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por Miguel Iradier del Sitio Web Hurqualya �
sincronizaci�n, precesi�n de fase y fase geom�trica...
� En ella, el autor ruso invocaba la inviolabilidad que a�n ten�a la conciencia de los obreros en la �poca de Dickens, que,
Para Dzhemal, como para tantos otros, la sociedad de la informaci�n, que tiende a abolir la diferencia entre lo interno y lo externo, destruye as� los �ltimos baluartes defensivos de nuestra "fortaleza interior". �
No es f�cil desestimar
este tipo de lamentos, cada vez m�s habituales, ya que la invasi�n
de la conciencia por las nuevas tecnolog�as, con su incontenible
diluvio de trivialidad, no es un aspecto menor, sino tal vez el m�s
notorio de nuestra �poca. � El equilibrio o indistinci�n entre lo interno y lo externo, precisamente. � Tenemos entonces una doble paradoja, si as� queremos llamarlo:
Dzhemal opone el conocimiento como "comprensi�n del yo" a la informaci�n como reconocimiento, igual que contrapone una verdad interior "aut�ntica" a una verdad externa meramente operativa; y esto tambi�n parece admisible y entendible. � Pero si no queremos que, no ya nuestra idea de la verdad, sino incluso la misma sensaci�n de realidad se bata en retirada, es nuestro reconocimiento el que debe avanzar:
En definitiva,
Lo que puede darle su
encanto en un mundo donde prima el �xito irreflexivo,
pero eso no es suficiente; las perspectivas de �xito o derrota
tendr�an que ser completamente secundarias respecto a nuestra
apreciaci�n de la realidad. � �
� El problema es que pueden encontrarse todo tipo de correlatos neuronales que encajen en un modelo cognitivo sin que la actividad objeto de estudio requiera en absoluto que tenga lugar la cognici�n, salvo en el m�s trivial de los sentidos:
De forma nada
sorprendente, la explicaci�n m�s simple es la que tiene siempre m�s
implicaciones, que afectan incluso a la naturaleza misma del c�lculo
diferencial, pero no vamos a volver sobre cosas ya tratadas.
Dicho fen�meno se apreci� primero en ratas de laboratorio y murci�lagos, y s�lo recientemente se ha verificado en los seres humanos. �
Hoy se especula sobre si
no ser� la clave de un "c�digo universal"
del cerebro humano m�s
all� de tareas espec�ficas, ya que tambi�n se ha detectado en otras
�reas cerebrales y en relaci�n no s�lo con la auto-ubicaci�n en el
espacio sino tambi�n con el procesamiento de sonidos y olores, el
aprendizaje y la organizaci�n de la memoria a largo plazo - entrando
de lleno en lo que se consideran funciones superiores. � En espera de que se confirme la universalidad del fen�meno, Josh Jacobs procura imaginar aplicaciones:
No pod�a esperarse menos. �
Buscando otra profundidad
te�rica, cabe observar que si la precesi�n de fase es de gran
relevancia no es tanto porque pueda mostrar alg�n tipo de "c�digo
universal" espec�fico sino porque es una expresi�n m�s de un
problema muy general pero insuficientemente apreciado: la necesidad
de la asincron�a local en el procesamiento de la informaci�n. �
Por ejemplo, en las CPU
ordinarias las operaciones est�n sometidas a un ciclo de reloj que
ya implica una sincronizaci�n global, un principio de organizaci�n
que gobierna los resultados de las partes; esto es sincronizaci�n
pasiva, dise�ada desde arriba. � Sin embargo, como not� en su d�a Koichiro Matsuno, las leyes de la f�sica s� implican una sincronizaci�n global, de la mano del tercer principio del movimiento de Newton, que da por hecho la simultaneidad de la acci�n y reacci�n. �
De este modo la
transmisi�n de se�ales, y por tanto de informaci�n, pierde toda
relaci�n con el tiempo local y su contribuci�n a un tiempo global
interno.
As� el rol activo que
pueda tener la asincron�a local para construir un tiempo interno
global se evapora, y nunca se puede recuperar de forma apropiada si
no encuentra cabida al nivel de los principios. � Y sin embargo permanece el hecho elemental:
Las disciplinas derivadas se contentan con hablar de tiempos
cr�ticos de acci�n o de est�mulo; por ejemplo, para Arthur
Winfree, el gran pionero en el estudio de la resonancia y la
sincronizaci�n en biolog�a, una "singularidad de fase" era el tiempo
de est�mulo durante el cual no es posible asignar fase a un proceso. � En "Esp�ritu del Cuaternario" ya hablamos del tema, pero la precesi�n de fase nos permite contemplarlo desde otros �ngulos. �
Por supuesto, nunca vamos
a encontrar una forma de darle "sustancia" f�sica al paso del tiempo
porque seguramente no puede dejar de ser una sensaci�n subjetiva e
interna a la conciencia. �
Esto no quiere decir
meramente que nuestras ideas al respecto se reduzcan a determinados
procesos neurol�gicos, porque esas ideas ya son la manifestaci�n
interna m�s espec�fica de un perfil temporal expl�cita e
impl�citamente planteado como externo, pero en el plano de la medida
o mediaci�n.
Pero aunque Gibson fue un empirista radical, no dej� de insistir en que lo m�s directamente relevante del entorno no son las formas o los colores sino las invariantes, que no operan a un nivel matem�tico abstracto sino con una irreducible efectividad. �
La citada invariancia del
�ngulo o "cancelaci�n �ptica" a la hora de capturar la pelota
propuesta
por
McBeath, esa forma de "hacer c�lculo sin c�lculo" que
todos tenemos sin saberlo, est� claramente inspirada en la
psicolog�a poscognitiva de Gibson. �
Lo que nos permite
"invertir" la perspectiva sin forzar nada en realidad, puesto que es
el c�lculo humano el que ha forzado los datos en su propio lecho de
Procusto. �
Sin embargo ambos
fen�menos, de estatus todav�a problem�tico, comparten como
denominador com�n el problema de la asincron�a local previa a las
exigencias del sincronizador global. �
Y aunque a menudo se
presente, err�neamente, como privativa de los fen�menos de
interferencia de la mec�nica qu�ntica, lo dicho evidencia que puede
presentarse a cualquier escala suponiendo un elemento de continuidad
en la transici�n de escalas y dominios f�sicos diferentes. � Y es que a la fase geom�trica se la denomina as� por reflejar la geometr�a del ambiente y la incidencia de aspectos no din�micos (descritos a menudo como "informaci�n") en la evoluci�n din�mica global - "cambio global sin cambio local". �
No hace falta recordar
que la din�mica se refiere a las fuerzas, mientras los potenciales
se refieren a la posici�n. �
Y el hecho de que esta
cuesti�n se presente a cualquier escala y en todo tipo de sistemas
s�lo le a�ade inter�s. � El principio de inercia, que para no ser puramente ideal s�lo puede concebirse con una bola que rueda, demanda "un sistema aislado que a la vez no est� aislado"; y el principio de acci�n y reacci�n, una simultaneidad en la din�mica que es en el mejor de los casos metaf�sica. �
En una mec�nica
relacional, como la que introdujo Wilhelm Weber o ha reivindicado
Assis, el principio de equilibrio din�mico sustituye al principio de
inercia, mientras que el tercer principio adquiere un sentido
completamente diferente al depender del potencial. � Por otra parte, el cumplimiento del tercer principio en la mec�nica relacional implica los llamados "potenciales retardados" similares a la fase geom�trica - pero se entiende que s�lo son retardados con respecto al sincronizador global impl�cito en la mec�nica newtoniana y sus herederas. � Es perfectamente l�cito pensar que tendr�a que ser al contrario:
Se piensa que la fase
geom�trica o el potencial retardado son pasivos con respecto a las
fuerzas, pero una correlaci�n simult�nea nunca puede ser reactiva
con respecto a algo a lo que le lleva tiempo cambiar, sino al
contrario. � Para empezar, no existen fuerzas ciegas en la Naturaleza, porque ni siquiera existen fuerzas de naturaleza constante:
Decir que Newton explic�
las trayectorias el�pticas de los planetas es, en el mejor de los
casos, un mero recurso did�ctico. � En realidad estas ecuaciones, desde un punto de vista puramente descriptivo, no son realmente diferenciales ni definen estrictamente la conservaci�n local, sino que la descuentan siempre a partir de la conservaci�n global, de manera que la sucesi�n local del tiempo se deduce de la condici�n general y no al contrario como se supone. � Ya hemos hablado repetidamente de esta inversi�n radical que conlleva el c�lculo est�ndar y de algunas de las posibles alternativas. �
Pero el c�lculo mismo, no
menos que los principios de la mec�nica, vela el problema de la
sincronizaci�n y la relaci�n entre el tiempo global y el local, del
que hemos derivado nuestra presente idea de universalidad. � A esos es precisamente a lo que la f�sica ha querido reducir la Naturaleza. � Se advierte ahora que el cerebro tiene un "sistema de navegaci�n" mucho m�s "sofisticado" que los creados por el hombre, pero,
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Lo que hoy suena rid�culo
es plantear la relaci�n entre tecnociencia y verdad. �
Es cierto que la cosa no
viene de ahora, pues ya en la �poca de los "colegios invisibles", e
incluso mucho antes, se jugaba a los enigmas y se mostraba
informaci�n con cuentagotas; pero ahora, al echar el resto en las
aplicaciones, todo ha adquirido otra dimensi�n. � Y aunque no hay que preocuparse mucho por esa posibilidad, permanece el hecho de que hoy importan mucho m�s las consecuencias del conocimiento que el conocimiento en s� mismo. � Esto, a su vez, tiene m�s consecuencias que las propias consecuencias del conocimiento. �
Sin embargo, cuando m�s
ominosas pueden ser las consecuencias, como en la biotecnolog�a por
ejemplo, menos se cuestiona p�blicamente su investigaci�n. �
En eso es sin duda
coherente. �
Lo cual no significa que
"la Ciencia" busque destruirnos, pues el mayor triunfo del poder
rampante y la mayor derrota del pensamiento es creer que no puede
haber otra ciencia que la actual. �
Su presunta superioridad
t�cnica o de medios s�lo esconde una incompetencia te�rica
inevitable, puesto que el sentido de la teor�a se limita a su
capacidad de predicci�n. � Claro que la mec�nica qu�ntica no es universal, pero la mec�nica cl�sica tampoco. �
En cambio la fase
geom�trica s� es universal, y est� presente a todas las escalas,
pues todo potencial est� entrelazado con independencia de la
mec�nica en que se inscriba. �
Sin esta oposici�n no
hubiera llegado nunca tan lejos, para empezar, por lo que no dejar�
de reclamar sus derechos. � La suma de fuerzas en cualquier punto es siempre cero, pero adem�s la suma de cualquier n�mero de ceros tambi�n es cero. � Carece de sentido pensar que la conciencia puede localizarse:
Es muy probable que una f�sica basada en el equilibrio din�mico nunca hubiera alumbrado la hipertrofia de la tecnociencia actual, que si ha llegado tan lejos ha sido a fuerza de grandes tensiones y desequilibrios. �
Pero llegados aqu�, no
deja de ser cierto que es capaz de trasvasar toda la masa de
conocimientos acumulada a un nuevo lenguaje y una nueva disposici�n,
sin tener siquiera que hacer transformaciones abruptas que en
ciencia nunca tienen sentido. � �
� Queda para los investigadores iluminar debidamente la relaci�n entre los desplazamientos de fase, positivos y negativos, y la sincronizaci�n cerebral o la coordinaci�n motriz. � Por otro lado, a�n est�n por identificar claramente presumibles memorias de fase biol�gicas, que tambi�n puede afectar hasta cierto punto al cerebro, como la del ciclo nasal bilateral, y su conexi�n con la volumetr�a respiratoria o las fases del sue�o. �
Adem�s, puede estudiarse
la relaci�n entre fases geom�tricas en sistemas biol�gicos, sus
se�ales pertinentes, y el biofeedback. �
Se trata de estudiar si
la presencia de esta memoria de fase puede emerger en la conciencia,
y las condiciones para que la conciencia pueda apreciarla. � Por tanto, aunque pueda admitirse su presencia en cualquier movimiento, no hay nada espec�fico que permita identificarlo o reconocerlo.
Son preguntas que pueden
parecer muy extra�as, si se olvida la ambig�edad irreducible que ha
acompa�ado a este fen�meno en f�sica desde su detecci�n.
Por descontado que no
hablamos de escalas microsc�picas, sino del transporte paralelo en
s� mismo. �
Cuando mayor sea el
equilibrio entre predicci�n y descripci�n, sin que una prime sobre
la otra, m�s cr�dito merecer� la interpretaci�n de este o cualquier
otro fen�meno. � Esto, junto al hecho de su reconocimiento tard�o, ha hecho casi inevitable que se la subordine a unas ideas mec�nicas que ya hab�an consolidado su prioridad. � Sin embargo hemos visto algunos casos, incluso en el �mbito de los seres vivos, en que la contribuci�n no din�mica - al menos en el sentido habitual- puede ser muchas veces mayor que la contribuci�n din�mica est�ndar. � Ser�a interesante ver si tambi�n en el organismo humano hay lugar para tama�os "desfases", y si la respuesta es positiva, qu� cabe concluir de ellos.
Esto puede tener muchas respuestas que nada tienen que ver con las habituales discusiones sobre el determinismo y el indeterminismo. � Si podemos eliminar el principio de inercia y sustituirlo por el principio de equilibrio din�mico, buena parte de lo que entendemos por "mec�nica" desaparece de un plumazo, e incluso cabe interpretar que los cuerpos se mueven por su propio impulso sin incurrir en contradicci�n. �
No se olvide adem�s que
este segundo principio es mucho m�s econ�mico y nos libra de una vez
por todas de los escol�sticos arbitrajes de los marcos de referencia
y dem�s convenciones. �
En los campos lo que se
cumple no es el tercer principio sino la conservaci�n del momento o
cantidad de movimiento. � Es obvio que en las elipses de los electrones o los planetas el tercer principio no puede verificarse, luego siempre queda la duda de por qu� se observan �rbitas estables y cerradas. � La respuesta, tal como lo vio Nikolay Noskov, estar�a en la resonancia, pero esta no excluye la interacci�n - la emisi�n y la absorci�n - sino que m�s bien definir�a sus condiciones. �
La correlaci�n es la
madre de la interacci�n, y el acoplamiento por resonancia el
principio efectivo de sincronizaci�n cuando no existe la
sincronizaci�n global impuesta desde arriba. � Pero por campo f�sico se entiende una porci�n de espacio en la que tiene lugar una determinada evoluci�n en el tiempo; mientras que la conciencia, tal como la hemos entendido en nuestros escritos, implica un contraste con el fondo indiferenciado - el medio absolutamente homog�neo, con densidad unidad, de la que resultan todas las modificaciones moment�neas. �
Esto podr�a llevarnos a
otros aspectos diferentes del equilibrio y su formulaci�n. � Cuando se tenga una respuesta cierta para eso podr�n plantearse o no otras preguntas. �
El tema es de indudable
hondura puesto que permite cuestionar nuestras ideas sobre la
causalidad y su representaci�n. Tambi�n supone un desaf�o encontrar
su relaci�n con el sonido y la m�sica. � En primera instancia, el primero afecta al movimiento mismo, el segundo a la densidad con respecto al medio homog�neo, el tercero a un modo alternativo al lagrangiano para las ecuaciones generales de la mec�nica. � La relaci�n entre estos tres tipos de equilibrio pueden ser infinitas pero encontrar su eje com�n no depende tanto de igualdades o equivalencias algebraicas como del intangible equilibrio metodol�gico entre descripci�n y predicci�n. � Ni que decir tiene, ninguno de estos cuatro modos de equilibrio recibe mucha consideraci�n en la f�sica y la matem�tica modernas. � La mec�nica, como estudio del movimiento en sistemas cerrados, es una ciencia genuinamente mercurial, es decir, supone un reflejo virtual de algo que no se mueve ni es extenso. Si no fuera por esto, ni ser�a inagotable ni tendr�a el menor inter�s. Y es mercurial no por una vaga analog�a, sino enteramente y por la m�s profunda necesidad. � El movimiento ya es esp�ritu desapercibido, que como sistema cerrado se ha separado de algo previo a la medida:
Y el camino
opuesto del ascenso es lo que anta�o se denominaba la obra del Sol,
por m�s que esta abarque uno y otro.
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� Pero, para m� al menos, la ciencia en su conjunto carece de cualquier valor si no tiene una �ntima y genuina conexi�n con nuestro mundo interior; tampoco la predicci�n por s� sola tiene valor para lo que aqu� se entiende por conocimiento. �
Con todo no se trata de
convertir las ciencias en algo m�s subjetivo, puesto que la misma
idea de lo mec�nico ya tiene en nosotros un exceso de subjetividad,
de compulsi�n y celo civilizador s�lo compensados por el creciente
embotamiento.
Pero tambi�n cabe preguntar:
Evidentemente, no... Sin
embargo el balance cero existe tanto si nos empujan como si no. � Nuestros principios tienden a reducir esa infinitud a un solo plano, del mismo modo que tratan de hacer de ese plano una nueva infinitud "a la medida del hombre"; pero el hombre ya contiene en su interior todas esas naturalezas sin necesidad de reducirlas. �
El control de la
Naturaleza como algo exterior nos esclaviza y resulta en un descenso
permanente y sin l�mite a la vista; s�lo su armonizaci�n en nuestro
interior nos eleva y da nuestra verdadera medida. � El hecho de que la fase geom�trica sea despachada en f�sica con semejante displicencia ya sienta un precedente claro sobre el tema. Lo nuevo se subordina y se procura subordinar a lo viejo incluso cuando presenta la mejor oportunidad de replantear una cuesti�n. �
La misma teor�a del
electromagnetismo nos demuestra de forma ejemplar que se puede
utilizar una fuerza fundamental con el mayor virtuosismo t�cnico no
s�lo sin comprender la mitad de su asunto, sino sin tener siquiera
inter�s por lo que haya podido quedar fuera. �
Est� claro que la moderna
tecnociencia no trabaja para la emancipaci�n de lo humano, sino para
su integraci�n con las m�quinas dentro de un esquema ya definido; y
por qu� tendr�a que hacerlo si los que estamos fuera de sus
intereses tampoco nos preocupamos de ello, ni acertamos a dar con la
ra�z de la cuesti�n. �
Disolver ese cerco hoy no
puede depender m�s de la teor�a que de la pr�ctica. �
Pero a falta de
consciencia, las tecnolog�as se emplean tanto para tapar los
agujeros en la conducta como para agrandarlos. �
Reencontrar el no-yo que
no necesita reafirmarse frente a nada en el seno de una l�gica que
parece dise�ada para eliminarlo, abre una perspectiva que s�lo pueden
valorar aquellos decididos a triunfar sobre esta civilizaci�n
material... � |
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