Una joven madre rural de Paraguay volvió a su comunidad luego de probar suerte en la ciudad. Ahora se apoya en la producción de rubros de autoconsumo, cítricos y árboles nativos que cultiva en su finca familiar. Los resultados que está teniendo le renovaron la esperanza, y aspira a terminar los estudios que no pudo culminar.
Cuando terminó el colegio, Delia Bracho (34) decidió ir a vivir a San Estanislao, departamento de San Pedro, para trabajar, ganarse la vida y continuar estudiando.
Haciendo trabajos domésticos en casas de familia se pagaba la mensualidad para recibirse como técnica farmacéutica.
“Fui a probar suerte y como descubrí que no la había allá, regresé”, dice.
Después de una década, y tras convertirse en madre de un niño de 10 años y una niña de 6, regresó a su comunidad en Calle Quiindy, ubicada en el distrito de General Isidoro Resquín, departamento de San Pedro, a 300 kilómetros de Asunción.
Principio del formulario
Final del formulario Regresó a su casa sin un título académico, le faltó cursar cinco meses para recibirse.
Su madre le preguntó si solo venía de paso. “No, ya vengo para quedarme”, le contestó.
Desde entonces, Delia se apoyó en su familia materna y empezó a reestructurar su economía combinando la crianza; el trabajo doméstico en su casa y en el entorno familiar-vecinal; y el trabajo en la chacra.
Este año se cumplieron siete años de su retorno.
“Ya me alegro de nuevo acá. Yo siempre luego me alegré aquí, siempre quise venir de nuevo desde un principio. Me decidí y vine sola. Alcé a mis hijos y vine. Y me la estoy jugando, porque es duro si no hay alguien que te ayude. Casi que no tenés que dormir para seguir consiguiendo las cosas”, expresa.
Economía y alimentación
La región donde vive Delia se caracteriza por su economía agropecuaria. Los cultivos de mandioca, algodón, sésamo y chía son los que generan ingresos para las familias; en esas tierras además se producen todo tipo de cultivos alimenticios, centrales dentro de la economía campesina.
Varias familias de Calle Quiindy se sostienen produciendo sus propios alimentos y vendiendo los excedentes, combinado esto con la cría de animales de corral.
En su chacra familiar, Delia tiene actualmente mandioca, batata, porotos, naranja agria, sorgo, banana, arroz y maíz.
Este año tuvieron la primera cosecha de arroz, y se destinó preferentemente a reproducir y conservar semillas, tanto para la familia como para convidar en el vecindario.
“Tenemos maíz morotî (maíz blanco), para alimentación humana, maíz tupi para animales, y un maíz cuyo nombre no sé, es color naranja o rojo llegando hasta el bordó, es nuestro maíz también”, explica.
Este maíz criollo, que solamente queda en algunas comunidades campesinas e indígenas, forma parte de la diversidad genética en Paraguay.
“De él hacemos chipa guazú (tarta de maíz tierno), ka’i ku’a (humitas) y tortillas de harina de maíz”, comenta.
Junto con los cultivos agrícolas, su familia tiene patos y gallinas que generan huevos y carne para consumo familiar o venta.
“En el mediano plazo, me gustaría tener cerdos, son una fuente de dinero en el campo”, indica Delia.
Para comprar los alimentos que no se producen en la chacra -carne vacuna, leche, lácteos, yerba, harina, sal, azúcar, aceite, almidones- genera dinero vendiendo los frutos frescos de la chacra en las ciudades de Naranjito o General Isidoro Resquín.
Además, actualmente retomaron el cultivo de naranja agria para elaborar esencia de petit grain, producto apreciado por las industrias de la medicina y la cosmética.
Proyecto PROEZA
Justo cuando Delia trabajaba en levantarse económicamente desde su regreso, ella y otras mujeres de su comunidad fueron seleccionadas para formar parte del Proyecto Pobreza, Reforestación, Energía y Cambio Climático (PROEZA).
La iniciativa es liderada por el Gobierno Nacional, cuenta con el financiamiento del Fondo Verde del Clima (FVC) y la cooperación técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La misma combina objetivos de generación de ingresos económicos, reforestación, generación de energías renovables y mitigación de los efectos del cambio climático en familias rurales que viven en la pobreza y la extrema pobreza.
Se implementa con familias participantes del programa Tekoporã y lo complementa con pagos por trabajos de mantenimiento de las parcelas y transferencias condicionadas monetarias ambientales.
PROEZA contempla pagos por trabajos de mantenimiento de las parcelas durante su implementación y, en un segundo momento, transferencias condicionadas monetarias ambientales.
Las familias participantes eligen uno de los seis sistemas agroforestales, que combinan yerba mate, árboles nativos, especies exóticas y cítricos. Estos sistemas se asocian a rubros de autoconsumo para las familias, contribuyendo a la seguridad alimentaria de las mismas.
Delia eligió plantar árboles de naranja junto con árboles nativos, y un perímetro de eucaliptos que funciona como barrera vegetal de protección frente a extremos climáticos o contaminación derivada de fumigaciones cercanas.
“Tengo esperanza de salir adelante”
En el caso de Delia, la implementación de los cultivos del proyecto PROEZA reforzaron a su vez el impulso suyo y de su familia para la siembra de los cultivos alimenticios dentro de su finca.
"Si bien ya se observan algunos beneficios del proyecto, lo mejor se verá en el mediano plazo", comenta Delia, quien señala que los naranjos, la disponibilidad de madera, leña, sombra y protección ofrecerán recursos aprovechables tanto para el uso familiar como para complementar los ingresos.
“Miro la chacra y veo cómo está creciendo y yendo todo bien. Tengo esperanza de salir adelante. De producir buenas frutas de naranja. Eso espero. Están muy lindas, están brotando”, asegura.
A raíz de su experiencia, opina que es fundamental que las personas jóvenes rurales que quieran seguir sus estudios tengan opciones educativas cercanas a su comunidad o el apoyo en forma de becas. “Es casi imposible por tu cuenta propia”, señala.
“Si los cultivos dan buenos resultados, quiero terminar mis estudios…quiero estudiar de nuevo, para ayudar a mis hijos. Necesitan de mí. Estoy dispuesta a eso, a trabajar y hacer cualquier cosa para ayudarles”, sostiene.
El proyecto PROEZA continuará trabajando para que más familias en situación de vulnerabilidad social y ambiental mejoren su calidad de vida y contribuyan a la protección del medio ambiente mediante prácticas de reforestación y adaptación al cambio climático.
Mujeres rurales en Paraguay
Delia es una de las 1.082.180 mujeres viviendo en áreas rurales del país, de las cuales el 28,6% son niñas y adolescentes de 0 a 14 años de edad, 62,8% equivale a personas de 15 a 64 años; mientras que el 8,5% tienen 65 o más años de edad, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondientes al 2023.
De acuerdo con la misma fuente, cerca de 407.631 mujeres rurales forman parte de la fuerza de trabajo, 375.716 es el total de mujeres de 15 y más años de edad que se encuentra ocupada; 31.915 mujeres rurales están buscando trabajo y disponibles para trabajar de inmediato (desocupadas) y 30.757 tienen una subocupación por insuficiencia de tiempo (trabajan menos de un total de 30 horas semanales).
Los datos del INE indican, además, que de 987.129 de la población de mujeres de 5 y más años de edad en el área rural, según años de estudio, el 47,7% presenta 1 a 6 años de estudio; el 32,3% tiene de 7 a 12 años de estudio; el 11% presenta 13 a 18 años de estudio y el 9,0% no están instruidas.
Del total de mujeres rurales, según el tipo de seguro de médico, el 11% cuenta con seguro de IPS, el 3,6% dispone de otro tipo de seguro y el 85,4% no tiene seguro médico.
Las mujeres rurales y el rol fundamental que cumplen
El rol de las mujeres en el desarrollo de las sociedades rurales trasciende su aporte en labores productivas y de cuidado, contribuyendo también con conocimientos sobre prácticas agrícolas locales y ancestrales, y la conservación de la biodiversidad.
Las mujeres rurales se dedican tanto a actividades agrícolas como no agrícolas, y tienen un rol fundamental en la gestión de los recursos naturales, así como en la producción, procesamiento, conservación y comercialización de alimentos. Además, diversifican las fuentes de ingresos y garantizan la seguridad alimentaria, la nutrición y el bienestar de sus familias y comunidades.
La superación de las desigualdades de género arraigadas en los sistemas agroalimentarios y el empoderamiento de las mujeres son acciones fundamentales para lograr sistemas agroalimentarios inclusivos y resilientes, así como para alcanzar los objetivos de erradicar la pobreza y eliminar el hambre a nivel mundial. Las mujeres desempeñan un papel crucial en la agricultura familiar, representando la mitad de su población vinculada a este sector.
Las mujeres rurales tienen un fundamental rol en la producción de alimentos, especialmente en pequeña escala, pero siguen enfrentando desigualdades políticas socioeconómicas que no les permite un mayor crecimiento. Se sigue desconociendo el importante trabajo agrícola que realizan, y se subestima el aporte que hacen a la agricultura y, sobre todo, a la seguridad alimentaria en la familia.
Trabajo de la FAO en Paraguay
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) acompaña al Ministerio de la Mujer y al Ministerio de Agricultura y Ganadería para promover la formulación de políticas para la participación de las mujeres en el desarrollo rural y la seguridad alimentaria.
Un punto muy importante en este proceso fue la aprobación de la Ley N° 5.446/15 “Políticas públicas para mujeres rurales”, que busca garantizar sus derechos económicos, sociales, políticos y culturales.
Igualmente, siempre en el mismo camino, el Ministerio de la Mujer actualizó en el 2021 la estrategia país de aplicación de la Ley y el Plan de Acción Quinquenal, con principal atención en la promoción de la inclusión económica y productiva, a fin de generar sinergias y articulación entre las instituciones integrantes de la Comisión Interinstitucional de Aplicación de la Ley (CIAL).
Desde la FAO se considera que lograr la igualdad de género en la agricultura es fundamental para erradicar el hambre, la malnutrición y la pobreza.
Para trabajar tras esos objetivos, la FAO cuenta con una “Política de Igualdad de Género”, que es el instrumento en el que se establecen los esfuerzos de la organización para abordar las desigualdades que aún persisten en la agricultura y los sistemas alimentarios, y para potenciar la capacidad y empoderamiento de las mujeres y niñas rurales.
Para promover la igualdad de género en la agricultura, el desarrollo rural y la gestión de los recursos naturales para lograr la seguridad alimentaria y nutrición para todos, se deben abordar varias dimensiones. Es necesario que mujeres y hombres tengan la misma voz y poder en la toma de decisiones.
Además, se tiene que reconocer que tienen los mismos derechos, acceso y control sobre los recursos naturales y productivos; al igual que los mismos derechos y acceso a los servicios, mercados y trabajo decente y control equitativo sobre los ingresos resultantes y beneficios.
Igualmente, es urgente que se reduzca la carga laboral de las mujeres mejorando su acceso a tecnologías, prácticas e infraestructura y promoviendo una equidad en la distribución de responsabilidades, incluso a nivel del hogar.
Más información en: proeza.stp.gov.py