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por�Sharon Begley 19 de enero de 2007 Del sitio Web�Time�
traducci�n de
Adela
Kaufmann � � � � � Fue un experimento bastante modesto, como van estas cosas, con voluntarios en tropel en el laboratorio de la Harvard Medical School para aprender y practicar un poco de ejercicio de piano de cinco dedos. �
El
neurocient�fico�Alvaro Pascual-Leone�instruy� a los miembros
de un grupo a tocar tan fluidamente como pudieran, tratando de
mantener el metr�nomo a 60 golpes por minuto.�Cada d�a durante cinco
d�as, los voluntarios practicaron durante dos horas.�Entonces se
sometieron a una prueba.� � La llamada PRUEBA DE�estimulaci�n�- magn�tica- transcraneal (EMT) permite a los cient�ficos inferir la funci�n de las neuronas justo debajo de la bobina. �
En los
pianistas, los EMT mapearon cu�nto� la corteza motora controla los
movimientos de los dedos necesarios para el ejercicio de piano.�Lo
que los cient�ficos descubrieron fue que despu�s de una semana de
pr�ctica, el estiramiento de la corteza motora dedicada a estos
movimientos de los dedos tomaba el control de las �reas circundantes
como el� diente de le�n en un c�sped suburbano.� � Pero Pascual-Leone no se detuvo all�.�Extendi� el experimento haciendo que otro grupo de voluntarios s�lo pensara en la pr�ctica del ejercicio de piano.�Tocaron una simple pieza musical en su cabeza, sosteniendo sus manos a�n mientras se imaginaban c�mo se mov�an sus dedos. �
Luego, ellos
tambi�n fueron sentados debajo de la bobina EMT.� � Por lo que revel� elEMT, la regi�n de la corteza motora que controla los dedos tocando el piano, tambi�n se expandi� en los cerebros de los voluntarios que se imaginaban estar tocando� la m�sica - al igual que en los que realmente estaban tocando.
Si sus resultados son v�lidos para otras formas de movimiento (y no hay raz�n para pensar que no es as�), entonces practicar mentalmente un swing de golf o un pase hacia adelante o un giro de nataci�n podr�a conducir a la maestr�a con menos pr�ctica f�sica. � A�n m�s profundo, el descubrimiento mostr� que el entrenamiento mental ten�a el poder de cambiar la estructura f�sica del cerebro. � � � �
DERROCANDO AL DOGMA� � S�, puede crear (y perder) las sinapsis, las conexiones entre las neuronas que codifican recuerdos y el aprendizaje.�Y puede sufrir lesiones y degeneraci�n. � Pero este punto de vista sostiene que si los genes y el desarrollo urbano dictan que un grupo de neuronas procesa las se�ales del ojo y otro grupo va a mover los dedos de la mano derecha, entonces har�n eso y nada m�s hasta el d�a de su muerte. �
Hab�a una buena
raz�n para los libros sobre el cerebro profusamente ilustrados para
mostrar la funci�n, tama�o y ubicaci�n de las estructuras del
cerebro en tinta permanente.� � Por un lado, redujo las expectativas sobre el valor de la rehabilitaci�n para los adultos que hab�an sufrido da�o cerebral por un accidente cerebrovascular, o sobre la posibilidad de fijar el cableado patol�gico que subyace a las enfermedades psiqui�tricas. �
Y esto implic� que otra fijeza basada en el cerebro, tal como el
punto de felicidad al que, seg�n un cuerpo creciente de
investigaci�n, una persona vuelve a despu�s de la tragedia m�s
profunda o la mayor alegr�a, es casi inalterable.� � � �
� � � No se trata de ajustes menores tampoco. � Algo tan b�sico como la funci�n de la corteza visual o auditiva puede cambiar como resultado de la experiencia de una persona de volverse sordo o ciego a una edad temprana.�Aun cuando el cerebro sufre un trauma tarde en la vida, puede en s� re-zonificarse a s� mismo como una ciudad en un frenes� de renovaci�n urbana. �
Si un golpe
noquea, por ejemplo, en la vecindad de la corteza motora que mueve
el brazo derecho, una nueva t�cnica llamada terapia de movimiento de
restricci�n-inducida puede convencer a las regiones de al lado de
hacerse cargo de la funci�n de la zona da�ada.�El cerebro puede ser
reconectado.� � Cuando no llegan transmisiones desde los ojos de alguien que ha estado ciego desde muy joven, por ejemplo, la corteza visual puede aprender a escuchar, sentir o incluso soportar la memoria verbal. � Cuando las se�ales de la piel o los m�sculos bombardean la corteza motora o la�corteza somatosensorial�(que procesa el tacto), el cerebro se expande el �rea que est� conectada para mover, por ejemplo, los dedos. � En este sentido, la estructura misma de nuestro cerebro - el tama�o relativo de las diferentes regiones, la fuerza de las conexiones entre ellos, incluso sus funciones - refleja la vida que han llevado. � Como la arena en una playa, el cerebro lleva las huellas de las decisiones que hemos tomado, las habilidades que hemos aprendido, las acciones que hemos emprendido.� � � � �
Rasc�ndose un miembro fantasma� � Poco despu�s de un accidente de coche que cobr� el brazo izquierdo de V�ctor Quintero justo por encima del codo, le dijo al neurocient�fico�VS Ramachandran,�de la Universidad de California en San Diego, que todav�a pod�a sentir el brazo perdido. � Ramachandran decidi� investigar.�Hizo que Victor permaneciera sentado con los ojos cerrados y roz� la mejilla izquierda del adolescente con un hisopo de algod�n.
Y cuando V�ctor sinti� un escozor en la mano fantasma, al rascarse la parte inferior de su cara le aliviaba la comez�n.� � Ramachandran lleg� a la conclusi�n que en las personas que han perdido una extremidad,� el cerebro se reorganiza:
Esta es la raz�n
por la cual el tocar la cara de V�ctor causaba que el cerebro
"sintiera" su mano faltante.� � El reporte de Ramachandran fue el primer reporte de un ser vivo consciente experimentando los resultados de su re-cableado cerebral.� � �
Pensar sobre el pensamiento� A medida en que los cient�ficos sondean los l�mites de la neuroplasticidad, est�n descubriendo que esculpir la mente puede ocurrir incluso sin intervenci�n del mundo exterior. � El cerebro puede cambiar como resultado de los pensamientos que tenemos, al igual que los pianistas virtuales de Pascual-Leone.�Esto tiene implicaciones importantes para la salud: algo aparentemente tan insustancial como un pensamiento puede afectar la esencia misma del cerebro, alterando las conexiones neuronales de una manera que puede tratar una enfermedad mental o, tal vez, dar lugar a una mayor capacidad para la empat�a y la compasi�n. �
Incluso puede
marcar hasta el punto de felicidad supuestamente inamovible.� �
Schwartz estaba
intrigado con el potencial terap�utico de la meditaci�n consciente,
la pr�ctica budista de la observaci�n de las experiencias internas
de uno como si estuviera sucediendo a otra persona.�
Despu�s de 10 semanas de tratamiento basado en la atenci�n, 12 de los 18 pacientes mejoraron significativamente. � Los escanogramas del cerebro " antes y despu�s " mostraron que la actividad en la corteza orbital frontal, el coraz�n del circuito TOC hab�a ca�do dram�ticamente (radicalmente) y exactamente del mismo modo que las drogas eficaces contra el TOC afectan el cerebro.� � Schwartz la llam� "neuroplasticidad auto-dirigida", concluyendo que,
Lo mismo ocurre cuando se utilizan t�cnicas cognitivas para tratar la depresi�n. � Los cient�ficos de la Universidad de Toronto hicieron que 14 adultos deprimidos se sometieran a TCC, para ense�arles a los pacientes a ver sus propias ideas de manera diferente - de ver una relaci�n fallida, por ejemplo, no como prueba de que "nunca voy a ser amado", sino como algo sin importancia que no funcion�. � Trece otros pacientes recibieron paroxetina (la forma gen�rica del antidepresivo Paxil).�Todos experimentaron una mejor�a comparable despu�s del tratamiento. � Luego, los cient�ficos escanearon los cerebros de los pacientes.
Pero no.�Los cerebros deprimidos respondieron de manera diferente a los dos tipos de tratamiento - y de una manera muy interesante. � La TOC silenci� el exceso de actividad en la corteza frontal, sede del razonamiento, la l�gica y el pensamiento superior, as� como de la rumia sin fin acerca de esa desastrosa relaci�n.�La paroxetina, por el contrario, aument� la actividad all�. � Por otra parte, la TOC aument� la actividad de la TCC en el hipocampo del sistema l�mbico, el centro de las emociones en el cerebro.�La paroxetina redujo la actividad all�. � Como�Helen��Mayberg�de Toronto explica,
Como con los pacientes TOC de Schwartz, el pensamiento hab�a cambiado un patr�n de actividad - en este caso, un patr�n asociado con la depresi�n - en el cerebro. � �
FELICIDAD Y MEDITACI�N� � Para averiguarlo, el neurocient�fico�Richard Davidson�de la Universidad de Wisconsin en Madison se volvi� hacia los monjes budistas, los atletas ol�mpicos del entrenamiento mental. � Algunos monjes han pasado m�s de 10,000 horas de su vida meditando.�Al principio de la carrera de Davidson, �l hab�a descubierto que una mayor actividad en la corteza pre-frontal izquierda que en la derecha se correlaciona con un nivel basal m�s alto de satisfacci�n. � La relativa actividad� izquierda/derecha actividad lleg� a ser vista como un marcador para el punto de la felicidad, ya que la gente tiende a regresar a este nivel sin importar si ganan la loter�a o pierden a su c�nyuge. � Si el entrenamiento mental puede alterar la actividad caracter�stica del trastorno obsesivo compulsivo y la depresi�n, �podr�a la meditaci�n u otras formas de entrenamiento mental,� producir cambios que subyacen a la felicidad duradera y otras emociones positivas? se pregunt� Davidson
Con la ayuda y el apoyo del Dalai Lama, los monjes budistas que Davidson reclut� para ir a Madison y meditar dentro de su tubo de Resonancia magn�tica funcional�(fMRI) mientras se med�a su actividad cerebral durante una serie de estados mentales. � Para la comparaci�n,� �l utiliz� estudiantes que no hab�an tenido ninguna experiencia con la meditaci�n, pero a quienes le dieron un curso intensivo en las t�cnicas b�sicas. �
Durante la
generaci�n de la compasi�n pura, una norma de la t�cnica de
meditaci�n budista, las regiones del cerebro que hacen un
seguimiento de lo que es uno mismo y lo otro se volvieron m�s
tranquilas, la fMRI mostr�, como si los sujetos �tanto los
meditadores experimentados como los novatos - abrieron sus mentes y
corazones a otros.� � Mientras los monjes estaban generando sentimientos de compasi�n, la actividad en la parte prefrontal izquierda inund� la actividad en el prefrontal derecho (asociada con estados de �nimo negativos) hasta un grado nunca antes visto de la actividad puramente mental. � En contraste, los controles de los estudiantes no mostraron diferencias entre la corteza prefrontal izquierda y derecha. �
Esto sugiere,
dice Davidson, que el estado positivo es una habilidad que puede ser
entrenada.� � Pero incluso al ofrecer nuevas terapias para las enfermedades de la mente, promete algo m�s fundamental: una nueva comprensi�n de lo que significa ser humano. � � � |
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