por�Philip Jaekl�
18 Julio 2019

del�Sitio Web AEON

traducci�n de Adela Kaufmann
Versi�n original en ingles


Foto por Thomas Hoepker

Magnum



Por siglos,
la gente ha navegado por el mundo

utilizando instrumentos

Pero, �y si la Tierra misma

puede ayudarnos a "sentir" nuestro camino?

Navegar a destinos desconocidos es a menudo cuesti�n de consultar un mapa digital de la superficie planetaria.

Una vez accedido, literalmente nos dice cada giro que debemos tomar para llegar a nuestro destino.�

'Has llegado a destino'...

Gracias Google...

Sin embargo, sin ning�n mapa, digital o en papel, la navegaci�n es a menudo un desaf�o inquietante y lento.

A veces, incluso es una pesadilla, y se han perdido innumerables vidas cuando falla la navegaci�n.

El explorador brit�nico�John Franklin�parti� con 129 hombres en 1845 para encontrar y mapear el legendario pasaje del noroeste, una v�a mar�tima a Asia originalmente buscada por Col�n en 1492, pero la expedici�n nunca regres�.

En cambio, pasaron tres a�os atrapados en el hielo del �rtico antes de recurrir al canibalismo y perecer.

Sin embargo, algunos navegadores parecen tener un sentido especial.

'Encontradores de Caminos' como�Nainoa Thompson�en Hawai, que ha dedicado su vida al estudio del antiguo arte polinesio de la navegaci�n, dicen que pueden navegar largas distancias sin ayuda.

�C�mo se hace eso...?

Thompson recuerda una situaci�n de vida o muerte en un viaje en canoa desde Hawai a Tahit� en 1980, un viaje de m�s de 2,600 millas que �l y su equipo emprendieron sin la ayuda de ning�n instrumento de navegaci�n.

Alrededor de la mitad del camino, privados de sue�o y perdidos en un �rea remota y desolada conocida como 'doldrums' o Zona de convergencia intertropical, una regi�n cerca del ecuador conocida por no tener rasgos distintivos, Thompson dice que de alguna manera podr�a 'sentir' la direcci�n de la Luna, su �nico punto de referencia:

"Hab�a algo, un mecanismo, que me permit�a entender d�nde estaba la direcci�n, sin verla", dijo a un entrevistador.

'[Cuando] simplemente dej� de pelear para tratar de encontrar algo con mis ojos... sent� este calor venir sobre m�, y de repente, supe d�nde estaba la Luna'.

Eventualmente, hubo una ruptura en las nubes, y la Luna estaba exactamente donde �l�sent�a�que estaba.

No obstante, la "conexi�n profunda" que experiment� sigue siendo un misterio.

�Podr�a�sentir�inconscientemente�d�nde est� la Luna?

�Fue guiado por alguna fuerza misteriosa?

Para la mayor parte de nuestra evoluci�n, antes de que pudi�ramos ser considerados 'humanos', nuestras habilidades de navegaci�n depend�an del uso de nuestros �rganos sensoriales.

Damos por sentado que podemos ver nuestro camino con nuestros ojos.�Pero tambi�n tenemos otros sentidos que podemos usar para orientarnos, m�s de 'seis' si incluimos el sistema vestibular, que subyace en nuestra habilidad de equilibrio y�propiocepci�n, nuestro sentido de articulaci�n y movimiento corporal.

Sin embargo, no parecemos muy diferentes a los animales no humanos, que aprovechan una gran cantidad desus sentidos alternativos para encontrar su camino: las abejas ven la luz ultravioleta, los tiburones perciben patrones el�ctricos y los murci�lagos se eco-localizan.

Cuando no hay otra ayuda sensorial disponible, algunos animales no humanos tambi�n pueden guiarse utilizando el campo magn�tico de la Tierra.

Nuestro planeta es un im�n enorme, un objeto cuya carga el�ctrica interna hace que sea positivo en un extremo y negativo en el otro.�Esto significa que la Tierra, como otros imanes m�s peque�os, puede alinearse f�sicamente una aguja de la br�jula hacia sus polos norte y sur, una propiedad conocida como�polaridad.

La atracci�n de un im�n est� representada, en los libros de texto, por l�neas de fuerza que predicen d�nde, precisamente, apuntar� la aguja.

Pero est� matizado: las l�neas de fuerza cambian con lo que los cient�ficos llaman 'inclinaci�n' y 'declinaci�n', apuntando hacia la Tierra con �ngulos crecientes o decrecientes al plano horizontal, dependiendo de qu� tan lejos o cerca est� el observador de cada polo.

Podr�a decirse que estas propiedades ofrecen se�ales de navegaci�n muy superiores en relaci�n con su tel�fono inteligente, que pueden romperse, funcionar mal o, ir�nicamente, perderse.

Quiz�s nuestros ancestros evolutivos distantes, millones de a�os en el pasado, tambi�n ten�an una habilidad de navegaci�n innata que explotaba las l�neas de campo magn�tico.�Esto ser�a extremadamente �til, ya que ofrece ventajas no solo en entornos �ridos, sino tambi�n al explorar nuevos territorios para encontrar recursos para la supervivencia.

Incluso�Charles Darwin�agreg� su contribuci�n sobre estos temas, alegando que,

'alguna parte del�cerebro�est� especializada para la funci�n de la direcci�n'.

Si tal mecanismo existiera en nuestros antepasados,

�podr�a haberse silenciado, eliminado con el avance de la conciencia y la comunicaci�n, el inicio de la civilizaci�n, la invenci�n de medios artificiales como la br�jula y, en �ltima instancia, tecnolog�as como el GPS?

Entre otras especies, hay incre�bles haza�as de navegaci�n que parecen desafiar la realidad a menos que invoquemos la existencia de un sentido magn�tico.

Por ejemplo, las�golondrinas de mar �rticas�que veo fuera de mi ventana durante el verano en el alto �rtico de Noruega acaban de regresar de las zonas de alimentaci�n del otro lado del planeta, en la Ant�rtida.

Los peces cola de barra, sus vecinos aviares en un lago cercano, pueden volar 6,000 millas a Nueva Zelanda, un objetivo min�sculo en el contexto de distancias tan grandes.

Pero quiz�s el ejemplo m�s conocido es la paloma mensajera:

Con su asombrosa capacidad de volar a casa, las palomas han entregado obedientemente correos, medicamentos, contrabando e inteligencia a distancias que abarcan cientos de millas, desde lugares que nunca antes hab�an visitado.

El�misterio de la navegaci�n magn�tica fue descartado hasta la d�cada de 1950, cuando el zo�logo alem�n�Friedrich Merkel�y su alumno�Hans Fromme�observaron�que cuando los petirrojos enjaulados saltaban y volaban durante la temporada de migraci�n, siempre se orientaban en direcci�n sur.

Junto con�Wolfgang Wiltschko, otro zo�logo alem�n, Merkel�mostr��la direcci�n migratoria en la que los petirrojos se apuntaban a s� mismos y se pod�a controlar cambiando cuidadosamente la direcci�n del campo magn�tico que rodeaba sus jaulas.

Los cient�ficos pensaron que las aves�deb�an�estar usando la fuerza magn�tica de la Tierra.

Sin embargo, sin una explicaci�n de c�mo podr�a funcionar realmente un sentido magn�tico o c�mo, anat�micamente, podr�a ser posible, la comunidad cient�fica se resisti�.

Wiltschko y su esposa Roswitha finalmente lograron un�estudio�convincente�en 1972. Capturaron 27 petirrojos salvajes y esperaron, en algunos casos meses, para realizar las pruebas durante la temporada de migraci�n de primavera.

Utilizando una jaula interior en una habitaci�n sin ventanas, con un horario estricto de luz / oscuridad, rodeada de bobinas electromagn�ticas cuidadosamente calibradas, pudieron manipular la fuerza de un campo magn�tico que rodea la jaula para que sea igual a la Tierra, mientras que altera por separado tanto su polaridad Norte-Sur y su �ngulo de inclinaci�n hacia el suelo.

Se instalaron ocho perchas para las aves, espaciadas equitativamente alrededor del per�metro de la jaula.�Cada vez que un p�jaro aterrizaba en uno, ese aterrizaje era electr�nicamente registrado mediante un interruptor activado por peso y registrado por computadora.

Inicialmente, descubrieron que, cuando la configuraci�n experimental coincid�a con la polaridad e inclinaci�n magn�ticas de la Tierra, los petirrojos mostraban una fuerte tendencia a posarse alrededor del per�metro norte de la jaula;�sus movimientos estaban orientados hacia el norte magn�tico.

Cuando invirtieron la disposici�n del campo, las aves en consecuencia invirtieron su direcci�n, pos�ndose en el extremo sur de la jaula.

Luego, cuando volvieron a cambiar la polaridad al Norte, pero eliminaron la inclinaci�n de las l�neas de campo, de modo que ya no estaban apuntando hacia la superficie de la Tierra o lejos de ella, los petirrojos se posaron en ubicaciones aleatorias.

En este caso, una br�jula todav�a apuntar�a al norte porque el componente de polaridad se mantuvo, pero las aves perdieron todo sentido de direcci�n.�

Eso dej� la�magnetorecepci�n, especialmente la percepci�n del grado de inclinaci�n, como la �nica explicaci�n restante.

Estos hallazgos preparan el escenario para nuevos experimentos que, con el tiempo, muestran que,

... todos tienen un sentido magn�tico...

El sentido magn�tico

es tan evolutivamente temprano

que podr�a haber evolucionado

en cualquier planta o animal que viva hoy

Sin embargo, a pesar de m�s de 50 a�os de evidencia creciente de magnetorecepci�n, ha habido un�elefante igualmente en crecimiento en la esquina.�No�se ha encontrado�ning�n��rgano�sensorial�conocido, como un ojo o un o�do.

Una derivaci�n proviene de�microorganismos magnetoreceptivos:

las�bacterias magnetot�cticas.

Salvatore Bellini,�de la Universidad de Pav�a, en Italia, estaba examinando los pantanos para detectar pat�genos.

Por casualidad, descubri� una extra�a forma de bacteria bajo su microscopio que nad� misteriosamente hacia el norte, todo al mismo tiempo.�Luego se dispuso a determinar si estaban usando el campo magn�tico de la Tierra para orientarse.

En 1963, inform� que, para su sorpresa, pod�a anular esta direcci�n natural de movimiento con imanes artificiales.

El hallazgo permaneci� oscuro hasta 1975, cuando�Richard Blakemore,�de la�Instituci�n Oceanogr�fica Woods Hole�en Massachusetts, hizo el mismo�descubrimiento�utilizando t�cnicas similares.

El fen�meno, dijo, ayud� a estos organismos en su b�squeda de alimento en el lodo.�Blakemore determin� que el movimiento de la bacteria era impulsado por la magnetita, un mineral de hierro magn�tico que normalmente se encuentra solo en rocas fr�as y sin vida, b�sicamente desconocidas en el �mbito de la biolog�a.

El descubrimiento es profundo porque, en t�rminos evolutivos, las bacterias son anteriores a las c�lulas eucariotas con ADN estructurado en cromosomas dentro de un n�cleo.

Esto sugiere que el sentido magn�tico es tan evolutivamente temprano que podr�a haber evolucionado en cualquier planta o animal que viva hoy.

En 1979, este descubrimiento llam� la atenci�n de�James Gould, un bi�logo de la Universidad de Princeton, y�Joe Kirschvink, entonces un postdoctorado con experiencia en geolog�a.�

Gould y sus colegas ya hab�an ganado notoriedad por descubrir magnetita en abejas y palomas.

Ahora, con los antecedentes geol�gicos de Kirschvink, estaban preparados para determinar si la magnetita podr�a de alguna manera ser parte de un mecanismo magnetorceptivo en ambas especies.

Examinaron�el contenido mineral de abejas pulverizados y cabezas de palomas utilizando equipos de prueba geol�gica especialmente adaptado.

En cada uno, descubrieron alrededor de�100 millones de part�culas de magnetita..

Esto abri� la posibilidad de que la fuerza magn�tica de la Tierra pudiera afectar de alguna manera al sistema nervioso por el movimiento en bruto de estos millones de peque�as br�julas, tal vez facilitando la comunicaci�n neuronal para se�alar el Norte y el Sur.

Para�Kirschvink, las especies a explorar parec�an obvias:

humanos...

"Est�bamos investigando las abejas mel�feras y las palomas mensajeras, y dije: '�Oh, caramba! Hay magnetita en todas partes. �Qu� pasa con el tejido humano'?"

Llam� a la escuela de medicina local preguntando por cualquier material de autopsia que pudiera usar.

Un cirujano ofreci� una gl�ndula suprarrenal y, utilizando un equipo paleomagn�tico construido para estudiar los efectos del campo magn�tico de la Tierra en las rocas, Kirschvink tambi�n encontr� magnetita all�.

La b�squeda de la magnetorecepci�n humana estaba en marcha.

Fue encabezado a fines de la d�cada de 1970 por�Robin Baker, entonces un joven zo�logo brit�nico en la Universidad de Manchester, quien me dijo que estaba,

"fascinado por la idea de llevar a cabo experimentos de navegaci�n en personas como si fueran palomas".

Sus primeras investigaciones, ahora conocidas como los "experimentos de Manchester", involucraron llevar camionetas de estudiantes con los ojos vendados en viajes por carretera a lo largo de diferentes rutas sinuosas en el campo de Cheshire, a�cerca de�50 Km. del campus.

Se esperaba que apuntasen al azar en cualquier direcci�n con los ojos vendados, y mostraran una precisi�n mejorada una vez que les quitaran las vendas.

Para un conjunto inicial de 20 sujetos, los datos mostraron claramente el patr�n opuesto: los estudiantes con los ojos vendados eran mejores para navegar, demostrando misteriosamente un sentido de direcci�n inquietantemente preciso:

El 90 por ciento de ellos apunt� dentro de los 45 grados de la verdadera "direcci�n de origen".

Impresionantemente, el promedio de todas sus estimaciones fue menos de cinco grados de error:

si el objetivo era medianoche en un reloj gigante que se volv�a horizontal, y estaban en el centro, es como apuntar a 4.5 minutos despu�s de las 12.

Con tantos temas siendo tan consistentes, las estad�sticas dictaminaron que las probabilidades de que esto ocurriera por casualidad fueron inferiores al 1 por ciento.

As� que parec�a haber solo dos posibles explicaciones para estos sorprendentes resultados:

o la magnetorecepci�n humana era irrefutable o estaba ocurriendo algo astron�micamente improbable, como la percepci�n extrasensorial.

La noticia de los resultados se extendi� a los peri�dicos y estaciones de televisi�n nacionales.

Baker estaba ansioso por demostrar que sus resultados�ten�an�que�originarse a partir de un sentido magn�tico.�Reclut� a 31 sujetos nuevos, a quienes se les vendaron los ojos de manera similar, se los llevaron y se les pidi� que se�alaran hacia su hogar.

Esta vez, sin embargo, aproximadamente la mitad de ellos ten�a una barra de im�n adherida a la venda de los ojos, con la intenci�n de interferir con cualquier sentido de navegaci�n existente basado magn�ticamente.�Su capacidad habr�a de ser comparada con otros sujetos equipados con barras de lat�n no magn�ticas de tama�o y peso similares, como control experimental.

Sorprendentemente, los resultados revelaron que los sujetos que usaban imanes pod�an apuntar solo al azar, mientras que aquellos que usaban lat�n no magn�tico eran de nuevo consistentemente precisos: el promedio de sus resultados arroj� un error dentro de los 10 grados de la direcci�n real.

"Esos dos primeros experimentos fueron tan emocionantes, pens� que continuar�a y se convirti� en mi vida durante los siguientes 10 a�os", me dijo Baker.

En su siguiente paso, los 'experimentos de caminata' (video m�s abajo), 37 sujetos fueron conducidos a trav�s de un bosque:

Esta vez, la mitad de los sujetos usaban imanes y la otra mitad placebos.

Fueron llevados a un bosque cercano, a lo largo del camino m�s retorcido en el que Baker y su colega,�Janice Mather, pudieron guiarlos durante medio kil�metro.

Esta vez, no ten�an los ojos vendados y pod�an usar los rayos de luz solar que atravesaban los �rboles como referencia.

Una vez m�s, aquellos sin imanes pudieron apuntar hacia casa, mientras que aquellos con imanes estaban desorientados.

Lo que interrumpe la capacidad de navegaci�n en las aves

podr�a interferir igualmente con cualquier forma

del sentido magn�tico humano�

Esta�trifecta�de datos de apoyo tom� la idea de la habilidad magnetoreceptiva humana desde los m�rgenes de la discusi�n oculta a la realidad basada en la evidencia.

Baker present� su afirmaci�n a menudo citada de que,

"Cualesquiera que sean las repercusiones, no tenemos otra alternativa que tomar en serio la posibilidad de que el hombre tenga un sentido magn�tico de direcci�n".

Con esta audaz declaraci�n, esper� a que los esc�pticos intentaran replicar sus resultados y ver por s� mismos.

Quiz�s el trabajo m�s notable fue realizado por Gould y Kirschvink junto con su colega, el bi�logo�Ken Able,�de la Universidad Estatal de Nueva York.

Con otros, pasaron cinco a�os tratando de�replicar�los hallazgos de Baker.

Tal como lo hizo Baker, vendaron los ojos a los�estudiantes, los transportaron en autob�s a una serie de lugares desconocidos alrededor de Princeton, y les pidieron que se�alaran el campus o una direcci�n dada de la br�jula.�En un�estudio, algunos llevaban imanes, otros placebos.

Tambi�n intentaron replicar el 'experimento de la silla' de Baker (video abajo), en el que los sujetos pod�an apuntar con precisi�n en una direcci�n dada despu�s de girar:

Pero de nuevo,�no hay dados...

Al final, los intentos de replicaci�n que involucraron a cientos de participantes, en Cornell, Albany, Swarthmore, Nueva Jersey, Tulsa, Keele, Durham, Sheffield y Melbourne, no lograron replicar los hallazgos.

Baker insisti� en que estos experimentadores no lograron controlar adecuadamente los factores ambientales, como las perturbaciones provocadas por el hombre en el campo magn�tico causadas por cualquier cosa, desde l�neas el�ctricas hasta equipos de laboratorio el�ctricos, y por tormentas geomagn�ticas, fluctuaciones en la actividad geomagn�tica de la Tierra que causan luces aurorales en las regiones �rticas y ant�rticas.

�l razon� que tales variaciones, conocidas por alterar la capacidad de navegaci�n en aves con magnetorecepci�n, podr�an interferir igualmente con cualquier forma de sentido magn�tico humano.

Sin embargo, cuando se�probaron�estas ideas�y se controlaron las perturbaciones geomagn�ticas, los resultados no proporcionaron nada nuevo.

En 1987, Baker hab�a dado su��ltima palabra�al respecto, insistiendo en que la acumulaci�n de datos a lo largo de los a�os en cada una de estas ubicaciones, cuando se tomaban juntas y se analizaban estad�sticamente en forma agrupada, respaldaba la existencia de una magneto-recepci�n humana.

Nunca m�s ha vuelto a investigarlo...

Dej� la vida acad�mica en 1996 y se mud� a Espa�a en 2002, eventualmente convirti�ndose en un popular escritor y locutor.�Con esta partida, el campo qued� en barbecho durante a�os.

Pero al menos un investigador permaneci� intrigado.

'No ten�amos evidencia de fraude, ni evidencia de falsificaci�n de datos.�Parec�a, para prop�sitos y prop�sitos, como un efecto real.�Pero no pudimos replicarlo', me explic� Kirschvink por tel�fono.

De hecho, Baker hab�a establecido una base para el descubrimiento de�la magnetorecepci�n humana�que, a pesar de los muchos intentos fallidos de replicaci�n, era demasiado fuerte para ser ignorada.

Kirschvink tuvo como objetivo trascender los problemas que persiguen el trabajo de Baker con un enfoque completamente nuevo y robusto.

En 1992, como profesor emergente en Caltech, Kirschvink y sus colegas hicieron el asombroso�descubrimiento de magnetita en muestras de tejido, tomadas de�cerebros�humanos.

Luego, se dispuso a sondear los cerebros vivos para detectar cualquier se�al que pudiera estar relacionada con la magnetorecepci�n:

si existe un sistema sensorial humano que puede detectar el campo magn�tico de la Tierra, debe involucrar un procesamiento neural medible, de manera similar a otros sentidos bien estudiados.

Para lograr tal medici�n se requerir�a alg�n m�todo para controlar el campo magn�tico alrededor de los sujetos y, de manera crucial, monitorear su actividad cerebral.

�l y sus colegas pensaron que era posible usar el�electroencefalograma�(EEG), una medida de la actividad el�ctrica en todo el cerebro, registrada a trav�s de electrodos en el cuero cabelludo.

Sin embargo, la financiaci�n de un tema tan pol�mico como la magnetorecepci�n humana result� dif�cil de obtener y tomar�a a�os.

Solo en 2014, Kirschvink y un equipo de expertos pudieron financiar una instalaci�n experimental con el apoyo del�Programa de Ciencia de la Frontera Humana�y la�Agencia de Proyectos de Investigaci�n Avanzada de Defensa de�los Estados�Unidos�(DARPA).

El aparato consiste en una c�mara subterr�nea lo suficientemente grande como para un solo humano.�Dentro de �l hay una serie de bobinas a trav�s de las cuales se puede controlar la fuerza, la polaridad y la inclinaci�n de las l�neas de campo magn�tico.

Cualquier actividad cerebral correspondiente a las variaciones de campo se mide con EEG.

La capa externa de la c�mara consiste en una jaula de Faraday, una capa de aluminio para filtrar cualquier contaminaci�n electromagn�tica causada por radio, computadoras, tel�fonos inteligentes, ascensores.

"La adici�n de este escudo es clave", dice Kirschvink, y no fue hasta que se agregaron los datos entrantes que se comenzaron a levantar las cejas.

'Si entra una se�al,

este zumbido de onda alfa cae bruscamente.

Ese fue el gran descubrimiento'�

De hecho, la falta de tal escudo podr�a haber impedido los intentos de replicar los resultados de Baker.

Durante los a�os en que Baker realiz� los experimentos de Manchester, las transmisiones de radio AM fueron comunes en todo Estados Unidos, donde los intentos de replicaci�n fueron m�s frecuentes, pero casi inexistentes en el Reino Unido.

Si los humanos, como las�palomas, usan un mecanismo para la magnetorecepci�n que puede ser atascado por las frecuencias de AM, explica por qu� tanto tiempo y esfuerzo invertidos en replicar el hallazgo de Baker terminaron en fracaso.

La c�mara de Kirschvink, que resuelve este problema central, finalmente estaba lista para la prueba a fines de 2014. Cuando los sujetos ingresan, simplemente se les exige que se queden quietos.

Los componentes de polaridad e inclinaci�n del campo magn�tico se reorientan de acuerdo con un conjunto de ajustes predeterminados, ejecutados en una secuencia aleatoria, todo mientras la m�quina EEG sondea sus cerebros para una respuesta a un cambio dado.

La idea es que, cuando alguien no est� haciendo nada m�s que descansar, el�nivel de actividad�del cerebro�alcanza su punto m�ximo y se agita r�tmicamente en ondas a una frecuencia espec�fica, en este caso, dentro de lo que se conoce como la�banda de "frecuencia alfa".

Luego, si escuchan, ven o�sienten�algo, estos ciclos se vuelven menos regulares, lo que marca una disminuci�n en la actividad alfa.

Casi de inmediato, los datos iniciales revelaron ca�das en las frecuencias alfa que deben haber estado vinculadas a cambios en la orientaci�n del campo magn�tico dentro de la c�mara.

'Casi el primer d�a lo ten�amos en funcionamiento, y est�bamos observando el rastro del EEG, parec�a que las ondas alfa estaban cayendo', me dijo Kirschvink.

'La onda alfa es lo que hay que mirar en el cerebro: es el estado de reposo.�Monitorea los sentidos.�Si entra una se�al, este zumbido de onda alfa cae bruscamente.�Ese fue el gran descubrimiento.'

El campo magn�tico fue la �nica se�al a la que los cerebros de los participantes podr�an estar respondiendo - lo estaban�sintiendo.

Esta nueva evidencia de una capacidad magnetosensorial humana implica que nuestros primeros ancestros de primates e incluso los cazadores-recolectores, nuestros descendientes relativamente m�s recientes, tuvieron acceso a la magnetorecepci�n porque la necesitaban para sobrevivir.

Pero si tuvi�ramos este mecanismo hace tanto tiempo,

�podemos seguir us�ndolo o ha sido eliminado en la antig�edad?

Kirschvink cree que, si la informaci�n magnetosensorial todav�a est� en el cerebro, deber�amos poder actuar sobre ella:

'Ser�a sorprendente si perdi�ramos el aspecto conductual y retuvi�ramos todo lo dem�s.�Necesit�bamos ese sistema de la misma manera que otros animales lo usan'.

C�mo un sentido magnetoreceptivo puede afectarnos en el presente, sigue siendo una cuesti�n de especulaci�n.

No�parece�jugar ning�n papel en la navegaci�n porque estamos tan acostumbrados a usar otros medios, tanto biol�gicos (visi�n) como artificiales (mapas).

Quiz�s necesitemos estar en una situaci�n grave, perdidos en el mar, por ejemplo, para conjurar magn�ticamente el�sentimiento�de direcci�n que experiment� Thompson cuando vio la Luna...