por Miguel Iradier
02 Agosto 2021

del Sitio Web Hurqualya

Versi�n en ingles





Conciencia,

sincronizaci�n,

precesi�n de fase

y fase geom�trica...




Le�a hace unos d�as un breve pasaje de Geidar Dzhemal en torno a la diferencia entre conocimiento e informaci�n.

En ella, el autor ruso invocaba la inviolabilidad que a�n ten�a la conciencia de los obreros en la �poca de Dickens, que,

"volv�an a sus casas a dormir y en la noche encontraban el camino de vuelta a su coraz�n".

Para Dzhemal, como para tantos otros, la sociedad de la informaci�n, que tiende a abolir la diferencia entre lo interno y lo externo, destruye as� los �ltimos baluartes defensivos de nuestra "fortaleza interior".

No es f�cil desestimar este tipo de lamentos, cada vez m�s habituales, ya que la invasi�n de la conciencia por las nuevas tecnolog�as, con su incontenible diluvio de trivialidad, no es un aspecto menor, sino tal vez el m�s notorio de nuestra �poca.

Sin embargo se puede estar seguro de que, mientras alcancemos el estado de sue�o profundo todas las noches, a�n no hemos olvidado el camino de vuelta; s�lo la vigilia tiende a alejarse de ese estado fundamental, y ello ya por su misma naturaleza, con independencia de lo invasivas que sean nuestras tecnolog�as.

�Y qu� es lo m�s caracter�stico del estado de sue�o profundo, tan imprescindible para la vida como dado por supuesto?

El equilibrio o indistinci�n entre lo interno y lo externo, precisamente.

Tenemos entonces una doble paradoja, si as� queremos llamarlo:

los estados de vigilia o sue�o con ensue�os existen por una suerte de desequilibrio o equilibrio din�mico, y el hecho de que este equilibrio din�mico no se perciba conscientemente estando despiertos hace m�s necesario el retorno a la inconsciencia como �nica forma de experimentar cierto estado de reposo.

Dzhemal opone el conocimiento como "comprensi�n del yo" a la informaci�n como reconocimiento, igual que contrapone una verdad interior "aut�ntica" a una verdad externa meramente operativa; y esto tambi�n parece admisible y entendible.

Pero si no queremos que, no ya nuestra idea de la verdad, sino incluso la misma sensaci�n de realidad se bata en retirada, es nuestro reconocimiento el que debe avanzar:

reconocimiento de nuestra proyecci�n en el mundo, y reconocimiento de la acci�n del mundo en uno mismo anterior a esa comprensi�n del yo que autores como Dzhemal reivindican.

En definitiva,

la conciencia entendida como �ltimo reducto siempre tiene las de perder, su tesitura est� hecha para las derrotas heroicas.

Lo que puede darle su encanto en un mundo donde prima el �xito irreflexivo, pero eso no es suficiente; las perspectivas de �xito o derrota tendr�an que ser completamente secundarias respecto a nuestra apreciaci�n de la realidad.


La conciencia como sistema de navegaci�n

Pocas cosas m�s curiosas que el intento de las ciencias anal�ticas por acotar la conciencia, o, ante lo prohibitivo de esta tarea, los correlatos neuronales de las diversas actividades con un componente "cognitivo".

El problema es que pueden encontrarse todo tipo de correlatos neuronales que encajen en un modelo cognitivo sin que la actividad objeto de estudio requiera en absoluto que tenga lugar la cognici�n, salvo en el m�s trivial de los sentidos:

capturamos una pelota alta no mediante alg�n tipo de predicci�n o c�lculo de trayectoria, sino movi�ndonos simplemente de forma que se mantenga el mismo �ngulo - sin pensar siquiera en ello.

De forma nada sorprendente, la explicaci�n m�s simple es la que tiene siempre m�s implicaciones, que afectan incluso a la naturaleza misma del c�lculo diferencial, pero no vamos a volver sobre cosas ya tratadas.

Una de las revelaciones de los �ltimos tiempos en las ciencias neurocognitivas es el fen�meno conocido como precesi�n de fase:

un adelantamiento progresivo en el disparo de las neuronas del hipocampo relacionadas con la memoria espacial.

Dicho fen�meno se apreci� primero en ratas de laboratorio y murci�lagos, y s�lo recientemente se ha verificado en los seres humanos.

Hoy se especula sobre si no ser� la clave de un "c�digo universal" del cerebro humano m�s all� de tareas espec�ficas, ya que tambi�n se ha detectado en otras �reas cerebrales y en relaci�n no s�lo con la auto-ubicaci�n en el espacio sino tambi�n con el procesamiento de sonidos y olores, el aprendizaje y la organizaci�n de la memoria a largo plazo - entrando de lleno en lo que se consideran funciones superiores.

En un art�culo reciente se habla de estos procesos como de una "negociaci�n humana con su ambiente".

En espera de que se confirme la universalidad del fen�meno, Josh Jacobs procura imaginar aplicaciones:

"Entonces, podemos comenzar a comprender mejor c�mo puede usarse este mecanismo de codificaci�n neuronal para interfaces cerebro-m�quina, y para la estimulaci�n cerebral terap�utica".

No pod�a esperarse menos.

Buscando otra profundidad te�rica, cabe observar que si la precesi�n de fase es de gran relevancia no es tanto porque pueda mostrar alg�n tipo de "c�digo universal" espec�fico sino porque es una expresi�n m�s de un problema muy general pero insuficientemente apreciado: la necesidad de la asincron�a local en el procesamiento de la informaci�n.

Lo que justamente nos indica la precesi�n de fase es la importancia de la sincronizaci�n en las actividades del cerebro: pero si esta sincronizaci�n no fuera activa tampoco habr�a actividad propiamente dicha.

Por ejemplo, en las CPU ordinarias las operaciones est�n sometidas a un ciclo de reloj que ya implica una sincronizaci�n global, un principio de organizaci�n que gobierna los resultados de las partes; esto es sincronizaci�n pasiva, dise�ada desde arriba.

En el cerebro no hay "sincronizador global", ni en las mol�culas, ni en la Naturaleza en general.

Sin embargo, como not� en su d�a Koichiro Matsuno, las leyes de la f�sica s� implican una sincronizaci�n global, de la mano del tercer principio del movimiento de Newton, que da por hecho la simultaneidad de la acci�n y reacci�n.

De este modo la transmisi�n de se�ales, y por tanto de informaci�n, pierde toda relaci�n con el tiempo local y su contribuci�n a un tiempo global interno.

Dicho de otro modo,

el tiempo absoluto Newtoniano es externo y metaf�sico, pero ni la relatividad, ni la mec�nica qu�ntica, ni la entrop�a tal como se interpreta en la mec�nica estad�stica y la teor�a de la informaci�n, modifican el concepto atemporal de interacci�n.

As� el rol activo que pueda tener la asincron�a local para construir un tiempo interno global se evapora, y nunca se puede recuperar de forma apropiada si no encuentra cabida al nivel de los principios.

Por supuesto, no se puede esperar que disciplinas muy recientes y derivadas como las neurociencias enmienden la plana de otras mucho m�s generales y antiguas como la f�sica, pues no es as� como funcionan las cosas.

Y sin embargo permanece el hecho elemental:

para igualar algo primero tiene que haber desigualdad...

Las disciplinas derivadas se contentan con hablar de tiempos cr�ticos de acci�n o de est�mulo; por ejemplo, para Arthur Winfree, el gran pionero en el estudio de la resonancia y la sincronizaci�n en biolog�a, una "singularidad de fase" era el tiempo de est�mulo durante el cual no es posible asignar fase a un proceso.

Para adquirir otra perspectiva tendr�amos que poder encajar los tiempos cr�ticos de las ciencias descriptivas dentro de los principios fundamentales de la f�sica.

En "Esp�ritu del Cuaternario" ya hablamos del tema, pero la precesi�n de fase nos permite contemplarlo desde otros �ngulos.

Por supuesto, nunca vamos a encontrar una forma de darle "sustancia" f�sica al paso del tiempo porque seguramente no puede dejar de ser una sensaci�n subjetiva e interna a la conciencia.

De hecho, si la precesi�n de fase parece tan importante en la secuenciaci�n de la memoria, bien podr�a ser porque ella misma contribuye de forma clave a crear nuestras nociones de espacio, tiempo y causalidad - siendo la causalidad sin�nimo de ordenaci�n espacio-temporal.

Esto no quiere decir meramente que nuestras ideas al respecto se reduzcan a determinados procesos neurol�gicos, porque esas ideas ya son la manifestaci�n interna m�s espec�fica de un perfil temporal expl�cita e impl�citamente planteado como externo, pero en el plano de la medida o mediaci�n.

Por lo dem�s, y desde el punto de vista m�s inmediatamente externo, si es que aspiramos a una perspectiva m�s o menos completa nunca deber�a perderse de vista el planteamiento ambiental o post-cognitivo de James Gibson:

no tiene sentido especular sobre qu� hay en nuestra cabeza sin ponderar en qu� est� nuestra cabeza metida.

Pero aunque Gibson fue un empirista radical, no dej� de insistir en que lo m�s directamente relevante del entorno no son las formas o los colores sino las invariantes, que no operan a un nivel matem�tico abstracto sino con una irreducible efectividad.

La citada invariancia del �ngulo o "cancelaci�n �ptica" a la hora de capturar la pelota propuesta por McBeath, esa forma de "hacer c�lculo sin c�lculo" que todos tenemos sin saberlo, est� claramente inspirada en la psicolog�a poscognitiva de Gibson.

Este ejemplo muestra, por a�adidura, que incluso el empirismo radical puede conectar directamente con la matem�tica, y lo que a�n es m�s importante, lo hace de una forma opuesta al enfoque computacional que trata de reducir cualquier proceso a c�lculos dentro de una m�trica y su �lgebra.

Lo que nos permite "invertir" la perspectiva sin forzar nada en realidad, puesto que es el c�lculo humano el que ha forzado los datos en su propio lecho de Procusto.

Parece evidente que una precesi�n de fase como la que se produce en los disparos de neuronas en el hipocampo u otras �reas no tiene nada que ver con la llamada "fase geom�trica" que se presenta en multitud de sistemas f�sicos, salvo por el mero hecho de afectar a fases y potenciales; adem�s la primera nos habla de una anticipaci�n, mientras que la segunda suele implicar un potencial retardado.

Sin embargo ambos fen�menos, de estatus todav�a problem�tico, comparten como denominador com�n el problema de la asincron�a local previa a las exigencias del sincronizador global.

La fase geom�trica, por lo dem�s, no se limita a dar una "curvatura suplementaria" a sistemas c�clicos, adiab�ticos y conservativos como se supone que son los de la �ptica, �rea en la que se descubri�, sino que tambi�n puede darse en sistemas no c�clicos y disipativos, como los biol�gicos, y en la propia locomoci�n animal - su propio g�nero de universalidad ha hecho de ella un aspecto importante de la rob�tica y la m�s reciente teor�a del control.

Y aunque a menudo se presente, err�neamente, como privativa de los fen�menos de interferencia de la mec�nica qu�ntica, lo dicho evidencia que puede presentarse a cualquier escala suponiendo un elemento de continuidad en la transici�n de escalas y dominios f�sicos diferentes.

Aunque no parece haber sido objeto de estudios espec�ficos, la memoria de fase deber�a poder estudiarse en sus ciclos de percepci�n y acci�n en movimientos r�tmicos coordinados, tal como el famoso modelo Haken-Kelso-Bunz u otros parecidos adaptados espec�ficamente a este prop�sito.

Y es que a la fase geom�trica se la denomina as� por reflejar la geometr�a del ambiente y la incidencia de aspectos no din�micos (descritos a menudo como "informaci�n") en la evoluci�n din�mica global - "cambio global sin cambio local".

No hace falta recordar que la din�mica se refiere a las fuerzas, mientras los potenciales se refieren a la posici�n.

Pero lo que la fase geom�trica exhibe, ya desde los primeros casos de estudio con part�culas polarizadas, es la orientaci�n global o "interna" del sistema, que sin embargo ha quedado fuera de su descripci�n din�mica "externa", necesariamente cerrada.

Y el hecho de que esta cuesti�n se presente a cualquier escala y en todo tipo de sistemas s�lo le a�ade inter�s.

La fase geom�trica hoy se concibe como un suplemento para la din�mica pero en realidad tambi�n permite modificar las mismas leyes del movimiento y su sentido; y as� hemos hablado de un "cuarto principio" e incluso de "tres principios y medio", aunque basta con tres principios consecuentemente articulados.

La f�sica y la mec�nica recortan el sustrato natural b�sicamente a trav�s del primer y el tercer principio.

El principio de inercia, que para no ser puramente ideal s�lo puede concebirse con una bola que rueda, demanda "un sistema aislado que a la vez no est� aislado"; y el principio de acci�n y reacci�n, una simultaneidad en la din�mica que es en el mejor de los casos metaf�sica.

En una mec�nica relacional, como la que introdujo Wilhelm Weber o ha reivindicado Assis, el principio de equilibrio din�mico sustituye al principio de inercia, mientras que el tercer principio adquiere un sentido completamente diferente al depender del potencial.

El principio de equilibrio din�mico tal como lo formula Assis dice que la suma de todas las fuerzas de cualquier naturaleza actuando sobre cualquier cuerpo es siempre cero en todos los sistemas de referencia.

Por otra parte, el cumplimiento del tercer principio en la mec�nica relacional implica los llamados "potenciales retardados" similares a la fase geom�trica - pero se entiende que s�lo son retardados con respecto al sincronizador global impl�cito en la mec�nica newtoniana y sus herederas.

Es perfectamente l�cito pensar que tendr�a que ser al contrario:

si existe la sincronizaci�n global, debe ser ajena a la din�mica, pues toda interacci�n requiere tiempo.

Se piensa que la fase geom�trica o el potencial retardado son pasivos con respecto a las fuerzas, pero una correlaci�n simult�nea nunca puede ser reactiva con respecto a algo a lo que le lleva tiempo cambiar, sino al contrario.

Esto tiene infinidad de implicaciones que ni siquiera hemos empezado a extraer.

Para empezar, no existen fuerzas ciegas en la Naturaleza, porque ni siquiera existen fuerzas de naturaleza constante:

el feedback est� incorporado "de f�brica" incluso en las �rbitas de los electrones, en cualquier extensi�n del viejo problema de Kepler...

Decir que Newton explic� las trayectorias el�pticas de los planetas es, en el mejor de los casos, un mero recurso did�ctico.

Los potenciales retardados nunca son un "bucle trivial", incluso si no parecen a�adir nada a la conocida soluci�n de una ecuaci�n diferencial, como en el problema de Kepler.

En realidad estas ecuaciones, desde un punto de vista puramente descriptivo, no son realmente diferenciales ni definen estrictamente la conservaci�n local, sino que la descuentan siempre a partir de la conservaci�n global, de manera que la sucesi�n local del tiempo se deduce de la condici�n general y no al contrario como se supone.

Ya hemos hablado repetidamente de esta inversi�n radical que conlleva el c�lculo est�ndar y de algunas de las posibles alternativas.

Pero el c�lculo mismo, no menos que los principios de la mec�nica, vela el problema de la sincronizaci�n y la relaci�n entre el tiempo global y el local, del que hemos derivado nuestra presente idea de universalidad.

Volviendo a los tres principios del movimiento, sin la citada modificaci�n del primer y tercer principio, e indirectamente del segundo, cualquier proceso de sincronizaci�n gira sin tracci�n como una rueda en el vac�o.

A esos es precisamente a lo que la f�sica ha querido reducir la Naturaleza.

Se advierte ahora que el cerebro tiene un "sistema de navegaci�n" mucho m�s "sofisticado" que los creados por el hombre, pero,

�En qu� consiste propiamente dicha "sofisticaci�n"?

�Acaso no hay algo m�s fundamental que la complejidad de las conexiones neuronales?


Estado actual de las ciencias

Hablar de las relaciones entre ciencia y poder resulta de mal gusto, un poco como hablar de dinero o de pol�tica en la mesa; pero es que en la ultra-burocratizada ciencia actual ya no hay otras relaciones que esas.

Lo que hoy suena rid�culo es plantear la relaci�n entre tecnociencia y verdad.

Otra cuesti�n de la que apenas se habla es el secretismo. Hasta la matem�tica pura se resiente profundamente de ello, para impedir dar cualquier ventaja a "colegas" que en realidad s�lo se ve como competidores.

Es cierto que la cosa no viene de ahora, pues ya en la �poca de los "colegios invisibles", e incluso mucho antes, se jugaba a los enigmas y se mostraba informaci�n con cuentagotas; pero ahora, al echar el resto en las aplicaciones, todo ha adquirido otra dimensi�n.

Probablemente incluso una demostraci�n plausible de la hip�tesis de Riemann encontrar�a hoy obst�culos a su difusi�n ante el temor de que pudiera servir para romper los c�digos de seguridad, incluso si nadie ha dicho c�mo podr�a conducir a m�todos de factorizaci�n m�s r�pidos.

Y aunque no hay que preocuparse mucho por esa posibilidad, permanece el hecho de que hoy importan mucho m�s las consecuencias del conocimiento que el conocimiento en s� mismo.

Esto, a su vez, tiene m�s consecuencias que las propias consecuencias del conocimiento.

Sin embargo, cuando m�s ominosas pueden ser las consecuencias, como en la biotecnolog�a por ejemplo, menos se cuestiona p�blicamente su investigaci�n.

Evidentemente, si la ocultaci�n invade hasta la matem�tica pura, no hace falta imaginar los niveles de opacidad en ciencias con intereses mucho m�s definidos, de la f�sica a la biolog�a, la econom�a, la sociolog�a, la matem�tica aplicada, la estad�stica y el an�lisis de datos, las ciencias del comportamiento, etc�tera, etc�tera.

Frente a quienes a�n presentan la ciencia como una exploraci�n independiente y atrevida del mundo, s�lo cabe re�r; y sin embargo, no deja de ser cierto que Occidente busca agotar sus posibilidades en un sentido muy concreto, con exclusi�n de todos los dem�s.

En eso es sin duda coherente.

Dicho sentido es el proyecto de dominaci�n de la Naturaleza y su completa sustituci�n o eliminaci�n. Y es en tal sentido que no se le puede permitir triunfar, pues su triunfo comporta la destrucci�n de todos nosotros.

Lo cual no significa que "la Ciencia" busque destruirnos, pues el mayor triunfo del poder rampante y la mayor derrota del pensamiento es creer que no puede haber otra ciencia que la actual.

Las ciencias actuales, y el apunte hecho sobre la precesi�n de fase es meramente un ejemplo, no pueden dejar de combinar un alto grado de tecnicismo y sofisticaci�n formal con un empirismo que en realidad s�lo es oportunismo, y donde se habla de comprensi�n en un sentido puramente instrumental.

Su presunta superioridad t�cnica o de medios s�lo esconde una incompetencia te�rica inevitable, puesto que el sentido de la teor�a se limita a su capacidad de predicci�n.

Se ha discutido a veces, por ejemplo, si "el problema de la conciencia" podr�a implicar aspectos ex�ticos como la coherencia qu�ntica. La mayor�a de f�sicos y neurocient�ficos consideran esto una posibilidad remota, si no pura charlataner�a.

Claro que la mec�nica qu�ntica no es universal, pero la mec�nica cl�sica tampoco.

En cambio la fase geom�trica s� es universal, y est� presente a todas las escalas, pues todo potencial est� entrelazado con independencia de la mec�nica en que se inscriba.

El logos occidental sigue sin salir del callej�n sin salida creado entre Descartes y Newton, y no sale de �l, antes que nada, porque no quiere, porque la disposici�n que lo impulsa es la oposici�n radical entre la inercia infinita del mundo material y una conciencia como un agujero o singularidad independiente.

Sin esta oposici�n no hubiera llegado nunca tan lejos, para empezar, por lo que no dejar� de reclamar sus derechos.

La modificaci�n de los principios de la mec�nica que hemos apuntado termina radicalmente con la separaci�n o aislamiento de la Naturaleza, no menos que de la conciencia.

La suma de fuerzas en cualquier punto es siempre cero, pero adem�s la suma de cualquier n�mero de ceros tambi�n es cero.

Carece de sentido pensar que la conciencia puede localizarse:

lo que es inalcanzable en el interior de uno mismo, mucho menos podr�a serlo fuera.

Y sin embargo la mec�nica relacional permite hacer las mismas o parecidas predicciones a las que lleg� la f�sica moderna por muy diferentes v�as.

Es muy probable que una f�sica basada en el equilibrio din�mico nunca hubiera alumbrado la hipertrofia de la tecnociencia actual, que si ha llegado tan lejos ha sido a fuerza de grandes tensiones y desequilibrios.

Pero llegados aqu�, no deja de ser cierto que es capaz de trasvasar toda la masa de conocimientos acumulada a un nuevo lenguaje y una nueva disposici�n, sin tener siquiera que hacer transformaciones abruptas que en ciencia nunca tienen sentido.


Hay pez o no hay pez

La ant�tesis de la moderna teor�a del control es el biofeedback, puesto que se aplica al gobierno interno en lugar del externo y supone un rango de control que no pasa por lo voluntario.

Se plantean varias preguntas de extremo inter�s e �ntimamente relacionadas que aqu� solo cabe esbozar.

Queda para los investigadores iluminar debidamente la relaci�n entre los desplazamientos de fase, positivos y negativos, y la sincronizaci�n cerebral o la coordinaci�n motriz.

Por otro lado, a�n est�n por identificar claramente presumibles memorias de fase biol�gicas, que tambi�n puede afectar hasta cierto punto al cerebro, como la del ciclo nasal bilateral, y su conexi�n con la volumetr�a respiratoria o las fases del sue�o.

Adem�s, puede estudiarse la relaci�n entre fases geom�tricas en sistemas biol�gicos, sus se�ales pertinentes, y el biofeedback.

Pero en primer lugar habr�a que dise�ar experimentos en los que la fase geom�trica adquiera relieve dentro de ciclos de acci�n y percepci�n humanos.

Se trata de estudiar si la presencia de esta memoria de fase puede emerger en la conciencia, y las condiciones para que la conciencia pueda apreciarla.

El equilibrio din�mico, su balance cero, est� en todas partes y en ninguna.

Por tanto, aunque pueda admitirse su presencia en cualquier movimiento, no hay nada espec�fico que permita identificarlo o reconocerlo.

�Es reconocible la fase geom�trica por la conciencia, si tiene lugar en los movimientos de nuestro cuerpo? �Evidencia alguna propiedad, m�s all� de las relaciones cuantitativas?

Son preguntas que pueden parecer muy extra�as, si se olvida la ambig�edad irreducible que ha acompa�ado a este fen�meno en f�sica desde su detecci�n.

El equilibrio din�mico es indiscernible, pero un exponente tan estudiado de la fase geom�trica como el efecto Aharonov-Bohm nos muestra claramente c�mo una part�cula cargada "siente" o refleja el potencial incluso all� donde los campos el�ctrico y magn�tico son cero.

�Puede un electr�n percibir fielmente esta circunstancia y que sea sin embargo inaccesible a mi conciencia?

Por descontado que no hablamos de escalas microsc�picas, sino del transporte paralelo en s� mismo.

En funci�n del caso f�sico, su descripci�n e interpretaci�n, una fase geom�trica puede verse como un trasporte paralelo, como una autoinducci�n, como una curvatura o flujo de la forma simpl�ctica, como una intersecci�n c�nica entre superficies potenciales de energ�a, como una transici�n entre dimensiones, como una torsi�n o un cambio en la densidad, como una transici�n de fase, como un punto de degeneraci�n, como un potencial retardado, como una resonancia, como un bucle, como un principio de esclavizaci�n, como un agujero o singularidad de la topolog�a del movimiento, o incluso de otras maneras que no tienen por qu� ser excluyentes.

Cuando mayor sea el equilibrio entre predicci�n y descripci�n, sin que una prime sobre la otra, m�s cr�dito merecer� la interpretaci�n de este o cualquier otro fen�meno.

La fase geom�trica suele tener una contribuci�n a la fase global que suele ser menor que la de la fase din�mica.

Esto, junto al hecho de su reconocimiento tard�o, ha hecho casi inevitable que se la subordine a unas ideas mec�nicas que ya hab�an consolidado su prioridad.

Sin embargo hemos visto algunos casos, incluso en el �mbito de los seres vivos, en que la contribuci�n no din�mica - al menos en el sentido habitual- puede ser muchas veces mayor que la contribuci�n din�mica est�ndar.

Ser�a interesante ver si tambi�n en el organismo humano hay lugar para tama�os "desfases", y si la respuesta es positiva, qu� cabe concluir de ellos.

�Hay algo no mec�nico dentro de lo mec�nico?

�Pero qu� podr�a significar que algo no es mec�nico?

Esto puede tener muchas respuestas que nada tienen que ver con las habituales discusiones sobre el determinismo y el indeterminismo.

Si podemos eliminar el principio de inercia y sustituirlo por el principio de equilibrio din�mico, buena parte de lo que entendemos por "mec�nica" desaparece de un plumazo, e incluso cabe interpretar que los cuerpos se mueven por su propio impulso sin incurrir en contradicci�n.

No se olvide adem�s que este segundo principio es mucho m�s econ�mico y nos libra de una vez por todas de los escol�sticos arbitrajes de los marcos de referencia y dem�s convenciones.

Sin embargo la esencia de la mec�nica no es la inercia, sino la constituci�n de un sistema o circuito cerrado; y no hay sistemas cerrados sin el tercer principio.

En los campos lo que se cumple no es el tercer principio sino la conservaci�n del momento o cantidad de movimiento.

En una mec�nica relacional como la de Weber el tercer principio de acci�n-reacci�n se cumple autom�ticamente y por definici�n. La ley de Weber no describe un campo pero se transforma f�cilmente en un campo integrando sobre el volumen.

Es obvio que en las elipses de los electrones o los planetas el tercer principio no puede verificarse, luego siempre queda la duda de por qu� se observan �rbitas estables y cerradas.

La respuesta, tal como lo vio Nikolay Noskov, estar�a en la resonancia, pero esta no excluye la interacci�n - la emisi�n y la absorci�n - sino que m�s bien definir�a sus condiciones.

La correlaci�n es la madre de la interacci�n, y el acoplamiento por resonancia el principio efectivo de sincronizaci�n cuando no existe la sincronizaci�n global impuesta desde arriba.

La analog�a entre un campo f�sico y el campo de la conciencia no es del todo gratuita.

Pero por campo f�sico se entiende una porci�n de espacio en la que tiene lugar una determinada evoluci�n en el tiempo; mientras que la conciencia, tal como la hemos entendido en nuestros escritos, implica un contraste con el fondo indiferenciado - el medio absolutamente homog�neo, con densidad unidad, de la que resultan todas las modificaciones moment�neas.

Esto podr�a llevarnos a otros aspectos diferentes del equilibrio y su formulaci�n.

En cualquier caso, y en el presente estado de cosas, no es necesario llevar muy lejos la analog�a ni intentar cerrarla, puesto que, para la conciencia, el asunto se reduce a si es capaz de percibir memorias de fase, directa, indirectamente o como fuere.

Cuando se tenga una respuesta cierta para eso podr�n plantearse o no otras preguntas.

El tema es de indudable hondura puesto que permite cuestionar nuestras ideas sobre la causalidad y su representaci�n. Tambi�n supone un desaf�o encontrar su relaci�n con el sonido y la m�sica.

Hay incontables formas de equilibrio y para resumir nos hemos venido refiriendo al equilibrio de suma cero, al de un producto unidad, y al que puede existir entre la variaci�n m�nima de energ�a y la producci�n m�xima de entrop�a.

En primera instancia, el primero afecta al movimiento mismo, el segundo a la densidad con respecto al medio homog�neo, el tercero a un modo alternativo al lagrangiano para las ecuaciones generales de la mec�nica.

La relaci�n entre estos tres tipos de equilibrio pueden ser infinitas pero encontrar su eje com�n no depende tanto de igualdades o equivalencias algebraicas como del intangible equilibrio metodol�gico entre descripci�n y predicci�n.

Ni que decir tiene, ninguno de estos cuatro modos de equilibrio recibe mucha consideraci�n en la f�sica y la matem�tica modernas.

La mec�nica, como estudio del movimiento en sistemas cerrados, es una ciencia genuinamente mercurial, es decir, supone un reflejo virtual de algo que no se mueve ni es extenso. Si no fuera por esto, ni ser�a inagotable ni tendr�a el menor inter�s. Y es mercurial no por una vaga analog�a, sino enteramente y por la m�s profunda necesidad.

El movimiento ya es esp�ritu desapercibido, que como sistema cerrado se ha separado de algo previo a la medida:

este es el camino del descenso...

Y el camino opuesto del ascenso es lo que anta�o se denominaba la obra del Sol, por m�s que esta abarque uno y otro.

La verdadera obra del Sol, lo m�s iluminador y rec�ndito de todo, es la conciencia misma, y si esto ni siquiera se sospecha no se ha podido ajustar mucho su ascenso y su descenso.


***


A estas alturas, el secretismo de baja estofa en la ciencias parece casi el menor de sus problemas, que por otra parte no vamos a pretender solucionar.

Pero, para m� al menos, la ciencia en su conjunto carece de cualquier valor si no tiene una �ntima y genuina conexi�n con nuestro mundo interior; tampoco la predicci�n por s� sola tiene valor para lo que aqu� se entiende por conocimiento.

Con todo no se trata de convertir las ciencias en algo m�s subjetivo, puesto que la misma idea de lo mec�nico ya tiene en nosotros un exceso de subjetividad, de compulsi�n y celo civilizador s�lo compensados por el creciente embotamiento.

Ya se ha dicho, contemplar directamente que no existe la inercia en el mundo, comprobar que es b�sicamente una sobredeterminaci�n, es una meditaci�n tan profunda como pueda haberla, que no requiere por lo dem�s de ning�n soporte ni instrumento, ni ning�n conocimiento especial.

�C�mo puede uno sentir siquiera que existe, si siempre hay un balance cero de fuerzas?, cabe preguntar...

Pero tambi�n cabe preguntar:

�Necesita uno ser empujado para sentir que existe?

Evidentemente, no... Sin embargo el balance cero existe tanto si nos empujan como si no.

Hablamos de "Naturaleza" en singular pero igual podr�amos hablar de infinitas naturalezas.

Nuestros principios tienden a reducir esa infinitud a un solo plano, del mismo modo que tratan de hacer de ese plano una nueva infinitud "a la medida del hombre"; pero el hombre ya contiene en su interior todas esas naturalezas sin necesidad de reducirlas.

El control de la Naturaleza como algo exterior nos esclaviza y resulta en un descenso permanente y sin l�mite a la vista; s�lo su armonizaci�n en nuestro interior nos eleva y da nuestra verdadera medida.

Deber�a estudiarse el problema planteado con exquisito cuidado y el mayor de los detenimientos.

El hecho de que la fase geom�trica sea despachada en f�sica con semejante displicencia ya sienta un precedente claro sobre el tema. Lo nuevo se subordina y se procura subordinar a lo viejo incluso cuando presenta la mejor oportunidad de replantear una cuesti�n.

La misma teor�a del electromagnetismo nos demuestra de forma ejemplar que se puede utilizar una fuerza fundamental con el mayor virtuosismo t�cnico no s�lo sin comprender la mitad de su asunto, sino sin tener siquiera inter�s por lo que haya podido quedar fuera.

Lo mismo vale para nuestra biolog�a, nuestra ingenier�a o nuestra mecanolog�a.

Est� claro que la moderna tecnociencia no trabaja para la emancipaci�n de lo humano, sino para su integraci�n con las m�quinas dentro de un esquema ya definido; y por qu� tendr�a que hacerlo si los que estamos fuera de sus intereses tampoco nos preocupamos de ello, ni acertamos a dar con la ra�z de la cuesti�n.

Tanto el pensamiento como en el principio de instrumentaci�n del que surge la t�cnica pueden verse bajo un esquema ternario muy anterior al nacimiento de la mec�nica moderna; sin embargo �sta define un horizonte en el que el intento de colmar sus vac�os y contradicciones, ni siquiera conscientes, cierra el c�rculo de compulsi�n en el que nos movemos.

Disolver ese cerco hoy no puede depender m�s de la teor�a que de la pr�ctica.

Tampoco conviene olvidar que la simple conducta humana y su observancia consciente es superior a cualquier tecnolog�a, que no tiene por s� sola el poder de menoscabarla.

Pero a falta de consciencia, las tecnolog�as se emplean tanto para tapar los agujeros en la conducta como para agrandarlos.

Hay una gran distancia entre el yo que aparece en el ni�o de 4 � 5 a�os y el yo cartesiano dispuesto a medir el mundo, pero ambos marcan etapas diversas de una oposici�n entre el yo y lo otro que se retroalimenta.

Reencontrar el no-yo que no necesita reafirmarse frente a nada en el seno de una l�gica que parece dise�ada para eliminarlo, abre una perspectiva que s�lo pueden valorar aquellos decididos a triunfar sobre esta civilizaci�n material...