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La del doble es una creencia recurrente a lo largo de la historia de la humanidad.
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Es la parte de nosotros que est� en contacto con lo oculto, la que se manifiesta en forma de criaturas sobrenaturales y animales extra�os, la que es capaz de volar o, por el contrario, aparecerse en territorios lejanos sin haber dado un solo paso.
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Nahuales, animales de poder, demonios, �ngeles, hadas...
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Hoy en d�a, los asociamos con ritos ingenuos, primitivos y/o lejanos, no s�lo en el tiempo, sino en el espacio. Pertenecientes a culturas ajenas a nuestras tradiciones modernas.
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Y, sin embargo, nada m�s lejos de la realidad...
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El libro Hadas, brujas y hombres lobo de la Edad Media, del antrop�logo Claude Lecouteux, es una de esas joyas de las que, a pesar de sus a�os, uno permanece ignorante hasta que se le presentan "por casualidad", para convertirse por fin en un nuevo eslab�n capaz de integrar en la cadena muchos aspectos aparentemente incoherentes, permiti�ndonos avanzar un poco m�s en esta b�squeda del origen del fin de la cordura humana.
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Como aventureros en busca de la fuente de la vida, por si acaso a�n hubiera tiempo para salvar algunos muebles...
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Siguiendo a Lecouteux, aquellos que examinan los textos de la antig�edad descubren mil y un hechos curiosos que, err�neamente, clasificamos como fabulosos y maravillosos, pues nuestra visi�n est� enormemente deformada por nuestra cultura judeocristiana, primero, y el pensamiento cartesiano y materialista que de ella deriva, despu�s.
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De manera menos evidente que en otros continentes, en Europa el concepto de una existencia transpersonal como mediadora entre nuestro yo y otras realidades ha sobrevivido en aquellas culturas a las que el cristianismo no pudo extirpar su relaci�n original con el m�s all�, como el folclore escandinavo y germ�nico.
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Es en sus cuentos y leyendas donde nos encontramos con ese otro yo que se libera del cuerpo cuando �ste est� entorpecido por el sue�o, paralizado por el trance o petrificado por la enfermedad o el coma.
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Rara es la persona saludable a quien le es dada una visi�n. La enfermedad suele ser la que abra las puertas al otro lado.
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Pero tambi�n hay una manera voluntaria que trata de lograr que el cuerpo oponga la m�nima resistencia posible al alma y as� facilitar la experiencia trascendente.
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Se trata de diferentes pr�cticas cuyo objetivo es la supresi�n de los lazos entre el alma y el cuerpo, reduciendo las funciones vitales de �ste. Hay individuos que pueden lograrlo de forma natural, son los chamanes o visionarios, aunque todas las culturas tienen su particular planta de poder para facilitar la "conexi�n".
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B�sicamente, encontramos el mismo patr�n de experiencia irreal en todos los rincones del planeta.
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Las plantas de poder suelen ser muy ricas en DMT:
La N-dimetiltriptamina (DMT) es el alucin�geno m�s potente que existe, se encuentra de forma normal en la naturaleza, pertenece farmacol�gicamente a la familia de la triptamina.
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Muchas culturas, ind�genas y modernas, ingieren DMT como psicod�lico, en extractos o en forma sintetizada.
El cuerpo humano segrega DMT de forma natural.
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El profesor Rick Strassman, de la Universidad de Nuevo M�xico, considera que, en una dosis suficientemente alta, �sta sustancia act�a como un sintonizador de frecuencias diferentes a las que percibimos en nuestro ordinario estado de conciencia.
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Strassman advierte de que el DMT facilita la experiencia, pero no es el causante de la misma, pues �sta es ajena a nosotros. El cerebro es un receptor, los alucin�genos afinan esa recepci�n y limpian el ruido de fondo. Y la conversi�n de esas otras realidades a nuestro plano se produce a trav�s de s�mbolos universales, filtrados mediante los convencionalismos sociales y culturales que cada individuo hereda de su medio.
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Sea como sea, de forma natural, a trav�s de sue�os o mediante sustancias, el motivo com�n es que el cuerpo ha de estar en un estado cr�tico para que el alma recobre cierta libertad. O, lo que es lo mismo y m�s familiar a nuestros d�as, que el ego se desvanezca.
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En las experiencias con esa otra realidad, hay una distinci�n entre visi�n y sue�o. La primera supone un desdoblamiento y el viaje fuera del cuerpo.
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El sue�o, en cambio, es la recepci�n de im�genes significativas. Ser�an dos aspectos diferentes del mismo fen�meno de contacto con otra realidad m�s sutil, algo que se escapa a las doctrinas de nuestra civilizaci�n.
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Seg�n leemos al comienzo de 'El yoga de los sue�os', de Tenzin Wangyal Rinpochet:
Muchos occidentales que se acercan a las ense�anzas lo hacen con ideas sobre los sue�os basadas en teor�as psicol�gicas y, por tanto, cuando se interesan en usar los sue�os en su vida espiritual, se enfocan por lo regular en el contenido y el significado de los sue�os.
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Muy pocas veces se investiga la naturaleza misma del so�ar. Cuando realizamos esta investigaci�n, nos conduce al proceso misterioso en el que se basa la totalidad de nuestra existencia, no s�lo la vida on�rica.
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El primer paso en la pr�ctica del so�ar es muy simple:
uno debe reconocer el gran potencial que contienen los sue�os para el viaje espiritual.
Normalmente, el sue�o es considerado como algo "irreal" en comparaci�n con el contexto de la vida "real" de la vigilia; pero no hay nada m�s real que el sue�o. Esto s�lo tiene sentido cuando se entiende que la vida normal de vigilia es tan irreal como el sue�o, exactamente de la misma manera.
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Entonces puede comprenderse que el yoga del so�ar se aplica a toda la experiencia: tanto a los sue�os del d�a como a los sue�os de la noche.
En cuanto a los viajes y la bilocaci�n,
Mircea Eliade encontr� caracter�sticas que describen regiones c�smicas visitadas en los viajes del �xtasis:
Los viajes de los chamanes conducen a uno de los tres destinos:
un mundo inferior
un mundo medio
un mundo superior,
...todos conectados por un eje central.
En este eje hay una abertura, a trav�s de la cual los dioses descienden a la tierra, los muertos se mueven al mundo inferior y el chaman en su viaje de �xtasis vuela al cielo o desciende al reino subterr�neo.
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Este mundo inferior - o submundo - est� compuesto de escenarios naturales parecidos a los que se encuentra en la realidad, con bosques, monta�as, r�os y desiertos.
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Aqu� interact�an los chamanes con los esp�ritus de las plantas, �rboles, animales y humanos. Esos "seres espirituales" que toman formas animales, son nombrados como animales de poder.
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El mundo medio, es la tierra en la que viven los humanos, como es percibida por el cham�n mientras viaja encima de �l. En el mundo superior - o cielo - el cham�n recibe las ense�anzas de seres de nivel elevado o divino.
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Cuando se logra el objetivo del viaje - procurar informaci�n curativa en estos mundos c�smicos - la informaci�n se trae y se comparte con los dem�s a trav�s de la danza y el ritual.
Para comprender la relaci�n entre estos tres mundos y c�mo se accede a ellos mediante experiencias on�ricas y aquellas otras en que, a pesar de ser transcendentes, se produce tambi�n una intervenci�n en la realidad ordinaria, debemos entender c�mo se conceb�a el alma en las tradiciones antiguas, antes de ser contaminadas por el mundo judeocristiano.
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Vayamos, pues, a ello.
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En el folclore escandinavo, hay tres conceptos relacionados con el alma que bien se pueden identificar con el cuerpo necesario en cada uno de esos mundos:
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FYLGJIA:
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"La seguidora", es el doble del individuo que se presenta como genio tutelar de la persona o de una familia, muchas veces bajo forma animal.
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Es visible en sue�os. Se pueden poseer varios de ellos, lo cual es s�mbolo de mayor fuerza. Se despide del hombre antes de que se produzca su muerte.
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Podr�amos entenderla como nuestro contacto en el mundo inferior.
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HAMR:
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Para los lapones, un alter ego que acompa�a al hombre durante su vida, lo que podr�amos considerar un esp�ritu guardi�n. Posee los rasgos de la fylgjia, pero est� dotado de cierta corporeidad.
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Es el alma �sea, la que reside en los huesos. Se trata del doble f�sico que se aparece en los enterramientos y que los cristianos denominan "alma en pena" cuando permanece apegado a los restos del muerto.
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Es, pues, un doble f�sico apto para la metamorfosis en el mundo medio.
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HUGR:
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Se trata de una especie de principio activo universal, m�s o menos independiente de los individuos. Incluso puede manifestarse en contra de la voluntad de las personas.
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Es el que dirige, manifestado como pensamiento, las acciones de los dobles. �La chispa divina que nos ilumina desde el mundo superior?
Regis Boyer, especialista en el mundo escandinavo, resum�a estos tres principios en,
visitado (hugr)
habitado (hamr)
acompa�ado (fylgja)
Es as� que el paganismo se muestra ajeno al concepto de alma como una e indivisible.
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Precisamente, esta divisi�n se encuentra en otras culturas m�s all� de las tradiciones cham�nicas o, al menos, en un estadio de creencias posterior a las mismas:
En Egipto no se divinizaba al animal como antepasado de un determinado grupo social, caracter�stica definitoria del totemismo, sino que se ador� a un individuo concreto de determinadas especies animales, cuidadosamente escogido como representante de un dios:
el animal era, en realidad, el depositario del ba del dios, aspecto que remite a una de las cuestiones m�s complejas de la espiritualidad egipcia: la concepci�n del alma.
Al margen del soporte f�sico del hombre, sus componentes espirituales fueron tres:
el ka
el ba
el aj
Henri Frankfort ha recopilado los diferentes enfoques que, dada una cualidad esencial del pensamiento y el lenguaje egipcios, determinan estos conceptos, y los ha definido minuciosamente al margen de asimilaciones t�picas con nuestro lenguaje, tales como alma, esp�ritu, etc.
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El ka, cuyo s�mbolo jerogl�fico eran dos manos abiertas y alzadas, fue la fuerza vital, una cualidad del hombre que se manifestaba con diferente intensidad en las personas.
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El dios era el ka del rey, �nico que aparec�a personificado y representado en los monumentos; nac�a con el propio rey y, a veces, ha sido considerado como su gemelo y se le ha puesto en relaci�n directa con la adoraci�n de la placenta del rey.
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Por otro lado, el ka de los plebeyos, dependiente del ka del fara�n y, por tanto, procedente de la divinidad, era m�s impersonal y encaja perfectamente en la definici�n de fuerza vital.
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El aj, esp�ritu transfigurado que moraba en el cielo, estaba, a diferencia del ka, individualizado, y las ofrendas funerarias se dirig�an generalmente a �l.
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Se escrib�a con el s�mbolo que representaba a un ibis con cresta, aunque no se le consideraba estrictamente un p�jaro, a diferencia del ba; su significado era brillante, glorioso, y alud�a al aspecto sobrenatural de los muertos.
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La concepci�n del ba, es especialmente interesante, siendo �ste el principio m�s individualizado del alma egipcia; fue representado como un p�jaro con cabeza humana, siendo el elemento m�s �ntimamente unido al cuerpo ya que precisaba un apoyo f�sico para no perder su identidad.
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Era el principio que viajaba al exterior de la tumba, tal y como fue descrito en el Libro de los Muertos.
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El ba se define como manifestaci�n o emanaci�n; era casi un espectro pero privado de los rasgos pesimistas que se le atribu�an, por ejemplo, en el mundo griego a esta percepci�n de las almas de los muertos.
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En el caso concreto de los dioses, el animal sagrado pod�a ser su ba, as� como tambi�n pod�an serlo un amuleto o un libro sagrado.
Metidos en plena cultura cristiana, en los 'Di�logos' de Gregorio Magno (540-604), se distingue entre:
"un esp�ritu que no est� recubierto por la carne, otro que est� recubierto por la carne pero que no muere con la carne, y otro que est� recubierto por la carne y muere con la carne".
Para que se acoja a la tradici�n cristiana, el primero responde al esp�ritu de los �ngeles, el segundo al de los hombres y el tercero al de los animales.
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El chamanismo de las regiones exteriores impregn� a griegos y romanos.
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Siguiendo los conceptos de la tradici�n cham�nica escita, Homero describe la psyche como la personalidad del individuo vivo y el calco del cuerpo. En el momento de la muerte, toma la forma del vivo y se convierte en su doble, es decir, en una imagen inmaterial de su cuerpo.
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Para Plat�n, la psyche es un daim�n, un ser sobrenatural que lleva en nosotros una vida independiente.
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En los romanos, esta fuerza es el genius, elemento inmortal que determina nuestra personalidad, pero que no es el alma. Una reminiscencia de esta idea es la frase "dejarse llevar por su genio", por ese visitante sobrenatural que nos impone su voluntad.
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Durante la expansi�n y dominaci�n del cristianismo, el mismo tema se conserva oculto en las culturas germ�nicas y c�lticas, lleg�ndonos a trav�s del "m�gico" folclore de tales pueblos.
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As�, la fylgja, el doble espiritual que nos habla en sue�os, aparece como hada, el genio bueno y tutelar que protege a los caballeros. Al igual que en la tradici�n escandinava, se suele representar bajo forma animal. En este caso, como jabal� o ciervo blanco.
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El hada se une a aquel a quien ha decidido acompa�ar y proteger mediante un contrato rec�proco, un acuerdo que vincula al ser fe�rico con el caballero. Y para que �ste encuentre su camino hacia ella, el hada usar� su avatar animal para atraer al humano hacia su territorio.
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No olvidemos que cualquier encuentro con hadas que se precie necesita de un caballero cansado y adormecido...
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El esp�ritu protector se cruza aqu� con el tema de la mujer sobrenatural, ninfa o semidiosa, la cual encuentra su canal cristiano m�s evidente en el amor cort�s y su continuo endiosamiento de la amada, cuyos or�genes comparten, precisamente, regi�n geogr�fica con el territorio c�taro y las tierras donde surgen las leyendas del grial.
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Esta idea de seres sobrenaturales y femeninos que tutelan a un individuo y con el que se comunican a trav�s de los sue�os, adoptando formas humanas o animales, representa, adem�s, su destino.
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Es decir, contienen el prop�sito de vida por el que el hombre viene a este mundo. Y es que, tras todos estos relatos procedentes de diferentes civilizaciones, adivinamos un mismo pensamiento: el hombre solo no es nada. Para ser, tiene que reunir en s� mismo dos principios, el material y el espiritual.
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Para los C�taros, exist�a un alma o principio vital inherente al cuerpo, y un esp�ritu que entra y sale a voluntad. �ste s�lo se une al hombre despu�s de su conversi�n al dogma c�taro y tambi�n se representa metamorfoseado en un animal, una lagartija.
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Si la fylgja, el doble espiritual, se manifiesta como animal on�rico en la tradici�n de las hadas de la misma forma que lo hacen los animales de poder en las culturas tot�micas, como las antiguas tribus de Norteam�rica, tambi�n encontramos al hamr, el doble con capacidad corp�rea, en forma animal al estilo de los nahuales centroamericanos.
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Hablamos del "hombre lobo", una muestra de c�mo la creencia pagana del doble se difumina en cuentos fant�sticos de metamorfosis.
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Lecouteux cita en su libro un texto latino de la Irlanda del siglo XIII, De hominibus qui se vertunt in lupos, en el que se hablaba de ciertos hombres de raza c�ltica que pod�an tomar a voluntad la forma de un lobo.
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Aunque la tradici�n cristiana intenta acallar que se trata de un desdoblamiento y lo convierte en transformaci�n f�sica que no puede ser cre�da, es dif�cil evitar contradicciones que delaten el ocultamiento.
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As�, los autores caen en la tentaci�n de explicar que no se debe mover a tales personas a riesgo de que no puedan regresar de su forma animal, o que las heridas que sufre el lobo son sufridas al mismo tiempo por el cuerpo.
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Es decir, el individuo permanece inm�vil mientras su avatar se entretiene por otros lares...
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El vuelo de las brujas es tambi�n un suceso ilusorio vinculado al hamr, es decir, de bilocaci�n del alter ego. En cuanto a la escoba o bast�n, es el mismo s�mbolo de acto m�gico que aparece en todas las tradiciones, y cuyo ejemplo m�s vivo es la varita de las hadas.
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Por supuesto, no hace falta hablar del importante papel de las "pociones" para el �xito de tales viajes...
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En tanto que viajes a otras realidades, la magia y la brujer�a operan sobre el doble que en ellas reside, no sobre el cuerpo real. Sabiendo gobernar su propio doble, los magos pueden actuar sobre el de los otros.
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Es lo que explica por qu� nuestra literatura fant�stica est� repleta de referencias a la imagen en el espejo, el alma encerrada en un cuadro, la entrega de la sombra o el uso de una figura sobre la que realizar las acciones dirigidas a cambiar la realidad de la persona.
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En todos los casos, el doble es vinculado simb�licamente a estos elementos mediante alg�n tipo de conjuro, de forma que act�an como portales a los cuales se les ha inferido las propiedades del "original".
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Lo que ocurra con la copia, afectar� al "aut�ntico".
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Cuando el vuelo no pod�a ser atribuido a una bruja, pues se produc�a en agraciados miembros de la Iglesia, entonces entramos en el territorio de los m�sticos. A modo de ejemplo, entre los m�s estudiados se encuentran los viajes de Sor Mar�a Jes�s de �greda.
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Pero el mayor triunfo en la erradicaci�n de las otras realidades es ling��stico.
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En la Edad Media, la Iglesia borra toda alusi�n al doble y la sustituye por alma o esp�ritu, haciendo bascular toda referencia sobre el mismo hacia,
el satanismo, caso de las brujas
lo maravilloso, caso de criaturas extra�as y cuentos de hadas
Nos quedamos, as�, sin capacidad para nombrar las diferentes "herramientas" de acceso a la realidad m�s completa y a nuestras verdaderas habilidades.
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Sin poder nombrarlas, las olvidamos y nos conformamos con algo impreciso llamado "alma" que pocos sabr�an, o querr�an, explicar adecuadamente. Mucho menos encontrarle un sentido �til en nuestro viaje por este mundo intermedio...
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De esta forma, desaparece de Europa toda referencia clara a la existencia del alter ego.
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La filosof�a humanista del siglo XVI recuperar� la figura del geniecillo romano. Personajes como Marciano Capella lo considerar�n un protector o custodio, un hermano fiel al que tambi�n se le puede llamar "�ngel" o "mensajero", pues nos transmite los pensamientos de las potencias superiores.
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Y es precisamente as�, bajo la forma de "�ngel de la guarda", como el doble se integra definitivamente en el cristianismo y como se percibe en la civilizaci�n occidental actual.
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En un art�culo de la revista A�o Cero (n� 259) dedicado a los �ngeles, se alude a sus continuos cambios de forma seg�n el trasfondo cultural de las personas, pero nos importa m�s el hecho de que, adem�s de las experiencias on�ricas y canalizaciones diversas en estado de semi-trance a que estamos acostumbrados, se alude a su presencia en la realidad:
El matrimonio Steiger cuenta en su haber con interesantes experiencias ang�licas, y cree que la apariencia f�sica de los que se manifiestan depende casi por completo de la cosmolog�a personal de los testigos, su nivel de evoluci�n espiritual y sus tendencias culturales y religiosas:
"No deja de impresionarnos la notable adaptabilidad de los �ngeles guardianes.
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En una ocasi�n, un �ngel puede ser un bombero que salva a las v�ctimas de una intoxicaci�n por humo y a quien los agradecidos supervivientes luego no encuentran por ninguna parte", relata Brad Steiger.
Aqu� pasamos de la presencia de �ngeles en el mundo on�rico, la fylgjia, a su actuaci�n en la realidad cotidiana, hamr.
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�ste �ltimo aspecto se corresponde con el fen�meno del "tercer hombre", esa persona que surge en los momentos extremos y salva la vida de un individuo para, inmediatamente, desaparecer sin dejar rastro.
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Seg�n John Geiger, autor del libro El tercer hombre:
Hay muchas pruebas que apuntan a un origen neurol�gico. Se ha conseguido evocar -acaso podr�amos decir "invocar"- a una presencia en experimentos de laboratorio utilizando estimulaci�n el�ctrica.
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Lo que no sabemos es c�mo es evocado este poder en situaciones de supervivencia extrema, es decir, c�mo puede la gente activar este mecanismo que resulta fundamental para nuestra supervivencia.
Geiger sugiere la capacidad del ser humano para "invocar" en situaciones extremas.
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Como si, de alguna manera, nuestra conciencia dejara de bloquear el acceso al inconsciente y pudi�ramos retomar el contacto con nuestros "compa�eros de viaje".
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�Quiz�s gracias a un chute extra y natural del DMT...?
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Vemos as� que es necesario tener presente ambos conceptos, fylgjia y hamr, como elementos constitutivos de nuestro ser para entender mejor muchos de los "misterios" que envuelven nuestro mundo. Y, aunque se nos escapa en este art�culo, es muy posible que ciertos aspectos muy concretos del fen�meno ovni, que no todos, tambi�n encontraran hueco en este tema.
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Las mismas fuerzas internas que se han manifestado durante milenios, "disfrazadas" al gusto de la �poca para que nos sintamos c�modos con ellas.
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La idea del doble es portadora de un mensaje de esperanza:
el hombre no est� solo. Permanece en contacto con su hogar mientras experimenta en este retiro temporal hasta la muerte.
El doble espiritual, la fylgja, aparece en los sue�os, pero si el individuo est� pr�ximo a morir, las tradiciones afirman que se aparece en el mundo real bajo la forma de una mujer alta o de un animal extra�o, siempre con alg�n rasgo que los hace diferenciables de la normalidad.
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La fylgjia llega para despedirse, pues s�lo est� ligada a la persona durante su existencia terrena, siendo un principio independiente antes y despu�s de la misma.
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Por otro lado, el doble f�sico, el hamr, aparece bajo la forma del difunto en el instante de la muerte o inmediatamente despu�s para avisar del fallecimiento o despedirse de los seres cercanos.
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El otro mundo aparece como una realidad fuera del espacio-tiempo, donde todo coexiste en un �nico instante. La parte de nosotros que est� en contacto con esa realidad materializa nuestras potencialidades y destinos, tiene acceso a pasado, presente y futuro.
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De ah� que pueda anunciar nuestra muerte y despedirse.
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Desde otra perspectiva, el doble como acceso al mundo del Esp�ritu es explicable como la conciencia que accede a los arquetipos de que habla la psicolog�a anal�tica: el Inconsciente colectivo. Para acceder a �l, es necesario recorrer el camino del h�roe, la muerte inici�tica y el renacimiento bajo un nuevo estado de conciencia, que no es otro que el propio del mago o cham�n.
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Ya hemos aludido al comienzo que el motivo com�n de los rituales cham�nicos es que el cuerpo ha de estar en un estado cr�tico para que el alma recobre su libertad, y que esto no es sino el desvanecimiento del ego.
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En t�rminos de Jung, cuando el ser se hace consciente de las fuerzas que lo gobiernan, cuando accede al inconsciente y las reconoce, puede decidir actuar independientemente de sus condicionamientos y convertirse en una individualidad.
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Sin conciencia de ello, es una marioneta manipulada por los arquetipos.
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Jung describe en el Yo y el inconsciente este proceso de individualizaci�n como el encuentro con el "S�-mismo", un principio ps�quico independiente que, a veces, confundimos con Dios.
De este modo, la disoluci�n de la personalidad-Man� mediante la consciencia de sus contenidos nos vuelve a conducir de forma natural hacia nosotros mismos, que somos un algo existente y vivo, cogido entre las im�genes de dos mundos y sus energ�as, s�lo vagamente sospechadas, pero bastante m�s claramente sentidas.
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Este algo nos resulta extra�o y, sin embargo, tan cercano; somos nosotros mismos y, no obstante, no lo podemos reconocer.
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Este algo es un punto central virtual de una constituci�n tan misteriosa que lo podr� exigir todo: parentesco con animales y con dioses, con cristales y con astros, sin que ello nos produzca admiraci�n alguna, sin que tan siquiera lo desaprobemos.
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Y este algo exige realmente todo esto, mientras que nosotros no tenemos a mano nada que podamos oponer justamente a esta pretensi�n; y es incluso saludable prestar o�do a esa voz.
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Este punto central lo he llamado el S�-Mismo.
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Intelectualmente, el S�-Mismo no es m�s que un concepto psicol�gico; es una construcci�n destinada a expresar una esencia no reconocible, a la que nosotros no logramos comprender como tal, pues sale de los l�mites de nuestra capacidad comprensiva, conforme ya se desprende de su definici�n.
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Igualmente se le podr�a llamar el Dios en nosotros.
El chamanismo surgi� en el Paleol�tico y muy probablemente haya sido practicado por casi todos los pueblos en los estadios m�s tempranos de su evoluci�n religiosa, y a�n despu�s.
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Habr�a pasado por varias etapas antes de alcanzar su forma actual.
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Si tenemos en cuenta la existencia de una humanidad avanzada anterior a los grandes cataclismos y aceptamos la idea de una Edad de Oro, entonces el chamanismo es un residuo de un mundo anterior que estuvo m�s cerca de los dioses, tal y como reflejan las diferentes historias sobre las diferentes eras, en cada una de las cuales el humano se iba desconectando cada vez m�s de su esencia divina.
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Poco a poco, las religiones dejar�an de servir al contacto con otra realidad mediante estados alterados de conciencia y se convirtieron en instrumentos de poder y control social que limitaban la realidad y las potencialidades del ser humano.
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Seg�n las sociedades se fueron haciendo m�s y m�s complejas, se fue perdiendo el contacto con los ritmos de la naturaleza y, con ellos, las t�cnicas de acceso a lo sobrenatural cayeron en desuso y terminaron por ser un conocimiento secreto en manos de unos pocos iniciados y videntes.
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El texto de Jung que hemos citado referencia claramente c�mo resulta muy f�cil confundir un concepto psicol�gico independiente con una divinidad superior.
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Estamos ante la gran arma que pudo someter a toda una humanidad, convenci�ndola de que propiedades inherentes a su naturaleza son en realidad fuerzas ajenas a las que debe rendir obediencia.
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Las religiones, y el materialismo no es m�s que otra religi�n, son formas hist�ricas y cambiantes, pero la espiritualidad es una dimensi�n inherente al ser humano.
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Podr�amos prescindir de las religiones, pero no podremos prescindir de la dimensi�n de transcendencia si queremos ser algo m�s que mu�ecos en manos de fuerzas que no conocemos.
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Lecouteux concluye su libro con la siguiente reflexi�n:
"En este final de siglo que cabecea como un barco ebrio porque est� privado de toda trascendencia, en el crep�sculo de las ideas, el hombre se ha encerrado en la caverna del pragmatismo y de la ciencia, pero, al contrario que en la f�bula plat�nica, ya no percibe los reflejos del mundo verdadero.
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Ya no somos el Uno en el Todo, sino el Uno sin el Todo, y vivimos nuestra existencia terrestre sin poder dar respuesta a una pregunta que no se hac�an nuestros abuelos, protegidos como estaban por un conjunto de creencias reconfortantes:
�Qu� hay despu�s?
Al perder nuestro Doble, hemos perdido nuestra alma, nuestra relaci�n con el cosmos y, como nuevos Peter Schlemihl, ya no sabemos cu�l es nuestro lugar en el universo.
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La diversi�n sustituye tristemente a las creencias y ritos que estructuraban la existencia humana, y no queda m�s que el silencio eterno de los espacios infinitos".
En estos tiempos en que tanto se habla de la necesidad de cambios sociales, o de la superaci�n de la crisis econ�mica, como si ello fuera posible, quiz�s deber�amos empezar por algo m�s sencillo y cabal: encontrar nuestro lugar en el universo...
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Pero c�mo proponerle una salida sensata a una civilizaci�n tan ingenua que no cree en 'historias de hadas'...