1. Hacia una definición de la
Alfonso Ortega Mantecón es Doctor en
Humanidades en la línea de Teoría y
Análisis Cinematográfico, Maestro en
Arte Cinematográfico y Licenciado en
Historia y en Comunicación. Ganador
del concurso de guión de documental
convocado por Conaculta y Fundación
Mídete. Sus líneas de investigación son
la representación femenina en el séptimo
arte, las relaciones entre el cine y la
historia, y los géneros cinematográficos.
Ha impartido múltiples cursos y clases
en diversas universidades, asociaciones
y recintos culturales de México.
Asimismo, ha publicado artículos y
capítulos de libros en torno al análisis
cinematográfico. Es coordinador de los
libros
(2018) y
Contacto:
[email protected]
arte decimonónico
en la cultura y en el
3. Seducción silente, las fatales del cine
mudo
4. Las damas sombrías, las fatales del
Precódigo
5. Seducción y traición, las
del cine negro
6. Las devoradoras del cine mexicano
7. Academia de fatales, la fatalidad
femenina al servicio del patriarcado
8. Las rutas de la fatalidad femenina en
la segunda mitad del siglo XX, entre el
y el
erótico
9. Más allá del suspenso, la
en otros géneros cinematográficos
10. Hacia nuevas propuestas de la
fatalidad femenina en el cine, el futuro
de las
SEDUCCIÓN Y TRAICIÓN
HACIA UNA HISTORIA DE LA
FEMME FATALE EN EL CINE
Alfonso Ortega Mantecón
Seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Primera edición, 2021
D.R.© Alfonso Ortega Mantecón
D.R.© Universidad Panamericana
D.R.© Diseño de la cubierta: Andrea Ortega Mantecón
Edición y diagramación: Río Subterráneo Editores
http://www.riosubterraneo.com.mx
ISBN: 978-607-8532-82-7
Esta investigación arbitrada a “doble ciego” por especialistas en la materia se
privilegia con el aval del Departamento de Humanidades, de la Universidad
Panamericana campus Ciudad de México.
Este libro fue financiado con recursos del Fondo Fomento a la Investigación
2019, mediante el proyecto “Otra mirada. Mujeres en la filosofía, cultura y
arte”, UP-CI-2019-HUM-MX-23.
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización
escrita de los titulares de los derechos patrimoniales.
Impreso en México / Printed in Mexico
ÍNDICE
Presentación
9
Hacia una definición de la femme fatale
Retrato de la femme fatale
La fatalización femenina: entre el patriarcado, la misoginia y
la fantasía masculina
La femme fatale frente el lente de la cámara
La femme fatale y el espectador
13
16
La femme fatale en la cultura y en el arte decimonónico
La mujer fatal en el mito y la religión
Las fatales de la pintura decimonónica
Seducción, lujo y libertad, las femmes fatales de la literatura
decimonónica
Expiación, libertad y poder, la mujer fatal en la ópera
53
54
68
Seducción silente, las fatales del cine mudo
Las vamps del cine estadounidense
Las divas italianas
Las fatales de Weimar
103
104
124
135
Las damas sombrías, las fatales del Precódigo
La tentación habla, las fatales del Precódigo
“Beulah, pélame una uva”, las fatales-espectáculo de Mae West
Entre la fatalidad y la divinidad, el caso de Greta Garbo
Fatalidad, glamour y exotismo, el caso de Marlene Dietrich
151
155
175
182
193
32
42
48
73
90
Seducción y traición, las femmes fatales del cine negro
La fatalidad doméstica
La fatalidad criminal
La fatal que nunca estuvo
La fatal que no lo fue
Mujer fatal desde la cuna hasta la tumba
Fatales del Technicolor
La fatalidad en otras latitudes
211
220
237
246
252
257
269
274
Las devoradoras del cine mexicano
Asesinas, usurpadoras, perversas, hipócritas y otras fatales
María Félix: entre devoradoras y mujeres sin alma
Fatalidad cabaretil
Vampiras y mujeres pantera
Las devoradoras abandonan el cine
Las mujeres fatales del cine mexicano del siglo XXI
285
289
302
316
326
330
335
Academia de fatales, la fatalidad femenina al servicio
del patriarcado
Las chicas Bond: misoginia y fatalidad
Las fatales de la pantalla chica
Academia de fatales: la fatal no nace, sino se hace
343
347
368
371
Las rutas de la fatalidad femenina en la segunda mitad
del siglo XX, entre el neo-noir y el thriller erótico
La fatalité française: Brigitte Bardot y otras fatales francesas
memorables
Lolitas
Reminiscencias del noir: las fatales del neo-noir
Las fatales llaman dos veces
Las fatales que no lo fueron
Seducción, sexo y traición: las femmes fatales del thriller erótico
383
385
404
418
434
444
449
Más allá del suspenso, la femme fatale en otros géneros
cinematográficos
Comedia
El cine animado
El western
El terror y el horror
La ciencia ficción
El musical
El cine de superhéroes
Hacia nuevas propuestas de la fatalidad femenina en el
cine, el futuro de las femmes fatales
Más allá del noir
Las fatales contra la heterosexualidad obligatoria
Seducción, poder y letalidad, la femme fatale en
los videojuegos
Todo por la fama
La fatalidad femenina como impronta autoral, el caso de
Oriol Paulo
Las fatales vengadoras y justicieras
467
468
476
485
490
495
497
500
505
506
517
524
527
534
540
Esquemas de representación de la femme fatale en el cine
562
Agradecimientos
563
Bibliografía
564
Filmografía y otras fuentes audiovisuales
570
Índice de películas
588
capítulo v
seducción y traición, las femmes fatales
del cine negro
Nunca te amé, Walter. Ni a ti ni a nadie más. Tengo el corazón podrido.
Te usé, tal y como dijiste.
hyllis
ietrichson il e a t
e a
e
illy
ilder
.
En la década de 1940, en el marco de la Segunda Guerra Mundial y del
Código de Producción operando por completo, un nuevo estilo cinematográfico se abrió paso en diferentes filmografías internacionales. Obras en
las que predominaban la oscuridad, las sombras, la ambigüedad moral, el
engaño y la decadencia urbana se posicionaron en las marquesinas de los
cines estadounidenses, franceses, españoles, mexicanos e ingleses, entre
otros. A veces considerado como un género —o subgénero— y otras como
un estilo, el cine negro (film noir) ocupó un papel fundamental en la historia
del séptimo arte durante las décadas de 1940 y 1950.
El cine negro se encuentra firmemente anclado al momento histórico y el
contexto social estadounidense en el que nació. Ante todo, es posible destacar
cinco grandes pilares que fungen como sus orígenes y raíces: 1) la guerra
(y su respectivo desencanto), 2) el realismo de la posguerra, 3) la novela negra
conocida por el anglicismo harboiled fiction, 4) el expresionismo alemán y 5)
el Código de Producción. Respecto a los orígenes del film noir existen numerosos estudios e investigaciones que contribuyen ampliamente a analizar
este género cinematográfico, como son los textos de Chaumeton y Borde;
Crowther; Santamarina y Heredero; Barton Palmer y Copjec que se mencionan
en el apartado de la bibliografía.
En lo concerniente a la representación femenina en este género, y por
ende a la femme fatale, se considera al cine negro el principal exponente
del arquetipo en la historia del séptimo arte, pudiendo ver la presencia de
un personaje enmarcado en él como una de las cualidades o distintivos de
una cinta para poder etiquetarla como film noir. Si bien durante la época
del Precódigo la mujer fatal se había manifestado en películas dentro de los
géneros del drama y la comedia, en las décadas de 1940 y 1950 se enmarcó,
211
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
prácticamente en su totalidad, en el cine negro. Incluso puede asegurarse
que en estos veinte años el arquetipo experimentó un boom similar al ocurrido en la época de dominio de las vamps.
La proliferación de las fatales en la gran pantalla —así como en la literatura de la época— tiene un nexo importante con el acontecer político y social
del momento, así como en la misma política de género. El vínculo del cine
negro con el panorama sociopolítico de esas décadas es descrito por Vivian
Sobchack de la siguiente forma:
Es común considerar a la mejor época del cine negro como una respuesta cinematográfica pesimista a las volátiles condiciones sociales
y económicas de la década posterior a la Segunda Guerra Mundial. Ya
sea considerado como un género o estilo, los filmes enmarcados en
el cine negro pueden ser interpretados como dramas negativos del
trauma masculino de la posguerra y la ansiedad de género provocada
por la desestabilización de la economía doméstica de la cultura durante
la guerra y la consecuente “desregulación” de la relación institucionalizada y patriarcal entre hombres y mujeres. El contexto social en el que
surgió el cine negro se considera como un contexto de “transición”,
pudiendo identificar entre sus temas principales la recuperación de
un orden patriarcal perdido y la necesidad de que el país se “asentara” tanto literal como metafóricamente. El escenario nacional y sus
respectivos personajes son ya familiares: los veteranos que regresan
y tratan de reinsertarse tanto en su lugar de trabajo como en la vida
familiar después de una larga ausencia; las mujeres trabajadoras que
se habían percatado de que podían ser económicamente independientes durante la guerra y que se habían remitido anteriormente, no
siempre voluntariamente, al hogar y a la maternidad; la retórica oficial
que establece la unidad familiar y el hogar suburbano como la matriz
doméstica de la democracia, incluso cuando aumentan las tasas de
divorcio y la deuda personal; la ambivalencia económica y social en
torno al futuro a medida que el frente interno se reconfiguró desde
una economía de tiempos de guerra, promoviendo la unidad social
de producción y el sacrificio de una economía de paz que enfatiza los
placeres privados del consumo.1
Vivian Sobchack, “Lounge Time. Postwar Crises and the Cronotope of Film Noir”, en N.
Browne (ed.),
, California, University
1
212
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
De esta forma, si el cine negro puede ser concebido como un producto
emanado directamente del panorama de la época, una situación similar ocurre
con el arquetipo de la mujer fatal. Heredera de la tradición decimonónica,
de las vamps, las divas italianas, las fatales de Weimar, las fatales proletarias
del Precódigo y las fatales exóticas y sobrenaturales encarnadas por Garbo
y Dietrich, la femme fatale del cine negro experimentó notables adhesiones
y modificaciones al esquema del arquetipo, ad hoc a la coyuntura sociopolítica de la posguerra. Estos cambios, lejos de fortalecer e impulsar lo que
consiguieron los movimientos feministas de la época y la propia mano de
obra femenina en el periodo bélico, buscaron dar marcha atrás fatalizando,
criticando y sancionando a la mujer que aspiraba a algo más que la vida
doméstica, conyugal y maternal, y que, sobre todo, se había percatado de
que podía subsistir por sí misma a partir de su trabajo.
Es ampliamente conocido el hecho de que durante la Segunda Guerra
Mundial las mujeres ganaron nuevas oportunidades, libertades y derechos.
Con los varones en el frente de batalla, el sexo femenino abandonó el hogar,
con el visto bueno de las instituciones patriarcales, para cubrir la mano de
obra masculina. Tras siglos de promoverse el discurso patriarcal que dictaba
que las mujeres debían ser amas de casa al servicio de sus esposos e hijos,
surgió esta inflexión al esquema donde, de un momento a otro, las mujeres
ya eran capaces de realizar las mismas actividades que los varones. A través de
estímulos y de la propaganda de la época, se exhortó a las mujeres a ocupar
trabajos en fábricas y oficinas, ahora vacantes tras la partida de la mano de obra
masculina. Se les invitó a ser como Rosie the Riveter (Rosie la remachadora),
mujeres fuertes e independientes que serían capaces de salir adelante y de
ayudar a su país en esos tiempos difíciles a partir de su trabajo.
Las mujeres abandonaron los hogares, y con ello las actividades en las
cuales se les había encasillado, poblando las fábricas y edificios de oficinas.
La matrícula femenina en las universidades creció exponencialmente. Asimismo, la venta de electrodomésticos que permitieran ahorrar considerable
tiempo y esfuerzo se incrementó de manera notable. Simultáneamente, las
mujeres se percataron de su gran valía para la sociedad, evidenciando ser
capaces de desempeñarse académica y laboralmente a la par de los varones, y, sobre todo, que podían mantener sus hogares y a sus hijos con su
propio trabajo. La creencia de que para subsistir, criar a sus descendientes
of California Press, 1998, pp. 130-131.
213
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
y tener una vida digna y estable era necesario contar con un esposo en la
casa fue contradicha y nulificada en la época, quebrantándose una de las
más antiguas falacias erigidas y preservadas por la sociedad patriarcal.
Cartel propagandístico de la compañía
Miller en 1943.
creado por J. Howard
Sin embargo, las nuevas oportunidades y libertades femeninas ganadas con la guerra tuvieron un duro revés con el fin de la contienda bélica
y el retorno de los varones a los hogares. Muchas empresas despidieron a
la mano de obra femenina para que los hombres recuperaran el empleo
que habían tenido antes de la guerra; a la par, las universidades volvieron a
reducir su matrícula de mujeres inscritas. De pronto, tan súbitamente como
había llegado la apertura, la sociedad dejó de ver con buenos ojos la presencia femenina en el campo laboral, por lo que se impulsó el regreso de las
mujeres a sus casas y, con ello, a sus funciones al servicio de los hombres. En
cierto modo, las mujeres fueron empoderadas por el patriarcado durante la
guerra, pero en realidad fue un empoderamiento efímero y enteramente al
servicio y beneficio de éste, pudiendo considerarse este hecho como una
cosificación masiva de la población femenina estadounidense.
214
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
La dinámica que se siguió respecto a las mujeres durante la guerra
y su consecuente represión hacia los roles convencionales asignados por
el patriarcado, puede ser equiparable a lo explorado en el capítulo previo
en cuanto a X27 y Mata Hari, las mujeres espías. Las rupturas y escisiones
a la feminidad —la salida al campo laboral en el caso de las mujeres reales
y la fatalidad en el de las protagonistas de los filmes— son situaciones toleradas siempre y cuando generen un beneficio al patriarcado —mantener
la economía y la producción, así como obtener valiosa información de los
adversarios, respectivamente—. Una vez que esta transgresión a la performatividad femenina velada por las instituciones deje de ser productiva, se
le reprimirá, nulificará e intentará contener.
El retorno de los varones a la patria y a los trabajos implicó la recuperación del discurso hegemónico que admiraba y aplaudía a la mujer dedicada
por completo a su familia y a los quehaceres del hogar, mientras que criticaba
fuertemente a las que aspiraban a continuar trabajando o estudiando, sin
que el matrimonio se encontrara en su lista de prioridades o de planes a
corto plazo. De nuevo se presenta esta dualidad femenina, donde “lo bueno”
está encarnado por quienes acatan lo dictado por el patriarcado y “lo malo”
por las féminas que aspiran a la independencia y se alejan de los roles de
géneros esperados por la sociedad. Sobre esta dualidad en específico se
construye el planteamiento principal de La mística de la feminidad de Betty
Friedan, uno de los textos fundamentales de la teoría feminista.
Friedan, a lo largo de su obra, llama “mística de la feminidad” al rol,
esquema o modelo custodiado por el patriarcado bajo el cual se busca
enmarcar a todas las mujeres de acuerdo a los intereses de éste; en síntesis,
la mística de la feminidad “convierte a las madres-amas de casa, que nunca
tuvieron ocasión de ser otra cosa, en referente para todas las mujeres”.2
Asimismo, la autora expresa lo siguiente respecto a esta dualidad construida
en la época en torno a las mujeres:
La imagen de la mujer [preservada por la cultura y la religión] también
estaba rota en dos —la mujer buena y pura sobre un pedestal y la puta
de los deseos de la carne—. La ruptura en la nueva imagen abre una
fisura diferente —la mujer femenina, cuya bondad incluye los deseos
Betty Friedan, La mística de la feminidad, Madrid, Ediciones Cátedra, Universitat de
Valencia, 2019, p. 81.
2
215
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
de la carne, y la mujer de carrera, cuya maldad incluye todos los
deseos del yo autónomo […]. En la mística de la feminidad, la mujer
no tiene otra vía para soñar con la creación o con el futuro. No hay
otra manera que le permita siquiera soñar consigo misma, excepto
como madre de sus hijos y esposa de su marido […]. La feminidad
“normal” se alcanza, sin embargo, únicamente en la medida en que
la mujer renuncie finalmente a todos los objetivos activos propios, a
toda su “originalidad” propia, para identificarse y realizarse a través
de las actividades y objetivos de su marido o de su hijo.3
Es así como la mujer trabajadora o estudiante de los años cuarenta se
transformó en la nueva bruja que debía ser contenida por las instituciones
patriarcales, con el fin de reinsertarla al esquema deseado y acostumbrado.
Esta campaña llegó a manifestarse con fuerza dentro de las producciones
artísticas del periodo, tal y como ocurrió en el arte decimonónico, ya discutido
en el segundo capítulo. La literatura, las tiras cómicas y el cine fueron los soportes en donde se desarrolló la contención femenina, idealizando a la mujer
que permanecía en su hogar y que abandonaba sus estudios o su trabajo al
momento de contraer matrimonio. Bajo el discurso recuperado en la época,
al varón le era reservada la esfera pública, mientras que a la mujer, el hogar.4
En estos medios, las mujeres que se apartaban de los roles de madre
y ama de casa rara vez eran presentadas de manera positiva o como ejemplos a seguir; por el contrario, solían ser las antagonistas y tener funestos
desenlaces, recuperándose la idea de la política del castigo, con el objetivo
de que este modelo no fuera visto como un ejemplo o esquema a seguir.
Acerca de esto, Susan M. Hartmann menciona en su libro
:
Las nuevas imágenes públicas de la mujer diseñadas para evocar sus
contribuciones al esfuerzo nacional no subsumieron los ideales eternos
de la mujer como esposa y madre […]. Hollywood proyectó imágenes
de mujeres traicioneras, sensuales y malvadas junto con heroínas en el
trabajo como maestras, editoras, soldadoras, ejecutivas, congresistas,
3
Ibid., pp. 84, 100, 165.
Anne-Marie Sohn, “Los roles sexuales en Francia y en Inglaterra: una transición suave”,
en Georges Duby y Michelle Perrot (coords.),
, Barcelona,
Taurus, 2018, p. 130.
4
216
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
abogadas y psiquiatras. Sin embargo, el romance siguió siendo fundamental para estas mujeres profesionales, y las películas más populares
que tenían personajes femeninos importantes glorificaban los roles
domésticos de las mujeres […]. La glorificación del ama de casa, el
énfasis en la feminidad, el énfasis en las relaciones románticas, las
advertencias sobre la carrera profesional, todo indicaba ambivalencia u
oposición a los cambios en las actividades y estilos de vida de las mujeres. El hecho de que estos temas, junto con las imágenes negativas,
incluso hostiles, ganaran prominencia después de la guerra atestigua
la resistencia de las actitudes más antiguas sobre lo que las mujeres
deberían ser y los temores de lo que podrían llegar a ser. Los modelos
de feminidad se produjeron, por supuesto, en sistemas controlados en
gran medida por hombres.5
En este contexto fue retomado con mayor fuerza y considerables
reformulaciones el arquetipo de la femme fatale en el cine de la época. Las
mujeres independientes, profesionistas y estudiantes que aspiraban a algo
más que la vida doméstica se convirtieron en las nuevas fatales del séptimo
arte, donde el deseo de progresar, conseguir una fortuna e independencia
respecto al varón fueron vistos como cualidades de su fatalidad. El cine negro
es el género que muestra paradigmáticamente esta dinámica de fatalización
de aquellas mujeres que se apartan de la mística de la feminidad e “invaden”
los campos otrora considerados como exclusivamente masculinos, como la
independencia, el trabajo y la inteligencia.6
La debilidad masculina se pone de manifiesto en el cine negro precisamente por la fortaleza que adquiere el personaje femenino de la mujer
fatal. La temática negra atribuye a esta mujer una cualidad reivindicada
por el mundo masculino: la inteligencia. Es femenina porque es bella,
pero compite con los hombres en inteligencia. Y eso representa un
desafío importante.7
Susan M. Hartmann,
Boston, Twayne Publishers, 1982, pp. 163-164, 204.
5
,
6
y estudios centrados en el arquetipo de la femme fatale del cine se concentra, de
.
María Jesús Rosado Millán, “La debilidad masculina a través de los personajes del cine
negro”, en
, núm. 3, 2009, pp. 9-10.
7
217
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
El film noir, siguiendo estas ideas, se pobló de mujeres ambiciosas,
esposas infieles, féminas independientes y transgresoras que, ante todo, se
contraponían y contrastaban con la imagen angelical del ama de casa sumisa, obediente y servicial. En la mayoría de los casos que serán estudiados a
profundidad en este capítulo, las femmes fatales se caracterizan por renunciar
a la estabilidad, sumisión y conformismo que el matrimonio y la maternidad
significan para ellas, encontrándose dispuestas a luchar por satisfacer sus
ambiciones —búsqueda de riqueza, libertad, poder— y por mejorar sus vidas.
Ante todo, ansían superar los roles femeninos convencionales y velados
por el patriarcado o, lo que resulta equivalente, renunciar al esquema de la
mujer de clase media-ama de casa que buscaba reafirmarse e imponerse
de nuevo en la época.8
Al profundizar en este punto, Julie Grossman apunta que el cine negro
tiende a:
Retratar a mujeres que parecen locas, pero todas estas películas también retratan las limitadas posibilidades que se ofrecen para la mujer
moderna, las formas en que las instituciones sociales como la familia
y el matrimonio, y Hollywood también, absorben la energía de las
mujeres y las relegan a prisiones de género, estas prisiones a menudo
proyectadas como las zonas aparentemente seguras de la vida doméstica normativa. Tiene sentido, entonces, que una forma de atacar
estas normas sea presentar a las mujeres o las esferas que las atrapan
como evidentemente inseguras. Las mujeres en estas películas son,
en términos narrativos, mentalmente inestables, pero su inestabilidad
refleja una rebelión contra las reglas patriarcales que no sólo les niegan
valor en los parámetros psicológicos, sino que las vuelven locas, listas
para actuar y reaccionar violentamente ante las figuras de autoridad
y las instituciones patriarcales que gobiernan sus vidas […]. Vemos
cómo las mujeres se ven obligadas a usar su cuerpo y su lenguaje
para ganar terreno en una sociedad que habitualmente les niega la
libertad y las oportunidades culturalmente sancionadas. En segundo
lugar, muchas de estas películas exponen el proceso mediante el cual
se concibe la idea de la “mujer fatal” como un medio para proyectar
Julie Grossman,
Nueva York, Palgrave Macmillan, 2013, p. 44.
8
218
,
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
el miedo y la ansiedad masculinos sobre la mujer misma. Las películas
reflejan cómo los hombres en la cultura proyectan la idea de “femme
fatale” como una etiqueta sobre mujeres particulares para dividir a las
mujeres en dos categorías fácilmente reguladas: “femmes fatales” y
“ángeles en la casa”.9
Aunado a estos elementos ya expuestos por Grossman, resulta
importante hacer énfasis en el papel de la política del castigo que ha acompañado a la mujer fatal desde sus orígenes en la religión, cultura y arte. Si
bien en la mayoría de las manifestaciones y representaciones previas había
estado presente esta dinámica que sancionaba, castigaba o “exorcizaba”
la fatalidad femenina, en la época de dominio del film noir ésta adquiere
nuevas dimensiones. Gracias a la consolidación del Código de Producción,
se estableció que de ninguna manera podría presentarse en el cine un
crimen, un acto indebido o una acción que atentara contra la moral y quedara
impune, pues debería mostrarse un castigo ad hoc para la fechoría y para
todos los implicados en ella. Así, la mujer infiel que había manipulado a su
amante para asesinar a su esposo, debía, obligatoriamente, ser sancionada por la ley —humana o divina— o por el destino. Si bien en la era de las
vamps, las divas y las fatales del Precódigo muchas de ellas escapaban de
la política del castigo o se reivindicaban dentro de los roles aceptados por
el patriarcado, el cine negro, prácticamente en su totalidad, asegura un
fatídico desenlace para la femme fatale que osa cuestionar su papel en la
sociedad. Con el Código Hays, la política del castigo que circundaba desde
sus orígenes a las fatales quedó asentada por escrito, convirtiéndose en
una parte inherente del arquetipo que tardaría varias décadas en comenzar
a desprenderse de ella.
Una vez expuestas estas ideas, se analizarán varios casos paradigmáticos de la femme fatale en el cine negro. Para ello, se seleccionaron
los filmes más significativos de una serie de tendencias de representación
del arquetipo dentro de este género cinematográfico. Tras el estudio de
la representación de las fatales en el noir estadounidense, se ofrece un
breve apartado dedicado a la recuperación de las fatales en las filmografías europeas de la época, tomando en consideración los casos de Francia,
España e Italia.
9
Ibid., pp. 70, 93.
219
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
La fatalidad doméstica
En el cine negro, las femmes fatales abandonaron los escenarios exóticos y los
edificios de oficinas que habían poblado las damas sombrías del Precódigo.
Ahora la fatalidad femenina encontró cabida en los hogares estadounidenses, donde se manifestó a manera de amas de casa insurrectas, féminas que
ansiaban escapar de matrimonios infelices, en búsqueda de mayores libertades, y a la vez conservar los beneficios económicos y sociales derivados
de estas uniones conyugales. Así, un bloque importante de producciones
enmarcadas en el género se centraron en las luchas —y evidentes derrotas,
gracias a lo establecido por el Código de Producción— de las fatales por
recuperar la libertad y poseer grandes fortunas.
Dentro de este tipo de mujeres fatales del noir se encuentran dos de
los personajes femeninos más importantes y trascendentes de la historia del
cine. Tal es el caso de Phyllis Dietrichson, del filme
(
Indemnity, Billy Wilder, 1944), y Cora Smith, de El cartero llama dos veces
(
, Tay Garnett, 1946), quienes pueden ser
consideradas el paradigma de la femme fatale dentro del género noir y
del cine mismo. En las dos películas se presenta el esquema descrito en el
párrafo anterior y el establecimiento de un triángulo amoroso, en el que
la fatal —una esposa en un matrimonio infeliz— convencerá a su amante de
asesinar a su marido a cambio de su amor.
Antes de analizar la representación de las mujeres fatales de estas cintas,
es importante mencionar que gran parte de las películas del film noir son
adaptaciones de novelas conocidas como hardboiled fiction, teniendo como
principales exponentes a los escritores James M. Cain, Raymond Chandler,
Cornell Woolrich y Dashiel Hammett, entre otros. Se considera que estos
autores “presentaron una visión cínicamente distante del Sueño Americano,
reconociendo completamente su lado más oscuro, contando con una visión
y perspectiva con tintes existencialistas”.10 Además del ambiente pesimista,
estas novelas se caracterizan por incluir situaciones con un alto grado de
violencia; crímenes en los que se presta gran atención al modus operandi
de los malhechores, así como una fuerte carga erótica que comúnmente se
Bruce Crowther,
Publishing Company, 1989, p. 14.
, Londres, The Continuum
10
220
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
asocia a las mujeres fatales. La constante recuperación de este arquetipo
dentro de la literatura negra de la época va muy de la mano de lo referido
al inicio de este capítulo, respecto al encasillamiento de la mujer en el rol
del ama de casa, madre y esposa, mediante la exposición de los fatídicos
desenlaces de quienes buscan evadir esta performatividad custodiada por
el patriarcado.
Tras este breve paréntesis, es preciso hablar del caso fílmico de Pacto
. Se trata de una película dirigida por el austro-húngaro Billy Wilder,
basada en la novela de James M. Cain y adaptada por el mismo cineasta y
el escritor Raymond Chandler. Los papeles protagónicos fueron ocupados
por Fred MacMurray, Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson. La trama
gira en torno al convencimiento de Phyllis Dietrichson (Stanwyck) para que
el vendedor de seguros Walter Neff (MacMurray) asesine a su esposo, de
manera que todo parezca un accidente, y pueda cobrar una doble indemnización; todo esto a través de una palpitante seducción que difícilmente
se había manifestado antes en el cine.
Phyllis Dietrichson, la fatal de la cinta, es un personaje sumamente
complejo y digno de analizar a profundidad. Tanto su construcción narrativa
y la configuración del arquetipo, como su representación visual y sonora,
servirán de referencia para otras femmes fatales del cine negro y producciones posteriores. Pese a los más de 70 años que distancian al espectador
contemporáneo del personaje encarnado por Stanwyck, éste sigue cautivando y envolviendo a la audiencia de la misma forma en que lo hizo durante
los años de dominio del noir.
En el filme, los deseos y ambiciones de la protagonista resultan ad hoc
a las de otras fatales del periodo. Se trata de una mujer que ansía poseer
grandes sumas de dinero, subir en la escala social y encontrar la libertad tras
haber estado en un matrimonio infeliz. ¿Cuál es la vía para alcanzar estos
objetivos?: la seducción y la traición. Phyllis envuelve y manipula a los varones
en aras de que éstos le ayuden a satisfacer sus anhelos y a llegar al punto
deseado. En la diégesis de
hay tres “víctimas” masculinas
de esta mujer fatal: el señor Dietrichson, Walter Neff y Nino Zachetti.
La protagonista va dejando tras de sí una lista de muertos como consecuencia de sus actos, evidenciando también el hecho de que una vez que
alguien le ha dejado de ser útil lo abandona o busca la manera de deshacerse de él. En la lista figuran tanto hombres como mujeres, siendo la antigua
esposa de Dietrichson una de sus primeras víctimas. Al ser enfermera de ésta,
221
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Phyllis la condujo a la muerte ocasionándole una enfermedad respiratoria
por haber abierto las ventanas durante una helada. En el segundo lugar de
la lista figura el señor Dietrichson, y en el tercero, Walter, quien —según se
sugiere en los diálogos y en el final alternativo de la cinta— será condenado
a morir en la cámara de gas como consecuencia de los crímenes realizados.
En este punto cabe destacar un fenómeno ya expuesto en el segundo
capítulo de este libro: el incremento de la fatalidad del personaje femenino conforme éste pasa de un soporte o medio a otro posterior. Tal y como
ocurrió con Carmen —de la novela a la ópera— y con Salomé —del relato
bíblico a la literatura, y de ahí a la pintura, ópera y cine, consecutivamente—,
se aprecia una dinámica similar en el caso de Phyllis Dietrichson. Si bien
en la novela de James M. Cain se expone una lista más extensa de víctimas
de la fatal que la presentada en la película, en la adaptación de Wilder y
Chandler se dota de mayor agencia a la femme fatale, lo cual hace más
activa su seducción y el convencimiento de los varones. En la novela, Phyllis
envuelve de manera muy discreta y sutil a Walter para que éste sea quien
le proponga asesinar al señor Dietrichson, mientras que en el filme ella lo
plantea de modo más directo y con mayor injerencia en la decisión del
vendedor de seguros. Asimismo, la forma en que seduce a Walter resulta
mucho más certera, directa y letal en la versión cinematográfica que en la
fuente primigenia. En este sentido, puede afirmarse que la fatalidad de
Phyllis Dietrichson aumentó considerablemente, ganando con ello mayor
agencia e influencia en los demás personajes, en el paso de la novela al cine.
Phyllis Dietrichson es una mujer impasible y estoica que difícilmente
manifiesta sus sentimientos ante los demás, a no ser que esto último sea una
actuación o forme parte de su manipulación para envolver y seducir a los
otros personajes. A pesar de encontrarse en momentos de gran nerviosismo
—por ejemplo, al enfrentarse a los agentes de la aseguradora— o cuando algo
escapa de su control —una vez que Walter le revela que está al tanto de su
affaire con Zachetti—, Phyllis se muestra serena e inexpresiva, controlando a
la perfección sus emociones y sentimientos, dando a entender que en este
personaje predomina la inteligencia sobre todo lo demás. Un ejemplo de
esta situación se presenta durante el asesinato de Dietrichson en el vehículo.
Mientras Walter lo estrangula —acción que no se ve directamente en el encuadre—, se observa el rostro de la fatal en un primer plano, quien continúa
conduciendo sin inmutarse de lo que ocurre en el asiento del copiloto e,
incluso, esboza una perturbadora sonrisa.
222
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Barbara Stanwyck como Phyllis Dietrichson en
(Billy Wilder, 1944).
¿Cuál es el origen de esta femme fatale? ¿Cuáles son los motivos de su
fatalidad? ¿Qué distingue su vida? Ante todo, la situación que experimenta
Phyllis puede ser vista como un reflejo de la dinámica patriarcal que estaba
teniendo lugar en la época, la cual buscaba evitar que la mujer abandonara
el hogar, la atención a su esposo e hijos y que gozara de independencia
económica. Phyllis Dietrichson es presentada como una mujer atada a un
matrimonio infeliz que la ha esclavizado y relegado a la vida doméstica,
suprimiendo y coartando su libertad. La fatal seduce y convence a Walter
de ayudarla a matar a su esposo mediante una dinámica de victimización,
convirtiéndose así en un ama de casa presionada, reprimida, temerosa,
controlada económicamente y que le tiene demasiado miedo a su cónyuge.
De esta manera, Phyllis se posiciona como una víctima del control tiránico y
absoluto de su esposo. Empero, cabe señalar que en ningún momento de
la diégesis de
se demuestra que la mujer sea maltratada,
abusada o nulificada por su marido. Se evidencia, únicamente, que sí controla
sus gastos al acusarla de derrochadora frente a Walter y Lola cuando firma la
renovación de los seguros de los automóviles; esta situación podría demostrar que muchas de las acusaciones a su marido eran en realidad infundadas
y parte de su victimización ante los ojos del vendedor de seguros.
223
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
La idea de que Phyllis se encuentra encadenada a un matrimonio
infeliz del cual difícilmente podrá escapar, se refuerza de manera visual
con la presencia y exaltación de la cadena que lleva en su tobillo. Esta
cadena —en inglés anklet— puede ser vista como un grillete similar al de
los presos, que les impide desplazarse libremente. La constante mención por
parte de Walter y la presentación en el encuadre de este objeto sirve como
exaltación y recuerdo de que Phyllis no es una mujer completamente libre
—o disponible—, sino que es prisionera de su matrimonio con Dietrichson.
Por otra parte, la femme fatale de
es vista como una
mujer que ansía subir en la escala social. Gracias a los diálogos de Lola, se
sabe que en el pasado Phyllis trabajaba como enfermera y que ocasionó la
muerte de la primera esposa de Dietrichson, con el objetivo de ocupar el
puesto de la fallecida y, por lo tanto, dejar de pertenecer a la clase proletaria, abandonar su empleo y llevar una vida cómoda, estable y con lujos al
lado de Dietrichson. Una vez que Phyllis posee este estatus y ha satisfecho
su anhelo de dejar atrás la vida proletaria, se propone recuperar la libertad
e independencia que sacrificó al casarse con Dietrichson. Con el dinero de
la doble indemnización y la herencia de su marido, la fatal podrá gozar de
completa libertad y solvencia económica sin verse obligada a rendir cuentas
a nadie; es decir, se convertirá en la fémina independiente y desligada del
hogar y la familia que tanto preocupaba al patriarcado de la época.
Phyllis se muestra también como una mujer que difícilmente se ciñe
a la fidelidad que el matrimonio implica. El hecho de estar casada con
Dietrichson no le impide coquetear con otros personajes y sostener diferentes affaires, los cuales tienden a formar parte de sus planes para alcanzar
sus objetivos. En cierto modo podría asegurarse que la protagonista, como
bien se menciona en uno de sus últimos diálogos, jamás se ha enamorado
realmente, sino que sus noviazgos, matrimonios y amoríos han sido sólo
medios que ha utilizado para poseer dinero, estatus e independencia.
Como se comentó en el primer capítulo de este libro, las femmes
fatales no pueden permitirse enamorarse, ya que en caso de que suceda
terminará convirtiéndose en su gran error o perdición. Esta situación se
expone en
, donde Phyllis, a pesar de haber armado el plan
perfecto para deshacerse de su esposo y librarse de la única persona que
podía delatarla (Walter), acaba fracasando al ser incapaz de dispararle por
segunda ocasión al vendedor de seguros, percatándose en ese momento de
que realmente lo amaba. En los diálogos finales se menciona lo siguiente:
224
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Walter: ¿Por qué no disparaste de nuevo, nena? No me digas que es
porque siempre me has amado.
Phyllis: No, nunca te amé, Walter. Ni a ti ni a nadie más. Tengo el corazón
podrido. Te usé, tal y como lo dijiste. Sólo te necesitaba para eso…
hasta hace un minuto cuando no pude disparar de nuevo. Nunca pensé
que eso me pasaría.
Walter: Lo siento, nena. No te creo.
Phyllis: No quiero que me creas. Sólo quiero que me tomes en tus
brazos.
Walter: Adiós, nena. (Disparos).11
En lo que se refiere a la relación de la fatal con los demás personajes,
pueden identificarse dos esquemas de acuerdo al género de ellos. Bajo
la mirada de Phyllis, los varones son sólo el medio al cual ella recurre para
alcanzar lo que se propone; son vistos como objetos para satisfacer sus
anhelos o, en su caso, aproximarse lo más posible a éstos. Siguiendo dicha
lógica, Dietrichson fue utilizado por Phyllis para dejar atrás la vida proletaria,
asegurar su lugar en la sociedad y alcanzar la estabilidad económica; su
muerte la favorecerá gracias a la herencia y el dinero recibido por la doble
indemnización. Walter, por su parte, es el medio empleado por Phyllis para
terminar con la vida de su esposo, acceder al dinero y conseguir, posteriormente, la independencia. En cuanto a Nino Zachetti, le servía de amante
joven y estaba disponible en caso de que fuera necesario librarse de Lola.
La única mujer que goza de importancia en la diégesis de Pacto de
—además de la fatal— es Lola. En la relación entre ambas féminas
se aprecia uno de los grandes contrastes que han acompañado a la femme
fatale desde sus orígenes: la dicotomía bien-mal (virgen-prostituta). Lola es
representada como una joven e inocente mujer que ha sufrido demasiado a
manos de Phyllis: al perder a su madre como consecuencia de una negligencia
premeditada de su enfermera; al presenciar cómo Phyllis logró colarse en el
puesto otrora ocupado por su progenitora; al trágico y súbito fallecimiento
de su padre; y a la infidelidad y abandono por parte de su novio Zachetti.
Asimismo, Lola es vista como el único personaje —además de Keyes— que
parece darse cuenta de la fatalidad de Phyllis, lo cual ocasiona que no exista
una buena relación entre las dos mujeres, quienes serían polos opuestos de
la dicotomía ya mencionada.
11
Diálogos de
(Billy Wilder, 1944).
225
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
El desenlace de Phyllis es ad hoc a la tradición que ha acompañado
al arquetipo hasta el momento (1944) y a lo establecido en el Código de
Producción. Tras haber arruinado la vida de los demás personajes —Dietrichson,
la primera esposa de éste, Walter, Lola, Zachetti—, la fatal muere a manos
de su última “víctima”, lo que le impide salir triunfante de su crimen. El final
de Phyllis en la película de Wilder disocia considerablemente del que está
en la novela de Cain. En ésta, Walter logra escapar en un barco —tras haber
sido herido por Phyllis y descubierto como cómplice del crimen por Keyes—,
donde se reúne de nuevo con la fatal. En el libro se sugieren dos posibles
desenlaces de la historia: 1) tanto Walter como Phyllis cometerán suicidio
a bordo del navío; 2) Phyllis asesinará a Walter en el lugar. En la película se
cierra por completo la posibilidad de dejar a la femme fatale impune por los
crímenes que ha cometido; su fatalidad y maldad son contenidas a través
de su muerte.
Finalmente, en lo concerniente a la agencia de la fatal, se identifica
una interesante configuración. En primera instancia, Phyllis Dietrichson es
presentada como un personaje carente de agencia, en gran medida gracias
a la victimización que hace de sí misma y a la máscara de inocencia con la
cual se muestra ante los demás. De esta forma manipula a otros personajes
para que sean ellos quienes actúen por ella, y Phyllis no tenga que “ensuciarse” las manos realizando el trabajo sucio. Sin embargo, esta femme fatale sí
posee agencia, está oculta y reservada para momentos de crisis y de gran
necesidad, tal y como ocurre cuando temiendo que Walter la delate ante
la presión de la investigación de Keyes, decide asesinarlo ella misma o en
el momento de ocasionarle la muerte a la primera señora Dietrichson. Se
trata de una fatal con agencia, pero que prefiere pasar desapercibida tras su
máscara de víctima: detrás de la esposa sumisa y “controlada y reprimida”
por el marido yace una fatal letal. De igual manera, se aprecia la maldad en
ella, siendo esta cualidad una gran distinción con gran parte de las mujeres
fatales del arte decimonónico y la mayoría de las vamps del cine silente y
de varias del Precódigo.
La representación de Phyllis goza de gran relevancia en el campo
visual y sonoro, pudiendo identificar varias dinámicas que contribuyen a la
construcción de su fatalidad en los elementos del lenguaje cinematográfico.
El poder que ejerce la fatal sobre los demás y su superioridad se recuperan
en la cinta de Wilder, mediante la utilización simbólica de las escaleras tal
y como se apreció en el caso de
en el capítulo previo. En
226
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
se muestra en tres ocasiones este descenso de la fatal de
la escalera que conduce a sus aposentos, descensos que tienden a ir acompañados de close-ups y ciertos movimientos de cámara que contribuyen al
empoderamiento del personaje femenino.
El poder de Phyllis Dietrichson se manifiesta también en los movimientos
de la cámara, siendo el personaje que motiva y conduce los desplazamientos
de ésta en la mayoría del filme. Mientras que con los demás personajes se
aprecia el uso de una cámara fija o ligeros y sutiles tilts y paneos, cuando
ella se encuentra presente en el encuadre se usan
que siguen su
movimiento por las locaciones.
La iluminación también juega un papel importante en la representación de la mujer fatal de esta película. Como se expuso previamente, la
fatal es un ser que se mueve, actúa, seduce y mata de noche o entre las
sombras. En los encuadres, Phyllis Dietrichson aparece continuamente en
la penumbra y sin que su rostro quede por completo iluminado, como si
se tratase de una advertencia del oscuro pasado y de las intenciones de la
protagonista. Asimismo, gran parte de las secuencias climáticas de Pacto de
ocurren en la noche, que es cuando la fatal actúa. Específicamente,
se podrían mencionar tres momentos decisivos del filme que suceden en
la noche: 1) la visita de Phyllis al departamento de Walter con el fin de
convencerlo de asesinar a su esposo; 2) la muerte del señor Dietrichson; 3)
y la confrontación final en donde ella hiere a Walter y pierde la vida a manos
del vendedor de seguros.
El color asociado a la femme fatale en esta película se inclina por los
tonos claros, que generan un importante contraste en la mayoría de las
escenas donde se encuentra el personaje, debido a que sobresale dentro
de una paleta de tonos cargada hacia la clave baja y, como el mismo nombre
del género cinematográfico lo sugiere, los negros. El uso de estos tonos
cercanos al blanco puede asociarse o vincularse con la imagen que Phyllis
busca transmitir a los demás: una inocente y vulnerable ama de casa que
es prisionera en un matrimonio infeliz del que ansía escapar a toda costa.
La construcción visual del personaje recupera numerosos elementos
de la parafernalia que ha acompañado al arquetipo hasta este momento
de la historia del cine, como son el cigarro y los espejos en los que la protagonista femenina se mira. Por otra parte, se aprecian adhesiones notables
a la caracterización de la fatal, por ejemplo los lentes de sol que ocultan la
mirada de Phyllis; las hombreras que la hacen lucir más imponente; la ropa
227
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
entallada y que muestra sus piernas; así como la ya mencionada cadena
que se convierte en el fetiche de Walter.
Así como en el campo visual se aprecia una dinámica en donde la
femme fatale domina y conduce los elementos pertenecientes a éste, en el
plano sonoro se observa un esquema similar.
se caracteriza
por la presencia de una melodía que constantemente se repite a lo largo de la
cinta, además de la música ambiental e incidental. Sin embargo, el personaje
de la fatal es capaz de alterar por completo la dinámica sonora con su mera
presencia. Este fenómeno ocurre en prácticamente todas las apariciones en
escena de Phyllis. La irrupción de la protagonista en el encuadre o en la escena
se distingue por la supresión súbita e inmediata de la banda sonora, como
si su poder y fuerza fueran tales que son capaces de silenciar a los mismos
elementos extradiegéticos, lo cual resulta muy evidente durante el primer
encuentro entre los protagonistas en la sala de estar de los Dietrichson, así
como en su última confrontación.
Al inicio de la escena en donde se enfrenta por última vez a Walter, la
música extradiegética desaparece y se escuchan únicamente los diálogos
que sostienen Walter y Phyllis, así como una dulce melodía diegética que
proviene del exterior de la casa de los Dietrichson. Una vez que el vendedor de seguros cierra la ventana, la música diegética se esfuma, quedando
todo sumido en el silencio. Phyllis hiere a Walter y ambos intercambian
algunos diálogos. Sin embargo, una vez que la mujer fatal confiesa que se
ha enamorado de su cómplice en el crimen y que no es capaz de matarlo,
se incorpora de forma paulatina la música extradiegética que el personaje
continuamente había “ahuyentado” o “repelido”, dándose a entender que
ha perdido todo su poder tras haber confesado su enamoramiento. De esta
forma, tanto Walter como la música terminan imponiéndose sobre la femme
fatale cuando él le dispara a Phyllis, y la música aumenta su intensidad considerablemente, para extinguirse de inmediato al final de la escena.
Otro punto relevante en el campo sonoro son los diálogos atribuidos
a la mujer fatal. Recuperando la tradición iniciada en la era del Precódigo, se
emplean diálogos ágiles, inteligentes, mordaces y, en ocasiones, con doble
sentido por parte de las fatales, muy a la usanza de la comedia screwball.
La mujer fatal rara vez pierde una discusión mostrando, también en este
rubro, su poderío y pericia. En
, quizá, el caso más icónico
y trascendente de este dominio verbal se aprecia en el primer encuentro
entre Phyllis y Walter:
228
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Phyllis: Sr. Neff, ¿por qué no viene mañana a eso de las 8:30? Él estará
en casa a esa hora.
Walter: ¿Quién?
Phyllis: Mi esposo. Usted quería hablar con él, ¿no?
Walter: Sí, pero eso está perdiendo importancia, ¿me entiende?
Phyllis: En este estado la velocidad límite es 70 kilómetros por hora,
Sr. Neff.
Walter: ¿A qué velocidad iba yo, Sra. Policía?
Phyllis: A 140.
Walter: ¿Por qué no se baja de la motocicleta y me multa?
Phyllis: Digamos que lo perdono esta vez.
Walter: Digamos que no sirve de nada.
Phyllis: Digamos que tengo que darle una palmada.
Walter: Digamos que me pongo a llorar y me recuesto en su hombro.
Phyllis: Digamos que se recuesta en el hombro de mi esposo.
Walter: Bueno, eso echaría todo a perder. Vendré mañana a las 8:30
de la noche.12
Como se ha podido observar a través del caso paradigmático de
Phyllis Dietrichson, la femme fatale del noir experimentó numerosos cambios
respecto a las que poblaron la era del Precódigo. Esta transformación implicó
la obtención de mayor agencia, la cual se encuentra prácticamente siempre
—como se verá en los otros filmes analizados en el capítulo— acompañada
de la maldad, como si se tratase de dos elementos fusionados que difícilmente pueden desprenderse el uno del otro. La fatal del cine negro ya no
sólo seduce y cautiva a los hombres que encuentra en su camino, sino que
lo hace con un oscuro y funesto objetivo de por medio.
Cora Smith se mueve por una línea muy similar a la de Phyllis en la
película El cartero llama dos veces. Al igual que en la cinta de Wilder, en la
diégesis del largometraje dirigido por Tay Garnett se expone la dinámica del
triángulo amoroso donde la esposa seduce y convence a su amante de asesinar a su cónyuge. Sin embargo, el filme protagonizado por Lana Turner y John
Garfield explora de una manera diferente la relación entre los amantes, marcada
por la seducción, la ambición, la traición y el encuentro con el destino justiciero.
12
(Billy Wilder, 1944).
229
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
El personaje encarnado por Turner se caracteriza por ser una mujer
de carácter fuerte, severa y autoritaria, sin temor a expresar lo que siente
u opina respecto de algo o de alguien. Asimismo, se distingue por ser en
extremo manipuladora y también ser capaz de que los hombres terminen
cediendo a sus deseos que, en ocasiones, podrían considerarse meros
caprichos. El poder de convencimiento de Cora Smith sobre los varones se
expone in crescendo en el metraje de la película, pudiendo apreciar en los
primeros minutos cómo logra persuadir a su marido de instalar un letrero
con luces neón en el restaurante. Poco tiempo después habrá logrado
envolver al recién llegado Frank (Garfield) para que le ayude a asesinar a
Nick (Cecil Kellaway), su esposo. De esta forma, en la cinta se presenta a
una fatal que hace uso de la seducción y manipulación para obtener todo
lo que desea, desde cosas triviales —como el letrero de neón— hasta otras
de mayor alcance —el asesinato mismo—.
Al igual que Phyllis Dietrichson, Cora está atada a un matrimonio infeliz.
Las quejas que le da la fatal a Frank respecto al comportamiento de Nick se
exponen en diversos momentos de la película. A diferencia del filme analizado previamente, la mayoría de los lamentos y reclamos de la protagonista
sí llegan a encontrarse fundamentados o comprobados, pudiendo apreciar
que su esposo la nulifica y la controla. En concreto, Cora menciona que Nick
es un hombre sumamente tacaño —lo que se evidencia en su renuencia al
letrero de neón—, alcohólico —elemento que tiene un papel importante en la
planeación del asesinato—, al cual nunca ha amado en realidad, habiéndose
casado con él sólo por interés económico. La llegada de Frank al restaurante
significa para Cora una oportunidad de escapar y dejar atrás esta prisión en
la que se ha convertido su matrimonio.
Dejándose llevar por el ímpetu del momento, Cora hace un intento por
escapar con Frank, aprovechando que Nick se ha marchado por unas horas
del restaurante. Empero, la razón termina sobreponiéndose a la emoción de
la femme fatale y opta por abortar el plan. Lo que motivó el abandono de este
proyecto fue el hecho de que la protagonista reflexionó a profundidad todo
lo que perdería si dejaba a su esposo: dinero y prestigio, y principalmente
estaba la desidia de tener que empezar desde cero al lado de un hombre
—Frank— que no poseía nada en realidad. El deseo de querer escapar del
matrimonio y conservar los beneficios de la unión fue lo que llevó a la fatal
a plantearse otra vía para obtener lo anhelado.
230
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Tras un fallido intento de asesinar a Nick y después de permanecer
cierto tiempo en una apática calma, Cora toma la resolución de que, a
toda costa, su esposo debe morir. Lo que la lleva a decidirse a orquestar
el segundo conato de homicidio fue el hecho de que Nick le anunció que
planeaba vender el restaurante y la casa para marcharse a Canadá con
su hermana enferma, donde Cora podría fungir como enfermera de ella.
Al ver esta proposición como el traslado de una prisión —su matrimonio
actual— a otra con suplicios superiores y mayor pérdida de su libertad al
estar atada al cuidado de su cuñada convaleciente, la fatal decide que ha
llegado el tiempo de actuar antes de que su vida se arruine para siempre.
Pese a que Cora le suplica a Nick no vender el restaurante ni irse del país,
éste la ignora por completo, dispuesto a hacer lo que le dicta su voluntad, acto que termina de representar la desventajosa posición en la que
se encontraba la mujer en el matrimonio donde éste la controla y le dice
qué debe hacer.
En Cora se aprecia, de nueva cuenta, una agencia reservada o contenida para momentos de crisis, prefiriendo que sea Frank quien actúe por
ella, lo cual logra gracias a un hábil e inteligente discurso que la coloca
como una víctima doliente de Nick, al mismo tiempo que sugiere, sin decirlo
explícitamente, que la única manera de escapar del infeliz matrimonio es la
desaparición de su esposo de la faz de la tierra. Esta estrategia se observa en
los diálogos entre Cora y Frank como antesala a los dos intentos de homicidio:
Cora: Ay, Frank. Si te hubiera conocido antes […]. Frank, ¿me amas?
Frank: Sí.
Cora: ¿Tanto que nada más te importa?
Frank: Sí.
Cora: Hay algo… Hay algo que resolvería… nuestra situación.
Frank: ¿Qué? ¿Esperar que algo le pase a Nick?
Cora: Es algo parecido.
Frank: ¡Cora!
Cora: Tú mismo lo dijiste. ¿No?
Frank: Estaba bromeando.
Cora: ¿En verdad?
Frank: Sí.
Cora: ¿No lo has pensado más?
231
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Frank: No fue en serio.
Cora: ¡Yo sí lo digo en serio!
Frank: ¡Cora!
Cora: No soy lo que piensas. Pero quiero conservar el negocio y
progresar. Sin amor, no podré hacerlo. Al menos, una mujer no puede. Cometí un gran error en mi vida [su matrimonio]. Sólo así podré
solucionarlo.
Frank: Nos mandarán a la horca.
Cora: No si lo hacemos bien. Eres listo, podrás hacerlo. No serías el
primero.
Frank: Él no me hizo nada.
Cora: ¿No ves qué felices seríamos aquí? Sin él.
Frank: ¿Me amas, Cora?
Cora: Por eso debes ayudarme. Porque te amo.13
Frank: Cora… pensemos… Pensemos en una solución. Te amo, Cora.
Cora: ¿Me amas? ¿Y cómo lo demuestras? Permites que me lleve a
un pueblo mediocre donde desperdiciaré mi vida, atendiéndolo a
él y a su hermana muerta en vida. Me amas… ¿pero qué haces para
demostrarlo? Permitirás que me lleve a Santa Bárbara. Hasta irás con
nosotros en el auto. Vas a quedarte en el mismo hotel. Si en verdad
me amaras, podrías…
Frank: De acuerdo.
Cora: ¡No!
Frank: No puedo dejarte.
Cora: ¿No tenemos otra salida?
Frank: Ibas a apuñalarlo, ¿no?
Cora: No. El cuchillo era para mí. No para él.
Frank: ¿Tanto me amas?
Cora: Tanto te amo.
Frank: Ya lo intentamos todo. Es nuestro destino.14
13
El cartero llama dos veces (Tay Garnett, 1946).
14
El cartero llama dos veces (Tay Garnett, 1946).
232
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Tras el asesinato de Nick, la máscara con la que Cora había ocultado su
agencia y fatalidad comienza a desprenderse. La investigación y presión del
fiscal conduce a que la fatal sea reconocida como tal ante los ojos de Frank,
pues lo está traicionando y le ha dado la espalda buscando salir lo más limpia
posible por la muerte de su esposo. Asimismo, su amante descubre que hay
un seguro de vida a nombre de Nick, lo cual revela intereses económicos en
la desaparición del hombre, quedando en segundo plano el deseo de Cora
de ser libre para iniciar una nueva vida al lado de Frank.
Gracias a la pericia del abogado defensor, los amantes quedan libres
y son exonerados de la muerte de Nick. Sin embargo, la relación entre
ambos se encuentra sumamente dañada por la traición y la mentira de Cora.
A fin de eliminar sospechas que motivaran la reapertura del caso, la pareja
protagónica es forzada a contraer matrimonio pese al rechazo que experimentan, ahora, el uno por el otro. En cierto modo, el destino vuelve a atar a
la femme fatale a una unión conyugal infeliz, al lado de un hombre que no
ama —nunca lo ha amado realmente— y que le será infiel.
El hado vuelve a actuar y enfrenta al nuevo matrimonio a una serie de
situaciones —la muerte de la madre de Cora y el problema con unos extorsionadores que amenazaban con revelar ciertas declaraciones respecto a
la muerte de Nick si no recibían dinero a cambio— que terminan uniendo a
la pareja y en el nacimiento de un verdadero amor. La protagonista resulta
embarazada de Frank, pero ambos tienen un accidente automovilístico
en donde ésta muere, sugiriéndose que su esposo será procesado como
culpable de un nuevo asesinato gracias a las similitudes del incidente con
la muerte de Nick.
La política del castigo llega a Cora en un momento clave de su vida.
Después de haberse librado del fantasma de Nick, de la investigación del
fiscal y los extorsionadores, de haber comenzado a amar a Frank y con la
esperanza de la llegada de un hijo, el destino se encarga de pedir cuentas
a la femme fatale por todo el daño que ocasionó en el pasado. Su muerte
reafirma la idea de que una fatal no puede encontrar la verdadera felicidad
y mucho menos formar una familia. Otro elemento trascendente que se
aprecia en el noir respecto a la política del castigo, es el hecho de que ahora
ésta se hace extensiva a los personajes masculinos, ya no sólo a las mujeres
fatales, como se había expuesto en capítulos previos donde los varones eran
presentados como meras víctimas del hechizo de estas féminas. Empero,
lejos de significar esto un avance o progreso en la política de géneros o un
233
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
cierto desprendimiento de la misoginia que ha acompañado al arquetipo
en su trayectoria por el séptimo arte, esta modificación al esquema puede
atribuirse por completo al Código de Producción, que requería la presencia
de un castigo para todos los implicados en actos ilícitos.
En el campo visual se sigue la misma línea mostrada en el caso de
. Los vestuarios de Cora gozan de cierto simbolismo. En la
primera parte de la película, antes del asesinato de Nick, se le presenta
casi siempre vistiendo ropas blancas y que exponen su cuerpo (blusas
ombligueras, trajes de baño, pantalones cortos). Una vez muerto su esposo, la protagonista adopta el color negro como distintivo, y su cuerpo deja
de tener tanta relevancia en la construcción del encuadre. Este cambio en
el esquema puede relacionarse con el desprendimiento de la máscara de
inocencia y víctima que tiene lugar durante la investigación del asesinato,
ahora tanto Frank como el espectador conocen en su totalidad las intenciones de Cora Smith.
Asimismo, en El cartero llama dos veces se juega significativamente
con el simbolismo en la puesta en escena vinculada con la femme fatale. Un
caso muy evidente de esto ocurre en la primera escena del filme en donde
Frank conoce a Cora. Este personaje es introducido mediante la imagen de
un lápiz labial rodando hacia Frank por el piso del restaurante, símbolo de la
feminidad fatal que perseguirá al varón a lo largo de la cinta. De manera
paralela, tras el accidente donde Cora pierde la vida, se muestra su mano
inerte dejando caer un lápiz labial, sugiriéndose que Cora se marcha de la
misma forma en que llegó a la vida de Frank: súbitamente y por azares del
destino. Un recurso similar se expone en la misma escena de la presentación
de la mujer fatal. Durante la conversación que sostienen ambos personajes,
se hace un énfasis visual en la parrilla donde se está cocinando la carne
de unas hamburguesas, como si se tratase de una alusión a dos posibles
situaciones: 1) el hecho de que en ese punto comenzó a “cocinarse” el plan
de Cora para escapar de Nick; o 2) una representación sutil e implícita de
la pasión incontenida y carnal que despertó Cora en Frank.
y El cartero llama dos veces son cintas en donde se
expone con gran lujo de detalles a las femmes fatales del cine negro que
actúan en el ámbito doméstico. Otras representaciones donde la fatalidad
femenina se manifiesta en la domesticidad se encuentran en diversas
películas enmarcadas en el género, entre las que destacan Al borde del
abismo (
, Howard Hawks, 1946),
234
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Ivers (
, Lewis Milestone, 1946) y La dama
(
, Orson Welles, 1947), de las cuales se
hablará sucintamente, prestando atención a sus respectivas contribuciones
en la construcción del arquetipo.
La primera de ellas muestra un fenómeno que, hasta el momento
—tomando en consideración las películas estudiadas a lo largo de este libro—
sólo se había esbozado vagamente en
: la presencia de dos
femmes fatales. En la película de Hawks aparecen los personajes de Vivian
(Lauren Bacall) y Carmen (Martha Vickers), las hijas de un general millonario.
En los diálogos, su propio padre las describe de la siguiente manera: “Sólo
se parecen entre sí en tener la misma sangre corrompida. Vivian es malcriada,
extrovertida, inteligente y despiadada. Carmen es todavía una niña pequeña
a la que le gusta arrancarle las alas a las moscas”.15 Las hermanas llegan a
entorpecer y a inmiscuirse continuamente en la investigación que lleva a cabo
el protagonista Philip Marlowe (Humphrey Bogart) y se caracterizan por ser
misteriosas, ágiles mentalmente, seductoras y de carácter dominante; no
obstante, ninguna de ellas ocupa el papel de la antagonista ni se les puede
considerar malvadas realmente. Por lo tanto, se podría decir que son dos jóvenes mujeres, en constante competencia entre sí, que se apartan de los roles
convencionales y traen consigo una importante carga seductora y sensual.
En
, Barbara Stanwyck vuelve a encarnar
a una mujer fatal con una singular historia. La película de Milestone presenta
la génesis de la fatal, Martha Ivers, al desarrollar en los primeros minutos del
metraje una serie de situaciones que sirven de justificación para el peculiar
comportamiento por parte de una protagonista adolescente. Ésta era una
joven huérfana al cuidado de su tía, una millonaria y dominante mujer, y
que disfrutaba escaparse de su casa para pasar un rato con su amigo Walter
O’Neil. Martha “debuta” como femme fatale en el momento en que empuja
a su tía de las escaleras para evitar que ésta siga golpeando a su gato, lo
cual ocasiona la muerte de la mujer. Sam Masterson (Van Heflin), el hijo de su
tutor, es testigo de lo ocurrido y Martha lo convence de no confesar a nadie
lo que realmente había pasado. La protagonista le cuenta a las autoridades
y al padre de Sam que un hombre había entrado a la mansión Ivers y que
era éste el culpable del fallecimiento de su tía; incluso, mandó a un hombre
inocente a la horca identificándolo como el supuesto asesino. Se sugiere
15
Al borde del abismo (Howard Hawks, 1946).
235
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
que este primer crimen de la adolescente Martha, así como la constante
opresión y dominio en la que se encontró a lo largo de su vida, fueron los
hechos que despertaron en ella la fatalidad.
Varios años después, pese a ser la dueña de prácticamente todo el
poblado —llamado Iverstown— y de estar casada con Sam, el asesinato de su
tía y la condena de un inocente continúan atormentándola frecuentemente.
Martha ha hecho de su esposo un hombre exitoso gracias a su constante
guía y apoyo. Él, por su parte, se caracteriza por ser un varón débil, inestable
y alcohólico que debe toda su trayectoria al dinero y a los consejos de su
mujer. Este matrimonio se distingue por tratarse de una unión por conveniencia de los dos implicados, y no porque exista amor entre ellos. Sam depende
por completo de la fortuna que Martha heredó de su tía y de su apoyo para
poder conducirse en las altas esferas sociales y en la política. La fatal también
necesita de Sam para controlar Iverstown, concretar negocios y continuar
su ascenso político y social; de cierta manera, al ser una mujer, ésta debe
permanecer en el ámbito doméstico bajo la sombra de su esposo. Martha
requiere de la figura masculina para destacar en los negocios y en la sociedad,
aunque sea ella, en realidad, el “cerebro” de la relación, y el matrimonio, un
mero requisito patriarcal.
Pese a su fatalidad e inteligencia, Martha se ha encontrado en constante
opresión a lo largo de su vida, pudiéndose identificar a los tres personajes que
han ejercido presión o se han aprovechado de ella: 1) su tía, quien la controlaba y limitaba de manera tiránica; 2) el padre de Sam, quien fungió como su
tutor legal tras la muerte de su tía, se aprovechó de su fortuna para costear un
colegio para su hijo, e influyó para que ambos contrajeran matrimonio, velando
por el prestigio que esta unión daría a su vástago; 3) Sam, quien a pesar de
su bajo perfil ha logrado ocupar altos puestos en Iverstown gracias al dinero
y reputación de Martha. Cerca del desenlace de la diégesis, pareciera que
la protagonista ha decidido poner punto final a los abusos en contra suya,
buscando seducir a un antiguo pretendiente para que asesine a su esposo,
con el fin de recuperar su libertad y romper esa cadena de atropellos.
Este recorrido en torno a las esposas infelices que ansían escapar de
sus matrimonios y obtener grandes beneficios a partir de la desaparición
de sus cónyuges tiene a otra de sus exponentes más importantes en el
personaje encarnado por Rita Hayworth en
. En la
cinta dirigida por Orson Welles se presenta a una joven y seductora mujer
que idea un complejo plan para deshacerse de su esposo (Everett Sloane)
236
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
sin verse involucrada directamente. Para ello, construye una gran red de
intrigas y malentendidos en la que envuelve a varios varones, quienes caen
rendidos ante su poder de manipulación.
La película recupera, a diferencia de los filmes de las otras fatales
revisadas en este apartado, el exotismo que ha caracterizado al arquetipo,
presentando a una femme fatale que ha llegado recientemente a Nueva
York proveniente de Shanghai. Este exotismo se complementa con un viaje a
México que realizan los protagonistas de la cinta, así como por el desarrollo
de una de las secuencias clave en el barrio chino. Asimismo, visualmente se
lleva a un punto superlativo el vínculo de las fatales con los espejos, gracias
a que la confrontación final tiene lugar en una casa de los espejos, siendo
recordada como una de las escenas más trascendentes de la historia del
séptimo arte.
En el cine negro, la fatalidad femenina dejó de ser un elemento exótico que se encontraría, en mayor medida, en inusuales entornos o bajo las
luces de un cabaret o escenario. Las fatales se nacionalizaron, abandonaron
la tradición en la cual debían ser un elemento exógeno que ha ingresado a
una comunidad para contaminar y corromper a sus residentes. Ahora, en el
noir, la femme fatale puede provenir del mismo seno doméstico, a manera
de una esposa insatisfecha e infeliz con la vida conyugal y que ansía poseer
algo más de lo social y patriarcalmente aceptado para ella.
La fatalidad criminal
Otro de los ámbitos en los que se desenvolvió el arquetipo durante los años
del imperio del cine negro fue la vida criminal. Ya sea como estafadoras,
suplantadoras, bandidas o prófugas de la justicia, las fatales encontraron en
la fechoría un nicho altamente rentable en el cual podían hacer uso de su
inteligencia, manipulación y seducción para apropiarse de valiosos objetos
y grandes fortunas.
Esta ruta seguida por varias de las femmes fatales del noir estuvo
presente en el filme considerado por varios especialistas como la obra
fundacional del género: El halcón maltés (
, John Huston,
1941). El arquetipo es encarnado por el personaje de Brigid O’Shaughnessy
(Mary Astor), una mujer que involucra al detective Sam Spade (Humphrey
237
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Bogart) en la búsqueda de una valiosa estatua de un halcón. En este caso,
Brigid se presenta al protagonista de la cinta como una persona de bajo
perfil que intenta pasar desapercibida o ser considerada inofensiva. Para
ello, la fatal porta una máscara de mujer desamparada, vulnerable, envuelta
en una profunda soledad y que teme por su vida a causa de los otros individuos que también se encuentran detrás de la estatua. En síntesis, Brigid se
muestra ante el detective como una damisela en peligro y con un cúmulo
de cualidades que podrían ser consideradas la antítesis de una fatal.
Sin embargo, una vez que Spade la desenmascara, se revela su fatalidad
y maldad, al descubrirse que asesinó a su socio durante la búsqueda del
codiciado objeto. Detrás de la mujer que se victimizó para causar lástima y
pasar desapercibida, había una inteligente manipuladora capaz de asesinar
en aras de hacerse de una gran fortuna. Se trata de un personaje que posee
agencia —manteniéndola oculta y reservándola para situaciones extraordinarias— y maldad. Es la encargada de manejar los hilos de la narración desde su
silencioso y engañoso personaje, siendo, prácticamente, la mente maestra
detrás de la búsqueda del halcón. La política del castigo se ciñe sobre ella
tras ser entregada por Spade a las autoridades, sugiriéndose que, en caso
de no ser condenada a muerte, permanecerá en prisión por varias décadas.
Una femme fatale que contrasta fuertemente con la del El halcón maltés
es la encarnada por Ann Savage en la cinta
(
,
Edgar G. Ulmer, 1945). La trama,
, narra la historia de Al Roberts
(Tom Neal), un autoestopista que busca reunirse con su novia. En el trayecto
conoce a Charles Haskell (Edmund MacDonald), un hombre que se ofrece a
llevarlo en su vehículo; durante el recorrido, Al descubre que el conductor
tiene varios rasguños y los atribuye a una mujer. El hombre sufre un ataque
y fallece por causas naturales. El protagonista, temiendo ser culpado de
la muerte de Charles, toma el automóvil y se hace pasar por el fallecido.
En el camino se encuentra con la enigmática Vera, a quien accede a llevar
consigo para luego enterarse de que es la misma mujer que había tenido
dificultades con Charles, lo cual dará inicio a una serie de conflictos entre
los personajes principales.
Vera, quien no posee un trasfondo o pasado certero, se caracteriza
por ser una mujer ruda, severa, cortante, misteriosa y violenta. A diferencia
de otras fatales, Vera no porta ninguna máscara, sino que se muestra a los
varones tal cual es. Su gran inteligencia se aprecia en el hecho de que,
de manera inmediata, fue capaz de reconocer el vehículo en el que viajó
238
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
con Haskell y así suponer que Al se había librado del antiguo propietario
usurpando su identidad. Vera se aprovecha del nerviosismo, inestabilidad
e inexperiencia del personaje masculino para beneficiarse de la situación.
En la cinta de Ulmer se explora el control que la femme fatale ejerce sobre el
varón, al doblegarlo y convertirlo en un subordinado a su servicio. Además
de controlar a Al, debido a la información que conoce acerca del dueño del
vehículo, se presenta la oportunidad de obtener un provecho económico
gracias a la usurpación de identidad. Los protagonistas se enteran de que
ha fallecido el millonario padre de Haskell, por lo que se busca a su hijo
para que cobre la copiosa herencia. Vera se impone para que Al se decida
a presentarse como el vástago desaparecido y así hacerse con el dinero.
En
no se profundiza en el origen de la mujer fatal
ni en el porqué de su comportamiento ni en el conflicto que tuvo con Haskell;
toda esta información se ignora, pero le genera al personaje femenino un
halo de incertidumbre y misterio que caracteriza a muchas de las fatales
del noir y de representaciones posteriores, donde se desconoce de dónde
surgieron y qué motivó su fatalidad. Como sugiere el mismo título con el
cual se le conoció en México, Vera podría considerarse un giro del destino
que se encargaría de “ajusticiar” a Al por haber usurpado la identidad del
difunto Haskell y no haber notificado de su muerte a las autoridades. Lo
azaroso de la situación se manifiesta en el simple hecho de que de todas
las personas a quienes pudo haber aceptado Al en su camino, terminó
ayudando a la única que fue capaz de reconocer el automóvil y asociarlo
con su antiguo propietario.
El destino y la política del castigo no tardan en arruinar los planes de
los protagonistas para cobrar la herencia que le corresponde a Haskell. Vera
es asesinada accidentalmente por Al, lo cual supone una gran complicación
para la vida del protagonista. Aunque él no mató a Haskell, ahora ya podría
ser juzgado por la muerte de Vera ante la imposibilidad de demostrar que,
en realidad, se trató de un mero accidente. El pernicioso desenlace a la línea
narrativa de Al se vaticinó desde el inicio de la cinta en una conversación
entre Haskell y él, donde critican de forma misógina a las mujeres y mencionan que “el animal más peligroso es la mujer”.16
Otro filme que presenta al varón completamente doblegado y nulificado bajo la sombra de la femme fatale es Mala mujer (Scarlet Street, Fritz
16
(Edgar G. Ulmer, 1945).
239
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Lang, 1945). En esta cinta protagonizada por Edward G. Robinson y Joan
Bennett se narra la historia de Christopher Cross (Robinson), un empleado de
mediana edad que trabaja en un banco y que cae rendido ante los encantos
de una atractiva mujer, Kitty March (Bennett), tras un fortuito encuentro. Ésta
comienza a aprovecharse del hombre y lo explota económicamente con la
guía y consejo de su amante Johnny (Dan Duryea).
Ante todo, Kitty March es presentada como una mujer capaz de sacar
provecho de cualquier hombre, gracias a su seducción e inteligencia. La
protagonista sostiene un inestable noviazgo con Johnny, quien disfruta de
lo que Kitty consigue a través de sus conquistas. Al inicio de la película, la
fatal no pierde tiempo en fijar su atención en Christopher, considerándolo
una potencial víctima de su seducción. El modus operandi de la fatal recupera el proceso de victimización que ha caracterizado al arquetipo en el cine
negro, mediante el cual consigue que el seducido le proporcione grandes
cantidades de dinero y le rente un departamento para ella sola, a cambio de
su compañía y de la promesa de casarse con él una vez que Chris se haya
divorciado de su actual esposa.
En este punto es preciso profundizar en las características del protagonista masculino. Se trata de un hombre nulificado, de bajo perfil y oprimido
por las mujeres, lo cual lo convierte en el objetivo perfecto de la fatal. Esta
situación se aprecia en el mismo entorno doméstico de Chris, quien es el
segundo esposo de una altanera mujer que perdió a su primer cónyuge en la
guerra y que lo insulta, maltrata y humilla de forma constante, comparándolo
con su anterior marido, dándole a entender que jamás podrá ser como él.
Asimismo, critica el hecho de que Chris tenga como pasatiempo la pintura,
considerándola una completa pérdida de tiempo que no representa ningún
beneficio económico para el hogar. Cansado de esta dinámica, pero temeroso de abandonar a su esposa, el protagonista ve en su affaire con Kitty
una válvula de escape a este tenso matrimonio, creyendo que esta joven
mujer sí lo comprende y valora en realidad.
Empero, Chris se encuentra envuelto en una dinámica de abuso y dominación más lucrativa al lado de Kitty, sólo que no se percata de ello gracias
a que la fatal lo ha convencido de que realmente lo aprecia y ama. Incluso,
podría entenderse que el mismo deseo de Chris de sentirse mínimamente
valorado lo hace depositar su confianza ciega en la mujer. Bajo la red de
Kitty, el protagonista roba dinero del banco en donde trabaja con el fin de
240
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
solventar los caprichos de su amante, y al mismo tiempo le permite presentarse como la pintora de sus cuadros para obtener mayores ingresos por su
venta. Esto último lleva a un grado superlativo la nulificación masculina por
parte de la fatal, al ser capaz de borrar todo vestigio de su existencia y al no
darle el crédito que merece como autor de las obras pictóricas.
El destino —nuevamente jugando un papel fundamental— se encarga
de liberar a Chris de su matrimonio gracias a la inesperada reaparición del
primer esposo de su mujer, quedando disponible para formalizar su relación
con Kitty. Sin embargo, cuando llega al departamento descubre que la fatal
le es infiel con Johnny, lo cual lo hace despertar del eterno letargo en el que
había vivido y confronta a Kitty, quien abandona la máscara bajo la que se
había ocultado y revela sus verdaderos sentimientos hacia Chris:
Chris: Me mentiste, Kitty. Era él, ¿verdad? [refiriéndose a Johnny].
Kitty: ¿Tengo yo la culpa de estar enamorada?
Chris: No, sólo crees estarlo. No puedes querer a alguien como ese
Johnny. Es malo. Te tiene dominada, ¿no? Deseaba matarlo. Y eso es
horrible.
Kitty: ¿A qué has venido?
Chris: A pedirte que nos casemos.
Kitty: ¿Y tu mujer?
Chris: Ya no tengo esposa, eso acabó.
Kitty: Por Dios…
Chris: Su marido ha vuelto, soy libre. Vamos, no llores, Kitty. Sé lo que
siente, pero olvídalo. Todos cometemos errores, no importa lo que
pasó. Ya puedo casarme contigo. Quiero que seas mi esposa. Nos
iremos los dos juntos muy lejos de aquí. A donde puedas olvidar a
ese hombre. No llores, Kitty. Por favor, no llores.
Kitty: No estoy llorando, imbécil. Me río.
Chris: Kitty…
Kitty: Eres un infeliz, ¿cómo se puede ser tan tonto? He querido reírme
en tu cara desde que te conocí. Eres feo y viejo. Y estoy harta de ti.
¡Harta, harta, harta!
Chris: Kitty, te lo suplico.
241
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Kitty: ¿Tú matar a Johnny? Me gustaría que lo intentaras. Te rompería
todos los huesos, él sí es un hombre. ¿Tú te quieres casar conmigo?
¿Tú? ¡Fuera de aquí, fuera!17
Acto seguido, Chris se arma de valor y termina con la vida de Kitty
apuñalándola con un picahielos. Sin embargo, la muerte de la fatal no significa el fin de su influencia sobre el protagonista. Éste pierde su trabajo al
descubrirse el robo que cometió en el banco, no puede regresar a su casa
debido al retorno del primer esposo de su mujer, falla al intentar suicidarse
y termina vagando en las calles en un estado muy cercano a la locura. El
poder de Kitty sobre él y la forma en que ésta se metió en su vida conduciéndolo a la ruina, se presenta visualmente en los últimos encuadres de la
cinta, donde Chris, deambulando por las calles, encuentra en un aparador
el retrato que le hizo a la fatal, como si se tratara de un didáctico recordatorio —al protagonista y al espectador mismo— de qué fue lo que lo llevó a
la decadencia absoluta.
En el personaje de Kitty March se aprecia un modelo similar al del caso
de X27 y Mata Hari en los filmes del Precódigo, donde la fatalidad femenina es
utilizada por los varones en beneficio propio. En Mala mujer, este empleo del
personaje femenino se da por parte de Johnny, quien aconseja y convence
a Kitty de intercambiar su compañía y supuesto afecto a Chris por el dinero
que juntos disfrutarán. Es así como la femme fatale explota al protagonista,
al mismo tiempo que ella está siendo explotada y cosificada por otro varón.
La película de Fritz Lang maneja una construcción visual que refuerza
tanto la insignificancia de Christopher Cross como el poder y control que
Kitty March ejerce sobre él, a través de la conformación de los encuadres y
la selección de los ángulos de la cámara. De igual manera están presentes
los espejos, el cigarro, la vestimenta predominantemente oscura y el actuar
nocturno de la femme fatale, que han distinguido al arquetipo hasta este
momento de la historia del cine.
17
Mala mujer (Fritz Lang, 1945).
242
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Joan Bennett en Mala mujer (Fritz Lang, 1945).
Por ahora, en este apartado se ha expuesto el caso de mujeres fatales
que incursionan en la vida del crimen y la estafa en aras de obtener grandes
beneficios económicos. Sin embargo, en otro bloque importante de filmes, la
fatal comienza a formar parte activa de grupos criminales, al ser presentada,
casi siempre, como la amante del líder de estas cuadrillas. Como se verá en
los siguientes párrafos, la femme fatale se sitúa en un punto estratégico para
usar sus poderes y aprovecharse de los varones que operan bajo su hechizo.
Uno de los casos más representativos es el de la película
mortal (
, Jacques Tourneur, 1947). El arquetipo de la fatal
recae en Kathie Moffat (Jane Greer), una llamativa mujer que se involucró
con el líder criminal Whit Sterling (Kirk Douglas), a quien hirió y robó una
importante suma de dinero antes de escapar del país. Para localizarla, el
cabecilla del grupo contrata los servicios del detective Jeff Markham (Robert
Mitchum), quien da con ella en Acapulco. No obstante, la fatal utiliza sus
encantos para seducir y convencer a Jeff de que no la entregue a Whit, lo
cual traerá enormes y funestas consecuencias en la vida del protagonista.
Kathie no se presenta ante los demás como una víctima ni como una
mujer inocente, sino que destaca su fuerte carácter; además, sus ágiles y
mordaces respuestas la llevan a ser quien domine verbalmente las interacciones con los personajes masculinos. Al igual que otras fatales del noir,
reserva su agencia para momentos cruciales y en los que se siente amenazada, siendo capaz de herir y asesinar, buscando salir bien librada de un
problema. Asimismo, es una mujer que no se permite enamorarse —sólo lo
243
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
simula como parte de sus planes— y que se muestra dispuesta a inclinarse
por el mejor postor o de quien pueda obtener mayores beneficios. Como
bien lo menciona Jeff en un punto de la diégesis: “Eres como una hoja que
el viento lleva de un canal a otro”.18
La consideración de la mujer fatal como la portadora del mal y del
infortunio para aquellos que la rodean se expone con gran fuerza en la
segunda parte de la película. Jeff, habiendo iniciado una nueva vida en un
pequeño poblado, apartado de todo lo ocurrido tiempo atrás, se ve obligado a enfrentar de nuevo a Kathie cuando ésta regresa súbitamente del
pasado —como bien sugiere el título original del filme—, para atormentarlo y
como parte de la vendetta de Whit hacia Jeff. Esto llega a su máxima expresión durante el clímax de la película, en donde la fatal es quien termina con
la vida de los protagonistas masculinos y muere al enfrentarse a la policía.
El largometraje de Tourneur muestra a otro personaje femenino que
contrasta fuertemente con Kathie: Ann Miller (Virginia Huston), la nueva
pareja de Jeff. Si bien ambas mujeres no interactúan entre sí, son vistas
como la cara opuesta de la moneda tanto en su modo de actuar como en
su misma caracterización, apreciándose de esta forma la dicotomía virgenprostituta ya explorada en casos anteriores.
En este punto es preciso prestar atención a otro elemento que se
sumó al arquetipo de la femme fatale en la época de dominio del cine
negro. En la mayoría de los filmes en donde la fatal figura entre los papeles protagónicos, es posible identificar esquemas no convencionales del
tiempo cinematográfico; es decir, la utilización de tiempos trastocados o
no lineales, mediante la continua aparición de flashbacks o flashforwards, lo
que añade mayor complejidad al relato fílmico. A pesar de que esto puede
considerarse una característica más del film noir, el empleo de narraciones
temporales no lineales ha acompañado a la mujer fatal desde este momento
de la historia del cine hasta sus representaciones más recientes, pudiendo
comprender este vínculo entre el manejo del tiempo y el arquetipo como
una manifestación narrativa de su complejidad interna. Este fenómeno se
aprecia, en los filmes ya revisados, en
—donde se observa la
relación de Walter con Phyllis a través de varios flashbacks— y en
mortal —donde prácticamente la mitad del metraje consiste en un flashback
sobre lo que vivió Jeff al lado de Kathie tras encontrarla en México—.
18
(Jacques Tourneur, 1947).
244
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Dos casos muy similares al de Kathie Moffat se hallan en las cintas Los
asesinos (
, Robert Siodmak, 1946) y Sin ley y sin alma (
,
Robert Siodmak, 1949). En ellas, las fatales encarnadas por Ava Gardner e
Yvonne De Carlo, respectivamente, ocupan el puesto de la amante del líder
criminal, seducen al protagonista masculino apartándolo de la “buena mujer”,
siembran la discordia entre los miembros de la banda y proceden a traicionar
a todos buscando quedarse con gran parte del botín o salir bien libradas
cuando la situación se complica. Este modus operandi deja muy claro que la
femme fatale únicamente vela por sus intereses, sin importarle el devenir de
otros individuos, quienes son vistos como el medio para alcanzar lo deseado.
Para concluir este apartado, es necesario abordar un caso donde la
fatalidad doméstica se fusiona y conecta con el mundo del crimen, y que se
desarrolla en la película
(
, Stanley Kubrick, 1956).
El arquetipo se posa sobre el personaje de Sherry Peatty (Marie Windsor), una
autoritaria esposa que nulifica y maltrata a su marido George (Elisha Cook),
a quien le reprocha su mediocridad y no haber logrado hacer, realmente,
nada productivo de su vida. Sherry es una mujer ambiciosa que contrajo
matrimonio con George bajo la promesa de que pronto tendrían grandes
cantidades de dinero, autos y una vida de lujos, lo cual no se ha cumplido,
convirtiéndola en una mujer infeliz que desprecia a su marido. Como acto
de rebeldía ante la apatía y conformismo de George, Sherry se ha negado
a continuar desempeñando las labores de ama de casa. En los diálogos,
Johnny Clay (Sterling Hayden) la define como un ser que tiene “un gran signo
de dólar donde las mujeres llevan el corazón”,19 frase donde queda claro en
qué punto de la dicotomía de mujeres se sitúa el personaje.
Sherry ve la oportunidad de escapar de su matrimonio y de hacerse
con una gran fortuna cuando consigue que George le dé los detalles del
gran asalto al hipódromo que él está planeando junto con un grupo de criminales. Buscando aprovecharse de la ingenuidad de su esposo, se reúne con
su amante Val Cannon (Vince Edwards) y juntos acuerdan robarle el dinero
a la banda de George una vez cometido el atraco; esto lo logra a través de
la seducción y de la promesa de que se escapará con él dejando atrás a su
cónyuge. Empero, ante la complicación del gran robo, George descubre el
plan y la traición de Sherry, lo que lo lleva a encararla —como ocurrió en el
caso de Mala mujer— y a asesinarla.
19
(Stanley Kubrick, 1956).
245
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
En este sucinto recorrido por los casos más icónicos y trascendentes
de las mujeres fatales del cine negro vinculadas con el mundo del crimen,
se ha podido constatar los ambiciosos móviles que llevan a los personajes
femeninos a usar su inteligencia y poderes de seducción y manipulación para
envolver a los demás implicados en los golpes. En cierto modo, la femme fatale
termina constituyéndose en el “cerebro” de las operaciones o guardando un
as bajo la manga para traicionar a los demás y ser la única beneficiada. Ante
todo, se exalta la superioridad mental del arquetipo respecto a los varones,
quienes acaban siendo meras herramientas de estas hábiles féminas.
La fatal que nunca estuvo
Hasta el momento se han expuesto en este capítulo los casos de varias
mujeres fatales cuya seducción, manipulación, traición, infidelidad, criminalidad y maldad se presentan de manera directa al espectador a lo largo
de la diégesis, sin que quede ninguna duda de su fatalidad. Ahora este
apartado se centra en el estudio de dos filmes cuyas tramas incluyen a un
personaje femenino que puede ser encasillado bajo el arquetipo, a pesar de
que no aparece en la cinta de manera física. Es importante mencionar que
la construcción de la fatalidad de ambas mujeres pone en práctica diversas
dinámicas narrativas, donde el punto de vista de los personajes —de los
varones, sobre todo— juega un papel relevante.
El primero de estos casos se encuentra en la película Rebeca, una
mujer inolvidable (Rebecca, Alfred Hitchcock, 1940). Cabe señalar que esta
cinta no puede encasillarse por completo en un género cinematográfico
específico, ya que hay elementos distintivos del melodrama, del terror-horror
y del mismo cine negro que se desarrollaría con gran fuerza a lo largo de la
década de 1940 y la siguiente. Se estudia el contenido de esta película en
el presente capítulo porque la femme fatale bosquejada en Rebeca guarda
múltiples similitudes con las peculiaridades del arquetipo en el film noir.
La cinta de Alfred Hitchcock narra en su primera parte el romance entre
la protagonista (Joan Fontaine) y Maxim de Winter (Laurence Olivier), un
hombre que recientemente ha perdido a su esposa Rebecca. Tras contraer
matrimonio, la nueva señora de Winter debe hacer frente a la memoria de
la primera mujer, mientras se acostumbra a una vida lujosa en la residencia
de su marido.
246
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
El arquetipo de la femme fatale puede ser situado e identificado en el
personaje de Rebecca, quien en ningún momento aparece en el encuadre.
Según se explica al inicio de la cinta, la mujer falleció en el hundimiento de
un navío de su propiedad. A pesar de su muerte, en Manderley —nombre que
recibe la residencia donde se desarrolla la acción— la memoria de Rebecca
continúa presente y atormentando a los habitantes del lugar. Esta mujer se
manifiesta a través de constantes menciones por parte de los personajes, así
como por varios retratos suyos que siguen adornando las paredes y los objetos que otrora fueron utilizados por la primera señora de Winter. Empero, las
acciones realizadas por Rebecca en vida aún continúan vigentes y afectando
a los demás, lo cual demuestra a la perfección que aunque las mujeres fatales
hayan desaparecido o fallecido, siguen siendo las encargadas de manejar los
hilos del relato cinematográfico. Con base en esta lógica, podría considerársele
como una antagonista invisible a la cual es imposible confrontar directamente.
En los diálogos, Rebecca es descrita como una mujer imponente,
inteligente y refinada, capaz de cautivar y hechizar a todos con los que llegó
a interactuar. Su poder fue tal que éste perdura tras su fallecimiento y termina
dominando, incluso, a quienes no la conocieron en vida, siendo ésta la situación de la protagonista. El personaje encarnado por Joan Fontaine queda
nulificado y oprimido por el fantasma-memoria de Rebecca, al considerar
que no es capaz de llenar el vacío dejado por la primera señora de Winter y
comparándose constantemente con el recuerdo de la difunta. El bajo perfil
y la insignificancia en la cual se encuentra hundida la recién llegada a causa
de lo que ha escuchado de Rebecca, se refleja en el hecho de no poseer un
nombre en la historia, pese a ocupar el papel protagónico. Mientras que la
finada Rebecca da título al filme, la protagonista permanece bajo su sombra
y en el total anonimato.
La tensión se agrava considerablemente para el matrimonio de Winter
después de que un accidente náutico descubre el navío donde yace el
cadáver de Rebecca, a pesar de que Maxim ya había identificado antes un
cuerpo como el de su difunta esposa, lo cual desencadena la reapertura del
caso en torno a lo ocurrido y la posición del marido como sospechoso. En
una discusión que Maxim sostiene con la protagonista, le confiesa que en
realidad odiaba a Rebecca. La fatal sólo se había casado con él por su fortuna, cuestión que ella misma le reveló a los pocos días de contraer nupcias.
Se sugiere que Rebecca se mostró tal cual era, sin la máscara con la que lo
sedujo previo a la boda, y lo puso en una encrucijada donde un divorcio
247
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
significaría un gran desprestigio para el apellido de Winter. En cambio, si
Maxim la aceptaba tal cual era, ella le prometió continuar presentándose a
sí misma como una mujer ejemplar y digna de admiración. De esta forma,
el hombre quedó atado a un matrimonio infeliz donde tuvo que tolerar los
“peculiares afectos” de su esposa y su infidelidad. Es evidente que esta
femme fatale estructuró este complejo plan para disfrutar de la fortuna de
Maxim y al mismo tiempo continuar teniendo su libertad, burlándose de
la ingenuidad de su cónyuge. Como bien lo menciona la señora Danvers
(Judith Anderson) en uno de los diálogos: “Ella tenía derecho a divertirse,
¿no? El amor era un juego para ella. Sólo eso. Y la hacía reír, se lo aseguro.
Se sentaba y se moría de risa de todos ustedes”.20
El plan de Rebecca tomó un rumbo diferente en sus últimos días. Al
descubrir que estaba gravemente enferma y que pronto moriría, se dispuso
a hundir por completo la vida de Maxim al intentar provocarlo —fingiendo
un embarazo— para que él la matara. Sin embargo, la mujer fallece accidentalmente y su marido se ve obligado a simular un naufragio para no ser
considerado el culpable. En este cambio de estrategia de la fatal, además
de una gran maldad, se observa el deseo de querer arruinar a Maxim. Si el
destino ya le había dictado una cruenta sentencia con la enfermedad terminal, ella se aseguraría de que su esposo no pudiera encontrar la felicidad
al lado de otra mujer tras su inminente deceso. Pese a este “retorno” de la
tumba por parte de Rebecca, la pareja protagónica logra salir bien librada
de la situación, siendo derrotada finalmente.
Por otra parte, la orientación sexual de Rebecca presenta ciertas
variaciones al esquema predominante, hasta el momento, del arquetipo.
Gracias a las sutiles insinuaciones de la señora Danvers y al mismo subtexto
del filme, se sugiere que la femme fatale era lesbiana o bisexual. Cuando
Maxim le confiesa a su nueva esposa su odio por Rebecca, también le dice
que ésta, días después de su boda, le reveló algunos desagradables detalles
acerca de ella, que él jamás repetiría a nadie más. De esta forma, puede
aventurarse que uno de estos secretos era una orientación sexual ajena a la
heterosexualidad. El mismo diálogo de Danvers presentado párrafos atrás
sugiere que Rebecca nunca amó en realidad y que se burlaba de todos,
pudiendo considerar estas palabras y la misma expresión del ama de llaves
como un acto de complicidad lesbiana con la fallecida.
20
Rebeca, una mujer inolvidable (Alfred Hitchcok, 1940).
248
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Siguiendo con este hilo, en el filme hay numerosas insinuaciones
—sutiles gracias a que la cinta debía ser aprobada por el Código de Producción— sobre la existencia de una relación entre Rebecca y la Danvers. En varias
ocasiones se menciona que ambas eran muy íntimas y que pasaban gran
parte del tiempo juntas. La escena que quizá expone con mayor claridad
este subtexto lésbico tiene lugar en la alcoba otrora ocupada por Rebecca.
Con ávida curiosidad, la protagonista se pasea al lado del ama de llaves
por la habitación, contemplando la ropa y utensilios de la primera señora
de Winter. La excitación de Danvers llega a su máximo cuando le muestra
a la joven mujer una de las prendas utilizadas por la difunta, destacando
que la tela era tan delgada que su mano se transparenta por completo,
quedando muy evidente que disfrutaba contemplar el cuerpo de Rebecca,
prácticamente desnudo, bajo esa fina tela.
Para reforzar la hipótesis de este muy posible affaire entre Rebecca y
Danvers, está la profunda enemistad que desarrolló el ama de llaves hacia
la nueva señora de Winter, viéndola como una usurpadora e indigna de
ocupar el puesto de su amada. De igual modo, se le puede considerar la
cómplice de los planes de Rebecca, incluso al grado de que, una vez derrotado definitivamente el fantasma de la primera esposa de Maxim, procede
a incendiar Manderley y a quitarse la vida en el lugar, incapaz de concebir
una existencia sin ella.
Pasando al campo técnico, es posible hablar de una representación de
la femme fatale pese a que ésta no figura visualmente en la cinta de Alfred
Hitchcock. Esto se logra gracias a la simulación de la presencia de Rebecca
a través del manejo del punto de vista y del mismo desplazamiento de la
cámara. En este sentido, la cámara emula, a manera de lo que sería una
toma subjetiva, la presencia de la fallecida durante la escena donde Maxim
le confiesa a su nueva esposa lo que ocurrió en realidad con Rebecca. Por
otra parte, el énfasis constante en los retratos de la fatal y en sus objetos
personales dentro del encuadre contribuye a mantener presente, invisible
pero presente, la memoria de esta femme fatale.
En síntesis, se puede considerar a Rebeca un filme que aporta significativamente a la construcción del arquetipo en el cine con una mujer fatal ya
fallecida que en ningún momento aparece en pantalla, pero cuyos alcances
y poderes continúan afectando a los demás. A la par, la cinta se atreve a
recuperar el subtexto lésbico o bisexual asociado al personaje, constituyendo
así un importante antecedente para representaciones posteriores de la fatal
249
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
cuya orientación sexual se aparta de la heterosexualidad convencionalizada,
pudiendo ser vista como una manifestación más de la complejidad y ambigüedad afectiva del arquetipo.
Una construcción diferente de la fatalidad femenina se muestra en Laura
(Otto Preminger, 1944). La cinta se centra en la investigación del detective
Mark McPherson (Dana Andrews) en torno al asesinato de Laura Hunt (Gene
Tierney), partiendo, primordialmente, de las palabras y de las experiencias
de quienes compartieron con ella sus últimos días. En primera instancia, se
presenta un esquema similar al de Rebeca, donde la mujer “fallecida” es la
encargada de conducir el relato y de despertar las pasiones de varios de
los personajes con quienes convivió. Sin embargo, Laura sí aparece en la
parte inicial de la película dentro de varios flashbacks y, posteriormente, se
revela que en realidad está viva, y que el cadáver encontrado y desfigurado
por el disparo de una escopeta pertenece a otra mujer.
En el personaje de Laura se aprecia una dinámica interesante alrededor de su fatalización y enmarcación dentro del arquetipo. Numerosas
investigaciones —realizadas tanto por hombres como por mujeres—, sitios
web, clasificaciones y listados de filmes, tienden a posicionarla como una
de las femmes fatales más importantes de la historia del cine. Sin embargo,
en Laura están ausentes varios de los elementos constitutivos de las fatales,
como la seducción, el engaño, la traición y la utilización de los otros personajes para obtener un provecho personal. En cambio, se presenta a una
protagonista que ha logrado ocupar un alto puesto en la empresa donde
trabaja y llevar una vida con una buena posición económica, gracias a su
propio esfuerzo y dedicación. Podría decirse que el caso expuesto en la
cinta se parece, ligeramente, al presentado en
(estudiado en el capítulo previo). Tomando en cuenta estas ideas, ¿por qué se ha considerado
a Laura una mujer fatal?
La fatalización de la protagonista de la película de Preminger se halla
en dos niveles: el diegético (lo que ocurre dentro de la trama) y el extradiegético (la forma en que se promocionó la cinta, cómo han interpretado
al personaje los espectadores, la crítica y los investigadores). Respecto al
primer nivel, Laura es fatalizada por los personajes masculinos que están
involucrados en la investigación de su supuesta muerte. Éstos le cuentan al
detective McPherson acerca de varios momentos que vivieron al lado de la
mujer, coincidiendo todos en que era cautivadora y que despertó el interés
de muchos hombres.
250
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
En Laura se manifiesta la idea del hechizo que se posa sobre el personaje femenino, ocasionando que los varones cercanos caigan rendidos a
sus pies; sin embargo, ella no es consciente de este poder y tampoco intenta
obtener provecho alguno de la situación. Contrario al comportamiento de
las fatales, Laura cree firmemente en la importancia de su trabajo y esfuerzo
personal para salir adelante. Entre la lista de hombres que se han prendado
de ella figuran tres, cuya relación con Laura se desarrolla en la diégesis:
1) Shelby Carpenter (Vincent Price), quien era el prometido de Laura antes
de que éste le fuera infiel; 2) Waldo Lydecker (Clifton Webb), un excéntrico
hombre que, en cierto modo, “adopta” a la protagonista intentando refinarla, introducirla en la alta sociedad y “domesticarla”, con el fin de reservarla
para sí mismo; 3) el propio detective McPherson, quien se ha obsesionado
y enamorado del fantasma —cuando aún la creía muerta— de la mujer a la
que sólo conoce a través de la perspectiva de los otros varones. En este
punto se puede apreciar que el hechizo de Laura es capaz de superar las
barreras de la distancia, ya que el detective jamás la ha visto en persona.
La obsesión que genera Laura en los personajes masculinos llega al
extremo de conducirlos a un estado cercano a la locura, lo cual se observa
en el caso de Lydecker tras el retorno de la protagonista de un viaje de unos
cuantos días. Este hombre, celando en demasía a la mujer y con la idea de que
no será de nadie si no es suya, intenta asesinarla, pero es detenido y herido
de muerte por la policía antes de poder cometer el crimen. Previamente, en
la película se había expuesto el hecho de que Lydecker intentó controlar
con quiénes se relacionaba Laura, usando sus contactos y la columna que
publicaba para mantenerlos al margen.
La fatalización extradiegética de Laura se desprende, en gran medida, de que el espectador conoce a la protagonista a través de la mirada y
perspectiva de los personajes con los que se relacionó; es decir, desde una
mirada enteramente masculina. Asimismo, el hecho de que Laura sea una
mujer trabajadora, inteligente, con iniciativa y que no tiene como principal
objetivo en la vida casarse y formar una familia, la lleva a ser considerada
una fémina que se aparta de los roles de género convencionales velados
por el patriarcado.
Laura, al igual que Rebecca, goza de presencia visual en la película
de Preminger a pesar de no encontrarse físicamente en el encuadre. Esto
se logra a través de la importancia que tiene el retrato del personaje encarnado por Tierney para todos los demás, ocupando el puesto primordial
251
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
del departamento de la mujer y convirtiéndose en el centro de las miradas
cuando se reconstruye su vida. Incluso, podría considerarse al sitio donde
se ubica el cuadro como un altar, convirtiendo a Laura en alguien digno de
ser adorado o venerado por los demás.
Tanto Rebeca como Laura son dos películas que exploran la fatalidad
femenina desde diferentes perspectivas, pero que tienen en común el hecho
de que el arquetipo de la femme fatale se posa sobre un personaje que,
por diversas circunstancias, no está presente cuando se desarrolla la acción.
De este modo, se erige una fatalidad que se mantiene viva a partir de los
recuerdos y memorias de quienes conocieron al personaje femenino, y que
es capaz de subsistir a la ausencia física de estas mujeres.
La fatal que no lo fue
En el cine negro es posible identificar otra dinámica en torno a la fatalización femenina, que se basa en recuperar la parafernalia visual y narrativa
propia del arquetipo en determinado personaje y luego abandonarla en un
momento particular de la trama. En otras palabras, se introduce al personaje
femenino bajo el esquema que ha acompañado a las fatales —vestimenta
oscura y provocativa, el cigarro, una primera aparición sublime o majestuosa,
espejos, gran agilidad verbal, ausencia de un pasado certero o la insurrección ante los varones—, sugiriendo que se trata, realmente, de una femme
fatale; sin embargo, con el desarrollo de la trama y la profundización en su
respectivo paradigma, se revela que esta fémina no es malvada ni una mujer
fatal, llegando en ocasiones a ser una víctima de otros personajes. Asimismo,
esta fatalización de un personaje que no pertenece al arquetipo expone la
misoginia que rodea a la fatal, bajo la lógica de que cualquier mujer que
se vista de determinada forma o actúe fuera de los roles convencionales
custodiados por el patriarcado será considerada, de manera automática, una
femme fatale y, por lo tanto, una mujer peligrosa de la cual hay que cuidarse.
Un caso paradigmático de esta situación se expone con lujo de detalles
en
(Charles Vidor, 1946), protagonizada por Rita Hayworth, Glenn Ford
y George Macready. Este filme, al igual que Laura, ha sido reconocido —por
la crítica y algunas investigaciones— por poseer entre sus personajes a una
de las fatales más trascendentes de la historia del séptimo arte; sin embargo,
252
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
como se demostrará párrafos más adelante, siguiendo la idea planteada al
inicio de este apartado, Gilda difícilmente puede encasillarse por completo
en el sello del arquetipo.
La trama se desarrolla en un casino en Argentina, el cual es operado
por Ballin Mundson (Macready) y en donde también se llevan a cabo actos
ilícitos. El hombre rescata a Johnny Farrell (Ford) de un intento de asalto y lo
convierte en uno de sus empleados de confianza para administrar el lugar.
Entre ambos personajes se construye una íntima relación, con notorios
subtextos homosexuales. La estabilidad del casino y de los dos varones se
quiebra con la llegada de Gilda (Hayworth), una mujer a la que Ballin conoció
en un viaje y con quien se ha casado. Esta situación marca el inicio de una
guerra de poder entre Johnny y Gilda, quienes parecieran estar compitiendo entre sí por las atenciones de Mundson.21 Siguiendo esta lógica, Johnny
siente profundos celos por la llegada de la mujer, pensando que dejará de
ocupar el puesto privilegiado al lado de su jefe.
Ballin, por su parte, no le profesa gran afecto a ninguno de los dos,
y disfruta únicamente del avasallamiento y la obediencia de ambos; así, el
jefe del casino los cosifica al verlos como simples herramientas a su servicio.
Respecto a Gilda, considera que la ha comprado, como si se tratara sólo de
una esposa trofeo o, profundizando en el subtexto homosexual, un recurso
para apartarse de los rumores en torno a su orientación sexual.
En cuanto a Gilda, se trata de una mujer que se casó con Ballin únicamente por su dinero, no porque lo amara en realidad. La protagonista de la
película de Vidor se distingue por tener un espíritu libre que disfruta divertirse
y coquetear, por lo que no tarda en sentir las ataduras y los límites que el
matrimonio con Ballin trae consigo. Johnny, buscando proteger a su jefe y
evitar que Gilda se burle de él, adquiere el papel de custodio de la mujer,
comenzando a vigilarla y controlarla excesivamente, impidiendo que baile
o entable conversación con los clientes del casino. El personaje encarnado
por Ford se ha autonombrado el protector de la honra de Ballin, lo cual
despierta una gran enemistad entre él y la esposa de su jefe.
El agobiante dominio de Johnny sobre Gilda se intensifica tras la
desaparición de Ballin en un accidente —derivado de los actos ilícitos que
se cometían en el casino—, en el cual se le supone muerto. El protagonista
Al mismo tiempo se sugiere que Gilda y Johnny ya se conocían previamente y que
habían tenido ciertas fricciones en el pasado.
21
253
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
se casa con Gilda y busca lograr lo que su jefe no pudo en vida: doblegar
y subordinar a la mujer. Para ello limita su libertad teniéndola siempre vigilada, además de reprenderla y humillarla; lo que da pie a una complicada
y ambigua relación entre los nuevos cónyuges.
Gilda no puede ser considerada una mujer malvada. El hecho de haberse casado con Ballin únicamente por dinero no la convierte, por completo,
en una femme fatale; incluso se sugiere que se trató de una unión de mutuo
acuerdo. En cambio, resulta factible posicionar a la protagonista como una
mera víctima de la relación y los deseos de Ballin y Johnny. Asimismo, la
fatalización de Gilda se debe a que se recuperó en ella la parafernalia visual
del arquetipo, así como algunos elementos distintivos como podría ser el
hecho de que se ignora su pasado, la oposición al control masculino o la
capacidad de llamar la atención de todos los varones que la rodean. Empero,
las acciones de Gilda no buscan afectar a otras personas mientras ella salga
beneficiada. De nueva cuenta, podría hablarse con mayor seguridad de una
mujer emancipada que de una fatal.
La concepción de Gilda como femme fatale se presenta en los mismos
paratextos que acompañaron al filme. Esto se observa en los afiches con
los cuales se promocionó en su época la película. En ellos se muestra a la
protagonista ataviada en un vestido strapless en una pose altiva, mientras
que con una mano sostiene un cigarrillo y con la otra, un abrigo; de nuevo,
estos elementos visuales conducen a identificarla dentro del arquetipo. En
contraparte, en el universo diegético, queda claro que Gilda no era una
fatal ni la antagonista de la cinta, lo cual se demuestra con la inexistencia
de castigo para el personaje femenino.
En la misma trama se presentan dos circunstancias que pueden asociarse a esta errónea fatalización del personaje de Gilda. La primera se relaciona
con el bastón de Ballin, que cuenta con una cuchilla oculta para defenderse
y sorprender a sus posibles atacantes. El dueño del casino sugiere que su
bastón es una mujer, porque no es lo que parece. Extrapolando esta idea
al arquetipo, Gilda, pese a parecerlo, no es una fatal. El segundo momento
se desarrolla en el número musical interpretado por la protagonista donde
canta la icónica composición “Put the blame on Mame”, al mismo tiempo
que realiza un striptease en el cual se quita un único guante. En la letra de
la canción se considera a una mujer de nombre Mame la culpable del terremoto de San Francisco de 1906, así como de ser la causante de un tiroteo
254
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
en Klondike.22 Como es evidente, se trata de sucesos imposibles de atribuir
a este personaje ficticio; sin embargo, se aprecia la misma dinámica de
fatalización que ocurre con Gilda y con muchas otras femmes fatales, vistas
como portadoras del infortunio para quienes las rodean, siendo los varones
meras víctimas indefensas ante la llegada de esta fuerza sobrenatural. No
en vano, en la lírica de la canción, la retadora y provocadora Mame invita
a que los hombres le echen la culpa (“put the blame on Mame”), dando a
entender que ya está más que acostumbrada a esta situación.
Rita Hayworth en
(Charles Vidor, 1946).
Un elemento que se expone con gran fuerza en
es la vinculación
del personaje considerado como mujer fatal con los escenarios y con el
arte (el canto en este caso). Otras cintas ya revisadas en este capítulo han
contado con fragmentos en los que se relaciona a las femmes fatales con
alguna práctica artística, ya sea la interpretación de algunas líneas de una
canción o tocando un instrumento musical. Este nexo del arquetipo con el
arte contribuye a exaltar su gran creatividad, mostrándolas como féminas
talentosas y virtuosas, y al mismo tiempo queda claro su personalidad
extrovertida y ansiosa porque las miradas de todos —personajes y espectadores— se posan sobre ellas.
En la versión completa de la canción se suman a la lista de desastres atribuidos a
Mame un incendio en Chicago ocurrido en 1871 y una devastadora ventisca en Nueva
York en 1888.
22
255
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Dejando a un lado la película de Charles Vidor, en La mujer del cuadro
(
, Fritz Lang, 1944) se muestra una dinámica de
fatalización femenina similar a la presentada unos años después en
.
La diégesis de esta cinta consiste en un sueño —o pesadilla— de Richard
Wanley (Edward G. Robinson), en donde este profesor de mediana edad vive
una serie de peripecias al lado de una misteriosa mujer, Alice Reed (Joan
Bennett), que afectarán considerablemente su vida. Este sueño se encontró
motivado gracias a que, ese mismo día, el protagonista había contemplado
junto con sus colegas el retrato de una atractiva mujer en el aparador de un
local comercial y que llamó la atención de todos.
Ya en su pesadilla, el protagonista convierte a la mujer que vio en el
cuadro, y completamente desconocida, en una femme fatale que lo llevará
a incurrir en el crimen. Esta fatalización implica la recuperación del esquema
asociado al arquetipo, como es su representación visual con vestimentas
oscuras, un tocado de plumas, el cigarro y ropa semitransparente; además
del hecho de que él queda atado a ella debido a un asesinato que cometió
y a sus consecuencias. En síntesis, en el sueño se expone cómo el académico —casado y con hijos—, en un momento de flaqueza, se deja llevar por el
fortuito encuentro con la mujer del cuadro, que es en realidad una portadora
de la calamidad y la desventura. La historia del sueño se tergiversa hasta el
grado de conducirlo al suicidio ante la presión de la búsqueda policiaca
del asesino.
Además de desarrollar esta fatalización femenina maquinada por el
subconsciente masculino, la película refleja el temor del hombre a la femme
fatale al verla como una destructora de hogares y un ser capaz de arruinar
la vida de sus víctimas. Esto último se refuerza en el aleccionador desenlace
del largometraje. Tras despertar de la pesadilla, Richard abandona el sitio
donde se quedó dormido; y al caminar frente al aparador en donde se halla
el retrato causante del sueño, una mujer desconocida se le aproxima y le
pide fuego para encender un cigarrillo. El protagonista, vinculando este
casual encuentro con el vivido en su mente, se niega a ayudar a la extraña
y se aleja rápidamente del sitio, sugiriéndose que ha aprendido la lección
y que no caerá en la tentación.
La práctica de considerar como femmes fatales a mujeres que incorporan en su personaje ciertas características asociadas al arquetipo no es
una dinámica que se haya manifestado de manera exclusiva en las dos
décadas de dominio del cine negro. Dicha práctica puede rastrearse, incluso,
256
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
en filmes contemporáneos —como se verá en capítulos posteriores—, donde
se evidencia que el temor masculino a la mujer fatal y la propia misoginia
que fataliza a la fémina emancipada o independiente están muy lejos de
desaparecer.
Mujer fatal desde la cuna hasta la tumba
Hasta el momento, en el capítulo se han estudiado los casos de numerosas
femmes fatales pertenecientes a diferentes entornos y medios, pero todas
ellas se han distinguido por ser mujeres jóvenes, entre los 20 y 35 años de
edad. Como se ha mencionado en el primer capítulo de este libro, gran
parte de las mujeres fatales en el cine se sitúan en este rango de edades. Sin
embargo, este factor no es una limitante para que determinado personaje
pueda ubicarse o no dentro del arquetipo. En el cine negro, varias producciones confirman esto al presentar a féminas de distintas edades igual de
mortíferas y letales que muchas de las ya mencionadas.
La mujer fatal adolescente es un personaje que prácticamente comenzó
a figurar con fuerza en el cine a partir de los años sesenta bajo el nombre
de lolita o nínfula, esquema que será estudiado más adelante en este libro.
En producciones fílmicas anteriores a 1960, rara vez se habían presentado
jóvenes fatales que sedujeran y se aprovecharan de hombres mayores que
ellas, lo cual puede deberse a la obediencia estricta al Código de Producción y al tratarse de una temática que fácilmente podría llamar la atención
y escandalizar a los censores. Dentro de las contadas cintas que incluyeron
a una adolescente fatal en sus respectivas diégesis se encuentran El suplicio
de una madre (Mildred Pierce, Michael Curtiz, 1945) y
(Otto
Preminger, 1953), ambas enmarcadas en el canon del film noir.
La primera de estas películas, pese a situarse bajo el sello característico
del cine negro, cuenta con numerosos toques del melodrama familiar. En
ella, el personaje de la fatal recae en Veda Pierce (Ann Blyth), una adolescente caprichosa y manipuladora que sueña con una vida llena de lujos y sin
preocupaciones económicas. Pese a su corta edad, Veda es la encargada de
manejar los hilos narrativos del filme; de igual modo, es capaz de manipular
y envolver a las demás personas —mayores que ella— en su red y en aras de
que satisfagan sus anhelos.
257
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Mientras que en otros filmes se ha visto cómo las fatales se insertan
en la vida de los varones para destruirlas y obtener el mayor provecho de la
situación, en El suplicio de una madre la principal afectada de la ambición y
manipulación de Veda es su propia progenitora, Mildred (Joan Crawford),
a quien tiene completamente doblegada a sus caprichos hasta el grado de
que todo el actuar de la mujer está dedicado a complacer a Veda. Esto se
presenta desde los primeros minutos del metraje en donde Mildred tiene una
severa discusión con su esposo Bert (Bruce Bennett), quien le reprocha gastar
importantes sumas de dinero en su primogénita y desestabilizar el hogar de
esta forma. La disputa termina desencadenando la ruptura del matrimonio,
pudiendo considerar a Veda como la culpable indirecta del inminente divorcio.
Tras lo ocurrido, Mildred se preocupa por sacar adelante a sus hijas.
Al ver en su madre el medio idóneo para cumplir sus caprichos, Veda le
sugiere casarse con un hombre millonario para olvidarse de los problemas
económicos. Dicha proposición revela, desde esta etapa de su vida, la
cosmovisión que rige a la adolescente, quien está dispuesta a anteponer
el dinero a los sentimientos de su madre, a la que busca utilizar como una
simple moneda de cambio. Mildred se niega a seguir este camino y consigue un trabajo como mesera que le permite conservar el nivel de vida que
habían llevado hasta el momento.
Tiempo después, al descubrir en qué está trabajando Mildred, Veda
la humilla regalándole su uniforme a la criada que las apoya en la casa,
dándole a entender que es denigrante para una mujer como ella estar
sirviendo a otras personas en el restaurante. Gracias a esta reprimenda de
su hija, la madre se propone abrir su propio comedor que resulta ser un
gran éxito, logrando contar con varias sucursales en diferentes estados del
país. Mildred asegura que todo su esfuerzo y ahínco para salir adelante está
dedicado a Veda. En este punto del relato fílmico es posible apreciar que
la joven femme fatale es el centro sobre el cual gira la vida de la madre,
mientras que su hermana Kay (Jo Ann Marlowe) queda completamente nulificada y silenciada al lado de la primogénita, aun bajo los ojos de Mildred.
Incluso, la segunda hija fallece y no se altera significativamente la dinámica
familiar en el filme.
Hasta el momento, Veda ha sido un personaje carente de agencia
que consigue lo que desea a través de otros (Mildred). Esto cambia con
el paso del tiempo y el evidente crecimiento de la fatal. Encontrándose ya
en edad casadera, y pese a ser todavía menor de edad, Veda desarrolla
258
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
agencia propia y comienza a abrirse camino a través de la seducción
y la manipulación, donde llega a “competir” con su propia madre por la
atención de un hombre. En cierto modo, este despertar de la joven fatal se
debe a que considera a Mildred mediocre y conformista. Aunque la cadena
de restaurantes es exitosa y gozan de estabilidad económica, Veda le recrimina no aspirar a poseer más aprovechándose de los hombres. Desde su
perspectiva, Mildred ha batallado arduamente para salir adelante, pero ha
elegido el camino complicado y tedioso, en lugar de una vía más efectiva e
inmediata, a pesar de que esta segunda alternativa implique hacer uso de
su cuerpo como medio para lograrlo.
Buscando independencia y salir adelante con sus propios métodos,
Veda seduce a un hombre joven con quien se casa en secreto, con el único
objetivo de divorciarse pronto y poder extorsionar a la familia de éste, para
obtener así una importante suma de dinero. La parentela del esposo, tratando
de evitar un escándalo y el desprestigio, aceptan darle a Veda lo que solicita. Como si esto no fuera suficiente, la femme fatale complica la situación
de su nueva familia política al fingir estar embarazada, lo cual apresura la
resolución de darle el dinero que pide. A diferencia de Mildred, Veda sí se
atreve a utilizar su cuerpo para conseguir lo que desea.
Este incidente produce una gran ruptura entre Mildred y Veda, ya
que la madre descubre la fatalidad de su hija, una fatalidad que siempre
había tenido, pero que fue pasada por alto por el amor desmedido que le
profesaba. Después de esto, Mildred deja de ver a su primogénita como
una niña caprichosa, como la había considerado; ahora la concebirá como
una adolescente manipuladora y, sobre todo, peligrosa. En particular, ambas
sostienen una discusión en la que Veda le reprocha a su madre la forma en
que se condujo a lo largo de su vida:
Mildred: ¿Cómo pudiste hacer eso? [refiriéndose a lo ocurrido con su
joven esposo y el embarazo ficticio].
Veda: Conseguí el dinero, ¿no?
Mildred: Entiendo […]. Dinero. Para eso vives, ¿no? Cualquier cosa.
Hasta chantajear.
Veda: Crece.
Mildred: No te negué nada. Te di todo lo que el dinero compra. Pero
no bastó. Las cosas van a cambiar.
259
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Veda: Seguro. ¿Por qué crees que lo hice? ¿Por qué crees que quiero
el dinero?
Mildred: Dime.
Veda: ¿Seguro quieres saber?
Mildred: Sí.
Veda: Te diré. Con este dinero puedo alejarme de ti.
Mildred: Veda…
Veda: De ti, tus pollos, tortas y cocinas. Del olor a grasa. De esta choza
de muebles baratos. Del pueblo… De la gente con ropa de trabajo.
Mildred: Recién ahora veo cómo eres. Eres horrible.
Veda: Crees que al ganar dinero te conviertes en una dama. No puedes.
Siempre serás la mujer desaliñada hija de un almacenero y una lavandera. ¡Con este dinero puedo alejarme de lo que me recuerda a ti!23
Acto seguido, Mildred destruye el cheque que Veda había obtenido
de su familia política, arruinando así los planes de su hija. Las dos mujeres se
separan una temporada, la madre se dedica de lleno a atender sus restaurantes, y Veda se ve obligada a trabajar como cantante en un cabaret decadente.
Mildred, tras su regreso y después de ver en lo que se ha convertido su hija
siendo constantemente adulada por los asistentes al antro, decide darle una
nueva oportunidad y vuelve a ceder a su presión contrayendo matrimonio
con Monte Beragon (Zachary Scott), con el fin de ascender socialmente y
poder vivir en la mansión del hombre. Veda, al lograr lo que siempre deseó
a través de su propia victimización, se muda otra vez con su madre para
disfrutar de los lujos y comodidades de su nuevo hogar.
La estabilidad dura relativamente poco, gracias a que Mildred debe
costear la lujosa vida de Veda y Monte, lo cual ocasiona la quiebra de su
cadena de restaurantes, viéndose obligada a venderlos. Al regresar de una
reunión con los inversionistas, la madre encuentra a su hija en los brazos
del padrastro, lo que sugiere una relación entre ambos. La joven le confiesa
a su madre que planeaban casarse una vez que se hubiera divorciado de
ella. Después de un altercado en el que Monte llama a Veda “pequeña puta
podrida”24 (“rotten little tramp”), la fatal le dispara y lo asesina. Mildred vuelve
23
24
El suplicio de una madre (Michael Curtiz, 1945).
El suplicio de una madre (Michael Curtiz, 1945).
260
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
a sacrificarse por su hija e intenta acusar a otra persona del crimen, pero tras
fracasar su plan, se declara a sí misma como la homicida. En cierto modo,
la propia Veda intenta hacerle creer a su madre que es tan culpable como
ella, porque Mildred la crio de esa forma y toleró su fatalidad. Empero, la
verdad sale a la luz y la joven femme fatale es encarcelada.
Como se ha visto en los últimos párrafos, en El suplicio de una madre
se muestra a una mujer fatal capaz de hacer daño a su propia familia, lo cual
refuerza la cualidad del arquetipo que dicta que una fatal no suele tener
—o conservar— vínculos familiares, gracias a su visión individualista de la
vida. Además, el filme resulta bastante novedoso al presentar a una fémina
enmarcada en el arquetipo cuyo principal objetivo o víctima de su manipulación no son los varones, sino otra mujer, su propia madre. Asimismo, las
protagonistas se ubican en los extremos opuestos de la dicotomía de mujeres
en el cine: Mildred en el lado de la mujer buena que se caracteriza por ser
sincera y acercarse a sus metas con su propio esfuerzo y trabajo; y Veda, en
el lado cercano a las mujeres malas que usan su cuerpo, la manipulación y
seducción para lograr lo que desean.
La manipulación que Veda ejerce sobre Mildred a lo largo del filme
se fortalece por la sangre que las une, haciendo que la madre, por más
consciente que sea de la fatalidad y maldad de su hija, termine sucumbiendo
ante ella y se muestre dispuesta a ayudarla hasta las últimas consecuencias.
Podría considerarse que Mildred nunca ha sido libre, pues siempre estuvo
atada a la presión de satisfacer a Veda. Como bien se menciona en los diálogos, la protagonista no vivía para sí misma ni para el resto de su familia, sino
únicamente para su primogénita. En las últimas tomas de la película se abre
una nueva posibilidad de empezar desde cero para Mildred; después de
que su hija es encarcelada y ella abandona la estación de policía se muestra
el amanecer, lo cual sugiere que la noche (el suplicio al lado de Veda) ha
terminado y que ahora inicia un nuevo día. Asimismo, Bert, su primer esposo,
la espera en el exterior, sugiriéndose la posibilidad de una reconciliación
una vez que la discordia (Veda) ha desaparecido de sus vidas.
Es importante mencionar que varios estudios y aproximaciones a El
suplicio de una madre tienden a identificar, también, al personaje encarnado por Joan Crawford como una femme fatale. Esto se atribuye al hecho
de que Mildred Pierce se aparta de los roles femeninos convencionales,
presentándose como una mujer trabajadora y empresaria que renuncia a las
comodidades de un matrimonio, construyendo su propio camino mediante
261
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
esfuerzo y dedicación. De igual manera, no se trata de una mujer que tenga
como objetivo principal encontrar un marido, sino que, contrariamente, se le
muestra renuente a hacerlo, anteponiendo, quizá, la libertad que ha ganado
tras el divorcio de Bert. Aunado a esto, Mildred no es un personaje femenino que se sitúe bajo los modelos velados por las instituciones patriarcales
dominantes durante la época de su estreno, lo cual podría explicar también
su fatalización desde algunas perspectivas.
, siguiendo una línea similar, narra la historia de la joven
Diane Tremayne (Jean Simmons), una adolescente que vive en un lujoso hogar
al lado de su padre (Herbert Marshall) y de su madrastra (Barbara O’Neil).
La dinámica familiar es parecida a la del caso de Veda Pierce. Toda la casa
gira en torno a Diane, siendo su padre el encargado de satisfacer todos sus
caprichos. Por su parte, la protagonista no tiene una buena relación con su
madrastra por el hecho de ocupar el puesto de su madre; al mismo tiempo,
le desagrada que su padre le reste atención por la presencia de esta mujer.
Sin embargo, en la cinta no se aprecia que la madrastra la trate mal o la
controle, pudiendo considerar que el desprecio no es recíproco. Diane no
demuestra a los demás los sentimientos que tiene hacia su madrastra, sino
que los reserva para sí misma y prefiere actuar en secreto para perjudicar
a la mujer. En el mismo inicio del filme se presenta una emergencia en la
residencia debido a una fuga de gas en la alcoba de Catherine Tremayne
que, posteriormente se sugerirá, pudo ser causada por Diane buscando
librarse de su madrastra.
Una vez solucionado el problema del gas, Diane se obsesiona con
el conductor de la ambulancia que acudió a la casa, Frank Jessup (Robert
Mitchum). La joven fatal consigue colarse de manera forzada en la vida de
Frank, siendo la responsable de sembrar la discordia en su noviazgo y logrando que se distancie de su pareja. Al mismo tiempo, lo convence de dejar
su empleo en el hospital ofreciéndole dinero y un puesto de trabajo en la
residencia Tremayne. La seducción de Diane demuestra una gran inteligencia
y una hábil manipulación para persuadir al conductor de la ambulancia de
abandonar todo —trabajo y novia— en aras de lo que le ofrece la joven mujer:
el dinero necesario para abrir su propio taller mecánico.
En
se presenta una situación poco explorada previamente, al mostrar la seducción de una femme fatale de clase alta a un hombre
de clase baja, del cual no puede obtener grandes beneficios; esto sugiere
que su interés en él era de tipo carnal o sentimental, llegando a rayar en la
262
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
locura y la obsesión. Diane intenta convencer a Frank de que su madrastra la
trata mal y la hace pasar grandes penas en la casa; sin embargo, el hombre
no cede por completo ante esta victimización por parte de la protagonista.
Incluso, puede asegurarse que Frank nunca sucumbe por completo ante la
seducción y los encantos de Diane, manteniendo la distancia y la objetividad
respecto a lo que ocurre en la residencia Tremayne. El varón no se encuentra
ahí por que esté profundamente enamorado de la fatal, sino por la promesa
de reunir el dinero suficiente para cumplir sus sueños.
La situación se complica considerablemente para los protagonistas
cuando Diane avería el automóvil de su madrastra para que sufra un mortal
accidente, y termina asesinando tanto a su padre como a la esposa, quedando
huérfana y desprotegida. El destino se ha encargado de castigarla en vida
con el fallecimiento, no planeado de Charles Tremayne, una de las pocas
personas hacia las que profesaba afecto. La policía, ante varias inconsistencias sobre el accidente, inicia una investigación donde Diane y Frank son
considerados los principales sospechosos. En aras de conducir el juicio por
un mejor camino y de despertar la simpatía del jurado, el abogado defensor sugiere que ambos contraigan matrimonio a pesar de la renuencia del
varón para hacerlo.
En este punto de la película de Preminger, Frank está consciente de la
fatalidad de Diane, sabe que ella fue la culpable de la muerte de sus padres
por todo lo que le contó acerca de su odio a Catherine; de igual manera,
está al tanto de lo que hizo para distanciarlo de su novia. A pesar de que
Frank le pide el divorcio, la joven se niega a dárselo, atándolo a una mujer
que no ama y a quien considera, por lo que conoce de antemano, peligrosa.
En tanto, la estabilidad mental de Diane se deteriora notablemente como
consecuencia de la ausencia de su padre, el rechazo de Frank y la soledad
en la gran mansión. Desesperada y arrepentida, la femme fatale acude a su
abogado para confesarle que ella fue la culpable del accidente en donde
murieron los Tremayne; sin embargo, el jurista le revela que ya nada puede
hacerse, porque nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito.
Gracias a esto, Diane debería cargar toda su vida con el remordimiento y
la culpabilidad.
Entonces Frank resuelve marcharse de la mansión y distanciarse de su
esposa. Diane se ofrece a llevarlo en su vehículo a la terminal de camiones,
pero aprovecha la oportunidad para conducir el vehículo hacia el precipicio
donde fallecieron los Tremayne, cometiendo así suicidio y asesinando a Frank.
263
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
De este modo, la fatal castiga a su esposo por el desprecio y el rechazo, asegurándose de que no será feliz al lado de otra mujer, y al mismo tiempo ella
se quita la vida ante la incapacidad de hacer frente a la culpa y la soledad.
Tanto Veda como Diane se caracterizan por ser femmes fatales bastante
maduras para su edad, llegando a competir con otras mujeres mayores que
ellas en sus respectivos caminos. Asimismo, ambas buscan ser tratadas como
cualquier otra mujer, sin que su juventud sea un impedimento para alcanzar
sus objetivos. En otras palabras, estas jóvenes fatales no se aprovechan de
la supuesta inocencia que la juventud otorga; por el contrario, buscan ser
vistas por los demás como mujeres centradas y racionales que se encuentran
más cercanas a la adultez que a la adolescencia.
En estas fatales se manifiesta también el rechazo a la familia. Las dos
películas estudiadas tienen una gran carga melodramática que gira alrededor
del núcleo familiar. Veda y Diane son personajes que motivan la ruptura del
esquema del hogar perfecto (padre-madre-hijos), ya sea a través del divorcio de los progenitores o mediante el intento de asesinato de la madrastra,
respectivamente. Como ya se ha mencionado antes, la femme fatale rara vez
puede permanecer dentro del esquema familiar. Esto se ve complementado
y justificado por su propia personalidad egocéntrica que anhela ser el centro
de atención de todos, nulificando o deshaciéndose de quienes pueden
hacerles sombra o que han descubierto su fatalidad.
Una vez expuesto el caso de estas jóvenes femmes fatales, es preciso
ver la otra cara de la moneda: las fatales maduras o cercanas a la vejez.
Mientras que el caso de las adolescentes ha sido recuperado por el cine
con cierta constancia a partir de los años sesenta con la figura recurrente
de las lolitas, con las fatales maduras se aprecia una línea diferente no tan
recurrente en las producciones fílmicas, donde se les llega a vincular con la
figura de la bruja en el cine de terror y horror, la MILF25 en la comedia y las
mujeres que padecen alguna psicopatía en el thriller.26 En El ocaso de una
25
MILF es un acrónimo en inglés a la frase “Mother I’d Like to Fuck” (madre que me
alguien (o que lo es), siendo sexualmente atractiva, provocadora o deseable. Este término
primera vez (American Pie, Paul Weitz, 1999).
Room for Rent (Tommy
26
Stovall, 2019), protagonizado por Lin Shaye.
264
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
vida (Sunset Boulevard, Billy Wilder, 1950), una de las obras más trascendentes
del cine negro, se presenta la historia de una fatal madura: Norma Desmond
(Gloria Swanson), una antigua estrella del cine silente que vive en el olvido
y a base de sus glorias pasadas en la gran pantalla, bajo el constante anhelo
de regresar triunfalmente al séptimo arte.
La protagonista de la película de Wilder se distingue por ser una
excéntrica mujer que vive en una lujosa mansión, acompañada únicamente
de su fiel mayordomo Max von Mayerling (Erich von Stroheim) y los recuerdos de su antigua y exitosa carrera como diva del cine silente donde, según
los diálogos, fue capaz de hechizar y cautivar a las audiencias de la época.
En la cinta se menciona que Norma Desmond es inestable mentalmente y
que, incluso, ha intentado suicidarse en más de una ocasión a causa de la
depresión en la que vive al no tener trabajo en el cine. Se da a entender
que su desaparición de la pantalla grande se debió a la llegada del cine
sonoro —siendo una de las tantas personalidades que no pudieron adaptarse
al nuevo modelo de producción— y a su mismo envejecimiento. Evaluando
todo esto, puede considerarse a la protagonista una mujer ensimismada
que vive tan sólo de los recuerdos de lo que fue su vida artística.
Esta monótona y depresiva vida sufre un radical cambio con la inesperada y azarosa llegada del mediocre guionista Joe Gillis (William Holden)
a la mansión Desmond, y de quien se enamorará y obsesionará perdidamente la protagonista. Norma “adopta” a Joe y lo toma bajo su protección
haciéndose cargo de todas sus deudas, le permite vivir en la residencia y lo
refina comprándole un lujoso guardarropa. Empero, estas atenciones no son
meras manifestaciones de la caridad de la fatal, pues detrás de ellas yace el
deseo de sacar provecho personal de Joe a través de dos vías: 1) mediante
el arreglo y elaboración de un guión cinematográfico que previamente
había bosquejado la actriz retirada, y que serviría de base para un hipotético retorno a la gran pantalla; 2) y para tener a alguien a su lado y sortear
la soledad. Así, Norma Desmond compra la compañía de Joe satisfaciendo
todas sus necesidades económicas.
El acuerdo entre ambos pasa rápidamente de lo profesional —el
guión— a lo sentimental —la apremiante necesidad de la fatal de sentirse
acompañada y amada por alguien—. Norma comienza a ejercer un control
absoluto sobre su huésped hasta el grado de celarlo impidiéndole interactuar con otras personas y, mucho menos, con otras mujeres. Joe sólo debe
tener ojos para ella. Con el fin de retenerlo a su lado, además de utilizar su
265
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
fortuna, Norma manipula a Joe con un nuevo intento de suicidio, provocando
el remordimiento en la conciencia del varón que había osado abandonarla.
Esta femme fatale se muestra dispuesta a arriesgar su propia vida con el
objetivo de conservar a Joe a su lado.
En cuanto al personaje interpretado por William Holden, se trata de un
guionista de cine venido a menos que se aprovecha de la situación y de la
desesperación de Norma Desmond por regresar a la industria, ya que esto
soluciona de inmediato sus deudas y problemas económicos, permitiéndole
vivir holgadamente y sin mayores preocupaciones. La cinta presenta, tal y
como se vio en
, a una fatal que centra su atención en una víctima
perteneciente a una clase social inferior a la propia, viéndolo como el medio
para recuperar la fama y hacer frente a la soledad.
Cerca del desenlace de la película, sale a la luz la fatalidad de la actriz
retirada, al revelarse que antes también había doblegado y degradado a los
varones hasta nulificarlos por completo. Su propio mayordomo, Max, fue
víctima de esta dinámica al haber sido, en realidad, el primer esposo de Norma.
Ahora, el hombre se ha transformado en su sirviente y esclavo de todos sus
caprichos, evidenciando que todavía sigue profesando sentimientos hacia ella.
Por lo tanto, continúa sirviéndole y manteniéndola en vida, gracias a las cartas
que él mismo envía a la actriz haciéndolas pasar por correspondencia de sus
múltiples fanáticos. En esta línea, Max, lejos de ser un hombre distinguido,
yace bajo la sombra y el dominio de la diva olvidada, permaneciendo atado
a ella gracias a su hechizo de mujer fatal.
El desenlace de Norma Desmond no escapa de la política del castigo.
Tras asesinar a Joe, las autoridades se dirigen a la residencia para aprehenderla. La protagonista, al haber matado al hombre de quien se obsesionó
en los últimos días y haberse frustrado su retorno a Hollywood, pierde la
noción de la realidad y se traslada a una fantasía en donde ha triunfado:
finalmente, se encuentra de nuevo frente a las cámaras y bajo las luces para
su reaparición en la gran pantalla. En una de las escenas más representativas
de la historia del cine, Norma desciende majestuosamente de la escalera
de su mansión, siendo el centro de atención de los periodistas y policías
que han acudido al lugar, asegurando que se encuentra lista para su gran
acercamiento (“I’m ready for my close-up”).27
27
El ocaso de una vida (Billy Wilder, 1950).
266
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Gloria Swanson en El ocaso de una vida (Billy Wilder, 1950).
La construcción visual del filme y el diseño del arte convierten a Norma
Desmond en la heredera de la tradición que ha acompañado a las femmes
fatales en su paso por el séptimo arte. En primera instancia, el exotismo se
presenta tanto en la historia narrada como en la decoración de la mansión de
esta diva del cine silente, destacando su habitación sobrecargada de figuras,
muñecas y adornos, y principalmente su cama en forma de góndola. En el
plano narrativo, el exotismo se vincula con el personaje en determinadas
frases y acciones; por ejemplo, el hecho de poseer un chimpancé como
mascota que recientemente había fallecido, así como su preocupación por
los horóscopos y el zodiaco.
El egocentrismo del personaje se refuerza visualmente en la residencia
Desmond con la continua presencia y sobresaturación de fotografías de la
actriz, y con los múltiples espejos en los cuales disfruta mirarse. Asimismo,
el filme recupera la conexión de las femmes fatales con las escaleras, lo cual
fortalece su papel de diva o de diosa que desciende de las alturas a la tierra
de los mortales, pudiendo destacar en este rubro la escena final en donde
abandona su alcoba y baja los escalones con gran ceremonia.
La cinta de Wilder dota a la femme fatale de un aire felino que se
manifiesta en determinados movimientos corporales con los que Norma
267
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
pareciera emular el desplazamiento y las actitudes propias de un gato o
de un felino de mayores dimensiones (pantera, león o leopardo); además,
es bastante común que separe y flexione los dedos de las manos con sus
largas uñas postizas, como si fueran zarpas con las que pretende defenderse
o imponerse ante los demás (situación que se observa en la imagen anterior). Incluso, el aire felino de la protagonista se refuerza visualmente con
la constante presencia de estampados tanto en su vestimenta como en las
vestiduras de su automóvil, que emulan ser —o que son realmente— la piel
de un gran felino (animal print).
La conexión entre las femmes fatales y los felinos se remonta a la misma
mitología y a las manifestaciones culturales de la hibridación entre mujeres
y algún animal perteneciente a esta familia de mamíferos.28 Esta asociación
de las fatales con las figuras felinas puede deberse a que, en la mayoría de
los casos, estas mujeres se muestran elegantes y refinadas, además de ágiles
y astutas para conseguir lo que anhelan o desean, igual que estos animales.
La vinculación del arquetipo con los felinos no es un caso que se presente
de manera única en El ocaso de una vida, sino que se recuperará con cierta
constancia en producciones posteriores y enmarcadas en otros géneros
cinematográficos, las cuales serán abordadas capítulos más adelante.
Para cerrar el análisis de la representación de la mujer fatal en la película
de Wilder, cabe destacar que en la diégesis hay varias conexiones entre
Norma Desmond y otras mujeres enmarcadas en el arquetipo. La primera
gira en torno al personaje bíblico de Salomé. La actriz ha estado trabajando
en el bosquejo de un guión para cine centrado en la historia de la princesa
hija de Herodías, pretendiendo ser ella —pese a su edad— quien interprete
al personaje, asegurando que se trata de una mujer a la que siempre ha
admirado: “Salomé. Qué mujer. Qué papel. La princesa enamorada de un
hombre santo. Ella baila el baile de los siete velos. Él la rechaza, y ella exige
Alfredo Arias dedica un apartado de su libro
al estudio del vínculo cultural entre las mujeres
y los felinos, abordando tanto la hibridación mujer-gato, como mujer-pantera.
Acerca de los orígenes de esta conexión, menciona lo siguiente: “Felino y femenino.
Desde el albor faraónico, con la diosa maga Isis vinculada a la Luna y los gatos, y
Bastet, adornada con el rostro de estos mamíferos y en ellos corporizada, felinidad,
28
irresistible potencia”. Córdoba, Berenice, 2018, p. 111.
268
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
su cabeza en una bandeja de oro. Y besa sus labios fríos y muertos”.29 Un
segundo vínculo intertextual se presenta cuando la protagonista ve una de
sus antiguas películas al lado de Joe y afirma que ya no hay actrices en esa
época que sean capaces de dominar la pantalla y transmitir una gran fuerza
interpretativa. Acto seguido, Norma aclara su comentario diciendo que la
única actriz en la que sí es posible apreciar estas cualidades es Greta Garbo,
quien se hizo famosa gracias a sus papeles de femme fatale y que se apropió
del arquetipo como parte inherente de su personalidad artística. Esta fatal
admira y reconoce la valía de otras fatales que la precedieron.
En la revisión de estas tres cintas se ha podido constatar que no existe una edad determinada para la fatalidad femenina. Aunque las dinámicas
de seducción y manipulación cambian de manera relevante según la edad
de la femme fatale, el arquetipo conserva su esencia. La presencia de fatales
que se apartan del rango de edad habitualmente asociado al esquema de
representación se multiplicó años después del ocaso del cine negro, pero
aún continúa siendo un camino no muy explorado por los realizadores; por
lo tanto, Veda Pierce, Diane Tremayne y Norma Desmond siguen siendo
referentes indispensables de estos casos fuera del canon.
Fatales del Technicolor
El cine negro fue un género que acompañó sus tramas pobladas de antihéroes, femmes fatales, conspiraciones, engaños y crímenes de una particular
estética visual, la cual se remontaba al expresionismo alemán con ángulos
poco convencionales de la cámara, la abundancia de claroscuros y un gran
manejo de la iluminación. Como sugiere el mismo nombre con el cual la crítica
francesa conoció a este género (noir), gran parte de la acción se desarrolló
en calles oscuras y húmedas con fuentes de luz prácticamente inexistentes.
Empero, la popularización de la técnica conocida como Technicolor —utilizada en
(
, Victor Fleming, 1939), Lo que el
viento se llevó (
, Victor Fleming, 1939) o Blancanieves y
los siete enanos (
, William Cottrell y David
Hand, 1937)— llegó a manifestarse dentro del mismo film noir, combinando
el pesimismo americano con una llamativa y atractiva gama de colores.
29
El ocaso de una vida (Billy Wilder, 1950).
269
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Dos películas del cine negro en donde se aplicó esta técnica cromática
cuentan con trascendentes femmes fatales como protagonistas, pudiendo
apreciar ligeros cambios en la representación visual del arquetipo, derivados
de la incorporación del color a estas producciones. De esta forma, la dicotomía blanco-negro se abrió a mayores opciones, permitiendo también el
empleo de la psicología del color para la caracterización de determinados
personajes.
La primera de estas cintas es
(Leave Her to Heaven,
John M. Stahl, 1945), donde Gene Tierney encarna a una de las femmes fatales más letales e icónicas del séptimo arte. Ellen Harland se distingue de la
mayoría de las fatales domésticas por no ansiar grandes riquezas ni ascender
en la escala social, pues sus principales anhelos están en ser el centro de
atención de su esposo Richard (Cornel Wilde) y gozar de independencia a
su lado. Económicamente, Ellen tiene todo solucionado al poseer una gran
fortuna, por lo que no tiene necesidad de trabajar.
A lo largo de esta película se le presentan a la protagonista una serie de
obstáculos que la alejan de su vida idílica —en la cual es venerada y atendida
en todo momento por Richard— y a los cuales se enfrentará de forma cruenta,
dejando salir a la luz su fatalidad y maldad. El primero de estos conflictos
surge al oponerse a la profesión de su esposo, quien es un escritor que se
aísla constantemente en busca de inspiración para escribir sus novelas, lo
cual le desagrada a Ellen porque deja de pasar valioso tiempo a su lado
mientras él se dedica por completo a su escritura. La fatal intenta manipular
a Richard para que abandone su trabajo, asegurándole que ella le dará todo
el dinero necesario para que no tenga que esforzarse en la creación de su
obra, a lo cual él se opone rotundamente.
La idealizada vida de Ellen junto a su esposo se ve amenazada cuando el hermano de éste se muda con ellos a la casa. Al tratarse de un joven
enfermo y con problemas de motricidad, Danny (Darryl Hickman) requiere
de constantes atenciones y supervisión por parte de los demás. Al verse
transformada en una enfermera doméstica, y afectada su intimidad con
Richard, Ellen decide tomar cartas en el asunto y contribuye, indirectamente, a que Danny muera ahogado en el lago cercano a la residencia. La
fatal, pudiendo haber ayudado al joven a salvarse, contempló, estoica y sin
remordimiento alguno, el ahogamiento del personaje, siendo esto el primer
crimen de su lista.
270
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Empero, las barreras que la apartan de Richard siguen surgiendo. La
llegada de su familia, invitada por su esposo, a la casa separa al matrimonio de nueva cuenta; además, su hermana Ruth (Jeanne Crain) comienza a
desarrollar una amistad con Richard, lo cual despierta los celos de Ellen. Su
desesperación se agrava tras enterarse de que está embarazada; esto, en
lugar de unir a los esposos, termina distanciándolos todavía más, ya que al
tratarse de un embarazo de alto riesgo la fatal debe permanecer en cama
y ante la vigilancia continua de su familia. Mientras ella reposa y es incapaz
de desplazarse por la casa, Ruth continúa coqueteándole a Richard, quien
parece corresponderle.
Desesperada y buscando recuperar la atención de Richard, Ellen se
ocasiona una caída de las escaleras y pierde a su hijo. Hasta el momento se
ha observado un fuerte rechazo de la fatal hacia la idea de familia, despreciando a su propia madre y hermana que le impiden ser el foco de atención
de su marido. Asimismo, podría entenderse que el hijo que esperaba habría
de convertirse en un obstáculo más para sus planes, al quedar ella en un
segundo plano con la llegada de su vástago y al verse obligada —atada
desde su óptica— a atenderlo. El caso de Ellen demuestra a la perfección la
contraposición de la femme fatale a cualquier concepción de maternidad
que la sitúe cerca de la “buena mujer”.
A pesar de su “accidente”, Richard continúa muy cercano a Ruth, a
quien dedica su novela, lo que despierta los celos y la ira de Ellen. La fatal,
decidida a llegar hasta las últimas consecuencias, se suicida envenenándose, pero deja todo dispuesto para que su hermana sea considerada la
principal sospechosa del deceso. Esta femme fatale, a diferencia de otras
presentadas previamente, es capaz de hacerse daño y de sacrificarse en
aras de obtener lo que desea, lo cual se evidenció con la caída de las
escaleras y al quitarse la vida. El suicidio de Ellen refleja cierta resignación de su parte, se ha dado cuenta de que todos sus intentos por atraer
la atención de Richard han sido inútiles e, incluso, contraproducentes al
haberlo distanciado todavía más de ella y favoreciendo la inserción de
Ruth en su vida. Por lo tanto, al considerarse incapaz de recuperar a su
esposo, buscará impedir que él sea feliz al lado de su hermana, aunque
ello implique la máxima inmolación.
La maldad y el poder de esta mujer fatal siguen atormentando a
Richard y a Ruth aun después de su muerte, siendo, por ende, el personaje
que continúa manejando los hilos del relato fílmico. Tanto su marido como
271
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
su hermana son llevados a juicio por el supuesto asesinato de Ellen, donde
se enfrentan a Russell Quinton (Vincent Price), un antiguo enamorado de la
fatal y que está dispuesto a ganar el caso para que la pareja sea castigada.
En este momento de la película, Richard ya es consciente de la fatalidad de
su difunta esposa, lo cual se expresa en los siguientes diálogos:
Richard: Ellen era capaz de cualquier cosa.
Russell: ¿Quiere que el jurado crea que ella era esa clase de monstruo?
Richard: Sí, ella era esa clase de monstruo. Una mujer que buscaba
poseer todo lo que amaba, que amaba únicamente por lo que podía
aportarle a ella, cuyo amor apartó a su propio padre y madre, cuyo
amor poseyó a su padre hasta que no pudo siquiera ser dueño de
su alma. Quien, por su propia confesión a mí, mató a mi hermano,
mató a la criatura que llevaba en sus entrañas y que, ahora, llega
desde la tumba para destruir a su hermana inocente. Sí, ella era esa
clase de monstruo.30
A pesar de su muerte, Ellen logra triunfar parcialmente cuando Richard
es condenado a dos años de prisión; esta victoria resulta algo trascendente
para el modelo narrativo acostumbrado en el cine negro y bajo lo establecido por el Código Hays. Sin embargo, se trata de un triunfo incompleto y
temporal, puesto que el protagonista masculino, tras cumplir su condena, es
recibido con alegría por Ruth, lo cual sugiere que se convertirá en su nueva
esposa y que la femme fatale ha sido derrotada en definitiva.
Visualmente, el personaje de la fatal es representada con tonalidades
claras —blanco, rosa y azules pálidos— que contrastan fuertemente con el
rojo intenso de sus labios. Asimismo, se le presenta utilizando lentes de sol
que contribuyen a ocultar sus emociones; esto resulta muy evidente en la
escena donde Danny muere ahogado en el lago.
Ellen Harland figura en varias investigaciones y listas en sitios web
como una de las femmes fatales más letales o peligrosas de la historia del
cine. Esto se debe, primordialmente, a la gran cantidad de vidas que arruinó
con su proceder —más de seis afectados— y por los alcances de sus acciones
—incluyendo el asesinato de inocentes y el suicidio—, que se convierten en
30
(John M. Stahl, 1945).
272
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
el reflejo de su maldad, habiendo sido capaz de llevar a niveles no explorados antes en el cine la fatalidad doméstica. Gracias a todo esto, podría
asegurarse que el personaje de Ellen es la mujer fatal más peligrosa y letal
del film noir.
(Henry Hathaway, 1953) es la segunda película que conforma
esta dupla de obras del cine negro que usan el Technicolor. En ella, Marilyn
Monroe interpreta el papel de Rose Loomis, una femme fatale doméstica
quien tiene un modus operandi similar a los revisados en los primeros apartados de este capítulo. El filme narra la historia de Rose, una mujer atada a
un matrimonio infeliz que ansía recuperar su libertad, por lo que recurre a
su amante para que asesine a su esposo en las cataratas del Niágara.
Rose es una mujer que, siguiendo la tradición de las fatales, llama la
atención de todos los que la rodean. Simultáneamente, ella hace uso de su
atractivo físico y manipulación para obtener lo que desea, desde conseguir
que unos turistas la dejen permanecer en una cabaña con vista a las cataratas
pese a haberla reservado con anticipación, hasta convencer a su amante de
matar al esposo. Por su parte, el marido (Joseph Cotten) conoce la fatalidad
de su esposa —llegando a considerarla tan incontenible como las mismas
cascadas— y sabe que coquetea constantemente con otros hombres, por
lo que la cela en demasía. Sin embargo, no es capaz de abandonarla por la
gran atracción que siente hacia ella.
El personaje interpretado por Marilyn Monroe idea el que cree el plan
perfecto para deshacerse de su esposo, pero falla, y su cónyuge asesina
al amante y procede a acechar a su propia mujer, llegando a matarla en
el momento oportuno. Empero, la desaparición de esta fatal no frena las
consecuencias de sus actos, el marido se ve envuelto en una persecución
policiaca en las cataratas donde encuentra su muerte.
Uno de los elementos más trascendentes de
es una ligera
variación al esquema de representación de la mujer fatal. En la película de
Hathaway se presenta una sobresexualización del personaje a través de
constantes tomas y movimientos de cámara que exaltan el cuerpo de la
fatal, así como por el hecho de que ésta viste ropas entalladas, cortas y con
escotes profundos, destacando el uso del color rosa. Asimismo, en varios
momentos del filme se sugiere la desnudez de Rose; uno de ellos es cuando
está acostada en la cama debajo de las sábanas y cuando toma un baño.
273
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
Marilyn Monroe en
(Henry Hathaway, 1953).
Con este filme concluye la revisión de las exponentes más importantes
de la femme fatale en el cine negro estadounidense. Como se ha podido
apreciar en los últimos apartados, el arquetipo tuvo varias bifurcaciones
respecto a los esquemas de la era del Precódigo, escisiones que pueden
considerarse un producto directo de las circunstancias políticas y sociales
de la época y que marcaron la pauta que seguiría en los años siguientes
tanto en el caso americano como a nivel internacional.
La fatalidad en otras latitudes
El cine negro estadounidense, y con ello la representación de la mujer fatal,
influyó considerablemente en la filmografía de varios países que retomaron
el género y lo situaron en sus respectivos contextos nacionales, dando lugar
a interesantes cintas que a menudo se apartaron de las convenciones del
cine americano —y de la censura dictada por el Código de Producción— y
que se atrevieron a adentrarse con profundidad en los lugares más oscuros
y retorcidos de la psique humana.
274
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
A continuación se revisan varias producciones europeas que recuperaron las características del film noir y que cuentan con una mujer fatal entre
sus protagonistas. Francia fue un país que dio gran cabida a este género
cinematográfico, adoptándolo y desarrollando una vasta filmografía con él.
En las películas francesas es posible identificar la constante presencia del
arquetipo desde los años treinta, llegando, incluso, a servir de inspiración o
de punto de partida para varias historias que fueron adaptadas al contexto
estadounidense en la época del cine negro.31
Tal es el caso de la película La chienne (Jean Renoir, 1931), basada en
la novela de Georges de La Fouchardière. Esta misma historia se adaptó en
Estados Unidos en 1945 con el título de Scarlet Street (conocida como Mala
mujer en México), bajo la dirección de Fritz Lang. El planteamiento del largometraje de Renoir es muy similar al del americano ya revisado en este capítulo,
pudiendo constatarse pequeñas variaciones respecto a la representación
de la mujer fatal. La actriz Janie Marèse encarna a Lucienne Pelletie, la mujer que en esta adaptación de La Fouchardière se aprovecha del pintor. La
dinámica de seducción y manipulación de Lucienne es bastante parecida a
la ya explorada en la película de Lang; sin embargo, se altera ligeramente
el esquema presentando a la protagonista femenina de forma aniñada y
bajo una máscara de vulnerabilidad e inocencia, semejante a la vista en Lulú
en La caja de Pandora. Incluso, esta mujer es conocida como “Lulu” por los
demás personajes y, al igual que la fatal de la película de Pabst, también
acostumbra sentarse en las piernas de sus “víctimas”, resultando muy clara
la conexión intertextual entre ambas producciones.
Empero, la femme fatale de la cinta de Renoir no resulta “tan mala”
como la protagonista de la versión estadounidense. Lucienne es constantemente presionada y controlada por su amante André Jauguin (Georges
Flamant), quien la guía y conduce para que se aproveche del pintor Maurice
Legrand (Michel Simon) y así puedan obtener provecho económico de él.
De este modo, en la película se refuerza el uso del cuerpo y de la fatalidad
femenina por parte de los hombres. La variación entre las dos adaptaciones
de la historia demuestra un aumento de la fatalidad y adquisición de mayor
agencia por parte del personaje femenino en la obra americana; fenómeno
31
Cabe señalar que se debe a la misma crítica francesa la consideración del cine negro
tanto visual como narrativo en las producciones estadounidenses y que fue bautizado
con el nombre de
.
275
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
frecuente al momento de hablar de la recuperación del arquetipo en diferentes medios artísticos y aún dentro del mismo cine, donde las fatales tienden
a ganar mayor fuerza, agencia, letalidad o poder de manera directamente
proporcional al paso del tiempo.
El cine francés, ya enmarcado en su particular apropiación del noir,
concibió a una de las fatales más importantes y trascendentes de la historia
del séptimo arte en el filme Les diaboliques (Henri-Georges Clouzot, 1955).
Esta cinta muestra considerables variaciones al canon del cine negro estadounidense, pero aún es posible identificar su notable influencia. Ante todo, se
trata de una producción que mantiene en vilo al espectador en sus casi dos
horas de duración y que juega constantemente con el punto de vista de la
audiencia y la focalización, a través de súbitas vueltas de tuerca en su diégesis.
Les diaboliques narra la historia de dos mujeres —fatales— profesoras
de un instituto que son víctimas del mismo hombre: Christina Delassalle
(Véra Clouzot), la esposa de Michel (Paul Meurisse), y Nicole Horner (Simone
Signoret), la amante de éste. Rompiendo la presuposición de que existiría
un repudio mutuo en las dos féminas al encontrarse “en competencia”
por el mismo hombre, en la película francesa se expone cierta sororidad y
comprensión entre ellas. Tanto la esposa como la amante son maltratadas,
controladas, abusadas y humilladas públicamente por Michel, hasta que llega
el momento en que —según se sugiere al inicio de la cinta— deciden unir fuerzas para deshacerse del varón que las atormenta y que han llegado a odiar.
Christina y Nicole son personajes muy diferentes entre sí. La primera
es reservada, tímida, sumisa y temerosa de Dios; y a pesar de las vejaciones constantes de Michel, no se atreve a divorciarse porque lo considera
un pecado. Nicole, por su parte, es inexpresiva, estoica, severa y decidida;
pudiendo considerarla la cabeza de esta dupla de mujeres oprimidas por
el mismo hombre. Las dos se marchan juntas del instituto planeando el
asesinato de Michel, siendo Nicole la encargada de estructurar todo el plan
y de convencer a la dubitativa Christina para ejecutar el crimen.
Ambas asesinan a Michel ahogándolo en una tina y luego abandonan el cuerpo en la piscina del instituto. La situación se complica para las
protagonistas cuando el cadáver desaparece de la alberca y se presentan
varios indicios en la escuela de que los alumnos han llegado a ver a Michel
con vida. Angustiada por la incertidumbre, Christina comienza a tener varios
episodios cardiacos. A su vez, las mujeres empiezan a distanciarse y a tener
desacuerdos, en donde Nicole le reprocha a Christina su debilidad y falta
276
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
de carácter. En el desenlace de Les diaboliques, Michel —supuestamente una
aparición fantasmal— se muestra ante su esposa y desencadena el infarto
fulminante que termina con su vida. Acto seguido, Nicole se reúne con su
amante, satisfecha de haber logrado su propósito.
Esta última secuencia de la película de Clouzot revela el engaño y traición a Christina por parte de Nicole, su supuesta cómplice en el crimen, y
quien orquestó todo este plan al lado de Michel para librarse de la esposa y
poder formalizar su relación con la amante. En cierto modo, Les diaboliques
muestra una traición dentro de lo que aparentaba ser una traición por sí
misma. Gracias a esto, Nicole se configura como la verdadera femme fatale
de la película, que manipuló y envolvió a su víctima —otra mujer, novedosamente— presentándose con una máscara de comprensión, sororidad,
amistad y complicidad. El personaje interpretado por Signoret fue capaz
de corromper a una mujer piadosa, tímida y centrada, haciéndola participar
activamente en un supuesto asesinato; es decir, transformó a una “mujer
buena” en una “mujer mala”.
Nicole Horner es una fatal que posee tanto agencia como maldad,
saliendo esta última a la luz en los últimos minutos del metraje cuando se
revela su traición. También se le puede considerar el personaje que maneja
todos los hilos del relato y quien dicta el desenlace de las líneas narrativas
de los demás personajes. En cuanto a la política del castigo, en primera
instancia, parece que Nicole y Michel han logrado su cometido al deshacerse del obstáculo que Christina suponía. Empero, llega a sugerirse que
Alfred Fichet (Charles Vanel), el detective que había investigado la presunta
desaparición de Michel, ha descubierto lo ocurrido y procederá al arresto.
Tras esto, Les diaboliques sigue ofreciendo vueltas de tuerca y, en aras de
sembrar la incertidumbre en el espectador, da a entender que Christina —ya
sea como humana o como fantasma— continúa presente en el instituto y que
ha interactuado con los niños, lo cual suscita varios cuestionamientos en
torno al desenlace de la cinta: ¿quién triunfó en realidad? ¿Quién engañó
a quién? ¿Cuál fatal venció a la otra?
Al seguir un esquema más cercano al del cine negro hollywoodense,
la película francesa Ascensor para el cadalso (Ascenseur pour l’echafaud,
Louis Malle, 1958) cuenta la historia de Florence Carala (Jeanne Moreau) —la
esposa de un empresario de alto nivel—, quien convence a su amante Julien
Tavernier (Maurice Ronet) —un empleado de éste— de asesinar a su marido
con el fin de estar juntos, haciendo que parezca un suicidio.
277
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
La película de Louis Malle recorre la misma ruta ya revisada con las
fatales domésticas del cine negro americano, en la cual hay un plan, de
apariencia infalible, para deshacerse del esposo de la fémina, conservando
los beneficios económicos y sociales derivados del matrimonio, que serán
disfrutados —hipotéticamente— por los cómplices en un futuro cercano. No
obstante, Florence y Julien se enfrentan a una larga lista de obstáculos impredecibles y fortuitos que el mismo destino ha sembrado en su camino, y que
les impiden triunfar en su encomienda, al ser capturados por las autoridades.
En la misma tradición de las fatales del film noir, Florence es una mujer
inexpresiva, severa y reservada que difícilmente pierde la compostura ante
la adversidad. Sin embargo, se observa una sutil alteración del esquema al
sugerir que esta femme fatale sí ama en realidad a Julien y que éste no ha
sido un mero vehículo de su agencia para escapar de un matrimonio infeliz.
Florence se pone en riesgo a sí misma para lograr que su amante sea declarado inocente de un crimen que en realidad no cometió, lo cual la lleva a ser
vinculada con el homicidio de su esposo y, por lo tanto, a ser encarcelada y
procesada como cómplice.
Por su parte, Italia es un país cuyo cine no adoptó con la fuerza de
Francia las cualidades o el estilo del cine negro estadounidense, en gran
medida porque fue una nación devastada por la Segunda Guerra Mundial
y la respectiva ocupación nazi. En esta coyuntura, la filmografía italiana no
desarrolló propiamente un cine de género durante las décadas posteriores a la contienda bélica, pudiendo identificar el predominio de dramas y
comedias. Dentro del primero de estos géneros figura
(Luchino
Visconti, 1943), una cinta que frecuentemente —a la par de Roma, ciudad
abierta (Roma città aperta, Roberto Rossellini, 1945)— ha sido considerada
la fundadora del movimiento fílmico conocido como neorrealismo italiano.
La película de Visconti es, a la vez, una adaptación de la novela El cartero
siempre llama dos veces de James M. Cain; por lo tanto, se trata de una versión
previa al largometraje estadounidense dirigido por Tay Garnett en 1946. En
la cinta italiana es posible vislumbrar algunos vasos comunicantes con el cine
negro, sobre todo en materia de arquetipos y estereotipos que poblaron el
género americano, lo cual se debe no tanto a la influencia del film noir, cuyas
bases y modelo apenas se asentaban en 1943, sino a la procedencia literaria
de esta historia: la novela hardboiled. Dichos elementos narrativos son insertados en un contexto cercano a la tradición neorrealista, donde los estragos
del conflicto bélico son visibles en el contexto económico donde se desarrolla
la diégesis.
278
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Al momento de comparar esta versión italiana con la americana,
puede considerarse un filme que profundiza en la relación de los amantes —Giovanna Bragana (Clara Calamai) y Gino Costa (Massimo Girotti)—,
presentándola de manera más íntima y explícita gracias a la inexistencia
de un organismo de censura como el Código de Producción. Asimismo,
se justifica con mayor fuerza el deseo y la necesidad de la femme fatale de
escapar de un matrimonio infeliz, demostrando con lujo de detalles que
sí era maltratada, nulificada, abusada y golpeada por su esposo, llegando
al borde del hartazgo como se demuestra en los siguientes diálogos de
Giovanna: “Creí que con él estaría a salvo, pero fue peor que antes. ¡Es
imposible vivir con él! ¡Es tan vulgar, tan hipócrita! ¿De qué me sirve todo
su dinero si debo trabajar en una cocina?”32
De manera opuesta al caso de La chienne y su respectiva versión americana Mala mujer, en
se aprecia una mayor fatalidad y maldad
por parte de la protagonista femenina, siendo más directa su seducción, así
como el convencimiento a su “víctima” de llevar a cabo el asesinato de su
esposo. Esta variación al esquema del paso de la femme fatale de un soporte
a otro, o al presentarse una versión posterior dentro del mismo cine, donde
Cora Smith “pierde” parte de su fatalidad y de su poder al ser comparada
con su homóloga Giovanna Bragana, puede atribuirse al mismo control y
limitaciones del Código de Producción que obligó a los realizadores de la
época a “suavizar” o matizar el contenido de las novelas en las cuales basaron
sus filmes, para que no fueran censurados.
Para finalizar este apartado sobre algunas femmes fatales herederas
de la tradición del cine negro en otras latitudes, resta hablar de la manifestación del arquetipo en el cine español. Una de las fatales más destacadas
de esta filmografía europea es la protagonista de Muerte de un ciclista (Juan
Antonio Bardem, 1955), encarnada por la reconocida actriz Lucía Bosé. La
cinta plantea la historia de una pareja de amantes que comete un asesinato
imprudencial al arrollar a un ciclista. María José de Castro (Bosé), quien iba
conduciendo, convence a Juan Fernández Soler (Alberto Closas), su acompañante, de darse a la fuga y abandonar el cadáver. Este crimen, pese a no
haber sido descubierto por nadie, funge como detonante de una serie de
complicaciones y desacuerdos entre los protagonistas que terminará provocándoles grandes y funestas consecuencias.
32
Diálogo de
(Luchino Visconti, 1943).
279
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
La femme fatale de esta cinta española —también cuenta con participación italiana en la producción— está casada con Miguel Castro (Otello
Toso) y goza de una posición social privilegiada al no tener problemas económicos y pertenecer a la clase alta. María José es firme, severa, reservada,
ágil mentalmente, que llama la atención de los varones, sarcástica y, sobre
todo, capaz de controlar sus emociones y sentimientos a través de la razón.
A pesar de no tener preocupaciones financieras, la protagonista de Muerte
de un ciclista vive un matrimonio monótono que ha caído en la rutina, lo cual
le genera gran aburrimiento y hastío, llegando a desencadenar la búsqueda
de un amante, Juan, para encontrar la diversión y distracción que necesita.
La mujer fatal da a entender que no ama en realidad a Miguel, sino que sólo
permanece a su lado por las comodidades y el estatus derivados de la unión
conyugal; sin embargo, a diferencia de las otras féminas del cine negro
estadounidense, no busca librarse o escapar de su esposo.
En el affaire que sostienen María José y Juan no se pretende formalizar su relación con la desaparición del esposo, sino que sólo es una mera
aventura. La fatal, por su parte, se muestra firme a conservar su matrimonio
gracias a los privilegios que esto implica; como el mismo Juan le menciona,
ella teme perder: “tu mundo, tu casa, tu marido, tu posición en sociedad, tu
estupenda vida, tu bienestar”.33 Incluso, de manera muy similar a la cadena
que Phyllis Dietrichson usa en el tobillo en
, en la película se
exalta la presencia de un brazalete que Miguel le regaló a su esposa, lo cual
refuerza la idea de que es una mujer atada y que no se encuentra disponible.
Juan es un personaje completamente opuesto a María José. Se trata
de un profesor adjunto que no aspira a superarse ni a crecer laboralmente,
es mediocre, temeroso, nervioso e incapaz de controlar sus sentimientos,
dejándose llevar por éstos. Dichas características son, seguramente, las que
lo convierten en un individuo con quien la fatal no intenta formalizar, al ser
incapaz —por su propia mediocridad y apatía— de darle todo lo que posee
al lado de Miguel. Esta película española expone de manera clara y paradigmática las diferencias de personalidad y de carácter entre las mujeres
fatales y los antihéroes masculinos del cine negro, donde se establece que
éstas son centradas, manipuladoras y reservadas, mientras que los varones
son impulsivos, manipulables e imprudentes.
33
Diálogo de Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955).
280
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Serán las mismas diferencias entre los amantes las que terminarán
desencadenando el desenlace y la condena de ambos. Juan, asediado
y atormentado por la culpa y el remordimiento de haber asesinado a un
hombre inocente y con familia, decide abandonar todo lo que posee en su
vida —prácticamente nada significativo— para entregarse a las autoridades
y cumplir su condena. María José, por su parte, se opone rotundamente a
realizar este sacrificio —ella sí tiene mucho que perder, simplemente saldría
a la luz su infidelidad— ante el temor de desprenderse de su cómoda vida.
La fatal, incluso, considera que ha llegado el momento de terminar su relación con Juan y de poner distancia de por medio al realizar un viaje para
apartarse y olvidar todo lo ocurrido.
Armándose de valor, Juan le dice a María José que él no se inmolará
por ella y que no cargará con toda la culpa del crimen; ya que los dos estaban
juntos cuando arrollaron al ciclista, los dos enfrentarán las consecuencias
de sus actos. Nuevamente, se recupera una idea similar a la desarrollada
en
en la que se concibe al crimen como un viaje en tranvía
donde los cómplices están destinados a permanecer juntos hasta el final,
sin la posibilidad de descender a medio trayecto.
María José, presionada por Juan, decide intervenir directamente e
impedir que su amante la delate ante las autoridades. Ella finge acceder
a entregarse y juntos acuden por última vez al lugar en donde murió el
ciclista. Mientras Juan contempla el sitio del accidente, la fatal sube al
automóvil y atropella a su amante matándolo en el acto, con la idea de que
esto le permitirá librarse del crimen e iniciar una nueva vida al lado de su
esposo en el viaje que van a emprender. Empero, la política del castigo se
presenta de manera irónica en este filme español cuando se atraviesa en
su camino un ciclista y, con el fin de esquivarlo, se precipita a un barranco
donde pierde la vida.
La representación visual de esta femme fatale es más cercana a
lo acostumbrado en la era del Precódigo que a la tradición del film noir
hollywoodense. María José viste principalmente con tonos muy oscuros —posiblemente negros—, porta largos abrigos, velos que ocultan sus
expresiones y su mirada, al mismo tiempo que el cigarro es un elemento
distintivo de ella. Narrativamente, posee agencia, maldad y es el personaje
encargado de manejar los hilos del relato.
281
seducción y traición. hacia una historia de la femme fatale en el cine
En estos filmes franceses, italianos y españoles se ha podido apreciar
la influencia del cine negro estadounidense en las producciones europeas
—y en algunos casos a la inversa—, sobre todo en la recuperación del arquetipo
de la femme fatale. Las películas europeas se apropiaron de la dinámica de
representación de la fatal americana llegando, en varias ocasiones, a aportar elementos novedosos y trascendentes. A su vez, la incorporación de la
mujer fatal en diversas filmografías extranjeras refleja la misma vigencia del
arquetipo y de los mismos temores patriarcales que la circundan.
Tras esta revisión de las principales vertientes de la representación
de la mujer fatal en el cine negro, puede apreciarse una notable variación y
diversificación del esquema presentado tanto en la era silente como en las
producciones del Precódigo. Por un lado, destacan las mujeres “malvadas”
que buscan deshacerse de sus maridos, aprovechándose de la seducción en
la que tienen envueltos a sus amantes, para así gozar de grandes fortunas y
recuperar su libertad; y por el otro, están las fatales que optaron por la vida
del crimen, la suplantación y la estafa. En ambos casos es constante la existencia de agencia y maldad en estos personajes femeninos. Paralelamente,
en el noir parece haberse exacerbado el proceso de fatalización femenina
tanto a nivel diegético como extradiegético, considerando como una mujer
fatal —con todo lo que esto conlleva— a las féminas independientes, sublevadas y rebeldes que no se enmarcaban tanto física como narrativamente
en la mujer modelo de la época: la buena mujer, el ama de casa, la madre
y la esposa servil y obediente.
Gracias a la abundancia del arquetipo en el cine negro, puede verse a
este género como una de las categorías cinematográficas que más expone,
desarrolla y refleja el miedo del varón y de la sociedad patriarcal a la mujer
insurrecta que se atreve a cuestionar al sistema. Irónicamente, pese al intento
de contener estas emancipaciones femeninas a través de la obligatoria política
del castigo, el film noir contribuyó ampliamente a la multiplicación y diversificación del arquetipo en varias ramas y tendencias —tanto en Estados Unidos
como internacionalmente—, que serían retomadas y exploradas con mayor
profundidad por muchos realizadores en las décadas siguientes, donde la
fatal comenzaría a hacerle frente a la misoginia —compañera inseparable en
su recorrido por la cultura y el arte— y a los roles de género convencionales
e “ideales”, velados y custodiados por diversas instituciones patriarcales.
282
seducción y traición las femme fatale del cine ne ro
Características de las femmes fatales del cine negro estadounidense
Fuente: Elaboración propia.
283
1. Hacia una definición de la
Alfonso Ortega Mantecón es Doctor en
Humanidades en la línea de Teoría y
Análisis Cinematográfico, Maestro en
Arte Cinematográfico y Licenciado en
Historia y en Comunicación. Ganador
del concurso de guión de documental
convocado por Conaculta y Fundación
Mídete. Sus líneas de investigación son
la representación femenina en el séptimo
arte, las relaciones entre el cine y la
historia, y los géneros cinematográficos.
Ha impartido múltiples cursos y clases
en diversas universidades, asociaciones
y recintos culturales de México.
Asimismo, ha publicado artículos y
capítulos de libros en torno al análisis
cinematográfico. Es coordinador de los
libros
(2018) y
Contacto:
[email protected]
arte decimonónico
en la cultura y en el
3. Seducción silente, las fatales del cine
mudo
4. Las damas sombrías, las fatales del
Precódigo
5. Seducción y traición, las
del cine negro
6. Las devoradoras del cine mexicano
7. Academia de fatales, la fatalidad
femenina al servicio del patriarcado
8. Las rutas de la fatalidad femenina en
la segunda mitad del siglo XX, entre el
y el
erótico
9. Más allá del suspenso, la
en otros géneros cinematográficos
10. Hacia nuevas propuestas de la
fatalidad femenina en el cine, el futuro
de las