ocasión, la obra de los hermanos Goncourt fue objeto de sus parodias, en especial el
diario, pero es este pasaje de El tiempo recobrado donde podemos ver la síntesis no sólo de las
habilidades de Proust para imitar un estilo, sino de los procesos de escritura y recepción de los
9
Marcel Proust hizo pastiches de autores como Balzac, Flaubert, Michelet, Saint-Beuve, Saint- Simon, entre otros.
Un estudio específico sobre las fuentes del pastiche de los Goncourt en la novela de Proust puede leerse en Jean
Milly “Le pastiche Goncourt dans Le temp retrouvé” (1971).
16
diarios, así como un sólido cuestionamiento sobre los complejos mecanismos mediante los que la
Proust incluye en el diario de los Goncourt a los protagonistas de su propia novela: los
Verdurin, los Cottard, Charles Swann, el escultor Viradobetski, entre otros. En la escena el
narrador sufre una desilusión al verlos retratados en el diario y constatar que la profundidad de
esa visión es un efecto de la literatura. Para el narrador, a quien le son familiares, éstos solo han
adquirido gravidez e interés por medio del diario y le decepciona saber que bien podrían ser
desmitificados por la realidad. La lectura del pasaje del diario de los Goncourt también confronta
al narrador con la certeza de su propia incapacidad como escritor o, mejor dicho, su incapacidad
opera la literatura, en este caso el diario, como fuente de reconocimiento y configuración del
otro.
posibilidades del diario de escritor y sus funciones. Es significativo que sea precisamente la
lectura de ese diario lo que confronta al personaje con la certeza de su impotencia en el trabajo
de las letras. El diario de los Goncourt, la gran memoria de la vida literaria parisina de mediados
del siglo XIX, era el documento que testimoniaba y legitimaba la incursión de alguien en el
mundo de la literatura y el arte; aparecer en él era formar parte de ese olimpo consagratorio.10
Proust hace nave navegar en el diario de los Goncourt a sus personajes, apócrifamente, para dar
10
Edmond y Jules de Goncourt comenzaron entre los dos, en 1851, un diario de la vida literaria, el cual Edmond
continuó luego de la muerte de Jules en 1870. En 1887 Edmond comienza la publicación del diario desatando el
escándalo en el ambiente literario de la época. El diario en su totalidad abarca el periodo de 1851 a 1896, fecha en
que Edmond muere. Como es bien sabido, el tiempo de la ficción de la novela de Proust corresponde al siglo XX,
por lo que la incursión de sus personajes en el diario de los Goncourt es totalmente ficcional. Otro pastiche del diario
de los Goncourt habla del “Lemoine affair”, en él Proust se incluye a sí mismo y a un amigo (Lemoine affair 2012).
17
cuenta de que ese espacio sagrado, delimitado a los elegidos, no existe más que en la ilusión de
El pastiche da cuenta no sólo de las dotes de Proust para imitar un estilo, pues como él
permitía crear pastiches era su fino y entonado oído que le facilitaba distinguir la “tonada” de
cada escritor (382). En el pasaje la reflexión que el narrador-personaje hace de ese fragmento de
diario constituye una declaración de su propia poética de lectura y también de su escritura, que
apostaba por el deseo de fundarse en las impresiones del mundo interior frente a un estilo
En la lectura del diario de los Goncourt encontramos también una visión del género, el
narrador parece advertir que aún un diario, convertido en libro, obediente, en apariencia, a la
notación verídica, entraña un efecto literario por el cual los seres que en él transitan adquieren la
fuerza y visibilidad de la que carecen en la vida real y que solo la literatura puede ofrecer:
Las páginas de Goncourt que leí me hicieron lamentar esta disposición. Pues quizá podía
deducir de ellas que la vida aprende a rebajar el valor de la lectura, y nos demuestra que
lo que el escritor nos alaba no valía gran cosa; mas con la misma razón podía deducir lo
contrario: que la lectura nos enseña a apreciar más el valor de la vida, valor que no hemos
sabido estimar y del que sólo por el libro nos damos cuenta de lo grande que era. (19)
La lectura de ese pasaje de diario confronta al narrador con la mentira literaria, es decir,
con la falsa ilusión de esos mundos que se gestan en el espacio del libro. Paradójicamente
también lo hacen consciente de la importancia de ver en las obras lo que la vida en su sencillez
es incapaz de ofrecer.
ese diario, el cual le causará, por comparación con su propio trabajo, la certeza de su “impotencia
18
para transformar la sensación en notación” (Barthes “Proust…” 171) tanto como la convicción
En la escena de lectura del diario de los Goncourt en la obra de Proust se hace patente la
moderna reflexión sobre el libro como artífice de la literatura. El diario, ese cuaderno de la vida
espacio de posibilidad de la lectura. El cuaderno que es el símbolo por excelencia del diario
supone el espacio de la literatura y, por tanto, el lugar del simulacro (Foucault De lenguaje 79).
Proust retoma el diario de los Goncourt, el diario de escritor por excelencia, para recordar la
No sería exagerado afirmar que los escritores escriben y publican diarios para legitimar
su posición dentro de esa “ilusión” de la literatura, configurando su propia vida en los márgenes
de un libro, y que leen los diarios de otros para tratar de asimilar su propia experiencia a la de
esos autores consagrados como los que han soñado ser. No es casual que haya sido justamente el
diario de los hermanos Goncourt el que inspiró la publicación del que podría considerarse el
primer diario de escritor en Latinoamérica. Como fue el caso del monumental diario del
mexicano Federico Gamboa titulado Mi diario. Mucho de mi vida y algo de la de otros (1892-
1939),11 el cual, como hemos referido abarca un registro de casi cincuenta años, apenas
comparable con el de sus pares franceses; autores de quienes no sólo retomará la práctica
narrativa naturalista sino, en especial, la visión del diario como testimonio del escenario literario
e intelectual de la época.
11
La primera serie, que comprende los años 1892 a 1896, se publica en 1908, la segunda parte de esta serie (1897-
1900) en 1910 y la tercera parte (1901-1904) en 1920. Catorce años después verá la luz la segunda serie de 1905 a
1908, la primera parte, y de 1909 a 1911 la segunda parte. Es de manera póstuma cuando se integran los años
posteriores, primero en una compilación de la editorial Siglo XXI, en 1977, ampliamente prologada por José Emilio
Pacheco. Posteriormente, en 1995, son publicados de manera íntegra.
19
El 8 de octubre de 1893, Federico Gamboa describe en su diario la visita que le hizo en
París al conocido escritor Edmond de Goncourt, visita motivada por el deseo de “conocerlo, y
extiende por dos horas, al final de la cual Gamboa le solicita unas líneas en su álbum, que habrán
de servir para el epígrafe de una de sus novelas. Gamboa, emocionado, abandona la casa sin
poder creer que todo eso ha sido cierto. El fragmento del diario de Gamboa que registra esa
visita, al igual que la hecha a Emile Zola el 4 de octubre, será publicado en el primer número de
novelistas modernos, padres del naturalismo, busca legitimar su propio quehacer. Las menciones
comunión con el de los autores franceses. Los fragmentos del diario de Gamboa sobre su visita a
los Goncourt y a Zola contribuyen a reconocer la fascinación por las estéticas y los autores a los
que se aspiraba igualar. Asimismo, las entradas del diario de Gamboa muestran el poco interés
que para estos autores representa el aprendizaje del español o el conocimiento de un novel autor
12
La Revista Azul (1894-1896) es considerada la primera revista modernista mexicana, sobre la cual se ha
reconocido el “afrancesamiento” de sus publicaciones.
20
La respuesta de Edmond de Goncourt durante la visita del ocho de octubre es más
[…] yo creo que a nosotros los artistas, nos dañan los idiomas extranjeros, que no
debemos ni intentar el aprenderlos…Las palabras del propio pierden entonces toda su
personalidad, sus secretas armonías, sus ritmos ignorados, y se convierten en
equivalencias por lo general prosaicas, muy prosaicas. (161)
archivo europeo como punto de partida del género en Hispanoamérica implicará también un
Los diarios de Gamboa se caracterizan por una voluntad minuciosa del registro literario,
político e intelectual de toda una vida, tal actitud parece encontrar explicación en los mismos
elementos que el autor observó en los diarios y novelas de los Goncourt. Uno de los aspectos
más notables de su diario es el puntual relato sobre las tertulias en las que confluyen siempre las
personalidades literarias más influyentes del país al que llega como diplomático, no sólo en
Latinoamérica sino en Europa. Desde las primeras entradas del diario el desfile de autores es
interminable: desde la consignada amistad con Ángel de Campo, Juan de Dios Peza y Rubén
Darío; una prueba de ese entramado de afinidades artísticas mediante las que se va forjando la
obra. En las reuniones se compartían los avances de la obra literaria y, curiosamente, también las
impresiones registradas en el propio diario de sus autores, práctica común que se refleja en varios
pasajes, en que Gamboa lee su diario y también escucha la lectura de otros, como se documenta
en el pasaje del 18 julio de 1892, cuando el pintor de marinas, Eduardo de Martino, les lee a él y
al ministro de Austria, el barón de Zalsberg, un pasaje sobre el naufragio del buque de guerra
21
viejo marinero y que se conmueve ante uno de esos siniestros, y que a su pesar se acuerda de los
peligros conjurados, de los compañeros muertos, de las borrascas y averías, de los esponsales
Sin duda uno de los aspectos más notables del diario de Gamboa, que lo vincula con su
diario auténticos gérmenes de historias, especie de minicuentos que se configuran como una
unidad de sentido completa, tales historias surgen espontáneamente de lo que el autor testimonia
agudeza de encontrarle al cauce de sus días un orden narrativo con una unidad dramática cabal,
basada en las reglas del relato tradicional. Tal técnica propicia la aparición del tono moralizante
que, al modo de las fábulas, es el pretexto que da pie a la narración de una historia.
Gamboa busca, sobre todo, dejar testimonio en su diario de su propio papel como hombre
diarista contemporáneo de Gamboa, José Juan Tablada, que a diferencia de él no llegó a publicar
su diario; sus notas articularían más tarde una unidad, al ser el semillero de sus memorias. En una
entrada de 1905, Tablada describe una reunión entre escritores en la cual Gamboa le pide leer a
Justo Sierra el prólogo de su diario próximo a publicarse “A mi hijo para cuando sepa leer”.
Federico Gamboa, en la larga dedicatoria a su hijo le hace saber las razones de su publicación,
diario íntimo, dado a la luz, se hace patente: “sólo una parte publico ahora de este Mi diario, que
por entero te pertenece y que a ti únicamente interesará en su totalidad” (Mi diario VIII). A pesar
de esa reflexión, que en apariencia reduce el diario a la comunicación familiar, Gamboa restituye
22
su diario junto a toda su obra: “Quédome tan tranquilo como siempre me quedé al venir al
que un autor como Gamboa no tiene nada que decir. ¿Habrá sido acaso esa visión del escritor
latinoamericano como figura marginal frente a lo que representaba la consagración del escritor
europeo, uno de los aspectos que limitó la publicación de diarios en estas latitudes?
Es probable que el mismo Tablada haya sucumbido a la dureza de ese juicio hasta
abstenerse de publicar el suyo, aún cuando el mismo diario de los Goncourt, profuso en el
En el diario de 1913, Tablada registra su lectura del diario de los Goncourt: “DOMINGO
27. Día de continua lluvia. Pasé el día en casa, leyendo la lectura para mí más deliciosa, que me
13
El diario de José Juan Tablada, fue editado por primera vez en 1992 y la edición estuvo a cargo de Guillermo
Sheridan. Como señala Sheridan en el prólogo, el diario va de 1900 a 1944 y surge de una serie de archivos
saqueados y mermados, e incluso destruidos por el mismo autor, así que lo que se conserva sólo es una muestra
fragmentaria de ese diario monumental. Sheridan también menciona el proyecto, varias veces enunciado por
Tablada, que llevaría como título “Diario de un artista” que sin embargo no publicó (15).
23
procurara una honda voluptuosidad intelectual, el Journal des Goncourt” (54). En otro momento,
el martes 11 de febrero de 1913, enmarcado por el sonido de los disparos de la decena trágica,
escenas de muerte y destrucción acaecidas durante el sitio de París. A juzgar por su reflexión, la
aleatorias, que transforman la manera ortodoxa y ordenada de leer. Esta condición no excluye la
importancia otorgada a una obra de esta naturaleza, sino que, por el contrario, la lectura del
diario se convierte, para los escritores, en ese espacio de confrontación y guía sobre su propio
quehacer.
Para Gamboa el diario de los Goncourt, tanto como las correspondencias de Flaubert,
debían ser una lectura obligada para todo aspirante a escritor. La circulación de este diario, en
francés, en el ámbito latinoamericano de aquellos años era pues patente entre los escritores
1913, a una conversación que tuvo con dos colegas de Provenza sobre el diario de los Goncourt.
Blanco Fombona se muestra poco interesado en él, lo considera apenas un “chisme largo” entre
24
“comadres literarias” y le reprocha el poco interés humano que advierte en sus observaciones
(Rufino 207).
El diario de Blanco Fombona, que se extiende de 1901 a 1930, fue publicado por el autor
en tres libros: Diario de mi vida. La novela de dos años (1929), Camino de imperfección (1933)
y Dos años y medio de inquietud (1942).14 Menos atraído por el modelo de los Goncourt, en
El autor concebía su diario como una de sus grandes obras, aspecto reflejado en su
manifiesta preferencia por las memorias, las autobiografías y los diarios, muy por encima de la
ficción y la poesía. Como lo declaró en su diario, lo que más le interesaba de un libro era “su
autor, su alma”, el ser enigmático que engendra la obra. Ángel Rama, en el prólogo a sus diarios,
los sitúa dentro del ideario modernista, según el cual el artista es considerado un ser original. La
escritura del diario en Fombona se justifica en tanto permite reconstruir al hombre excepcional
naturaleza a la que el suyo aspira: “El Diario de los Goncourt todo se vuelve anécdotas, el de
escrito un Diario, ¡qué gran libro tendría la humanidad. La verdadera Biblia” (225). En tales
referencia se asoma la perspectiva moralista que guía sus lecturas; incapaz de vislumbrar la
14
El primer libro abarca las fechas de 1904 a 1905, el segundo de 1906 a 1914 y el tercero de 1928 a 1930. En 1998
se publicó su diario inédito Viéndome vivir que incluye los años de 1901 a 1903. En el periodo de casi tres décadas
que comprende su diario hay un lapso de catorce años, entre 1915 y 1927, que no se conserva por razones de robo de
manuscritos, según documenta el propio autor.
25
distancia entre el trabajo del artista y su actuar en el mundo, exige del escritor atributos etéreos
rechazando toda abyección, como se observa en una entrada del 6 de diciembre de 1913:
física, enunciada en el diario de Stendhal, queda convertida en una purga del alma que vacía de
sentido a la obra. A pesar de las críticas a los distintos diarios que cita, el suyo no escapará de
similares características, y mucho menos su figura también objeto de ataques como lo pinta el
diario de Tablada:
vida pública; la participación activa del artista se extiende pues a la polémica y a la actitud
contestataria, propia de la época, en que el vínculo entre la práctica política y artística parecía
26
Los diarios de Gamboa, Tablada y Blanco Fombona se caracterizaron por una voluntad
minuciosa del registro literario, político e intelectual de toda una vida. Tal actitud encuentra
explicación en la influencia de los diarios franceses, en especial el de los Goncourt, que señalan
haber leído, tanto como en la práctica narrativa naturalista propia de la época. El diario de los
Goncourt, modelo de esos primeros diarios publicados, se inclinó por la crónica del mundo
Dans cette autobiographie au jour le jour entrent en scène les gens que les hasards de la
vie ont jetés sur le chemin de notre existence. Nous les avons portraiturés, ces hommes,
ces femmes, dans leurs ressemblances du jour et de l’ heure, les reprenant au cours de
notre journal, les remontrant plus tard sous des aspects différents, et selon qu’ils
changeaient et se modifiaient, désirant ne point imiter les faiseurs de mémoires qui
présentent leurs figures historiques peintes en bloc es d’une seule pièce, ou peintes avec
des couleurs refroidies par l’éloignement et l’ enfoncement de la rencontre, −ambitieux
en un mot de représenter l’ondoyante humanité dans sa vérité momentanée. (V-VI 1891)
La tendencia del diario de los Goncourt fue sobre todo histórica, y contribuyó a
enriquecer el conocimiento de los hechos cotidianos en los que se inscribía el debate literario y
artístico. Este fue también el perfil de los primeros diarios de escritores latinoamericanos
mencionados, los cuales constituían una especie de basamento moral de las concepciones del
la figura del artista, y cuyas publicaciones pioneras fueron motivadas por sus autores son, en este
sentido, los primeros diarios de escritor en Latinoamérica. Hablar del diario de escritor, en este
punto, es partir del reconocimiento de una práctica que tiene lugar en el marco de la cultura
letrada. Ello implica reconocer las especificidades de los diarios que consignan explícitamente la
27
posible observar las funciones de un diario como parte de un mecanismo de representación de la
Si bien el diario de los Goncourt inspiró la creación de los primeros diarios de escritores
Paul Léautaud, Franz Kafka, Thomas Mann, Cesare Pavese, Ernst Jünger, Virginia Woolf, entre
otros. La influencia del diario de los Goncourt está ligada a una sensibilidad de época en la que
aún se exalta la incólume figura autorial. Contraria a esta visión observaremos que el diario se
convertirá en el género por excelencia donde se representen los actos de la lectura y la escritura
como vivencia interior y donde se cuestione la idea de una identidad inamovible del escritor.
Tal fenómeno se aprecia puntualmente en ese otro gran hito del diario de escritor
latinoamericano que es La tentación del fracaso, de Julio Ramón Ribeyro, a partir del cual es
posible analizar el ejercicio de la lectura y el comentario literario como una de sus funciones, y
en consonancia con una visión clásica de la crítica develada en los diarios de Henri-Frédéric
Julio Ramón Ribeyro comenzó la publicación de su diario en 1992, década que coincide
con los inicios del reconocimiento crítico de la escritura autobiográfica en Latinoamérica, la cual
verá un florecimiento creciente en los últimos años. La ausencia de una sistematización del
28
diario como género, tanto como la inaccesibilidad de las ediciones de otros diarios, llevaron a
Ribeyro a concebir la publicación del suyo como un acto sin precedentes. Esta consideración
como cometido sentar las bases de una tradición literaria que creía escasa en la lengua española y
da cuenta de su riguroso conocimiento del género, cuya afición lo llevaría a conformar una
reflexionó sobre la importancia de estos textos en una tradición literaria latinoamericana que sólo
podría forjarse a partir de las publicaciones, de allí el interés en sacar a la luz el suyo.15
Julio Ramón Ribeyro se inscribe en una práctica diarística no reconocida como tal pero sí
presente en Latinoamérica, la cual tiene como antecedente las publicaciones del mexicano
Federico Gamboa y las del venezolano Rufino Blanco Fombona ya mencionadas. Otros
escritores contemporáneos a Julio Ramón Ribeyro, que publicaron fragmentos de su diario con
Diario de un libro (1972) y Lorenzo García Vega: Rostros del reverso (1977).
15
El primer volumen del diario personal de Julio Ramón Ribeyro comprende los años de 1950 a 1960 y fue
publicado en 1992. Es el único volumen que está estructurado en función de las ciudades en que fue escrito: “Primer
diario limeño” (1950-1952), “Primer diario parisino” (1953-1955), “Diario madrileño” (1955), “Segundo diario
parisino” (1955), “Diario muniquense” (1955-56), “Tercer diario parisino” (1955-1957), “Diario antuerpense”
(1957), “Diario de Berlín, Hamburgo y Francfort” (1958) y “Segundo diario limeño con interludio ayacuchano”
(1958-1960). El segundo volumen, publicado en 1993, comprende de 1960 a 1974, mientras que el tercero,
publicado en 1995, va de 1974 a 1978. En una entrada del 22 de julio de 1969, Ribeyro menciona haber destruido
sus primeros diarios, escritos entre 1946 y 1949. En esa misma nota sugiere la misma condena de destrucción para
los de 1950 a 1955, acto que no cumplirá. Una edición conjunta de estos diarios apareció en el 2003, con prólogos
de Ramón Chao y Santiago Gamboa en los que relatan el apego de Ribeyro a este género. Los diarios posteriores, de
1978 a 1994, permanecen inéditos y, según referencias de Ribeyro en la introducción, alcanzarían en su totalidad
diez o doce volúmenes.
29
Si bien, La tentación del fracaso está lejos de ser una obra inaugural su importancia se
asienta en las meditadas reflexiones que el diario contiene sobre este género y su práctica. El
De especial importancia para este apartado, es que nos permite mostrar otra de las
funciones del diario de escritor, vinculadas a la lectura y escritura de los diarios, como lo es el
diario anterior, el diario de Henri Frédéric Amiel, considerado el padre del intimismo.
En una entrada del 20 de mayo de 1951, correspondiente a los años del comienzo del
diario, y asaltado por tercera vez sobre su deseo de liquidarlo, Ribeyro transcribe una frase del
médico y pensador español Gregorio Marañón: “Todo diario es un lento suicidio”. Incansable
lector de diarios íntimos tanto como de su crítica, Ribeyro retoma esa frase del libro Amiel. Un
estudio sobre la timidez (1932); Marañón la expresa luego de comparar la caracterología entre el
escritor suicida Ángel Ganivet y Henri Frédéric Amiel. El autor concluye que la semejanza de
rasgos se extiende a sus almas, pero fue la escritura del diario lo que libró a Amiel del impulso
del suicidio (Marañón 213). Paradójicamente ese diario obsesivo, que contribuyó a paralizar la
acción del escritor para sustituirla por signos escritos, implicó para Amiel una paulatina
30
sacrificio de la vida consagrado a esa única obra. Temeroso de ese lento suicidio Ribeyro
expresa: “El mundo es más atractivo. Debo volcarme en él” (La tentación I 21).
Elegir la vida por oposición a su escritura es el deseo inicial del aventurero joven
Ribeyro, quien retomará su diario cinco meses después reconociendo el dolor de interrumpir su
“diálogo interior”. En esos primeros años de 1950 a 1953 su preocupación ya se debate entre un
diario literario, que funcione como un espacio del “ejercicio de estilo” y como banco de material
figura por excelencia del intimismo, cuyo diario fue el primero que Ribeyro leyó en su
caracterizada por la escritura del diario con miras a la publicación (65). El editor Edmond Sherer
publicó algunos fragmentos en 1882, un año después de la muerte de Amiel, bajo el título
“Journal intime”. El adjetivo era empleado comúnmente para diferenciarlo del simple “journal”,
asociado en francés con el periódico.17 La elección del adjetivo, apropiado por su etimología,
comprende lo íntimo como lo interior: aquello que delimita una zona espiritual resguardada, de
allí que el diario se ubica en sus inicios en una posición distante a la del discurso público para
31
intimidad. Situación relacionada con los distintos modos en los que se ha comprendido esta
noción, al punto en que cada época y autor propone la suya. 18 En el diario de Amiel la intimidad
En las tempranas reflexiones de su diario, Ribeyro sitúa la intimidad bajo una acepción
Desde esta perspectiva, la importancia del diario estriba en el hecho de ser el medio por
en que se verbaliza la experiencia y la emoción. Para Ribeyro “la ‘intimidad’ solamente admite
aquellas experiencias −en su más amplia acepción− que para nosotros tienen un carácter de
ese espacio se extiende hasta cuatro años después, en una entrada del 3 de junio del 55, donde
18
De la gran variedad de matices de esta noción da cuenta el libro La intimidad de José Luis Pardo (1996).
19
Para Castilla del Pino, “cualquier actuación puede constituirse en íntima si se elige realizarla en un escenario
íntimo, de manera que sea intrínsecamente inobservable” (22). Si pensamos en el diario como el espacio secreto de
lo inaccesible, al menos en el instante de su escritura, lo que en él se escriba podría adquirir este estatuto.
32
vuelve a evocar la lectura de Marañón, esta vez para asociarla con su propia reflexión sobre la
imposibilidad de compartir con una mujer los secretos que albergaba su escritura hizo del diario
“verdadera esposa, inexorablemente exclusiva, del alma del desgraciado escritor” (Marañón
215). Ribeyro, que consagró parte de su diario a registrar sus encuentros y desencuentros con
intimidad está definida, como en Amiel, a partir de la noción de lo secreto e inaccesible al otro.20
Noción que no prevalecerá en el contexto de un diario tan variado como el suyo que no limita sus
publicación que tiene como título La tentación del fracaso, utilice también la denominación
etiqueta intimista.
La lectura del diario de Amiel en el diario de Ribeyro se relaciona, sobre todo, con una
determinación literaria que lo empata con el diario de Charles Du Bos: la escritura diarística
instituto ginebrino sin ningún tipo de presencia pública, ha sido reivindicado dentro de la historia
literaria y de las ideas. Del mismo modo en que ocurrió con el diario de Du Bos quien vertió en
el suyo lo mejor de su actividad crítica. A ejemplo de ambos autores, la escritura del diario se
convirtió para Ribeyro en el espacio de una lectura creativa que derivará en el comentario
20
La idea de la incompatibilidad entre la pareja y el diario estará presente en el diario de Pablo Pérez: “Por un
momento pensé que había llegado el amor que tanto esperaba y hasta temí por este diario” (Un año 49). Sin embargo
el “secreto” es otra de las convenciones del género, pues como sugiere Piglia en su diario: “No hay secretos, sería
ridículo pensar que hay secretos” (Los diarios 12), de este modo Piglia justifica la publicación de sus diarios, del
mismo modo en que Ribeyro y Pérez los publicarán.
33
El 15 de junio de 1955 (a las cuatro de la mañana)21 Ribeyro transcribe una cita de Du
Bos, que nuevamente asocia con sus propias intuiciones: “je suis plus que jamais le lieu de tout
un faisceau de nécessités intérieures que se neutralisent l’ un l’autre” (82). La cita está tomada
de una entrada del 10 de mayo de 1924, en la que Du Bos reflexiona sobre las razones que le han
impedido realizar un trabajo único y regular (Journal 1924-1925 119). Esa imposibilidad de
concentración en una tarea unívoca, debido al amplio abanico de sus necesidades, encuentra su
determina el éxito o fracaso de alguien tiene que ver con la conciliación de sus distintas
cualidades, a lo que añade la idea de que la fuerza creadora interfiere o se entorpece con la
erudición. Cabría situar este pensamiento junto al temor, anunciado varias veces en los inicios de
el ámbito de la crítica: “Debo ahora plantearme esa pregunta que siempre he temido porque me
El enigmático título del diario, La tentación del fracaso, nos remite a ese dilema. En una
entrevista Ribeyro asocia el título con un sentimiento de fascinación y atracción por la idea de un
fracaso, debido a una constante insatisfacción sobre su obra (Coaguila 49). Esta idea está
autenticidad, en tanto la pretensión de escribir una obra, que en esencia es siempre perfectible,
21
Es sintomático que Ribeyro incluya la hora justo en las entradas que rodean la lectura del diario de Du Bos, quien
anotaba puntualmente las horas de su escritura en el suyo; actitud que fue observada por Ernst Robert Curtius como
“rito de una liturgia síquica” (Ensayos 24).
34
implica la asunción de ese fracaso (Giordano “La tentación…” 348).22 De esta manera aquella
distracción que impidiera la consecución de la obra, conformaría también esa tentación. En este
contexto, si la actividad crítica para Ribeyro, como para un amplio sector, se asocia al fracaso de
un escritor23 ¿podría leerse también el título, La tentación del fracaso, como una tentación por la
crítica?
Desde este punto de vista, el diario se transforma en el espacio donde Ribeyro, como Du
Bos, encontró el mejor escenario para ejercer un trabajo reflexivo no mediado por la escala de la
diario, no por el propósito de “vivir hacia el exterior”, como antes lo empujara el diario de Amiel
sino “por el estado infinitesimal al que me redujo la lectura del tomo III del diario de Charles Du
Bos” (103). Ningún diario había sorprendido tanto a Ribeyro como la naturaleza crítica de éste:
Ese procedimiento, tan caro a Ribeyro, será definido por el propio Du Bos en su ensayo
Qu’ est-ce que la littérature? En él Du Bos aproxima la labor crítica a la de la creación evocando
una cita de Emerson sobre la convicción de que escribir y leer poseen la misma naturaleza: “Il
faut être un créateur pour bien lire” (19). A decir de Du Bos, la lectura creativa, ejercida en la
crítica, la sitúa al mismo nivel que la escritura (poética, narrativa, etc.). Su método no está exento
22
Es interesante que el diario de Rosa Chacel, publicado en 1982, refiera en la primera entrada con fecha del jueves
18 de abril de 1940: “En este cuaderno estudiaré los progresos que hace en mí la idea del fracaso: cada día estoy más
familiarizada con ella” (13). La misma idea, como veremos, se encuentra en el diario de Pavese.
23
Baste mencionar, por ejemplo, el cuento “El escritor fracasado” de Roberto Arlt, cuyo protagonista ensaya la
crítica ante la imposibilidad de la escritura.
35
de la experiencia emotiva e intuitiva que caracterizan al poeta y al narrador. En su crítica persiste
refleja en el carácter de los 7 tomos de sus trabajos que llevan por título Approximations (1922-
crítico alemán Ernst Robert Curtius, Du Bos le expresa que dichos ensayos son un documento de
temas elegidos en una intrínseca conexión con el diario (Curtius Ensayos 40) .
La misma idea que subyace en Du Bos, sobre la crítica como un alto grado de la lectura
creativa, aparece en el artículo de Ribeyro “Ernst Robert Curtius y la literatura francesa”. Curtius
es descrito por Ribeyro como “Un hombre que ama la literatura y que hace de este amor no
solamente una profesión sino una forma de literatura […] Curtius encarna la vieja tradición de
Sainte Beuve: la crítica creadora, interpretativa y valorativa” (La caza sutil 33). Al reseñar la
obra del autor alemán, Ribeyro la define como un género pleno de valor artístico, antes que como
un método.
Este género de la crítica, evocada por Du Bos y Curtius, encuentra su mejor espacio de
medida de veracidad. No es casual que toda esta tradición remita a ese clásico del género que es
el diario de Amiel. En una reseña sobre este diario, escrita en 1886, el conocido crítico inglés
Walter Pater señaló esa vertiente, a la que denomina la crítica imaginativa: “that criticism which
is itself a kind of construction, or creation, as it penetrates, through the given literary or artistic
product, into the mental and inner constitution of the producer, shaping his work” (29). En su
diario Ribeyro dedica varios pasajes a ejercitar este arte, gracias al cual es posible comprender su
36
Una de las particularidades del diario frente a otros modos de expresión, como lo sería el
sujeción de las impresiones a un ritmo azaroso marcado por el calendario, lo que da lugar a la
ensayo “En torno a los diarios íntimos” (1953), que prueba una vez más esa vocación crítica de
Ribeyro y su afición al tema, destaca como cualidad del género, lo que Du Bos denomina
“sentido de fragmento”, y que Ribeyro define como “capacidad preciosa para expresar en breves
palabras y con claridad una idea, una emoción o un sentimiento” (La caza sutil 11). Esta
escritura del diario a la arbitrariedad y a la impresión del instante, tiene un trasfondo mayor, si lo
pensamos en la perspectiva que se desprende de las reflexiones de Du Bos a propósito del diario
de Amiel. El primer volumen del diario de Du Bos (1921-1923) dedica las primeras 30 páginas a
reflexionar sobre el diario de Amiel. En esas páginas se encuentra el germen del ensayo “Amiel”
que aparece en Approximations (1922); sus anotaciones diarísticas clarifican los principales
Je voudrais montrer que le cas d’Amiel s’explique par une fidélité meurtrière à ce qui
constitue l’idéal premier de tout intellectuel lorsqu’il naît è la vie de l’esprit: la recherche
de la vérité à laquelle il voue alors son existence, postule pour lui l’unité de cette vérité et,
encore par delà, un unité absolue: l’Absolu. (Journal 1921-1923 9)
La fidelidad a muerte, variante del “lento suicido”, fue para Amiel, católico, la búsqueda
de la verdad esencial: Dios. Su visión de la obra de arte como absoluto, pasa también por este
24
Alain Girard asocia los ensayos de Montaigne a la misma expresión del individualismo que priva en los diarios. El
punto de partida de la escritura de Montaigne “Yo soy la materia de mi libro”, no dista del espíritu del intimismo. La
gran diferencia para Girad estriba en el apasionamiento y sensualidad que predomina en la escritura de los diarios,
frente al trabajo de la razón y la templanza a la que Montaigne somete la observación de sus experiencias (36-40).
37
cariz. Parece una paradoja, como sugiere Du Bos, que alguien que sacrifica todo a la idea de
unidad sea un maestro en el fragmento y haya sido incapaz de construir una obra en su sentido
orgánico. La explicación para Du Bos estriba en el espíritu metafísico de Amiel, quien no podía
cesar de pensar para dar lugar a la acción. La obra orgánica y estructurada, símbolo de la acción
y el trabajo, requería un “haber pensado” pero exigía el cese del pensamiento en el momento de
su ejecución. Para Amiel el único modo de acercarse a lo Absoluto fue a través del “pensamiento
desnudo” que se revela en su diario como una especie de flujo místico.25 A esa visión de lo
Absoluto como consecución única, Du Bos opone la deliberada apuesta romántica de Novalis por
el fragmento. Novalis fue, junto con Schlegel, el propulsor del fragmento como una forma de
su llegada como meta única; el fragmento se complace en su condición parcial, como parte de un
proceso inacabado pero siempre en fluctuación (Novalis 18). En Du Bos la apuesta por el
decir, de articular el pensamiento y la expresión en una obra convencional (Extraits 28). Más
tarde, en conversaciones con su entonces amigo André Gide, Du Bos se irá convenciendo de que
el diario es “su forma” y, por tanto, su verdadera obra (Journal 1926-1927 216). El diario
lo largo del tiempo. Esta concepción del diario de Du Bos, que reivindica el fragmento como vía
de acceso a la obra, es la misma por la que apuesta Ribeyro, mediante la cual el diario tiene la
25
Béatrice Didier observa en el “yo” del diario de Amiel la reproducción de la visión hegeliana de la historia;
pensamiento con el que estuvo en contacto en Heidelberg y Berlín (128-129).
38
posibilidad de constituirse en un todo y ser a la vez el espacio de la dispersión en la que se
idea o del sentimiento en palabras breves, sugerida por Ribeyro, no está exenta de la
Ribeyro, al menos desde su óptica del diario como género, es apelar a un fragmento lleno de
sentido.
Cuando Ribeyro se duele de la posibilidad de ser un crítico, lo que late bajo esa inquietud
es la bruma del olvido que cubre a la crítica a diferencia de la creación. En Ribeyro, la crítica no
será creación sino hasta desplazar el trabajo de los conceptos por las formas, hasta hacer del
estilo su ocupación y no la de las nociones que terminan siendo refutables.26 La preocupación por
lo efímero de la crítica es un temor por el olvido y, en suma, por la muerte. El diario se convierte
en el depositario de un trabajo del pensamiento que temía destinado al olvido. Amiel y Du Bos
representan en su diario el caso excepcional de un trabajo crítico que sobrevive gracias a “su
ensayos reunidos bajo el título La caza sutil (1975). Título significativo tomado discretamente de
un pasaje de los Diarios de la guerra de Ernst Jünger donde el autor alemán comenta su
actividad como observador de insectos.27 Ribeyro leyó el diario de Jünger en 1957 sorprendido
por su precisión analítica: “Como todo erudito que se dedica a estudiar los insectos y otros
animales, termina por observar el mundo con una perspectiva de entomólogo” (La tentación I
26
En su “Epílogo a Pasos a desnivel”, libro de ensayos sobre literatura peruana de su amigo el crítico alemán
Wolfgang A. Luchting Ribeyro expresa un juicio demoledor sobre su concepción de la crítica, a la que denomina
“parasitaria”, por vivir de un texto anterior, y “cancerosa” por su tendencia propagarse, a la vez que exalta la
intrepidez de los críticos por persistir en un trabajo precario y efímero (57-58).
27
En distintas entradas de su diario de 1939, Ernst Jünger alude a su afición por la caza de insectos “Chasse subtile”
(42), afición que lo llevaría a ser reconocido en el mundo de la entomología al dar su nombre a la especie
Trachydura Jüngeri.
39
180). La caza sutil evoca así la cuidadosa observación del que es capaz de discernir su presa
descifrar la morfología de los insectos como quien lee entre líneas un texto. Así procede Ribeyro
con las pesquisas de sus análisis a lo largo de su diario, como cuando va a la caza de las posibles
menciones que Jünger hace en su diario de Léautaud, el diarista francés que Ribeyro lee meses
después con irritación y admiración. Ribeyro lee la edición condensada de mil páginas del diario
realizada entre el 22 de marzo y el 17 de mayo de 1977, lo remonta al diario de Jünger, con quien
Léautaud tuvo contacto durante la ocupación de Francia por los alemanes. Jünger considera a
Léautaud “le dernier des classiques” tanto como “un cynique, satisfait de son fauteuil et de la
société de ses chats, et par qui l’ on risque de se faire éconduire grossièrement” (Journaux 694).
su propia y pequeña vida de escritor pobre y segundón y los avatares del mundillo literario en el
que vivía. Superioridad de Jünger” (La tentación III 115). Para Ribeyro, esa superioridad estriba
tanto como a su “esfuerzo tenaz por comprender su época y su mundo a través de la lectura y la
reflexión” (115). Jünger se suma a esa lista de pensadores en la que Ribeyro ha incluido a Du
Bos y a Curtius, humanistas letrados con un profundo sentido de la tradición, esa en la que él
Tanto en los primeros años, como a lo largo de su diario, las menciones de Ribeyro sobre
críticos y teóricos es abundante: “Curtius, Thibaudet, Du Bos, Grammont, Barthes, van Tieghem,
Vossler, Croce...” (La tentación I 105). Su aparente rechazo no le impidió ser un gran lector de
40
ellos, al punto en que es posible observar en sus reflexiones y trabajos la agudeza analítica con
que se enfrenta a los grandes temas literarios, así como el conocimiento sobre ese metalenguaje
académico que desprecia. Uno de esos temas estará vinculado precisamente a sus reflexiones
El ensayo “En torno a los diarios íntimos” responde a las inquietudes con que emprendió
la escritura de su diario. Fue escrito en 1953 durante su estancia en Francia, país cuya tradición
diarística es la más rica; tan solo un año antes había aparecido el vasto ensayo de Michèle Leleu,
Les journaux intimes, que daría origen a una serie de nutridas investigaciones sobre el tema a lo
largo de los años. A Ribeyro no le satisface el estudio de Leleu, pues le reprocha el que sólo se
enfoque a estudiar los diarios desde un punto de vista caracterológico sin abordar temas
relacionados a la historia y la crítica literarias, y aún reclama que: “existe un interesante libro por
escribirse que se podría titular “Estructura de los diarios íntimos” señalando que este género, “al
parecer exclusivamente occidental, no ha sido aún objeto de un estudio sistemático” (La caza
sutil 9). Cuando Ribeyro apela a la “estructura”, lo que parece estar en juego es la formalización
y reconocimiento de los elementos que hacen posible la existencia de un género. Este libro
llegará más tarde, en 1963, Le journal intime de Alain Girard, también leído por Ribeyro, quien
en la edición posterior de su ensayo, anota en pie de página la aparición del “primer trabajo
orgánico sobre los diarios”, del que lamenta limitarse sólo al ámbito francés (9). Este lamento es
el mismo que se extiende sobre lo que considera una ausencia del género en Latinoamérica, y
será la convicción de contribuir al inicio de esa tradición lo que lo lleve a publicar el suyo. A
partir de sus reflexiones críticas es posible advertir el conocimiento teórico de Ribeyro sobre los
diarios, así como su interés por elevar su estudio al mismo nivel que el que ocupa a otros
géneros. En su ensayo es notable el cuestionamiento por las clasificaciones a las que somete la
41
idea de género, hasta plantearse si es legítimo continuar con esa desacreditada teoría que da carta
de nacimiento a las obras. Sin embargo, aprovecha su definición más útil, comprendiendo el
género como una “forma de expresión literaria” determinada por “ciertas reglas intrínsecas y
formales que la individualizan” (9). Ribeyro encuentra así los elementos que autentifican el
diario que son, en suma, los rasgos más evidentes: la cotidianidad o periodicidad, la veracidad y
reconoce en los diarios un cuarto elemento sobre el que, podríamos afirmar, descansa su propia
Cuando hojeamos una colección de esta obras nos queda la sensación de que se trata de
obras inconclusas, que lo que allí se dice ha sido más que fruto de una elección marca de
un destino, que ni las más bellas páginas han podido alterar el curso de los
acontecimientos, que cada autor estuvo diariamente enfrentado al misterio de su duración
y que a la postre todos ellos han sido devorados por el tiempo, ese tiempo tan caro y tan
temido que ellos se esforzaron tanto en retener. (12)
El diario, como una obra del tiempo, interroga la dimensión temporal de la existencia. La
conclusión del diario, conformado por los días vividos y salvados por la escritura, es resultado de
la conclusión de la vida.
Ribeyro no limitó estas reflexiones al contexto de sus artículos. Como sucede con el
común de los diarios, en los que se refiere y justifica el proceso mismo de la escritura, también él
expuso su poética en el suyo. A lo largo de los tres volúmenes dedicó sendos pasajes a meditar
sobre las motivaciones de esta escritura, tanto como a sus concepciones sobre la novela y el
cuento.
42
El diario de Ribeyro parece construido con la clara voluntad de recoger su escritura
espontánea pero tamizada por una destinación literaria, las anotaciones no consignan los vacíos,
vacilaciones o repeticiones muchas veces presentes en los diarios póstumos, sino la pulcritud de
un estilo afinado, lo que se constata en una de las entradas del 8 de enero de 1960, cuando se
refiere a sus diarios de Berlín y Lima: “En ellos creo haber encontrado el estilo del diario íntimo:
un estilo apretado, expresivo que interesa no sólo como testimonio sino como literatura. Si
continúo por el mismo camino creo mi diario, de aquí a algunos años, será la más importante de
La certeza de que “el diario formaba parte de mi obra y no solamente de mi vida” (210)
exclamó sobre sus diarios de los años cincuenta: “Literariamente no tienen tal vez otro interés
que el haber sido escritos por un escritor” (La tentación II 147). Resulta relevante esta visión que
hace de los diarios de escritores partícipes de la literatura justo a causa de esa condición, acaso
porque ese aspecto los hace entrar en diálogo con ella, y a la vez configurarse como una obra que
cuestiona el lenguaje.
El diario de Ribeyro no abandona las reflexiones íntimas. Hay además una preocupación
por dar continuidad a su historia, aún a pesar de los fragmentos, en la que los sucesos
“utópico”.28 Ribeyro nos invita a observar con imparcialidad los ambientes, los espacios y las
28
El crítico Roland Barthes justifica la existencia del diario como obra literaria a partir de cuatro motivos posibles:
el motivo poético, que implica que el diario ofrezca una escritura individualizada, un estilo; el motivo histórico, que
es el del diario como testimonio cabal de una época; el motivo utópico, que estaría determinado por la constitución
del autor, es decir, lograr llevar la personalidad por encima de la obra al modo de la autobiografía y, por último, el
43
situaciones en las que se desenvuelve. Su escritura estaría encausada dentro de los motivos
trabajaba con su diario del modo en que lo pide Roland Barthes: “es posible salvar el diario, a
condición de trabajarlo hasta la muerte, hasta el extremo de la más extrema fatiga, como un texto
casi imposible; al final del trabajo es muy posible que el diario así escrito no se parezca en
En una de las amplias digresiones sobre el diario íntimo hecha el 29 de enero 1954,
Ribeyro aventura una serie de postulados que definen el origen y las funciones del diario, el
penúltimo de ellos estriba: “En todo diario íntimo hay un problema capital planteado que jamás
se resuelve y cuya no solución es precisamente lo que permite la existencia del diario” (La
tentación I 41), no serán pocos los momentos cuando se cuestione qué es aquello que busca con
sangres de José María Arguedas, al hablar del personaje Demetrio, Ribeyro equipara su muerte
con la de su autor: “La muerte parece ser el único desenlace de un problema insoluble” (La caza
sutil 93). En Ribeyro la escritura del diario se erige como paliativo del tiempo y de la muerte.
Ribeyro, como Amiel, eligió el “suicidio lento” del diario, en el que se asienta la constancia de la
lucha. Esta fidelidad extrema que reconoció Du Bos, como sacrificio de consagración de la vida
motivo “enamorado” que consiste en convertir el diario en un taller de frases exactas, “en afinar sin cesar la
exactitud de la enunciación (no del enunciado) con un arrebato, una dedicación y una fidelidad de intención que se
parece mucho a la pasión” (Lo obvio 367).
44
a la obra, se convertirá para Ribeyro, en todos los sentidos posibles, en un “trabajar el diario
hasta la muerte”.
La sombra del fracaso y de la muerte es uno de los grandes temas que acompañan la
observó en Julio Ramón Ribeyro, y como es el caso de los diarios de los escritores argentinos
Alejandra Pizarnik y Ricardo Piglia, cuyo punto de encuentro, en este apartado, es la lectura del
Il mestiere di vivere es el título con el que fue publicado póstumamente, en 1952, el diario
de Pavese, el cual abarca las fechas de 1935 y hasta 1950, el año de su suicidio. La primera
edición al español, El oficio de vivir, fue hecha en 1957, bajo la traducción de Luis Justo y con el
sello de editorial Raigal de Argentina. Es precisamente esta edición la que Alejandra Pizarnik
adquirió en 1958, y la misma que Ricardo Piglia cita en su diario y ensayo sobre Pavese.29
Alejandra Pizarnik, quien llevó un diario desde 1954 y hasta 1972, el año de su muerte,
registra en él la lectura de los diarios de Katherine Mansfield, Julien Green, Cesare Pavese,
Charles Baudelaire, Charles Du Bos y Franz Kafka, cuyas alusiones demuestran una clara
filiación con el género. Sus comentarios permiten delinear las funciones que tales lecturas
aspecto inspirado por Mansfield o la visión del diario como obra autónoma, cuestión ligada al
diario de Kafka. Pero son sin duda las claves pavesianas encontradas en su diario los elementos
29
El ejemplar que Pizarnik leyó se encuentra en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. La fecha de su lectura está
anotada en el ejemplar, octubre de 1958, la cual se corresponde con las fechas en que lo cita en su diario. La misma
edición es mencionada por Ricardo Piglia en sus diarios publicados bajo el título Los diarios de Emilio Renzi (2015).
45
más significativos de su recepción, y las que nos interesa poner en diálogo con las reflexiones de
Pizarnik en una breve anotación del 23 de octubre de 1959, refiere su paralelismo con el
diario del italiano: “Profunda sorpresa y miedo. Porque casi todo lo que ha escrito me parece
pensado por mí. Es más: yo lo he pensado –mejor decir: sentido– y hasta he tomado notas de ello
en mi diario” (299). Las semejanzas que Pizarnik encuentra se ligan a la reflexión continua en el
tentación del suicidio, expresada en las largas meditaciones que Pavese lleva a cabo sobre el
tema.
Ricardo Piglia en su obra Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación (2015),
correspondiente a sus propios diarios, anota que Emilio Renzi, su alter ego,31 asistió a una
conferencia de Attilio Dabini sobre Pavese y luego compró el diario “por que yo también
escribía un diario” (26).32 La misma edición, traducida por Luis Justo y que también leería
Pizarnik, está firmada con fecha del 22 de julio de 1957, año en que Piglia comenzó la escritura
30
Si bien la recepción de los diarios de escritor por parte de Pizarnik es una de las más significativas, pues junto con
Ribeyro es una de las autoras que más lúcidamente ha reflexionado sobre el género en su diario, no abundaré en este
análisis en tanto que en el artículo “La filiación literaria de los diarios de Alejandra Pizarnik” (2013) expuse las
reflexiones que Pizarnik lleva a cabo en su diario sobre la lectura de otros diarios. Especialmente me concentré en su
recepción de los diarios de Mansfield, Pavese y Kafka. En el artículo, además de las referencias citadas en su diario,
analicé las anotaciones y subrayados de los ejemplares físicos de los diarios de Mansfield y Pavese que
pertenecieron a Pizarnik, sustentando la interpretación en ese entramado intertextual entre el archivo y la obra. Otro
estudio dedicado a la recepción de Pizarnik y Ribeyro que aborda esta reflexión es el artículo de Alberto Giordano
“Digresiones sobre los diarios de escritores (Charles Du Bos, entre Alejandra Pizarnik y Julio Ramón Ribeyro”
(2015). En este capítulo citaremos la nueva edición, Diarios (2013), de Alejandra Pizarnik.
31
Emilio Renzi es el personaje que Ricardo Piglia crea a partir de su propio nombre de pila Ricardo Emilio Piglia
Renzi. Este personaje recorre gran parte de la obra de Piglia y, en un juego autoficcional, representa al autor. Los
diarios, firmados por Piglia, son en la publicación, los diarios de Renzi. En este caso nos referiremos al autor como
Piglia-Renzi.
32
Attilio Dabini fue un escritor italiano exiliado en Argentina debido al fascismo, a él se le debe el redescubrimiento
de la literatura italiana en Argentina en los 50. Fue parte del comité editorial de la revista Sur que en diciembre de
1953 publicó un número dedicado a las letras y la cultura artística de Italia, difundiendo a grandes autores italianos,
entre otros a Cesare Pavese, quien se dio a conocer al público argentino mucho antes que en otros países tanto de
habla inglesa como española.
46
del suyo. Piglia-Renzi solía marcar su ejemplar con notas e impresiones sobre su lectura, también
cuenta que en ese momento estaba escribiendo sus primeros relatos y se interesaba en saber el
tiempo en que un escritor tardaba en escribir un libro, el diario de Pavese le permitió reconstruir
la cronología de su obra.
revista un ensayo sobre los diarios de Pavese y un cuento “Desagravio” (141). Efectivamente en
Ricardo Piglia publicó el ensayo “César Pavese”, que es en realidad un recorrido por toda la obra
del autor italiano. Piglia reconoce en el conjunto de la obra el testimonio de un deseo por
conciliar la escritura y la vida; en Pavese tanto el estilo como los temas y la forma elegida
confesarían también una manera de vivir y un deseo por alcanzar al otro en su plenitud. Este
año 1963, y antes de que inicie el 1964, se incluye el ensayo “Los diarios de Pavese”,33 que no
autobiografía de Davide Lajolo para reconstruir y referir las escenas del último día de la vida de
Pavese, en un hotel de Turín. Piglia-Renzi, articula los últimos quince años de la vida de Pavese
a partir de dos confinamientos, el primero en la cárcel por causa del fascismo y el último en ese
hotel de Turín. En ese espacio de tiempo, relatado en el diario, se testimonia el rechazo de las
mujeres que Pavese deseó, tanto como las meditaciones sobre el suicidio, gesto patético que
ensayos al diario de Kafka y al del Che Guevara. Heredero y admirador de Borges, cuya obra le
33
No hay indicios de que este ensayo haya sido publicado al margen de esta edición de los diarios.
47
inspira la certeza de que la ficción puede entenderse como una teoría de la lectura, en la medida
en que no sólo depende de quien la escribe, sino de quien la lee (El último 28), quizá la más
acuciosa observación que podemos desprender de la reflexión de Piglia es que podemos leer el
diario de un escritor como una ficción, y viceversa: toda literatura es autobiográfica en tanto
confiese un destino (Borges). No es de extrañar que sea su cuento “Un pez en el hielo” (1967) el
que mejor logra sintetizar una teoría contemporánea de la lectura de los diarios.
En el cuento Emilio Renzi viaja de Buenos Aires a Italia con una beca para estudiar la
obra de Pavese, mero pretexto para lograr olvidarse de Inés. Meses después, estando en una
terraza de un bar de Turín la observa sentada acompañada del hombre con el que se fue. La
desconcierta, hasta hacerle pensar que ha sido una ilusión. Como le sucedió a su llegada a Italia y
Empezó a creer que tenía un doble en el otro continente. El mundo era un espejo, y todo
estaba duplicado pero fuera de lugar. Una mujer igual a Inés con el hombre de pelo
blanco era demasiada conciencia Los dos dobles iguales en el otro lado del mundo. No
podía ser, desvariaba. Atacado por un impulso mimético, veía todo repetido. Construía
réplicas. Hacía días que no hablaba con nadie. Quizás era eso. O quizás tenía razón y
pronto iba a encontrar a alguien que era él mismo (pelo crespo, anteojos, cara de
sonámbulo) y entonces ya sabía lo que le pasaba a los que encontraban a su
doppelgänger. (La invasión 177)
Gerard de Nerval en su obra Aurélia, recuerda que en la tradición alemana se dice que
cada persona tiene un doble y el verlo significa que la muerte se aproxima (25). La duplicación
diario. Particularmente se equipara aquí al mismo destino trágico de Pavese, autor del diario que
48
el personaje lee. Las coincidencias que un escritor y lector de diarios encuentra en los diarios
acontece bajo ese efecto de réplica. Es significativo que el diario de Alejandra Pizarnik “Diario
Soñé:
Un bosque, me adelanto hacia mi enemigo que está apoyado contra un árbol y sonríe.
Aterrorizada me doy vuelta y me encuentro con lo mismo: el mismo árbol y el mismo
hombre. Todo se desdobló: el sol, el árbol, el hombre. Todos excepto yo que no sé si
avanzar o retroceder.
Al despertar pensé en Nerval y me dije:
¿Por qué no haré yo también un esfuerzo por ordenar y aclarar mi obsesión? Y decidí
anotar lo que se refiere a mi sentimiento de orfandad. (110)
todo diario; es también una reflexión sobre la realidad y la apariencia del mundo en que se vive y
se escribe. En el diario de Pavese está la clave del propio destino de Emilio Renzi, convertido
por efecto de la lectura en un doble; seguir los pasos a Pavese va convirtiendo su actuación en
una réplica.
Sólo quien lleva un diario puede leer el diario que escriben otros. Tachó la última frase y
escribió. Sólo quien lleva un diario puede entender el diario que llevan otros. Leyó la
frase y la tachó otra vez y al lado escribió. Sólo quien escribe un diario puede entender el
diario que escriben otros. Pavese había escrito uno de los mejores diarios que se había
escrito nunca porque se había matado. (178)
La reflexión de Emilio es semejante la que Kafka elabora en su propio diario leyendo los
diarios de Goethe, en una entrada del 29 de septiembre de 1911: “Una persona que no lleva un
49
diario se halla en una posición falsa ante un diario. Cuando por ejemplo, en los diarios de
Goethe, lee : ‘11-1-1797. Todo el día en casa, ocupado en arreglos diversos’, le parece que él
paisaje. En las notas de Emilio, la frase se reescribe como gesto de concientización del lenguaje;
llevar un diario, expresión utilizada en la misma traducción del diario de Kafka, no es sinónimo
de escribir. En la nota de Emilio el acto de escritura y lectura del diario acontece solo en el
presente, el diario que había escrito Pavese se actualiza a partir de una lectura contemporánea.
réplica del trayecto se transforma en un juego de espejos donde escritor y lector se contemplan:
“Desde la ventana [Pavese] veía el bar donde ahora estaba sentado Renzi y más atrás la recova y
la estación” (178).
anuncio de la muerte. La tentación del suicidio por causa de una mujer, expuesta en el diario que
Renzi lee, lo condenará tarde o temprano a ese mismo final: “Pavese había nacido ahí en 1908.
Se mató a los cuarenta y dos años. Emilio hizo cuentas. Me quedan quince años, no quince no,
dieciséis, calculó. Muchísimo tiempo. Empezó a tomar notas. Estaba trabajando sobre el Diario
de Pavese” (177).
Este juego de la lectura de un diario que determina a la vida misma, forma parte de un
cuento de Piglia se relata como ficción entre Pavese y Renzi, cobra un interesante paralelismo en
la lectura “real” que Pizarnik hace del diario de Pavese. En ambos casos el deseo de la muerte
50
aparece en el diario ya sea como fría meditación o como arrebatada manifestación de dolor.34 Las
citas de Pizarnik y Pavese, respecto al suicidio, son abundantes. Asimismo en la forma en que
Pizarnik lee el diario de Pavese es notable su atención en ese tema. Así por ejemplo, subraya una
El error más grande del suicida es no matarse, sino pensar en el suicidio y no cometerlo.
Nada hay más abyecto que el estado de desintegración moral de quien vive con la idea –
con la costumbre de la idea– del suicidio. La responsabilidad, la conciencia, la fuerza,
todo flota a la deriva de un mar muerto, se sumerge y vuelve a flotar en vano, al capricho
de cualquier estímulo. (Pavese 54)
El diario se convierte para Pizarnik, siguiendo la lectura de Pavese, en un escenario donde
se da forma a la muerte y aunque esa enunciación solo funge como medio para exorcizar el acto
final, al cabo de los meses la única forma de concluir esa historia es concluyendo la vida.
que se va articulando con el paso del tiempo y que, en este caso, puede ser concluida mediante el
punto final de la vida. En muchos casos, para el diarista, la conclusión de la escritura se liga
necesariamente con la muerte, de allí la idea del cadáver del autor que yace junto al diario (Pauls
12). Pocos diaristas, acaso solo los suicidas, como Pavese y Pizarnik, anuncian ese desenlace:
“Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”, son las últimas palabras de Pavese en su diario.
El gesto anunciado por la escritura, se convierte en un signo real que cobra forma en el acto. La
escritura, que operaba como distención de la muerte −“escribir para no morir” (Blanchot)− se
34
En el ensayo ya citado de Sontag, la autora descubre en la temática del suicidio, junto con la del desamor, uno de
los ejes más sobresalientes en la obra de Pavese que revelan su ser trágico.
51
más padecimientos” [18-06-1972] (Pizarnik)35. Como en un juego de espejos, el suicidio en el
diario de Pizarnik es también la última acción que suspende a un tiempo la vida y la escritura.
los diaristas contemporáneos. El diario, ese demonio del calendario, como lo llama Maurice
Blanchot (El libro 207), es el único género que ha sido capaz de testimoniar la vida contingente.
En el ensayo “El artista como sufridor ejemplar” (1962), dedicado a la obra del escritor y
diarista italiano Cesare Pavese, Susan Sontag plantea una pregunta crucial sobre la justificación
En esta pregunta está implícita una delimitación del género, en tanto el diario de escritor
implica el reconocimiento de una obra creada por un artista que hace de la palabra su
fundamental instrumento de trabajo. Este género moderno por excelencia, como lo sitúa Sontag,
no exige necesariamente el conocimiento previo de las obras de un autor, de allí que antes que
35
Esta cita se encuentra suprimida en la edición de Diarios (2013), en la cual no se incluye el año de 1972 que
permanece inédito. La cita se encuentra en los manuscritos originales (1972 February-June; Alejandra Pizarnik
Papers, Box 3 Folder 1; Manuscripts Division, Department of Rare Books and Special Collections, Princeton
University Library).
52
esperar la iluminación de la obra por parte del diario, para Sontag lo que el público reclama es la
El diario nos presenta el taller del alma del escritor. ¿Y por qué nos interesa el alma del
escritor? No porque nos interese el escritor en sí. Sino por la insaciable preocupación
moderna por la psicología, el último y más poderoso legado de la tradición cristiana de
introspección abierta por san Pablo y san Agustín, que al descubrimiento del yo asimila
el descubrimiento del yo que sufre. Para la conciencia moderna, el artista (que remplaza
al santo) es el sufridor ejemplar. Y entre los artistas, el escritor, el hombre de palabras,
es la persona a quien consideramos más capaz de expresar sufrimiento. (71)
literatura latinoamericana, ¿por qué los escritores leen diarios de escritores? ¿Es posible sostener
en este contexto la preocupación por la psicología y la premisa del sufrimiento como fuente de la
de un diario (1986) comenta y critica el ensayo de Sontag quien, en tanto escritora, parece
“llevar agua a su molino”: “Susan, siempre es bueno recordar el título de tu libro: Contra la
interpretación”. Pues acaso, sugiere Monterroso, fuese más deseable interpretar mal que tomar al
pie de la letra la aseveración que hace de la palabra el mejor modo para expresar sentimientos
hasta dejar de lado, por ejemplo, a la expresión pictórica o musical, menos artificiosas que la
palabra (70).
convención del género. Victoria Ocampo, en su aguda y extensa lectura del diario de Virginia
Woolf, recuerda que la autora reconocía que los diarios podían dar una imagen distorsionada, por
el hábito de registrar con mayor frecuencia ciertos estados de ánimo, particularmente la irritación
53
o la depresión (Ocampo 16). Esta sugerencia, que hace del diario un recipiendario por excelencia
como lo refleja una cita que el mismo Monterroso destaca en otra entrada de su diario: “Y es
verdad que la literatura está más hecha de lo negativo, de lo adverso, y sobre todo, de lo triste. El
bienestar, y específicamente la alegría carecen de prestigio literario […]” (260). Esta es una
consigna de la que el diario y la obra entera de Monterroso se escapa; los fragmentos de su diario
son, por el contrario, una muestra de humor e ingenio, de desenfado y de negación de esa
turbulencia del yo. Monterroso está en el suyo vacilante y paródico consigo mismo,
El diario de Monterroso, como sucede con gran parte de los diarios de escritores
latinoamericanos contemporáneos, está más cerca de asimilar el género al artificio que permite
fundar una identidad literaria múltiple antes que concebirse como mero espacio de expiación del
yo. En otro pasaje de su diario Monterroso transcribe una cita del famoso diarista alemán Ernst
Jünger quien reflexiona sobre sus diarios y recuerda lo difícil que le resulta el escribirlos pues
cuando el autor se hace famoso comienza a pensar en el lector, cambiando la actitud que les dio
origen: “ ‘los mejores diarios son los que no se dirigen a ningún lector. Como el de los siete
marineros que pasaron el invierno en 1963 en la isla de San Mauricio, en el Océano Glacial
Ártico. Un poco más tarde, unos balleneros descubrieron el diario y siete cadáveres’ ” (128).
Acechados por la fama, que no es otra cosa que el reconocimiento de su estatus como escritores,
los diarios pierden su aparente esencia ligada al escenario secreto en el que la conversación
distinta que ya no puede escapar del reconocimiento de la escritura como construcción literaria, y
54
El escritor argentino Alan Pauls, en el prólogo a su libro antológico Cómo se escribe el
diario íntimo (1996), ofrece una lectura ligeramente distinta de la cita de Jünger, incluida en el
primer volumen de sus diarios de guerra Radiaciones. Pauls se vale de ella para aludir a la
“convención dramática” del género, en tanto testimonio del que ha muerto, recordando que “todo
diario está fundado en el principio de la posteridad” (12). Esa doble lectura del diario de un
son las líneas de recepción más recurrentes que abordan los diaristas latinoamericanos
contemporáneos.
mediante los que los diaristas definen la experiencia de lectura de otros diarios. En su diario no
sólo testimonian la perplejidad de un mundo que se desdobla, como efecto de la repetición de los
actos vividos mediante la escritura. La vida que se ha vivido y que se duplica por efecto del
lenguaje permite así su plena aprehensión y comprensión (Braud 71). La lectura de otros diarios
imagen del escritor admirado, su propio destino. Sin embargo, los efectos de esta comparación
Como hemos visto, escribir la experiencia “personal”, aún en un diario, implica una mediación
retórica donde lo enunciado más que develar la autenticidad del yo busca exhibir la vida y
Otro ejemplo de esta relación la constituye el diario del escritor uruguayo Mario Levrero,
las funciones del diario latinoamericano. Tanto Ricardo Piglia como Levrero instauran
55
bajo su propio nombre, para designar la realidad literaria de un autor y actualizar los alcances de
la autobiografía en tanto obra de lenguaje.36 La obra de Levrero ofrece una síntesis de los
distintos modos de comprensión del diario en nuestros días. Por un lado, su poética se asocia
por otro, es una clara muestra de las vías que tiene el escritor de paliar la ausencia de la obra, en
su sentido orgánico y absoluto, mediante la legitimación del diario como única obra posible. Si
bien el diario se ha impuesto a lo largo de su obra como una importante forma de expresión, nos
interesa destacar en este apartado “Diario de la beca” incluido en La novela luminosa (2005).37
La novela luminosa está conformada por una primera parte llamada “Diario de la beca”, a
la que sigue La novela luminosa, obra que permaneció inconclusa. Mario Levrero recibió en el
año 2000 la beca Guggenheim, con la que esperaba corregir y terminar la novela que da título al
libro, la cual comenzó en 1984 y contaba hasta entonces con los primeros cinco capítulos. El
36
El nombre completo del escritor Ricardo Piglia es Ricardo Emilio Piglia Renzi. Su nombre de autor, es decir, el
nombre con el que firma sus libros, es Ricardo Piglia, mientras que Emilio Renzi es un personaje ficcional de sus
novelas y cuentos. Al publicar sus diarios, si bien los firma como Ricardo Piglia, los nombra ‘diarios de Emilio
Renzi’; estrategia de distanciamiento por la cual el escritor se convierte en un personaje. Esto es semejante a lo que
sucede con Mario Levrero. El autor llamado Jorge Mario Varlotta Levrero, conocido como Mario Varlotta entre sus
amigos, utilizó como nombre de autor ‘Mario Levrero’. En su caso sí se hace llamar Mario Levrero en sus diarios,
aunque el deseo de distanciamiento es el mismo, como lo expresa en su diario Burdeos 1972: “[…] me resultó
indispensable usar un seudónimo, desde mi primer libro; un seudónimo no muy distante, ya que está formado por mi
segundo nombre y mi segundo apellido porque, después de todo, eso que escriben las puntas de mis dedos pasa a
través de mí. Pero siempre he tratado de dejar en claro que ése que escribe no soy exactamente yo” (169). El término
autoficción fue utilizado por primera vez por Serge Doubrovsky, e implica la ficcionalización de los eventos reales
así como transformar la realidad en una aventura de lenguaje (Doubrovsky 1977). Implica, como refiere Levrero, la
paradoja de ser y no ser al mismo tiempo el autor real y su personaje. La autoficción apela al referente extratextual
sobre el que descansa el pacto autobiográfico “el escritor real”, pero éste se reinventa en la obra en tanto personaje
de ficción.
37
A partir de 1980, el impulso imaginativo, onírico y ficcional de la obra inicial de Levrero, reflejada en los cuentos
tanto como en las novelas de la Trilogía involuntaria, se transformó en una apuesta por la escritura como acto vivo,
donde el diario adquirió protagonismo. Particularmente en obras como El discurso vacío (1996), emprendido como
cuaderno de ejercicios de caligrafía que abarca las fechas de septiembre de 1990 a septiembre de 1991; Diario de un
canalla, escrito entre el 3 de diciembre de 1986 y el 6 de enero de 1987, diario que describe su pesadumbre por el
abandono de la escritura y las “pretensiones espirituales” en favor de la vida laboral y social en Buenos Aires. El
diario fue publicado de manera póstuma en el 2013 e incluye Burdeos 1972, un diario de recuerdos, escrito entre el 5
y el 16 de septiembre de 2003, sobre su experiencia en esa ciudad francesa donde vivió unos meses por una relación
amorosa, diario que analizaremos en el tercer capítulo.
56
autor no logró escribir nada de la novela, en cambio escribió cuatrocientas páginas del “Diario de
una realidad atravesada por el subjetivismo del yo del escritor, admitiendo lecturas que lo ubican
en la corriente posmoderna (Verani 158). Su particular empleo del diario como vehículo de
entendida como vivencia única del mundo sugiriendo lecturas de corte fenomenológico (Olivera
336).
La escritura del diario de Levrero inició con el deseo de transformar la opacidad mundana
necesidad lo que lo convertirá, como en Amiel y Du Bos, en la obra misma. El diario de Levrero
se convierte en obra por la expresión de su falta es decir, por la enunciación del deseo que da
beca”, proyecto postergado durante meses y cuya escritura será detonada gracias a la lectura del
diario de la española Rosa Chacel Alcancía. Ida (1982). El regalo se lo hizo una amiga, a quien
llama Paty, sugiriendo que le sería de utilidad puesto que Chacel había recibido también la beca
Guggenheim. Esto lo reitera el 16 de septiembre al referirse a una visita de Paty como “la ex
alumna que me había hecho llegar el libro de Rosa Chacel generador de este diario” (128). La
lectura del diario y la obra de Chacel se convierte en una obsesión para Levrero, quien
57
constantemente va descubriendo afinidades entre ambos. El diario de la beca no nace
genuinamente de la necesidad interior sino que surge en el seno mismo de la actividad literaria y
hacen esperar: “noté que ese diario me inspiraba, me hacía venir ganas de escribir. Me maravilla
la cantidad de coincidencias que hay entre doña Rosa y yo. Percepciones, sentires, ideas, fobias,
En la obra de Levrero, resulta sugerente advertir que la lectura del diario de escritor, en
este punto, ya no sólo evoca el deseo de asimilación a una vocación compartida. No sólo está
lejos la veneración del escritor decimonónico europeo con quien no se comparte si quiera la
misma lengua; Levrero es de los pocos escritores latinoamericanos, que lee un diarista hispánico,
y más aún una mujer. Su lectura del diario de Chacel se enmarca en el reconocimiento pleno de
claramente desestima, acontece gracias a una beca que les permite, por primera vez, vivir
José Donoso, receptor de la beca Guggenheim, reconoció que ninguna otra tiene el prestigio y la
generosidad de ésta, a la que denomina “la beca de la libertad de la creación”, en tanto se ofrece
como donación y no exige justificación final de obra alguna (“La gran beca …” 92-93). Si bien
la beca otorgada a Chacel y Levrero certifica socialmente su posición como escritores, ambos se
diarios, estriba en la situación que llevó a Levrero a obtenerla, motivado por sus amistades que le
organizaron los documentos. Cuestión análoga a la de Rosa Chacel quien escribe en su diario
luego de enviar su solicitud: “He cumplido con mi deber. Lo he hecho por no disgustar a Concha
58
y pour épater Carlos. Pero ahora, ¡basta!, que me dejen en paz con toda esta historia, que me
necesarias para cumplir su trabajo, no rinde los frutos esperados, al menos desde el punto de
se antepone un diario que será el testimonio de esa falta. Este es el diario de la beca, un diario
considerado menor.
obra por su afición al juego de cartas de internet, paseos, remodelaciones de la casa, entre otras
ocupaciones. La lectura del diario de Chacel, quien también se distrae con cine y lecturas, le
permite a Levrero reconocer su propio deseo por arrancarse de la realidad y anular sus sentidos a
Chacel enuncia reiteradamente que escribe su diario porque no puede escribir, limitada
siempre por las interrupciones (34). Enmarcada en una idea del género le importa, sobre todo,
“que el diario sea diario y no una novela” (Chacel 30). Levrero, en cambio, es consciente del
artificio literario del género y de la imposibilidad de trazar fronteras: “De inmediato me di cuenta
de que será igualmente una novela, quiera o no quiera, porque una novela, actualmente, es casi
cualquier cosa que se ponga entre tapa y contratapa” (30). La sentencia de Levrero parece
38
Desde la figura de Bartleby, el escribiente de Herman Melville, se ha instituido la posición del artista como un
gran procrastinador.
59
Cabe mencionar, por ejemplo, que así como Levrero expuso que la motivación de la
escritura de su diario fue el de Chacel, encontramos una escena semejante en el diario de ella:
“Siempre creí −y sigo creyendo− que yo haré un diario considerable más que en el caso de que
no haga otra cosa. Pero Vito está fascinado por el diario de Gide y se propuso hacerme leerlo
para animarme. Al fin lo estoy leyendo y tengo que reconocer que me ha animado” (42).
Al analizar ambos diarios se comprende hasta qué punto el género establece códigos
comunes que se reiteran. Más allá del aparente misticismo de la coincidencia, la anotación
diarística se convierte en un signo literario imitable; la misteriosa equiparación entre dos seres,
única, se convierte en emulación; las fronteras entre el original y su doble se desdibujan, así
leemos a Chacel hablando de Gide, cuya obra no le satisface del todo pero se le equipara: “Pero
el caso es que, sin haber cambiado de opinión sobre su obra, su personalidad me ha resultado
más interesante de lo que esperaba porque, sobre todo en su mecanismo mental, tiene grandes
narrativa de Chacel, continuará con la lectura de los tomos de su trilogía novelística: “y sin
embargo no podré dejar de leerlos, por esa cosa de la simpatía, o empatía, o identificación”
figura, la llama tía, por el parecido que le encuentra con la hermana de su madre, busca artículos
sobre su obra y llega a tutear a sus familiares como si realmente los conociera. Su actuación no
es la de un fanático, sino simplemente la de ese lector ideal de diarios que ha sucumbido a una
60
La seducción que el diario provoca en los escritores proviene de las múltiples
lectura se ofrecen a un lector de diario, tantas como permiten las mismas especificidades de la
escritura diarística: dada la naturaleza de sus recursos, ofrece la posibilidad de realizar lecturas
convocan los otros géneros. De la misma forma en que la escritura de un diario ofrece al escritor
una enorme libertad, su lector puede permitirse todo tipo de elecciones, su posición siempre es
activa en la medida en que la lectura no está dirigida a articular la unidad de la obra sino a
mirada sobre las variables de esa composición y elegirá apelar, o no, a una totalidad significativa
a las que el diario convoca inciden también en sus posibilidades de análisis: los habituales
ha surgido hace apenas un par de décadas, la valoración de los diarios, en tanto obra literaria, ha
sido una tarea anterior de los escritores, y son sus diarios los que mejor exponen los distintos
61
CAPÍTULO DOS
Tradicionalmente los diarios han estado ligados a la imagen de un manuscrito, al cuaderno donde
día a día se escribe. El cuaderno rústico y secreto ha sido el símbolo de un género que surgió
históricamente en el seno del espacio privado. En el cuaderno, los trazos de las grafías son
póstuma, lo que legitimaba el pacto de sinceridad y espontaneidad que por mucho tiempo definió
transformado nuestra visión sobre la aparente esencia secreta del diario, hasta propiciar
adentrarnos en las estrategias literarias con que esa intimidad se escenifica en su proyección al
publicada cobra especial relevancia al permitirnos advertir tanto el intenso trabajo de reescritura
sus diarios. El archivo es particularmente revelador, no solo porque descubre los vacíos y
omisiones de ciertas publicaciones, sino porque da cuenta de los distintos estados de una obra
que se creía única, así como de los procedimientos que llevaron a su gestación; aspectos que
de la escritura, este capítulo se centra ya no en la lectura del diario ajeno sino del propio, en el
que tal operación de lectura conduce a una reescritura y recomposición de la obra que tendrá
62
como objetivo la publicación. El cuaderno incipiente se convierte así en un diario literario que se
desplaza de la categorización de obra meramente documental hasta situarse como obra artística
autónoma. Este planteamiento debate las ideas del estudioso del diario, Philippe Lejeune, para
quien “diaries are forms of praxis, not artistic works” (“Auto-Genesis…” 207). Como
observaremos, los escritores aquí estudiados buscan, por el contrario, hacer de esa escritura una
obra.
publicada de los diarios de Alejandra Pizarnik, Alberto Girri, Augusto Monterroso y José
Donoso. Tomaremos en consideración los manuscritos de los diarios de los cuatro escritores
depositados en los archivos de la biblioteca Firestone en Princeton University, así como las
distintas ediciones de sus diarios publicados, citando en cada caso la fuente. Este ejercicio
comparativo de la reescritura de los diarios de dos poetas y dos narradores nos permitirá observar
que la práctica diarística en Pizarnik y Girri está estrechamente ligada a su poética de escritura,
la cual busca empatar el fragmento diarístico con la experimentación de sus formas poemáticas.
Por otro lado, observaremos que en Monterroso el diario se plantea como un cuestionamiento por
el género cercano a su práctica de las formas breves, mientras que en Donoso la escritura y
publicación de los fragmentos de su diario estará dirigida a reflexionar sobre el papel del escritor
1954, incluso antes, y lo continuó hasta 1972, el año de su muerte. Sus diarios fueron editados de
manera póstuma por Ana Becciú en el 2003 y posteriormente reeditados en versión ampliada y
63
corregida en el 2013.39 A partir de esta primera edición, el diario de la escritora ha sido uno de
los más estudiados en el ámbito de la crítica latinoamericana, situación apenas comparable con la
atención que ha recibido el diario de campaña de José Martí y, en menor medida, el diario de
Julio Ramón Ribeyro.40 El creciente interés por la vida y obra de Pizarnik emana tanto del
reconocimiento literario que ha tenido su poesía en los últimos años como de la seducción de su
turbulenta personalidad que la condujo al suicidio cuando apenas contaba con 36 años. Si bien el
con la obra literaria. En muchos casos la escritura de su diario es indiscernible, en forma y fondo,
de su obra poética. Esta condición es notable especialmente en los breves fragmentos de su diario
que la autora publicó en vida así como en los muchos pasajes que corrigió y reescribió con ese
objetivo.
entradas diarísticas bajo el título “Diario 1960-1961”, correspondientes a esas fechas. Asimismo
Poesía= poesía (1962), un texto que se compone de seis fragmentos pertenecientes a entradas de
su diario del mes de julio de 1962. Este texto fue posteriormente reproducido en francés en 1963
en la revista Les Letres Nouvelles bajo la traducción de P.X. Despilho. Además de estos
39
Hay algunos indicios de que Pizarnik inició su diario antes de1954, como lo muestra un fragmento del diario
incluido en una colección de cartas enviadas a su sicoanalista León Ostrov. Inés Malinow tuvo acceso a estos
escritos y en su introducción a la poesía de Pizarnik en el libro Poesía argentina contemporánea (2008), incluye un
fragmento de diario con fecha del 7 de diciembre de 1952 (283). En los manuscritos conservados en Princeton
University los cuadernos comienzan en septiembre de 1954 y comprenden hasta el 24 de septiembre de 1972 un día
antes de su muerte. La primera edición realizada por Becciú en el 2003 fue ampliamente criticada por los descuidos
editoriales así como por la supresión y censura de muchos pasajes (Venti “Los diarios…” párr. 3). La edición del
2013, corregida y aumentada, sigue planteándose por parte de la editora como una selección, en ambas ediciones la
supresión más significativa es la eliminación total del último cuaderno correspondiente a 1972.
40
Entre algunos estudios dedicados a los diarios de Pizarnik se encuentran La escritura invisible (2008) de Patricia
Venti, Una stagione all’ inferno. Iniziazione e identità letteraria nei diari di Alejandra Pizarnik (2006) de Federica
Rocco y Sujeto cuerpo y lenguaje en los diarios de Alejandra Pizarnik (2000) de Nuria Calafell Sala, entre otros
trabajos académicos.
64
fragmentos publicados, en su archivo se pueden encontrar varias piezas mecanografiadas
reescritas de su diario de los años 1961 a 1964, así como un cuaderno titulado “Resúmenes de
marcas de los manuscritos y en los variados usos de tintas y colores; práctica que mantuvo,
incluso, en el último cuaderno, 1972, correspondiente a una etapa de gran fragilidad y en la que
su escritura comienza a ser caótica e ilegible. Gráficamente la escritura de los diarios está llena
de marcas y símbolos que se anulan en la publicación. El uso variado de los colores en una
misma página llega a ser significativo en tanto explica las discontinuidades del texto, tanto como
la variación en los temas o los momentos de la escritura, aspectos que la uniformidad de una
edición no refleja. Sólo una publicación facsímil haría justicia, en toda su dimensión, a la
importancia que los diarios como objeto tienen, y al conjunto de significados que alberga su
materialidad.41 Esta es quizá la verdadera traición de las publicaciones póstumas, que va más allá
de la autorización de sus autores, tal como ocurre con los diarios de Pizarnik, donde grafías y
dibujos -ella también era pintora- serán ignorados por el lector, junto con los pasajes censurados.
En tanto el diario de publicación póstuma se rige bajo la ley de un editor, su destino deja de
competer al escritor para ser dirigido por criterios externos que, a su manera, darán una visión de
totalidad. El diario publicado por el escritor, en cambio, no es un producto final, tampoco una
periodos de tiempo sobre los que el autor elige trabajar. Así sucede con los únicos fragmentos
41
En el 2013 Ana Becciú realizó una publicación facsímil de 89 hojas mecanografiadas de un diario reescrito y no
publicado por Alejandra Pizarnik, titulado “Fragmentos de un diario. París 1962-1963”. Al ser un texto
mecanoescrito el interés gráfico es menor al de sus manuscritos, aún así resulta novedoso en tanto obra autónoma
planeada por Pizarnik. En Latinoamérica contamos, además, con las ediciones facsímiles de Diario: cuaderno de
disciplinas espirituales, de Ricardo Güiraldes; El diario del Che en Bolivia y El diario de Frida Kahlo: un íntimo
autorretrato. Sin duda, la extensión de los archivos y la dificultad de su lectura son un inconveniente para la
realización de ediciones facsímiles. Actualmente las ediciones digitales proporcionan caminos más viables para
reproducir y dar a conocer los manuscritos.
65
del diario que Pizarnik publicó en vida y que hasta ahora no han sido objeto de estudios
críticos.42
de la revista Mito, el escritor colombiano Jorge Gaitán Durán, aficionado al género y quien
también publicó en la revista fragmentos de sus diarios de viajes de la década de los cincuenta.
Sin embargo, no deja de advertirse la importancia que ya tenía esta escritura para Alejandra
Pizarnik en el conjunto de su obra, como se observa en su carta del 3 de octubre de 1961, en que
el formato del diario personal, es decir, pequeños fragmentos precedidos por una fecha. A partir
del cotejo de este texto con los manuscritos originales podemos advertir que si bien la
publicación guarda amplia relación con el contenido y las fechas del diario original, la operación
función de una apuesta poética. Particularmente proponemos que en la reescritura del diario se
establece una filiación literaria con la novela Aurélia de Gerard de Nerval. Mediante esta
referencia la autora transforma la experiencia autobiográfica, típica del diario, en una experiencia
de lenguaje, es decir, en un texto que desplaza lo meramente testimonial para convertirse en una
obra en la que Pizarnik se autofigura bajo claves literarias. Aunado a este elemento, el diario
42
Un análisis preliminar sobre estos textos está en un apartado de mi tesis de maestría El diario como fragmento de
la poética en la obra de Alejandra Pizarnik (2009), donde estudio el conjunto de los diarios en relación con la obra
poética.
66
reescrito también revela una experimentación con las formas poéticas que caracterizan la obra de
Pizarnik.
“Diario 1960-1961” comienza con fecha del 1º de noviembre de 1960 y sólo comprende
esta breve oración: “Falta mi vida, falto a mi vida, me fui con ese rostro que no encuentro que no
recuerdo” (110). Este es sólo un extracto que la autora toma de la entrada original en la que
puede leerse:
sugerido en el párrafo original. El contexto aporta información que implica una sola directriz de
ambigüedad sobre la correspondencia de ese rostro, el cual puede pertenecer, o no, al sujeto que
43
Si bien algunos de estos fragmentos ya han sido publicados en la nueva edición “completa” de Ana Becciú
citaremos directamente el archivo de Princeton en el cual se pueden apreciar las correcciones que la autora hace en
su primera versión y que incorporamos en esta cita. Lo haremos exclusivamente en las entradas en que precisamos
ver las correcciones del original, para el resto de las citas del diario citaremos la edición de Becciú o la que
corresponda. En el original esta entrada está escrita con tinta negra y las correcciones, o suprimidos, en tinta verde.
Todas las citas del manuscrito original de “Diario 1960-1961” estarán tomadas del cuaderno de octubre de 1960 a
abril de 1961 (1960-1961; Alejandra Pizarnik Papers, Box 1 Folder 8; Manuscripts Division, Department of Rare
Books and Special Collections, Princeton University Library).
67
enuncia. La ausencia de rostro es también ausencia de identidad, de reconocimiento, en la frase
sólo se hace presente la voz enunciante, aspecto contradictorio si consideramos que comúnmente
comience con tal ausencia. Algo semejante se presenta en la entrada siguiente, con fecha del 24
de noviembre: es una imagen poética que refiere un posible encuentro amoroso con un cuerpo
desdoblamiento: […] “El cuerpo sin cabeza entró apartando con un gesto brusco la cortina
inexistente. Me hundí en la cama y el cuerpo me siguió. Las cosas hicieron un seco ruido como
de músculo al distenderse. Me hundí en lo oscuro del abrazo y no vi más que sus labios” (“Diario
1960-1961” 110). Cabe mencionar que este es un extracto literal de las últimas líneas de esa
entrada en el original, salvo una descripción que se suprime: […] “el cuerpo sin cabeza con cien
manos y cien labios […]”. En este punto el único elemento que marca la continuidad entre una
entrada y otra del diario publicado está articulada por la fecha y por el tópico de la no identidad
cuya representación ambigua sugiere tanto la presencia de un “doble”, como una fusión de dos
entidades ajenas. A este respecto es muy sugerente el fragmento siguiente del 11 diciembre:
Soñé:
Un bosque, me adelanto hacia mi enemigo que está apoyado contra un árbol y sonríe.
Aterrorizada me doy vuelta y me encuentro con lo mismo: el mismo árbol y el mismo
hombre. Todo se desdobló: el sol, el árbol, el hombre. Todos excepto yo que no sé si
avanzar o retroceder.
Al despertar pensé en Nerval y me dije:
¿Por qué no haré yo también un esfuerzo por ordenar y aclarar mi obsesión? Y decidí
anotar lo que se refiere a mi sentimiento de orfandad. (“Diario 1960-1961” 110)
68
Anoche me vi sin saber qué hacer. Creo que soñé algo así: un bosque, me adelanto hacia
un hombre que es mi enemigo, que está apoyado en un árbol, y me mira con sonrisa de
perseguidor. Aterrorizada me doy vuelta y me encuentro con lo mismo: el mismo árbol y
el mismo hombre. Todo se desdobló: el sol, el árbol, el hombre. Todos excepto yo que no
sé si ir adelante o retroceder.
Como se puede advertir en el original la dubitación “creo que soñé algo así”, acontece
reelaboración del texto, como sucede con la frase: “me adelanto hacia un hombre que es mi
enemigo…”, donde luego se puntualiza: “me adelanto hacia mi enemigo que está apoyado contra
un árbol y sonríe”, evocando aquí una sonrisa sin destinatario. Pero lo más significativo del
fragmento es la incorporación del escritor Gérard de Nerval en el texto reescrito. Este fragmento
se encuentra literalmente en el manuscrito original, pero en otra fecha (en la del 14 de diciembre
literaria y no bajo la consideración del tema biográfico del diario original; el texto reescrito se
funda, a partir de una tensión ficcional cuya filiación con el autor francés Gérard de Nerval es
determinante. Su mención nos sugiere un paralelismo con Aurélia (1855), obra que se inspira en
las impresiones sobre el amor, el sueño y la locura, que el autor francés tuvo en los últimos años
de su enfermedad. Aurélia es también una obra surrealista que evoca la presencia de la mujer
amada muerta mediante la imbricación de dicotomías como la vida y la muerte, lo irreal y lo real,
y la vigilia y el sueño. En la obra de Nerval el sueño no implica una evasión del pensamiento
sino una forma de existencia, mientras que los hechos cotidianos también se transforman dentro
69
En el diario reescrito, las referencias a la obra de Nerval, aún veladas en el texto,
transforman la experiencia o los sucesos vividos del diario original en función de un “orden
poético literario”. Así sucede por ejemplo, en la entrada del 15 de diciembre donde en el original,
encuentra y cavila decepcionada sobre la posibilidad de haber sido identificada por ella.
oficina: “No sé cuando empecé a buscar a esa persona. No sé quien es esa persona” […].
una multitud. La búsqueda real de la oficina que aparece en el manuscrito original, se convertirá
en una búsqueda plena de elementos oníricos, aquí la identidad se mantiene ambigua, al no hacer
fragmento:
Es hasta esta novena entrada donde se presenta la inicial de G. quien, a partir de este
momento, parece identificarse con la “persona” amada, señalada en los fragmentos anteriores. Si
bien en el original la inicial era M., letra correspondiente al nombre de Marta una mujer de la que
Pizarnik estuvo enamorada, en el texto reescrito es suplantada por la G., y hace alusión a un
hombre. Dos ejemplo literales de este cambio en la obra reescrita de Pizarnik se advierten en esta
entrada del manuscrito original donde en la misma fecha puede leerse: “Aún el sueño de anoche,
70
aún la visión de M. iluminada como una madona, erigida en mi confusión […]” . El otro ejemplo
que en el diario reescrito, en la misma fecha, aparece de este modo: “¿Y si G. me envidiara mi
masculino, lo inscribe en un relato romántico convencional que para la época no sería tal con dos
figuras femeninas en tanto la imposibilidad amorosa probablemente tendría otra lectura.44 Sin
embargo su reemplazo va más allá de un ocultamiento biográfico, pues, desde nuestro punto de
vista se asemeja más a la trasposición de nombres que opera en Aurélia el nombre que Nerval
elige para omitir el nombre de Jenny Colón, su gran amor fallecido, así lo sugiere el autor en la
obra: “Una dama, a quien amé largo tiempo, y que llamaré de nombre Aurélia, fue seducida por
abundantes y están cargadas del mismo delirio amoroso del texto reescrito, aunque sin esta
comparación entre ambos textos es muy difícil que se perciba el carácter ficticio de G. y por
tanto la intención deliberadamente literaria con que fue estructurado el texto publicado. La inicial
elegida por Pizarnik es muy significativa en cuanto nos remite al nombre de Gérard de Nerval y
a su obra, Aurélia, en la cual la búsqueda de la mujer amada, se sitúa también a través de claves
literarias, así se observa, por ejemplo, en estas palabras de Nerval: “¡Qué locura –me decía–
amar tan platónicamente a una mujer que no os ama… esta es la falta de mis lecturas: he tomado
en serio las invenciones de los poetas, y he hecho de una persona sencilla de nuestro siglo una
Laura o una Beatriz” (Aurélia 17). Esta simbiosis entre la literatura y la vida aparece también en
44
Pizarnik nunca declaró públicamente su preferencia sexual, y hay pasajes en su diario en los que rechaza las
etiquetas que definen la identidad, aunque su diario sí da testimonio de las diversas relaciones que mantuvo con
hombres y mujeres. En su diario reescrito simplemente se sigue la convención del amor romántico heterosexual.
71
el diario reescrito de Pizarnik, como se advierte en la entrada del 14 de enero donde escribe en
francés “Par litterature, / j’ ai perdu ma vie”. Que es una apropiación de los versos del poema de
Rimbaud en Les illuminations (1874): “Par délicatesse / j’ ai perdu ma vie” (144). Aquí los
versos entran en el diario reescrito para sustituir la descripción del día vivido, sugiriendo la
fusión entre literatura y vida. Tal fusión reviste un destino trágico por el que ambas se anulan,
como se insinúa varias entradas después en el diario reescrito de Pizarnik, hacia el 15 de abril de
1961: “La vida perdida para la literatura por culpa de la literatura. Por hacer de mí un personaje
literario en la vida real fracaso en mi intento de hacer literatura con mi vida real pues ésta no
de abril, nos ubica en una de las directrices de lectura bajo las que se puede comprender este
diario al sugerir que la realidad literaria articula el orden de la vida. El diario reescrito intenta
borrar las fronteras entre la vida, el sueño y la escritura. En este contexto es significativa la
entrada del 20 de abril: “Hoy, aún en duermevela corrí al espejo murmurando: ‘El sueño es una
segunda vida, ¿por qué habría de escribir cuentos fantásticos si yo no existo si debo ser la
justamente la frase con que inicia Aurélia, lo que nuevamente nos confirma la relación entre el
diario reescrito de Pizarnik y la obra de Nerval, tanto como explica la constante referencia al
sueño y a la literatura en el diario. Pizarnik juega con el pacto biográfico que impone el diario
como género, para reordenar sus días en función de una experiencia literaria mostrando que lo
La lectura de Aurélia por parte de Pizarnik se remontan a los primeros años de su diario,
ya desde 1955 equipara sus estados anímicos con esa figura literaria: “[…] Ya no soy Alejandra;
72
soy Aurelia, Genoveva o Ariadna. Ahora que la tensión se disuelve, prefiero ser Gérard de
Nerval. (Como dice Connolly, ‘ser Gerard de Nerval, ¡Pero sin sus sufrimientos, sin la locura!’ ”
(Diarios 133). Más adelante, el 4 de marzo de 1958, también escribe: “[…] (Y qué familiar qué
temor a la locura, generado por las constantes depresiones, aunado a su pasión literaria, fueron
los alicientes para reconocerse en la trágica figura del poeta romántico, incluyendo el paralelismo
escrita exclusivamente para ese texto a modo de cierre y como confirmación de su vocación de
poeta: “Hubiera preferido cantar blues en cualquier pequeño sitio lleno de humo en vez de
pasarme las noches de mi vida escarbando en el lenguaje como una loca” (“Diario 1960-1961”
115). A pesar de que la publicación concluye en esa fecha, hay indicios de la continuación de
este proyecto hasta cuatro años después, como se sugiere en una lista de actividades del 29 de
junio de 1964: “Relato de las diversas búsquedas de «G» : M.M; bar Odeón; La Méthode; Capri;
Marta Moia. Si bien no hay un relato publicado al respecto, siguiendo los episodios
autobiográficos, entre cartas y diarios, situados en Capri y St. Tropez, se trata de encuentros casi
eróticos con diversas personas, en los que la figura de Nerval seguirá apareciendo como
73
misteriosa que se acerca y se sienta en la mesa de al lado y no hace más que mirarme;
esto duraba horas; levantarme y sentir que me sigue, pero mirarla de nuevo y ver que no
es la de recién sino otra, una nueva, et c’est toujours la seule, -ou c’est le seul moment”.
(Cartas 79)
Los primeros versos aluden a la circularidad y la repetición. Según los arcanos el trece es
el número de la muerte, y el uno el número del origen, en el verso ambos momentos son
equivalentes. El poema, también llamado “Le ballet des heures”, alude a esa treceava hora
sobre “la première”, “le seul”, y “la dernière” hace referencia a esa simultaneidad. Esta es la
misma referencia que Pizarnik emplea para atribuir a «G», las diversas experiencias eróticas que
vive y que aún correspondiendo a personas distintas se sintetizan en una sola y se explican a
partir de una misma búsqueda. Es por obra de su escritura poética por la que estas figuras se
unifican hasta dejar de corresponder a una identidad o a un sexo específico. Por ejemplo, al
episodio de Capri en 1961, con una mujer, le sigue el episodio de Saint Tropez, documentado el
22 de agosto de 1962, aquí relata un encuentro amoroso con E., un hombre, y recurre a los
mismos versos: “Me recordaba tantos otros rostros que casi se lo digo si no fue que tuve miedo
de que se ofendiera. El poema «Artémis» de Nerval nunca fue más exacto : La treizième me
74
De este modo, la inicial G., en el diario reescrito, más que ocultar la identidad biográfica
de alguien, es la letra empleada para hacer confluir en ella a todos esos rostros que son en
realidad uno solo: un símbolo de la búsqueda perpetua. Artémis y Aurélia son también
personajes y textos que se empatan: la diosa, la amante y la figura literaria son una misma. De
allí la consideración de Pizarnik de que Aurélia de Nerval “es una especie de glosa del soneto
Artémis” (Diarios 493). De igual forma, Pizarnik evoca ambos textos en su diario para convertir
sino que alude también a una exploración de la forma. El diario reescrito está en consonancia con
varias entradas del diario de 1962 Pizarnik señalará el “estilo purísimo” que tanto admira de la
obra de Nerval, al grado de señalar que ningún escritor en lengua española ha logrado la finura y
simplicidad de Aurélia. Obra sobre la que la poeta se refirió en otra entrada de su diario:
La definición de esta novela como “poema” es muy significativa en tanto nos ayuda a
repensar el mismo texto de Pizarnik sobre el que podemos aventurar que logra el cometido de
una prosa-poesía deseada. Octavio Paz llamará “visión analógica” a la concepción del mundo
como ritmo, como se muestra en la prosa francesa del romanticismo. Paz señala que entre “las
obras centrales del verdadero romanticismo francés se encuentre Aurelia, la novela de Nerval”;
para Paz, que la califica de novela, su condición prosódica, vinculada al ritmo del poema, se
75
deriva del manejo de los acento tónicos en el francés, lo que lo lleva a justificar el origen y
consolidación del poema en prosa en esa lengua (Los hijos 98). Sirva esta reflexión para
justificar el carácter indeterminado, entre novela y poema, que Pizarnik le adjudica al texto de
Nerval, y en particular reconocer el trabajo estético y literario que advierte en él antes que
composición común del género diarístico en que se funda. Sin embargo, el texto también nos
remite a algunos rasgos de la poética pizarnikiana que podrían vincularse con el problema de la
forma. Así se refiere a su diario el 25 de julio de 1962: “Este diario –sea cual fuere su valor
estético– podría ilustrar un estudio sobre la contención y la expansión literarias.” (Diarios 429).
El diario se relaciona con la posibilidad de construcción de una prosa que no excluya el carácter
poético, y culmina con el cuestionamiento y la disolución de las formas y los géneros. Esta
problemática da inicio con la exploración que Pizarnik lleva a cabo sobre el poema en prosa, el
intento por definir lo poético y, a la vez, un deseo de abolición de los esquemas genéricos. La
como un juego tensional entre ambas y desemboca en el “fragmento” como una de las
45
El libro Aporética de la muerte: estudio crítico sobre Alejandra Pizarnik (2004) de Carolina Depetris documenta
el tema del poema en prosa en la obra de Pizarnik.
76
Un ejemplo radical de esta operación se observa en el método de composición del texto
“Fragmentos de un diario”, escrito integrado por siete fragmentos inconexos, ligados por el título
Estableciendo una comparación con los diarios originales, advertimos que los fragmentos
fueron recortados literalmente del mes de julio de 1962, por lo que no hay labor de reescritura en
ellos. Los fragmentos están ordenados de manera “arbitraria”, pues aunque su contexto original
es extenso y descriptivo no hay ninguna relación con él en la selección. En una primera lectura
FRAGMENTOS DE UN DIARIO
Y habrá la misma sed, la que no se refiere ni al agua ni a la lluvia, la que sólo se sacia en
la contemplación de un vaso vacío. [A]
Y apenas aparezco todo se hace imagen lejana que está en un lugar al que accedo si me
destruyo y me desmorono. [B]
Alguien invoca, alguien evoca, alguien pide penitencias, remisiones, revisiones. Es la
hora de horadarse. La hora del oráculo. Alguien pide treguas, límites. ¿A quién? Vieja
historia. [C]
¿Qué podemos pedir sino más sed? Y todo –desde el río hasta sus ojos amados– para
terminar “exactamente como un perro”. Elle nʼ en pouvais plus d’exister. Cada instante
que pasa es como si me pasara a mí. [D]
—Cuando yo muera, ¿quién me lo va a decir? (Esto le dije, pero mis palabras eran como
máscaras solitarias caminando a la altura de un rostro humano en una tarde de lluvia). [E]
Aún saber que no hay solución me tranquiliza como si la hubiera. [F]
No eres tú la culpable de que tu poema hable de lo que no es. Si hablara de lo que no es,
quiere decir que no vino en vez de venir. Pero ¿por qué hablo con verbos activos como si
me hubiera pasado la noche con una espada en la mano? [7G].
( “Fragmentos de un diario” 5)
46
Como ya se mencionó el texto fue publicado en la revista Poesía= poesía” (1962). Este texto no ha sido integrado
en ninguna edición de las obras completas de Pizarnik.
77
Los fragmentos A, B y C corresponden al 25 de julio, el fragmento D al 26 y 27 de julio,
con el título y el contenido del “poema” deja al lector a la deriva ante la no asimilación de la
identidad del enunciante. La complejidad entre las frases comienza con las disonancias entre los
sujetos de enunciación en cada fragmento, lo que anula la continuidad desde el inicio. La primera
persona del singular se utiliza en el fragmento B, en el E y el F, mientras que hay una primera
“personajes” cuya identidad se borra. En esta operación también se inscribe la visión poética que
Pizarnik construye en gran parte de su escritura, que en algún momento definió de este modo:
Una escritura densa hasta lo intolerable, hasta la asfixia pero hecha nada más que de
vínculos sutiles que permitirían la coexistencia inocente, sobre un mismo plano, del
sujeto y el objeto así como la supresión de las fronteras habituales que separan al yo, tú,
él, nosotros, vosotros, ellos. Alianzas, metamorfosis. (Prosa 305)
El texto en su conjunto remite a esa síntesis de voces que conducen a una mirada neutra,
donde la pregunta “¿quién habla?” o “¿a quién se habla?” carece de respuesta. Esta ausencia
tiene su correlato en el sentido de los fragmentos, los cuales se advierten determinados por una
falta: la sed, la imagen lejana, la invocación, la soledad, la muerte, etc. A la vez, los fragmentos
sugieren una paradoja: la presencia de la ausencia: “la sed que se sacia en el vaso vacío”,
“cuando yo muera ¿quién me lo va a decir?”, “Elle n’en pouvait plus d’ exister”, “aún saber que
no hay solución me tranquiliza como si la hubiera”, “No eres tú la culpable de que tu poema
hable de lo que no es”, etc. Tal contradicción, reiterada en cada uno de los fragmentos, va
78
Más allá de formular una interpretación, es importante acentuar la importancia del
mecanismo del collage que se emplea, el cual sugiere una nueva posibilidad de lectura instaurada
por el diario, en cuanto género, y una nueva posibilidad estética para esta forma de composición.
sus diarios en 1969: “La idea del collage me sobrecoge y me desampara. La unión de los
fragmentos vale la pena si cada fragmento es válido de por sí. Quiero decir: si los fragmentos son
fragmento no es un sedimento, sino una unidad. Los fragmentos que Pizarnik unifica en el texto,
ciertamente no están reescritos, sino que fueron recortados y ordenados; esta actividad surge de
“desmontar” la escritura del diario original y ejercer un control sobre esa escritura antes
La operación de collage debate ese eje que caracteriza al diario por tradición: “la
Blanchot, deja de ser la esencia del diario. Los fragmentos se convierten en una articulación
azarosa determinada por el acto de cortar y pegar. La labor de ensamblaje de esa escritura
texto recortado, sin siquiera reescribirse, funda un orden nuevo a partir de su extracción y
reordenación, pues marca un nuevo inicio y un nuevo final, generando otro significado. Esta
operación no busca el fin de la interpretación sino al contrario: se elimina el contexto para exigir
79
El método de composición de “Fragmentos de un diario” es un ejemplo de una nueva
operación de lectura, una lectura activa en la que el diario se ofrece como un abanico de
posibilidades donde el lector puede extraer instantes, líneas, frases, pasajes, “fragmentos” que le
En este nuevo conjunto que ofrecen los diarios, el fragmento puede ser considerado como
un momento dialéctico de un escenario más amplio, tanto como un mero epigrama. En nuestra
interpretación apelamos a una visión más bien integral sugerida por la reiteración de ciertos
“estados” o temas, en busca de un punto de apoyo, ya que el texto es susceptible de potenciar aún
más su sentido si no se contemplan tales relaciones entre los fragmentos; pues en una lectura
No obstante, esa también es una posibilidad de los fragmentos del texto, actuar de manera aislada
y generar por sí mismos otro sentido. El texto responde al carácter de “literatura de fragmento”,
de los diarios reescritos de Pizarnik sea, a su vez, una consecuencia formal de esa aspiración por
47
Para Maurice Blanchot al igual que para sus contemporáneos -Jacques Derrida, Roland Barthes, Michel Foucault,
entre otros- la llamada escritura de fragmento se relaciona con una posición de resistencia y con un cuestionamiento
a la hegemonía de los modos del discurso. El fragmento se configura como el modo de neutralizar el sentido, no se
dirige al escepticismo sino a la posibilidad de generar un sentido en constante devenir y renacimiento, no implica
una interrupción sino una huella de otro lenguaje y otro pensamiento; el fragmento no es propiamente un fragmento
textual sino una forma de escritura y de pensamiento que no se rige por la unidad o la totalidad. En libros como El
paso no más allá (1973) y La escritura del desastre (1980) Blanchot explora estas ideas sobre la literatura de
fragmento.
80
“Diarios 1960-1961” y “Fragmentos de un diario” responden a una condición fragmentaria
que no es accidental, sino que se relaciona con un sistema de pensamiento poético y filosófico
Otro escritor argentino, Alberto Girri, emprenderá un diálogo semejante con sus diarios. A
diferencia de Alejandra Pizarnik, a Alberto Girri el diario no lo acompañó como “prenda íntima”
sabemos que tal práctica comienza allí: “Entre enero y agosto de 1971, mientras escribía “En la
letra, ambigua selva” me propuse a la vez la experiencia para mí inédita, quizás apasionante, de
registrar día a día mediante anotaciones breves y esquemáticas, cuanto se relacionara con aquel
libro”.48
entradas fechadas, casi todas divididas a su vez en fragmentos. En la obra de Girri, como es
notable a partir de esta publicación, comienzan a ser evidentes las reflexiones sobre la
Esta función puede ser observada en los fragmentos en prosa que acompañan algunos de sus
libros y que parecen ser prolongaciones de este primer diario, nos referimos a El motivo es el
poema (1976), Lo propio de todos (1980) y 1989/1990 (1990), compuestos por un poemario y
sus correspondientes reflexiones en prosa; fragmentos que si bien fueron concebidos como
diarios, en la publicación se han suprimido las fechas que los asocian con el género.49 La
48
Estas palabras, tomadas del mecanoescrito original, forman parte del prólogo, el cual incluye ligeras variaciones
en la versión publicada, como lo es la eliminación de la aclaración “para mí inédita”. Las citas del mecanoescrito
estárán tomas de: Diario de un libro, version B, TMs with corrections; 1972; Selected Papers of Alberto Girri, Box 1
Folder 8; Manuscripts Division, Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library.
49
Una prueba de esta operación se puede constatar con el mecanoescrito del libro El motivo es el poema, compuesto
de fragmentos que reflexionan sobre el quehacer poético y que aparecen fechados a manera de diario con entradas
81
eliminación de tales marcas nos sugiere la inscripción de los fragmentos en un espacio literario
que no se delimita al diario personal, sino que se extiende a la exploración de las diversas formas
que para Girri adopta la poesía. Desde la primera entrada de Diario de un libro, a pesar de su
título, y de ser el único libro que sí conserva las fechas en la publicación, observamos este tipo
de operaciones:
Lunes 4
Escribir. Examinar, mínimamente, aspectos de la propia vida. A qué conduce ese
paciente recoger de minucias; un sólo instante de iluminación debiera bastarnos. Darnos
cuenta que recorremos lo probado ya por incontables generaciones. Darnos cuenta. Pero
entenderlo racionalmente no sirve demasiado. El que no está dispuesto a admitir que
toma el riesgo de dejar alguna vez de escribir para siempre que no continúe haciéndolo.
(Diario 13)
Lunes 4
Un Diario personal [Tachado] Examinar, mínimamente, la propia vida. Inutilidad. ¿A qué
conduce [Tachado] si un solo instante de iluminación debiera bastarnos? Darnos cuenta
que recorremos lo ya hecho por incontables generaciones. Darnos cuenta. Pero ent.
racion. no sirve de mucho [Tachado] El [Tachado] que no esté dispuesto a admitir
que[Tachado] toma el riesgo de dejar de escribir para siempre [Tachado] que no siga
haciéndolo. escribiendo. Que no se ilusione con que aun le quedaría el refugio de un
diario.50
que van del 4 de enero al 11 de noviembre de 1975. Todas las fechas fueron eliminadas en la publicación y algunos
fragmentos fueron cambiados de orden. En la publicación se incluye un poemario al que le sigue como apartado ese
conjunto de fragmentos, titulado también “El motivo es el poema”. Los libros Lo propio de todos y 1989/1990,
también contienen un poemario y una segunda parte hecha de fragmentos, llamada también “El motivo es el
poema”. Si bien no hay mecanoescritos fechados de estos últimos es evidente que el nombre del apartado sugiere un
procedimiento semejante, así como el título de 1989/1990, el cual alude probablemente a las fechas en las que fue
escrito. En el presente trabajo nos centraremos principalmente en Diario de un libro.
50
Diario de un libro, version B, TMs with corrections; 1972; Selected Papers of Alberto Girri, Box 1 Folder 8;
Manuscripts Division, Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library.
82
En el texto reescrito se elimina la expresión “Diario personal”. La otra supresión
significativa también alude al diario: “Que no se ilusione con que aún le quedaría el refugio de
un diario”. A partir de tales cambios se busca aludir a una definición más amplia del “escribir”,
por lo que la reflexión no se limita al proyecto del diario sino al acto en general, a una
experiencia de escritura que está más allá de los géneros. El “recoger de minucias”, que sustituye
oposición a la revelación que es el poema. El diario, que se gesta por acumulación y repetición,
tampoco existiría sin la práctica continua que exige el poema, el ejercicio, el constante “hacer”,
uno de los tópicos de su obra. La entrada también evoca el epígrafe que Girri utiliza en su
segundo “diario”, El motivo es el poema: “Toutes choses sont dites déjà, mais comme personne
n’écoute, il faut toujours recommencer”. La cita es de André Gide, y aparece en “El tratado de
Narciso”, con dicha expresión Gide se justifica para volver a contar, en sus palabras, el mito
la obra, a la acción.51 Pero el poema no es nunca algo concluido, es siempre un estar en camino,
un hacer del poema, un ejercicio. Los fragmentos de su diario son, al igual que los poemas, esa
prolongación del ejercicio. El diario como ejercicio disciplinario es también la escritura que
permite la práctica y la continuidad. El ejercicio se sitúa de esta manera del lado de lo inagotable
y lo inacabado. Son los fragmentos del diario los que de manera literal representan la aspiración
83
poemario se convierten en textos indiscernibles e inseparables que alimentan el perpetuo hacer
de la obra.
como volúmenes independientes el mismo año.52 Sin embargo es evidente la exigencia de una
lectura como reconstrucción del juego especular que establecen ambas obras. Lo es aún más ante
las entradas crípticas del diario que se enriquecen con el conocimiento de la referencia que
ofrece el poema. Los fragmentos permiten diversas líneas de lectura, una es atender a la reflexión
sobre la creación, identificar las “influencias”, los “juicios” sobre ese hacer; la otra que es la que
ocupa justamente a la “génesis, correcciones, variantes” (Diario 7). En la primera vía se destaca
el reconocimiento de las fuentes que hacen posibles los poemas: conversaciones, documentales,
películas, piezas artísticas, obras literarias, etc. En la segunda, y una de las más sugerentes, la
juego de lectura y reescritura de la propia obra en el interior del diario. Estas operaciones pueden
ofrecemos tan solo el ejemplo de la gestación del poema “Doppelleben”, cuya primera mención
aparece el 26 de febrero:53
Viernes 26
52
Esto no sucedió con El motivo es el poema, Lo propio de todos y 1980/1990 integrados en un volumen con su
poemario respectivo.
53
La entrada de la versión publicada no es muy distinta a la del mecanoescrito, salvo el segundo fragmento:
Febrero 16 / Reflexiones sobre la “doble vida” (doppelleben), la constante, inevitable disociación. La
mirada de Benn enfrentando al dictum de Hegel de lo interior y lo exterior del hombre es una unidad
irremediable.
***
La idea del poema está allí. Esperar. ¿Dobles vidas disociadas”? (Diario 47).
El segundo fragmento, en el original, da cuenta del cometido del poema. Como estrategia retórica, el fragmento se
reescribe y en esta nueva frase, Girri deja en estado de “espera” y cuestionamiento lo que antes había sido
afirmación.
84
Benn, su prosa. [Tachado] Reflexiones sobre la “doble vida” (doppelleben), la constante,
inevitable disociación. La mirada de Benn enfrentando al dictum de Hegel de que lo
interior y lo exterior del hombre constituye una [Tachado] irremediable unidad.
***
Poema describiendo las actitudes antagónicas que señala Benn.54
“Doppelleben”, cuarto poema perteneciente a la sección “metáforas”, la primera de las
tres que componen En la letra, ambigua selva, establece un dialogo directo con la obra
autobiográfica Doppelleben (1950), en español Doble vida, de la que toma el título. Doppelleben
es una obra del reconocido médico y escritor alemán Gottfried Benn quien enfrentó la acusación
tiene como detonante la carta que el joven Klaus Mann le envía cuestionándolo por su
poder en turno y volver a ser el aliado y modelo literario que había sido para los jóvenes
acción efectiva: “En fin, el pensar y el ser, el arte y la figura del que lo hace, incluso el actuar y
la vida propia de los particulares son modos de ser completamente separados y me abstengo de
54
Diario de un libro, version B, TMs with corrections; 1972; Selected Papers of Alberto Girri, Box 1 Folder 8;
Manuscripts Division, Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library.
85
Los primeros versos del poema de Girri son una especie de reproche al trabajo de aquel
incapaz de llevar su prédica a la esfera de la acción. En la entrada del jueves 15 de abril se cita
86
interlocutor, en lugar de la expresión “menos espectacular”, la frase reza: “Nada de eso”.
La conversación del café se abona a la otra fuente del poema, que es la obra de Benn y su
cuestionamiento a la visión hegeliana del hombre como unidad de pensamiento y acción, citada
de que lo interior/supone con lo exterior /un vínculo ineludible”? (En la letra 40). En Diario de
un libro aparecen un par de referencias más, como la del sábado 17 de abril en la que se
cuestiona la postura de Benn ante el nihilismo y a la vez se ofrece una lectura concluyente: “Es
posibilidad de elevarse del abismo por el mero hecho de cumplir una obra: alcanzar la inacción
(el silencio), a través de la acción” (80). A diferencia de ‘los “supérstites”, la obra poética de
Benn está por encima de su inacción política, constituyéndose en otro modo de “actuar” que lo
salva; esta condición es precisamente la justificación de la “doble vida” de la estrofa final del
poema de Girri:
Benn, que llevó la doble vida de médico y artista, reconoció en la acción presente y
cotidiana de su práctica médica y su escritura, la única realización posible, la única vida posible,
87
La “doble vida” como un signo trágico de la escisión entre el escritor y su pensamiento, y
entre el pensamiento y la ejecución de la obra, se impone también en la práctica del “diario del
libro”. Girri cuestiona la existencia de un único y auténtico “Yo”, por lo que no le será posible
seguir hablando de un “diario personal”. Escribir es, de forma ineludible, llevar una doble vida.
Girri omite en casi todas las entradas de sus distintos “diarios” hablar desde un yo eligiendo el
impersonal tanto como el nosotros; reflejo de su apuesta poética, consolidada a finales de los 70,
entre el creador y lo creado. Idea en la misma línea poética de Blanchot para quien escribir es
La influencia de Benn en Diario de un libro no se limita a este poema, sino que cobra
importancia en otra de las reflexiones que competen a la obra de Girri. Como lo es su visión de la
“prosa absoluta”: “Una prosa fuera del espacio y del tiempo, construida en lo imaginario, en lo
momentáneo […] ” (Benn 118). Ideas que Benn toma de Pascal y Flaubert y que le permiten la
de las palabras. Esta cuidadosa atención en la sintaxis también se explora en la obra de Girri,
para Sergio Cueto, ésta constituye la “ética de la lírica” y es, en realidad, una “enseñanza de la
prosa”; la prosa no “tergiversa” las palabas para volverlas símbolos –la llamada “desviación” de
Jean Cohen (43)– antes bien presupone la sobriedad y la transparencia del lenguaje (Cueto 152).
aunque no del tipo de prosa lineal que privilegia un eje narrativo al modo de su libro Prosas
fragmento que diluyen la tajante oposición entre prosa y verso.57 La escritura que nace como
57
Como ya mencionamos, el fragmento surge como rechazo a la visión unitaria del pensamiento y, en un sentido
formal, elimina la tradicional dicotomía que entre verso y prosa.
88
representación del individuo escindido es siempre una escritura fragmentaria: “poemas escritos a
lo largo de una vida, con la intención de borrar toda traza de esa vida. Literalmente: Écrire n’est
pas destiné à laisser des traces mais à effacer par les traces toutes les traces, à disparaitre dans
sostenerse en la antigua potestad del yo. Su diario es, contrario a la vocación común del género,
proceso creativo: “Opinar sobre el poema. El espectáculo de esa opinión volviéndose, antes o
después, en contra de uno” (Diario 114). Opinión maleable, transformada por el proceso mismo
“¿Tratar de aclararme con referencias de toda clase, exteriores o subjetivas, qué perseguía cada
escriturario es una de las más reconocidas funciones de los diarios. No es casual que José
Donoso conciba igualmente a los suyos como “la cocina del escritor” (Diarios 483). Pero entre la
brecha que separa la concepción de ambos diarios. El hacedor difiere del poeta o escritor, en
89
tanto observa su práctica como oficio cotidiano, sin el revestimiento de la figura de autoridad que
cubre al poeta o escritor. Así lo describe Girri parafraseando el ensayo de Roland Barthes
“Écrivains et écrivants” en otro de sus libros: “El escritor (poeta), como alguien con matices de
sacerdote, en tanto que el hombre que hace poemas (que escribe, hacedor), asume un papel
asimilable al de oficinista” (El motivo 106). La distinción entre escritor y escribiente (hacedor)
literatura. Para el escritor su trabajo tiene un valor de cambio, “sacerdote asalariado” lo califica
Barthes (Lo obvio 206). El escribiente, por el contrario, ejerce una escritura que no admite la
constituirse en verdad esencial; el trabajo del escritor se asume como un gesto, un hecho,
mientras que el escribiente encara su quehacer como actividad inagotable, como práctica y
ejercicio. Al amparo de esta última definición se ubica el trabajo de Girri y Pizarnik donde la
Esta concepción de la escritura diarística de ambos poetas contrasta con la visión que opera
reconstrucción del escritor como personaje y figura pública se aleja de ese deseo de anulación
del que escribe para revestirse de la autoridad, paródica o solemne, del escritor.
II. Los fragmentos de un diario de Augusto Monterroso y José Donoso: entre el cuaderno,
el periódico y el libro
obra por el soporte material de esa escritura, pensaríamos en el deseo de posteridad del primero,
90
reflejado en lo imponente de sus grandes cuadernos pasta dura y letra perfecta. Mientras la
Monterroso, marca Scribe, más propios de ese escritor tímido que desdeñaba la fama.58 Una cosa
Diversos elementos ligan a ambas publicaciones, que dan cuenta de la consagrada posición
colaboración cada uno de ellos definió su cometido. Monterroso lo hizo en estos términos:
Con estas palabras Monterroso cuestiona el “pacto” del autor con el lector que da
legitimidad a la verdad de aquello que se cuenta en los diarios (Lejeune El pacto). La verdad de
su diario se revela como una verdad de escritura, una máscara del yo. La máscara que
Monterroso utilizará es también la del humor que caracteriza su obra. Si la verdad es aburrida
habrá por tanto que inventarla y esa invención constituye la única realidad que es, en suma, la
realidad del instante de la escritura.
58
La uniformidad del soporte material de los diarios es también reflejo de la continuidad de la escritura, tanto como
de las “manías” de su autor. Piglia, al publicar sus diarios, también especificó como eran los suyos: “las entradas de
estos diarios ocupan 327 cuadernos, los cinco primeros son cuadernos marca Triunfo y el resto son cuadernos de
tapa negra que ya no se encuentran y cuyo nombre era Congreso” (Los diarios 12).
59
Otros escritores han llevado a cabo esta práctica, como lo hicieron Federico Gamboa y Ricardo Piglia,
brevemente. Hoy día podríamos reconocer esa misma forma de expresión inmediata en el blog.
60
Monterroso, Augusto. “Fragmentos de un diario”. Uno más uno [México] 10 Dic. 1983.
91
Para Donoso, en cambio, el diario publicado, aspira a ser un medio de exposición y
documentación de las trasformaciones del escritor y su obra. Una forma de entrega a ese público
anónimo que ya lo reconoce:
Mi interés, en relación a con ABC literario, es la posibilidad ahora que estoy revisando
algunos de estos cuadernos, de entresacar trozos de aquí y de acá, que retratan lo que voy
pensando, lo que me va moviendo y alterando en distintas épocas de mi vida (y lo que es
publicable sin sonrojarse), y después de pasarlo por la máquina para las naturales
enmiendas, entregárselo a ABC para su publicación. Será algo sin orden aparente, sin
fechas que tengan consecuencias unas con otras. Tal vez resulte novedoso esto de abrirse al
público y mostrar algunos de los andamios que sostienen –malamente– una personalidad, y
una obra literaria: la cocina del escritor en suma. (“Fragmentos…” 483)
Los cuadernos de los diarios de José Donoso se encuentran en la actualidad en dos archivos,
los “diarios tempranos”61, de 1950 a 1966, se albergan en University of Iowa, mientras que los
cuadernos de los años posteriores, y hasta 1996, poco antes de su muerte, están depositados en
Princeton University. En vida José Donoso publicó únicamente algunos fragmentos de sus
corresponde a entradas de su diario de octubre de 1976, cuando Donoso tenía 55 años. El último
61
Así titula Cecilia García-Huidobro la edición que ella realiza de estos Diarios tempranos. Donoso in Progress,
1950-1965 (2016), donde incluye una amplia selección de diarios de ese periodo, además de una detallada
descripción de los materiales. A decir de la editora, la publicación de estos primeros diarios parte de un acuerdo
realizado entre la Universidad Diego Portales y Pilar Donoso, hija de José Donoso, quien en 2009 publicó la novela
Correr el tupido velo. La novela está basada en documentos autobiográficos de sus padres, y especialmente en
fragmentos de lo que sería la segunda parte de esos diarios, es decir, después de mediados de los 60, razón por la que
García-Huidobro solo editó la parte anterior.
62
Los fragmentos de diario en el periódico fueron hallazgo de la investigadora Patricia Rubio quien los reunió en
Diarios, ensayos crónicas. La cocina de la escritura (2009). Hoy en día la hemeroteca digital del diario ABC se
encuentra disponible en línea, por lo que nos percatamos de la omisión de Rubio de alrededor de ocho publicaciones
del año 1990: 27 de enero (entrada del 27 de diciembre de 1989); 11 de febrero (entrada del 28 de diciembre de
1989); 25 de marzo (entrada del 5 de febrero de 1990); 2 de mayo (entrada de febrero de 1990) 10 de junio (entrada
del 17 de marzo de 1990), 24 de junio (entrada del 18 de marzo de 1990) y 8 de julio (18 de abril de 1990 ). Todas
las publicaciones fueron incluidas en la sección cultural de los sábados del diario Madrileño ABC, y en ocasiones
compartidas por la sucursal sevillana del diario. La última publicación del 8 de julio de 1990 es la única que se
92
sabido José Donoso era asiduo colaborador de diversos medios, entre ellos el ABC. La
publicación de su diario se ajustaba por lo general a la plana del tabloide que le estaba destinada
“Páginas de mi diario”. Esta publicación era el espejo de la que tres años antes hiciera
Monterroso, quién publicó en el suplemento Sábado del diario mexicano sus “Fragmentos de un
junio de 1985. Una versión revisada de estas publicaciones se recogerá en el libro de Monterroso
Letra e. Fragmentos de un diario (1986). Menos sistemático que el diario de Donoso, también
inician en 1955 y continúan hasta el 2001, aunque sus anotaciones son más bien esporádicas. A
diferencia del diario de Donoso nutrido de sendas entradas que documentaban diariamente su
vida personal y cotidiana así como la planeación de sus obras narrativas y el desarrollo de cada
periodos de su vida. Por ejemplo, en los apuntes diarísticos de 1955, los más antiguos que se
registran, incluye poco más de una docena de páginas escritas durante su exilio en Chile. Los
registros esporádicos vuelven a retomarse hasta 1967 durante un viaje a Europa, lo abandona
nuevamente para recomenzarlo en 1976 y continuar de manera intermitente. Será hasta 1984
encuentra en Blanco y Negro, que a partir de 1988, se incluyó como suplemento dominical del diario ABC. Para este
apartado utilizaremos la edición de Patricia Rubio, en caso de referirnos a las entradas no incluidas por Rubio
citaremos directamente la fuente del periódico.
93
cuando realmente se convierta en ejercicio disciplinario, alimentado por la necesidad de cumplir
(Munguía 146). La existencia y acceso a los manuscritos originales nos permite reconstruir y
incógnita.
En el prefacio Monterroso nos advierte que estamos ante tres versiones: la primera “se halla
en cuadernos, pedazos de papel, programas de teatro, cuentas de hoteles y hasta billetes de tren;
la segunda, a manera de Diario, en un periódico mexicano; la tercera en las páginas de este libro”
(Letra e 14). Más allá de la confirmación de esa declaración es significativo descubrir cómo
operan las transiciones entre las distintas versiones y cuál es el efecto de este proceso.
Si nos limitamos a la lectura del libro y a observar la disposición de los fragmentos a los
cuales precede una fecha, es posible caer en la confusión de que ésta corresponde al momento de
su escritura, cuando es más bien la fecha que el autor emplea para crear la cronología típica del
género. Al confrontar esas fechas que proporciona el libro con la versión del periódico,
periódico. Es significativo que sea justamente ese aspecto cronológico del registro lo que genera
63
Así se corrobora en la primera entrada de uno de sus cuadernos inéditos donde el 15 de febrero de 1984 anota:
Hoy en este momento comienzo efectivamente este diario, hasta hoy he anotado hojas en cuadernos aquí y allá
sin ningún orden. Ahora trataré de hacerlo sistemáticamente en este cuaderno, con esta pluma. En parte lo hago
porque esto me permitirá escribir mi colaboración semanal en Sábado del periódico Uno más uno que llamo
“Fragmentos de un diario” que empecé a publicar en diciembre pasado y en meses han ido formando un
público que me espera y me lee cada ocho días. (Notebook; Feb- Jul,1984; Augusto Monterroso Papers, Box 1;
Manuscripts Division, Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library).
94
volumen también remite a una forma de unidad amparada por el libro.64 Sin embargo, ese efecto
tanto como a la limitación de la plana; más cercanos a las entregas ajustadas a la columna
fragmentos, sin patrones establecidos. Las primeras publicaciones comienzan sin fechas, por lo
general se trata de tres fragmentos numerados con signos romanos, más adelante se limita a
señalar el día de la semana en algunos fragmentos, ocasionalmente les agregará un título y sólo
anotará una fecha puntual en algunos otros, particularmente en las colaboraciones de los últimos
meses. Esta presentación contrasta con la versión uniformada del libro, en donde incorpora un
título a cada uno de los fragmentos y elimina las fechas “originales” (cuando las había)
escritura, pero sobre todo a su particular método de composición. Como nos recuerda Lejeune,
en ningún caso se trata de versiones originales, en tanto el autor elabora en distintos sentidos su
escritura. Por otro lado, Lejeune considera que un diario “cannot be understood as a trajectory
governed by a project”, sino que se debe entender como una praxis ( “Auto-genesis…” 206-207).
Este aspecto es fundamental para reconocer la particularidad del diario de Monterroso, pues no
sólo estamos ante un diario de escritor, representado por el oficio de su autor, sino
64
La fecha es unos de los elementos, junto con el prólogo, que Wilfrido Corral destaca para aludir a una
vertebración de los fragmentos y reconocer cierta ‘continuidad narrativa’ en Letra e (“Las posibilidades…” 405). Si
bien estos son recursos que buscan la organización de los materiales publicados en el periódico, consideramos que
difícilmente puede hablarse de continuidad narrativa, apenas una recurrencia al tratamiento de ciertos temas que
rodean el mundo literario.
95
fundamentalmente ante un diario literario que problematiza el género desde un punto de vista
investigación, sí es posible observar una trayectoria dominada por un proyecto literario. En los
16 de febrero de 1984
Corrijo y redondeo mis Fragmentos de esta semana. En cuanto a esto me ha aliviado
mucho la idea, o la decisión de que su contenido no debe de aspirar a la universalidad, y
ser más bien deliberadamente local. Así estoy haciéndolo con el plan de anotar y
desarrollar algo de cada día de la semana: siete notas diferentes que pueden convertirse
en tres, dos o más, según cada tema dé de sí; el de hoy se redujo a tres.65
Monterroso, prepara sus colaboraciones por adelantado, hasta con un mes de anticipación
en los primeros meses.66 Esta es una de las razones por las que en los inicios de su publicación
los fragmentos no aparecen fechados. En la mayoría de los casos se trata de fragmentos escritos
exclusivamente para la publicación, y que en ocasiones toman de base algún apunte de su diario
el cual habrá de reelabora arduamente. Un ejemplo de esta operación puede observarse en los
fragmentos que publicó el 11 de agosto de 1984. Se trata de tres fragmentos fechados el 10, el 11
sólo bajo el título “La isla”, mientras que el tercero se publica con el título “Kierkegaard”. El
primer fragmento es la descripción de una escena de Monterroso en una isla desierta, que es más
bien una especie de estudio, rodeado por fotografías de escritores, y especialmente de los libros
65
Notebook; Feb- Jul,1984; Augusto Monterroso Papers, Box 1; Manuscripts Division, Department of Rare Books
and Special Collections, Princeton University Library.
66
Así lo menciona, por ejemplo, el 15 de febrero el de 1984: “Como llevo mucho, adelanto por temor a la presión de
cada siete días, hoy acabo de terminar el segundo borrador de lo que aparecerá el 13 de marzo, es decir, dentro de un
mes”. (Notebook; Feb- Jul,1984; Augusto Monterroso Papers, Box 1; Manuscripts Division, Department of Rare
Books and Special Collections, Princeton University Library)
96
del autor danés, entre ellos The Journals of Kierkegaard 1834-1854, el otro fragmento está
temáticamente relacionado pues alude al libro que le regalo “hace meses” su hija Marcela
titulado Mi punto de vista, de Kierkegaard. Monterroso reflexiona sobre el trabajo del filósofo y
julio de 1984, observamos que en realidad no fueron escritos en esas fechas, pues el 10 y 11 no
escribe en su diario, mientras que el 12 sólo registra, en cuatro líneas, una pesadilla. La visita de
su hija había ocurrido ciertamente hacía meses, el 24 de febrero de 1984, entrada de la cual toma
varias frases textuales de los fragmento publicados sobre Kierkegaard. ¿Por qué Monterroso
cambia las fechas? Por un lado, la utilización de las fechas de julio y su cercanía con el momento
inmediata de su autor, reforzando así la conexión entre el escritor y su público. Por otro lado,
Monterroso juega con la convención del género que exige “escribir a diario”, el vínculo entre los
contenidos de uno y otro fragmento, relacionados ambos con Kierkegaard, genera la imagen de
una reflexión constante del escritor que hace del mundo literario su inspiración cotidiana, esto
solo vale, desde luego, para la publicación periódica, ya que como mencionamos en el libro
“fragmento” de Kierkegaard:
Comienzo a reunir material para Frag. No. 37 (el 36 ya está hecho y hablo en él de
Kierkegaard, pero he venido posponiendo su publicación por tratarse de lo que llamo
“intemporales”, es decir, en que se pueden publicar en cualquier momento o sacar de
apuros si estoy en otro país. Sigue torturándome la autoimpuesta obligación de publicar
97
en cada semana, pero esta es la única manera de escribir (los). Espero que en el camino
van saliendo otras cosas.67
su fragmento 36, a pesar de que cada publicación está a su vez fragmentada. A lo largo de su
diario hace alusión a dichos fragmentos a partir del número de su publicación, en este caso, la
colaboración estaba compuesta por tres fragmentos.68 Esta clasificación se identifica con la
manera en que concibe su colaboración como una unidad publicable, que no es, como hemos
insistido, una escritura estrictamente cotidiana y espontánea, sino un texto que utiliza como
Monterroso llama aquí fragmentos “intemporales” justo esos fragmentos a los que sí fecha en la
“intemporal” en tanto no está sujeto a la comprobación de situaciones reales que impliquen una
relación directa con los acontecimientos del país o de su entorno, caso distinto al de otros
fragmentos que aluden a un evento que tiene lugar en su contemporaneidad y que le interesa
referir, por ejemplo, el comentario de un libro recientemente publicado, una entrevista, un viaje,
etc. Son más los fragmentos “intemporales” que integran el libro, determinados por esa forma de
escritura por entregas a la que le obligaba el periódico, tanto como su propia disciplina. Su diario
original constituye, en gran medida, el apunte de los días que serán la base del “recuerdo” o la
67
(Notebook; Feb- Jul,1984; Augusto Monterroso Papers, Box 1; Manuscripts Division, Department of Rare Books
and Special Collections, Princeton University Library)
68
Atendiendo a esta nominación de los fragmentos, el título del libro “Fragmentos de un diario” de Monterroso
cobra un doble significado. Por un lado, son fragmentos de un hipotético diario personal, por otro, son también los
fragmentos de un diario en el sentido de periódico. Recordemos que en Francia se optó por la denominación
compuesta “journal intime”, para poder diferenciarlo del “journal” entendido como medio periodístico (Leleu 28),
en el título elegido por Monterroso se mantiene esa ambigüedad.
98
evocación del texto publicado, de allí que en el prólogo aluda a la presencia de “recuerdos de
preferencia reales aunque no necesariamente apegados a la verdad”. Ese primer registro habrá de
disciplina que combate la infecundidad. Durante el año y medio que dura su participación en el
periódico deposita todo su esfuerzo en ese único trabajo, con lo que transforma el supuesto de la
simpleza de la escritura diarística, hasta elevarla al rigor con que escribe sus relatos breves.
espontaneidad y naturalidad, como se advierte en esta cita de su diario inédito del 6 de agosto de
1984:
que hay detrás, reflejado en el cúmulo de correcciones y versiones previas.70 Monterroso escribe
69
Notebook; Feb- Jul,1984; Augusto Monterroso Papers, Box 1; Manuscripts Division, Department of Rare Books
and Special Collections, Princeton University Library.
70
En el archivo de Monterroso se encuentra, por ejemplo, la carpeta titulada “Letra e. Drafts”, la cual contiene las
diversas versiones de su colaboración en el periódico que incluyen, por lo general, una versión manuscrita (que sería
la segunda si contamos al cuaderno como la primera), además de dos o tres versiones en máquina cada una de ellas
con correcciones respectivas, en las que se suprimen fragmentos o se cambian palabras. Cada una de estas versiones
99
sus fragmentos desde la necesidad de conocer un género y así transformarlo, su obra, como se ha
(Corral Lector), lo mismo ocurrirá con el diario. Escribir el diario y publicarlo se convierte, para
Monterroso, en un aprendizaje constante del género, bajo el deseo de articular una nueva forma
de comunicación con el lector, en la que por primera vez habla a un público directo desde la
posición de escritor consagrado, figura que a cada paso intentará también ridiculizar tanto como
humanizar.71 Su atención y lectura asidua del género se revela en sus reflexiones sobre los
diarios de Amiel, Du Bos, Emerson, Junger, Kakfa, Kierkegaard, Pavese, Renard, Woolf, entre
también están dedicados a problematizar el género: “ADN literario”, “De la tristeza”, “Diarios”,
”Negación para un género”, “Ventajas de un género”, entre otros. Él mismo explica la naturaleza
está también fechada con lo que se advierte el proceso de escritura del fragmento a lo largo de los días.
Posteriormente encontramos también los borradores de lo que constituye el ejemplar de Letra e, también corregido y
editado, pues deja sin incluir algunos fragmentos que dejan de tener pertinencia o actualidad en el volumen, como es
el caso de una entrevista con Cristina Pacheco.
71
Recordemos, por ejemplo, el pasaje en que va a visitar a la editora Marta T. (Marta Tusquets), a quien le conversa
con desmedida confianza hasta que se percata apenado de que la mujer no tiene idea de quién es él . (En la versión
de Letra E, cambia el nombre a Carmen R. En el periódico sí conserva el Marta T. y por el manuscrito original
sabemos que se trata de Marta Tusques). Numerosos pasajes cuentan también anécdotas de la vida de los escritores,
desde los grandes maestros Joyce, Kafka, Eliot, etc. hasta encuentros con amigos, entremezclando la realidad con la
ficción, como es el caso del fragmento llamado “Agenda del escritor”, donde describe la cronología de actividades
de un escritor que pasa 14 días atendiendo homenajes, coloquios, presentaciones de libros y reuniones sociales,
logrando en todo este tiempo escribir un haiku (Letra e184).
100
más profundas. En pocas palabras no se juega con el género, como no debería con
cualquier forma de la palabra escrita.72
transformarlo en ese arte de la brevedad y del fragmento que ya nutría su obra.73 Si bien, por un
lado se inscribe en la estética contemporánea del fragmento que exige que éstos sean leídos
como una entidad en sí misma y no como un “texto residuo” proveniente de uno mayor que lo ha
con Letra e el replanteamiento de ambos; práctica bien conocida desde sus primeros trabajos con
la fábula.
Monterroso no sólo experimenta sobre una “ruina” espontánea, trabajándola hasta la más
extrema fatiga, hasta que deje de parecerse a un diario (Barthes Lo obvio 380), sino que
cuestiona las distintas convenciones que lo han caracterizado. En este sentido es ilustrativo el
La vida real
Ninfa Santos me reprocha que en estos fragmentos hablo siempre de escritores famosos,
pero que no he anotado nunca haber visto a un niño en la calle. Pues bien, hoy he visto
más de diez niños en la calle, y todos tenían el aspecto de quien no ha comido; uno trató
de venderme un paquete de chicles; dos me observaron mientras su madre me pedía
limosna. (Letra e 122)
72
Notebook; 1984-1985; Augusto Monterroso Papers, Box 3; Manuscripts Division, Department of Rare Books and
Special Collections, Princeton University Library.
73
Wilfrido Corral ha sido uno de los primeros estudiosos en pensar el fragmento como género dentro del canon de la
literatura hispanoamericana (“Las posibilidades…”), también ha dedicado especial atención a problematizar el
desplazamiento de los géneros en la obra de Monterroso (Lector). Por su parte Jorge Rufinelli reconoció también la
presencia de una “estética del fragmento” en cada una de las obras de Monterroso (132).
101
El “reproche” de Ninfa Santos, se expresa desde el pacto del diario como género íntimo que
Monterroso expresa la vacuidad de la generalización del registro diarístico, “un niño en la calle”
diario, y la escritura, sobre la dificultad de fijar la profundidad de las cosas, de allí su “Negación
para un género”, como llama a otro de sus fragmentos, en el que reconoce su incapacidad para
Percibo las cosas con la emoción que las acumula a su manera y, ¿debido a qué
profundos mecanismos?, se niega a convertirlas en letras, en frases, en comunicación
escrita?¿cómo registrar la emoción?¿Cómo escribir vi una ola, ésa, que fue especial entre
miles; vi un árbol, vi un pájaro, vi el gesto de un hombre en la fábrica, vi determinados
zapatos en los pies del niño que iba la a escuela y que me conmovieron por todos los
niños que en el mundo no tienen zapatos […]. (233)
Escribir el diario como un intento infructuoso de convertir la emoción en letra, tendrá como
consecuencia esa visión fragmentada del mundo. Retazos de una realidad inaprehensible que, sin
embargo, también hacen referencia al conjunto ausente; más cercanos a esta reflexión de Ribeyro
en su diario: “[…] Fragmentos que bastan a un buen observador para conocer el conjunto, como
basta a veces analizar una astilla para saber cómo era el navío que naufragó” (La tentación I
202).
A las distintas interpretaciones que han intentado descifrar el título Letra e, entre ellas la de
que la letra “e” refiere a la “e” del escritor y del ego (Rufinelli 133), al hecho de que sea la vocal
más utilizada en español (Zatarain 146), y ante el deseo mismo de Monterroso de que se
102
mantenga como un enigma (Camargo Breña 47), aventuramos que la letra “e” es también la
sinécdoque en la que vemos reflejado el mecanismo del fragmento: el elemento que se extrae de
un conjunto. La e dentro del conjunto del alfabeto es a un tiempo unidad y también fragmento de
ese conjunto. Las vocales como el conjunto básico de la posibilidad de la escritura, las primeras
letras con que se aprende a escribir; las mismas que Monterroso acomodaba cuando niño en los
tipos móviles de la imprenta de su padre y comparaba con sus cubos de juguete, como recuerda
en Los buscadores de oro (1993) : “[…] los cubos de madera desparramados al pie de mi cama,
con la A negra, la E blanca, la I roja, la U verde y a la O azul de la poesía o de los sueños” (36).
Las mismas correspondencias simbolistas de las letras y los colores del poema “Vocales” de
un género literario más cercano a las Prosas apátridas (1975) de Ribeyro y a las Formas breves
(1999) de Piglia, cuyo ejercicio de escritura en tensión con los diarios es también notable. Muy
Donoso, en la que hablar de fragmento es, literalmente, hablar de un texto que se recorta y retoca
para su publicación, teniendo como base la visión del género en su sentido autobiográfico y
confesional.
La primera publicación del diario de Donoso, del 16 de agosto de 1986, está formada por
dos entradas correspondientes al 8 y 19 de octubre de 1979; casi siete años median entre la fecha
de escritura y la de la publicación. Donoso publica desde Chile, lugar al que regresa a fines de
los años 80 luego de 18 de años de ausencia. Estas entradas de octubre de 1979 se sitúan en los
últimos meses de su estancia en España, recién cumplidos los 55 años, debatiéndose sobre la
103
vuelta a su país, adaptado ya al anonimato de la vida en Europa pero tentado por los lazos
deliberadamente íntimo alude a ese cuestionamiento, tanto como a su relación cotidiana con
María Pilar y su hija Pilar, al igual que a su posible adaptación a ese país que les será nuevo. Si
bien no hay una continuidad en las entradas publicadas de sus diarios, pues saltará
indiscriminadamente de un año a otro, las fechas elegidas como parte de la primera publicación
tienen una importancia particular. Éstas son las más antiguas que publicará y, en cierta manera,
señalan un parte aguas en su vida, relacionado con su cumpleaños 55 y con su tentativa de viaje.
En una entrevista concedida en 1989, ante la pregunta de las razones que motivaron su regreso,
Donoso responderá que los 55 son la edad de la nostalgia y en su caso del reconocimiento de que
en Europa no había de su parte más por hacer, sí en cambio la posibilidad de dejar huella en su
propio país (“ Entrevista…” 108). Los fragmentos publicados inician con la mención de su
aniversario y su lectura de Kavafis, “Nocturno de Príamo”, poema que relata la dolorosa escena
del rey troyano y su intento por recuperar el cadáver de su hijo Héctor. “¿Qué diablos me quedo
haciendo en España?”, se pregunta Donoso, y más adelante: “¿Quién, aquí, reclamará mi cuerpo
fantasía de que mi gente se disputará el mío. En unos años más quizá el regreso será posible,
pese a los fantasmas que escribí arriba, pese a Pinochet” (“Fragmentos…” 485).
La temática del regreso en esas primeras entradas era una preocupación manifiesta no sólo
en el diario sino en la obra que gestaba, El jardín de al lado (1981), la “novela de los exilados o
expatriados” como la califica en su diario sin mencionar aún su título (“Fragmentos…” 483). En
torno a ella también gravita la obra de Kavafis, particularmente el poema “Viaje a Ítaca”, que
104
servirá como epígrafe para establecer un lazo con la temática del viaje, el regreso, y la memoria
La segunda publicación del 23 de agosto de 1986 incluye entradas del diario del 22 y 23 de
octubre así como del 8 de noviembre de 1979. El hilo conductor es el planteamiento que se hace
sobre nuevos proyectos de escritura. En la primera esboza a detalle el posible argumento de otra
haber terminado la primera escena. Esta publicación, a diferencia de la anterior que se centra en
el debate personal sobre su regreso o permanencia en Chile, ofrece una mirada a su forma de
trabajo y sus reflexiones sobre sus obras, así se cuestiona sobre este proyecto: “¿Quizá un
volumen de novelitas perversas?”, se pregunta el primer día. Mientras que a la entrada siguiente:
“¿Y por qué no también, una novela telquelista? Sería espantosamente aburrida. ¿No sería un
registro de cada uno de sus proyectos de escritura, el trazo metódico de cada personaje y su
función dentro del argumento. Las preguntas dirigidas a sí mismo son el punto de partida de su
diálogo y su reflexión, los cuales guardan una continuidad total en sus cuadernos, escritos
Así, por ejemplo, la tercera publicación, del 4 de octubre de 1984 se adelanta casi un año, hasta
retomará pasajes anteriores a esta fecha. Por ejemplo, en la novena publicación del 17 de octubre
de 1987, publica fragmentos del 14 , 15 y 17 de julio de 1980; una especie de flash back que lo
sitúa en el momento en que se dispone a desalojar la casa para trasladarse a Chile. Esa visión
fragmentada de su vida y de su obra acentúa el enigma del diario; lectura a hurtadillas de una
obra “secreta” cuyo universo nos es limitado. Invitación instantánea al lector hacia la intimidad
105
del escritor y, al mismo tiempo, exclusión de la posibilidad de ser un testigo constante. Donoso
trabaja con sus entradas moviéndose de un tiempo a otro sin que haya una continuidad
cronológica ni temática. Los fragmentos que elige para cada publicación sólo en ocasiones
guardan relación entre ellos, haciendo explícita la desarticulación de su propia historia a través
de los inesperados movimientos de tiempo. Sus publicaciones también permiten una lectura
días elegidos. Esta irregularidad se traduce a la de sus entregas que a diferencia de Monterroso
no ocupan la misma sección ni tienen la misma constancia, lo que los acerca más al tipo de
colaboración periodística, al estilo de la crónica, que ejerció durante toda su vida para distintos
medios, haciendo de sus fragmentos una crónica de su propia intimidad, una crónica de la vida
de un escritor. Más fiel al impulso de su primera escritura, no hay en sus publicaciones una
pule su escritura sin que haya verdaderamente cambios sustanciales, es sobre todo el acto del
ejemplo de los cambios que realiza pueden advertirse en la fecha del 9 de septiembre,
106
dedicársela a mis hermanos, dedicársela a Mauricio, con la misma dedicación exacta de
MEMORIAS D' ADRIEEN de la Yourcenar. Creo que él nos dedica, a María Pilar y a
mí, su reciente novela, terminada hace una semana. Y que así, a partir de hoy: ELLA O
EL SUEÑO DE NADIE. También tengo que hacer la de Alberto Pérez.”74
Mientras que en la publicación encontramos lo siguiente:
Domingo. Once y cuarto de la mañana. Pilarcita se ha ido por el día al más de Juan
Fontcuberta, creo que con Simone Zimmermann, me parece que en una carretela llena de
paja: ¿no es un maravilloso cliché del verano en el pueblo? María Pilar lava los platos de
la cena de anoche porque nuestra amada Lourdes no vino. Cenaron aquí las niñas
Zimmermann, sus padres, Mauricio Wacquez, los Vilalta (ella lucía el chal negro que mi
madre le tejió cuando Carlos Vilalta atendió a mi padre enfermo), y nosotros. Mauricio,
como siempre, maravilloso, insoportable, intransigente, siempre renovador y cariñoso.
Hoy tengo que terminar el borrador de mi novela y me da flojera. Y después escribir mi
artículo para EFE antes de embarcarme hopefully, en la segunda versión: la versión que
quiero, que debe ser la definitiva, aunque sé que no lo será. Dedicársela a Mauricio…,
aunque podría ser a mis hermanos, a mi sobrina Claudia”. (“Fragmentos…” 495)
suavizar la imagen de los personajes mencionados y demostrar su simpatía, práctica que será
recurrente. Como la mención y halago hacia la mujer que les ayuda en la casa, la eliminación del
sobrina Claudia entre los posibles destinatarios de su novela, que finalmente estará dedicada al
escritor chileno Mauricio Wacquez, quien también abandonaría Chile desde el 72 −aunque sin
incluir como epígrafe el fragmento del famoso poema de Adriano que utiliza Yourcenar, y que
podía ser en este caso un guiño velado del tema homosexual de la novela, condición emparentada
74
Notebook 52; 1980 July-1981 May; José Donoso Papers, Box 59 Folder 1; Manuscripts Division, Department of
Rare Books and Special Collections, Princeton University Library. Cuaderno de gran formato, empastado, marca
Miquebriu, tela guinda, con un sello dorado que dice "Actas", hoja de raya, y escrito con pluma azul. Cabe
mencionar que el 9 no fue domingo sino lunes, alteración de otras que hará sobre las fechas.
107
con la vida y obra de Wacquez sobre lo que en otros momentos del diario se hace mención.
De la tercera a la cuarta publicación del periódico habrá un salto mayor, de cuatro años,
donde incluye fragmentos del 23 y 24 de marzo y del 8 de mayo del 84. Esta mirada fragmentada
como hombre de letras, en tanto que serán las mismas obsesiones las que cubren sus páginas, la
actuar se mantienen unidos y amparados por esa investidura de escritor, siempre presente y
testimonial, ávido de consignar hasta los mínimos detalles. Por otro lado, tampoco deja de existir
ese vacío informativo entre las distintas publicaciones, en particular cuando las referencias
ejemplo cuando meses después publique nuevamente fragmentos del 80 sobre los días en que se
disponían a dejar la casa y emprender el viaje a Chile. Un lector fiel a sus colaboraciones
periódicas podría ser víctima de la confusión, leyendo nombres de obras y sucesos aislados. Pero
espaciada, y que logra en sí misma construir sentido a partir de los contornos de lo publicado
individualmente. Por otro lado, la ordenación elegida por Donoso da más cuenta de sus propia
forma de leer, de sus elecciones azarosas ante la vastedad de ese material, más parecida a la
manera en que justamente se leen los diarios de otro, llenos de claves indescifrables y
periódica es una imagen opuesta de su propio diario una versión mínima y fragmentada, pues los
probablemente las diez mil hojas (García-Huidobro 53), mientras que la publicación del
108
En este salto de cuatro años, que es su cuarta publicación hecha el 11 de octubre de 1986,
incluye tres entradas de fechas distintas, una correspondiente al 24 de marzo del 84 donde
documenta un “día aciago” en Chile: una explícita manifestación del terror de la gente y las
temor de que “cualquier día ‘lo vienen a buscar’ a uno porque sí”. Y aún bajo el terror sigue
misma publicación, en la entrada del 10 de mayo cambia por completo de tema, habla de la visita
de sus alumnos del taller, de su lectura del Troyat de Tolstoi y del orgullo que siente por su hija
Pilar, interesada en los estudios y a quien le presta el libro de la revolución Francesa de Thiers,
volumen perteneciente al abuelo de Donoso y leído por las sucesivas generaciones. Cabe
mencionar que en el diario original no hay nada escrito el 10 de mayo del 84. La entrada está
hecha en realidad con frases literales del día 3 de abril del 84, en especial las referencias del
préstamo de los libros a Pilar y la lectura de Troyat. Esta misma escena se reproducirá también
en la publicación hecha el 6 de noviembre de 1988, y será fechada como una entrada del martes
3 de abril de 1988. ¿Por qué hacer pasar como cierta una escena de diario, ya antes publicada con
otra fecha, y perteneciente en realidad a una fecha anterior? Evidentemente este descuido o
licencia, sería imperceptible para los lectores del periódico que difícilmente tendrían presente la
anterior publicación, como el mismo Donoso no la advirtió al reescribir por segunda vez su
entrada. La forma en que Donoso estructura sus entradas difiere del exigente proceso de
composición con que Monterroso articulaba las suyas y que dieron lugar a la compilación de un
libro único. Las compilaciones que resultan de la obra de Donoso, hacen más factible observar el
un deseo de lograr cierta unidad en la publicación, pero que se apega más a su método de trabajo
109
periodístico, reflejado en los escritos que llega a reciclar o en las distintas versiones, con ligeras
variaciones, que tendrán sus artículos publicados en los medios de distintos países.75
Donoso era un conocedor del género del diario y también de sus posibilidades narrativas.
Cercano a la línea de André Gide –antes que a la visión del fragmento como un género que
practicara Monterroso– intentó un ejercicio que, desde nuestro punto de vista, se asemeja a Le
Journal des Faux-Monnayeurs (1925). En la entrada del 4 de junio de 1987, ya más próxima a
los meses en que la publica, que es el 13 de diciembre de 1987. Menciona que la lectura de sus
diarios publicados en ABC, más un fragmento antiguo de su novela de Lota (1984), le han dado
la forma de su próxima novela, escrita a modo de diario en la que incorporará las trascripciones
de la época, hechos y personajes de su vida cotidiana así como el propio proceso de la escritura.
Ensaya tres títulos: “Mi diario: una novela (no, muy Elsa Morante), ¿El antiguo título El pez en
la ventana? No me gusta. Pensar en Los ruiseñores cantan en griego (lo que Virginia Woolf dice
decide otro título Las cajas azules, nombre derivado de su forma de trabajo, en el que destinaba
cajas de colores para ordenar sus materiales. Mientras que la novela La desesperanza fue
distribuida en cajas verdes, este nuevo proyecto, que era la idea de la novela dentro de la novela
documentada por su diario, estaría ordenado en cajas azules que él mismo manda hacer, de allí el
nuevo título. Días después, el 22 de julio, muestra su desánimo y desecha el proyecto que
imagina no tendría la talla de El obsceno pájaro de la noche, cuya compleja estructura desearía
volver a lograr. El proyecto, comenzado en 1983, se extiende hasta 1996. En los archivos de
Princeton se albergan las diversas versiones: comienza siendo El pez en la ventana en noviembre
75
Esto puede corroborase en las publicaciones que compilan su material periodístico Artículos de incierta necesidad
(1998), El escribidor intruso (2004), compilados por Cecilia García-Huidobro, y el mismo libro de Patricia Rubio
Diario, ensayos, crónicas (2009), que integra publicaciones que García-Huidobro no incluyó.
110
de 1983, pasa a ser Los ruiseñores cantan en griego en febrero de 1990, hasta convertirse en la
versión definitiva de El mocho en 1996, título con el que será publicada de manera póstuma, en
1997, y a la cual finalmente despojará de las entradas de diario dejando únicamente la ficción
novelesca.
aspectos más valiosos del conjunto de sus diarios. En un breve texto inédito en inglés,
mecanografiado en sus archivos de Princeton, titulado Journal of a Novel, Donoso expresa que
es capaz de reconstruir paso a paso el camino que lo llevó al desarrollo de sus obras. “I guess I
must be one of the only writers of my generation, who has kept a minutely detailed diary, or
journal, or log-book, of the process of growth and birth and death of his books”76.
pocos, el análisis profundo, casi matemático, de sus proyectos de escritura; el verdadero relato
del diario es la superposición de la obra a la realidad cotidiana del autor. Las 53 publicaciones
que comprende su diario en ABC que tienen como trasfondo su partida y su cotidianidad en Chile
durante los 10 años más que duró el mandato de Pinochet, hasta 1990, año en que deja de
publicarlo, son ante todo escenas de escritura y representaciones del escritor moviéndose desde
esa posición, en el nuevo espacio. Pese a ser un periodo de agitación política es significativo que
el diario no sea una denuncia abierta sobre la época, sino el testimonio íntimo de su
artísticas donde la dictadura es más bien una sombra que sólo cobra protagonismo a momentos.
El diario como sus novelas, trabaja a partir de alusiones al tema, es en la imagen de Donoso
preocupado y fascinado por sus proyectos literarios donde se observa su verdadero compromiso
76
“The Journal of a Novel”; dates not examined; José Donoso Papers, Box 51 Folder 10; Manuscripts Division,
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library.
111
con el oficio al que cree simplemente corresponder, el de escritor. Desde luego, tampoco esconde
su temor, como el miedo que manifiesta el 17 julio de 1980, meses antes de regresar, al enterarse
de la noticia del atentado contra el director de la escuela de Inteligencia militar, o incluso cuatro
pacífica, “La jornada por la vida” convocada por el cardenal. Pero no es el miedo el motivo de su
consideraba “un hombre político” y si bien reconoció la “discreción” a la que se vio sometido su
trabajo durante el régimen, en su diario destacará esa fuerza elusiva de su palabra.77 Es muy
probable que la publicación de su diario en el periódico español le haya permitido seguir vigente
en Europa, y en cierto modo seguir favorecido por esta presencia mediática, como lo revela su
entrada del 17 de Julio de 1980 escrita poco antes de volver: “¿cómo protegerme, fuera de la
publicidad, que Dios sabe que ya ha sido suficiente en España, que ha sido tan generosa en ese
sentido? Sueño que solo así no se atreverán a tocarnos. ¿O me estoy haciendo ilusiones
pretenciosas de siquiera piensan en que vale la pena tocarme?” (“Fragmentos…” 492). De allí,
quizá, el fin de la publicación de sus fragmentos el mismo año de la salida de Pinochet en que ni
la crítica velada ni la protección era ya necesaria. En sus últimos fragmentos se ofrece también
un valioso testimonio sobre el aparente fin de una era y las incertidumbres por venir como lo
reflejan sus agudas observaciones de una juventud indefensa y de futuro incierto, como se le
representa el 5 de febrero de 1990, en la imagen de una chica hippy que vende hamacas en la
ciudad de La Serena y con quien casualmente descubre compartir su propia historia familiar
77
Diversos artículos periódicos enarbolan una crítica explícita sobre la situación política, uno de los más sugerentes,
perteneciente a este periodo y publicado también en ABC, corresponde a las cuatro entregas de “La palabra
traicionada”, publicadas el 3, el 5, el 12 y el 20 de marzo de 1988.
112
siendo nieta de su prima hermana. Donoso se presenta allí a la feria del libro donde en el mismo
hotel que él y su esposa casualmente se alojan Pinochet y su comitiva poco antes de dejar el
poder, la imagen de la celebración del regimiento le anuncian ese fin: “También sentí que fuera
de un tono furtivo del festejo […], que tenía algo de final de réquiem, que dentro de menos de un
mes, después de la trasmisión del mando de Pinochet a Aylwin, esa misma gente no estaría
festejando con Champán en un hotel de primera: era como un adiós a todo eso”.78 La proximidad
de la figura de Pinochet en su cuarto de hotel, como uno más de los inquilinos que simplemente
se irá, se traduce en la nueva imagen terrenal de un personaje que fuera por tantos años mítico y
temido.
Si bien, en el diario de Donoso no habrá ningún tipo de advertencia sobre el fin de sus
publicaciones periódicas, en cierta forma, su interrupción en los meses posteriores al término del
mandato de Pinochet, anuncia el fin de una etapa que se clausura también con el cese de su
78
“Fragmentos de diario”. ABC [Madrid], 2 Mayo 1990, p. 56.
113
CAPÍTULO TRES
expresión que articula hoy en día la obra. Esta nueva unidad de la obra, basada en el fragmento y
sus posibilidades literarias, tiene una función particular en los diarios de escritores
modernización de las sociedades de mediados del siglo XIX en que se propaga el viaje como
resultaba nuevo a la mirada, en esta época proliferaron los diarios limitados a este tópico, muy
por encima del ordinario diario íntimo. Estos escritos registraron tanto el viaje por Latinoamérica
como el destino europeo y estadounidense. En esa primera vertiente del género, los diarios que
humboldtiana que dio lugar a la reinvención ideológica del paisaje natural de las tierras del sur.
Por el otro lado, tanto la ciudad europea como los Estados Unidos se constituyen como espacios
de enunciación desde los que se gesta la crítica social y cultural a los países de origen;
testimoniar el progreso de esas naciones es aventurar las posibilidades del propio país para
114
igualarlos. La mayoría de estos diarios albergarán el itinerario de personajes públicos y sus
público que escribe o publica su diario de viajes lo hace también bajo cierta vocación
pedagógica. Uno de los diarios de viaje por excelencia será el de Domingo Faustino Sarmiento,
el intelectual viajero que “define el ‘buen camino’ hacia la modernidad” (Ramos 109), teniendo
comparativa de los viajeros nacidos en el siglo XIX que observaban en Europa y Estados Unidos
un modelo de progreso. Los diaristas contemporáneos, nacidos a mediados del siglo XX, se
entenderemos el viaje, llanamente, dentro del amplio abanico “of more or less voluntarist
practices of leaving 'home' to go to some 'other' place” (Clifford 66). Estos diarios proponen una
singular visión del viaje, cercana al “viaje imposible” (Marc Augé El viaje 15); constituyen ante
79
A este respecto puede consultarse el libro Autodocumentos hispanoamericanos del siglo XIX (2012) de Catherine
Aristizábal en el que la autora identifica la existencia de alrededor de treinta diarios de viaje, entre ellos algunas
crónicas o relatos, de los cuales dieciséis de ellos registran el viaje europeo, y el resto en América. A la lista cabe
añadir el diario del uruguayo Horacio Quiroga y el mexicano Manuel Altamirano, así como los diarios de viajes de
mujeres, en especial de la chilena Maipina de la Barra y la argentina Francisca Espínola. Si bien la lista de
Aristizábal no es exhaustiva sí ofrece un referente sobre este tipo de producciones en el siglo XIX. Un análisis más
exhaustivo del fenómeno de finales del siglo XIX y principios del XX que incluye diversos tipos de
“desplazamientos”, entre viaje, exilio y migración así como sus diversas manifestaciones textuales (crónicas, diarios,
cartas, ensayos) puede leerse en el libro de Beatriz Colombi: Viaje intelectual. Migraciones y desplazamientos en
América Latina (1880-1915) (2004).
80
Diarios posteriores, sin ser exclusivamente diarios de viaje, testimonian ampliamente el paralelismo entre viaje y
escritura. En México, por ejemplo, tal vertiente se vincula con el ejercicio diplomático, actividad que por tradición
han desempeñado los intelectuales y escritores vinculados al poder político. Este es el caso de los diarios de
Federico Gamboa, Justo Sierra, Ignacio Manuel Altamirano, José Juan Tablada y Alfonso Reyes.
115
todo, un muestrario de desplazamientos determinados por la imposibilidad de “ver”, en ellos
antes que el intento por descubrir el paisaje exterior hay una vuelta a la introspección, al viaje
interior y al viaje de la escritura que busca poner en evidencia el artificio de las representaciones
de lo visible.
Nos remontamos al Diario de viaje a París (1949) de Horacio Quiroga como ejemplo de
uno de los primeros diarios de escritores latinoamericanos que exponen el viaje parisino y su
desencanto, en suma, el desengaño por el viaje del cosmopolita, del gentleman decimonónico.
Establecemos la relación de este desvío del “viaje letrado” con dos diarios situados en la
diario en los Alpes (2002) de César Aira, ambos expresiones híbridas del diario y la novela.
Como viajar sin ver. Latinoamérica en tránsito (2010) de Andrés Neuman y Los países
invisibles (2014) de Eduardo Lalo, también modalidades híbridas de las formas breves y el
ensayo respectivamente.
El diario de viaje a París de Horacio Quiroga, escrito entre marzo y junio de 1900 y de
iniciático del escritor.81 En él confluyen dos imágenes que consolidan esta línea de lectura: por
un lado París como capital cultural del siglo XIX y espacio consagratorio del artista y, por otro,
81
El diario se publicó por primera vez, de manera póstuma, en diciembre de 1949, en el primer número de la Revista
del Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios de Montevideo. La transcripción, cotejo, copia y
publicación estuvo al cuidado de Emir Rodríguez Monegal, con ayuda de investigadores del Instituto (INIAL).
116
Paradójicamente, el diario de Quiroga representa también el preámbulo de la agonía del gran
viaje decimonónico por la Ciudad Luz, porque es, ante todo, la crónica de un desencanto.
Las muelas del juicio encontraron a éste tan fantasista y desordenado como las de la
adolescencia, así es que, en cuanto pudo, recogió el dinero de su herencia, lió las maletas
y voló a París, aspiración suprema y obligada de todo joven poeta insurrecto. (Delgado et
Brignole 99)
Si bien esta motivación en su diario nunca es explícita (Rodríguez Monegal 30), la misma
idea es reproducida por Quiroga en una de sus cartas sobre París que envía al periódico “La
Reforma”, firmada el 5 de mayo de 1990, a poco más de una semana de haber llegado: “Heme,
intelectualidad, la visión de París es una nostalgia de un lugar que nunca hemos visto, y que, hoy
La imagen de París que Quiroga forja para el público lector del periódico salteño, abona
en el elogio de la ciudad que han hecho otros escritores de la época, en particular Rubén Darío,
sin embargo, contrastará por completo con la contrariada imagen que configura en su diario.82
Los otros dos motivos que se sugieren son la visita a la Exposición Universal y las
carreras ciclistas. Horacio Quiroga era aficionado a ese deporte, fundando antes de su viaje el
“Créame, Payro, fui a París solo por la bicicleta” (Rodríguez Monegal 32). En las dos cartas al
82
Las palabras de Quiroga, prácticamente imitan las que Rubén Darío emplea para describir la obsesión de Augusto
de Armas por París en Los raros: “Tenía por París esa pasión nostálgica que tantos hemos sentido, en los cuatros
puntos del mundo […]”. (Darío 185).
117
periódico, que se nutren de algunos apuntes de su diario, hay descripciones de ambos eventos.
De la exposición que “no está concluida, ni siquiera presentable” (Quiroga 81) elabora una
enumeración de las salas y describe algunas obras artísticas que admira. Su relato intenta ofrecer
un lado más amable de la ciudad, lo que contrasta con la visión negativa que se desprende de su
diario. Si en la primera carta se queja de la grisura de la ciudad, admira por el contrario las
carreteras y los cultivos del campo, que describe como exaltación de ese mito fundacional que es
el arte parisino: “se esmeran tanto en la artística proyección de las líneas y colores, que Francia
parece una gran alfombra que un día, tendida por el mundo, llevará a todas partes la fecundidad
regeneradora del novelista poeta” (78). Lo mismo hace en su segunda carta: “¡Oh París, París,
ansia infinita de todos los que han soñado una vez siquiera los grandes recuerdos y la suprema
manifestación del arte!” (85). Su desencanto de la ciudad, exacerbado en el diario, apenas se lee
entre líneas en la carta: “Y todo aparece, fiestas, bailes, conversaciones, sonrisas cuadros de triste
adoración, lejos y perdidos para nosotros, que no ha sido por cierto una visión de París, pero que
hemos querido…” (86). A diferencia de estas cartas que en la provincia de Salto podían leerse
como confirmación de su encuentro con la ensoñación parisina, su diario ofrece una visión muy
distinta de la experiencia.
Durante su viaje en buque, que dura casi un mes, admira a las mujeres, practica juegos de
mesa con los pasajeros, observa el mar y sus cambiantes tonalidades, disfruta los festines de la
primera clase, escribe y lee ávidamente. Documenta también sus momentos de escritura tanto
como sus esfuerzos infructuosos. En el viaje, satisfecho de sí, se piensa con un porvenir de
“gloria rara” (19). Pero luego de 24 días en barco se siente defraudado. Todos los pasajeros le
han parecido insignificantes, excepto un inglés con quien charla de literatura, y el aburrimiento
118
comienza: “Todo es un rodar continuo, sujetando en una mano una pipa de opio, y en el
Llega a París con 440 francos, por los pagos de la comida y el alquiler, al final del primer
mes de estancia en que “no he visto casi nada”, se queda sin dinero y tiene que empeñar la
bicicleta para enviar un telegrama solicitando un giro. Pasa hambre, y por un error en la
Su búsqueda de comida parece una ficción cómica, la “conquista” de París que se lee
desesperación linda en lo grotesco: el dueño del hotel, con sus compatriotas uruguayos, se las
arregla para prestarle todos los días dos francos para que pueda comer. Él se siente humillado
ante las insinuaciones de que debería volverse, administra con todo cuidado sus dos francos
3 de junio […] Bajaré a almorzar, e iré luego –creo al Jardín de Plantas. Allí me distraigo
un poco, aunque me hace un poco de mal ver la tranquila vida de esos animales a quienes
nunca falta la ración. (60)
Miércoles 6 […] Me siento inspirado pero no puedo escribir nada. Si trazo un renglón y
busco una rima en el interior estoy buscando qué comer. (64)
La situación será insostenible hasta que anuncia su regreso ese mes de junio, por cierto no
documentado en su diario por falta de dinero para comprar una libreta nueva. La decepción
parisina es innegable: “En cuanto a París será muy divertido pero yo me aburro. Verdad que no
tengo dinero, lo que es algo para no divertirse. De todos modos, es hermosa ciudad aquella en
que uno se divierte, ya se llame París o Salto. Un poeta griego de la decadencia, dijo: ‘La patria
119
¿Por qué Quiroga es más complaciente con la ensoñación parisina en ese par de cartas
públicas que desdicen su real condición? Si bien es posible pensar que el autor reserva para la
intimidad de sus amigos, a quienes está destinado su diario, la verdad de esas impresiones que,
ante ellos, lo eximen del pudor. Más interesante es observar la constatación personal y trágica de
que París no corresponde a la fama y nombre que se le ha dado, en suma, el París de los libros, el
Alphonse Daudet, Manon Lescaut de Prévost). Cuando visita la catedral de Notre Dame, la
recorre desde la novela de Víctor Hugo, obra que enaltece la belleza de esa edificación como una
defensa de la arquitectura gótica en creciente destrucción: “Me he fijado si faltan los pedazos que
Cuasimodo fundió y vertió sobre la banda de asaltantes” (47), escribe sobre la cúspide al
observar el plomo que rodea las torres. 83 Su experiencia libresca de la ciudad, no correspondida
con la realidad, desembocará en la vivencia del viaje como una tragicomedia, que se vaticina
desde las primeras entradas del diario. El 11 de abril, a bordo del buque Cittá di Torino, relata
83
Durante su viaje a París, Sarmiento hace una lectura crítica a la obra de Víctor Hugo, señalando que los escritores
en lugar de la reconstrucción de la base social del siglo XVIII “examinaron las piedras del edificio Feudal”, y Víctor
Hugo fue el “encargado de levantar las catedrales góticas y mostrar su importancia artística” (95).
84
Véase también el sugerente análisis de este pasaje en el libro de Beatriz Colombi como un deseo de
transformación que lo lleva a construir la ficción de sí mismo (199).
120
Entró la persona. “Por los ojos lo conoceré”, dijo. Y me miró con detención, muy
de cerca, mientras yo le dejaba hacer sin fuerzas para nada. “Es Horacio”, exclamó, y se
fue, con ella todos, y quedé en la triste realidad de mi ridícula figura, de mi cara pintada,
olvidada de todo […]. (28)
Luego de las peripecias del viaje, el escritor que iba a la conquista de París se convierte al
término del diario en ese clown. No es exagerado recordar aquí que detrás de la supuesta visión
trágica del yo del diario, anida la comicidad. La pregunta que el diario plantea, nos dice Roland
Barthes, no es la pregunta del trágico “¿Quién soy yo?” Sino la pregunta del cómico “¿Soy yo?”
(Lo obvio 379). Esta idea se encuentra también en la obra de Ricardo Piglia: “El diario, sin duda,
vida día tras día es algo bastante ridículo” (Crítica 141). En la imagen del clown, nos
encontramos con la máscara del que escribe, máscara que permite el ocultamiento de la identidad
(De Man 115). La escritura como instrumento que permite la ridiculización de “sí mismo”, le da
la posibilidad de ser otro: “Heme aquí un poco comediante, sólo para que me tengan lástima y no
me dejen de dar de comer” (Diario 71).85 Destruir el mito de la ciudad, en Quiroga, es también
cuestionar el mito del artista romántico, reducirlo a sus necesidades básicas y materiales: “3 de
junio. ¡Oh brillante porvenir de literatura, perdido porque faltó un día que comer!” (60).
intelectualidad” (77) a la que difícilmente como latinoamericano accede.86 Luego de esta derrota
85
A este respecto no compartimos la opinión de Rodríguez Monegal: “Puede asegurarse que Quiroga no se maquilla
para escribir estas páginas. Aún cuando cae en la literatura es sincero: él no advierte que eso sea literatura” (40).
Antes bien, suscribimos la opinión de Colombi para quien lo relatado en el diario se acerca más a la sobreactuación,
a la expresión decadente del dandy que nutre las obras literarias de la época (201).
86
Recordemos las escenas del primer capítulo, de la visita de Federico Gamboa a Zolá y Edmond de Goncourt, en
las que los autores franceses reconocen desconocer tanto la lengua (el español) como a sus escritores. El único
121
el paso siguiente es abrazar su verdadero origen, de allí la exaltación que hace de su terruño al
final del diario: “¡Oh mi América bendita, donde todo es grandeza y hospitalidad! ¡Cómo te
El viaje parisino de Quiroga quedará reflejado en su primer libro de cuentos Los arrecifes
de coral, pero poco resonará en su obra siguiente esta experiencia, antes bien, será la selva la que
“le materializa el viaje idealizado por el gentleman” (Viñas 56), refugio insólito que marcará el
Quiroga fue el primero que documentó el desencanto por una ciudad que otros cronistas también
padecieron. El viaje, arruinado por su precaria economía, se vio empañado por lo que deseaba
“haber visto” y no pudo ver. La “capital-cerebro” de Quiroga, ya era entonces esa “ciudad
enferma de fiebre cerebral” descrita por Sarmiento en su viaje de 1845 (103). Ningún otro diario
de viaje volverá a centrarse de manera exclusiva en el periplo por esta ciudad. El sucedáneo del
arrebato parisino del escritor modernista será a mediados del siglo XX representado en la
narrativa. Julio Cortázar será el nuevo artífice de la fundación mítica de París para el público
mercado; el cliché del viaje reflejado en la pose del escritor en las postales y revistas de modas
(Viñas 129). Fetiche que llega hasta nuestros días bajo la popularización de la ruta Rayuela entre
encuentro literario que Quiroga menciona en el libro se da en un café donde conoce a uno de los pocos famosos
escritores latinoamericanos en París gracias a sus crónicas, Gómez Carrillo, a quien Quiroga intenta retar y lo acusa
por no saber lo que es el guaraní.
87
Ya en 1963, José María Conget publica la “Ruta Rayuela” en el Instituto Cervantes de París. Recorrido que
incluye 21 etapas rituales, siguiendo los pasos de los personajes. El tour se ha popularizado hasta nuestros días y está
ampliamente documentado en la red.
122
Frente al protagonismo de esa gran capital cultural y sus hitos, que siguió siendo espacio
Burdeos 1972 del uruguayo Mario Levrero, y Fragmentos de un diario en Los Alpes del
argentino César Aira. Mezcla de ficción e intimismo, en estos diarios no habrá un sentido
iniciático del viaje del escritor sino el protagonismo de una escritura en proceso y el
Burdeos 1972 refiere la estancia de Mario Levrero en esta ciudad, a la que viaja
enamorado de una chica francesa a quien conoce en Montevideo poco antes de que ella parta a su
país. Levrero, de treinta y dos años, decide irse con ella. La experiencia del viaje, casi tan corta
como la de Quiroga, de dos meses, es también la historia de una derrota que será recuperada
treinta años después en un diario que versa sobre los recuerdos de esa estancia. Burdeos 1972 fue
póstumamente en 2013.89
circunscribe a los días de una visita en 2001 en casa de una pareja de amigos, Michel y Ana, en
el pueblo de Voreppe, Francia. Sin especificar la duración ni las fechas exactas, las únicas
marcas temporales serán los días de domingo a jueves de una semana, que son también los títulos
88
La pobreza y el fracaso parisino se convirtieron en el sino del escritor latinoamericano en los años 60, como se
refleja en distintas obras, cabe mencionar por ejemplo Pobre gente de París (1958) de Salazar Bondy, y Al sur del
Equanil (1963) de Renato Rodríguez, así como el ensayo “Peruanos en París” (1957) de Julio Ramón Ribeyro.
89
El volumen que incluye, Burdeos 1972, contiene también Diario de un canalla, diario de Levrero escrito en 1986,
publicado anteriormente en su libro El portero y el otro (1992). Cabría cierta relación entre ambos diarios, ya que
“Diario de un canalla” alude a su estancia en Buenos Aires, su soledad en esa ciudad ajena y las dificultades para
concentrarse en su tarea como escritor debido a su demandante trabajo en una editorial diseñando crucigramas. Nos
ocupamos en este apartado únicamente de Burdeos 1972, este texto, que podría considerarse como su último diario,
fue preparado por su hijo Nicolás Varlotta, y ha sido publicado en apego a su manuscrito original (Bartalini 3).
123
de los fragmentos, y a los que precede un apéndice dividido en tres partes escritas al regreso del
viaje.90
Uno de los aspectos más notables de estos diarios estriba en su carácter novelesco, ya
un ritmo que acompaña a la obra en su conjunto revelándose como una unidad narrativa. Si bien
diarios de viaje.
El relato de ambos diarios logra articularse a través de dos momentos claves presentes en
todo diario de viajes de corta duración como son la llegada a un lugar y la partida. En el diario de
Levrero estos momentos equivalen a su vez al comienzo y el desenlace de una relación amorosa;
el objetivo de la escritura del diario será la recuperación de imágenes de esa vieja historia de
amor. Este proceso de recuperación en el que interviene la memoria y la escritura es uno de los
aspecto más singulares de este diario, en la medida en que la dialéctica entre memoria y olvido
permite una reinvención de la historia que da lugar a la plena ficcionalización del hecho,
La percepción y valoración de lo pasado se superpone a la deixis del aquí y el ahora desde la que
90
Si bien es poco conocida la faceta de César Aira como diarista, el modelo del género ya había sido empleado en
Diario de la hepatitis (2000). Este texto no es explícitamente autobiográfico y únicamente emplea el diario como
recurso retórico para hacer referencia al fenómeno de la escritura como paradoja: el narrador se propone “no
escribir” y su diario es el producto de la negación de la escritura. En otros momentos Aira ha señalado su relación
con el género en entrevistas: “Todo lo que escribo es como una especie de gran diario íntimo que voy disfrazando
para que nadie se dé cuenta de lo que realmente me pasó” (“Un diario…” 15).
91
En el primer capítulo nos referimos a su obra cumbre, La novela luminosa (2005), escrita bajo esta modalidad.
124
ejercicio narrativo y en un cuestionamiento explícito sobre la reconstrucción de la historia y su
La historia que el diario relata implica el mismo acto de recordarla mientras se escribe,
comienza in medias res en el momento en que él y su pareja Antoinette entran a una tienda a
comprar un reloj de cocina para el departamento en que se instalan, y continúa con el relato de la
nueva dinámica familiar que se genera entre él, Antoinette y la pequeña hija de ella, Pascale.92A
adaptación a esa nueva vida: refiere sus caminatas por la ciudad, su entrada a los cafés y sus
recorridos por la feria de los sábados. En otros momentos también intenta visualizar su relación
con Antoinette, presencia casi fantasmal, quien pasa la mayor parte del tiempo preparando clases
para el liceo donde enseña; figura tan difusa como la de Pascale, de quien apenas recuerda los
momentos en que la lleva al colegio, sus arrebatos y enojos infantiles y algunos momentos de
convivencia durante la comida. La escritura del diario que permite la aprehensión de lo pasado,
cuestionamiento sobre las posibilidades de su representación. Así ocurre, por ejemplo, cuando
rememora su entrada a un café y dice llamar al mesero con una seña, luego se retracta de lo
escrito:
Es una pena tener una memoria tan endeble; no puedo afirmar que hiciera una seña, y ni
siquiera si será universal la seña que se hace con pulgar e índice separados entre sí por la
distancia habitual de un pocillo; esta parte la estoy inventando, pero sí sé que estaba
sentado a una mesa, con la espalda hacia la ventana que daba a la ruta, y sé que en algún
momento tomé él café que quería tomar. (Burdeos 92)
92
Cabe señalar, como indica el diario, que estos nombres son usados en sustitución de los nombres reales.
125
Los recuerdos que el diarista registra, están llenos de esos “gestos”, imposibles de
recordar pormenorizadamente, pero necesarios para la construcción del relato. En esos detalles se
lo que realmente se busca hacer presente, desplaza a la realidad y su verificación. Si bien estas
imágenes están ligadas a una época y un nombre propio, 1972 en Burdeos, la realidad de ese
tiempo y espacio, como obra de la memoria, se desdibuja hasta quedar suspendida en el presente
La experiencia de este viaje, así como el intento de conciliación de ambos mundos, debe
leerse en el contexto de una ficción surgida del esfuerzo por reconstruir la realidad del pasado.
En el diario se registran diversos paralelismos entre el espacio familiar y el ajeno, entre el mundo
de Montevideo, al que pertenece y desde el que escribe, y el de Burdeos, que se recuerda. Las
notas iniciales muestran ese desconcierto ante ‘lo otro’ que experimenta el extranjero, mas poco
a poco se irán diluyendo. Uno de los momentos más representativos ocurre durante una caminata
Cuando me volví para hacer el camino inverso, me llevé una sorpresa. Había aparecido la
luna, era enorme, y estaba al revés. Todavía no había visto la luna francesa […]
Aparentaba un tamaño alrededor del doble de la luna montevideana, y algo estaba mal,
fuera de lugar, y me perturbaba sin que supiera por qué. Luego comprendí que estaba al
revés, quiero decir, al revés de como yo la veía desde el Hemisferio Sur. (101)
La aparición del cuarto creciente, que para la visión del sureño sería opuesta, es decir,
como la de un cuarto menguante, así como la posición alterada de las manchas lunares lo hacen
posicionalidad sino a la identidad misma. Como anota Hugo Achugar en “Nuestro norte es el
126
sur”, la posicionalidad no implica sólo la geografía sino la cultura y la ideología, la
vive esta “recolocación” con sorpresa más no con desagrado, y de la misma forma en que se
acostumbra a las “tendencias teatrales de los franceses” (Burdeos 86), logra conciliar lo diferente
con su propio mundo. A lo largo del diario establece diversas asociaciones, que le permiten
negociar con el nuevo espacio. De este modo, la feria de los sábados de Burdeos donde compra
sus libros, le recuerda la feria montevideana de Tristan Narvaja (99), el cantante francés George
Brassens es el equivalente de Carlos Gardel (137-140), y hasta el “El jardín público de Burdeos
tenía algo de parque Rodó montevideano” (171).93 A partir del establecimiento de la identidad de
las sensaciones pasadas con las presentes se logra reconstruir la relación entre ambos tiempos y
espacios, entre lo ajeno y lo propio. Así ocurre, por ejemplo, cuando escucha el valsecito francés
[…] una nostalgia que no refiere a ningún pasado personal, que no refiere a nada vivido
ni conocido. Exactamente igual que los tangos que escuchaba a mis quince años en
discos del sexteto de Julio De Caro, grabados quince o dieciséis años antes de que yo
naciera […]. La nostalgia del valsecito francés viene mezclada con un cierto fracaso, un
fracaso por así decirlo placentero; fracasa en la alegría que pretende; es una alegría falsa,
y que sabe que es falsa. El tango me trae la nostalgia por algo que no viví pero que fue;
el valsecito me quiere mostrar algo presente que no es, algo que debería alegrarme pero
con un tipo de alegría que no existe, o que no conozco. (93-94)
Si para Quiroga la visión de París es “una nostalgia de un lugar que nunca hemos visto”
pero que ha sido construida e idealizada en las representaciones librescas, para Levrero el
93
Esta tendencia a expresar el sentimiento de familiaridad con los nuevos lugares es común en los diarios de viajes,
por ejemplo, Horacio Quiroga, cuando hace buen tiempo en París, dice que hace un “día de América” (44), Ernesto
Sábato en su diario de viaje, España en los diarios de mi vejez (2004), menciona que la Gran Vía de Madrid le
recuerda su Avenida Corrientes (17).
127
valsecito francés, tanto como el tango, equivalen a esos espacios de representación de lo irreal;
La negociación más complicada en el diario de Levrero se da, como en casi todo viajero,
cómicas como cuando observa en los carteles de una rotonda “Angoulême” y “Périgueux”,
ambos nombres de ciudades, que le hacen extremar precauciones al caminar creyendo, por el
contrario, que se trata de la leyenda “ángulo peligroso”. Un desconcierto semejante cuando lee
“rue des Saints Pères” que le hace pensar: “Que raro. Un santo llamado Pérez” (172-173). El
suspendido entre los dos mundos, por ello va estableciendo paralelismos que le permiten
negociar con su pasado y asimilarse al lugar al que aún no pertenece, así las yuxtaposiciones de
como suspensión y enajenamiento, implica una no pertenencia, de allí que cuando Levrero
descubre que empieza a pensar en francés reconoce que es momento de volver (9), el temor de
para “concentrarse en la praxis social” sin la sombra de lo pasado (Trigo 275). El entonces-allá,
94
El imaginario debe entenderse aquí como ese paisaje construido por las aspiraciones colectivas que en nuestra
contemporaneidad están mediadas por otros discursos. Experiencia cercana a la de Ernesto Sábato en su diario de
viaje cuya imagen de la ciudad real, en una segunda visita, no se corresponde con la idealizada en su memoria: “La
ciudad por la que siento nostalgia, la que ansiosamente deseo reencontrar, no es la que estoy viendo, áspera y
prestigiosa ciudad europea con sus antiguos mármoles, sus fuentes y monumentos, el empedrado de sus plazas, su
majestuoso Prado, sino aquella que conservo a salvo en los espacios de la memoria, una ciudad construida por
aromas, sonidos, el declinar de una tarde, una esquina, una cena compartida. Por algo tan leve, pero de tanta
gravedad, hecho de presencia y de espíritu. Sí, sobre todo de espíritu” (17).
128
y que en el discurso del migrante es siempre la ‘casa’ que se deja, y el aquí-ahora el lugar al que
se llega se invierten por efecto de la escritura del diario como memoria. Desde el presente en que
y venir, siempre en tránsito” (Trigo 277), equivale en el diario de Levrero a la memoria misma.
recuperarse, para pactar con el ser que se era entonces y con quienes lo rodearon. Recordar
equivale a migrar, a trasladarse, por tanto, a suspender ambos tiempos en el espacio del diario
ser trasladada a la escritura, se relaciona con un proceso terapéutico asociado a su interés en los
hallazgos de la sicología.95 Tal proceso es el detonante de sus diarios anteriores como también de
este:
Fue hace tres días, creo, que me vinieron las imágenes de Burdeos, 1972; y empecé a
escribirlas. Mentalmente. Venían las imágenes y yo las traducía a palabras, y las palabras
iban encadenando y aun creando las nuevas imágenes.
—¡Burdeos! —exclamó hoy, o mejor dicho ayer, hace unas horas, mi terapeuta—.
¡Burdeos! —repitió—. ¿Y cómo fue que usted, nada menos que usted, fue a dar a
Burdeos? (83)
de un diario; recuadros recortados y enmarcados entre cada fecha, como las tomas fijas de una
cinta, dispuestos mediante el montaje o yuxtaposición de los días hasta articular la historia
95
Otro de sus diarios, El discurso vacío (1996), se basa en una especie de terapia grafológica que consiste en
realizar ejercicios de caligrafía bajo la idea de que mediante la mejora de la escritura se puede restablecer la
personalidad y afirmar el carácter. Lo que comienza como un ejercicio de “embellecimiento” de la letra se desplaza
hacia la reflexión sobre la creación, poniendo de manifiesto los mecanismos de la transición entre una mera escritura
física a una escritura creativa. Situación semejante a la que involucra la aprehensión y traslación de una imagen
onírica o síquica al espacio literario.
129
completa que parece rebobinarse y contarse en secuencias de flashback, terminando justo donde
debía de haber comenzado: con la imagen de Pascale aún en Montevideo evaluando al novio de
su madre: “Sos raro como gente —dijo. Y su frase tuvo una entusiasta aprobación de los demás,
ejercicio de imaginación, recrear una escena es inventarla, no como un acto deliberado para la
ficción sino por obra del extrañamiento que provoca la escritura basada en la percepción. La
enseñado nuevamente a “ver”, la ficción se instala en ese acto de reconocimiento que revela la
novedad de lo cotidiano.
El trabajo de Levrero sugiere un interesante debate con las antiguas ideas propuestas por
lenguaje cotidiano otra de sus formas. Shklovski rescata la importancia del lenguaje poético, la
forma y el artificio, como procedimientos del arte y la literatura que transforman la perspectiva
que corresponde a su propia naturaleza, permitiéndonos volverlo a ver (55-70). Levrero emplea
gracias a la ausencia del artificio que emanaría de la escritura personal. Cabe recordar, por
ejemplo, lo que advierte en “Diario de un Canalla”: “No me fastidien con el estilo ni con la
“Burdeos 1972” deja de ser la ciudad francesa con sus particularidades geográficas para
convertirse en el nombre y la fecha que evocan el fracaso de una historia de amor. “Burdeos
130
1972” son meros significantes que trascienden el espacio de lo real para conducir a la
Fragmentos de un diario en los Alpes de César Aira. Mientras que en el diario de Mario Levrero
se trabaja con imágenes síquicas, que abarcan toda la gama de los sentidos, en el diario de César
Aira hay una preocupación por las “imágenes materiales”. El narrador tiene como objetivo
establecer un catálogo de las “imágenes-objetos” de la casa a la que llega de visita, una casa en el
Según informa el diarista, ya había estado allí el año anterior pero recién ahora comienza a
comprender “el uso de las imágenes y su relación con los dueños” (Fragmentos 7). A partir de
dinámica cotidiana de sus habitantes. Lo que a primera vista es un intento de registro realista
descubre muy pronto su limitación: “Me doy cuenta de que me he quedado miserablemente corto
en casi todo. […] al variar el ángulo, sobre todo al acercarme aparecen nuevos detalles, objetos
nuevos, y comprendo que cada cosa podría haberse registrado mejor con otras palabras” (12). Su
trabajo contrasta con el ejercicio realista de su “escritor favorito”, Balzac, cuya obra Honorine
efectivamente, dista del realismo francés pues inserta una preocupación objetivista pero también
conjunto, se va descubriendo su misterio, se adivina la relación íntima con sus poseedores pero
131
también se hace evidente el artificio de la representación: la “traición de las imágenes” de René
Magritte, que hizo evidente el arte visual contemporáneo.96 Los objetos representados en el
diario esconden una historia personal, un significado, no son el escenario ni el decorado de una
ficción de representación totalizadora, perfecta e invariable. La casa que se habita es la casa que
se transforma cada día, a partir de la interrelación con los objetos que se tocan o se desplazan
denotando la vida activa de sus dueños y transmutando sus significados. Aquí también la
observación ajena y novedosa del inquilino, el diarista, los desfamiliariza de su espacio cotidiano
para que se articulen en ese nuevo universo impuesto por los signos narrativos. La reflexión
sobre la imagen que se describe en el diario delata el mecanismo artificioso del registro que hace
intangibles los objetos que representa; la escritura de la imagen no es la imagen sino pura
escritura.
Alpes, espacio privilegiado del romanticismo (Pratt 258) que evoca la campiña francesa y las
vacaciones veraniegas, podemos darnos cuenta de que el objetivo del diario no es la escritura del
viaje, sino el viaje de la escritura, una puesta a prueba sobre su capacidad de representación. El
autor elige volcarse sobre el espacio interior de la casa como una forma de mediación con el
96
Cabe recordar el famoso cuadro de René Magritte, Ceci n’est pas un pipe (1929), título con el que el autor acentúa
su condición de imagen y no de objeto real, paradoja que sería analizada por Michel Foucault en su ensayo
homónimo.
132
El “Nuevo Mundo” que se descubre en la casa en este viaje europeo es curiosamente ese
viejo mundo de la civilización occidental, aunque actualizado por obra de las nuevas
la casa y el mundo en este diario, está presente en otros de sus textos como en el cuento “Diario
de un demonio”, que es un diario que se escribe en un solo día pero en el que se concentra “lo
que va a ser el resto de mi vida” (La trompeta 63), semejante al “virtual infinito en una semana”
que plantea en “Duchamp en México” (Taxol 14). Podríamos decir que la misma escritura del
diario también implica una operación metonímica que le permite al viajero contener el mundo
Una de las primeras escenas que nos sugieren esta posibilidad se encuentra en el relato de
un proyecto de novela que el diarista rememora el segundo día de su llegada, cuando observa el
estacionamiento vacío que da al otro lado de la calle y que el año anterior había sido cedido
como taller al aire libre a un escultor checo. En ese entonces, explica el diarista, se le ocurrió
escribir una novela “sobre un artista obligado a exilarse […] pero la idea de mi novela era que
este desterrado en particular, por ser escultor debía viajar con la carga abrumadora de sus
estatuas sobre los hombros. Esto habría pretendido ser una especie de metáfora de los recuerdos
Como reconoce el diarista, el realismo de la primera parte de su historia (un exilado con
sus angustias, sus cambios de adaptación, etc.), que sería un argumento típico de los escritores
que “ganan premios”, se echa a perder en su caso por la absurda idea de que su personaje tenga
que cargar sus enormes esculturas sobre los hombros. Si bien el diarista desistió en su momento
133
de escribir la historia, la observación actual de los objetos de la casa, a un año de distancia, le
hacen pensar que esto podía haberse resuelto si en lugar de llevar a cuestas sus grandes estatuas
el artista llevara en el bolsillo sus reproducciones reducidas, a modo del museo portátil de
Duchamp y sus “esculturas de viaje”. El museo portátil de Duchamp, la conocida Boîte en valise,
es una especie de catálogo que contiene la obra del artista, son reproducciones en miniatura de su
propia obra que porta en una maleta y que pueden ser montadas y desplegadas para su exhibición
a modo de “museo”.97
Podemos establecer una relación entre este “plan de novela” que Aira no escribe y la
escritura efectiva del diario como sustitución, no sólo de la novela, sino de la casa misma,
miniaturizada en la escritura, y que como huésped podrá llevarse de vuelta a su país en las notas
Las claves de esta lectura las podemos encontrar en su cuento delirante “Duchamp en
México”, que narra el periplo de un turista argentino durante su visita a México, el país
menciona:
[…] el secreto de la industria del turismo a la que este país le da tanta importancia, está
97
La Boîte en valise es una forma de economía estética pero también física para el viajero, como se puede
desprender de esta irónica definición: “Calcular la diferencia entre los volúmenes de aire desplazado por una camisa
limpia planchada y doblada por el mismo modelo de camisa sucia doblada = Física de viaje” (Marcardé 339).
98
El argumento del cuento refiere cómo el turista compra un libro sobre Duchamp, el cual se irá encontrando en
diversos establecimientos mientras recorre la ciudad. Cada vez que encuentra el libro éste se vende a un precio
menor, tentación que lo lleva a adquirir cada uno de los ejemplares hasta llegar a diez, todos comprados a precio
distinto. A medida que los va comprando, el narrador hace una serie de complejos cálculos matemáticos que le dan
como resultado unas cifras exponenciales de ahorro.
134
consumo. Los modos de miniaturizar son muy variados, entre todos ellos se establece un
Las fotografías, los dibujos, los mapas, las estatuillas etc., son formas de miniaturizar; el
souvenir moderno es una “reducción simbólica” del lugar que se visita (Colombi 24). El libro y
profesional, pero yo pienso que todo el continuo, tarde o temprano, pasa por el libro, que es la
forma primitiva y original de miniatura. El libro no solo miniaturiza el mundo, sino que además
de hacerlo lo dice y explica cómo se hace” (Aira Taxol 31). Expresión semejante a la de Susan
Sontag: “Durante muchos decenios el libro fue el modo más influyente de ordenar (y por lo
común de reducir)” (Sobre la fotografía 17). La reflexión de Aira, con ecos de Sontag, es
también una actualización de la moderna sentencia mallarmeana: “que todo, en el mundo, existe
para concluir en un libro” (Mallarmé 18). Pero al igual que la imagen de Magritte, al explicar
objeto es “el reino de la simultaneidad absoluta”. En la miniatura, afirma Aira, “no hay lugar
para la memoria”, en ella solo anida el instante; no es casual que la descripción, como
miniaturización de la casa, solo ocurra en el presente, como acontece la escritura del “Diario”. La
imagen material de Aira, a diferencia de la imagen síquica de Levreo, no está mediada por la
Miniaturizar el mundo es una forma de poseerlo (Bachelard 137); el diario de Aira que
“miniaturiza” la casa, es también un catálogo de sus miniaturas: las casas de muñecas que Ana
construye, la colección de bonsáis del jardín, los juguetes, la pequeña biblioteca “inagotable”,
incluso, el conjunto del valle de los Alpes se encuentra miniaturizado y recortado en el marco de
135
infancia (Bachelard 137), no es extraño evocar la infancia de sus dueños en las figurillas de los
objetos que el diarista retrata; evocaciones que son reiteradas en las alusiones a Michel niño
leyendo las aventuras de Tintin y cuyas figurillas colecciona, o en Ana y las historias que su
padre le contaba cuando niña; incluso, la propia infancia del narrador es evocada en el bonsái
pino que le representa el gigantesco árbol de su casa de Pringles derribado en ese entonces.
Gaston Bachelard interpretó la casa como contenedor del universo, a su vez, para el autor,
las imágenes de la intimidad son indiscernibles de una poética de la casa vista en diferentes
pensamientos, los recuerdos y los sueños (28), es también “un cuerpo de imágenes que dan al
permite el análisis de esa intimidad (78), por lo cual no es extraño que el diario de Aira, género
íntimo, al describir ese espacio, describa en realidad, y de manera oblicua, la intimidad de sus
¿Pero quién son realmente estos personajes? Sabemos que ella es artista, y que él es
escritor que ha escrito un libro sobre Borges y otro sobre escrituras en colaboración, pero no
sabemos sus apellidos, tampoco los títulos exactos de sus libros. Ante la falta de datos, con sólo
narrador mismo nunca se identifica cabalmente, y adivinamos que se trata de César Aira por
algunos signos: su infancia en Pringles, su esposa llamada Liliana, su devoción por Duchamp.99
99
Sus anfitriones, los esposos Ana y Michel no son obra de la ficción. Se trata de Michel Lafon (1954-2014) un
crítico literario y profesor de la universidad Universidad Stendhal de Grenoble, traductor de escritores
contemporáneos argentinos, entre ellos César Aira. Podríamos decir que la presencia de Michel Lafon mitiga en
cierta forma la imagen del “fracaso del escritor latinoamericano” en Francia (fuera de los escritores del boom) pues
gracias al trabajo de los académicos y de la proliferación de departamentos de letras latinoamericanas conocerán un
relativo éxito. Michel Lafon es curiosamente el mismo autor que participa en la edición de Unos días en Brasil el
Diario de viaje que Adolfo Bioy Casares llevó del 23 de julio al 30 de julio de 1960 por invitación de un congreso
del PEN club. Lafon en lugar de un “texto académico” escribe un posfacio a este diario, también en forma diario. El
texto se titula “Diario de Bioy”, imitando la idea del monumental Borges (2006) de Bioy Casares, el diario donde
136
Casualmente este diario, un libro que pertenecería al pacto autobiográfico según su título, no
menciona los nombres completos, ni siquiera el del autor, como sí lo menciona en numerosas
novelas donde aparece como personaje (Cómo me hice monja, Las curas milagrosas del Dr.
Aira, El congreso de literatura, etc.). Esta ausencia explícita en el diario parece sugerir su
incorporación al espacio universalista de la ficción antes que al microcosmos del entorno privado
y, en ese sentido, Fragmentos de un diario en los Alpes, formaría parte del conjunto de las más
Pero, ¿estamos ante una novela corta o ante un diario? Evidentemente, al igual que el
diario de Levrero, este es también una obra híbrida que en tanto novela toma el recurso del
diario, y en tanto diario hace uso de la técnica de la novela. Una perfecta fusión de los géneros
que nos remite a las reflexiones de Percy G. Adams, quien ha observado una relación entre la
de viajes no es necesariamente una rama de la historia o de la geografía sino que está más cerca
Si bien el Diario de viaje de Horacio Quiroga inaugura una clase de “poética del
137
deseaba tanto haber visto y, paradójicamente, no se ve “casi nada”, sugiriendo un desvío del
viaje letrado a la periferia del velódromo; la elección del viaje periférico de Mario Levrero y
César Aira, lo es en dos sentidos: no sólo se elige la provincia Francesa, sino que se opta por la
permanencia en la “casa” como una modalidad del viaje interior y el viaje de la imaginación
La variedad de formas de las que se nutre, no solo el relato de viaje, sino el diario del
de Levrero y Aira. En los diarios Cómo viajar sin ver de Andrés Neuman y Los países invisibles
de Eduardo Lalo observamos el empleo renovado de dos modalidades para el diario del escritor
en el contexto del viaje: el microrrelato y el ensayo. En estos diarios al igual que en los ya
anfitrión, símbolo de la intimidad y la morada, sino desde los espacios indeterminados impuestos
100
Dado el enfoque temático de este capítulo, centrado en el diario del escritor en el contexto del viaje y su
reconfiguración como género híbrido, hemos prescindido del estudio de los que quizá sean los viajeros diaristas por
excelencia en Latinoamérica, el ya referido Adolfo Bioy Casares y el mexicano Sergio Pitol. Los diarios de Sergio
Pitol tienen su mejor expresión en los fragmentos de El arte de la fuga (1996), un libro de ensayos que arranca como
memorial, registrando sucesos de finales de los años cincuenta hasta mediados de los noventa. En medio de los
textos autobiográficos se intercalan fragmentos del diario, particularmente relativos a los viajes, como el “Diario de
Escudilliers” que relata sus años en Barcelona entre 1969 y 1971, “¡Y llegó el desfile!” que registra sucesos de los
años ochenta, vinculado a estancias en México y Estados Unidos mientras escribía su novela El desfile del amor
(1985). También se incorpora “Dos semanas con Thomas Mann”, diario que registra la lectura de la obra del autor
alemán durante una estancia en Estados Unidos en 1995 y, finalmente, “Viaje a Chiapas”, fragmentos de diario de
1994 donde reflexiona sobre el levantamiento zapatista en el sur de México. Las publicaciones de los fragmentos de
su diario se remontan a 1983, al publicar en la revista mexicana Diálogo “De un diario. 1980” y “Diario de Moscú”
en la revista Territorios en 1982. A diferencia de otros diaristas latinoamericanos donde la ciudad extranjera
constituye fundamentalmente un escenario geográfico exclusivo del diario, y su ciudad de origen una obsesiva
recurrencia nostálgica, en la obra de Sergio Pitol hay una completa apertura al presente de ese mundo circundante y
una constante reelaboración literaria de la ciudad extranjera, particularmente europea. A lo largo de toda su obra se
puede observar ese cosmopolitismo que lo caracterizó, no como un rechazo de lo nacional sino como un modo de
relación singular y excéntrica con la tradición occidental de la que fuera, además de lector, un gran traductor. Desde
su primer diario publicado, “De un diario. 1980”, se pueden observar las correlaciones entre la lectura, la escritura y
el viaje, como es el caso de Nocturno de Bujara (1981), libro de relatos situados en Moscú, Varsovia, Venecia,
Bujara y París. Lo mismo ocurre con el segundo diario y el paralelismo con la novela Juegos florales (1985).
138
II. Latinoamérica visible
Domingo Faustino Sarmiento, el gran intelectual viajero del siglo XIX, planteó en estos términos
visión i los objetos, de la materia de examen i la percepción” (6). En tal definición, que coincide
con el esplendor de esa práctica privilegiada mediante la que se accedía a la vivencia de una
que implica la unión de las cosas del “mundo visible” con el espíritu de quien lo observa. A la
contemplación se sumó la operación de la escritura como una acción paralela; escribir como
En el mundo contemporáneo la crisis de esa visión tradicional del viaje viene aparejada
proliferación del viaje turístico, favorecido por la velocidad tecnológica y cotizado como
producto de mercado; aspectos que han alterado nuestras formas de “ver” y desterrado, casi por
ambientada en México y Roma. Una de las relaciones más contundentes se da en los libros El viaje (2000), especie
de crónica de recuerdos sobre Praga cuya memoria se reconstruye gracias a la lectura y reescritura de los diarios, un
proceso que continúa en los ensayos de El mago de Viena (2005), donde el autor refiere explícitamente el juego de
reenvíos y reflejos entre su diario y su obra, y culmina con Autobiografía soterrada (2010), donde incluye “Diario
de la Pradera” un diario sobre su estancia en La Habana y el ensayo a manera de diario “La coronación, el
destronamiento y la paliza final”, escrito entre julio y agosto del 2003, donde habla precisamente del cese de sus
viajes en la edad “provecta”. Podría afirmarse que el diario de Sergio Pitol se presenta como el espacio de simbiosis
de los dos ejes que nutren su obra: el viaje y la escritura. El viaje como experiencia de lo visible y la escritura como
medio de asimilación e interiorización de ese mundo exterior. Una de las formas en las que Pitol formula su “mito
de origen” es a través del diario, en él la limitación temática al viaje, la traducción y la escritura confirmarían
explícitamente el ars poética del escritor cosmopolita.
139
El viaje como turismo está representado en nuestros días por una nueva discursividad que
sin dejar de inscribirse del todo en el horizonte del relato de viaje exige otros mecanismos de
expresión y análisis acordes a su naturaleza.101 Dos representativas variantes del diario en que se
inscribe la discusión viaje-turismo son los diarios de Andrés Neuman y Eduardo Lalo.
Cómo viajar sin ver. (Latinoamérica en tránsito) es un diario escrito entre junio y
diciembre de 2009, durante la gira que el escritor argentino-español Andrés Neuman realizó por
18 países de Latinoamérica luego de recibir el premio Alfaguara por la novela El viajero del
siglo (2009).102 El otro diario, “El viaje”, del puertorriqueño Eduardo Lalo es el diario que
escribe entre el 27 de junio y el 30 de julio de 2005, durante un viaje por Europa acompañando el
primer texto de los tres que forman el libro Los países invisibles. El libro se compone de dos
textos más en el estilo del ensayo: “La carretera número 3” y “El experimento”.103
101
A este respecto cabe señalar, entre otros esfuerzos, la creación de la revista Tourist studies surgida en el 2001 que
encuentra limitaciones en la vieja “teoría del viaje” y busca desarrollar perspectivas teórico críticas sobre el turismo
como fenómeno social y no meramente económico.
102
La novela también tematiza el viaje a partir de la figura de su protagonista Hans, un traductor y viajero, quien
llega a la ciudad ficticia de Wandernburgo y allí permanece seducido por Sofie Gottileb. La obra es una reescritura
de la novela decimonónica, época en la que se sitúa, en ella tiene lugar la observación de los procesos y
transformaciones culturales del siglo XIX y XX, entre ellos la redefinición del papel del Estado europeo, del
mercado, del intelectual y de la mujer. Si bien la novela es el motivo de la “gira”, se trata de dos proyectos distintos
y el diario puede leerse al margen de la novela, la cual no aparece nunca citada en el diario.
103
Es inevitable la referencia a la obra de Ítalo Calvino, Las ciudades invisibles, obra de ficción que incluye los
relatos de viaje que Marco Polo escribe al emperador de los tártaros Kublai Kan, para hablarle de las ciudades
conquistadas que el emperador nunca conocerá. Las ciudades ficticias de Calvino son ciudades atemporales,
imposibles, su libro es “un último poema de amor a las ciudades”. Una configuración de imágenes de las ciudades
soñadas, como alternativa posible a la crisis de la vida urbana moderna (Calvino 15). En Los países invisibles hablar
de ‘país’ no alude solo a un territorio, una entidad política o Estado sino, como veremos, a un espacio o zona
atravesada por la invisibilidad. El ensayo “La carretera número 3” se enmarca dentro del regreso del viaje europeo.
Involucra otra forma de viaje, esta vez desde la propia ciudad. “El experimento” nace del proyecto de no comprar
más libros durante la temporada navideña, como una forma de ahorro, y conformarse con los que posee en casa. El
ensayo registra sus reflexiones sobre esas lecturas y especialmente sobre las que hace al vuelo en las librerías que
visita. Si bien nos enfocamos en “El viaje” en tanto diario, recurriremos a los tres textos para articular la discusión
de este apartado, ya que están inextricablemente unidos: el último texto termina también con unas entradas de diario
en que a un año del viaje por Europa con los estudiantes, viaja de nuevo a España con su familia para vivir allí por
un año.
140
A pesar de las evidentes diferencias entre estos diarios que documentan destinos distintos,
Latinoamérica y Europa, y de encarar la escritura del viaje desde diversas modalidades textuales,
comparten una discusión de fondo: replantear la posibilidad del viaje y su escritura en la época
El diario de Neuman expone la dicotomía desde la paradoja “viajar sin ver”, que se ha
diario, planteado como “hipérbole” del turismo de hoy, apela a indagar en los resquicios de esa
fugacidad, “¿qué se ve cuando apenas vemos?” (16).104 El diario no se posiciona desde una
perspectiva negativa del turismo asociado a un mero modo de consumo, sino que se observa
como parte de los modos de organización nacional y trasnacional que son contradictorios pero
también ineludibles en la vida moderna. El relato del escritor juega un papel crucial dentro de
contrario, de una experiencia más bien pesimista y dolorosa ante la transformación. El escritor
viajero emprende su escritura desde la resignación y la certeza del cambio ineludible pero
cuestionable: “El gueto y la urbanización universales han impuesto su moda, su trend efímero y
banalmente catastrófico. El contenido del mundo, la posibilidad de ver algo, queda rezagada.
104
Aspecto bien representado en el epígrafe que lleva el libro tomado de un poema de Santiago Sylvester “Parado en
la loma desde donde no se ve el mar, miro por eso mismo el mar”.
141
En el mundo de la hiperrepresentación,105 de la que ya no se escapa ni la Europa
En el caso de Cómo viajar sin ver, la “textualidad” adoptada busca ser una manifestación
formal análoga a los modos del trayecto, una forma de posicionarse ante la realidad fragmentada
que ofrece el viaje hoy en día. El diario se encuentra dividido en fragmentos sin fechar, de una
línea los más breves hasta una cuartilla los más extensos. La unidad de sentido que se articula en
cada recuadro de texto va de la mano con el ejercicio del arte fotográfico: “la escritura como
método de captura” (14), la instantánea. Si bien la fragmentación del discurso en los diarios está
determinada por los cortes que determina el calendario, los fragmentos, en el diario de Neuman,
buscan ser el equivalente de las imágenes coleccionadas en el álbum del turista, de allí la
relámpago” (14), se vale de las formas breves (expresiones también de la miniatura) para recrear
combinación de estos elementos en un fragmento del diario durante su paso por Buenos Aires:
*
Veo a Gabriela Michetti avanzado por el estrado en su silla de ruedas. La imagino
diciendo: “Argentina, levántate y anda”. Pero la silla de ruedas la lleva hasta Macri, la
empuja con una mano y saluda con la otra. (31)
*
105
El prefijo hiper en palabras como hiperrepresentación o hipervisible es utilizado por Eduardo Lalo para aludir al
exceso de visibilidad que un espacio, zona cultural o geográfica tienen en comparación con lo que denomina “lo
invisible”. El prefijo está en consonancia con las reflexiones de Marc Augé, al respecto de la sobremodernidad y lo
que llama “figuras del exceso”.
142
En el pasaje se describe la reunión de los entonces representantes del partido político
Unión-Pro, partido de centro derecha, del que formaba parte la social demócrata Gabriela
Michetti y Mauricio Macri, actual presidente de Argentina. La frase, de ecos bíblicos, había sido
presidencial a finales de los 80. En la imagen de Michetti, quien sufre paraplejia, recibida por
partido neoliberal y opuesto a la vocación social, así como a la contradicción de las alianzas
políticas entre partidos divergentes. Aún sin información sobre el trasfondo político del
fragmento, éste sigue funcionado a nivel de “microrrelato”, a partir de tres secuencias narrativas.
El inicio: lo que observa el diarista, y que relata en presente (“veo”) como reproducción de la
estado del personaje: ella levantándose (como la Argentina) por obra del enunciado performativo
A medida que el viaje se desarrolla por los distintos países se elucida a retazos la crónica
política y social. Ésta se relata de modo elíptico, a partir de los vacíos; práctica recurrente a lo
largo del diario, donde lo no dicho busca significar más que lo enunciado. El diario es un
catalizador de las noticias, en especial políticas, que Neuman lee en los periódicos sobre los
143
un atentado de ETA en Mallorca, las cifras de impunidad en Guatemala, el sistema de incentivos
del ejército colombiano, entre muchas otras, sobre las que el diarista se va documentando en los
lectura aparecen en el diario como reproducción del zapping, saltos superficiales entre las
informativa lo que motiva su registro sino lo contrario, el vacío que esa nota o imagen,
*
Leo en El comercio una crónica de los festejos del bicentenario en La Paz. Correa, el
presidente ecuatoriano, declaró: ‘Hoy luchamos hermanados los pueblos de América
Latina por nuestra segunda y definitiva independencia’. ‘Los presidentes’, especificó el
anfitrión Morales, ‘tenemos que buscar con nuestros ejércitos, doctrinas y políticas
propias’. Ejércitos, doctrinas y políticas. El orden de los factores es inquietante. (90)
*
En los fragmentos, la ligereza de los enunciados y el vacío como provocación apelan al
herméticas. Se juega con la presuposición de que el “lector ideal” tendrá la actitud curiosa de
emprender otro viaje por las redes, documentarse del contexto de lo escrito o simplemente
aceptar la ironía, el instante poético que se abre gracias a las pausas y silencios.107
La ubicuidad del diarista, que está al mismo tiempo presente en un nuevo país y a la vez
sumergido en las noticias del mundo, sugiere otra modalidad del viaje y la evasión a los que
107
Cabe citar por ejemplo este fragmento de su recorrido en Panamá: “Pedimos una ronda de cerveza Balboa y cola
de cocodrilo. Cocodrilo joven. El matiz me tranquiliza” (213).
144
transformación del tiempo y del espacio acortados en esta época sobremodernista.108 La
contradictoria situación del viaje en un mundo global, que ha eliminado la novedad por obra del
del mundo digital es una forma de posicionamiento ante lo fugaz, lo consumible y lo instantáneo
Así como Neuman se apropia y reinterpreta las noticias, también hará un recorrido por la
geografía literaria, visibilizando voces y obras particularmente de autores nóveles. Cada llegada
a la ciudad es también una visita a la librería y un encuentro con la obra de los autores locales.
Así revela los nombres de casi un centenar de escritores, de los que aprovechará citas textuales
para que reintegren la imagen de la ciudad, citamos por ejemplo el hallazgo en su visita a Puerto
Rico:
“Estarse moviendo entre varios mundos” explica Santos-Febres, cuyos ensayos son toda
una cartografía, “nos ha enriquecido y marcado. Nosotros los boricuas nos robamos un
pasaporte, aprendimos a vivir con una identidad falsa, o más bien interpuesta (…) La ley
de divorcio en Puerto Rico entró en vigor en 1901. Eso hizo que muchas mujeres
acogieran la invasión norteamericana pues así se liberaban de algunos controles
patriarcales impuestos por la sociedad criolla (…) Este es un país donde la traducción y la
movilidad son una cuestión cotidiana”. (194)
El argumento de Santos-Febres es expuesto aquí como una visión alterna que se integra al
108
La sobremodernidad es un término acuñado por Marc Augé y puede ser reconocida en las tres figuras del exceso
que Augé propone: el tiempo, el espacio y el ego. La época sobremoderna se caracteriza por la comunicación
inmediata, la superabundancia y circulación de acontecimientos, informaciones e imágenes difíciles de hacerse
inteligibles en el tiempo, asimismo hay un acortamiento de los espacios derivado de la aceleración de las
comunicaciones. Los valores de ésta época estriban en el individualismo y la desterritorialización (Los no lugares).
145
su recorrido Neumán incluirá un sin número de citas de obras y autores que componen parte del
mapa literario: escritores tan poco conocidos como Felipe Granados de Costa Rica, Esdras Parras
de Venezuela, o Carlos Wynter Melo de Panamá, conviven con otras voces contemporáneas más
difundidas. Tal es el caso de Guadalupe Nettel de México, Juan Gabriel Vásquez de Colombia,
Samanta Schewbling de Argentina, entre muchos otros. Es en estos pasajes donde se acentúa la
escritor. La misma condición en la que su autor viaja, con todas las credenciales del escritor
premiado –aspecto que sin embargo evita incluir en su diario– contribuye al reforzamiento de esa
imagen, la del escritor en el contexto del viaje que se mueve, antes que todo, entre los libros.
Uno de los aspectos más interesantes de este acto de leer, viajar y citar “en tiempo real”, nos
convoca a una transformación de lo que Edward Said denomina la “actitud textual”, que se
experiencia sino particularmente mediante lo leído y lo escrito por Otro, casi siempre ajeno,
(Orientalismo); el viajero que busca en la ciudad real la “imagen de los libros”, esa actitud
textual que provocara el desencanto de Quiroga con París. El diario de Neuman utiliza también el
libro como medio de confrontación con ese espacio real, pero elige, por el contrario, dar voz a
sus propios escritores y habitantes, constituir un utópico dialogismo, deconstruyendo esa actitud
textual preconcebida. Con esa lectura inmediata de autores contemporáneos que hace en las
librerías, excluye la visión mediada por la memoria de discursos prefijados por el canon. Su
reescritura fragmentada de esos discursos anula la visión de totalidad que pudiera hacerse de
146
Si el diario es por lo común la transcripción del movimiento del pensamiento (Brau 181),
el diario de Neuman es, sobre todo, la transcripción del movimiento del viaje, los saltos de los
capítulos son los saltos entre los países. Y su mirada y su pluma, como la cámara, va efectuando
Esta elección de los géneros de la brevedad como representantes del discurso del viajero-
escritura ensayística que Eduardo Lalo elige en su diario para abordar la dialéctica de lo visible y
La escritura del viaje en la obra de Eduardo Lalo se puede entender, por el contrario,
como una defensa de la demora, la búsqueda de que el viaje sea otra vez espacio de ejercicio del
pensamiento. El diario al que titula “El viaje” está integrado por solo seis fechas, distribuidas en
70 páginas, lo que da como resultado extensas entradas dedicadas no solo a las ciudades que
visita (Londres, Venecia, Verona, Valencia, Madrid), sino a las memorias que esas ciudades le
evocan, cuando las visitó por primera vez años atrás, y a la reflexión que este mundo le suscita
como puertorriqueño. El cuestionamiento sobre los lindes entre los géneros que conforman el
libro en su totalidad también se hace explícito: “¿Hasta qué punto esto es una novela? […] ¿Qué
género es uno sin fronteras, un género-vida hecho sin otro propósito que el de su escritura?”
(153-154).109
que lo escrito también pertenezca al orden de la ficción: “la ficción de la historia, la geopolítica,
la pérdida” (154). El libro que en su conjunto tiene como objeto el “estudio de la invisibilidad”
ensaya a lo largo de sus apartados distintas acepciones, que pueden resumirse sucintamente en la
109
Juan Duchesne Winter en su reseña “Verdadera historia del hombre invisible”, observa el libro como una novela,
en la medida en que Eduardo Lalo, como “ciudadano invisible de países invisibles” se convierte en personaje,
aunado a la ambición narrativa de referir el todo y verse como otro en ese todo narrado.
147
definición de los países invisibles: “aquellos que han sido intervenidos por el discurso del Otro y
Éste habló y habla por ellos convirtiéndose en el experto de las máscaras mudas o apenas
balbucientes en que dicho discurso los ha convertido” (32). Por supuesto que en esta somera
propio país desde hace décadas: la invasión del mercado norteamericano y la cultura del
consumo: “El viaje comienza a ser imposible. Lo visible –que es lo que ha sido globalizado–
Ese viaje imposible, como también lo llama Marc Augé, el viaje que ya “nunca haremos”
y que en otro tiempo “habría podido hacernos descubrir otros paisajes” y propiciado otros
diferente”. La forma en que Eduardo Lalo hace posible el viaje es yendo a la caza de lo invisible,
demorarse en ello, meditar su importancia en tanto signo de una resistencia: “el pensamiento es
Ejemplos de ello los encontraremos a lo largo del diario, así, en la primera entrada, relata
su visita a la biblioteca del Museo Británico donde observa expuesto un dujo, silla utilizada por
los caciques taínos. En la etiqueta queda sin especificar el nombre del grupo que la construyó, la
ficha “sólo dice que fue hallada en el caribe y que fue hecha por el pueblo que poblaba las
Antillas Mayores al momento de la llegada de Colón” (15). Esta observación le permite a Lalo
148
museografía, de clara visión colonialista, expresa un discurso de poder que invisibiliza al otro
invisible están presentes en otros momentos: en el Highgate Cemetery elige fotografiar las
tumbas olvidadas y casi ocultas bajo la extraordinaria vegetación, en lugar de la famosa tumba de
las postales y convertida ya en “copia de sí misma”, encuentra con sorpresa otro signo de
situación de las otras lenguas locales frente al español.110Analiza también otros seres
invisibilizados: escritores que aún escriben desde espacios y lenguas no dominantes; una cajera
cuales no están determinadas únicamente por lo que es o no aprehensible por la mirada y los
que se ocupa dentro de una escala determinada por los discursos de autoridad: una posición
histórica, geopolítica, económica y cultural que se vive desde la marginalidad. La escritura, que
fija significados, formaría parte de esos discursos de poder y a la vez estaría en posibilidad de
similar: los ‘países invisibles’ han sido escritos y leídos desde el discurso del Otro. En el diario
110
La reflexión de Lalo sobre lo invisible, recuerda la reflexión de Kafka sobre las “literaturas pequeñas”, o lo que
Deleuze y Guattari tradujeron como “literatura menor”. El 25 de diciembre de 1911, Kafka describe en su diario las
“literaturas pequeñas”, es decir, las literaturas que una minoría produce en el seno de una lengua mayor, como en su
contexto era la literatura judía en Varsovia y la checa en Praga. Kafka reconoce múltiples ventajas en estas
literaturas que, de manera general, se definen por una mayor vitalidad, puesto que operan bajo limitaciones y están
lejos de la influencia dominante de los grandes escritores y discursos; el autor de las literaturas pequeñas adquiere,
en el contexto de la historia literaria, un carácter especial en tanto asimila y preserva sus propios materiales (Kafka
Diarios 131).Una defensa semejante se advierte en la obra de Lalo, quien observa esas potencialidades en los
espacios y discursos de lo “invisible”.
149
de Lalo, no solo se hacen visibles los seres y los objetos ignorados dentro de su propia cultura
localizada sino que se visibiliza la necesidad de una reflexión distinta entorno a ellos. La
escritura aguda y dilatada de Lalo en las zonas de lo invisible se sustenta en la meditación como
otra forma del periplo, oponiendo a la fugacidad y a la velocidad la demora que exige la
experiencia; teorizar como otra forma del viaje y del cumplimiento del ancestral papel del
referencias a otros autores. Allí se dan cita los Diarios (1910-1913) de Franz Kafka, el “Diario
parisino” de Walter Benjamin, Diario de la galera del escritor húngaro Imre Kertész, The Asian
Journal of Thomas Merton, el diario Perros ahorcados del valenciano César Simone, el diario de
Wittgenstein Movimientos del pensar, entre más de una cincuentena de obras.111 Leer,
desplazarse y escribir: actividades que articulan el diario de viajes y consolidan la imagen del
viajero, que es antes que todo un escritor comprometido con su oficio. Una representativa escena
que refleja las redes literarias en las que el escritor se integra, es el hallazgo que Eduardo Lalo
hace de sí mismo al leer en una librería el diario de Carmen Martín Gaite Cuaderno de Todo.
Eduardo Lalo había sido alumno de Martín Gaite en un taller de escritura en Nueva York, y casi
treinta años después encuentra su nombre cifrado en esas páginas de la estancia neoyorkina:
“Pensar en Eduardo R. en lo que daría por tener tiempo libre y la oportunidad que tengo yo.
Debo pensar mucho en él…” (Los países 42). El hallazgo le permite a Lalo hacer una digresión
sobre su paso de París a Madrid, cuando Lalo termina sus estudios en Francia y sin saber qué
hacer Gaite le ofrece ir a España y trabajar para ella en una traducción. Permanece por ocho
111
Las reflexiones del diarista, Eduardo Lalo, leyendo otros diarios bien podrían articularse en el conjunto de las
escenas de lectura analizadas en el primer capítulo.
150
meses y medio en Madrid sosteniendo una estrecha amistad con Gaite y su familia, hasta que
decide volver definitivamente a Puerto Rico. El recorrido madrileño inicial se convierte así en
una evocación de los tiempos pasados, y esa referencia azarosa del diario, e invisible para otros
lectores, encuentra en Lalo, lector ideal de sus páginas, a su destinatario esperado: imagen
especular del diarista escritor, personaje fragmentado dentro de otros diarios de escritores.
En estos recorridos por las ciudades que son también confrontaciones con lecturas y
recuerdos, sus hallazgos son más bien producto de la errancia antes que del destino prefijado. En
se observa a sí mismo. Su escritura es una forma de autorretrato de una identidad negada frente a
un mundo que también ha sido quebrantado. El ejercicio de introspección es otro de los medios
nacimiento en Cuba, hijo de un español exiliado allí, y vuelto a exiliar luego de la revolución
cubana a Puerto Rico cuando Lalo tenía dos años; su estancia en Estados Unidos y Europa
durante siete años cursando estudios universitarios, su decisión de retorno a Puerto Rico, el lugar
su propia escritura: “¿Qué es la identidad?: las palabras que uso, las que pongo por escrito. ¿Qué
es una identidad cuando los orígenes son irrecuperables o se han invertido?” (179).
latinoamericano afirmar su pertenencia a un nuevo espacio nacional, el diarista del siglo XXI
sobremodernidad. Las dos experiencias que registran Lalo y Neuman van en ese sentido.
El origen, la identidad, que siempre está en el horizonte del viajero como espacio de
151
“epistemológico”, lo conocido, se encuentra también escindido: nacido en Buenos Aires, termina
de criarse en Granada a donde llega con 14 años, poco menos de la mitad de la edad con que
escribe su diario a los 33. Tiene dos países, dos dialectos dentro del español, dos identidades.
Pero al final de un viaje, éstas también se dispersan: “Ya no sé quién, cómo, dónde soy. Quizá
esa identidad sea más real que otras” (Cómo viajar 249).
Mientras que en Neuman, el viaje invoca recuerdos fragmentados de ese origen primero,
deportivas, tradiciones literarias, etc., el diario de Lalo es, en cierto sentido, el regreso a una de
las discusiones centrales que ocupa toda su obra: la visión crítica de su país. Lalo deconstruye los
mitos y discursos que lo han fundado como espacio caribeño, colorido y tropicalizante, y expone
un país en decadencia, aquejado por su propia historia, “territorio invadido” que ha sobrevivido a
una confrontación con lo que vaticina le sucederá, y ya le está sucediendo, al mundo: “Puerto
Rico vivió la globalización antes de que existiera el concepto y, por lo tanto, cuando era
imposible pensarla. De ahí que la experimentara desde una suerte de mudez violenta, desde un
colonialismo” (54).
lee los países invisibles que visita estará pensando en el suyo. Pero la reflexión no acaba allá y
cobra cabal sentido al regresar a su ciudad: “Un viaje no termina en el último lugar visitado sino
152
El texto “La carretera número 13” documenta este regreso que desembocará en el paseo
familiar al parque natural “El Yunque”. Su tránsito por esta carretera le evoca la síntesis de la
fealdad de la ciudad que corre a sus orillas: saturación de complejos comerciales, walk ups,
recorrido por el bosque no está exento de críticas a la invasión de los turistas y a la cinta de
cemento que se extiende en la vereda. Sólo por un instante, en breves líneas, describe la belleza
del paisaje que no vuelve a repetirse: “Pese a todo, permanece la fuerza del bosque, los dioses de
la tierra, que aún hablan para quien sabe escuchar, para quien esté dispuesto a honrarles. Las
horas de la tarde pasan, en el agua clara y batida de la cascada buceando hasta llegar a su fondo
negro y rocoso, descubriendo valentísimos peces de colores entre las pisadas de los hombres”
(94).
Caribe. Imágenes construidas a partir del discurso del colonizador, casi tan antiguas como el
diario de Colón. Imágenes reforzadas por el discurso del gran viajero del siglo XIX por las
Américas, el naturalista y explorador Humboldt, y que cobraría expresión en los primeros diarios
de viajes.112 Y aquí cabría hacer una digresión al que quizá sea el diario de viajes más
112
Mary Louise Pratt argumenta que fue el explorador Alexander von Humboldt quien reinventó la América del Sur
como naturaleza majestuosa luego de su viaje de 1799. Para Pratt el lenguaje y las representaciones de Humboldt
sobre la América se extienden hasta los escritores del siglo XX, y resonarán especialmente en la obra de Carpentier
y su concepto de lo real maravilloso Americano (111-144).
113
Los diarios de Martí se han dividido en dos partes, la primera De Monte Cristi a Cabo Haitiano, que va del 14 de
febrero al 8 de abril de 1895 y la segunda, De Cabo Haitiano a Dos Ríos, del 9 de abril al 17 de mayo del mismo
año. Esta segunda parte ha tenido un amplio reconocimiento y un gran número de ediciones al constituirse como la
última etapa del camino revolucionario de Martí. La primera edición de la primera parte del diario fue hecha en la
Habana en 1932, por el Dr. Manuel Sanguily y Arizty, bajo el título Páginas de un diario. Mientras que la primera
publicación de la segunda parte del diario fue realizada en 1940, en edición conjunta con el Diario de campaña del
153
Martí ofreció en su diario la imagen del mundo como “tierra intocada”; el diario es ese
“espacio hechizado” donde habla el paisaje (Lezama El reino 307). La fundación de la América
literalmente a los pasos del descubridor, allí comienza el viaje de su propia escritura el 14 de
febrero, en la Esperanza, el “paso famoso de Colón”. A lo largo del diario la mirada se regodea
La fundación del paisaje por la palabra se hace doblemente explícito en el diario de Martí,
quien no solo describe el “espacio hechizado” sino que reproduce el mismo lenguaje que lo ha
creado. En diversos fragmentos de su diario hay un desborde lírico en el que se exalta la belleza
de esa tierra que va al encuentro con su independencia. Las observaciones de Martí evocan su
154
Martí fue una de las figuras centrales en oponerse al neocolonialismo finisecular; ante el
creciente discurso expansionista de los Estados Unidos expuso, en sus cartas y ensayos, un
¿podría leerse como otro relato de emancipación que observa en la singularidad del paisaje
virgen la imagen de una tierra libre? ¿Podríamos leer en el diario de Lalo un mecanismo
concreto, la tragedia de esa América unida soñada por Martí y hoy homologada por la bandera
del capitalismo.
Las imágenes de San Juan como ciudad gris no son privativas de este diario, se remontan
también a los trabajos que como artista visual Lalo ha desarrollado. Los mediometrajes Los pies
de San Juan (2002) y Donde (2005), en su predominante fotografía de blanco y negro, evocan la
grisura de la ciudad, su condición de anonimato y olvido, lejana a las visiones quiméricas que
vende el turismo.
Abrazar esta ciudad derrotada, como quien “abraza el infierno”, es también tener el
extraño privilegio y la fuerza de poder verlo (Lalo Los países 72). El trabajo de Eduardo Lalo,
criticado en su propio país por su “placer perverso” por destacar los aspectos más negativos de
San Juan (92), nos lleva a las reflexiones finales de Calvino en Las ciudades invisibles sobre las
dos maneras posibles de no sufrir el infierno cotidiano: “La primera es fácil para muchos: aceptar
el infierno y volverse parte de él hasta dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención
y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es
infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio” (Calvino 117). Eduardo Lalo, por su puesto, eligió
lo segundo.
155
En el inicio de este capítulo aludimos al diario de Horacio Quiroga como uno de los
En suma, el desengaño por el viaje del cosmopolita, del gentleman decimonónico que buscaba el
encuentro con el espacio donde anidaba la “élite de las letras”, el espacio hipervisible de París.
En sus anotaciones finales Quiroga no deja de evocar el deseo de volver a su ciudad, Salto, y,
Misiones. Esa elección “desviada” hacia el campo salvaje es paralela, aunque por muy distintas
razones, al desvío de Eduardo Lalo: abandonar Europa cuando era joven, elegir el lugar de la
Escritura de la sobrevivencia, no solo del que escribe sino del espacio descrito; salvar los
espacios por la escritura. La opción del viaje desde la inmovilidad, desde el “no lugar” de la
hipervisibilidad, fue también la elección del diario de Levrero, quien apenas salió del
departamento de Burdeos y de César Aira, quien se limitó a describir la casa y a ver el paisaje de
los Alpes desde el recuadro de la ventana. Incluso, será ésta la máxima aspiración del diario de
Neuman: “Quizá el mayor libro de viajes, el más incierto de todos sería el de alguien que no va a
ninguna parte y vive imaginando sus posibles movimientos. Frente a una ventana parecida a un
156
La paradoja necesaria que el viaje de hoy demanda para ser aún posible, ya no es el viaje
hacia lo visible, mucho menos lo exótico, sino ese viaje interior, que es en suma el viaje de la
escritura y la memoria. Hacer de la escritura el viaje del escritor será pues el sentido de estos
diarios, o para decirlo con las palabras de Neuman: “No he contado mi viaje en este diario. El
157
CAPÍTULO CUATRO
registro de las enfermedades suele ser un componente temático recurrente que articula parte de la
“trama” de su vida. Sin embargo, como sucede con el tópico del viaje, que propicia la escritura
de diarios monotemáticos aún en escritores que nunca habían llevado un diario, la enfermedad
también se experimenta como un momento privilegiado de observación, en este caso, del propio
específicamente, diarios de la enfermedad, donde ésta no es sólo un tema adicional, sino que es
inteligibles los procesos físicos y psicológicos que acompañan invariablemente ese estado. Cabe
incluso observar la función terapéutica que explícitamente cumple esta escritura y la posibilidad
de reconocer en ella el cuerpo enfermo que sufre, y no sólo a esa figura abstracta o lejana que
hasta ahora hemos denominado como “escritor”. La perspectiva que introducen los diarios de la
158
enfermedad revela un diálogo con la nueva visión que irrumpe en el pensamiento contemporáneo
dimensión simbólica y como parte de una dicotomía indisoluble, en principio, bajo la relación
considerada obra sublime del pensamiento elevaría al libro a su condición de objeto sagrado
(Curtius La literatura 425), y situaría al escritor dentro de una casta “sacerdotal” inalcanzable,
acentuada en el periódico romántico y su noción del genio. Posteriormente, a mediados del siglo
XX, la negación de la figura detrás de la obra y del cuerpo sería reforzado por las teorías
estructuralistas que declararon la muerte del autor y lo concibieron como producto de lenguaje.
Será hasta últimas fechas en que el cuerpo, constituido como objeto de saber, entre en escena y
114Podríamos ver reflejada esta idea en el llamado ‘diario espiritual’, que ha sido reconocido como una de las
primeras vertiente del diario íntimo (Lejeune et Bogaert Le Journal Intime 87). El diario de Ignacio de Loyola sería
el modelo inicial que albergara a un tiempo el examen de conciencia y la comunicación cotidiana con Dios. Esta
modalidad de escritura que tenía como objeto el mejoramiento espiritual implicaba la renuncia a los placeres del
mundo encarnados por los sentidos.
115
Como es bien sabido el pensamiento estructuralista propugnó por la desaparición del autor en los marcos del
texto y en favor del reconocimiento de la estructura y sus relaciones. Las estrategias de reivindicación del cuerpo
serían obra, entre otros autores, del pensamiento tardío de Michel Foucault, antes partidario de la muerte del sujeto,
quien en su noción de “biopolítica” pone nuevamente el cuerpo en escena. Foucault reconoce que a finales del siglo
XVIII, el nuevo control de la burguesía sobre el estado se percata de una serie de problemas que plantea la
gobernabilidad, tales como “salud”, “higiene”, “natalidad”, etc. por lo que crea un conjunto de instituciones para
gestionar su bienestar, que a la vez que los “cuidan”, los regulan como entidades biológicas; el cuerpo, como ente
productor, se convertirá así en el objeto de interés del poder (Estética 209). Otras autoras como Julia Kristeva,
Hélène Cixous y Luce Irigaray también plantearon el reconocimiento de una escritura que se enuncia desde el
cuerpo, particularmente la literatura escrita por mujeres. Dentro de los estudios contemporáneos sobre la enfermedad
y la autobiografía que recuperan el cuerpo cabe citar Illness, Disability and Life Writing (1997) de G. Thomas
Couser, el autor, haciendo referencia al sociólogo médico Arthur W. Frank, reconoce que la experiencia posmoderna
159
Los diarios que nos ocupan en este capítulo son una forma de sustitución de la queja, del
sentimiento vivo y auténtico del sufrimiento; una puesta a prueba de los límites del lenguaje para
Diario del sida (1998) de Pablo Pérez, Diario del dolor (2004) de María Luisa Puga y Veneno de
Escorpión azul. Diario de vida y de muerte (2007) de Gonzalo Millán para plantear el papel del
el tratamiento de dos tópicos generales: por un lado la enfermedad, descrita desde la metáfora y
identidad.
El diario del escritor argentino Pablo Pérez, Un año sin amor. Diario del sida (1998), es
enfermedad.116 Comprende casi un año de registros que van del 17 de febrero al 31 de diciembre
de 1996. La escritura del diario da inicio alrededor de seis años después del diagnóstico de Pérez
alternativas médicas ante su negativa a tomar el AZT, único fármaco usado entonces para el
tratamiento aunque sin eficacia. El diario de Pérez comienza justo meses antes de que tenga lugar
de la enfermedad “is distinguished by the impulse of patients to reclaim their bodies and their stories from medical
discourse” (posic. 327). Desde esta perspectiva se sitúan también los diarios que analizamos en este capítulo.
116
Pablo Pérez (1966) se inicia en la escritura como poeta, ese trabajo se encuentra en antologías como Monstruos
(2001) de Arturo Carrera, Aventuras. Nuevas incursiones en el imaginario gay (2001) y Provedora de droga (2010).
A partir de Un año sin amor comienza el proyecto de la trilogía novelística autobiográfica, que incluye El mendigo
chupapijas (2005) y Querido Nicolás (2016) las tres con el autor-personaje Pablo Pérez.
160
el reconocido congreso médico de Vancouver, citado en el diario, en el que se dan a conocer, los
que logró reducir la presencia del virus en la sangre y evitar que el sida continuara siendo una
que “no pasaré de este año” (40), la esperanza surgida por el tratamiento al que se somete a
cumplirá, culminando así con la gozosa preparación de la celebración del año nuevo (114). Junto
buen médico, la línea más destacada del diario será el registro de la actividad sexual como
atenuante de la soledad; Pérez registra a detalle la búsqueda de contactos con otros hombres y
sus diversas prácticas, que van desde el acercamiento por medio de anuncios en revistas, los
encuentros sexuales en los cines pornográficos, hasta el relato de las dinámicas sexuales dentro
del grupo leather al que pertenece. En el diario intenta manifestarse el ejercicio pleno de la
sexualidad y sus posibilidades, en el contexto de una enfermedad sobre la que han pesado
diversos prejuicios, entre ellos la creencia de que la vida sexual debe quedar clausurada.
surgidas previamente en Latinoamérica entorno al sida, por ejemplo, Salón de Belleza (1994) del
peruano-mexicano Mario Bellatin y Loco Afán. Crónicas de Sidario (1996) del chileno Pedro
Lemebel, narraciones ficcionales cuyo desenlace, dada la época en que fueron escritas, tenían
117
En 1981 aparecen los primeros casos en Estados Unidos de la infección que sería reconocida como Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida causada por el VIH. A partir de 1986 y hasta 1995, se empleó la zidovudine (AZT)
para prevenir la réplica del virus en la sangre, esta monoterapia tenía resultados parciales por la rápida resistencia
que el virus desarrollaba a la medicación, en estos años el sida era considerada una enfermedad mortal. Hacia 1996,
entre el 7 y el 12 de julio, se realizó el histórico congreso de Vancouver, donde se revelaron los exitosos resultados
de la terapia combinada que incluía el AZT, más el didanosine (DDI) entre otros Inhibidores de Proteasa (IP), que
permitían el ataque simultáneo del virus sofocando la mutación y evitando su florecimiento. Tan sólo una semana
después del congreso miles de pacientes comenzaron el nuevo régimen antiviral mejorando su sistema
inmunológico, con lo que se logró hacer del sida una enfermedad más bien crónica (Shernoff et Smith párr. 3). La
perspectiva de la muerte en el diario de Pérez cambiará a partir de este hallazgo.
161
necesariamente un fin trágico. Sin embargo, el tratamiento del tema, desde el punto de vista
autobiográfico, se remonta más bien a los trabajos del escritor francés Hervé Guibert. Podríamos
(1992), toca algunos de los aspectos esenciales que Pérez acentúa en el suyo: la exhibición
gráfica y abyecta del cuerpo enfermo y la necesidad del paciente de integrarse a un medio clínico
que privilegie un trato digno y humano. A diferencia de la experiencia de Guibert quien falleció
En Un año sin amor cabe interpretar, como antecedente de la escritura del diario de
casualmente de nombre Hervé. Pérez llegó a París en 1989, y según relata en el diario salió con
Hervé entre 1991 y 1992. Lo abandona al tener que volver a Buenos Aires en 1992 debido al
suicidio de su hermana menor, Paula. Hervé murió de sida en 1994, tiempo después Pérez
recibirá los cuadernos de sus diarios y surge así el proyecto de traducción con un amigo, quien le
118
Alberto Giordano hace una interesante lectura comparada de las novelas autobiográficas de Hervé Guibert À l’
ami qui ne m’a pas sauvé la vie (1990) y Le protocole compassionnel (1991) con el diario de Pablo Pérez. A partir
del reconocimiento de dos periodos históricos distintos en los que se inscriben las narraciones autobiográficas del
sida, el primero al que corresponde la obra de Guibert, cuando la enfermedad aún era mortal, y el segundo, al que
pertenece la de Pablo Pérez cuando el protagonista pasa a ser un enfermo crónico, es decir, un sobreviviente.
Giordano también discute en su artículo las implicaciones narrativas de dos géneros distintos, como lo son la novela
y el diario íntimo (Giordano “La consigna de los solitarios”). Giordano no hará referencia a Cytomegalovirus, que
desde nuestro punto de vista tiene una relación estrecha con el diario de Pérez además de tratarse de un género sin la
mediación de personajes de ficción. Más tarde en 2013 Pérez publicó una reseña sobre la edición argentina de
Citomegalovirus. Diario de hospitalización (2012), titulada “El reflejo vital”. El citomegalovirus es una de las
enfermedades oportunistas del sida de alta agresividad.
119
Jorge Herralde afirmó en una reseña al libro de Pérez publicada en 2004 que se trataba de Hervé Guibert (El
observatorio 100). Sin embargo esto no es posible, ya que Hervé Guibert murió en 1991. En 2012, se publica una
edición electrónica de Un año sin amor (sin el subtítulo), allí aparecen fotografías de los personajes mencionados en
el libro, entre ellas la de Paula y Hervé, por tanto, lo que parecería una velada referencia literaria tampoco lo es. En
cambio sí es muy posible que Pérez haya conocido la obra literaria de Guibert desde esos años, tanto por su dominio
del francés como por la popularidad del círculo de intelectuales al que Guibert perteneció.
162
relevante la intertextualidad que se genera entre el diario leído y el que se escribe. Se observa,
por ejemplo, la identidad de algunas imágenes, como cuando el 19 de febrero Pérez refiere: “Leí
hace algunos días un diario de Hervé, en el que dice que se sienta a escribir para dejar de dar
vueltas por su casa como un león enjaulado” (22). Esta imagen del león enjaulado y la escritura
la reitera Pérez para hablar de sí mismo en un par de ocasiones, primero el 17 de mayo: “Ya no
sé qué más escribir, voy a dejar de escribir, voy a dar vueltas por toda la casa como un lion en
“Tengo que escribir” equivale a esa vuelta circular y desesperada de los días que transcurren ante
la angustia de la muerte y que se reflejan en la monótona imposición de su registro, que busca ser
su medio de salvación.
en la escritura del diarista como una especie de efecto de réplica, lo que no será una excepción en
diario no viene de una influencia literaria del género sino de la literatura realista (“Entrevista…”
párr. 4), hay indicios que prueban lo contrario, como una cita de Kafka que incluye como
epígrafe en la segunda parte de su diario: “No escribí porque estaba cansado y me quedé
recostado en el sillón de mi cuarto. Hacía calor, hacía frío, yo estaba enfermo y tenía horribles
pesadillas” (59). Si bien no refiere la fuente, ésta pertenece al diario de Kafka y corresponde al
Pauls, es clave en el diario de Kafka, en tanto expresión de las condiciones del cuerpo que
120
Variación de una imagen semejante utilizada por Hervé Guibert, cuando describe la enfermedad en una de sus
novelas: “[…] le sida n’est pas vraiment une maladie, ça simplifie les choses de dire que c’en est une, c’est un état
de faiblesse et d’abandon qui ouvre la cage de la bête qu’on avait en soi” (À l’ami 17).
163
posibilitan o imposibilitan la escritura (16). El cansancio y la pesadilla de la enfermedad
suspenden la “acción” en el mundo y son paradójicamente la causa del relato en el diario y, con
Diario de un poeta seriamente enfermo de Gil de Biedma, así como Diario de muerte el
que es, incluso en las condiciones más extremas de la escritura aquejada por la enfermedad, un
proyecto literario. Proyecto que desde su condición de obra artística también buscará un impacto
con la enfermedad.
Como hemos mencionado uno de los aspectos sustanciales del diario de Pérez se
concentra en los problemas que involucra la relación médico paciente, dentro del aparato clínico
en que se trata la enfermedad. En reiteradas entradas el autor enfatiza sobre las dificultades de
encontrar un buen médico y un tratamiento adecuado, en ese proceso ensayará otras opciones: la
homeopatía, el ejercicio, las dietas y la búsqueda espiritual. Esta relación contradictoria entre lo
que el paciente necesita y lo que el médico y el medio pueden ofrecer también estará presente en
el diario de la escritora mexicana María Luisa Puga. Su obra es un espacio de confrontación con
164
sensibilizar a aquellos que rodean al enfermo. Tanto el diario de Pérez como el de Puga están
dedicados a sus médicos de cabecera. Pérez externó el deseo de que su diario ofreciera una
torno al ejercicio de la sexualidad. Puga también quiso que su diario tuviera otros alcances, por
ejemplo, el volumen fue publicado con tres discos en los que está grabada su voz leyendo el
diario, pues se esperaba que su obra llegara a las clínicas de la Secretaría de Salud en México
En el 2001 María Luisa Puga fue diagnosticada con artritis reumatoide inflamatoria, si
bien los síntomas habían aparecido años antes, hacia 1985, fue tarde cuando la enfermedad fue
nombrada. En el año 2004, Puga publicó el Diario del dolor. El diario está compuesto por 100
fragmentos numerados, sin fecha, en los que se describe su relación cotidiana con Dolor.122 En
los manuales médicos de rehabilitación existe el llamado ‘diario del dolor’, una herramienta que
se emplea para que el paciente con dolor crónico logre identificar el curso del trastorno mediante
un registro de la frecuencia, duración, efecto de los medicamentos, y relación del dolor con la
actividad cotidiana. De este modo, al cabo de varios días de registros, se logra observar los
valores estables del padecimiento para eventualmente poder controlarlo. Sin embargo, el diario
que será, como veremos, una gran metáfora, un intento, en apariencia redundante, por llamar a
las “cosas” por su nombre, como llama a su gato, “Gato”. La elección de un nombre propio será
165
mascota: “En eso se parece a Gato (que es mi gato): encimoso. Sólo moviéndose se aleja un
poco” (12). Este gesto que sugiere una íntima proximidad, recuerda al de Nietzsche en el
fragmento 312 de su libro La gaya ciencia: “My Dog. I have given a name to my pain, and call it
“dog”. It is just as faithful, just as importunate and shameless, just as entertaining, just as wise, as
Esta caracterización del dolor en Puga, como un Otro, así como el análisis del
“comportamiento” cotidiano de Dolor, será, como veremos más adelante, un esfuerzo por
hacerlo de alguna manera inteligible, “domesticarlo”, aún a sabiendas, de que el dolor físico se
resiste a toda forma de lenguaje (Scarry 4). Los fragmentos del diario se inscriben dentro de esa
historia de reconocimiento del dolor crónico, que exigen la adaptación a una nueva forma de
El diario de María Luisa Puga no es pues esa herramienta clínica de los pacientes, como
el que se recomienda llevar, sino que es un diario literario, que se nutre, antes que todo, de su
larga experiencia como diarista, de la que dan cuenta los 327 cuadernos de su archivo.123 Puga
ideó un método para diferenciar, dentro del cuerpo del cuaderno, el tipo de registro al que
guarda o primera página de sus cuadernos, como se observa, por ejemplo, en el manuscrito
123
María Luisa Puga es una de las pocas diaristas mexicanas. Su archivo diarístico es el más grande del que tenemos
noticia. Los cuadernos están resguardados por su hermana Patricia Puga, e incluyen el registro de sus últimos veinte
años de vida. Patricia Puga amablemente me mostró su archivo en diciembre de 2016, y me permitió tomar algunas
fotografías que se incluyen en este apartado. En nuestra conversación grabada el 8 de diciembre de 2016, comenta
que María Luisa Puga destruyó los primeros 20 años de escritura de sus diarios, aduciendo que ya habían sido
utilizados como material de su obra literaria. Aunque sin la disciplina de Puga también Elena Garro llevó un diario,
sus nueve cuadernos inéditos, incluyen anotaciones, no regulares, que van desde 1975 y hasta 1990, pueden
consultarse en el archivo de Firestone Library en Princeton University.
166
Esta codificación se repite en todos sus cuadernos, y es un proceso que permitirá a la
autora la ordenación e identificación del espacio de escritura al que pertenece su registro, y del
Diario del dolor no se trata de fragmentos entresacados de su diario relativos al tema del dolor y
la enfermedad. Este tipo de registros abundan y se encuentran registrados con el signo del
círculo, que corresponde al orden del diario íntimo fechado, en el que también se incluye la
información de sus actividades cotidianas y compartidas con su pareja Isaac Levin, a quien en
Diario del dolor se refiere como EL HOMBRE. También se incluye su régimen de medicación y
cuidados, como se observa en su cuaderno “CVXIII” del año 2002, material no incluido en la
publicación:
específico que sin deslindarse del conjunto de su diario, se concibe como obra autónoma, como
se puede observar en las múltiples referencias del cuaderno mediante las cuales se relata el
proceso de la escritura de esa obra, desarrollada principalmente durante el año 2002. El ejercicio
nos remite a un juego especular, una especie de “diario dentro del diario” que podemos ver
167
representado en este dibujo que hizo en uno de los cuadernos de ese año, el llamado cuaderno
“CVXIV”:
Fig. 2. Diario del dolor, página del diario de María Luisa Puga.
En el encabalgamiento del título del libro que dibuja se expresan los distintos sentidos en
los que se emplea la palabra ‘diario’ en su obra: ‘diario del dolor’, como título del volumen que
escribe; ‘diario’ en el sentido del género: un diario sobre el dolor; el soporte material: un diario
en el sentido de cuaderno; y por último la frecuencia cotidiana del dolor y su registro: ‘diario del
dolor diario’, donde la palabra diario funciona como sustantivo y adjetivo. Asimismo en la
dolencia y su consiguiente escritura. Este doble sentido del término se acentúa en el último
fragmento con el que cierra el libro: “100. En fin /Así es esto del dolor diario” (92). “En fin”,
expresión coloquial que apunta al resumen del relato y su conclusión, pero no la del dolor.
168
Tanto María Luisa Puga como Pablo Pérez escriben su diario en el momento álgido de la
enfermedad, extrayendo un segmento específico de ese proceso que será crónico, logrando dar a
su obra una forma acabada. Puga, que era una diarista consumada, se vale de una cifra redonda:
100 fragmentos, en los que se concentra su reflexión. Mientras que Pérez escribirá su diario
desde la articulación de una narración próxima a lo novelesco determinado también por un ciclo
específico: un año. Por otra parte, el diario de Gonzalo Millán tendrá el cariz de un testamento
poético que será interrumpido por la muerte de su autor: “El diario de un moribundo siempre
quedará trunco” (Millán Veneno 168).124 El 6 mayo de 2006 Millán recibió la noticia del
primera incursión en el género; dejó de escribirlo unos días antes de morir, la última entrada
corresponde al 2 de octubre de 2006. El diario fue publicado póstumamente por su pareja María
Inés Zaldívar en 2007 bajo el título, ideado por él: Veneno de escorpión azul. Diario de vida y de
muerte. En el epígrafe, tomado de un poema del interior del diario, se advierte, como en Puga, el
sentido plural de la palabra “diario”, así como las dicotomías que engloba esta escritura:
124
Gonzalo Millán (1947-2006) es un destacado poeta de la generación del sesenta o postvanguardia chilena. Autor
de una decena de poemarios, tales como Relación personal (1968), Vida (1984), Trece lunas (1997), entre otros,
vivió en el exilio en Canadá y Holanda entre 1973 y 1997.
169
Testamento / preparación para el viaje.125
paradoja de la presencia de la muerte en la vida, idea que Montaigne ensayó: “Todo lo que vivís
edificar la muerte […] Os encontráis en la muerte cuando os estáis en la vida” (70). Sentencia
que se agudiza para el moribundo pues, como sugiere Montaigne, la muerte lo ataca “más
la vida es escribir la agonía. Los días salvados por la escritura son paradójicamente los días que
se van perdiendo, de allí que este diario de vida sea, en la enfermedad, también un diario de
Millán registra día a día, varias veces al día, los momentos de su escritura; modalidad de
un ritual litúrgico de las horas de la oración desplazado al diario (Curtius Ensayos 24). Tal
vida y su escritura; representación de una continuidad que será también “una cuenta regresiva”
(Millán 28).
las células del cáncer que padece, decidido a descartar la quimioterapia por “inútil” declara:
“Estoy, como se dice, desahuciado” (29). La escritora Pía Barros le comparte su “elíxir” cubano,
con el que también se trata el cáncer, el veneno de escorpión azul, que será a partir de aquí el
125
Rodrigo Hasbún hace un agudo análisis de este epígrafe encontrando en él claves fundamentales para entender la
función de la escritura diarística en Millán. De especial importancia es su reflexión sobre el término ‘Jisei’, poema
de despedida en la tradición japonesa que se concibe como una ofrenda que hace el poeta antes de morir. En esta
tradición se presupone que la cercanía de la muerte permite una visión privilegiada de la vida y de su fin; la ofrenda
permite a su lector ser partícipe de esta experiencia y ayudarlo en su preparación futura ante semejante tránsito. Para
Hasbún esta escritura de Millán es una especie de jisei que se prolonga a lo largo de todo el diario (225-226).
170
remedio en el que deposita la esperanza. Muy pronto el diario así nombrado toma esa función:
“Escribir Veneno de escorpión azul es hacer algo antes de morir, luchar por tu vida” (40).
descripciones cotidianas y, particularmente, poemas. Variedad que se relaciona con las distintas
definiciones que ensaya de esta obra: “bitácora terminal”, “borradores de un epitafio”, “poemas a
la muerte”. El diario contiene más de un centenar de poemas, este ejercicio dialoga con el género
practicado por su autor, cuyo último poemario, publicado en 1987, tiene un nombre clave: Virus.
El término viene del latín, y significa “toxina”, “veneno”. El poemario incluye un epígrafe
antídoto: “vacuno con el virus de la verborragia, el silencio” (12). Veneno de escorpión azul
prolonga esa experiencia de forma literal y metafórica: a un tiempo toxina y antídoto contra el
difícil de precisar, ha estado mediado por juicios de valor, convenciones culturales, estándares
quien demostró que es necesario encarar las enfermedades liberándolas de sus metáforas, no
126
La enfermedad ha sido definida comúnmente en términos negativos en oposición a la salud. Esta es por ejemplo
la definición que ofrece el diccionario de la RAE: “Alteración más o menos grave de la salud”, mientras que la
Organización Mundial de la Salud la define como: “Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias
partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya
evolución es más o menos previsible”. En el idioma inglés, la complejidad de la definición se amplía por el uso de
otros términos usados en ocasiones como sinónimos: disease, illness, sickness, los cuales resultan igualmente
imprecisos a su “contraparte”: health, healing and wholeness (Boyd 10).
171
Illness is the night-side of life, a more onerous citizenship. Everyone who is born holds
dual citizenship, in the kingdom of the well and in the kingdom of the sick. Although we
all prefer to use the good passport, sooner or later each of us is obliged, at least for a
spell, to identify ourselves as citizens of that other place. (Illness 3)
Illness as metaphor (1978) estriba en los mitos y prejuicios que se generan sobre ellas, al ser
difícilmente puede ser contenida en los marcos de la teoría de la representación del lenguaje, de
la que se ha valido primordialmente el discurso médico y las ciencias sociales. Virginia Woolf
plantearía tempranamente las limitaciones del idioma para hablar de la enfermedad: “among the
drawbacks of illness as matter for literature there is the poverty of the language” (The Essays
particularmente desde la ficción. Como bien señala Boulumié, el escritor se ha destacado por ser
capaz de describir en todas sus modalidades los síntomas de la enfermedad, e incluso, decir lo
que debe ser pensada la enfermedad, ya no como ficción sino como realidad. El diario apela al
127 Tales ficciones basadas en la imaginación y la invención no han estado exentas de reproducir la ideología
equívoca que impera en el entendimiento de la enfermedad. Además de las referencias que Susan Sontag anota sobre
obras literarias que aluden negativamente a la tuberculosis, el cáncer y el sida. El trabajo de Sandra Gilbert y Susan
Gubar ya había develado cómo en el siglo XIX, la enfermedad está particularmente asociada al género femenino, el
género débil, cuyos intentos de emancipación se asociaban a la locura (Madwoman …).
172
reconocimiento del cuerpo real, el cuerpo que sufre, y por tanto a reivindicar el deseo y el
derecho del enfermo a ‘vivir bien’. Paradójicamente este tratamiento sólo es posible mediante el
recurso al lenguaje metafórico como sucede en los diarios de Puga y Millán, o haciendo presente
Los diarios aquí tratados hacen de la expresión metafórica la base de la comprensión del
enfermedad. La metáfora “crea sentido” sobre las “ruinas” del sentido literal (Ricoeur 209); al
enfermedad mediante una gran variedad de imágenes. Una de ellas muy semejante a la de
Sontag: “Dicen que la salud es una nacionalidad y la enfermedad es un pasaporte. Viajamos con
una bandera u otra, con un escudo de la Cruz Roja o con una bandera negra, como un fiambre
muerte son un viaje, enfermar, igual que morir, es cambiar de “Estado”, pero entre el escudo de
Enrique Lihn en un poema de Diario de muerte había usado una imagen semejante: “hay solo
dos países el de los sanos y el de los enfermos / por un tiempo se puede gozar de doble
nacionalidad, / pero a la larga eso no tiene sentido” (27). Para Lihn, la enfermedad implica una
173
separación paradójica, el enfermo se separa del país de los sanos a quienes sin embargo le une el
destino final de la muerte. Mientras tanto los enfermos se convierten en los verdaderos
“conciudadanos”, los que con certeza ofrecen las palabras de aliento y el auxilio.
experiencia, a partir de la cual se generan las asociaciones. Para Pablo Pérez, por ejemplo, la
ámbito social, que involucra a los que rodean al enfermo sin comprenderlo, y particularmente a
la familia, núcleo donde abreva el origen de la disfunción: “describir ese árbol calloso, enfermo
desde la raíz de un mal siniestro que mata primero a los retoños mientras el tronco y las ramas
grandes duermen” (Un año 22). La enfermedad también ha sido la metáfora del desastre social:
la enfermedad del mundo; para Alan Pauls los diarios se sitúan entre una serie de catástrofes
planetarias, representadas por las guerras, y una serie de derrumbes personales que implican la
degradación física. De este modo el tema por excelencia del diario íntimo en el siglo XX es la
enfermedad: “la enfermedad como afección del organismo del mundo” (10). Cuando la narradora
de Diario del dolor en su encierro le pregunta a Dolor “¿qué pasa afuera?”, él contesta que es
inflamatoria” (40); ante el absurdo, el abuso y la injusticia del exterior, el padecimiento del
sino un paliativo a la cruenta realidad del sufrimiento inexpresable, es decir, una estrategia de
128
Sontag también refiere, y muestra en su libro, cómo las imágenes de la enfermedad se emplean para manifestar
preocupaciones de orden social (72).
174
comprensión y enfrentamiento. En el diario de Puga su personaje, Dolor, es en sí mismo la gran
artritis reumatoide cede el protagonismo a Dolor: “Por eso me caso contigo y no con la artritis, a
la que sí considero violencia” (74). El dolor, que es un mecanismo de defensa y de alerta del
cuerpo, es expuesto en el diario a partir de esa contradictoria función, una función salvadora y de
alarma que sin embargo provoca su malestar e impide su cabal funcionamiento. La complejidad
Como se deriva de las reflexiones del diario, para la autora, la artritis reumatoide
abstracción del nombre, el verdadero efecto es la realidad innombrable del dolor que la paciente
padece, de allí el interés por referir su relación con él. La metáfora comienza con la
personalización misma de Dolor y el deseo de describir su “forma”, ligada al propio cuerpo: “es
desazón incomodidad, posturas imposibles […] es una compañía ineludible e inasible, concreta
que me cubre como coraza…” (9). Y continúa hasta los fragmentos en que Dolor es
completamente un Otro, dotado incluso de una historia propia, un “cuerpo”: “¿Cómo eras de
chico dolor? Un bebé cachetón con ojotes curiosos y una enorme serenidad en ciertos
momentos” (90). Corporeizar el dolor es darle una forma a lo que no la tiene, hacerlo inteligible
175
a pesar de su incomprensión, ir más allá del lenguaje que lo representa, pues como cuestiona
también Enrique Lihn en su Diario de muerte: “Nada tiene que ver el dolor con el dolor / las
palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas” (13). Las metáforas de la
referidas al estado del cuerpo: “Enfermedad. Mal, dolencia, padecimiento, achaque, afección,
particularizarlas en la serie de metáforas con las que aludirá al cáncer que padece. Las metáforas
trabajan sobre conceptos preexistentes para modelar nuevos significados. Cuando Millán refiere
simples que funcionan a partir de la asociación con otros elementos de función o forma
semejante. Sin embargo, hay otras metáforas más elaboradas que ofrece desde la imagen poética.
Por ejemplo, en las primeras páginas, luego de explicar el conjunto de exámenes médicos que le
practican, escribe una serie de poemas, entre ellos “El cangrejo” en el que alude al cáncer como
el “adversario/ De una lucha libre, ahora maestra” (16). Millán titula el poema a partir del
reconocimiento del significado etimológico de la palabra cáncer, “from de Greek karkinos and
the Latin cancer both meaning crab”, tomado según Sontag, siguiendo a Galeno, de la semejanza
entre las venas abultadas de un tumor externo con las patas de un cangrejo (Illness10). Esta
pelea entre el escorpión del veneno azul y el cangrejo: como se representa también en uno de sus
dibujos inéditos:129
129Si bien Millán no había escrito antes un diario, llevaba en cambio una especie de diario visual en el que trabajó
desde el año 1986 hasta el 2006. El trabajo se concentra en más de quince mil fichas bibliográficas en las que
176
Fig. 3. El escorpión y el cangrejo. Diario visual de Gonzalo Millán.
Para Millán el dibujo era otra forma de la escritura, otro medio para dar cauce a sus
muerte, somete al escorpión azul de la salud. Esta metáfora se traslada a la representación del
efecto físico del medicamento: “El veneno del escorpión azul y el cáncer pelean en mis
pulmones” (35), y al mismo tiempo a la escritura del diario, llamado también Veneno.., como
paliativo contra la enfermedad. Las metáforas de la guerra, con que comúnmente se habla del
tratamiento de las enfermedades, se emplean a lo largo del diario: “soy una ciudad
bombardeada” (184). En otros momentos el enfermo llega a ser definido como el héroe, el
mártir, y la enfermedad como una hazaña (184).130 Bajo esta perspectiva épica la escritura es
parte de ese combate: “Escribir Veneno de escorpión azul es hacer algo antes de morir, luchar
por tu vida” (40). La escritura, es el equivalente al veneno que se ingiere, una terapia que cura
dibujaba con distintas técnicas, y algunas veces combinaba dibujo y escritura. Su autor calificó el trabajo como una
forma de “automatismo gráfico” (Veneno 90). La imagen está tomada del minuto 23 del cortometraje documental:
Veneno del escorpión azul, el diario de muerte de Gonzalo Millán (2016), escrito y dirigido por Catalina Albert,
Violeta Castillo y Matías Hinojosa, que incluye una serie de testimonios familiares sobre la vida y obra de Millán y
en el que se muestran algunas tarjetas pertenecientes al archivo Zonaglo, nombre que le dio Millán a su producción.
El artista plástico Gonzalo Aguirre realizó en el 2008 el video Archivo Zonaglo trabajo multidisciplinario que
conjuga animación visual hecha a partir de la digitalización de 7000 tarjetas del poeta, en combinación con la
composición sonora del músico Diego Aguirre.
130
Según Sontag la metáfora militar apareció en la medicina en 1880 cuando las bacterias fueron identificadas con
agentes patógenos, que “invadían” y se “infiltraban” en el cuerpo (Illness 65-66).
177
verbalizando la enfermedad, medio para sobreponerse al pudor y al temor (10); la inicial
preparación del viaje, “la muerte” no excluye en ningún momento la batalla por la vida.
La escritura del diario como empresa de salvación es un tópico frecuente. Ágata Gligo,
escritora chilena, también padeció cáncer y escribió un diario, Diario de una pasajera (1997), el
cual incluye registros de 1992 a 1994 y fue preparado por su autora, quien murió en 1997 meses
antes de su publicación. Impulsado por la sequía literaria y la imposibilidad de escribir una nueva
novela, el diario se irá convirtiendo en la obra y el remedio: “Tenía también que morir de cáncer,
pero me rebelé y torcí la línea marcada y creo que me he salvado. Me estoy salvando en gran
Gligo cita un pasaje de una de sus lecturas recurrentes, La enfermedad como camino de
Thorwald Dethlefsen y Rudiger Dahlke, mezcla de manual médico, sicológico y esotérico que
explica el origen de las enfermedades, y en el que el cáncer es definido con sendas metáforas:
En la teoría del origen del cáncer para estos autores, el comportamiento de la célula es
análogo al individualismo egoísta de nuestra época: “el cáncer es amor pervertido” (Dethlefsen).
La lectura de ese libro “hermoso” provoca a Gligo la conclusión desconcertante, de que a cambio
de no desarrollar cáncer habría que acallar la rebeldía. Bajo esta interpretación su propia
178
enfermedad encontraría lógica en la indómita pasión por la escritura: “mis células son
escritura de su libro, contra las dañinas metáforas y sus teorías, en especial las que explican el
y curación. No son estas el tipo de metáforas que vemos en Puga y Millán, ya que aquí la
disociar conceptos con nuevas representaciones mentales que se acerquen a una nueva
bien dicha abstracción tiene para el especialista rasgos sintomáticos bien diferenciados que
están exentos de suscribirse en operaciones metafóricas cuya autoridad será puesta aquí en
discusión.131 Puga hace notar la disparidad de las relaciones de poder entre el médico y el
Puga no elude el lenguaje científico que describe su malestar, pero escribe su diario a partir de su
desarticulación, reconociendo en su carácter ajeno la distancia que se abre entre el enfermo que
lo padece y su explicación: “El doctor sigue hablando y yo dejo que sus palabras me rocen como
una brisa suave, sin seguirlas porque aunque me gusta su entonación no entiendo nada, pero:
ESPODOLITIS ANQUILOSANTE. ¡Órale! Qué bonito término, ojalá eso tuviera yo” (28). La
131
Por ejemplo Laurence K. Kirmayer se refiere al filósofo Richard Rorty, para recodar que la epistemología de la
biomedicina, que toma como punto de partida la observación científica, está basada en una metáfora de la visión: los
ojos toman una réplica de un mundo objetivo la cual es reflejada o representada por el cerebro. La biomedicina ha
tomado estas representaciones mentales como hechos asumiendo el carácter mimético entre éstas y la realidad: “The
physician ignores the way in which medical training and the adoption of a theory embedded in technical language
and practices actually create the ordered reality in which he discovers and situates the patient’s ‘real’ problems”
(326).
179
escritura del diario se erige desde la negativa a convertir al enfermo en un ‘caso clínico’ definido
sólo por la autoridad médica, un mero ejemplar dentro de la patología general, manifestando la
intimidad experimenta.
palabras “viciadas” para acentuar la nulidad de las estructuras que intentan nombrar lo
palabra nos estalla con diferentes grafías: KADERA, CADHERA, CADDERA, CADERA. Fea
palabra por donde la queramos ver” (30). La palabra se convierte en un significante vacío que es
preciso reelaborar, desde la metáfora, hasta apropiarse de él; de allí que dolor se convierta en
Dolor. En este mismo sentido Millán elige llamar a su tumor “tu”, acción de personificar la
enfermedad para aminorar el temor al nombre “siniestro” donde ya no se aloja el sentido sino el
prejuicio, incluso se plantea: “Habla con tu cáncer. Hazle preguntas a ese enjambre de células
descarriadas […]. Escríbele una carta al cangrejo” (19). El cáncer será el motor del diálogo
Nombrar la enfermedad, reconocerla, “escribirle”, implica tener una relación distinta con ella,
sus formas y sus posibilidades de representación, Pérez opta por exponer gráficamente los signos
corporal asociado comúnmente en la literatura con “lo prosaico y lo vulgar” (Un año 105). Pérez
exhibe con naturalidad lo obsceno, es decir, lo que no es deseable ver, ni debe verse, lo que hay
180
que ocultar: “lo obsceno constituye, pues, el borde negativo, mortífero del erotismo, hasta el
punto de marcar su límite: los dos se conjugan en el sitio donde la muerte despliega sus sombras”
(Marier 20). Bajo esta definición, lo pornográfico, la muerte y la enfermedad, son también
modalidades de lo obsceno, lo que nos excede, lo que nos atrae y repele a un tiempo, lo que no se
puede ver.132
puede olvidar, está “presente en todo momento”, como se lo reiteran los medicamentos que debe
relaciones, dificultando el encuentro del amor. En el relato del diario, el sida es también la
terribles connotaciones que con sólo mencionarlo aleja a los demás, es también un arma para
la carta que muchos usamos cuando queremos obtener algo de nuestros padres: decir que
tenemos sida. Un amigo mío no sólo le dijo esto mismo a su padre, sino también que le quedaba
poco tiempo de vida. Unos días después, al viejo le dio un infarto” (36).
El sida es ese gran fantasma latente, que suscita el constante temor a las enfermedades
infecciones más simples, que gráficamente se describen.133 Desde las primeras páginas del diario
se advierte un énfasis en la representación realista de su cuerpo enfermo con un tono que llega a
132
En la reseña que Pablo Pérez hace sobre el diario Citomegalovirus de Guibert, recuerda el modo en que este libro
azuzó el debate sobre lo que se debe o no decir en la literatura, y evoca las voces críticas de quienes consideraban el
sida como enfermedad vergonzante (Pérez “El reflejo” párr. 3). El diario de Pérez, como el de Guibert, representa un
desafío a las formas comúnmente aceptadas de la expresión cotidiana y literaria, en suma, una exhibición de la
obscenidad.
133
Como Couser refiere, y según la definición médica, el sida no es exactamente una enfermedad específica sino un
síndrome cuyos síntomas son un espectro de enfermedades (posic. 1826).
181
ser lúdico, como la escena en la que anda “en bolas por toda la casa” a causa de una “mancha en
monstruosamente porno” (29), o más tarde, cuando refiere el “citodiagnóstico de unos granitos
que me molestan en el orificio (y el oficio) del culo” (33), e imagina a las doctoras desnudas y
divertidas mientras lo auscultan. En la “jerarquía” de los órganos y las partes del cuerpo, la
enfermedad que se aloja en los órganos sexuales se asocia siempre a la vergüenza y su mención
Con la misma minucia realista, Pérez nombra sin ninguna explicación ni extrañeza la
variedad de exámenes a los que se somete haciendo uso de toda una epistemología médica:
diversos recuentos de “CD4”, terminología que puede parecer tan secreta como suelen serlo las
iniciales que ocultan los nombres reales en un diario. Advertimos que su recuento inicial, 750, es
una cifra “envidiable para seropositivos” (24), que estos “suben y bajan”, como le sucede a él,
pero la alarma cunde cuando llega a 100, y se piensa al borde de la muerte.134 Intuimos la
gravedad o la mejoría por las reacciones mas no por explicaciones adicionales sobre los registros
numéricos: “Rizzo se mostró muy optimista con el tratamiento porque tengo menos de 10,0
KEq/ml (1,0 KEq es aproximadamente 1000 moléculas de HIV-1RNA)” (125). El “lector ideal”
de este diario, sería aquel capaz de comprender a cabalidad las referencias del texto, en principio,
134
Esta misma “epistemología médica” es usada por Guibert, quien sí ofrece una explicación didáctica sobre los T4,
otro de los nombres del CD4: “Les T4 sont cette partie des leucocytes que le virus du sida attaque en premier,
affaiblissant progressivement les défenses immunitaires. Les offensives fatales, la pneumocystose qui touche les
poumons et la toxoplasmose le cerveau, s’enclenchent dans la zone qui descend en dessous de 200 T4; maintenant
on les retarde avec la prescription d’AZT” (À l’ami 13). Cuando la cifra llega por debajo de 200, en una persona
infectada es cuando médicamente se pasa del VIH a la posibilidad de desarrollar las infecciones del sida, una
condición que al menos como nomenclatura médica es irreversible aunque los CD4 suban o se controle la infección.
Pérez llega a 120, a principios de mayo, antes de tomar la triterapia, lo que conlleva la escritura de una especie de
segunda parte de su diario, que es también el comienzo de lo que en ese momento cree serán sus últimos meses.
182
el diarista, inicial destinatario de esta escritura o, para los efectos del tema, el personal de la
salud u otro enfermo que se reconoce en ese código y que puede ser auxiliado por lo que lee.
Desde luego estos elementos no excluyen la dimensión comunicativa que abre el diario, pero sí
apela a una competencia médica extratextual que legitima su narración, pequeños vacíos para el
A diferencia de Puga que observa con recelo el lenguaje científico que nombra su cuerpo
y su mal: “El tejido conjuntivo, dice el doctor con la misma expresión que si dijera: una buena
digestión. Lo miro esperando…” (Puga 27). Pérez no precisa explicaciones ni las otorga al
El diario comienza unos años después de saber su diagnóstico, por lo que se muestra plenamente
mismo alternativas para su alivio, al final logra empoderarse ante todo un aparato clínico del que
desconfía hasta finalmente encontrar los médicos y los tratamientos que necesita.
cuerpo del que escribe su materialización. El cuerpo es el espacio del origen y repartición de la
individualiza a partir del síntoma: “este veneno que fabrica mi cuerpo día a día me está colmando
hasta que tal vez, un día, estalle” (Pérez 10). La enfermedad, que en la mayoría de los casos está
focalizada en el cuerpo: “All day, all night the body intervenes; blunts or sharpens; colours or
183
Para Pérez el cuerpo enfermo es un cuerpo usurpado, ante el dolor siente “mil diablos”
alojados en él (53). Por otro lado está lleno de una energía contenida (83), en otros momentos sin
fuerza en los brazos y sin poder caminar, se cree preso de su cuerpo (103). Sin embargo, el
Con la llaneza con la que Pérez adopta el lenguaje clínico, documentará también el de los
placeres del cuerpo y sus cuidados: habla sobre el fist-fucking, la masturbación, cuando va a
“chuparle la pija” a los clientes de cine, el sexo grupal, el sexo en los baños, en una ocasión
refiere cuando mira excitado un video donde un máster “mete dulcemente bolas de billar en el
culo de su esclavo desnudo;” (112), escena semejante al momento en que él mismo al ducharse
cobra conciencia de que enjabona con amor y delicadeza “el bastón de policía que diez minutos
antes había tenido en culo” (124). Estas imágenes pornográficas y aparentemente contradictorias
soez, identificando la ternura de un acto consentido y de gozo mutuo de los cuerpos, una apertura
que comúnmente se le atribuye al del enfermo, se dignifica a partir de la consumación del deseo
sexual. Hay una correspondencia entre el sentimiento de cercanía de la muerte y la vitalidad que
le infunde el sexo: “cada orgasmo es para mí como un golpe eléctrico que me revive un poco,
aunque sea por unos minutos; como un rayo que me trae de la muerte a la vida” (64); expresión
parecida a la de Enrique Lihn en su poemario: “un enfermo de gravedad se masturba para dar
señales de vida” (67). El sexo es una forma de contrarrestar la angustia ante la posibilidad de la
muerte; pese a la imagen debilitada por los ataques de tos, los ahogos y las fiebres, que relegan a
184
Pérez a los encuentros ocasionales, sus prácticas sexuales, especialmente las realizadas en el
fuerza y aún de vitalidad; otra muestra del exceso y del “borde mortífero” de lo obsceno. Desde
luego este aspecto no anula la imagen de soledad que permea el diario, tanto por la dificultad de
Sin haber perdido la vigencia estas escenas ‘pornográficas’ son una especie de
radiografía social, y muestran la inclinación antropológica por dar a conocer parte del mundo
que en este caso se plantea como un espacio meramente masculino. Si esta forma de escritura se
opone a su trabajo poético anterior, época en la que Pérez creía que la literatura no debía hablar
de cosas “desagradables” (Un año 21); su incursión en este nuevo lenguaje es una forma de
tono metafórico con el que describe su padecimiento pero tampoco están exentas de la imagen
abyecta. Para Millán la enfermedad sigue un curso que le es natural a través del cuerpo, lo
“empuja por dentro hasta la muerte’ (311). El cuerpo, espacio sagrado, se transforma en el lugar
profanado: “Es mala hora para ponerte a amar el cuerpo maltrecho, templo convertido en basural,
estercolero, vertedero” (108). Los órganos, presos de la “cárcel” del cuerpo se exponen al
escrutinio del médico, deben ser “topografiados al detalle” (251). El cáncer, enfermedad de la
185
geografía del cuerpo impone así una división. La unidad del cuerpo, metáfora musical y poética,
esa parte de mi cuerpo” (289). El diario expresa la crisis del cuerpo sano que ha sido
a partir de la relación, célula, órgano y cuerpo. Como es sabido, el cáncer tiene lugar cuando un
producto de esa copia errática. En ese orden las células “rebeldes y suicidas” son las que someten
a la “mayoría del cuerpo” (Millán 83).135 El “pulmón siniestro” (69), que es el pulmón izquierdo,
es el albergue de las “células descarriadas”, el cangrejo se aloja en él, como en “un par de rocas”
(19).
expresión más real del cuerpo enfermo, en la fase del cáncer terminal de Millán, éste es
visibilizado por los espasmos y los fluidos. A momentos el diario es una bitácora de la evolución,
in crescendo, de la colección de síntomas: “Toses dolorosas, secas y sin flema” (21); “Despierto
sintiéndome pésimo, dolor de cabeza, los pulmones adoloridos, tos, el estómago revuelto” (53);
“Escupiendo sangre como hace una semana. Con dolor de la hernia y medroso y asustado” (245).
135
En la lectura de Ágata Gligo, aparece una imagen sobre la “célula suicida” aunque sin connotación negativa: “La
enfermedad como camino no desarrolla teorías políticas o sociales ni recomienda conductas determinadas. Reconoce
la inteligencia y las razones de la bella empresa suicida de la célula, su necesidad de desobedecer la ley y ser ella
misma, aun a costa de su vida” (136).
186
del cuerpo y de su transformación en el tiempo: “El presente es la tos con sus negros coágulos”
(239).
convierte para Millán en una “propiedad compartida” (251), más allá de este dilema y del
partir de la enfermedad, como sí aparece en los otros diarios, especialmente en el de Pérez desde
Gligo; la mastectomía, la “mutilación”, derivada del cáncer de mama, la hace sentir excluida de
la sensualidad, en un momento ambiguo, “ni vieja, ni joven”. Para su psiquiatra, el doctor C., la
nuevas cicatrices “la historia de una carne castigada” (76). Luego de tres años de la enfermedad,
que es también un proceso de conocimiento sobre su cuerpo, admitirá que éste ya no es una
realidad distinta: “lo sentía ajeno y temía su traición” (160); la enfermedad se manifiesta así
Aquejado por la artritis reumatoide se presenta como un cuerpo limitado en su movilidad que
debe adaptarse a los instrumentos que habrán de “normalizar” sus funciones: el bastón y la silla
de ruedas se convierten en las extremidades artificiales de los brazos y los pies. Para el cuerpo de
forma de alteración del nuevo estado natural. La posible operación no es solo una intervención
187
del cuerpo sino “intervención de nuestras existencias” (30), una intervención sobre el ‘Dolor’
que se había asimilado: “lo van a intervenir con términos que ni siquiera entiendo” (30); la
operación deseada es una cirugía física pero también literaria que obliga a modificar el “cuerpo”
de la escritura.
En el diario de Puga el cuerpo es un mapa por el que el dolor transita, “comienza el lento
recorrido del cuerpo por cada uno de sus sectores” (17). El dolor acentúa la unidad cuerpo y
pensamiento, ante el dolor, el cuerpo y el yo son uno solo, existen en unidad en el momento del
dolor. Pero el dolor es también un cuerpo que toma el cuerpo de la enferma, es Dolor. El dolor
físico, señala Elaine Scarry, no solo se resiste al lenguaje sino que lo destruye transmutándolo a
un estado anterior, el de los sonidos y los gritos (4). Mediante un nombre propio, Puga intenta su
fenómeno que se escapa a la objetivación del lenguaje (Scarry 5). El dolor que Puga describe a lo
“delgado”, “untoso”, “oscuro”, en las noches es “un ruidito crujiente”, “a veces pellizca” “hace
llorar”.136 Dolor no es solo una sensación, es el Otro que se hace uno con el cuerpo de la que
escribe hasta borrar su identidad: “¿y yo? Perdí mi imagen […] Soy algo huidizo, indefinible,
136
Las descripciones de Puga poco tienen que ver con la escala clasificatoria médica, Rheumatoid Arthiritis Pain
Scale, desarrollada para medir el dolor en pacientes con Artrtitis Reumatoide. La escala agrupa cuatro aspectos:
sicológico, afectivo, sensorial y cognitivo. Incluye una lista de 24 categorías que son medidas sobre una escala de 7
puntos que representaría la severidad del dolor, y donde 0 es equivalente a “nunca” y 6 a “siempre” entre la lista se
encuentran descripciones como: “I would describe my pain as gnawing”, “I would describe my pain as aching”, “I
would describe my pain as burning”, etc. (Anderson, Appendix 1). Tampoco coincide con el popular “Cuestionario
McGill del dolor”, diseñado por Ronald Melzack y Patrick Wall tomando como base las expresiones recurrentes de
los pacientes. La escala es popularmente utilizada en las clínicas del dolor, y divide el dolor en distintas categorías:
temporalidad, localización, punción, tracción, etc. A cada categoría corresponde un grupo de palabras de base
comparativa sobre la que el enfermo puede elegir la que se adapta a su sensación, por ejemplo, en la categoría de
“punción” se puede elegir entre: 1.Como un pinchazo, 2. Como agujas, 3.Como un clavo, 4. Punzante, 5. Perforante;
cada categoría incluye su propia serie de palabras (Serrano et al, 73). Es innegable observar el carácter metafórico de
las descripciones que son la base de la medición de estas escalas, las cuales fueron creadas bajo el reconocimiento
de que el vocabulario médico convencional describía aspectos limitados del dolor. No resulta extraño que Puga
desarrolle así su particular categorización cuestionando las limitaciones de este lenguaje, y caracterizando a Dolor
con expresiones de la forma y no de la sensación.
188
algo que se está evaporando” (14), la diarista se convierte así en Dolor. Puga no inventa un
nuevo vocabulario para nombrar el dolor sino que establece un sistema de relaciones distinto
para referirlo, palabras y metáforas con las que no suele asociarse: ‘burlón’, ‘sumiso’, ‘ruidito’,
etc., por este medio el dolor se convierte en una forma modelada por la escritura y el lenguaje.
La escritora, como el dolor, es el cuerpo de la escritura. Scarry llama ‘language of agency’ a las
formas mediante las que se define lo indecible del dolor, a partir de un objeto-agente externo:
‘duele como un martillo’, ‘como un clavo’, ‘como un arma’ (17). En Puga, no hay agentes
externos para definirlo, la agencia que Puga le otorga es objetivándolo en un cuerpo. Mientras
que el agente suele verse como algo separado del cuerpo, convertir al dolor en cuerpo, como lo
hace Puga, es identificarlo con su propio cuerpo doliente y así zanjar la dicotomía cuerpo-dolor
(mente). Para Scarry el proceso de objetivación del dolor implica una consecuencia práctica y
ética: nombrar el dolor es darle existencia, y eventualmente esa existencia se convierte en una
realidad política: lograr que el Otro comprenda el dolor y la enfermedad producirá una empatía y
El diario de enfermedad ofrece una representación única del cuerpo del escritor, uno de los pocos
textos donde el cuerpo del que escribe es narrado, con todas sus abyecciones, asumido como un
tiempo. Dignificar la presencia del cuerpo enfermo nos aleja de un sustrato meramente teórico,
para incidir éticamente en la realidad en la que el enfermo no es solo una entidad literaria. Es en
137
En este sentido resulta relevante que el médico cirujano e investigador José Luis Díaz, en su artículo “La
identidad del dolor: ¿Lesión, congoja, lamento o neuromatríz?” analice el Diario del Dolor de Puga para aludir a la
importancia del testimonio del enfermo, en tanto enfoque epistemológico en primera persona, como un
complemento del conocimiento de la base biológica de la enfermedad (275).
189
estos diarios donde podemos ver cuestionada la visión del escritor como sujeto abstracto y
Estos diarios permiten una discusión con las vías de análisis en las que impera la herencia
reconocido como mero discurso, donde el yo es un pronombre sin referencia extratextual y sin
relación directa con el hablante o el autor, y la escritura un medio para borrar los signos de
identidad del que escribe. Como lo expresaron las palabras de Roland Barthes en su conocido
ensayo “La muerte del autor”, donde el sujeto solo existe en el discurso:
[…] la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar
neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde
acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que
escribe. (El susurro 65)
En estos diarios, la enfermedad impone una transformación del “yo” anterior al lenguaje,
es el cuerpo del enfermo el que determina el nuevo relato del yo: “‘Soy otro’ […] Soy un
Enfermo con mayúscula” (271), afirma Millán, “Vida y poesía se trenzan en forma indisoluble”
dimensión corporal. La transformación del yo en el diario será expresada desde la crisis del
138
Esta es una clara diferencia respecto al juego de la representación del que explícitamente participan la mayoría de
los diarios publicados por sus autores, recordemos los casos más evidentes de Ricardo Piglia-Emilio Renzi o Mario
Levrero-Jorge Varlotta, que utilizan un nombre distinto a su nombre de autor para hacer explícita la distancia entre
el ‘sujeto’ que vive y el que se representa en la escritura. Por otro lado, la mayoría de los diarios citados en este
trabajo eluden esta suerte de ‘corporeización’ acentuada en los diarios de la enfermedad.
139
Cabe citar expresiones muy semejantes de los tres diaristas aludiendo a su crisis de identidad a partir de la
enfermedad: “Mi propia novedad me desconcierta porque no me reconozco en el que apenas bebe y fuma poco, en
el que se acuesta temprano, en el que tose sin descanso y sangra en secreto, en el que ha bajado de peso y le ha
cambiado la voz, al que le falta el aire, y en el que dejó de ser maduro y se siente viejo y podrido” (Millán 267). “No
me siento muy identificado con mi nueva forma de vida y es en ese punto en donde aparece la crisis. Este Pablo que
trabaja, este Pablo que acepta un tratamiento del que siempre habló pestes, no es Pablo” (Pérez 93). “[…] la verdad
190
En Puga recuperar el cuerpo, la conciencia de la corporalidad mediante el dolor, es
también recuperar el lugar desde el que se enuncia como mujer y escritora, recuperar una voz.
Una voz que no es sólo un gesto simbólico sino ‘real’. De allí que sea tan significativo que la
edición impresa de su diario esté acompañada por la grabación de su voz leyendo el diario, la voz
como extensión de un cuerpo vivo, la voz como eterna presencia, como gestualidad que
“lugar donde converge la carne, el espíritu, la materia y el significado. Un cuerpo que sea en sí
Hacer oír la voz del escritor enfermo, ya no como esa escritura que pide su disolución, es
reconocer la expresión de una experiencia individual que forma parte de una conciencia social
que replantea cómo entendemos la salud y la enfermedad. Lograr que la enfermedad deje de ser
solo una “anécdota” y el enfermo un expediente en un hospital (Puga 87). Darle existencia en la
realidad por la escritura: “es como hacer de la enfermedad algo que tiene una forma, puse mi
entremezclados: por un lado la auto exploración, y por otro un gesto ético, reflejado en el deseo
es que me siento grotesca. Es que no soy yo. Y la verdad es que cojeando, doblada y con la cara estragada, tampoco
soy yo” (Puga 62).
191
de que sus escritos sirvan a aquellos que padecen una misma condición, y a la vez a todos en
otros diaristas como expresión de una filiación literaria del género. En los diarios de la
enfermedad, las lecturas de las obras y los diarios de otros escritores enfermos, Kafka, Gil de
Biedma, Enrique Lihn, etc., no solo expresan la necesidad de conocer, emular o confrontar un
modelo literario sino de encontrar en esa lectura y en la experiencia de su escritura parte del
alivio. David B. Morris recuerda la queja del novelista Reynolds Price sobre su necesidad de leer
textos que expresaran su propio sufrimiento cuando enfermó de cáncer en la médula espinal, lo
que le llevó a escribir su libro A Whole New life: An IIIness and a Healing. Sobre lo cual Morris
concluye: “Many who today suffer silently and in confusion might be helped if we learn how to
tap the resources of literature in restoring significance to an individual human voice” (32).
alternativa que se suma a la ingesta disciplinaria de las gotas de veneno de alacrán, las galletas de
marihuana, los desayunos macrobióticos, las flores de Bach, el cóctel antiviral, los tés, los
ejercicios de natación, las caminatas y la larga lista de remedios que en ellos citan. Pero, ¿es
Enigma sin respuesta, como lo deja ver la pregunta al aire de Millán: “¿Sería capaz la
Ciertamente estos diarios de la enfermedad no curaron los síntomas del cuerpo de los
escritores, aunque sí sanaron su sufrimiento interior; función que habrá de ser extensiva a sus
lectores.
192
CONCLUSIONES
Desde la publicación del primer volumen del diario de Federico Gamboa, Mucho de mi
vida y algo de la otros en 1908, en el que intentó posicionar su figura como escritor en el
publicación de los dos volúmenes de los diarios de Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi,
en los que el autor se convierte en personaje de ficción, hay un abismo de diferencia por el que
atraviesa la misma historia de la literatura. Mientras Gamboa escribió su diario apegado a los
consideración de que el escritor era el baluarte de una moral que su diario debía atestiguar. Piglia
donde el diario sólo tiene como alternativa la realidad del libro y la ficción. Entre estos dos polos
hay una serie de publicaciones que hemos buscado articular en este trabajo bajo la noción de
‘diario de escritor’; lo que este recorrido ha intentado mostrar es la riqueza de un género que se
capítulo, el diario ha partido de ser una obra considerada parafernalia, una escritura al margen o
un laboratorio de la escritura, hasta lograr la centralidad que le otorgan autores como Piglia y
Levrero. Así lo reafirmó Piglia convencido de que sin haberlo iniciado en 1957 no hubiese
escrito otra cosa: “Siempre digo que voy a publicar tres o cuatro novelas en mi vida para
El diario que en la mayoría de los casos nace bajo una voluntad –la “voluntad de ser
escritor” (Piglia El lector 113) que antecede a la existencia de las obras– confirma con la
193
publicación, la deseada investidura. Una investidura contradictoria, si recordamos que escribir es
esencialmente, como sugieren estos diaristas, la asunción de un fracaso. Del fracaso del escritor,
El diarista, en busca de su “ser escritor”, lee otros diarios de escritores, y crea en el suyo
su propio mito de origen, su mito de autor. Esa especie de nueva figura, surge en el espacio del
libro, inextricablemente unida a la del escritor ‘real’ que escribe y de la que es indiscernible. El
mundo del afuera y el que el texto construye, entre el ser que vive y el que nace en la escritura.
Ese nuevo autor ya no es necesariamente “el escritor sin obra” sino el que hace de la
reconstrucción o ficción de sí, tanto como de la ruina y el fragmento, la única obra posible.
con una poética del fragmento que se instituye en la literatura contemporánea; advertimos que el
diario puede ser parte de un proyecto literario, y no el resultado de una práctica anárquica de la
Pizarnik, Alberto Girri, Augusto Monterroso y José Donoso fueron un breve muestrario de las
transiciones entre manuscritos y obras editadas, de las muchas que tienen lugar en los diarios
dados a conocer directamente por sus autores. Dimos cuenta también de las distintas poéticas que
espontánea y marginal.
Cabe decir que el estudio de los manuscritos frente a las versiones publicadas de los diarios
es una línea abierta que podría extenderse. Tradicionalmente los manuscritos han estado
194
presentes en los estudios de la crítica genética desde los años 50, sin embargo han estado
enfocados en las versiones de las obras narrativas y poéticas. La veta que esta posibilidad abre
para los diarios publicados por los escritores es sugerente, por tratarse de textos que sufren
observamos, no ocurren exclusivamente por razones extraliterarias, en las que está inmiscuida la
imagen del escritor y por tanto la censura, sino que se concentran en preocupaciones de orden
estilístico y formal. Los diarios son doblemente propicios dentro de esta disciplina, por un lado,
por otro, son también los recipiendarios del proceso de escritura y génesis de la obra integral de
los escritores. Se ha reconocido en “The Philosophy of Composition” (1846) de Edgar Allan Poe,
en su traducción al francés por Charles Baudelaire, “Genèse d’un poème”, uno de los textos
reconstrucción metódica de Poe, que ilustra el proceso de inicio a fin de su poema, podemos
(1925) de André Gide. Para el caso que nos ocupa, los manuscritos de los diarios de José Donoso
y María Luisa Puga, por ejemplo, serían una fuente precisa de esta materia al ser de los pocos
La modalidad del diario como obra autónoma y concebida como unidad publicable está
reflejada también en los diarios que formaron parte de nuestro tercer y cuarto capítulo. En el
tercer capítulo, descubrimos en los diarios contemporáneos de escritores que hablan del viaje, no
el diario de viaje tradicional en tanto vivencia de una experiencia original o exótica sino,
propiamente, el diario del escritor que viaja: aquel que al escribir y viajar no descubre otro lugar
sino otra forma de ejercer y comprender su escritura. Observamos en los diarios de Cesar Aira,
195
Mario Levrero, Andrés Neuman y Eduardo Lalo nuevas posibilidades discursivas para el diario,
cruces híbridos entre la novela corta, las formas breves y el ensayo. Obras que desembocan en la
reflexión sobre la representación de lo visible y lo invisible en una época donde reina la imagen,
para demostrar cómo hoy en día el viaje puede ser aún posible: un viaje por las formas y los
significados, un viaje interior; el viaje por la escritura, para hacer del diario el espacio donde el
viaje ocurra.
experiencia del sufrimiento de su cuerpo, un cuerpo que modifica su lenguaje al tiempo en que se
hace presente.
El capítulo de los diarios de la enfermedad se incluyó como una forma de cierre a esa
experiencia de la escritura del diario, único género que acompaña literalmente la vida del que
diario se erige también como prescripción médica y remedio que intenta poner al escritor ‘a
salvo’ de la muerte. El diario se reviste de esa trágica y paradójica condición: escritura que
sobrevive al que ha muerto para testimoniar la vida. Escritura que finalmente sobrepasará al
cuerpo, ese cuerpo que los diarios de la enfermedad intentan a toda costa recuperar. Cabe decir
que hacer presente el cuerpo del que escribe, el cuerpo que sufre, como lo planteamos en este
capítulo, no se dirige a restablecer una crítica anacrónica en la que el escritor ‘real’ tiene la
potestad sobre la verdad de la obra, pues el intento de recuperar el cuerpo y su dolor, experiencia
anterior a todo lenguaje, tampoco escapa de la conciencia del lenguaje como mediación. De allí
196
el uso de la metáfora, figura literaria por antonomasia, para representar la enfermedad, la más
carnal de las experiencias. Este capítulo intentó incidir, sobre todo, en la problemática que el
género establece alrededor de las tensiones entre el escritor que se escribe y el escritor que sufre
y vive.
posibilidad de extender el diálogo en el futuro hacia otras de sus manifestaciones. Por ejemplo: la
película de Anahí Berneri Un año sin amor (2005), basada en el diario de Pablo Pérez; el archivo
del diario visual de Gonzalo Millán escrito paralelamente con Veneno de Escorpión azul, que ha
Túpac Mártir proyecta basado en el Diario del dolor de María Luisa Puga. Todas ellas muestras
Al iniciar este proyecto nos planteamos comenzar a discutir la incidencia del diario de
escritor desde una visión panorámica que abarcara un amplio conjunto de autores y países,
intentando abrir el reconocimiento hacia una tradición diarística que se está revelando a partir de
las publicaciones. El esbozo que hemos realizado en este proyecto intenta ser un punto de
arranque hacia una investigación futura que incorpore y enriquezca los aspectos anotados. Por lo
tanto queda abierto el diálogo hacia otras vías que aquí solo sugerimos, por ejemplo, la relación
de los manuscritos y sus vínculos con la imagen podría dirigir la discusión hacia el diario como
objeto. Queda también por analizar los nuevos soportes en los que los escritores empiezan a
difundir sus diarios como lo es la red o los blogs, hoy espacios de exposición inmediata de un yo
Los diarios que hemos incluido en este trabajo son el reflejo de esa paulatina irrupción
197
transformaciones, determinadas por la libertad del diarista para enfrentar una forma de escritura
que ya es irreductible al simple relato de los días y que, antes bien, revela la potencialidad del
diario como ‘anfibio de los géneros’. El siglo XX es el siglo de sus metamorfosis, el siglo donde
se vio superada su forma canónica sujeta a la cronología de los días y al relato íntimo del yo. En
nuestro recorrido, hemos visto a los fragmentos desprenderse de la referencia obligatoria del
calendario (Puga, Girri, Neuman), los hemos visto inventar a su autor como personaje (Levrero,
Piglia, Aira). Hemos advertido cómo se convierten en fragmentos de la poesía (Girri, Pizarnik,
Millán) o en una novela (Aira, Pérez), en un ejercicio de lectura crítica (Ribeyro), en un ensayo
Nuevas formas de escritura que convocan a una nueva forma de leer y de transformar el
llamado ‘canon’: ¿por qué un diario, lectura obligada para los escritores, como vimos en nuestro
diario está fuera de la literatura no ha desaparecido, sin embargo, los esfuerzos que desde hace
una década se han emprendido en los estudios literarios latinoamericanos, a los que intenta
El diario replantea los modos convencionales de leer, admite lecturas parciales, aleatorias,
azarosas. Sus fragmentos dejan al lector a la deriva, al tiempo en que apelan a su potencial
interpretación, a su papel como lector activo. La lectura académica trabaja contra esos vacíos
buscando unidad de sentido a un texto cuyo sentido se multiplica. Quizá la mejor manera de
hacer un análisis crítico de los diarios sería sometiéndose al mismo estilo fragmentario e inasible
de su estructura. Como el epílogo-diario, que el crítico Michel Lafon hizo del diario de Bioy
subjetividad como elementos de la crítica, como lo demandó Ribeyro en su diatriba contra los
198
conceptos pretendidamente inmutables del lenguaje académico. El diario escapa a toda
conceptualización, porque en él cabe todo, porque como el yo inestable que lo engendra, es una
escritura que desdice a cada paso sus afirmaciones. Intentar reflejar parte de esa multiplicidad ha
199
BIBLIOGRAFÍA
ACHUGAR, Hugo. “Nuestro norte es el sur”. Planetas sin boca: escritos efímeros sobre arte,
cultura y literatura. Ediciones Trilce, Montevideo, 2004, pp. 209-216. Impreso
ADAMS, Percy G. Travel Literature and the Evolution of the Novel. Lexington: University Press
of Kentucky, 1983. Impreso
AIRA, César. Fragmentos de un diario en Los Alpes. Rosario: Beatriz Viterbo Editora, 1993.
Impreso
______. Taxol, precedido de Duchamp en México y La broma. Buenos Aires: Simurg, 1997.
Impreso
______. “Un diario del que brotan novelitas: el proceso creativo de César Aira”. Entrevista con
Iván Javier Maldonado e Irma Villa, en Gaceta de la Universidad Veracruzana, no 61, enero
2003, p. 15. http://www.uv.mx/gaceta/Gaceta61/61/ventana/vent03.htm Web. Consulta: 12 de
octubre, 2016.
ALBERT, Catalina, Violeta Castillo y Matías Hinojosa. Veneno del escorpión azul, el diario de
muerte de Gonzalo Millán (2016). Video documental.
https://www.youtube.com/watch?v=fkWIsS6nr5s. Web. Consulta: 15 de enero, 2017.
ARLT, Roberto. “El escritor fracasado”. El jorobadito. Buenos Aires: Losada, 1997. Impreso
AUGÉ, Marc. Los no lugares. Espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa, 2005. Impreso
BACHELARD, Gastón. La poética del espacio, Trad. Ernestina de Champourcin, Buenos Aires:
FCE, 2000. Impreso
BARTHES, Roland. Roland Barthes por Roland Barthes. Caracas: Monte Ávila, 1975. Impreso
200
______. “Proust y los nombres”. El grado cero de la escritura. Seguido de nuevos ensayos
críticos. Buenos Aires: Siglo XXI, 1976. 171-190. Impreso
_____. Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos, voces. Barcelona: Paidós. 1986. Impreso
______. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Barcelona: Paidós, 2002.
Impreso
BENN, Gottfried. Doble vida y otros escritos autobiográficos. Trad. Ramón Strack, Barcelona:
Barral Editores, 1972. Impreso
BLANCO FOMBONA, Rufino. Diarios de mi vida. Ed. Ángel Rama. Caracas: Monte Ávila,
1975. Impreso
BLANCHOT, Maurice. El libro que vendrá. Caracas: Monte Ávila, 1969. Impreso
_____. “Memorandum sur “Le cours des choses”. Lignes, no 11, 1990, pp.187-188. Impreso
BRAUD, Michel. La forme des jours: pour une poétique du journal personnel. París: Seuil,
2006. Impreso
BIOY CASARES, Adolfo. Unos días en Brasil (Diario de viaje). Epílogo de Michel Lafon.
Madrid: La compañía de los libros - Páginas de espuma, 2010. Impreso
BOULOUMIÉ, Arlette y Tournier, Michel, Écriture et maladie: du bon usage des maladies,
Paris: Imago, 2003. Impreso
BOYD, Kenneth M. “Disease, illness, sickness, health, healing and wholeness: exploring some
elusive concepts”. J Med Ethics: Medical Humanities, no 26, 2000, pp. 9–17.
http://dx.doi.org/10.1136/mh.26.1.9. Web. Consulta: 12 de marzo, 2017.
CALAFELL Sala, Nuria. Sujeto cuerpo y lenguaje: los Diarios de Alejandra Pizarnik. Tesis
Doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona, 2007. http://hdl.handle.net/2072/4349 Web.
Consulta: 5 de abril, 2015.
CAMARGO Breña, Angelina. “‘Tras la máscara de payaso siempre hay algo más profundo’.
Augusto Monterroso presenta la Letra e”, ABC (Madrid), 2 de enero de 1988, p.47.
http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1988/01/02/047.html. Web.
Consulta: 15 de marzo, 2015.
201
CASTILLA DEL PINO, Carlos. “Teoría de la intimidad”, Revista de Occidente, no 182-183
1996, pp. 25-30. Impreso
CLIFFORD, James. Routes: Travel and Translation in the Late Twentieth Century. Cambridge
MA: Harvard University Press, 1997. Impreso
COAGUILA, Jorge. Ribeyro. La palabra inmortal. Lima: Jaime Campodónico, 1995. Impreso
COHEN, Jean. Estructura del lenguaje poético. Madrid: Gredos, 1970. Impreso
CONTRERAS Ríos, Isaura. “La filiación literaria de los diarios de Alejandra Pizarnik”.
Escrituras al margen. Ed. Asunción Rangel. Guanajuato: Universidad de Guanajuato, 2013, pp.
52-85. Impreso
_____. “Las posibilidades genéricas y narrativas del fragmento, formas breves, historia literaria y
campo cultural hispanoamericanos”, Nueva Revista de Filología Hispánica, no 44, 1996, pp.
451-487. Impreso
CORINNE, Maier. Lo obsceno. La muerte en acción. Buenos Aires: Nueva visión, 2005.
Impreso
COUSER, Thomas G. Recovering Bodies: Illness, Disability, and Life Writing. Madison:
University of Wisconsin Press, 1997. Ebook
CUETO, Sergio. “Girri: Un ejercicio de lectura”, INTI, no 52/53, 2000, pp. 149-158. JSTOR,
www.jstor.org/stable/23287082. Web. Consulta: 12 de febrero, 2016.
CURTIUS, Ernst Robert. Ensayos críticos acerca de literatura europea. Trad. Eduardo Valentí.
Barcelona: Seix Barral, 1959. Impreso
_____. La literatura europea y la edad media latina. Trad. Margit Frenk Alatorre y Antonio
Alatorre. México: FCE, 1995. Impreso
CHACEL, Rosa. Alcancía, Ida. Vol I, Barcelona: Seix Barral, 1982. Impreso
202
DARÍO, Rubén. Los raros. Buenos Aires: Losada, 1994. Impreso
DELGADO, José M. y Alberto Brignole. Vida y obra de Horacio Quiroga. Caracas: Claudio
García, 1939.
DEPPMAN, Jed, Daniel Ferrer, Michael Groden. “A génesis of French Genetic Cricism”.
Genetic Criticism. Jed Deppman, Daniel Ferrer and Michael Groden, eds. Jed Deppman, trans.
Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2004, pp. 1-16. Impreso
DÍAZ, José Luis. “La identidad del dolor: ¿Lesión, congoja, lamento o neuromatríz?”, Salud
Mental, no 28, 2005. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58222802. Web. Consulta: 15 de
febrero, 2017.
_____. “La gran beca Guggenheim: prestigio y generosidad”, Diarios, ensayos, crónicas. La
cocina de la escritura, Ed. Patricia Rubio, Santiago: RIL Editores, 2009, pp. 92-97. Impreso
_____. “Entrevista a José Donoso (Santiago, 6 de setiembre de 1989)” por Osvaldo Obregón y
Gabriela Obregón. América: Cahiers du CRICCAL, no 7, 1990, pp. 107-115.
www.persee.fr/doc/ameri_0982-9237_1990_num_7_1_1020. Web. Consulta: 13 de marzo, 2015
_____. Notebook 52; 1980 July-1981 May; José Donoso Papers, Box 59 Folder 1; Manuscripts
Division, Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library.
_____.“The Journal of a Novel”; dates not examined; José Donoso Papers, Box 51 Folder 10;
Manuscripts Division, Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University
Library.
DU BOS, Charles. Approximations. Première série. París: Libraire Plon-Nourrit, 1922. Impreso
_____. Qu’ est-ce que la littérature? París: Libraire Plon-Nourrit, 1945. Impreso
203
_____. Journal (1924-1925), V. II. París: Corrêa, 1948. Impreso
DUCHESNE, Winter, Juan. “La verdadera historia del hombre invisible” (reseña). Revista
Iberoamericana, vol LXXV, no 229, Oct-dic. 2009, pp. 1288-1292.
http://revistaiberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/issue/view/269 Web.
Consulta: 10 de septiembre, 2016.
ELMORE, Peter. El perfil de la palabra. La obra de Julio Ramón Ribeyro. Lima: Pontificia
Universidad Católica del Perú / Fondo de Cultura Económica, 2002. Impreso
_____. Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales III. Barcelona: Paidós, 1999. Impreso
GAMBOA Federico. Mi diario. Mucho de mi vida y algo de la de otros. Primera serie I. (1892-
1896). Guadalajara: Imprenta de La Gaceta de Guadalajara, 1908. Impreso
GARCÍA Vega, Lorenzo. Rostros del reverso. Caracas: Monte Ávila Editores, 1977. Impreso
GILBERT, Sandra y Susan Gubar. Madwoman in the Attic: The Woman Writer and the
Nineteenth-Century Literary Imagination. New Haven: Yale University Press, 1979. Impreso
GIL DE BIEDMA, Jaime. Diario del artista seriamente enfermo. Barcelona: Lumen, 1974.
Impreso
_____. Diario de un libro, version B, TMs with corrections; 1972; Selected Papers of Alberto
Girri, Box 1 Folder 8; Manuscripts Division, Department of Rare Books and Special Collections,
Princeton University Library.
204
______. El motivo es el poema. Buenos Aires: Sudamericana, 1976. Impreso
GLIGO, Ágata. Diario de una pasajera. Santiago de Chile: Alfaguara, 1997. Impreso
GIORDANO, Alberto. “La consigna de los solitarios. Escritura y sobrevivencia en Un año sin
amor. Diario del SIDA de Pablo Pérez”. Iberoamericana, vol 5, no 19, 2005.
https://journals.iai.spk-berlin.de/index.php/iberoamericana/issue/view/51. Web. Consulta:12 de
enero, 2017.
_____. Una posibilidad de vida: Escrituras íntimas. Buenos Aires: Beatriz Viterbo Editora,
2006. Impreso
_____. “La tentación del diario: escritura de la intimidad y experiencia ética en La tentación del
fracaso de Julio Ramón Ribeyro”. Cuadernos de Literatura, vol 19, no 37, 2015, pp. 341-360.
doi:10.11144/Javeriana.CL19-37.ltde . Web. Consulta: 20 de enero, 2015.
GONCOURT, Edmond de. Journal des Goncourt. Memoirs de la vie littéraire, Vol. 1, París:
Bibliothèque Charpentier, 1891. Impreso
______. “Llevar un diario, escribir una vida. A partir de Virginia Woolf en su diario”. BOLETIN,
no. 16, 2011, pp.1-10. doi: www.celarg.org. Web. Consulta: 30 de agosto, 2015.
GUIBERT, Hervé. À l’ami qui ne m’a pas sauvé la vie. París: Gallimard, 1990. Impreso
HASBÚN, Rodrigo. “Algunas consideraciones sobre Veneno de escorpión azul, diario de vida y
de muerte de Gonzalo Millán. Diarios Latinoamericanos del siglo XX. Ana Gallegos Cuiñas,
Christian Estrade, Fatiha Idmhan (eds). Bruxelles: P.I E. Peter Lang, 2016, pp. 225-235.
HERRALDE, Jorge. El observatorio editorial. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2004.
Impreso
JÜNGER, Ernst. Journaux de Guerre (1939-1948), V.II. París: Gallimard, 2008. Impreso
KAFKA, Franz. Diarios (1910-1923). Trad. Feliu Formosa, Barcelona: Lumen-Tusquets, 2005.
Impreso
205
_____. “Auto-Genesis: Genetic Studies of Autobiographical Texts”. Trans. Jed Deppman.
Genetic Criticism. Genetic Criticism. Jed Deppman, Daniel Ferrer y Michael Groden, eds. Trad.
Jed Deppman. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2004, pp.193-217. Impreso
_____. y Catherine Bogaert. Le journal intime historie et anthologie, París: Textuel, 2006.
Impreso
LEZAMA Lima, José. El reino de la imagen. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1981. Impreso
LALO, Eduardo. Los países invisibles. Buenos Aires: Corregidor, 2ª. Ed. 2014. Impreso
LELEU, Michèle. Les journaux intimes. París: Presses Universitaires de France, 1952. Impreso
LIHN, Enrique. Diario de muerte. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1989. Impreso
MALLARMÉ, Stéphane. Antología. Prol. José Lezama Lima, Madrid: Visor de poesía, 1971.
Impreso
MARCARDÉ, Bernard. Marcel Duchamp. La vida a crédito. Trad. Laura Fólica, Buenos Aires:
Libros del Zorzal, 2008. Impreso
MARTÍ, José, Obras Completas , V. 19. La Habana: Editora Nacional de Cuba, 1964. Impreso
MARTÍNEZ Estrada, Ezequiel. “Prólogo” en José Martí, Diario de Campaña, Ed. Ezequiel
Martínez Estrada, La Habana: Editora Nacional de Cuba, 1962. Impreso
MILLÁN, Gonzalo. Veneno de escorpión azul. Diario de vida y de muerte. Santiago de Chile:
Universidad Diego Portales, 2007.
206
MILLY, Jean. “Le pastiche Goncourt dans Le Temps retrouvé”. Revue d’ histoire littéraire de la
France, 1971, pp. 815-835.URL: http://www.jstor.org/stable/40524217. Web. Consulta: 29 de
septiembre, 2015.
MINARDI, Giovanna. “La tentación del fracaso. Los diarios de Julio Ramón Ribeyro: Entre la
escritura y la existencia”. Hispamérica, vol 33, no 99, 2004, pp. 91-101. Impreso
MONTAIGNE, Michel de. Ensayos escogidos. Trad. Enrique Azcoaga. Madrid: EDAF, 1991.
Impreso
_____. “Fragmentos de un diario”. Uno más uno [México] 10 Dic. 1983. Impreso
_____. Notebook; Feb- Jul,1984; Augusto Monterroso Papers, Box 1; Manuscripts Division,
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
MORALES, Leónidas. “El diario de Luis Oyarzún”. Revista Chilena de Literatura. Santiago, no
32, noviembre 1988, pp. 63-78.
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/index.php/RCH/article/viewFile/8910/8787. Web.
Consulta: 2 de marzo, 2015.
MORRIS, David B. The Culture of Pain. Berkeley and Los Angeles: University of California
Press, 1991. Impreso.
MUNGUÍA Zataraín, Martha Elena. “Más allá de lo confesional, por los senderos del humor. La
letra E de Augusto Monterroso”. El diario como forma de escritura y pensamiento en el mundo
contemporáneo. Ed. Luisa Paz Rodríguez, David Pérez. Intititución Fernando el Católico:
Zaragoza, 2011, pp.143-152. http://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/3068. Web. Consulta: 8 de
agosto de 20015.
NEUMAN, Andrés. Cómo viajar sin ver. Latinoamérica en tránsito. Madrid: Alfaguara, 2010.
Impreso
NERVAL, Gerard de. “Artémis”, A Book of French Verse from Marot to Mallarmé. Ed. Leon
Emile Kastner. Cambridge: Cambridge University Press, 1936, pp. 273-274. Impreso
207
NIETZSCHE, Friedrich. The Gay Science. Trad. Thomas Common. New York: Dover
Publications, 2006. Impreso
NOVALIS. Estudios sobre Fitche y otros escritos. Trad. Roberto Caner. Madrid: Ediciones
Akal, 2007. Impreso
OCAMPO, Victoria. Virginia Woolf en su Diario. Buenos Aires: Sur, 1982. Impreso
OVIEDO, José Miguel. “La lección de Ribeyro”, Asedios a Julio Ramón Ribeyro. Eds. Ismael P.
Márquez y César Ferreira. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1996, pp. 81-86.
Impreso
PATER, Walter. “Amiel’s Journal Intime”. The Works of Walter Pater. Essays from The
Guardian, London: Macmillan, 1905, pp. 19-37. Impreso
PAVESE, Cesare. El oficio de vivir. Trad. Luis Justo. Buenos Aires: Raigal,1957. Impreso
PAZ, Octavio. Los hijos del limo. Barcelona: Seix Barral, 1974. Impreso
PÉREZ, Pablo. “Entrevista a Pablo Perez” por Debora Behar. Sudor de tinta. Revista
cuatrimestral de literatura argentina contemporánea, 2009.
http://revistasudordetinta.blogspot.com/2010/06/entrevista-pablo-perez.html. Web. 20 de enero,
2017.
PICARD, Hans Rudolf. “El diario como género entre lo íntimo y lo privado”. 1616. Anuario de
la Sociedad Española de Literatura Comparada. Madrid, 1981, pp. 115-122. Impreso
PIGLIA, Ricardo. Crítica y ficción, Buenos Aires: Siglo XXI, 1993. Impreso
______. Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación. Barcelona: Anagrama, 2015. Impreso
PIZARNIK, Alejandra. “Diario 1960-1961”, Mito 39/40, 1961-1962, pp. 110-115. Impreso
208
_____. “Fragmentos de un diario”, Poesía= poesía 11/13, 1962, p. 5. Impreso
_____. “Fragments du journal”. Les Lettres Nouvelles, no 39, 1963. pp. 173-174. Impreso
_____. Prosa completa. Ed. de Ana Becciú, Barcelona: Lumen, 2002. Impreso
_____. Cartas. Alejandra Pizarnik / Leon Ostrov. Ed. Andrea Ostrov. Buenos Aires: Eduvim,
2012. Impreso
_____. Diarios (Nueva edición). Ed. de Ana Becciú. Barcelona: Lumen, 2013. Impreso
_____. Poesía completa. Ed. de Ana Becciú, Barcelona: Lumen, 2007. Impreso
_____. Notebook 1960-1961; Alejandra Pizarnik Papers, Box 1 Folder 8; Manuscripts Division,
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
_____. Notebook 1972 February-June; Alejandra Pizarnik Papers, Box 3 Folder 1; Manuscripts
Division, Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library.
PRATT, Mary Louise. Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Trad. Ofelia
Castillo, México: FCE, 2010. Impreso
RIBEYRO, Julio Ramón. La caza sutil. Lima: Milla Batres, 1976. Impreso
______. La Tentación del fracaso I. Diario Personal 1950-1960. Lima: Jaime Campodónico
Editor, 1992. Impreso
______. La Tentación del fracaso II. Diario Personal 1960-1974. Lima: Jaime Campodónico
Editor, 1993. Impreso
______. La Tentación del fracaso III. Diario Personal 1975-1978. Lima: Jaime Campodónico
Editor, 1995. Impreso
209
_____. Prosas apátridas (completas). Barcelona: Seix Barral, 2007. Impreso
QUIROGA, Horacio. Diario y correspondencia, vol 5, Buenos Aires: Losada, 2007. Impreso
RODRÍGUEZ Monegal, Emir. Las Raíces de Quiroga. Montevideo: Ediciones Asir, 1961.
Impreso
RUFINELLI, Jorge. “El otro M. sobre la E. dedicado a B”. Refracción, Augusto Monterroso ante
la crítica, Ed. Wilfrido Corral, México: UNAM-Era, 1995, pp. 132-138. Impreso
SÁBATO, Ernesto. España en los diarios de mi vejez. Barcelona: Seix Barral, 2004. Impreso
SARMIENTO, Domingo Faustino. Viajes por Europa, África y América, Madrid: Archivos,
1993. Impreso
SCARRY, Elaine. The Body in Pain: The Making and Unmaking of the World. New York:
Oxford University Press, 1985. Impreso
SHKLOVSKI, Viktor. “El arte como artificio” Teoría de la literatura de los formalistas rusos.
(Antología preparada y presentada por Tzvetan Todorov). México: Siglo XXI, 1991, pp. 55-70.
Impreso
SONTAG, Susan. Illness as Metaphor. New York: Farrar, Strauss and Giroux, 1978. Impreso
_____. “El artista como sufridor ejemplar”. Contra la interpretación. Trad. Horacio Vázquez
Rial. Madrid: Alfaguara, 1996, pp. 71-82. Impreso
_____. Sobre la fotografía. Trad. Carlos Gardini. Alfaguara: México, 2006. Impreso
210
TRIGO, Abril, “Migrancia: Memoria: modernidá”. El desafío de los estudios culturales: Nuevas
perspectivas desde /sobre América Latina, Mabel Moraña (Ed). Santiago, Editorial Cuarto
Propio-IILI, 2000, pp. 272-191. Impreso
VENTI, Patricia. “Los Diarios de Alejandra Pizarnik: censura y traición”, Espéculo. Revista de
estudios literarios, no 26, 2004. http://www.ucm.es/info/especulo/numero26/diariosp.html. Web.
Consulta: 16 de julio, 2015.
VIÑAS, David. De Sarmiento a Cortázar. Literatura argentina y política, Buenos Aires: Siglo
XX, 1971. Impreso
WOOLF, Virginia. The Essays of Virginia Woolf 1925-1928, V.IV New York: Harcourt Brace
Jovanovich, 1987. Impreso
ZANETTI, Susana. “Diario de un escritor: La tentación del fracaso, de Julio Ramón Ribeyro”.
Iberoamericana, vol 6, no 22, 2006, pp. 63-77. Impreso
211