por Alejandro Martinez Gallardo

26 Abril 2016

del Sitio Web PijamaSurf


O c�mo captar la vibraci�n primigenia

y entrar en ritmo con la creatividad c�smica

y llevar una vida sana y pr�spera

Sabemos que en principio la creaci�n es un patr�n de vibraciones, que todo se est� moviendo a ciertos ritmos dentro de un gran y �nico ritmo que los incluye a todos.

Esto es verdad en los sistemas solares en el espacio y es tambi�n verdad en los jardines de ni�os en la Tierra. Es parte de la vida que todo crece paso a paso mediante una octava de vibraciones.
Manly P. Hall

Los antiguos concibieron al tiempo esencialmente como un ritmo, un comp�s echado a andar por la causa primera del cosmos.

Estar en armon�a con este ritmo primigenio era la forma suprema de asegurar la salud, la felicidad y la virtud. En todas partes observaron este ritmo: en el movimiento de los astros, en las estaciones en la Tierra, en las mareas, en el crecimiento de las plantas, en el movimiento de los animales, en su respiraci�n, en su coraz�n.

Fil�sofos como Pit�goras o los antiguos sabios de la India fueron m�s lejos incluso y creyeron comprender que todas las cosas no son m�s que la expresi�n material de un ritmo, de un patr�n, de un n�mero que constituye su esencia.

De aquella primera emanaci�n que en Grecia fue llamada el Logos y que en la India conocen como Om, de aquel primer disparo de luz o sonido en el espacio se desdoblan todos los objetos y fen�menos que no son m�s que reverberaciones, ecos y reflejos de una energ�a creativa que todo lo permea.

Los planetas y las estrellas son esencialmente organismos regidos por un ritmo y desde la Tierra estos ritmos pueden sintonizarse, como es el caso evidente de la Luna, la cual tiene claros efectos de sincronizaci�n con la menstruaci�n y que desde tiempos inmemoriales ha sido usada tambi�n en la agricultura.

El ciclo solar de 24 horas en la Tierra, con el cual hemos evolucionado como planeta por 4 mil millones de a�os, es responsable de los ritmos circadianos.

A trav�s de la luz que recibimos, de su frecuencia, c�lulas foto-receptoras env�an informaci�n a la gl�ndula pineal, donde la luz se transforma en importantes hormonas como la melatonina, la cuales intervienen en la regulaci�n del sue�o y el sistema inmune.

En la gl�ndula pineal se produce tambi�n el DMT (el poderoso psicod�lico llamado la "mol�cula del esp�ritu").

Asimismo, en el hipot�lamo, el n�cleo supra-quiasm�tico coordina diferentes ritmos corporales, sincronizando oscilaciones de diferentes sistemas, como una especie de conductor de una orquesta de fases y ciclos hormonales, y el cual tiene como "combustible" la luz solar.

El ciclo sin�dico de Venus, sus movimientos en consonancia con la Tierra, forman un precioso pentagrama, tambi�n descrito como la rosa de Venus.

Sobre la relaci�n entre el cielo y el cuerpo humano o entre el macrocosmos y el microcosmos, el presidente del Instituto mexicano dao�sta para la salud, maestro de qi gong y monje dao�sta, Herv� Louchouarn, se�ala en un ensayo sobre la sabidur�a Quanzhen:

La evoluci�n de la conciencia del ser humano a trav�s del tiempo, sigue un movimiento c�clico similar al de una espiral; de acuerdo al lugar que ocupa en el espacio, recibiendo energ�as que hacen que su entorno reaccione, cambiando sus referencias y debilitando su esencia vital.

Por la misma raz�n, su estado de animo, su evoluci�n ps�quica y todo su ser reaccionan a estos cambios que perturban su conciencia.

Desde hace miles de a�os, muchas culturas han estudiado las reacciones del hombre ante los cambios de su entorno. Las sociedades antiguas relacionan los eventos c�smicos con las variaciones que ocurrieron en la Tierra.

Respetaban e incluso adoraban a las estrellas, que dictaban las leyes de la naturaleza.�

Una de las formas en la que se puede vigilar c�mo se imprime la energ�a del cosmos en el ser humano es fundamentalmente a trav�s de la observaci�n de la respiraci�n.

Son innumerables las culturas las que relacionan el aire o aliento con el esp�ritu o el alma (la etimolog�a nos dice mucho en este aspecto: esp�ritu tiene la misma ra�z que respiraci�n) y los fil�sofos antiguos creyeron ver un movimiento universal en el proceso respiratorio, lo que los alquimistas llamaron el solve et coagula y que en el hinduismo se ha equiparado con el proceso de manifestaci�n del universo (el manvantara o D�a Brahma) y la reabsorci�n (el pralaya o noche de Brahma), un eterno ciclo en el cual el universo es emanado cuando la divinidad exhala y es destruido y reintegrado en el seno (o en el sue�o) divino cuando inhala.

Nos dice Roberto Calasso que el equivalente a la expiraci�n y la inspiraci�n puede observarse en todo los procesos del cosmos y en los actos humanos,

"[est�n impl�citos] en unos pocos actos comunes a todos: el despertar, la respiraci�n, el sue�o, el coito"... "la alternancia de dos gestos: dispersar y recolectar", gestos que est�n presentes "inevitable e inmediatamente concebidos como la respiraci�n, s�stole y di�stole, el�solve et coagula de la alquimia".�

Es f�cil observar que cuando hemos perdido nuestro ritmo, cuando nos hemos desfasado o cuando perdemos el control de nuestra mente, la respiraci�n se altera, generalmente se hace r�pida y poco profunda.

Por ellos los antiguos textos budistas se refieren a la respiraci�n como la correa o el lazo del elefante (o del toro, a veces var�a la met�fora), con lo que se refieren a la mente que puede ser como un destructivo animal salvaje si no se logra controlar pero que es domesticado por el ritmo y la atenci�n.

En el hinduismo se dice que la s�laba Om es el sonido de la creaci�n y representa una forma de sintonizar la creatividad c�smica que ocurre en un perpetuo presente.

En esta vibraci�n, que es en cierta forma el principio de todas las vibraciones y que persiste en cada una de ellas, se revela el origen como presencia.

En t�rminos de Jean Gebser,

"un origen siempre presente", que es "la esencia que est� detr�s y que subyace a la conciencia".

Y de hecho es imposible entrar en ritmo si uno no est� en el presente, el ritmo no es algo que pueda hacerse conciencia m�s que como presencia.

Lo cual nos remite al shiva�smo t�ntrico, donde se dice que el espacio es el aliento de Shiva y que el coraz�n es el latido de su tambor (la vibraci�n microc�smica).

Shiva es la la divinidad que encarna el arquetipo de la vibraci�n, el primer yogi, representado con las serpientes y el tambor y cuya caracter�stica principal, su tattva es cit śakti, la conciencia, una "quietud din�mica".�

Es de notarse que la conciencia ha sido entendida por esta corriente t�ntrica esencialmente como una vibraci�n difundida por todo el espacio, es decir todo es conciencia, todo es vibraci�n.

Quiz�s nadie, al menos no en Occidente, entendi� de manera tan integral la noci�n de que todas las cosas se mueven a un cierto ritmo y que la realidad en su constituci�n b�sica es n�mero y vibraci�n como Pit�goras.

En su libro sobre el sabio de Samos, Jos� Vasconcelos nos dice que la escuela pitag�rica recordaba a su maestro con este juramento:

"Juro por quien revel� a los hombres la tetrarqu�a sagrada [el tetraktys], la causa y la ra�z del fluir perpetuo de la naturaleza".

Es decir, del patr�n num�rico se produce el movimiento y el orden del cosmos en correspondencia arm�nica.

El principio creativo se imprime en la masa informe o en el espacio a trav�s del n�mero, el cual es garante y dep�sito inextinguible de su arquetipo.

Vasconcelos a�ade que "el universo entero" es "la obra multiforme de la energ�a", una energ�a que por supuesto oscila conforme a un patr�n matem�tico y que quiz�s la mejor forma de visualizarla es como una onda.

Aprendemos de Pit�goras que:

El universo infinito est� compuesto de partes que se mueven seg�n ritmos uniformes.

Cada cuerpo, al vibrar en el espacio, emite un sonido, m�s o menos agudo, seg�n las velocidades que lleva; la ley del movimiento en el cosmos es la misma que la de los sonidos en la escala musical.

En el cielo, los astros son como notas de la octava; al girar en sus �rbitas, producen un agrandado concierto.

Esto a algunos les podr�a parecer una interpretaci�n demasiado holgada de los principios de la f�sica, pero recordemos que Kepler descubri� las �rbitas el�pticas de los planetas justamente bas�ndose en el concepto de la armon�a de las esferas de Pit�goras.

Plat�n, el m�s ilustre de los pitag�ricos, nos dice en el Mito de Er al final de La Rep�blica que el cosmos est� sujeto por la ley de la Necesidad, la diosa Anank�, a quien incluso los dioses se someten y quien teje con su huso la espira de las ocho esferas (los siete planetas y las estrellas fijas), las cuales hacen del destino una armon�a:

En el centro de la luz vieron los extremos de las cadenas, extendidos desde el cielo; pues la luz era el cintur�n del cielo, algo as� como las sogas de las trirremes, y de este modo sujetaba la b�veda en rotaci�n.

Desde los extremos se extend�a el huso de la Necesidad, a trav�s de la cual giraban las esferas, [�].

Y hab�a tres mujeres sentadas en c�rculo a intervalos iguales, cada una en su trono; eran las Parcas, hijas de la Necesidad, vestidas de blanco y con guirnaldas en la cabeza, a saber, L�quesis, Cloto y Atropo, y cantaban en armon�a con las sirenas:

  • L�quesis las cosas pasadas

  • Cloto las presentes

  • Atropo las futuras

Plat�n, en el Timeo, nos dice que el alma humana es una f�rmula matem�tica que refleja el mismo patr�n que los astros y que todas las cosas est�n hechas de formas geom�tricas.

Podemos entender el alma como un ritmo y la salud en su aspecto psico-espiritual como una armon�a, una concordia entre nuestros actos y pensamientos y las leyes de la naturaleza.

Nos dice el fil�sofo Manly P. Hall, a partir de sus lecturas de la medicina de Paracelso, que la enfermedad no es m�s que una falta de ritmo o rima con el flujo de la naturaleza, una desobediencia de la ley eterna de la cual el cosmos no es m�s que la aplicaci�n visible.

Hall sugiere que podemos utilizar las artes para entrar en ritmo con el cosmos y establecer un estado de salud integral:

La pintura al expresar las realidades c�smicas en color, proporci�n y din�mica, lleva un ministerio de exactitud matem�tica a nuestra alma... la gran m�sica nos eleva a los principios arm�nicos que gobiernan todas las cosas.

La terapia exacta de la poes�a yace en la combinaci�n de la m�trica y del significado; hay un significado peculiar a la m�trica y una m�trica peculiar al significado.

Cuando �stos se unen se produce un efecto terap�utico, un mensaje mental emocional y ps�quico... el resultado total de esto es la experiencia inmediata del est�mulo de los valores de la conciencia.

Esta medicina art�stica parece operar a trav�s de un efecto de retroalimentaci�n de los ritmos naturales del alma humana que encuentra en la experiencia est�tica un liberador espejo.

As� tenemos que�los pitag�ricos desarrollaron una medicina basada en el ritmo.

Nos dice J�mblico en su biograf�a de Pit�goras:

Concibiendo que la primera atenci�n que deb�a ser brindada a los hombres, es aquella que ocurre a trav�s de los sentidos; como cuando uno percibe figuras y formas bellas, o escucha melod�as y ritmos bellos, [Pit�goras] estableci� que el primer conocimiento es aquel que subsiste a trav�s de la m�sica, y tambi�n a trav�s de ciertos ritmos y melod�as, con los que los remedios de varias conductas y pasiones humanas se obtienen, en conjunto con aquellas armon�as de las facultades del alma que ya pose�an.�

El m�dico, sacerdote y astr�logo Marsilio Ficino, el gran traductor de Plat�n en el Renacimiento, continu� la terapia musical pitag�rica y concluy� que la m�sica era de hecho un nutrimento esencial para el alma, de la misma forma que la comida lo es para el cuerpo.

Ficino, en su sistema de correspondencias, estableci� que todos los sonidos, colores o tonos tienen una cierta ascendencia y pueden utilizarse para tratar males particulares:

una m�sica solar o jovial puede tratar la depresi�n, por ejemplo, pero tambi�n una imagen o un olor pueden hacerlo, por el mecanismo unitario de este ritmo o tono que produce un mismo efecto por diferentes medios y lleva al alma a una armon�a.

As� un girasol no es m�s que la vibraci�n del Sol coagulado, en la forma, el color y en la esencia de una flor est� el "esp�ritu" de la estrella.