por Noam Chomsky

traducci�n de Ram�n Vera Herrera

22 Septiembre 2009

del Sitio Web VoltaireNet

Noam Chomsky
Pensador, escritor y activista estadounidense. Profesor de Ling��stica en la Universidad de Massachussets. Fundador de la Gram�tica Generativa Transformacional, que es un sistema original para abordar el an�lisis ling��stico y que ha revolucionado la ling��stica. Autor de La segunda guerra fr�a (1984), La quinta libertad (1988), El miedo a la democracia (1992), El Nuevo orden mundial (y el viejo) (1996),

La Humanidad ha progresado mucho tecnol�gicamente, cient�ficamente, industrialmente, pero esta evoluci�n material sorprendente difiere mucho de la otra evoluci�n, aquella que alimenta el ideal del esp�ritu humano: paz, justicia, bienestar...

Hoy m�s que nunca vivimos en un mundo darwiniano, donde impera la ley del m�s fuerte, una jungla, donde los intereses de un pocos poderosos pasa primero que el bien y salud com�n de todos, esto sin hablar de querer salvar el planeta y su desaf�o ecol�gico.

Chomsky repertoria estos aspectos..

El profesor Noam Chomsky hablando a los estudiantes mexicanos

�Qu� lecciones nos han dejado dos d�cadas de una realidad mundial unipolar?

Noam Chomsky disert� el pasado lunes largamente sobre esta pregunta y dej� en o�dos del auditorio ideas sorprendentes, en una conferencia magistral en la Sala Nezahualc�yotl, transmitida en vivo por TV Unam y 12 televisoras p�blicas y universitarias que se enlazaron para enviar la se�al a Aguascalientes, Hidalgo, Michoac�n, Morelos, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potos�, Tlaxcala, Yucat�n, Durango y Nuevo Le�n, adem�s de por La Jornada on line.

Ideas sorprendentes como la de Barack Obama, presidente de Estados Unidos, descrito como una mercanc�a con una mercadotecnia tan exitosa, que el a�o pasado mereci� el primer lugar en campa�as promocionales por parte de la industria de la publicidad. M�s famoso que las computadoras Apple.

Tan vendible como una pasta de dientes o un f�rmaco.

O la idea de que la invasi�n estadounidense a Panam�, en 1989, hoy apenas una nota a pie de p�gina para muchos, fue en realidad la se�al de que Washington iniciaba, a trav�s de la ficci�n de la guerra contra las drogas, una nueva etapa de dominaci�n, cuando apenas hab�an pasado algunas semanas de la ca�da del Muro de Berl�n.

O bien, un dato puntual, asombroso: la preocupaci�n manifestada en 1990, en un taller de desarrollo de estrategias para Am�rica Latina en el Pent�gono, de que una eventual apertura democr�tica en M�xico osara desafiar a Estados Unidos. La soluci�n propuesta fue imponer a nuestro pa�s un tratado que lo atara de manos con las reformas neoliberales.

La propuesta se materializ� en el Tratado de Libre Comercio (TLC), que entr� en vigor en 1994.

As�, la rese�a de Chomsky de las dos �ltimas dos d�cadas lleg� al momento actual, al proceso de remilitarizaci�n de Am�rica Latina con siete nuevas bases en Colombia y la reactivaci�n de la Cuarta Flota de su armada.

Todo, para aterrizar en la visi�n de un continente, el nuestro, que pese a todo comienza a liberarse por s� solo de este yugo, con gobiernos que desaf�an las directrices de Washington, pero sobre todo con movimientos populares de masas de gran significaci�n.

Congruente con esta importancia que Chomsky da a los procesos sociales y a su constante llamado a visibilizar a sus protagonistas, al concluir su conferencia magistral y una entrevista con TV Unam, el acad�mico todav�a tuvo fuerzas para encontrarse brevemente con Trinidad Ram�rez, dirigente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, de San Salvador Atenco, esposa del preso pol�tico Ignacio del Valle, la cual agradeci� al conferencista que fuera firmante de la segunda campa�a por la libertad de 11 presos, le regal� su paliacate rojo y, por supuesto, tambi�n su machete. Blanche Petrich.

Palabras de Noam Chomsky en la sala Nezahualc�yotl

Al pensar en cuestiones internacionales, es �til tener presentes varios principios de generalidad e importancia considerables.

El primero es la m�xima de Tuc�dides:

Los fuertes hacen lo que quieren, y los d�biles sufren como es menester.

Esto tiene un importante corolario: todo Estado poderoso descansa en especialistas en apolog�tica, cuya tarea es mostrar que lo que hacen los fuertes es noble y justo y lo que sufren los d�biles es su culpa.

En el Occidente contempor�neo a estos especialistas se les llama intelectuales y, con excepciones marginales, cumplen su tarea asignada con habilidad y sentimientos de superioridad moral, pese a lo disparatado de sus alegatos.

Su pr�ctica se remonta a los or�genes de la historia de la que tenemos registro.

Los principales arquitectos
Un segundo punto, que no hay que olvidar, lo expres� Adam Smith. �l se refer�a a Inglaterra, la potencia m�s grande de su tiempo, pero sus observaciones son generalizables.

Smith observaba que los principales arquitectos de pol�ticas p�blicas en Inglaterra eran los comerciantes y los fabricantes, quienes se aseguraban de que sus intereses fueran bien servidos por tales pol�ticas, por gravoso que fuera el efecto en otros �incluido el pueblo de Inglaterra� y pese a la severidad que tuvieran para quienes sufren la salvaje injusticia de los europeos en otras partes.

Smith fue una de esas raras figuras que se apartaron de la pr�ctica normal de retratar a Inglaterra como una potencia angelical, �nica en la historia del mundo, dedicada sin ego�smo al bienestar de los b�rbaros.

Un ejemplo revelador, en estos t�rminos exactos, es un ensayo cl�sico de John Stuart Mill, uno de los m�s decentes e inteligentes intelectuales occidentales, en el que explicaba por qu� Inglaterra ten�a que culminar su conquista de la India en aras de los m�s puros fines humanitarios.

Lo escribi� justo en el momento de mayores atrocidades de Inglaterra en la India, cuando el verdadero fin de una mayor conquista era permitir a Inglaterra apoderarse del monopolio del opio y establecer la m�s extraordinaria empresa de narcotr�fico en la historia mundial, y as� obligar a China, con lanchas ca�oneras y venenos, a aceptar las mercanc�as de fabricaci�n brit�nicas, que China no quer�a.

La plegaria de Mill es la norma cultural. La m�xima de Smith es la norma hist�rica.

Hoy, los principales arquitectos de las pol�ticas p�blicas no son los comerciantes y los fabricantes, sino las instituciones financieras y las corporaciones trasnacionales.

Una refinada versi�n actual de la m�xima de Smith es la teor�a de la inversi�n en pol�tica, desarrollada por el economista pol�tico Thomas Ferguson, la cual considera que las elecciones son la ocasi�n para que grupos de inversionistas se unan con el fin de controlar el Estado, en esencia comprando las elecciones.

Como muestra Ferguson, esta teor�a es un mecanismo muy bueno para predecir pol�ticas p�blicas durante un periodo largo.

Entonces, para lo ocurrido en 2008 debimos haber anticipado que los intereses de las industrias financieras tendr�an prioridad para el gobierno de Obama. Fueron sus principales proveedoras de fondos y se inclinaron mucho m�s por Obama que por McCain. Y as� result� ser.

El semanario de negocios Business Week se ufana ahora de que la industria de las aseguradoras gan� la batalla por la atenci�n a la salud, y de que las instituciones financieras que crearon la crisis actual emergen inc�lumes y aun fortalecidas, tras un enorme rescate p�blico � lo que acomoda el escenario para la siguiente crisis � apuntan los editores.

Y a�aden que otras corporaciones aprendieron valiosas lecciones de estos triunfos y ahora organizan grandes campa�as para frenar la aprobaci�n de cualquier medida relacionada con energ�a y conservaci�n (por suave que sea), con pleno conocimiento de que frenar esas medidas negar� a sus nietos cualquier posibilidad de supervivencia decente. Por supuesto, no es que sean malas personas, ni son ignorantes. Ocurre que las decisiones son imperativos institucionales.

Quienes deciden no seguir las reglas son excluidos, a veces en formas muy notables.

Las elecciones en Estados Unidos son montajes espectaculares (extravaganzas), conducidos por la enorme industria de las relaciones p�blicas que floreci� hace un siglo en los pa�ses m�s libres del mundo, Inglaterra y Estados Unidos, donde las luchas populares hab�an ganado la suficiente libertad para que el p�blico ya no tan f�cilmente fuera controlado por la fuerza.

Entonces, los arquitectos de las pol�ticas p�blicas se dieron cuenta de que iba a ser necesario controlar las actitudes y las opiniones. Uno de los elementos de la tarea era controlar las elecciones.

Estados Unidos no es una democracia guiada como Ir�n, donde los candidatos requieren la aprobaci�n de los cl�rigos imperantes. En sociedades libres, como Estados Unidos, son las concentraciones de capital las que aprueban candidatos y, entre quienes pasan por el filtro, los resultados terminan casi siempre determinados por los gastos de campa�a.

Los operadores pol�ticos est�n siempre muy conscientes de que con frecuencia el p�blico disiente profundamente, en algunos puntos, de los arquitectos de las pol�ticas p�blicas. Entonces, las campa�as electorales evitan ahondar en cualquier punto y favorecen las consignas, las florituras de oratoria, las personalidades y el chismorreo.

Cada a�o la industria de la publicidad otorga un premio a la mejor campa�a promocional del a�o.

En 2008 el premio se lo llev� la campa�a de Obama, derrotando incluso a las computadoras Apple. Los ejecutivos estaban euf�ricos. Se ufanaban abiertamente de que �ste era su �xito m�s grande desde que comenzaron a promocionar candidatos cual si fueran pasta de dientes o f�rmacos que asocian con estilos de vida, t�cnicas que cobraron fuerza durante el periodo neoliberal, primero que nada con Reagan.

En los cursos de econom�a, uno aprende que los mercados se basan en consumidores informados que eligen racionalmente sus opciones. Pero quien mire un anuncio de televisi�n sabe que las empresas destinan enormes recursos a crear consumidores uniformados que eligen irracionalmente sus opciones.

Los mismos dispositivos utilizados para derruir mercados se adaptan al objetivo de socavar la democracia, creando votantes desinformados que tomar�n decisiones irracionales a partir de una limitada serie de opciones compatibles con los intereses de los dos partidos, que a lo sumo son facciones competidoras de un solo partido empresarial.

Tanto en el mundo de los negocios como en el pol�tico, los arquitectos de las pol�ticas p�blicas son constantemente hostiles con los mercados y con la democracia, excepto cuando buscan ventajas temporales. Por supuesto, la ret�rica puede decir otra cosa, pero los hechos son bastante claros.

La m�xima de Adam Smith tiene algunas excepciones, que son muy instructivas. Un ejemplo contempor�neo importante son las pol�ticas de Washington hacia Cuba desde que �sta obtuvo su independencia, hace 50 a�os. Estados Unidos es una sociedad que goza de una libertad poco com�n, as� que contamos con buen acceso a los registros internos que revelan el pensamiento y los planes de los arquitectos de las pol�ticas p�blicas.

A los pocos meses de la independencia de Cuba, el gobierno de Eisenhower formul� planes secretos para derrocar al r�gimen e inici� programas de guerra econ�mica y de terrorismo, cuya escala fue aumentada bruscamente por Kennedy, y que contin�an en varias formas hasta nuestros d�as.

Desde el inicio, la intenci�n expl�cita fue castigar lo suficiente al pueblo cubano para que derrocara al r�gimen criminal.

Su crimen era haber logrado desafiar pol�ticas estadounidenses que databan de la d�cada de 1820, cuando la doctrina Monroe declar� la intenci�n estadounidense de dominar el hemisferio occidental sin tolerar interferencia alguna de fuera ni de dentro.

Aunque las pol�ticas bipartidistas hacia Cuba concuerdan con la m�xima de Tuc�dides, entran en conflicto con el principio de Adam Smith, y como tales nos brindan una mirada especial sobre c�mo se configuran las pol�ticas. Durante d�cadas, el pueblo estadounidense ha favorecido la normalizaci�n de relaciones con Cuba.

Desatender la voluntad de la poblaci�n es normal, pero en este caso es m�s interesante que sectores poderosos del mundo de los negocios favorezcan tambi�n la normalizaci�n: las agro-empresas, las corporaciones farmac�uticas y de energ�a, y otros que com�nmente fijan los marcos de trabajo b�sicos para la construcci�n de pol�ticas. En este caso sus intereses son atropellados por un principio de los asuntos internacionales que no recibe el reconocimiento apropiado en los tratados acad�micos en la materia: podr�amos llamarlo el principio de la Mafia.

El Padrino no tolera que nadie lo desaf�e y se salga con la suya, ni siquiera el peque�o tendero que no puede pagarle protecci�n. Es muy peligroso.

Debe, por tanto, erradicarse brutalmente, de tal modo que otros entiendan que desobedecer no es opci�n. Que alguien logre desafiar al Amo puede volverse un virus que disemine el contagio, por tomar prestado el t�rmino usado por Kissinger cuando se preparaba a derrocar el gobierno de Allende.

�sa ha sido una doctrina principal en la pol�tica exterior estadounidense durante el periodo de su dominio global y, por supuesto, tiene muchos precedentes. Otro ejemplo, que no tengo tiempo de revisar aqu�, es la pol�tica estadounidense hacia Ir�n a partir de 1979.

Tom� su tiempo cumplir los objetivos plasmados en la doctrina Monroe, y algunos de �stos siguen top�ndose con muchos impedimentos. El fin �ltimo perdura y es incuestionable. Adquiri� mucho mayor significaci�n cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convirti� en una potencia global dominante y desplaz� a su rival brit�nico. La justificaci�n se ha analizado con lucidez.

Por ejemplo, cuando Washington se preparaba para derrocar al gobierno de Allende, el Consejo de Seguridad Nacional puntualiz� que si Estados Unidos no lograba controlar Am�rica Latina, no podr�a esperar consolidar un orden en ninguna parte del mundo, es decir, imponer con eficacia su dominio sobre el planeta.

La credibilidad de la Casa Blanca se ver�a socavada, como lo expres� Henry Kissinger.

Otros tambi�n podr�an intentar salirse con la suya en el desaf�o si el virus chileno no era destruido antes de que diseminara el contagio. Por tanto, la democracia parlamentaria en Chile tuvo que irse, y as� ocurri� el primer 11 de septiembre, en 1973, que est� borrado de la historia en Occidente, aunque en t�rminos de consecuencias para Chile y m�s all� sobrepase, por mucho, los terribles cr�menes del 11 de septiembre de 2001.

Aunque las m�ximas de Tuc�dides y Smith, y el principio de la Mafia, no dan cuenta de todas las decisiones de pol�tica exterior, cubren una gama bastante amplia, como tambi�n lo hace el corolario referente al papel de los intelectuales. No son el final de la sabidur�a, pero se encaminan a �l.

Con el contexto proporcionado hasta el momento, miremos el momento unipolar, que es el t�pico de gran cantidad de discusiones acad�micas y populares desde que se colaps� la Uni�n Sovi�tica, hace 20 a�os, dejando a Estados Unidos como la �nica superpotencia global en vez de ser s�lo la primera superpotencia, como antes. Aprendemos mucho acerca de la naturaleza de la guerra fr�a, y del desarrollo de los acontecimientos desde entonces, mirando c�mo reacciona Washington a la desaparici�n de su enemigo global, esa conspiraci�n monol�tica y despiadada para apoderarse del mundo, como la describ�a Kennedy.

Unas semanas despu�s de la ca�da del Muro de Berl�n, Estados Unidos invadi� Panam�. El prop�sito era secuestrar a un delincuente menor, que fue llevado a Florida y sentenciado por cr�menes que hab�a cometido, en gran medida, mientras cobraba en la CIA. De valioso amigo se convirti� en demonio malvado por intentar adoptar una actitud desafiante y salirse con la suya, al andarse con pies de plomo en el apoyo a las guerras terroristas de Reagan en Nicaragua.

La invasi�n mat� a varios miles de personas pobres en Panam�, seg�n fuentes paname�as, y reinstaur� el dominio de los banqueros y narcotraficantes ligados a Estados Unidos. Fue apenas algo m�s que una nota de pie de p�gina en la historia, pero en algunos aspectos rompi� la tendencia. Uno de ellos fue que se hizo necesario contar con un nuevo pretexto, y �ste lleg� r�pido: la amenaza de narcotraficantes de origen latino que buscan destruir a Estados Unidos.

Richard Nixon ya hab�a declarado la guerra contra las drogas, pero �sta asumi� un nuevo y significativo papel durante el momento unipolar.
Sofisticaci�n tecnol�gica en el tercer mundo

La necesidad de un nuevo pretexto gui� tambi�n la reacci�n oficial en Washington ante el colapso de la superpotencia enemiga. El gobierno de Bush padre traz� el nuevo rumbo a los pocos meses: en resumidas cuentas, todo se mantendr� bastante igual, pero tendremos nuevos pretextos. Todav�a requerimos de un enorme sistema militar, pero ahora hay un nuevo justificante: la sofisticaci�n tecnol�gica de las potencias del tercer mundo.

Tenemos que mantener la base industrial de defensa, eufemismo para describir la industria de alta tecnolog�a apoyada por el Estado. Debemos mantener fuerzas de intervenci�n dirigidas a las regiones ricas en energ�ticos de Medio Oriente, donde no har�amos responsable al Kremlin de las amenazas significativas a nuestros intereses, a diferencia de las d�cadas de enga�o cuando eso ocurr�a.

Todo lo anterior pas� muy en silencio, apenas si se not�. Pero para quienes conf�an en entender el mundo, es bastante ilustrativo. Como pretexto para una intervenci�n, fue �til invocar una guerra a las drogas, pero como pretexto es muy estrecho. Se necesitaba uno de m�s arrastre.

R�pidamente las elites se volcaron a la tarea y cumplieron su misi�n. Declararon una revoluci�n normativa que confer�a a Estados Unidos el derecho a una intervenci�n por razones humanitarias escogida por definici�n, por la m�s noble de las razones.

Para expresarlo con sutileza, ni las v�ctimas tradicionales se inmutaron. Las conferencias de alto nivel en el Sur global condenaron con amargura �el as� llamado �derecho� a una intervenci�n humanitaria�.

Era necesario un refinamiento adicional, por lo que se dise�� el concepto de responsabilidad de proteger. Quienes prestan atenci�n a la historia no se sorprender�n al descubrir que las potencias occidentales ejercen su responsabilidad de proteger de modo muy selectivo, en adherencia estricta a las tres m�ximas descritas. Los hechos perturban de tan obvios, y requieren considerable agilidad de las clases intelectuales: otra reveladora historia que debo dejar de lado.

Conforme el momento unipolar se ilumin�, otra cuesti�n que se puso al frente fue el destino de la OTAN. La justificaci�n tradicional para la organizaci�n era la defensa contra las agresiones sovi�ticas. Al desaparecer la Uni�n Sovi�tica se evapor� el pretexto. Las almas ingenuas, que tienen fe en las doctrinas del momento, habr�an esperado que la OTAN desapareciera tambi�n; por el contrario, se expandi� con rapidez. Los detalles revelan mucho acerca de la guerra fr�a y de lo que sigui�.

A nivel m�s general revelan c�mo se forman y ejecutan las pol�ticas de los estados.

A medida que se colaps� la Uni�n Sovi�tica, Mijail Gorbachov hizo una pasmosa concesi�n: permiti� que una Alemania unificada se uniera a una alianza militar hostil encabezada por la superpotencia global, pese a que Alemania por s� sola casi hab�a destruido Rusia en dos ocasiones durante el siglo XX. Sin embargo, fue un quid pro quo, un esto por aquello, una reciprocidad. El gobierno de Bush prometi� a Gorbachov que la OTAN no se extender�a a Alemania oriental, y que desde luego no llegar�a m�s al oriente.

Tambi�n le asegur� al mandatario sovi�tico que la organizaci�n se transformar�a en un ente m�s pol�tico. Gorbachov propuso tambi�n una zona libre de armas nucleares desde el �rtico al Mar Negro, un paso hacia una zona de paz que eliminara cualquier amenaza a Europa occidental u oriental. Tal propuesta se pas� por alto sin consideraci�n alguna.

Poco despu�s lleg� Bill Clinton al cargo. Muy pronto se desvanecieron los compromisos de Washington. No es necesario abundar sobre la promesa de que la OTAN se convertir�a en un ente m�s pol�tico. Clinton expandi� la organizaci�n hacia el este, y Bush fue m�s all�. En apariencia Barack Obama intenta continuar la expansi�n.

Un d�a antes del primer viaje de Barack Obama a Rusia, su asistente especial en Seguridad Nacional y Asuntos Eurasi�ticos inform� a la prensa:

No vamos a dar seguridades a los rusos, ni a darles ni intercambiar nada con ellos respecto de la expansi�n de la OTAN o la defensa con misiles.

Se refer�a a los programas de defensa con misiles estadounidenses en Europa oriental y a la posibilidad de convertir en miembros de la OTAN a dos vecinos de Rusia, Ucrania y Georgia. Ambos pasos eran vistos por los analistas occidentales como serias amenazas a la seguridad rusa, por lo que, de igual modo, pod�an inflamar las tensiones internacionales.

Ahora, la jurisdicci�n de la OTAN es todav�a m�s amplia. El asesor de Seguridad Nacional de Obama, el comandante de Marina James Jones, hace llamados a que la organizaci�n se ampl�e al sur y tambi�n al este, de modo que se refuerce el control estadounidense sobre las reservas energ�ticas de Medio Oriente. El general Jones tambi�n aboga por una fuerza de respuesta de OTAN, que confiera a la alianza militar encabezada por Estados Unidos mucho mayor capacidad y flexibilidad para efectuar acciones con rapidez y en distancias muy largas, objetivo que ahora Washington se empe�a en lograr en Afganist�n.

El secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, inform� a la conferencia de la organizaci�n que las tropas de la alianza tienen que custodiar los ductos de crudo y gas que van directamente a Occidente y, de modo m�s general, proteger las rutas marinas utilizadas por los buques cisternas y otras cruciales infraestructuras del sistema energ�tico. Dicha decisi�n expresa de forma m�s expl�cita las pol�ticas posteriores a la guerra fr�a: remodelar la OTAN para volverla una fuerza de intervenci�n global encabezada por Estados Unidos, cuya preocupaci�n especial sea el control de los energ�ticos.

Supuestamente, la tarea incluye la protecci�n de un ducto de 7 mil 600 millones de d�lares que conducir�a gas natural de Turkmenist�n a Pakist�n e India, pasando por la provincia de Kandahar, en Afganist�n, donde est�n desplegadas las tropas canadienses.

La meta es bloquear la posibilidad de que un ducto alterno brinde a Pakist�n e India gas procedente de Ir�n, y disminuir la dominaci�n rusa de las exportaciones energ�ticas de Asia central, seg�n inform� la prensa canadiense, bosquejando con realismo algunos de los contornos del nuevo gran juego en el que la fuerza de intervenci�n internacional encabezada por Estados Unidos va a ser un jugador principal.

Desde los primeros d�as posteriores a la guerra fr�a, se entend�a que Europa occidental podr�a optar por un curso independiente, tal vez con una visi�n gaullista de Europa, del Atl�ntico a los Urales.

En este caso el problema no es un virus que pueda diseminar el contagio, sino una pandemia que podr�a desmantelar todo el sistema de control global. Se supone que, al menos en parte, la OTAN intenta contrarrestar esa seria amenaza. La expansi�n actual de la alianza, y los ambiciosos objetivos de la nueva organizaci�n, dan nuevo empuje a esos fines.

Los acontecimientos contin�an atravesando el momento unipolar, adhiri�ndose bien a los principios que rigen los asuntos internacionales. M�s en espec�fico, las pol�ticas se conforman muy cerca de las doctrinas del orden mundial formuladas por los planificadores estadounidenses de alto nivel durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de 1939, reconocieron que, fuera cual fuese el resultado de la guerra, Estados Unidos se convertir�a en una potencia global y desplazar�a a Gran Breta�a.

En concordancia, desarrollaron planes para que Estados Unidos ejerciera control sobre una porci�n sustancial del planeta. Esta gran �rea, como le llaman, habr�a de comprender por lo menos el hemisferio occidental, el antiguo imperio brit�nico, el Lejano Oriente y los recursos energ�ticos de Asia occidental.

En esta gran �rea, Estados Unidos habr�a de mantener un poder incuestionable, una supremac�a militar y econ�mica, y actuar�a para garantizar los l�mites de cualquier ejercicio de soberan�a por parte de estados que pudieran interferir con sus designios globales.

Al principio los planificadores pensaron que Alemania predominar�a en Europa, pero conforme Rusia comenz� a demoler la Wermacht (las fuerzas armadas nazis), la visi�n se hizo m�s y m�s expansiva, y se busc� que la gran �rea incorporara la mayor extensi�n de Eurasia que fuera posible, por lo menos Europa occidental, el coraz�n econ�mico de Eurasia.

Se desarrollaron planes detallados y racionales para la organizaci�n global, y a cada regi�n se le asign� lo que se le llam� su funci�n. Al Sur en general se le asign� un papel de servicio: proporcionar recursos, mano de obra barata, mercados, oportunidades de inversi�n y m�s tarde otros servicios, tales como recibir la exportaci�n de desperdicios y contaminaci�n. En ese entonces, Estados Unidos no estaba tan interesado en �frica, as� que la pas� a Europa para que explotara su reconstrucci�n a partir de la destrucci�n de la guerra. Uno podr�a imaginar relaciones diferentes entre �frica y Europa a la luz de la historia, pero no se tuvieron en cuenta.

En contraste, se reconoci� que las reservas de petr�leo de Medio Oriente eran una estupenda fuente de poder estrat�gico y uno de los premios materiales m�s grandes en la historia del mundo: la m�s importante de las �reas estrat�gicas del mundo, para ponerlo en palabras de Eisenhower. Y los planificadores se daban cuenta de que el control del crudo de Medio Oriente proporcionar�a a Estados Unidos el control sustancial del mundo.

Quienes consideran significativas las continuidades de la historia tal vez recuerden que los planificadores de Truman hac�an eco de las doctrinas de los dem�cratas jacksonianos al momento de la anexi�n de Texas y de la conquista de medio M�xico, un siglo antes.

Tales predecesores anticiparon que las conquistas proporcionar�an a Estados Unidos un virtual monopolio del algod�n, el combustible de la primera revoluci�n industrial: Ese monopolio, ahora asegurado, pone a todas las naciones a nuestros pies, declar� el presidente Tyler.

En esa forma, Estados Unidos podr�a esquivar el disuasivo brit�nico, el mayor problema de esa �poca, y ganar influencia internacional sin precedente.

Concepciones semejantes guiaron a Washington en su pol�tica petrolera. De acuerdo con ella � explicaba el Consejo de Seguridad Nacional de Eisenhower � Estados Unidos debe respaldar reg�menes rudos y brutales y bloquear la democracia y el desarrollo, aunque eso provoque una campa�a de odio contra nosotros, como observ� el presidente Eisenhower 50 a�os antes de que George W. Bush preguntara en tono pla�idero por qu� nos odian y concluyera que deb�a ser porque odiaban nuestra libertad.

Con respecto a Am�rica Latina, los planificadores posteriores a la Segunda Guerra Mundial concluyeron que la primera amenaza a los intereses estadounidenses la representan los reg�menes radicales y nacionalistas que apelan a las masas de poblaci�n y buscan satisfacer la demanda popular de mejoramiento inmediato de los bajos est�ndares de vida de las masas y el desarrollo a favor de las necesidades internas del pa�s.

Estas tendencias entran en conflicto con las demanda de un clima econ�mico y pol�tico que propicie la inversi�n privada, con la adecuada repatriaci�n de las ganancias y la protecci�n de nuestras materias primas.

Gran parte de la historia subsiguiente fluye de estas concepciones que nadie cuestiona.

TLC, cura recomendada
En el caso especial de M�xico, el taller de desarrollo de estrategias para Am�rica Latina, celebrado en el Pent�gono en 1990, hall� que las relaciones Estados Unidos-M�xico eran extraordinariamente positivas, y que no las perturbaba ni el robo de elecciones, ni la violencia de Estado, ni la tortura o el escandaloso trato dado o obreros y campesinos, ni otros detalles menores.

Los participantes en el taller s� vieron una nube en el horizonte: la amenaza de �una �apertura a la democracia� en M�xico�, la cual, tem�an, podr�a poner en el cargo a un gobierno m�s interesado en desafiar a Estados Unidos sobre bases econ�micas y nacionalistas.

La cura recomendada fue un tratado Estados Unidos-M�xico que encerrara al vecino en su interior y proponerle las reformas neoliberales de la d�cada de 1980, que ataran de manos a los actuales y futuros gobiernos mexicanos en materia de pol�ticas econ�micas.

En resumen, el TLCAN, impuesto puntualmente por el Poder Ejecutivo en oposici�n a la voluntad popular.

Y al momento en que el TLCAN entraba en vigor, en 1994, el presidente Clinton institu�a tambi�n la Operaci�n Guardi�n, que militariz� la frontera mexicana. �l la explic� as�: no entregaremos nuestras fronteras a quienes desean explotar nuestra historia de compasi�n y justicia. No mencion� nada acerca de la compasi�n y la justicia que inspiraron la imposici�n de tales fronteras, ni explic� c�mo el gran sacerdote de la globalizaci�n neoliberal entend�a la observaci�n de Adam Smith de que la libre circulaci�n de mano de obra es la piedra fundacional del libre comercio.

La elecci�n del tiempo para implantar la Operaci�n Guardi�n no fue para nada accidental. Los analistas racionales anticiparon que abrir M�xico a una avalancha de exportaciones agroindustriales altamente subsidiadas tarde o temprano socavar�a la agricultura mexicana, y que las empresas mexicanas no aguantar�an la competencia con las enormes corporaciones apoyadas por el Estado que, conforme al tratado, deber�an operar libremente en M�xico.

Una consecuencia probable ser�a la hu�da de muchas personas a Estados Unidos junto con quienes huyen de los pa�ses de Centroam�rica, arrasados por el terrorismo reaganita. La militarizaci�n de la frontera fue un remedio natural.

Las actitudes populares hacia quienes huyen de sus pa�ses �conocidos como extranjeros ilegales� son complejas. Prestan servicios valiosos en su calidad de mano de obra superbarata y f�cilmente explotable. En Estados Unidos las agro-empresas, la construcci�n y otras industrias descansan sustancialmente en ellos, y ellos contribuyen a la riqueza de las comunidades en que residen. Por otra parte, despiertan tradicionales sentimientos antimigrantes, persistente y extra�o rasgo en esta sociedad de migrantes que arrastra una historia de vergonzoso trato hacia ellos.

Hace pocas semanas, los hermanos Kennedy fueron vitoreados como h�roes estadounidenses. Pero a fines del siglo XIX los letreros de ni perros ni irlandeses no los habr�an dejado entrar a los restaurantes de Boston. Hoy los emprendedores asi�ticos son una fulgurante innovaci�n en el sector de alta tecnolog�a. Hace un siglo, acciones racistas de exclusi�n imped�an el acceso de asi�ticos, porque se les consideraba amenazas a la pureza de la sociedad estadounidense.

Sean cuales fueren la historia y las realidades econ�micas, los inmigrantes han sido siempre percibidos por los pobres y los trabajadores como una amenaza a sus empleos, sus modos de vida y su subsistencia.

Es importante tener en cuenta que la gente que hoy protesta con furia ha recibido agravios reales. Es v�ctima de los programas de manejo financiero de la econom�a y de globalizaci�n neoliberal, dise�ados para transferir la producci�n hacia fuera y poner a los trabajadores a competir unos con otros a escala mundial, bajando los salarios y las prestaciones, mientras se protege de las fuerzas del mercado a los profesionales con estudios.

Los efectos han sido severos desde los a�os de Reagan, y con frecuencia se manifiestan de modos feos y extremos, como muestran las primeras planas de los diarios en los d�as que corren. Los dos partidos pol�ticos compiten por ver cu�l de ellos puede proclamar en forma m�s ferviente su dedicaci�n a la s�dica doctrina de que se debe negar la atenci�n a la salud a los extranjeros ilegales. Su postura es consistente con el principio, establecido por la Suprema Corte, de que, de acuerdo con la ley, esas criaturas no son personas, y por tanto no son sujetos de los derechos concedidos a las personas.

En este mismo momento la Suprema Corte considera la cuesti�n de si las corporaciones deben poder comprar elecciones abiertamente en lugar de hacerlo de modos m�s indirectos: asunto constitucional complejo, porque las cortes han determinado que, a diferencia de los inmigrantes indocumentados, las corporaciones son personas reales, de acuerdo con la ley, y as�, de hecho, tienen derechos que rebasan los de las personas de carne y hueso, incluidos los derechos consagrados por los tan mal nombrados acuerdos de libre comercio.

Estas reveladoras coincidencias no me provocan comentario alguno. La ley es en verdad un asunto solemne y majestuoso.

El espectro de la planificaci�n es estrecho, pero permite alguna variaci�n. El gobierno de Bush II fue tan lejos, que lleg� al extremo del militarismo agresivo y ejerci� un arrogante desprecio, inclusive hacia sus aliados. Fue condenado duramente por estas pr�cticas, aun dentro de las corrientes principales de opini�n.

El segundo periodo de Bush fue m�s moderado. Algunas de sus figuras m�s extremistas fueron expulsadas: Rumsfeld, Wolfowitz, Douglas Feith y otros.

A Cheney no lo pudieron quitar porque �l era la administraci�n.

Las pol�ticas comenzaron a retornar m�s hacia la norma. Al llegar Obama al cargo, Condoleeza Rice predec�a que seguir�a las pol�ticas del segundo periodo de Bush, y eso es en gran medida lo que ha ocurrido, m�s all� del estilo ret�rico diferente, que parece haber encantado a buena parte del mundo� tal vez por el descanso que significa que Bush se haya ido.

En el punto m�s candente de la crisis de los misiles cubanos, un asesor de alto rango del gobierno de Kennedy expres� muy bien algo que hoy es una diferencia b�sica entre George Bush y Barack Obama.

Los planificadores de Kennedy tomaban decisiones que literalmente amenazaban a Gran Breta�a con la aniquilaci�n, pero sin informar a los brit�nicos.

En ese punto, el asesor defini� la relaci�n especial con el Reino Unido. �Gran Breta�a �dijo� es nuestro teniente�; el t�rmino m�s de moda hoy ser�a socio. Gran Breta�a, por supuesto, prefiere el t�rmino en boga. Bush y sus cohortes se dirig�an al mundo tratando a todos como nuestros tenientes. As�, al anunciar la invasi�n de Irak, informaron a Naciones Unidas que pod�a obedecer las �rdenes estadounidenses, o volverse irrelevante. Es natural que una desvergonzada arrogancia as� levante hostilidades.

Obama adopta un curso de acci�n diferente.

Con afabilidad saluda a los l�deres y pueblos del mundo como socios y �nicamente en privado contin�a trat�ndolos como tenientes, como subordinados. Los l�deres extranjeros prefieren con mucho esta postura, y el p�blico en ocasiones queda hipnotizado por ella. Pero es sabio atender a los hechos, y no a la ret�rica o a las conductas agradables.

Porque es com�n que los hechos cuenten una historia diferente. En este caso tambi�n.


Tecnolog�a de la destrucci�n

El actual sistema mundial permanece unipolar en una sola dimensi�n: el �mbito de la fuerza.

Estados Unidos gasta casi lo mismo que el resto del mundo junto en fuerza militar, y est� mucho m�s avanzado en la tecnolog�a de la destrucci�n. Est� solo tambi�n en la posesi�n de cientos de bases militares por todo el mundo, y en la ocupaci�n de dos pa�ses situados en cruciales regiones productoras de energ�ticos.

En estas regiones est� estableciendo, adem�s, enormes mega-embajadas; cada una de ellas es en realidad es una ciudad dentro de otra: clara indicaci�n de futuras intenciones. En Bagdad se calcula que los costos de la mega-embajada asciendan de mil 500 millones de d�lares este a�o a mil 800 millones en los a�os venideros. Se desconocen los costos de sus contrapartes en Pakist�n y Afganist�n, como tambi�n se desconoce el destino de las enormes bases militares que Estados Unidos instal� en Irak.

El sistema global de bases se comienza a extender ahora por Am�rica Latina. Estados Unidos ha sido expulsado de sus bases en Sudam�rica; el caso m�s reciente es el de la base de Manta, en Ecuador, pero recientemente logr� arreglos para utilizar siete nuevas bases militares en Colombia, y se supone que intenta mantener la base de Palmerola, en Honduras, que jug� un papel central en las guerras terroristas de Reagan.

La Cuarta Flota estadounidense, desbandada en los a�os 50 del siglo XX, fue reactivada en 2008, poco despu�s de la invasi�n colombiana a Ecuador.

Su responsabilidad cubre el Caribe, Centro y Sudam�rica, y las aguas circundantes. La Marina incluye, entre sus variadas operaciones, acciones contra el tr�fico il�cito, maniobras simuladas de cooperaci�n en seguridad, interacciones ej�rcito-ej�rcito y entrenamiento bilateral y multilateral.

Es entendible que la reactivaci�n de la flota provoque protestas y preocupaci�n de gobiernos como el de Brasil, el de Venezuela y otros.

La preocupaci�n de los sudamericanos se ha incrementado por un documento de abril de 2009, producido por el comando de movilidad a�rea estadounidense (US Air Mobility Command), que propone que la base de Palanquero, en Colombia, pueda convertirse en el sitio de seguridad cooperativa desde el cual puedan ejecutarse operaciones de movilidad.

El informe anota que, desde Palanquero, casi medio continente puede ser cubierto con un C-17 (un aerotransporte militar) sin recargar combustible. Esto podr�a formar parte de una estrategia global en ruta, que ayude a lograr una estrategia regional de combate y con la movilidad de los trayectos hacia �frica.

Por ahora, la estrategia para situar la base en Palanquero debe ser suficiente para fijar el alcance de la movilidad a�rea en el continente sudamericano, concluye el documento, pero prosigue explorando opciones para extender el sistema a �frica con bases adicionales, todo como parte de un sistema global de vigilancia, control e intervenci�n.

Estos planes forman parte de una pol�tica m�s general de militarizaci�n de Am�rica Latina. El entrenamiento de oficiales latinoamericanos se ha incrementado abruptamente en los �ltimos 10 a�os, mucho m�s all� de los niveles de la guerra fr�a.

La polic�a es entrenada en t�cticas de infanter�a ligera. Su misi�n es combatir pandillas de j�venes y populismo radical, t�rmino este �ltimo que debe de entenderse muy bien en Am�rica Latina.

El pretexto es la guerra contra las drogas, pero es dif�cil tomar eso muy en serio, aun si acept�ramos la extraordinaria suposici�n de que Estados Unidos tiene derecho a encabezar una guerra en tierras extranjeras. Las razones son bien conocidas, y fueron expresadas una vez m�s a fines de febrero por la Comisi�n Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, encabezada por los ex presidentes Cardoso, Zedillo y Gaviria.

Su informe concluye que la guerra al narcotr�fico ha sido un fracaso total y demanda un dr�stico cambio de pol�tica, que se aleje de las medidas de fuerza en los �mbitos interno y externo e intente medidas menos costosas y m�s efectivas.

Los estudios llevados a cabo por el gobierno estadounidense, y otras investigaciones, han mostrado que la forma m�s efectiva y menos costosa de controlar el uso de drogas es la prevenci�n, el tratamiento y la educaci�n. Han mostrado adem�s que los m�todos m�s costosos y menos eficaces son las operaciones fuera del propio pa�s, tales como las fumigaciones y la persecuci�n violenta.

El hecho de que se privilegien consistentemente los m�todos menos eficaces y m�s costosos sobre los mejores es suficiente para mostrarnos que los objetivos de la guerra contra las drogas no son los que se anuncian. Para determinar los objetivos reales, podemos adoptar el principio jur�dico de que las consecuencias previsibles constituyen prueba de la intenci�n.

Y las consecuencias no son oscuras: subyace en los programas una contrainsurgencia en el extranjero y una forma de limpieza social en lo interno, enviando enormes n�meros de personas superfluas, casi todas hombres negros, a las penitenciar�as, fen�meno que condujo ya a la tasa de encarcelamiento m�s alta del mundo, por mucho, desde que se iniciaron los programas, hace 30 a�os.

Aunque el mundo es unipolar en la dimensi�n militar, no siempre ha sido as� en la dimensi�n econ�mica.

A principios de la d�cada de 1970, el mundo se hab�a vuelto econ�micamente tripolar, con centros comparables en Norteam�rica, Europa y el noreste asi�tico. Ahora la econom�a global se ha vuelto a�n m�s diversa, en particular tras el r�pido crecimiento de las econom�as asi�ticas que desafiaron las reglas del neoliberal Consenso de Washington.

Tambi�n Am�rica Latina comienza a liberarse por s� sola de este yugo. Los esfuerzos estadounidenses por militarizarla son una respuesta a estos procesos, particularmente en Sudam�rica, la cual por vez primera desde las conquistas europeas comienza a enfrentar los problemas fundamentales que han plagado el continente.

He ah� el inicio de movimientos encaminados a la integraci�n de pa�ses que tradicionalmente se orientaban hacia Occidente, no uno hacia el otro, y tambi�n un impulso por diversificar las relaciones econ�micas y otras relaciones internacionales.

Est�n tambi�n, por �ltimo, algunos esfuerzos serios por dar respuesta a la patolog�a latinoamericana de que son los estrechos sectores acaudalados los que gobiernan en medio de un mar de miseria, quedando los ricos libres de responsabilidades, excepto la de enriquecerse a s� mismos.

Esto �ltimo es muy diferente de Asia oriental, como se puede medir observando la fuga de capitales.

En Asia oriental tales fugas se han controlado con mucha fuerza. En Corea del Sur, por ejemplo, durante su periodo de r�pido crecimiento, la exportaci�n de capitales pod�a acarrear la pena de muerte.

Estos procesos en Am�rica Latina, en ocasiones encabezados por impresionantes movimientos populares de masas, son de gran significaci�n. No es sorpresivo que provoquen amargas reacciones entre las elites tradicionales, respaldadas por la superpotencia hemisf�rica.

Las barreras son formidables, pero, si logran remontarse, los resultados van a cambiar en forma significativa el curso de la historia latinoamericana, y sus impactos m�s all� de ella no ser�n peque�os.

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