Un sordo trueno, lejano, llenó con su mate redoblar el oÃdo del contrabandista.
Ãgil, con la precisión de movimientos del impulsivo, se incorporó, amarró firme el otro cabo a la rama y se agachó entre el brabádigo espeso.
Emilia Pardo Bazán
Y esto lo dijo la vieja al ver cómo aquél deslizábase ágil como una serpiente por sobre el brocal del pozo y un momento después estrechaba entre sus brazos a Pepita, que miraba en torno suyo como asustada.
o morena, sino casi etiópica, era Currita la Mayorala, hembra de veinte abriles, de pelo rizozo, abundantÃsimo y negro como el azabache, con ojos de antÃlope en celo, tez fina y renegreante, de facciones enérgicas como las de un gitano adolescente, y cuerpo lleno, robusto, de marmóreas y arrogantes curvaturas y suelto y ágil como el de la más gentil bailadora.
Todo parecÃa dormir a la luminosa caricia de la luna, cuando escalando ágil la cañada se destacó a espaldas del lagar la silueta garrida de Toño el de Carambuco, un zagal de no más de veinte años, fuerte, elástico, cenceño, de semblante atezado, de ojos de fiero y franco mirar, de labios gruesos y de pelo bravÃo; pantalón de pana, rojo ceñidor, recios zapatones de baqueta, blanca camisa, amplio pañuelo azul a guisa de corbata; al hombro, la chaqueta de paño burdo, y en la mano, la indispensable escopeta.
-Si el que es fuerte, replicó Sócrates, deseara ser fuerte, el que es ágil ser ágil y el que está bien de salud estarlo..., puede ser que alguno se imagine en este caso y otros análogos que los que son fuertes, ágiles y están sanos y poseen todas estas ventajas desean todavÃa lo que ya poseen.
La aniquiló el hijo de Zeus con su implacable bronce, el Anfitriénida Heracles, con ayuda del belicoso Yolao, según los planes de Atenea amiga de botÃn. La Hidra parió a la terrible, enorme, ágil y violenta Quimera, que exhala indómito fuego.
Entonces se miró que el aguacero menguaba, las nubes se abrÃan como si fueran un telón celeste y entre el azul infinito del cielo recién lavado que aparecÃa, se vio volando ágil y majestuoso, al Ave Fénix que asÃ, y sólo asÃ, al sentir la libertad, renacÃa.
Esta serie de cuentos escritos por un DomÃnguez Hidalgo casi adolescente (1965), con un estilo
ágil y directo que hace que el lector vea, como en cinematografÃa, casi olvidando al narrador, quien sólo aparece en los irónicos finales, una serie de escenas contundentes que van desmintiendo al discurso oficial del México democrático de varias décadas.
Antonio DomÃnguez Hidalgo
Y sin pedirle nada, lo sentimos. El amor nos da más espÃritu, el espÃritu lo sustenta: hay que ser ágil para amar. A diario se nos agotan las maneras de gustar.
El Gaviota avanzaba cortando ágil las imponentes olas, no sin que de vez en cuando alguna le envolviese en su inmenso torbellino; ninguno de los de la barca respiraba.
HabÃa visto a los negros de su padre arrastrarse sobre las manos y las rodillas para divertirlo: en esta posición los habÃa montado, «haciendo creer» que los tomaba por caballos. Y entonces, se aproximó por detrás a una de esas formas rampantes, y después, con un ágil movimiento, se le sentó a horcajadas.
Tu juego será siempre limpio; sin trampas, pero no te dejarás engañar de los sucios ni de los tramposos. Ser fuerte, ágil, resistente, sano, será para ti obligación.