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por Gustav Meyrink
1916
extra�do de "El
Rostro Verde"
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�Ahora escucha lo que tengo que decirte: ��rmate para los tiempos
venideros!.
�Pronto el reloj del universo dar� las doce, la cifra es roja y est�
ba�ada de sangre. Por este signo la reconocer�s. La primera hora
nueva ser� precedida por un hurac�n. Vela para que no te sorprenda
dormido, porque los que entren en el nuevo d�a con los ojos cerrados
seguir�n siendo las mismas bestias de antes y ya nunca se
despertar�n. Existe un equinoccio espiritual. La primera hora nueva
de la que te he hablado es un punto de inversi�n a partir del cual
la luz se coloca en equilibrio con la oscuridad.
�Durante otro milenio m�s, los hombres aprendieron a dominar la
naturaleza y a descifrar sus leyes. Bienaventurados aquellos que
comprendieron el sentido de tal trabajo, los que captaron que la ley
interior es igual a la exterior, pero una octava m�s alta. Estos son
los llamados a la cosecha, los dem�s son siervos que labran la
tierra con la vista inclinada.
�Desde el diluvio est� oxidada la llave que abre nuestra naturaleza
interior. La clave es estar despierto, estar despierto lo es todo.
De nada est� m�s convencido el hombre que de estar despierto. Pero
en realidad se halla preso en una red de ensue�os que �l mismo ha
tejido. Cuanto m�s apretada est� la red, m�s s�lido ser� el reino
del sue�o. Los que se enredan en ella duermen, andan por la vida
como manadas hacia el matadero, ap�ticos, indiferentes, sin pensar.
�Los so�adores de entre ellos no ven sino a trav�s de las mallas un
mundo enrejado, no ven sino porciones enga�osas, no saben que se
trata de fragmentos desprovistos de sentido de un todo gigantesco, y
gu�an su conducta por ellos. Tales so�adores no son los poetas ni
las personas fant�sticas, como podr�as creer. Son los hacendosos,
los laboriosos, los incansables de este mundo, los ro�dos por la
rabia de actuar. Se parecen a feos escarabajos afan�ndose por
escalar un tubo liso, escalarlo y volverse a caer una vez arriba.
�Se imaginan que est�n despiertos, pero lo que creen vivir no es en
realidad m�s que un sue�o predeterminado hasta en el menor detalle y
en el que la voluntad no tiene ninguna influencia. Ha habido y hay
algunas personas conscientes de que sue�an, son pioneros
aproxim�ndose al baluarte.
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Detr�s de ellos se esconde un Yo
eternamente despierto, videntes como Goethe, Schopenhauer y Kant,
pero carec�an de las armas imprescindibles para tomar al asalto la
fortaleza y su llamada a la lucha no despert� a los dormidos.
�Estar despierto lo es todo.
�El primer paso es tan sencillo que est� al alcance de cualquier
ni�o. El que no sabe c�mo se anda no quiere renunciar a las muletas
heredadas de sus antepasados. Estar despierto lo es todo.
�Est� despierto en todo lo que hagas. No creas que ya lo est�s. No,
est�s durmiendo y so�ando.
�Junta todas tus fuerzas y, durante un momento, obl�gate a sentir
c�mo recorre tu cuerpo esta sensaci�n: �ahora estoy despierto!. Si
consigues experimentar esa sensaci�n reconocer�s inmediatamente que
tu anterior estado era como el de un son�mbulo, como el de un
drogado.
�Es el primer paso todav�a vacilante de un largo, largo viaje desde
la servidumbre hacia la omnipotencia. Avanza as�, de despertar en
despertar.
�No hay un s�lo pensamiento torturador que no pueda vencerse de esta
manera. Lo dejas en el camino y ya no podr� alcanzarte, te elevar�s
sobre �l como la copa del �rbol se eleva por encima de las ramas
secas.
�Una vez que hayas logrado extender el estado de vigilia a tu
cuerpo, los dolores cesar�n por s� mismos como hojas marchitas. Los
ba�os por inmersi�n en agua helada de los jud�os y los brahmanes,
las vigilias nocturnas de los disc�pulos budistas y los ascetas
cristianos, los suplicios a que se someten los faquires de la India,
no son m�s que ritos externos petrificados, vestigios de un esfuerzo
prehist�rico por despertar y permanecer despierto.
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Lee los libros
sagrados de todos los pueblos de la Tierra. La ense�anza secreta
acerca del estado de vigilia los recorre en su totalidad como un
hilo rojo. Es la escalera del cielo de Jacob, que luch� durante toda
la noche con el �ngel del Se�or, hasta que el �d�a� le trajo la
victoria. Debes subir de escal�n en escal�n, de luz en luz, si
deseas vencer a la muerte; las armas de la muerte son el sue�o y el
aturdimiento. El escal�n inferior de la escalera de Jacob se llama
�genio�.
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�Con qu� palabras podr�amos designar los escalones
superiores?. La masa los desconoce y los considera como leyendas. La
historia de Troya tambi�n fue considerada una leyenda durante
siglos, hasta que alguien tuvo el coraje de comprobarla realizando
excavaciones.
�En el camino del despertar, tu primer enemigo ser�
tu propio
cuerpo. Luchar� contra t� hasta el primer canto del gallo. Pero si
llegas a ver amanecer el d�a de la eterna vigilia, te distinguir�s
de todos esos son�mbulos que se creen seres humanos y son en
realidad dioses dormidos; entonces el sue�o se alejar� para siempre
de tu cuerpo y ser�s due�o del universo.
�Ser�s capaz de obrar milagros si lo deseas, y ya no tendr�s que
esperar humildemente que a alg�n falso dios le plazca obsequiarte� o
cortarte la cabeza.
�Una felicidad habr� desaparecido para t�: la felicidad del perro
fiel, siempre contento de reconocer la superioridad de un amo al que
puede servir. Preg�ntate: �cambiar�as, incluso en tu estado actual,
tu vida por la de tu perro?.
��Que no te espante el temor de no alcanzar la meta en esta vida!.
El que pisa una vez nuestro camino, siempre volver� al mundo con una
madurez interna suficiente para continuar su trabajo. Nace como
�genio�.
�El camino que te muestro est� sembrado de extraordinarias
experiencias: personas ya fallecidas, a las que t� conoc�as en vida,
resucitar�n ante t� y te hablar�n. Se te aparecer�n formas
luminosas, ba�adas de claridad, que te bendecir�n. �No ser�n m�s que
im�genes!� im�genes emanadas de tu cuerpo cayendo en una m�gica
muerte bajo la influencia de tu voluntad transformada, formas que se
convertir�n de materia en esp�ritu de la misma manera que el hielo
se disuelve en nubes de vapor al entrar en contacto con el fuego.
�Cuando todo lo cadav�rico haya sido arrancado de tu cuerpo podr�s
decir que el sue�o se ha alejado de t� para siempre. Entonces se
consumar� ese milagro que los seres humanos no pueden creer porque
no lo comprenden, porque no saben que materia y energ�a son la misma
cosa, el milagro de que, aunque te entierren, no haya cad�ver en el
ata�d.
�S�lo entonces, y no antes, sabr�s distinguir la esencia de la
apariencia. Aquel a quien encuentres en esos momentos no podr� ser
sino uno de los que te precedieron en el camino. Los dem�s s�lo
ser�n sombras.
�Hasta ese instante no sabr�s si eres el m�s desdichado o el m�s
feliz de los hombres. Pero no temas, ninguno de los que optaron por
el camino del despertar fue abandonado por sus gu�as, aunque se
extraviaran.
�Voy a decirte c�mo podr�s reconocer si una aparici�n es realidad o
es una quimera: si se te acerca mientras tu conciencia est� turbada,
y los objetos del mundo exterior se confunden o se desvanecen ante
tus ojos, entonces no te f�es. �Tienes que estar ojo avizor!. Porque
es una parte de t� Si no adivinas su significado oculto, no es m�s
que un fantasma sin consistencia, una sombra, un ladr�n que roe tu
vida.
�Los ladrones que roban la fuerza del alma son peores que los
ladrones de la Tierra. Te atraen como fuegos fatuos hacia el pantano
de una enga�osa esperanza para abandonarte en las tinieblas y
desaparecer para siempre.
�No te dejes enga�ar por ning�n milagro aparente que hagan para
ayudarte, por ning�n nombre sagrado que adopten, por ninguna
profec�a que puedan enunciar, aunque �sta se cumpliera; son tus
enemigos mortales, desahuciados del infierno de tu cuerpo, contra
ellos habr�s de luchar por la supremac�a.
�Las fuerzas que exhiben son las tuyas propias, se han apoderado de
ellas para mantenerte en la esclavitud. No pueden vivir m�s que a
costa de tu vida, pero si los vences, se derrumbar�n, se convertir�n
en d�ciles instrumentos que podr�s mantener a tu antojo. Son
innumerables las v�ctimas que se han cobrado entre los hombres.
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Repasa la historia de los visionarios y los sectarios, constatar�s
que la v�a que sigues est� cubierta de cr�neos. De forma
inconsciente la humanidad ha levantado un muro contra ellos: el
materialismo. Este muro constituye una protecci�n infalible; es un
s�mbolo del cuerpo y al mismo tiempo es una prisi�n que impide ver
lo que hay m�s all�.
�Ahora, cuando el muro se desmorona lentamente y el f�nix de la vida
interior renace de sus cenizas, los buitres de otro mundo comienzan
tambi�n a batir sus alas. Por ello, ten cuidado. S�lo la balanza en
la que pesar�s tu conciencia te podr� indicar si puedes fiarte de
las apariciones, cuanto m�s despierta est� tu conciencia en mayor
medida se inclinar� a tu favor la balanza. Si un gu�a o un hermano
espiritual se te aparece, tendr� que hacerlo sin saquear tu
conciencia; como el incr�dulo Tom�s, podr�s poner tu mano en su
costado.
�Ser�a f�cil evitar las apariciones y sus peligros, bastar�a que te
comportaras como una persona normal. �Pero qu� ganar�as con ello?.
Quedar�as aprisionado en la c�rcel de tu cuerpo hasta que el verdugo
�muerte� te arrastrara al cadalso. El deseo de los mortales de
contemplar a los seres sobrenaturales despierta simult�neamente a
los fantasmas de los infiernos, porque es un deseo impuro, �vido,
porque prefiere �tomar� en lugar de suplicar que se le ense�e a
�dar�.
�Toda persona que vive en la Tierra como en una prisi�n, todo ser
piadoso que implora su salvaci�n, todos conjuran sin darse cuenta el
mundo de los fantasmas. Hazlo t� tambi�n. �Pero hazlo
conscientemente!.
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�Existe una mano que guarda a aqu�llos que lo
hacen inconscientemente, convirtiendo en islotes los pantanos donde
deber�an extraviarse inexorablemente?. No quisiera negarlo
rotundamente, ya que no lo s�, pero no lo creo.
�Cuando tu camino atraviesa el reino de los fantasmas, te percatar�s
poco a poco de que no son m�s que pensamientos que de golpe se han
hecho visibles. Esta es la raz�n de que te parezcan extra�os y
adopten formas de criaturas, el lenguaje de las formas es distinto
del lenguaje del cerebro.
�Entonces habr� llegado el momento de que se lleve a cabo en t� una
transformaci�n ins�lita: las personas que te rodean se convertir�n
en fantasmas.
�Todos los seres que has amado se convertir�n s�bitamente en
espectros. Incluido tu propio cuerpo.
�Es la soledad m�s terrible que uno pueda imaginar, la soledad de un
peregrino en un desierto donde quien no sabe hallar la fuente de la
vida est� condenado a morir de sed. Cuanto acabo de decirte est�
escrito igualmente en los libros de los hombres piadosos de todos
los pueblos: la venida de un nuevo reino, la vigilia, la superaci�n
del cuerpo y de la soledad.
No obstante, un abismo infranqueable nos separa de estos
religiosos,
ellos creen que los hombres buenos entrar�n un d�a en el para�so, y
que los malos ser�n arrojados a las tinieblas del infierno, nosotros
sabemos que llegar� un tiempo en el que muchos despertar�n y ser�n
separados de los que duermen, como los amos se separan de los
esclavos.
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Los que est�n dormidos no pueden comprender a los
despiertos. Nosotros sabemos que el bien y el mal no existen, sino
solo la �verdad� y el �error�.
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Ellos creen que el �estado de
vigilia� consiste en entregarse a las oraciones, manteniendo
abiertos los ojos y los sentidos durante toda la noche, nosotros
sabemos que el �estado de vigilia� es un despertar del Yo inmortal,
y que la falta de sue�o experimentada por el cuerpo es una
consecuencia natural de ese despertar.
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Ellos creen que hay que
descuidar y despreciar al cuerpo porque es pecaminoso, nosotros
sabemos que el pecado no existe, que tenemos que comenzar por el
cuerpo y que hemos bajado a la Tierra para transformarlo en
esp�ritu.
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Ellos creen que para purificar el esp�ritu es necesario
retirarse a la soledad con el cuerpo, nosotros sabemos que hay que
incomunicar primero al esp�ritu para transfigurar el cuerpo. S�lo a t� te incumbe elegir tu camino, el nuestro o el de ellos.
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Tu
elecci�n debe efectuarse por tu propia y libre voluntad. Yo no tengo
derecho a aconsejarte.
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Vale m�s cosechar el fruto amargo de la
propia iniciativa que seguir un consejo ajeno y contemplar un fruto
dulce en el �rbol.
�No act�es como tantos que pese a conocer muy bien lo que est�
escrito: �examinad todas las cosas y conservad de entre ellas la
mejor�, no examinan nada y conservan lo primero que se les
presenta.�
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��EL F�NIX� �
�En el d�a de hoy has sido admitido en nuestra comunidad, eres un
nuevo eslab�n de la cadena que se extiende de eternidad en
eternidad.
�Mi responsabilidad termina aqu�, pasa a manos de otro a quien t� no
puedes ver en tanto que tus ojos no dejen de pertenecer a la tierra.
�Est� infinitamente lejos de t�, y sin embargo, est� muy cerca, no
lo separa de t� el espacio, pero est�
m�s all� de los l�mites del
universo. Te rodea por todas partes como el agua rodea al nadador en
el oc�ano, pero t� no sientes su presencia.
�Nuestro s�mbolo es el f�nix, el s�mbolo del rejuvenecimiento, el
�guila legendaria del cielo de Egipto, un �guila de plumaje purp�reo
y dorado que tras consumirse en su nido de mirra vuelve siempre a
renacer de sus cenizas.
�Te dije que el principio del camino es tu propio cuerpo: quien sabe
esto, puede iniciar el viaje en cualquier momento. Ahora te ense�ar�
a dar los primeros pasos: Debes separarte de tu cuerpo, pero sin
querer abandonarlo, desprendi�ndote de �l como si aislaras la luz
del calor. Ah� acecha ya tu primer enemigo.
�Quien se arranca de su cuerpo para atravesar los espacios corre el
riesgo de hacer lo mismo que las brujas, que no hacen m�s que
extraer un cuerpo fantasmal de su grosero cuerpo terrestre, y
montarlo como una escoba para acudir al aquelarre. La humanidad, con
un instinto seguro, se ha forjado una protecci�n contra este
peligro: se reserva siempre una incr�dula sonrisa frente a la
posibilidad de tales artilugios.
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T� ya no necesitas la duda para
protegerte, t� tienes en lo que te he dado una armadura mucho m�s
eficaz. Las brujas se imaginan estar participando en el aquelarre
mientras que en realidad su cuerpo yace r�gido e inconsciente en la
habitaci�n. Cambian la percepci�n terrestre por otra espiritual y
dejan escapar lo mejor para ganar lo peor, en lugar de enriquecerse
se empobrecen.
�Ya habr�s deducido que ese no es el camino del despertar. Para
comprender que t� no eres tu cuerpo - en contra de lo que piensan la
mayor�a de los humanos - debes reconocer las armas con las cuales
lucha por dominarte. Es cierto que por el momento est�s en su poder,
tu vida se apagar�a si tu coraz�n dejara de latir y todo se hace
oscuridad cuando �l cierra los ojos. T� crees que te mueves, pero
s�lo es una ilusi�n, es �l quien se mueve sirvi�ndose de tu
voluntad.
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T� crees pensar pero es �l quien genera los pensamientos,
te hace creer que proceden de t� para que hagas todo lo que quiera.
Si�ntate erguido y proponte no mover ni un s�lo miembro, no
parpadear, quedarte inm�vil como una estatua: ver�s c�mo se abalanza
sobre t� inmediatamente, lleno de odio, para obligarte a que te
sometas nuevamente a �l.
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Te combatir� de mil maneras hasta que le
permitas moverse de nuevo, su descomunal furor y su precipitaci�n en
la lucha te pueden indicar hasta qu� punto teme por su supremac�a, y
lo grande que debe ser tu poder para que recele tanto de t�.
�Pero tu cuerpo esconde una trampa, pretende inducirte a pensar que
es en este terreno, el de la voluntad interior, donde se libra la
batalla decisiva por la supremac�a, pero esto solamente son
escaramuzas en las cuales, si fuera necesario, estar�a dispuesto a
dejarte vencer con objeto de subyugarte despu�s a�n m�s ferozmente.
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Los que consiguen la victoria en tales escaramuzas se convierten en
los m�s desgraciados de los esclavos; se toman por vencedores y
llevan en la frente un estigma: �car�cter fuerte�.
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El fin que t�
persigues no consiste en disciplinar tu cuerpo, le proh�bes moverse
con la �nica intenci�n de reconocer las fuerzas de que dispones.
Dichas fuerzas son numeros�simas, y por ello, casi insuperables.
Podr�s sentir c�mo las dirige contra t�, una tras otra, si
perseveras en esta medida aparentemente tan simple: permanecer
inm�vil.
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Primero experimentar�s la potencia de los m�sculos que
tienden a vibrar y temblar, el hervor de la sangre ba�ando de sudor
tu rostro, los latidos violentos del coraz�n, escalofr�os en la piel
hasta que el vello se te eriza, vacilar todo tu cuerpo como si el
centro de gravedad se hubiese desplazado. Todo esto podr�s superarlo
a trav�s de la voluntad, pero no ser� solamente la voluntad: habr�
ya un estado superior de vigilia escondido detr�s de ella, invisible
bajo su yelmo m�gico. Incluso esta victoria carece de valor.
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Aunque
llegaras a controlar tu respiraci�n y los latidos de tu coraz�n
continuar�as siendo un �fakir�, un �pobre�. �Un �pobre�!, la palabra
lo dice todo�
�Los siguientes adversarios que te opondr� tu cuerpo son los
escurridizos enjambres de moscas del cerebro, los pensamientos.
Contra ellos ya no sirve la espada de la voluntad. Cuanto m�s la
blandas, m�s furiosamente zumbar�n a tu alrededor, y si lograras
ahuyentarlos, aunque s�lo fuera un instante, ser�as vencido de otro
modo: durmi�ndote, en los sue�os.
�En vano les ordenar�s que se mantengan quietos, s�lo hay una manera
de escapar de ellos: refugi�ndote en el estado de vigilia superior.
�La forma de alcanzar ese nivel debes hallarla por t� mismo. Tu
sensibilidad tendr� que tantear incesante y cautelosamente, y al
mismo tiempo tendr�s que exhibir una f�rrea decisi�n. Eso es todo lo
que puedo decirte sobre el tema. Cualquier consejo que se te diera
en relaci�n con esta penosa lucha ser�a como un veneno. Est�s frente
a un escollo que nadie, salvo t� mismo, puede ayudarte a franquear.
�No hace falta que ahuyentes los pensamientos para siempre. La lucha
contra ellos tiene un prop�sito claro: llegar al estado superior de
vigilia.
�Despu�s de alcanzar dicho estado se te acercar� el reino de los
fantasmas de que te habl�.
�Surgir�n formas espantosas, luminiscentes, querr�n hacerte creer
que proceden de otro mundo. Pero no ser�n sino pensamientos que
todav�a no habr�s dominado, pensamientos que adoptan una forma
invisible.
�Recuerda esto: �cuanto m�s majestuosa sea su apariencia,
m�s
nocivos resultar�n para t�!.
�Muchas falsas creencias se elaboraron a partir de estas
apariciones, haciendo que la humanidad retrocediera hacia las
tinieblas. No obstante, cada uno de estos fantasmas posee un sentido
profundo; no son s�lo im�genes. En lo que a t� se refiere, y
entiendas o no su lenguaje simb�lico, son las marcas que se�alan el
nivel que has alcanzado en tu evoluci�n espiritual.
�La etapa siguiente ya te la mencion�, en ella tus contempor�neos se
convertir�n en fantasmas ante tus ojos. Esta etapa, como todo lo
relacionado con el dominio espiritual, alberga simult�neamente el
veneno y el ant�doto.
�Si te estancas en el punto de considerar a los humanos como a
fantasmas, entonces s�lo habr�s absorbido el veneno, y ser�s como
aqu�l de quien dicen las Escrituras:
�Si no tienes amor, est�s vac�o
como el metal que resuena�.
Pero si descubres el sentido oculto en
cada una de estas sombras humanas, ver�s con los ojos del esp�ritu,
y no s�lo su n�cleo vivo, sino tambi�n el tuyo propio. Entonces te
ser� devuelto cuanto te fue quitado, como a Job.
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Estar�s� de nuevo�
donde estabas antes, como gustan comentar ir�nicamente los
insensatos. No saben que es muy distinto volver a casa tras una
larga estancia en el extranjero que no haber salido nunca de ella.
�Una vez que hayas alcanzado este punto, nadie sabe si se te
conceder�n los poderes milagrosos que pose�an los profetas de la
antig�edad, o si en lugar de ello encontrar�s la paz eterna. Tales
fuerzas constituyen un don deliberado de quienes detentan la clave
de los misterios.
�Si las recibes y te sirves de ellas, debe ser en inter�s de la
humanidad, que necesita signos as�.
�Nuestra v�a acaba en la plena madurez, cuando la hayas conseguido
ser�s digno de recibir el regalo de los poderes. �Te ser�n
concedidos?. No lo s�.
�Pero de las dos maneras te habr�s convertido en un
f�nix, en tu mano
est� alcanzarlo por la fuerza.
�Antes de despedirme de t� quisiera ense�arte c�mo podr�s reconocer
un d�a, en el momento del �gran equinoccio�, si est�s llamado a
obtener el don de las fuerzas milagrosas. Escucha: Uno de aquellos
que poseen la clave de los misterios se qued� en la Tierra para
buscar y agrupar a los llamados. Al igual que �l no puede morir, su
leyenda tampoco morir�. Algunos sospechan que se trata del �Jud�o
Errante�, otros lo llaman Elias. Los gn�sticos pretenden
identificarlo con Juan el Evangelista.
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Cualquiera que afirma haberlo
visto describe su aspecto de modo distinto. No te dejes desconcertar
si en el futuro encuentras personas que te lo describan as�. Es muy
natural que cada uno lo vea de una manera. Un ser como �l, que ha
transformado su cuerpo en esp�ritu, ya no est� ligado a ninguna
forma fija.
�Un ejemplo te mostrar� que tanto su forma como su rostro no pueden
ser sino im�genes, im�genes que son una fantasmal apariencia de lo
que en realidad es.
�Sup�n que se te aparece como un ser de color verde. El verde,
aunque puedas verlo, no es ning�n color en s� mismo, resulta de la
combinaci�n del azul y el amarillo.
�Esto lo saben todos los pintores. Pero pocos son los que saben que
el mundo que nos rodea es como el color verde, que en verdad no es
lo que parece ser.
�Deduce de este ejemplo que si se te apareciera como un hombre de
rostro verde, ello significar� que su aut�ntico rostro a�n no te ha
sido revelado.
�Si lo ves tal como es en realidad, es decir, como una forma
geom�trica, como un sello en el cielo que nadie salvo t� puede ver,
entonces sabr�s que est�s llamado a obrar milagros. Yo lo encontr�
como un ser de carne y hueso, y pude poner mi mano en su costado.
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Su
nombre era��.
�...Chidher el Verde�
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