por Noam Chomsky

del Sitio Web BibliotecaVirtualNoamChomsky


A trav�s de la historia, anot� Adam Smith, encontramos las obras de "la m�xima infame de los amos de la humanidad":

"Todo para nosotros y nada para el resto de la Gente."

Ten�a pocas ilusiones sobre las consecuencias.

La mano invisible, escribi�, destruir� la posibilidad de una existencia humana decente "a menos que el gobierno se esfuerce por impedir" este resultado, como debiera asegurarse en "toda sociedad mejorada y civilizada."

Destruir� la comunidad, el medio ambiente y los valores humanos en general - e incluso a los amos mismos, motivo por el cual las clases negociantes han apelado regularmente a la intervenci�n estatal para protegerse de las fuerzas del mercado.

Los amos de la humanidad en los d�as de Smith eran los "comerciantes y fabricantes," que eran los "arquitectos principales" de la pol�tica del estado, utilizando su poder para ocasionar "terribles desgracias" a los vastos reinados que subyugaban y para da�ar tambi�n al pueblo de Inglaterra, aunque "se velaba de manera peculiar por" sus propios intereses.

En nuestros d�as los amos son, cada vez m�s, las corporaciones y las instituciones financieras supranacionales que dominan la econom�a mundial, incluyendo el comercio internacional - un t�rmino dudoso para un sistema en el que algo como un 40 por ciento del comercio de los EE.UU. tiene lugar dentro de compa��as, centralmente gerenciadas por las mismas manos altamente visibles que controlan la planificaci�n, la producci�n y las inversiones.

El Banco Mundial informa que las medidas proteccionistas de los pa�ses industrializados reducen los ingresos nacionales en el Sur por algo como el doble del monto de la ayuda oficial a la regi�n - ayuda que en si misma constituye fundamentalmente una promoci�n a la exportaci�n, en su mayor parte dirigida a los sectores m�s ricos (menos necesitados, pero mejores consumidores).

En la d�cada pasada la mayor parte de los pa�ses ricos han aumentado el proteccionismo, con los Reaganitas encabezando a menudo la cruzada contra el liberalismo econ�mico.

Estas pr�cticas, junto con los programas dictados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, han ayudado a doblar desde 1960 la distancia entre los pa�ses ricos y pobres.

Las transferencias de recursos de los pobres a los ricos ascendieron a m�s de 400 billones de d�lares desde 1982 a 1990, "el equivalente en d�lares actuales a unos seis Planes Marshall suministrados por el Sur al Norte," observa Susan George del Instituto Transnacional en �msterdam; anota asimismo que los bancos comerciales fueron protegidos mediante la transferencia al sector p�blico de sus cr�ditos irrecuperables.

Como en el caso de los S&Ls y de la industria avanzada en general, "el capitalismo de libre mercado" ha de ser libre de riesgo para los amos, tan plenamente como sea posible.

La guerra de clases internacional se refleja en los Estados Unidos, donde los salarios reales han ca�do al nivel de mediados de los a�os 60. El estancamiento de los salarios, ampliado a los universitarios, se convirti� en un descenso pronunciado a mediados de los 80, en parte como consecuencia de la ca�da en los "gastos de defensa", nuestro eufemismo para la pol�tica industrial estatal que permite que la "empresa privada" se alimente en el abrevadero p�blico.

A mediados de 1992 hab�a m�s de 17 millones de trabajadores desempleados o subempleados informan los economistas del Instituto de Pol�tica Econ�mica Lawrence Mishel y Jared Bernstein - un aumento de 8 millones durante los a�os de Bush. Un 75 por ciento de esta cifra estaba constituido por p�rdidas permanentes de empleos.

De la ganancia limitada en riqueza total durante los 80, "el 70 por ciento correspond�a al 1 por ciento superior de los empleos remunerados mientras que el sector inferior de ingresos perd�a en su totalidad," seg�n el economista del MIT Rudiger Dornbusch.

Las estructuras de ejercicio del poder han tendido a fusionarse alrededor del poder econ�mico. El proceso contin�a.

En el Financial Times de Londres, James Morgan describe el "gobierno de facto del mundo" que est� form�ndose en la "nueva edad imperial":

Otra caracter�stica valiosa de estas instituciones es su inmunidad a la influencia p�blica.

La hostilidad de las elites contra la democracia tiene ra�ces profundas, comprensiblemente, pero ha habido una variedad de opiniones. En el extremo "progresista," Walter Lippmann alegaba que "el p�blico debe ser puesto en su lugar," de manera que los "hombres responsables" puedan gobernar sin la interferencia de "extra�os ignorantes e intrusos" cuya "funci�n" debiera limitarse a ser "espectadores interesados de la acci�n," seleccionando peri�dicamente en elecciones a miembros de la clase dirigente, para luego retornar a sus ocupaciones privadas.

Los reaccionarios estatistas llamados "conservadores" adoptaban t�picamente una l�nea m�s dura, rechazando incluso el papel de espectador.

De ah� la atracci�n para los Reaganitas de las operaciones clandestinas, la censura y otras medidas para asegurarse de que un estado poderoso e intervencionista no fuera molestado por la chusma.

La "nueva edad imperial" marca un cambio hacia el extremo reaccionario del espectro antidemocr�tico.

Hay que considerar dentro de este cuadro al Tratado de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA) y al GATT (Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio ). N�tese en primer lugar que semejantes acuerdos tienen s�lo una relaci�n limitada con el libre comercio. Un objetivo primario de los EE.UU. es el aumento de la protecci�n de la "propiedad intelectual," incluyendo el software, las patentes para semillas y drogas, etc.

La Comisi�n de Comercio Internacional de los EE.UU. estima que las compa��as estadounidenses pueden ganar 61 billones de d�lares del Tercer Mundo si las exigencias proteccionistas de los EE.UU. son satisfechas en el GATT (como lo son en el NAFTA), a un costo para el Sur que har� parecer peque�o el inmenso flujo actual del Sur al Norte de capital resultante del servicio de deudas. Tales medidas est�n predestinadas a asegurar que las corporaciones establecidas en los

EE.UU. controlen la tecnolog�a del futuro, incluyendo la biotecnolog�a, la que, se espera, permitir� a la empresa privada protegida que controle la salud, la agricultura y los medios de vida en general, encerrando a los pobres en la dependencia y la desesperaci�n.

Los mismos m�todos est�n siendo empleados para minar los servicios de salud desagradablemente eficientes de Canad� imponiendo barreras al uso de drogas gen�ricas, aumentando as� considerablemente los costos - y las ganancias de las corporaciones subvencionadas por el estado en los EE.UU. El NAFTA tambi�n incluye requerimientos intricados de "reglas de origen" establecidos para excluir a los competidores extranjeros.

Se dedican doscientas p�ginas a reglas para asegurar un alto porcentaje de valor agregado en Norteam�rica (medidas proteccionistas que debieran ser aumentadas, alegan algunos oponentes estadounidenses del NAFTA). Adem�s, los acuerdos van mucho m�s all� del comercio (en realidad no se trata en gran parte en s� de comercio sino que, como hemos se�alado, de transferencias inter-compa��as).

Un objetivo primario de los EE.UU. es la liberalizaci�n de los servicios, que permita a los bancos supranacionales que desplacen a los competidores dom�sticos y eliminen as� cualquier amenaza de planeamiento econ�mico nacional y un desarrollo independiente.

Los acuerdos imponen una mezcla de liberalizaci�n y protecci�n, orientada a mantener firmemente la riqueza y el poder en las manos de los amos de la "nueva edad imperial."

El NAFTA es un acuerdo ejecutivo, alcanzado el 12 de agosto de 1992, justo a tiempo para volverse un tema importante en la campa�a presidencial estadounidense. Fue mencionado, pero apenas.

Para dar s�lo un ejemplo de c�mo se evit� un debate, tomemos el caso del Comit� Asesor Laboral (CAL) establecido por la Ley Laboral de 1974 para asesorar al ejecutivo en todo acuerdo laboral.

El CAL, que se basa en los sindicatos, fue informado de que su informe sobre NAFTA deb�a estar listo el 9 de septiembre.

El texto de este intricado tratado se les suministr� un d�a antes.

En su informe, el CAL indica,

"la Administraci�n se neg� a permitir todo consejo externo sobre el desarrollo de este documento y se neg� a proveer un borrados para comentarlo."

La situaci�n en Canad� y en M�xico fue similar. Ni siquiera se informa sobre los hechos. De tal manera, nos acercamos al ideal buscado hace tiempo: procedimientos democr�ticos formales vac�os de todo sentido, mientras los ciudadanos no s�lo no importunan en la arena p�blica sino que tienen apenas una idea de las pol�ticas que influir�n en sus vidas.

Uno puede comprender f�cilmente la necesidad de mantener al p�blico "en su sitio." Aunque la escasa informaci�n de prensa es abrumadoramente favorable al NAFTA en su forma actual, el p�blico se opone por casi 2 a 1 (del 60 por ciento que tiene una opini�n).

Aparte de alguna ret�rica limitada y de unas pocas intervenciones de Ross Perot, ese hecho fue irrelevante para la campa�a presidencial, igual como fueron la reforma de la salud y una cantidad de otros temas en los que la opini�n p�blica permanece en su mayor�a fuera del espectro de opciones consideradas por los "hombres responsables."

El Comit� Asesor Laboral concluy� que el tratado ejecutivo ser�a una bonanza para los inversores pero perjudicar�a a los trabajadores estadounidenses y probablemente tambi�n a los mexicanos.

Una consecuencia probable es una aceleraci�n de la migraci�n de las �reas rurales a las urbanas cuando los productores mexicanos de ma�z sean eliminados por el negocio agr�cola estadounidense, deprimiendo a�n m�s los salarios que ya han descendido fuertemente en los �ltimos a�os y que probablemente permanecer�n bajos, gracias a la severa represi�n que es un elemento crucial del tan celebrado "milagro econ�mico" mexicano.

La parte laboral de los ingresos personales en M�xico declinaron de un 36 por ciento a mediados de los 70 a 23 por ciento en 1992, informa el economista David Barkin, mientras que menos de 8000 cuentas (incluyendo 1500 de propiedad de extranjeros) controlan m�s de un 94 por ciento de las acciones en manos del p�blico.

Los derechos de propiedad est�n bien protegidos por el NAFTA, notan los analistas del CAL y otros, mientras que se ignoran los derechos de los trabajadores. El tratado tambi�n va a tener, probablemente, efectos ecol�gicos da�inos, alentando la transferencia de la producci�n a regiones donde el control es poco estricto.

El NAFTA,

"tendr� el efecto de prohibir que los organismos democr�ticamente elegidos a [todos] los niveles de gobierno promulguen medidas consideradas en contradicci�n con las provisiones del acuerdo," contin�a el informe del CAL, incluyendo aquellas sobre el medio ambiente, los derechos de los trabajadores y la salud y la seguridad, todas refutables como una "limitaci�n injusta del comercio."

Semejantes desarrollos ya est�n ocurriendo en el marco del acuerdo de "libre comercio" entre EE.UU. y Canad�. Incluyendo esfuerzos que requieren que Canad� abandone medidas para proteger el salm�n del Pac�fico, que ajuste las reglas para pesticidas y el nivel de emisiones a aquellos est�ndares menos estrictos de los EE.UU., que termine con los subsidios para la reforestaci�n despu�s de aserrar y prohibir un plan de seguros de autos de un solo pagador en Ontario que costar�a cientos de millones de p�rdida de ganancias a las compa��as de seguro de los EE.UU.

Mientras tanto Canad� ha acusado a los EE.UU. de violar el "justo comercio" al imponer est�ndares de la Agencia de Protecci�n del Medio Ambiente (EPA) sobre el uso de asbesto y al requerir el uso de fibras recicladas en el papel de diarios. Tanto bajo el NAFTA como en el GATT, hay opciones sin fin para socavar los esfuerzos populares por proteger las condiciones de vida.

En general, concluye el informe del CAL, "las corporaciones estadounidenses y los propietarios y gerentes de aquellas corporaciones, van a cosechar inmensas ganancias. Los EE.UU. en su conjunto, sin embargo, van a perder y algunos grupos en particular van a perder mucho." El informe llama a una renegociaci�n, ofreciendo una serie de propuestas constructivas.

Esto sigue siendo una posibilidad si la coalici�n laboral, ecologista y de otros grupos populares que ha estado pidiendo tales cambios gana suficiente apoyo popular.

Un informe de octubre de 1992 de la Oficina del Congreso para la Evaluaci�n de la Tecnolog�a lleg� a conclusiones similares. Un NAFTA "desnudo" del tipo que se propone actualmente ratificar�a,

"la mala administraci�n de la integraci�n econ�mica" y "bloquear�a a los Estados Unidos en un futuro de bajos salarios y baja productividad."

Alterado radicalmente para incorporar,

"medidas de pol�tica social dom�stica y continental y acuerdos paralelos con M�xico sobre aspectos ecol�gicos y laborales," el nafta podr�a tener consecuencias ben�ficas para el pa�s.�

Pero el pa�s es s�lo un tema secundario para los amos, que juegan con otras cartas. Las reglas de su juego fueron reveladas por lo que el New York Times llam� "la Paradoja del 92: Econom�a D�bil, Ganancias Fuertes."

Como entidad geogr�fica, "el pa�s" puede declinar. Pero los intereses de los "arquitectos principales" de la pol�tica ser�n "atendidos la manera m�s cuidadosa."

Una consecuencia de la globalizaci�n de la econom�a es el crecimiento de nuevas instituciones para servir los intereses del poder privado transnacional. Otra es la extensi�n del modelo social del Tercer Mundo, con islas de enormes privilegios en un mar de miseria y desesperaci�n.

Una caminata por cualquier ciudad estadounidense da una cara humana a las estad�sticas sobre la calidad de la vida, la distribuci�n de la riqueza, la pobreza y el empleo. Y otros elementos de la "Paradoja del 92."

La producci�n ha pasado crecientemente a �reas de alta represi�n y bajos salarios y ha sido dirigida a sectores privilegiados en la econom�a global. Grandes partes de la poblaci�n se han vuelto superfluos para la producci�n y tal vez incluso como mercado, no como en los d�as en que Henry Ford comprendi� que no pod�a vender autos a menos que sus obreros fueran pagados lo suficiente para poder comprar autos ellos mismos.

Hay casos en particular que ilustran la situaci�n. General Motors planifica cerrar casi dos docenas de plantas en los EE.UU. y Canad�, pero se ha convertido en el mayor empleador privado en M�xico.

Ha abierto una planta de montaje de 690 millones de d�lares en Alemania Oriental, donde los empleados est�n dispuestos "a trabajar m�s horas que sus colegas mimados de Alemania Occidental," a 40 por ciento de los salarios y con pocos beneficios" como explica alegremente el Financial Times.

El capital puede moverse r�pidamente, pero la gente no puede, o aquellos que aplauden selectivamente las doctrinas de Adam Smith, que incluyen crucialmente "la libre circulaci�n de las fuerzas de trabajo," no le permite que lo haga.

El retorno de gran parte de Europa oriental a su tradicional papel de servicio ofrece nuevas oportunidades para que las corporaciones reduzcan sus costos, gracias al "creciente desempleo y el empobrecimiento de grandes sectores de la clase trabajadora industrial" en el Este a medida que progresan las reformas capitalistas, seg�n Financial Times.

Los mismos factores proveen a los amos con nuevas armas contra la chusma en casa.

Europa debe,

"darle duro a los altos salarios y a los impuestos a las corporaciones, las breves horas de trabajo, la inmovilidad laboral y los lujosos programas sociales," advierte Business Week.

Debe aprender la lecci�n de Gran Breta�a, donde por fin,

"se est� haciendo algo bien," observa elogiosamente The Economist con "sindicatos encadenados por las leyes y bajo control," "alto desempleo" y el rechazo de la carta social de Maastricht as� que los empleadores est�n protegidos "de la sobre-regulaci�n y de la baja-flexibilidad laboral."

Los trabajadores estadounidenses deben absorber las mismas lecciones.

Los objetivos b�sicos fueron descritos l�cidamente por el Director Gerente de United Technologies, Harray Gray, citado en un valioso estudio del NAFTA por William McGaughey de la Coalici�n de Comercio Justo de Minnesota,

"un ambiente de negocios mundial que no est� encadenado por la interferencia gubernamental" (por ejemplo, "requerimientos de embalaje y etiquetado" y "procedimientos de inspecci�n" para proteger a los consumidores).

Este es el valor humano predominante, al que hay que subordinar todo lo dem�s.

Gray no objeta, desde luego, a la "interferencia gubernamental" del tipo que permite existir a su corporaci�n, un reto�o del sistema del Pent�gono.

La ret�rica neoliberal debe ser empleada selectivamente como un arma contra los pobres; los ricos y los poderosos continuar�n bas�ndose en el poder estatal.

Estos procesos continuar�n independientemente del NAFTA. Pero, como lo explica el presidente de Eastman Kodak Kay Whitmore, el tratado debe "bloquear la apertura de la econom�a mexicana de manera que no pueda volver a sus formas proteccionistas."

Debe capacitar a M�xico "para que solidifique sus notables reformas econ�micas," comenta Michael Alto, director de Estudios Econ�micos del Consejo sobre Relaciones Exteriores, refiri�ndose al "milagro econ�mico" para los ricos que ha devastado a la mayor�a pobre.

Puede eludir el peligro indicado por un Taller de Estrategia de Desarrollo Latinoamericano en el Pent�gono en septiembre de 1990, que opin� que las relaciones con el r�gimen mexicano eran "extraordinariamente positivas," no afectadas por elecciones robadas, escuadrones de la muerte, tortura end�mica, el tratamiento escandaloso de obreros y campesinos, etc., pero que ve�a una nube en el horizonte:

"una apertura democr�tica en M�xico podr�a poner a prueba la relaci�n especial al llevar al poder a un gobierno m�s interesado en desafiar a los EE.UU. sobre bases econ�micas y nacionalistas."

Como siempre, la amenaza b�sica es una democracia que funciona.

Los acuerdos comerciales anulan los derechos de los trabajadores, consumidores y las generaciones futuras que no pueden "votar" en el mercado sobre aspectos ecol�gicos. Ayudan a mantener al p�blico "en su sitio."

Estas no son caracter�sticas necesarias de semejantes acuerdos, sino m�s bien consecuencias naturales de los grandes �xitos logrados en los �ltimos a�os en la reducci�n de la democracia a formas vac�as, de manera que la infame m�xima de los amos pueda ser obedecida sin demasiada interferencia.

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