por�Bronte Baxter

del Cap�tulo 8

Blowing the Whistle on Enlightenment: Confessions of a New Age Heretic
Noviembre 2008

del Sitio Web�BronteBaxter

traducci�n de Adela Kaufmann
Versi�n original en ingles

"Amaos unos a otros..."

"Todos somos uno..."

Que bellos sentimientos...

El amor es el b�lsamo que cura el coraz�n, y la unicidad la realidad que nos une.�Pero los maestros espirituales con una agenda utilizan las ense�anzas sobre el "amor" y la "unicidad" para mantener la tapa cerrada en el desarrollo espiritual de sus disc�pulos.�

Veamos estas ense�anzas una a la vez y veamos la forma en que,

se�utilizan para�manipular...

Cuando un maestro o religi�n predica el amor, a primera vista que parece ser una buena cosa.�Animan a la gente a ser desinteresada y ayudar a sus semejantes.

Debido a las ense�anzas del "amor", las personas religiosas dan a los pobres, ofrecen su tiempo, y muerden mucho su lengua.�Dicen "lo correcto" y no hacen las cosas que a otras personas no les gustar�a.

Ellos ponen sus deseos en un segundo plano y se centran en hacer lo que piensan que va a hacer felices a otros.

Cada vez que surgen sentimientos de descontento o rebeli�n, los aplastan con el tal�n de la conciencia.�Ellos saben que tales sentimientos son del lado oscuro, y que deben ser vigilantes en contra de ellos.�

Pasan los a�os, y estas personas bien intencionadas se vuelven frustradas y reprimidas.

La rebeli�n en ellos crece, porque no est�n escuch�ndose a s� mismos.�Su alma clama por experiencias, por aprender mediante la experiencia, pero se les ha ense�ado que los deseos personales son ego�stas, por lo que los gritos de su alma son desatendidas.

Se vuelven deprimidos o enojados, porque su prop�sito de realizaci�n en forma humana ha sido frustrado.

La frustraci�n viene de muchas maneras negativas:

  • temperamento vol�til

  • celos

  • esp�ritu de venganza

  • chismes

  • juzgar a otros

Las personas sinceras que siguen fielmente las ense�anzas del "amor" viven t�picamente en una caja con la tapa cerrada, incapaces de expresar algo de s� mismos, porque los deseos instintivos son considerados sospechosos o malos.

Al ser reprimidas, sus almas se vuelven miserables o rencorosas, como un perro encadenado durante a�os a una estaca.�"Ves, ese es un mal perro", dice la gente cuando el animal gru�e o mordisquea, convencidos por tal comportamiento desagradable que ellos estaban en lo justo encadenando a ese animal todo el tiempo.


Decirle a la gente que sea desinteresado crea una personalidad sombra dentro de ellos, el propio "ego" que las religiones condenan y que no existir�a sin la religi�n.

Es el ego, predican los maestros, lo que hace descontento esp�ritu y rebelde al esp�ritu.�Los vicios que sus seguidores encuentran en sus corazones privados son una prueba de que el alma es una cosa contaminada, que necesita ser elevada por encima o controlada.�


As� que la gente redobla sus esfuerzos por ser amable y cari�oso.�

Se ofrecen como voluntarios m�s tiempo, dan m�s dinero a su iglesia o a su gur�, y muerden su lengua tan duro que duele.�Pero su esp�ritu "malvado" s�lo se vuelve m�s enfurru�ado, sus pensamientos negativos m�s fuertes, su rabia contenida mayor.�

El maestro espiritual tiene, por supuesto, la soluci�n a todo esto.

Al cristiano que lucha con los malos pensamientos se le dice que entregue su alma a�Jes�s.�Al disc�pulo plagado de negatividad se le dice a entregue su ego a�la Consciencia de Unicidad.�Viene a ser lo mismo.�Los aspirantes espirituales deben hacer una ofrenda de la voluntad (el atributo principal del alma y el modo de expresi�n) a algo que se percibe como algo m�s grande y m�s puro que ellos mismos.

Si hacen esto,�se les promete que Dios 'destruir� el mal' en sus corazones.

La Unicidad, o Conciencia Brahmanica, disolver� sus deseos ego�stas y mentalidad negativa.�El alma se derretir� en la totalidad que es su verdadera naturaleza c�smica, o en el amor que es�Jes�s.

La entidad problem�tica contra la que han luchado durante a�os, su ser interior, se habr� ido.�En su lugar vendr� una paz que sobrepasa el entendimiento, la presencia de la Divinidad en su coraz�n.�

Las personas que tienen �xito en los pasos finales de tal entrega en efecto, experimentan paz, pero es la paz de la muerte espiritual.�Se ha ido el grito de su esp�ritu para la expresi�n, la libertad de vivir y hacer las cosas en el mundo.�Se acaba la frustraci�n del coraz�n que vivi� en una caja toda su vida.�Todo el ruido es silenciado.�El alma ha sido extinguida.

Todo lo que existe en�la caparaz�n�llamada�el cuerpo�es la presencia de algo m�s:

Una nueva conciencia "santa" o "c�smica".

La conciencia que asume el control cuando rendimos nuestras almas s�lo dice ser divina o provenir de la Fuente.

Es una conciencia que odia la vida, que aborrece la singularidad y la diversidad.�Quiere acabar con la chispa creativa cuya expresi�n fue el prop�sito de la creaci�n.�Esa chispa, la conciencia individual, que brot� de la Fuente de la Conciencia en un brillante castillo de fuegos artificiales en el principio del tiempo.

Nosotros somos esas chispas, hijos del Infinito, y nuestro juego y la pantalla es la raz�n del mundo.�

La obra ha sido frustrada por milenios.�La pantalla ha sido prohibida.�Cualquier impulso original que no se alinee con la programaci�n espiritual institucionalizada,�en las religiones de Oriente u Occidente, es juzgada como ego�sta o malvada.

Mientras algunas personas en la sociedad se liberan de estas cadenas (convirti�ndose en nuestros artistas, nuestros inventores, nuestros pensadores), la mayor parte de la humanidad vive bajo el yugo de la represi�n espiritual, a juzgar sus instintos m�s profundos como sospechosos, ego�stas y malvados.�

As� que vivimos matrimonios miserables, trabajamos en puestos de trabajo miserables, vamos a lugares que no queremos ir por la "felicidad" de nuestras familias, y hacemos cosas que no queremos hacer para ayudar a los menos afortunados.

Las personas religiosas trabajan muy duro para asegurarse de que todo el mundo est� feliz, pero nadie hace nada que haga feliz a cualquiera, porque la felicidad es un lujo, al cual no tienen derecho a esperar o experimentar, se les dice.�

Recuerdo que cuando era una ni�a, de c�mo los domingos la familia se sentaba por ah� pregunt�ndose unos a otros c�mo les gustar�a pasar el d�a.

"�Quieres ir al parque?" preguntar�a uno.

"No s�, a ti te gustar�a ir al parque?"�vendr�a la respuesta.

Todo el mundo estaba tan ocupado siendo desinteresado,�tratando de hacer lo que los dem�s supuestamentequer�an, que nadie respond�a honestamente acerca de lo que pensaban que ser�a divertido.

As� que �bamos al parque o un museo, sin saber siquiera si uno de los miembros de la familia realmente quer�a ir all�.

Ten�amos tanta intenci�n de ser buenos cristianos, de sacrificar nuestros deseos personales por el bien de todos los dem�s.�Pensamos que esto hac�a moral y agradable a�Dios.�

A menudo pienso en este triste y rid�culo escenario que era tan actuado muchas veces cuando yo estaba creciendo, y qu� met�fora es que todas las decisiones que est�n basadas en la represi�n de nuestra chispa interna para el supuesto bien mayor.

  • �Qu� pasa si vez de esto todos escuch�ramos a los impulsos de nuestro coraz�n, sin juicio?

  • �Qu� pasar�a si dej�ramos de llamar a esas impresiones "ego", y las consider�semos mensajes de lo divino dentro de nosotros, mensajes que nos gu�an a trav�s de la vida?

Aquellos que han sucumbido a la ense�anza de que�el ego�es un auto-servicio, una entidad anti-espiritual antisocial que vive dentro en espera para socavar, nunca podr�n liberar la chispa creativa y hacer las cosas que realmente traen la felicidad para s� mismos y para los dem�s.

Cuando confiamos en nuestros deseos y dejamos de juzgarlos como ego�stas, lo desagradable que una vez se acumul� en nuestro esp�ritu interior extra�amente desaparece.

El alma ya no se reprime m�s.�Es libre y se puede expresar, llenando sus iniciativas divinas.�Se acab� su envidia hacia los dem�s, la ira y el resentimiento.�El alma se llena de su propia alegr�a innata, y no desea menos para todos los dem�s.�

El ego�smo y el mal no nacen de esta entidad;�nacen de reprimir esta entidad.�Dejado a s� misma, sin juzgar y sin censura, el alma desea cosas buenas para s� misma y para toda la creaci�n.

Entonces, �d�nde est� el ego�smo?�

Los maestros espirituales�nos dicen que amemos, pero el amor verdadero nunca nace de un edicto.�El amor se muerde la lengua, haciendo lo que alguien m�s quiere, reprimiendo sus deseos, dando dinero a la caridad o haciendo servicio prescrito.�Todas esas cosas vienen de un esfuerzo de amor, no de tener amor.�Cuando tienes amor, no es necesario tener mandatos.

El amor es un sentimiento de ternura,�una empat�a de aquello por lo que otro est� pasando, una percepci�n de la belleza en otro.

Un mandato no s�lo no es necesario para el verdadero amor - un mandato es in�til al transmitir el amor alrededor.��C�mo puede un gobierno espiritual hacer sentir ternura o empat�a, o apreciaci�n de la belleza?

S�lo un alma abierta puede experimentar esas cosas.�Un alma envuelta en el juicio de s� mismo como ego�sta no puede sentir la ternura, empat�a o aprecio.�Est� demasiado herida y cerrada por sentimientos tan delicados.

Esperar que un alma juzgue a florezca en verdadero amor es como esperar que una planta del semillero usted verti� en limpiadores de desag�es, brote sucesivamente en un hermoso, nuevo brote verde.�Cualquier l�der espiritual que hace del amor el n�cleo de su ense�anza o que habla de disolver el "peque�o yo" o "ego" conduce a la humanidad m�s a la oscuridad.

Una persona verdaderamente despierta sabe que el amor no se puede lograr a trav�s del esfuerzo y que el ego�smo es el producto de la auto-flagelaci�n.�La verdad despierta no le dice a la gente que sea amorosa, ellos sugieren que las personas sean fieles a s� mismas.�Asesoran a la confianza en uno mismo.

Tambi�n son conscientes de�la naturaleza de la religi�n y su papel destructivo en el mundo.�Ellos hablan en contra de ella en todas sus formas.�

Las personas verdaderamente espirituales reconocen que�las religiones utilizan las ense�anzas de amor y unidad para�manipular a la humanidad�a primero juzgar y luego a entregar sus preciosas y �nicas almas (en la forma de su voluntad).

Ellos perciben que alguien se beneficia de esto, aquellos que est�n en la parte superior de las religiones, los que se llaman a s� mismos�Dios, dioses, o gur�s.�Ellos saben que el verdadero�Dios, la�Conciencia Fuente, no tiene necesidad de culto y nunca confiri� tal mandato.

Ellos saben que cualquier persona que pide adulaci�n es menos que infinito, menos que divino - un impostor pretendiendo ser esas cosas.�

Los que verdaderamente est�n conscientes saben que la Conciencia Fuente s�lo quiere que su prop�sito en la creaci�n se cumpla: juego y exhibici�n de felicidad, en una mir�ada de expresi�n de almas, �nica en sus maravillosas formas.�

Ellos saben que las ense�anzas de religi�n de amor y de disolver el ego frustra el prop�sito del Infinito mediante la destrucci�n de esas almas.�

Las personas que conocen la verdad fomentan la libre expresi�n, la independencia, la individualidad.�Ellos animan cosas como cuestionar, discernir, y el inconformismo.

Ellos nunca codifican la "verdad" y nunca se ponen a s� mismos como "maestros".�No permita que otros los pongan en un pedestal.�No aparecen en las listas de "lo sagrado" o "lo Auto-realizado."

Son personas sencillas y seguras que van sobre sus vidas con la luz en el interior.

Nadie se dirige a ellos como gur�s o los cita como autoridades espirituales.�Ellos traen luz al mundo por ser quienes son y vivir libremente y de forma diferente.�Su alegr�a y originalidad inspira a los que les rodean para reevaluar la encogida y juzgada personalidad dentro de s� mismos, para considerar si, tambi�n, podr�an ser capaz de tal luminosidad.

La verdad despierta inspirar envidia y la ira en muchos, cuya primera reacci�n a la posibilidad de la libertad es la indignaci�n, porque significa que pueden haber estado viajando en la direcci�n equivocada toda su vida.

  • El amor es la expresi�n m�s dulce de la vida, la flor de�la creaci�n de Dios.

  • La unidad es nuestra naturaleza m�s profunda, el lugar donde todos nos unimos a�Dios�(por citar al poeta, Matthew Arnold) como islas "uniendo (nuestros) brazos de coral bajo el mar."

Amor y Unicidad - �qu� podr�a ser mejor?

Pero las ense�anzas que nos dicen que�practicar�el amor y�entregarnos�a la Unicidad, son otra cosa muy distinta.�Hay aquellos que tuercen los instintos espirituales naturales de la humanidad para servir a sus prop�sitos siniestros.

Amor�y�Unicidad�son sus tarjetas de visita.