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del Sitio Web�HamptonInstitution
traducci�n de
Adela Kaufmann � � � �
� � � Es de sentido com�n que lo que valoramos, lo queremos cuidar, preservar y tratar con respeto. � Muchas veces, este cuidado es expresado hacia los objetos materiales, tales como autom�viles, joyas y art�culos de lujo, o de manera m�s abstracta, hacia tradiciones como fiestas religiosas o familiares y costumbres culturales. � Pero �cu�l es el valor que otorgamos a la�vida de un ser humano?� � Cuando echamos un vistazo a la forma en que tratamos nos tratamos unos a otros como personas, es seguro decir que no parece que los seres humanos se valoren mucho.�En un sistema basado en el materialismo y la b�squeda de "�xito", �dinero y poder han llegado a definir el valor de un ser humano. � En consecuencia, nada tiene valor inherente - todo es s�lo un medio para obtener un fin deseado y satisfacer nuestra aparentemente obsesiva necesidad de reconocimiento y poder.� � En la b�squeda de estos objetivos, el medio ambiente est� siendo destruido con un fan�tico vigor que uno espera de una conciencia adolescente cuyo miope impulso de gratificaci�n instant�nea deja peligrosamente indiferentes las consecuencias de sus acciones y, al mismo tiempo, innumerables�vidas humanas son sacrificadas en las guerras�por recursos, mientras que�la tiran�a financiera�emprendida contra la clase obrera en la forma de austeridad est� hundiendo a millones de personas a la pobreza en todo el mundo. � Nada est� fuera de l�mites en la b�squeda suicida del capitalismo corporativo de�beneficios.�Pero, cuando todo tiene un precio, nada tiene valor inherente.� � Uno de los procesos m�s importantes y sagrados que cualquier ser humano experimenta es el desarrollo de su propia personalidad.�Es la elecci�n muy personal de lo que queremos ser en el mundo y c�mo queremos expresar nuestra propia individualidad y singularidad, como parte de la comunidad humana. � Central a este desarrollo del Ser es la educaci�n.�Pero en lugar de servir como un bloque de construcci�n para el desarrollo individual y colectivo,�la educaci�n de hoy�no es m�s que un medio para conseguir un "buen trabajo" y "ascender" en el mundo.� � No tiene ning�n valor intr�nseco:
En esta "educaci�n barata", los planes de estudio se definen por lo que es rentable en el "mercado", no lo que es valioso para el crecimiento individual y de la humanidad en su conjunto. � Los estudios sociales, las humanidades, las artes, y todo lo que presenta una alternativa a la cultura corporativa est�ril y sin vida que ha permeado todos los rincones de nuestra existencia es degradada, ridiculizada, y considerada indigna por el "mercado", que s�lo busca emplear a personas sin mente propia, drones obedientes que van a hacer lo que les dicen. � El pensamiento cr�tico y la perspectiva �nica de una persona son muy indeseables en un sistema de propiedad jer�rquica y gesti�n vertical de los recursos e instituciones. � El derecho a cultivar nuestra personalidad es sacrificado en el altar del capitalismo corporativo, que nos proporciona un sustituto barato de la individualidad y la expresi�n personal a trav�s de un falso sentido de pertenencia, logros personales vac�os muy por debajo de nuestro verdadero potencial, y, por supuesto, la formaci�n de una identidad "�nica" de multitudes a trav�s de los productos de consumo de moda fabricados por esclavos asalariados en los pa�ses extranjeros, cuyas condiciones laborales causan regularmente�muertes masivas�y llevan a otros a�suicidarse.�[2] � Como resultado, el sistema priva efectivamente a la humanidad de ciudadanos cuyo verdadero desarrollo de individualidad, identidad, y un verdadero sentido de s� mismo dar�an lugar a una sociedad m�s consciente que valora la vida, la diversidad de expresi�n, y que ve a ser como una parte muy valiosa de cada vida de la totalidad. � Pero, �c�mo podemos esperar que la gente aprecie nada por su valor innato cuando la mayor�a de nosotros ni siquiera reconoce el valor inherente de un ser humano?
Esta es la raz�n por la cual el "fracaso" puede ser tan devastador para el bienestar y la propia imagen mental de una persona:
Lo que estos pocos ejemplos nos muestran es que ser s�lo un ser humano no es suficiente. � Uno tiene que�hacer�algo o�ser�una manera particular con el fin de ser considerado valioso o digno.�Esta mentalidad - la creencia en la�inherente�falta de valor�de un ser humano - est� en el centro del odio y la condena que dirigimos unos hacia los otros. � El mensaje es claro:
Los�propietarios del sistema - los oligarcas empresariales�- a trav�s de la propaganda de masas y el condicionamiento cultural en el tiempo, nos han ense�ado que el valor se trata de condicionamiento,
En este tipo de sociedad, el materialismo y lo trivial se� han convertido en nuestros dioses a los que juramos lealtad en una econom�a que se beneficia constantemente de nuestra desesperaci�n por ser aceptados y vistos como dignos. � El sentido de la vida se reduce a lograr el "�xito" y el reconocimiento, mientras que los deseos profundos del alma de uno por la verdad y la conexi�n son voluntariamente sacrificados por logros superficiales cuyas promesas de "felicidad" y "valor" nunca parecen materializarse.�Al final, la vida misma pierde su significado. � Cuando el dinero, el reconocimiento, y el materialismo determinan el valor de un ser humano, s�lo unos pocos son vistos como valiosos � Como�Chris Hedges�explica en "Empecemos esta Guerra de Clases", el resto de nosotros son considerados,�[4]�
Nuestros gobernantes olig�rquicos nos han convencido exitosamente que sus valores son los nuestros - la mayor�a de nosotros parecen creer que los seres humanos intr�nsecamente son sin valor y s�lo sirven como medios para el logro de los propios objetivos personales.� � En este tipo de cultura, todo y todos - incluyendo a amigos y familiares - se convierten en mercanc�as desechables para ser usados, explotados y agotados por el inter�s propio y con poca visi�n del ego deseos. � Como era de esperar, en una sociedad as�, la amistad es un concepto extra�o y se practica en ambientes superficiales y artificiales "encuentros" que enmascaran un sentido interno de aislamiento y soledad, un subproducto natural de una cultura egoc�ntrica. � Estamos desconectados unos de otros, porque no valoramos nada su esencia - el valor inherente de la cooperaci�n, la amistad y la fraternidad genuina es considerado un aburrimiento y una p�rdida de tiempo. � Siempre parece haber alg�n inherente inter�s oculto en nuestras relaciones que satisfacen nuestro apetito fugaz para la compa��a - Rara vez la gente se re�ne por un genuino deseo de conectarse y compartir honestamente a s� mismos unos con otros. � Nuestra devaluaci�n de las personas y la vida misma no es m�s que un reflejo de nuestro propio sentido personal, profundamente arraigado de falta de valor como seres humanos. � Es lo que el psiquiatra�Carl Jung�denomina�proyecci�n�- el acto de prescribir la propia calidad interna inconsciente sobre un objeto que se encuentra fuera de uno mismo - que,
Lo que estamos reflejando en el exterior es la creencia de que no somos nada m�s que in�tiles seres biol�gicos que estamos aqu� para consumir, acumular, amasar, y tener "�xito" (l�ase: dominar) sobre aquellos que nos rodean y para gran parte de la humanidad, una creaci�n vil cuyo �nico prop�sito es arrepentirse y recuperar su existencia a una figura de un Dios autoritario, iracundo.� � No es de extra�ar que no tengamos respeto a la vida ni unos a otros. � La ra�z de nuestro sentido de falta de valor (y la capacidad de la �lite gobernante para convencernos de ello) es quiz�s nuestra separaci�n del mundo natural y del ciclo de la vida.�Los seres humanos se ven como parados encima de la naturaleza en lugar de ser una parte de ella. � Debido a nuestra autoproclamada supremac�a, nos hemos aislado del mundo natural y reinamos sobre toda la vida mostrando poco respeto por constantemente violar, destrozar, extraer, destruir, matar y explotar todos los aspectos del medio ambiente. � No tenemos ning�n respeto por la naturaleza y s�lo recurrimos a ella para extraer m�s combustible para alimentar nuestro insostenible estilo de vida o de objetivar su belleza cuando nos sirve. � Rara vez nos encontramos en temor y respeto de la incre�ble e intrincada red compleja de la vida que entrelaza los animales, las plantas, y un sinn�mero de otras formas de vida en una sofisticada y misteriosa existencia� - una existencia que ha ido evolucionando durante millones de a�os, mientras que la corta presencia de la humanidad en la Tierra amenaza con desestabilizar el ecosistema, lo cual, a su vez, sin duda, conduce a nuestra desaparici�n. � El error fatal de la humanidad es su enraizada arrogancia en la il�gica e incre�blemente narcisista creencia que los seres humanos son m�s poderosos que la naturaleza. � Una especie racional se dar�a cuenta de lo obvio:
Sin embargo, es la pomposa mentalidad de� supremac�a que lo ciega a uno reconocer la interrelaci�n entre uno mismo y el mundo exterior, lo que finalmente trae el inconsciente reinado de los dominadores a un alto desastroso. � Es precisamente esta separaci�n de la naturaleza y toda la vida que ha llevado a una crisis de identidad - una confusi�n acerca de nuestro lugar en el mundo que nos obliga a buscar significado y valor a trav�s de la dominaci�n, la represi�n, y la conquista del mundo exterior y entre s�. � Sin lugar a dudas, estamos sembrando las semillas de nuestra propia aniquilaci�n.�Es tal vez el deseo inconsciente de la humanidad destruir el valor interno, porque lo que est� desprovisto de valor es insignificante, sin sentido, in�til, y no merece ninguna atenci�n ni �amor - y sobre todo - no merece existir. � Con el fin de detener nuestra marcha hacia el inconsciente suicidio colectivo, debemos realizar el laborioso proceso de auto-descubrimiento y transformar las estructuras de creencias personales que delatan nuestro propio sentido de inutilidad.�[6] � No hay mayor poder, ni Dios, ni Mes�as que por arte de magia vaya a bajar y salvarnos de nosotros mismos:
S�lo podemos hacerlo una vez que reconozcamos nuestro propio�valor inherente�y decidamos actuar en nuestro potencial como creaciones �nicas de una conciencia en constante evoluci�n, cuya existencia vale salvar. � Visto desde esta perspectiva,
�Vamos a prestar atenci�n al llamado?
� � Notas
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