miércoles, 8 de enero de 2025

The Oil Crash: Año 19

 


Queridos lectores:

Con un retraso de unos días, les presento el resumen de los hechos más destacados del año 2024 en materia de sostenibilidad, y particularmente tanto en los aspectos ambientales.

Como suele pasar, este año ha estado cargado de muchas noticias y en general el tenor, en cuestiones de sostenibilidad, ha sido considerablemente peor que el de años precedentes. De hecho, hay tantas noticias que es completamente imposible glosarlas aquí todas, así que discúlpenme si algo muy notorio acaba quedándose en el tintero.

+ Creciente caos climático: El año 2024 ha estado caracterizado por una enorme cantidad de eventos extremos, con lluvias y vientos anómalos en todos los continentes, en ocasiones con efectos muy destructivos. Lo más preocupante es la ocurrencia de estos fenómenos en lugares donde no hay constancia en décadas, a veces incluso en siglos, de nada parecido. Desde inundaciones en Arabia Saudita a nieve en Marruecos. Puestos a destacar eventos particularmente destructivos, señalaríamos el huracán John en Acapulco (por segunda vez en 11 meses se produce un huracán en esa zona que sufre una intensificación explosiva hasta categoría 5 en menos de 24 horas), el huracán Helene en los EE.UU. (que trajo la devastación a estados hasta ese momento considerados seguros, como Carolina del Norte), las catastróficas inundaciones en Katmandú (más de 200 muertos), las inundaciones en Polonia, Hungría y Austria de septiembre y las repetidas inundaciones de Turquía (cada pocos meses se producen nuevas) y, en el caso de España, la DANA de Valencia.

+ Preocupación creciente con los puntos de no retorno climáticos: Durante el 2024 ha vuelto con fuerza la discusión sobre una posible ralentización e inclusive eventual detención del brazo atlántico de la Corriente Meridional del Lazo (Atlantic Meridional Overturning Current o AMOC), a partir de diversas publicaciones que, analizando datos recientes, ponen de relieve que el peligro puede ser más cercano de lo que nos pensamos (escribí un post sobre uno de esos artículos). Los hallazgos que se han ido publicando con posterioridad durante 2024 y la investigación en curso empujaron a 44 científicos a escribir una carta al Concilio Nórdico alertando sobre el peligro para sus países de una parada abrupta de la AMOC. Por desgracia, una eventual parada de la AMOC es solo uno más de los puntos de no retorno que podríamos cruzar en los próximos años, los cuales incluyen también la sabanización de la Amazonia o el deshielo de la capa de hielo continental de la Antártida Occidental, entre otros, y encima todos ellos tienen dependencias mutuas, así que sobrepasar uno puede empujar a otro, pudiéndose producir una cascada de puntos de no retorno. Por cierto que un punto de no retorno del que no se habla porque no ha sido catalogado como tal, a pesar de que parece estar en peor estado que los anteriormente mencionados, es el colapso de la SMOC (Southern Ocean Meridional Overturning Current, a veces designado también por SOOC), aunque probablemente se empiece a hablar mucho próximamente (a lo que espero que nuestro propio trabajo de investigación aporte su granito de arena).

+ Desestabilización geopolítica masiva: Durante el año 2024 ha continuado la guerra en Ucrania, pero también se recrudeció la masacre en Gaza y Cisjordania que comenzó a finales de 2023; ambos conflictos representan un grave problema para los países occidentales y particularmente para Europa, por motivos diferentes: en el caso del primero, porque el temor existencial a un conflicto en suelo europeo está empujando a una creciente militarización del Viejo Continente, pero también a un creciente rechazo a que se destinen más recursos en una Europa donde cada vez escasean más; en el caso del segundo, por el rechazo expresado por la ciudadanía europea a la masacre indiscriminada de la población civil, lo cual compromete el discurso de superioridad moral que es tan del gusto europeo. Al tiempo, el golpe de estado en Níger en 2023 ha puesto en jaque la hegemonía de Francia en el Sahel, sobre todo al fracasar la coalición de países africanos con la que Francia quería recuperar el control al producirse sendos golpes en Malí y Burkina Faso. Ahora, los países díscolos se proponen salir de esa agrupación cooptada por Francia, la ECOWAS, lo cual está debilitando aún más el poder francés en esta parte de África. La última gran noticia a nivel geopolítico del año de 2024 es el colapso de Siria bajo la ofensiva de un grupo islamista radical, un suceso tan turbio (del que rápidamente han intentado sacar provecho tanto Turquía como Israel) que daría para hablar durante años. Se publicará en breve un programa de Radioactividad con David Feria y un servidor donde se abordan éste y otros temas.

+ Problemas con el acceso a los combustibles: El 2024 se ha caracterizado por problemas crecientes en el abastecimiento de combustibles, sobre todo en África y América Latina, con algunos países de Asia afectados como Pakistán. Algunos eventos de 2024 asociados con las dificultades para mantener el abastecimiento de combustibles derivados del petróleo fueron el paro de camioneros en Colombia, la escasez en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador, en Perú y en Argentina, pérdidas en la agricultura en Bolivia, protestas por la falta y encarecimiento de los combustibles en Nigeria, y problemas en muchos países africanos: Malawi, Egipto, Burundi, Tanzania, Sudáfrica, ... El problema empieza a estar tan extendido que parece ridículo que algunos nieguen que hay un problema global con el petróleo, simplemente porque no les afecta a ellos (aún).

 + La recesión se afianza en Alemania: Desde 2020 hasta 2024, el 20% de la industria pesada alemana ha desaparecido, y las perspectivas no pintan demasiado bien. Se anuncian despidos y reducción de actividad en multitud de empresas sistémicas, como BASF, Siemens o Volkswagen. La incapacidad de tener materias primas y energía a un precio adecuado para la industria alemana está provocando la destrucción económica del país, y tiene una buena parte de responsabilidad en la caída del Gobierno alemán. El problema es que Francia y otros países de la UE tampoco están en una situación muy boyante, excepto España.

+ Retroceso democrático en Occidente: El ascenso de los partidos radicales en Europa es innegable: la ultraderecha gobierna en Italia, en Hungría, en Polonia o en los Países Bajos, y podría dar un gran salto adelante en las elecciones alemanas de febrero de 2025 o en las presidenciales francesas de 2027. La fuerte represión de las protestas por la matanza en Gaza (hasta el punto de detener a gente por exhibir banderas palestinas, aparte del uso indiscriminado de antidisturbios), la persecución a los grupos ambientalistas y, en general, la crispación y las amenazas en las redes sociales, junto con un control cada vez más sesgado de la información que se difunde, van lentamente llevando a Europa hacia una nueva pesadilla totalitaria. En EE.UU., la victoria de Donald Trump augura cuatro años de retroceso en las libertades a nivel doméstico y una política populista y radicalizada.

+ El "oasis" español: En medio de la debacle económica y de la agitación política de Europa, España es actualmente una especie de oasis tanto en lo político como en lo económico (hasta el punto locomotora económica). En lo económico, España aportó el 40% del exiguo crecimiento del 0,8% de la Eurozona durante el 2024 (lo que es más una muestra de la debilidad económica europea que de la fortaleza de España). En lo político, el acuerdo con casi todos los partidos del arco parlamentario excluyendo la derecha nacional continúa apuntalando al Gobierno de coalición entre PSOE y Sumar, a pesar de los múltiples bandazos y anuncios de abandono, y que el propio Sumar perdió a su coordinadora, Yolanda Díaz, dimitida después de los malos resultados en las europeas, y la mala noticia de que uno de sus socios principales, Más País, haya perdido a su miembro más carismático y fundador, Íñigo Errejón (cosa que, dada la política de acoso de ese particular partido contra los académicos españoles, solo puedo contemplar con cierto alivio). Contra viento y marea, España es aún un país económicamente solvente y políticamente... bien, no diremos que estable, pero sí más afianzado que otros de nuestro entorno. Ahora bien, viendo lo que se avecina para los próximos meses (motivo del siguiente post) veremos cuánto dura esto.


En una nota más personal, este año ha visto la publicación de mi quinto libro de ensayo, el tercero que publico en solitario: "El futuro de Europa". En él recojo tanto un análisis de los problemas de sostenibilidad que nos aquejan cómo de la inviabilidad del modelo de Renovable Eléctrica Industrial, pero también (y ésta es la parte más extensa del libro) discuto sobre soluciones y aproximaciones técnicas para conseguir mejorar nuestro aprovechamiento de la energía y acercarnos a un modelo verdaderamente sostenible.

Volvemos en breve con la previsión para 2025. Permanezcan en sintonía.

Salu2.

AMT 

martes, 31 de diciembre de 2024

World Energy Outlook 2024: Pasando los picos sin hablar de ellos.


Queridos lectores:

El pasado mes de octubre la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sacó su World Energy Outlook (WEO), en el que la AIE informa a los gobiernos de la OCDE sobre las grandes tendencias que han de marcar el futuro de la energía durante los próximos años. Un WEO insólitamente breve, siguiendo la tónica de los últimos años: 398 páginas, pero de las cuales 109 son anexos con tablas y definiciones (algo que antes solía venir en un fichero excel aparte), así que de manera real el informe consta de 289 páginas reales. Todo un récord de brevedad.


Han pasado ya 19 años desde que la producción de petróleo crudo convencional llegase a su máxima producción, y desde entonces poder cubrir toda la demanda de petróleo del mundo ha dependido de los petróleos no convencionales, lo que en los últimos años quiere decir petróleo de fracking, porque es la única categoría que sube de forma neta desde 2015. Pero incluso contando con los petróleos no convencionales, hace ya 6 años desde que la producción de crudo más condensado llegó a su máximo, en 84,6 millones de barriles diarios (Mb/d) en noviembre de 2018, y desde entonces ha caído un 3,5%.

Imagen de Peak Oil Barrel: https://peakoilbarrel.com/august-non-opec-world-oil-production-rose/



Es importante fijarse en esa categoría  de crudo más condensado, que en esencia es todo lo que se puede usar como combustible líquido, dejando fuera el sucio truco de incluir los líquidos del gas natural, que sólo usables para producir plásticos. Dado que la producción de gas natural aún aumenta (aunque cada vez más lentamente, evidenciando la proximidad de su pico de producción), el añadir los líquidos del gas natural no deja de ser un artero truco para no mostrar lo que está pasando con los combustibles líquidos. Pero, del mismo modo que actualmente se ofuscan los datos de extracción de uranio para camuflar la amarga verdad del descenso vertiginoso de su producción (la Asociación Nuclear Mundial no ha publicado este año los datos de extracción del 2023), en el caso del petróleo todo el acento se pone en intentar hacer creer que se está produciendo un ilusorio pico de demanda y que si a partir de ahora se consume menos petróleo es porque no se quiere más. Así claramente lo refleja este WEO, que repite en 134 ocasiones el término "peak" pero en prácticamente todas las instancias en un contexto de "pico de demanda".

Y, sin embargo...

Sin embargo, tal y como anticipábamos en años anteriores, se está dándole cada vez más foco al concepto de "seguridad energética", que es la forma civilizada y políticamente presentable de hablar del peak oil y del peak everything, al punto de que, una vez más, se le dedica uno de los seis capítulos del informe, intentando diluirlo con otros conceptos como "asequibilidad" y "sostenibilidad", pero que en realidad son caras de la misma moneda. Pero es que además, otro de los capítulos del WEO está dedicado a las incertidumbres de los escenarios planteados, así que 80 de las 289 páginas, casi la tercera parte, está dedicada a explicar por qué lo que se está previendo en este informe no se va cumplir.

Y es que este WEO es un nuevo canto de sirena tecnológica y una nueva apuesta redoblada por la Renovable Eléctrica Industrial (REI), un modelo de transición energética que a estas alturas no solo sabemos que no va a funcionar, sino que encima es cada vez más evidente que está fracasando estrepitosamente en Europa, la región donde con más ahínco se está apostando por el REI. No volveremos a hablar del desplome de las ventas de los coches eléctricos, de los curtailments crecientes, del hundimiento de la industria eólica, del sinsentido del hidrógeno verde, de la escandalosa desviación entre las proyecciones de electrificación - siempre en aumento - y el consumo eléctrico en Europa (siempre en descenso)... A estas alturas, es evidente que quien crea que el REI puede funcionar sufre un proceso de disonancia cognitiva aguda, o trabaja para una de las empresas que aún quieren exprimir un poco más los fondos NextGeneration o es un político que ha puesto demasiada implicación y crédito personal en el REI como para poder rectificar.

Pero vayamos por fin a estudiar con cierto detalle este WEO.

El informe se estructura en 6 capítulos:

1.- Visión general y resultados principales
2.- Definición de escenarios
3.- Rutas para el mix energético
4.- Discusión de las incertidumbres del WEO
5.- Seguridad energética, asequibilidad y sostenibilidad
6.- Escenarios regionales.


Discutiré brevemente cada uno de los capítulos, excepto el último porque me parece que tiene poco interés general (y en realidad cuando vas mirando los diferentes WEOs, si ya sobre el cuadro global la AIE cada año dice una cosa diferente, a escala regional es impresionante cómo varía). Recordemos que, como siempre, hay tres escenarios principales, el de Políticas Anunciadas (STEPS), que es el que se toma como escenario de referencia; el de Políticas Anunciadas (APS), que es como una versión mejorada del STEPS; y el del Cero Neto en 2050 (NZE), que es el escenario ideal y deseado con una rápida transición a las renovables. Los tres escenarios se diseñan con los modelos económicos de la OCDE y son independientes (o eso dicen) de la disponibilidad de energía, porque la AIE comulga con el credo neoliberal que la demanda crea la oferta y por tanto nunca acepta que pueda haber problemas con la oferta y todos los picos observados son, para la AIE, picos de demanda. Que si por ejemplo consumimos menos petróleo no es porque falta, sino porque hemos decidido consumir menos.

1.- Visión general y resultados principales.

Es un capítulo trufado de medias verdades y de afirmaciones sesgadas. Se dice, por ejemplo, que en las economías avanzadas el consumo de energía ha caído desde 2005 a un ritmo promedio del -0,5% anual, pero no se explica que es como consecuencia de la deslocalización de la industria más contaminante e intensiva en el consumo de energía, y que eso ahora mismo está poniendo a esos países en una situación complicada (ver, por ejemplo, el caso de Alemania). En el resto del mundo, el consumo de energía ha crecido un 2,6% anual, pero solo en la última década. Y, atención, incluso en el escenario STEPS se empiezan a ver unos claros picos de producción de petróleo, gas y carbón, más evidentes de lo que se mostraba otros años. Para ello, la categoría "Clean energy" (que contiene la biomasa, la hidroeléctrica, la nuclear, la eólica y la fotovoltaica) se supone que tiene que experimentar un crecimiento sin parangón (y sin mucha verosimilitud).


Con estos mimbres, incluso en este escenario el crecimiento del consumo energético es bajo, de alrededor del 0,5% anual. La AIE nos aclara que eso no quiere decir que se detenga el crecimiento económico, el cual, al contrario, sería de un 3% anual, debido al progreso tecnológico y las mejoras en eficiencia. Tal cosa no ha pasado jamás en el contexto mundial (algunos países han podido "incrementar" su eficiencia energética pasándose a prestar más servicios, pero a cambio se desolocalizó la producción industrial a otros países como China, incrementándose el consumo de energía debido a que los productos finales viajaban distancias más largas de la factoría al consumidor final). En suma, se hace una afirmación extraordinaria para nada refrendada por la experiencia previa.

La discusión sobre las emisiones de CO2 es un total disparate, teniendo en cuenta que intenta ocultar el hecho de que el año pasado se produjeron las mayores emisiones de CO2 de la Historia, y que encima nos dicen que aún podemos conseguir no sobrepasar los +1,5ºC de calentamiento con el NZE (cuando ya estamos en +1,6ºC) y que con STEPS, es decir, con el escenario de referencia el calentamiento sería de +2,4ºC, lo cual ya sería terrible pero en realidad todo el mundo reconoce que sería de por lo menos +3,1ºC (que sería catastrófico). En este tema, la AIE se ha desconectado por completo de la realidad de la discusión actual.

La discusión sobre la geopolítica es otra barrabasada, pues por un lado se aceptan los problemas actuales en Ucrania y Oriente Próximo, y por el otro se minimiza su impacto en el futuro. Incluso se afirma que va a sobrar petróleo (recordemos: pico de demanda) y que los precios van a ir a la baja. Qué importa toda la evidencia en contrario.

La AIE anticipa una dependencia geopolítica de muy pocos países en ciertos materiales y tecnologías críticas para la transición. No solo reconoce que puede haber problemas de dependencia muy serios en el futuro, sino que incluso admite que la producción de cobre y de litio no va a estar a la altura de la demanda esperada, aunque todo lo fía al desarrollo de nuevas tecnologías químicas para las baterías y al reciclaje (el tema del reciclaje del cobre se está convirtiendo en un mantra, toda vez que parece probable que hayamos pasado su pico de producción).

 


No obstante lo cual, en la sección siguiente se lanzan perspectivas muy optimistas sobre la implementación masiva de los coches eléctricos en los próximos años. De hecho, se supone que lo que consigue que el consumo de petróleo empiece a bajar en los próximos años (el presunto "pico de demanda") es el incremento del número de coches eléctricos.

Llama también la atención que la AIE asume que el consumo de electricidad se va a duplicar de aquí a 2050, cuando al tiempo reconoce que está estancada en porcentaje (y en realidad en descenso en valor absoluto) desde el año 2010 en los EE.UU. y en Europa. Por supuesto, dan por bueno que la demanda de electricidad desde los centros de datos y gracias a la inteligencia artificial va a crecer en los próximos años, sin problemas. En todo caso, asumen que la clave del aumento del consumo de electricidad son las dos tecnologías palanca que ya están mostrando claramente sus limitaciones, el coche eléctrico y el hidrógeno verde. Da igual lo que esté pasando ahí fuera, de momento el discurso de la transición según el modelo REI no cambia.



Introduce en este punto el WEO una gráfica que debería dar de pensar a los partidarios de las energías renovables: fíjense cómo ha aumentado enormemente la capacidad instalada de la nueva renovable, y en comparación qué poca energía eléctrica ha producido. El problema de siempre: una cosa es instalar y otra es producir. Y lo que cada vez se está viendo más claro: con la saturación renovable y los problemas de inestabilidad que causa, el factor de planta (porcentaje de energía producida respecto al máximo generable si funcionase al máximo el 100% del tiempo) va disminuyendo.


Acto seguido, se discute el papel del gas natural licuado (LNG) en el futuro inmediato. En otra muestra de la total desorientación de la AIE, asume que en los próximos años las exportaciones de gas de los EE.UU. seguirán aumentando (más aún, se incrementará su capacidad exportadora), cuando todo apunta a que los pozos del fracking están llegando a su límite terminal.


Tras eso, hay una larga discusión sobre el uso de la electricidad en diversos sectores domésticos e industriales según los escenarios; y después sobre la inversión en "energía limpia" (el término escogido para incluir la nuclear en el mix renovable), sin demasiado interés: por destacar algo, que reconocen que la cantidad de inversión que se necesita es descomunal.

2.- Definición de escenarios.


En esta sección se discuten los tres escenarios principales del WEO (STEPS, APS y NZE). Ya nos dejan claro que en todos los escenarios la economía va a crecer un 2,7% anual y la población llegará a los 9.700 millones de personas en 2050, porque en su visión eso no depende de la disponibilidad de energía, que la dan por garantizada, y lo único a discutir es el mix de preferencia. Y aunque en sus escenarios el precio de los combustibles fósiles va a seguir bajo, no excluyen que se produzca volatilidad. Vamos, que se esperan una cosa pero no descartan su contraria. Cada escenario está asociado con un incremento probable de la temperatura global: +2,4ºC en el caso de STEPS, +1,7ºC en el caso de APS y +1,5ºC en el caso de NZE. Hay varias cosas curiosas en esos escenarios declarados. La primera es que sabemos que no vamos a conseguir quedarnos por debajo de los +1,5ºC porque de hecho ya hemos superado esta marca. Pero lo que resulta más chocante es que afirmen que en el escenario APS se va a conseguir un calentamiento de solo 0,2ºC superior al NZE, cuando en el último caso se asume una drástica disminución de las emisiones con respecto al APS.

Hay una gráfica al principio de esta sección que me ha hecho cierta gracia, porque resuena con un argumento repetido por los partidarios del REI [ENLACE Algunas preguntas incómodas]: que el precio de las tecnologías renovables no hace otra cosa que bajar. Y es cierto que ha bajado más que considerablemente en la última década, pero también es cierto que actualmente se ve una cierta tendencia, de tres o cuatro años de duración, al estancamiento, como si el precio hubiera tocado suelo.

 


La mayoría del contenido de este capítulo es la discusión de la situación macroeconómica de acuerdo con los escenarios. Dejo aquí la tabla de los precios esperados por combustible, porque seguramente la comparación con la realidad de los próximos años será bastante ilustrativa.



3.- Rutas para el mix energético.

El epígrafe de este capítulo es "¿Se ven venir picos?". Desde luego, es curioso. Ya en el resumen del capítulo nos anuncian que, al igual que en el WEO 2023, se espera que los picos "de demanda" del petróleo, carbón y gas natural se den de aquí al 2030. Esto se muestra claramente en la figura 3.1, en la que se nos da la evolución del suministro total de energía primaria en los tres escenarios del WEO24.


Como se muestra, en todos los casos se espera una caída prácticamente inmediata de la producción de energía primaria fósil (petróleo, gas y carbón), que además será muy acelerada en los escenarios APS y NZE, y solo más moderada en el caso de STEPS. Se ve que estamos llegando al punto en el que se hace difícil disimular que el suministro de toda energía fósil ha pasado su máximo, pero por eso se insiste todo el rato en que se tratan de picos "de demanda", aunque los indicios indican lo contrario, que se trata de picos de oferta. En todos los casos se espera un ilusorio e imposible crecimiento explosivo de la generación renovable. Dado el tamaño en 2023 de la generación de energía renovable (la franja verde) podría parecer que lo que se propone no es tan descabellado, pero no se tiene en cuenta que la mayoría de esa generación actual corresponde a la renovable tradicional, es decir, hidroeléctrica y biomasa tradicional (leña, vamos), siendo la producción eólica y fotovoltaica - justamente la que se espera que crezca descomunalmente en los próximos años - menos del 2% del total. Otra cosa que llama la atención de estos escenarios es que solamente en STEPS se espera un cierto crecimiento de la producción de energía, mientras que en APS y NZE disminuye, teóricamente porque los sistemas que se usaran, de renovable eléctrica, serán más eficientes en el uso de la energía, haciendo de la necesidad (la incapacidad ni en los escenarios más fantasiosos de hacer crecer más la energía renovable) virtud (dando a entender que no importa porque haremos lo mismo y más con menos energía).
 
Llama la atención también cómo la AIE continúa insistiendo que en su escenario de referencia, STEPS, el primero de los combustibles fósiles en alcanzar su pico será el carbón, en 2025, mientras que el petróleo y el gas lo harían hacia 2030. La realidad es que la producción de petróleo crudo más condensado (que es lo que se puede usar para hacer combustibles líquidos) tocó su máximo en noviembre de 2018 y desde entonces ya ha caído un 4%, pero se está disimulando con el incremento de la fracción de "todos los líquidos del petróleo" denominada "líquidos del gas natural", que mayoritariamente se usan para hacer plásticos pero es con lo que llevamos unos años camuflando la caída de la producción de petróleo para combustibles. Por otro lado, el débil crecimiento de la producción de gas natural en los últimos años (menos del 0,8% anual) anticipa una próxima llegada a su pico. Por su parte, por desgracia al carbón aún le queda recorrido no solo para crecer, sino para mantenerse bastante elevado durante unos cuantos años más. Pero por razones políticas a la AIE le interesa hacer creer que es el carbón lo que primero caerá.

Una parte importante del capítulo se dedica a la discusión de las mejoras en intensidad energética. Como la intensidad de energía es la cantidad de energía utilizada por cada dólar de PIB producido, las mejoras de intensidad observadas en los últimos años tienen mucho más que ver con la proliferación de servicios que con mejoras reales en la eficiencia de los procesos; encima, con la deslocalización de empresas hacia China principalmente, nos encontramos que en cifras absolutas en el mundo se consume cada vez más energía, a pesar de esta mejora en intensidad energética. Y es que la intensidad energética no es realmente una medida de la eficiencia productiva, sino de la eficiencia en la generación de capital, la cual se basa con demasiada frecuencia en cuestiones espurias e insostenibles en el largo plazo. Eso no quiere decir que no haya habido ganancias reales en eficiencia, pero por desgracia se han visto más que compensadas por el incremento en el consumo de energía, fruto de la Paradoja de Jevons.

Una muestra de lo inverosímil (o de lo que realmente implican los escenarios de la AIE) es cómo cree la Agencia que evolucionará el consumo de combustible para el transporte. Ya no es la cuestión de lo poco verosímil que resulta la transición hacia un uso masivo de electricidad y de hidrógeno; es que en el escenario NZE se observa una caída enorme del consumo energético. Obviamente se argumenta que esa caída es debida a la mayor eficiencia, pero teniendo en cuenta que esto no se ha hecho nunca, no se puede garantizar que vaya a haber esa mejora real en condiciones reales y una implantación masiva. Seria mucho más probable que tal disminución fuera causada por un descenso del volumen del transporte, en realidad. En ese sentido, es interesante la discusión sobre micromovilidad y motos eléctricas.


Es curioso ver como para la demanda energética en edificios también prevén una fuerte caída del consumo energético actual en el escenario NZE, aunque en ese caso es difícil de justificar que sea por la mayor eficiencia eléctrica ya que el consumo eléctrico es semejante al de STEPS, pero allá el consumo total es mayor. La clave, que esperan una menor demanda de calefacción debido al Cambio Climático (cosa que, por el otro lado, traería mayor demanda de aire acondicionado: lo prevén, pero le dan relativamente poca importancia). Lo cierto es que la cosa no tienen ningún sentido, a no ser que se acepte que NZE es un escenario de descenso del consumo, no por eficiencia sino por pobreza.


El resto del capítulo se centra en la discusión de los cambios en otros sectores: en industria,  en electricidad, en el transporte... En el caso de la electricidad se se asume que la aportación de la nuclear será ligeramente creciente en todos los escenarios, una aberración, aunque en todo caso bastante minoritaria. También se marca una trayectoria de descenso de las emisiones rapidísima y poco verosímil. Hay toda una discusión sobre las necesidades de reforzar la red de alta tensión que para mi está completamente alejado de la realidad del mundo, teniendo en cuenta que ya solo mantener la red actual tiene un coste prohibitivo.

Y llegamos por fin al análisis detallado de la evolución para los combustibles, donde la AIE intenta acomodar la realidad del descenso geológico de la producción de los combustibles fósiles con la quimera de que en realidad hay un pico de demanda y no es que tengamos menos, es que queremos menos.

En la Tabla 3.1 tenemos un resumen de la previsión para la producción y demanda de petróleo en los tres escenarios. Espero dedicarle un post específico de aquí unos días, pero ya se ven cosas bastante claras: la caída de la producción de petróleo convencional desde los 70 Mb/d que se producían en 2005, el reducido margen que le queda al tight oil (y eso que el aumento de 2 Mb/d hasta 2035 es absolutamente inverosímil) y también que la principal fuente de aumento de lo que se denomina petróleo son los líquidos del gas natural, la mayoría de los cuales no se pueden usar para producir combustibles líquidos. Pero, eso sí, seguimos con el discurso de que el pico se debe a la demanda.


El resto de la sección no es demasiado interesante. Únicamente destaca que incluso en el escenario STEPS (el más conservador) se observa un fuerte desplome de la gasolina, mientras que la producción de diésel y de queroseno se mantendría elevada. Justo lo contrario de lo que se está observando, en realidad.

En el caso del gas natural, la previsión en el escenario STEPS es que sea la caída de la producción del gas natural la que acabe arrastrando a la caída del total. Lo cual es verosímil; lo que no es verosímil es el ritmo de decaimiento previsto, que es demasiado lento.


En cuanto al carbón, se prevé una caída que es importante incluso en el escenario STEPS, y con carácter inmediato. En este caso tampoco es verosímil, pero por la razón opuesta, y es que es probable que la producción se mantenga relativamente elevada durante otros diez años al menos, dadas las características geológicas de este tipo de recurso. La idea es que va a caer muy rápido el uso del carbón en las centrales térmicas de producción de electricidad. Ojalá así fuera, porque el carbón es el combustibles fósil más contaminante y con mayores emisiones de CO2, pero por desgracia me cuesta de creer que sea eso lo que va a pasar.


El resto del capítulo es una proyección de crecimiento para los sistemas renovables absolutamente exponencial. Y un gran incremento de la potencia nuclear instalada, aunque, como pasa demasiado frecuentemente, este WEO tiene la anomalía de no mencionar ni una sola vez la palabra "uranio", precisamente cuando se están viviendo unos problemas de suministro del combustible nuclear por excelencia.

El resto del capítulo es previsible: vehículos eléctricos, bombas de calor y mucho hidrógeno. Nada demasiado interesante, y mucha tecnofantasía.

4.- Discusión de las incertidumbres del WEO.

Este capítulo pretende explorar cómo de sensibles son los diversos escenarios a posibles problemas, sobre todo a nivel geopolítico. Yo, que he trabajado en temas relacionados con la sensibilidad de los modelos numéricos del océano a las condiciones iniciales, encuentro que los modelos de la AIE son muy poco sensibles, lo cual hace poner en duda su fiabilidad: si los caminos están fuertemente predeterminados y no dependen en demasía de los condicionantes externos, quiere decir que más que un modelo de predicción lo que tenemos es un reflejo de las trayectorias que se han fijado a capón. Por demás, el conjunto de problemas que explora la AIE es muy superficial y con poco contenido técnico: por ejemplo, no parecen pillar que las renovables introducen problemas de inestabilidad que limitan su porcentaje de penetración. Eso sí, el hype del momento (la expansión estratosférica de los centros de datos por la irrupción de la IA) sí que es uno de los potenciales problemas explorados. Que otro de los problemas sea el exceso de suministro del gas natural licuado demuestra cómo de perdidos andan en la AIE.


Capítulo pobre, con muy poco a aportar. Una oportunidad perdida de abordar una cuestión crucial con un poco de seriedad.


5.- Seguridad energética, asequibilidad y sostenibilidad.

Este capítulo es en cierto modo un contrapunto del anterior, pero aquí el acento se pone en las políticas económicas, como si de alguna manera se pudieran contrarrestar los problemas materiales del mundo real con las políticas apropiadas.

La primera parte del capítulo se dedica a la cuestión de la "seguridad energética", que tiene que ver con los problemas de suministro y que engloba a la forma políticamente aceptable de hablar del pico de producción de los combustibles fósiles. Pero se aporta muy poco: que si la cuota de mercado de la OPEP, que si riesgo de falta de inversión... Pero todo se minimiza con la idea de que las renovables se van a ir imponiendo y van a evitar los riesgos asociados a la concentración de la producción en pocos países y de cortes en los suministros por problemas geopolíticos. Tan absurdo como suena. Otro riesgo es el Cambio Climático, pero sus escenarios de temperaturas extremas son bastante moderados (y poco realistas) y los eventos extremos se mencionan pero no parecen interorizar lo que significan.

Mayor (y mejor) discusión merece la seguridad eléctrica. Aquí se discute de nuevo el concepto de flexibilidad, igual que en el WEO del año pasado, pero en el general hay una confianza a ultranza en la tecnología.

También se discute con cierta extensión la cuestión de los materiales críticos, pero como la visión sigue siendo la de la economía clásica, se acepta sin discusión el principio de infinita sustituibilidad de los factores de producción y que nunca habrá problemas de oferta y todo es cuestión de precio. De hecho, la volatilidad de precios de estos años (un claro síntoma de que hay problemas de suministro) es interpretada incorrecta e interesadamente como una muestra de que los mecanismos de mercado funcionan.

La segunda parte del capítulo se centra en la cuestión de la asequibilidad. No solo es cuestión del precio nominal de la energía, sino si la gente realmente se la puede permitir, teniendo en cuenta su nivel real de renta. De nuevo, se aborda un tema interesante para su discusión, pero en seguida se da por hecho de que los precios se van a mantener moderados porque la revolución tecnológica es imparable y la transición al REI será todo un éxito. En fin... Y por supuesto que no falte una loa a cuánto empleo va a generar el sector de la energía limpia.

La tercera y última parte del capítulo se dedica a la cuestión de la sostenibilidad. Un tema de nuevo muy interesante y cuya discusión se ve en seguida fallida cuando vemos que sólo quieren hablar de Cambio Climático y dentro de éste solo de las medidas de descarbonización, como suele ser habitual en medios institucionales (es la famosa "visión en túnel de carbono"). Teniendo en cuenta de lo miope y de poco alcance que es su visión sobre la gravedad del Cambio Climático, ni siquiera esta parte de la discusión es de mucha utilidad. Se habla también de inversiones, pero toda esta parte me parece increíblemente fantasiosa.

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En definitiva, este WEO es una nueva oportunidad perdida de explicar realmente el que está pasando, mientras se intenta desesperadamente vender un relato triunfalista de que se está haciendo una transición energética exitosa hacia un futuro brillante y que en los próximos años vamos a ver una aceleración de la misma. Yo solo puedo estar de acuerdo con lo de la aceleración, pero me temo que no va a ir en la misma dirección maravillas que dicen éstos. Un día llegará en el que se tendrá que poder exigir responsabilidades a la AIE por confundir no ya a la opinión pública sino a nuestros gobernantes sobre la realidad y forzar que sigamos el camino tan terrible que estamos siguiendo y que, me temo, continuaremos transitando unos años más, hasta que la disfuncionalidad sea tan evidente que algo se quiebre.

Salu2.
AMT
 

P. Data: Como verán, estoy intentando poner al día el blog. Han sido semanas muy intensas con muchas presentaciones del libro, muchos plazos de entrega de proyectos y algunos cambios importantes en mi vida personal que me han sustraído tiempo (aparte de mis obligaciones parentales con respecto a la nueva generación de futuras científicas). Espero sacar durante los próximos días los posts propios del final del año y que a partir de ahí se normalice el flujo de posts. Nos vemos en breve; entre tanto, Feliz 2025.

viernes, 11 de octubre de 2024

Colapsismo, o más de lo mismo



Queridos lectores:

Hemos discutido ya varias veces en este blog sobre la obsesión de los industrialistas en que su modelo de transición energético es el único válido y aplicable, y que todos los que señalamos sus deficiencias y limitaciones somos como mínimo derrotistas y posiblemente tenemos, a su modo de ver, algún tipo de tara mental. Esta gente, por supuesto, no entran nunca a discutir la sustancia técnica de las pegas señaladas, entre otras cosas porque su formación tampoco les permite, en muchos casos, entender de qué problemas se hablan, menudeando en el colectivo industrialista gente del ámbito de las humanidades y no siendo tan frecuentes las personas formadas en las ciencias naturales. Es cierto que en este colectivo encontramos también cierta cantidad de ingenieros, todos ellos trabajando para empresas del sector, pero éstos tampoco entran en la sustancia de las críticas y prefieren distraer la atención con otros datos no pertinentes a las cuestiones suscitadas, entre otras cosas porque son bien conscientes de que las críticas son ciertas y pertinentes. De hecho, conozco no pocos ingenieros que han trabajado en el sector y que lo han abandonado por una elemental cuestión de ética profesional y personal.

Viene esto a colación por el hastío que me ha producido leer el enésimo artículo, firmado por tres personas que dicen ser ecologistas, en el que se hace una defensa acrítica del modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI). Repiten, una vez más, que solo mediante una apuesta total por el REI podremos detener el desastre ambiental en ciernes, que tenemos que cumplir con nuestros compromisos internacionales, que tenemos que reducir nuestra dependencia exterior... Y delante de la evidencia que se acumula de que el modelo está fracasando, sacan a pasear uno de sus espantajos favoritos. La culpa de que haya oposición en el territorio es de los que ellos denominan "colapsistas", que están difundiendo ideas falsas, confundiendo a la población, ofuscando el debate, entorpeciendo nuestra salvación climática, energética y económica...

Esta anomalía de puro cuño ibérico, de denominar "colapsistas" a quienes argumentan que el REI está desnudo, a quienes muestran que esta transición no funciona, se gestó en el seno del partido político Más Madrid. Una élite no electa de gente con excesiva buena opinión sobre sí mismos y sus capacidades intelectuales, a pesar de que no tienen particulares méritos académicos, decidió convertir la descalificación de los argumentos contrarios al REI motejando así, "colapsista", a quien los exponía. Por supuesto en ningún momento definieron qué se quería decir con la palabra "colapsista", con la intención de dar a entender que quien defendía esa posición apostaba, por pura locura, por que la sociedad colapse. Dado que no eran capaces de proporcionar una argumentación rigurosa a favor de sus tesis, y dado que cada vez se hace más patente el atropello y la apropiación colonial del territorio, los másmadrileños de esta cuerda apostaron por la descalificación, esperando que de esa manera quedara expedito el espacio político que querían ocupar y que de alguna manera sentían en peligro.

Llevamos ya más de dos años con esta monserga, y algunas cosas están cambiando. En los últimos tiempos detecto que el manoseo del término "colapsista" por parte de los másmadrileños y su entono está consiguiendo que se devalúe tanto el término en sí como quien lo utiliza. Básicamente, cuando no tienen argumentos que oponer a la crítica, recurren al término de marras, con lo que cada vez está más claro que quien lo usa simplemente no tiene argumentos.

Algo que me ha llamado la atención desde el principio es la falta de profundidad intelectual de las personas que han escogido librar esta batalla terminológica. Viendo sus argumentos, uno se da cuenta de lo escasas, mal escogidas y peor digeridas que son sus  lecturas - en realidad no solo en este ámbito: causa repetido sonrojo las posiciones dóciles y sumisas, reminiscentes del entreguismo del período entreguerras del siglo pasado en muchas otras cuestiones de la discusión pública. Pero en el caso del colapsismo, es particularmente ridículo lo menguado de su bagaje intelectual y la total ignorancia de los que son y han sido referencia tanto en la discusión del riesgo del colapso de la sociedad como los que han defendido, incluso, la conveniencia del colapso.

La discusión intelectual sobre la decadencia y caída de la civilización occidental empezó por lo menos en los años 70 del siglo pasado, y no hablo aquí de los trabajos del ámbito de las ciencias naturales como "Los límites del crecimiento", sino de los realizados en los campos de la filosofía, la sociología y la antropología. Yendo ya a este siglo, hablando de colapso sería obligado mencionar a Pablo Sevigne o a referentes intelectuales nacionales como Jorge Riechmann o Carlos Taibo, que han abordado la cuestión en diversas ocasiones, incluso argumentando sobre la conveniencia tanto ambiental como social de un colapso temprano, en la línea de aquel "colapse ahora y evite las aglomeraciones" de John Michael Greer, otro referente intelectual ignorado, como lo son Josep Tainter o Jared Diamond, ambos también completamente ausentes de sus disquisiciones. Llama también al atención, de nuevo en clave doméstica, la deliberada omisión a Félix Moreno y su manifiesto colapsista, o versiones más argumentadas sobre la necesidad de la "Incivilización" del Black Mountain Project. Nada de esto se escucha en los argumentos másmadrileños, únicamente una garrula y agañanada repetición del mantra "eres un colapsista" cuando alguien les lleva la contraria, sin obviamente saber qué narices están diciendo.

Como también he comentado muchas veces, básicamente esta gente llama "colapsista" a los decrecentistas, y particularmente a los que venimos del ámbito académico. Es decir, quienes les molestamos somos los que defendemos la necesidad de una sociedad en equilibrio con la naturaleza y que satisfaga las necesidades de su población sin necesitar el crecimiento hasta el infinito y más allá del capital. Es decir, gente que no defendemos nada que se parezca al colapso de la civilización, aunque probablemente sí sea el colapso del capitalismo.

Porque ése es el problema real. La razón por la que molestamos y nos incordian es porque somos enemigos de su amo.

El problema es que se les está viendo demasiado el plumero a estas alturas. Es obvio que el REI está fracasando: las ventas de coches eléctricos se desploman en Europa mientras las compañías automovilísticas ponen sus planes de electrificación en el refrigerador, los curtailments de extienden, el consumo eléctrico sigue bajando y ahora, para colmo de males, el Gobierno español penalizará a las instalaciones de autoconsumo, obligándolas a instalar caros sistemas de estabilización para permitir que accedan a la red (lean esta interesante entrada del maestro Beamspot sobre el tema). Mientras tanto, tanto la producción de cobre como la de plata ya bajan, anticipando un futuro en el que las renovables eléctricas serán un lujo no al alcance de cualquiera.

Y mientras tanto, estos buenos para nada, estos salvadores de la patria por nadie elegidos, estos fascistas de medio pelo, siguen apostándolo todo a un modelo que, ése sí, nos puede hacer colapsar si nos empeñamos a seguirlo a pies juntillas. Precisamente, como nos avisa el último informe sobre el estado del planeta, en el que los científicos ambientales más reconocidos del planeta nos previenen del peligro inminente del colapso de nuestra civilización si no hay un cambio de rumbo mucho más profundo que instalar renovables.

Vosotros, (eco)fascistas, sois los colapsistas.


Salu2.

AMT

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Una propuesta modesta y radical


Escrito en vísperas* de la catástrofe que devastará el aeropuerto de El Prat de Llobregat.

Antes de que una tempestad destruya el aeropuerto de Barcelona, querría modestamente hacer una propuesta. Una propuesta que de buen seguro será considerada radical, pero que sin embargo veo absolutamente necesaria.

No reconstruirlo.

Justo en estos días que precisamente se está hablando de ampliar el aeropuerto de El Prat, creo que deberíamos hablar de, al contrario, abandonarlo. O más bien, renaturalizarlo.

En primer lugar, porque no tiene sentido reconstruir el aeropuerto de El Prat. Sería tirar millones de euros en un gasto inútil, doblemente inútil, porque la naturaleza lo volverá a destruir al cabo de pocos años, y porque, debido a la escasez de recursos, en no tanto tiempo (años, quizá unas pocas décadas) el aeropuerto acabará siendo un símbolo abandonado de otro tiempo.

Dirán que no podemos hacer tal barbaridad, porque eso es sacrificar el crecimiento económico. Que el deber del Gobierno de España y del Govern de la Generalitat es velar por la buena salud económica de Barcelona y de Cataluña (y por ende de España).

Pero, ¿es correcto ese planteamiento?

¿Qué sentido tiene en plena Emergencia Climática el seguir apostando por un aeropuerto que solo sirve, con sus abusivas emisiones, para agravarla?

¿Qué sentido tiene intentar mantenerlo,  cuando este aeropuerto, por la subida del nivel del mar y la recurrencia de tempestades, está de todas maneras condenado?

¿Qué sentido tiene en un planeta que ha sobrepasados 6 de sus límites planetarios, marcados por sus límites biofísicos, seguir apostando por el crecimiento?

¿Qué sentido tiene en medio de una crisis energética que no acabará nunca seguir desperdiciando vitales recursos en una empresa inútil, en una industria suntuaria, en un lujo que no podremos mantener?

Señores y señoras del Gobierno y del Govern: cuando suceda lo inevitable, hagan lo razonable y no reconstruyan el aeropuerto de El Prat. Al contrario: renaturalicen esa zona, para minimizar la erosión de los futuros temporales, para conseguir que ese área sea más resiliente al Cambio Climático.

Ese gesto valiente, aceptar lo inevitable y no luchar por lo perdido, nos llevará a abordar otras cuestiones que también requieren una discusión urgente. Como, por ejemplo, qué modelo económico deberíamos tener en el futuro para hacer frente a los retos de sostenibilidad enunciados. Por ejemplo, qué hacer con el turismo.

 

*: "Vísperas" no quiere decir hoy ni mañana, ni probablemente este año o el que viene. Pero es algo que con gran probabilidad acabará sucediendo, en algún momento de las próximas décadas. Y quizá éste es un debate que convendría tener antes de que esto pase, para evitar que hagamos lo que hacemos siempre, tirar arena para que se la lleve el mar (como en la regeneración de las playas tras los temporales).

domingo, 1 de septiembre de 2024

Inventario de la crisis global: agosto de 2024

 

Queridos lectores:

Como habrán podido comprobar, llevo más de dos meses sin escribir en este blog. Estuve ocupado con la escritura de mi nuevo libro, El futuro de Europa, hasta mediados de julio, y después en acabar el papeleo de diversas convocatorias y otras zarandajas, más una semana de vacaciones a principios de agosto. Desde entonces, voy trabajando en temas pendientes y entre eso, y algunos cambios importantes en mi vida familiar, no me ha quedado mucho tiempo libre para seguir escribiendo. Ahora que las cosas están un poco más calmadas quería aprovechar para ir retomando el ritmo de publicación, pero antes de empezar me ha parecido importante hacer un post de resumen analizando dónde estamos en este momento.

Desde el punto de vista ambiental, es notorio que las cosas no van demasiado bien. La persistencia de una dorsal ártica (asociada a la ralentización de la corriente de chorro polar que ya hace años comentábamos) ha permitido que en España este verano no haya sido especialmente caluroso si lo comparamos con los últimos años, algo parecido a lo que pasó en 2013. Sin embargo, en el resto de Europa ha sido un verano terrible, con temperaturas que han excedido los 50 grados en Grecia que obligaron a cerrar la Acrópolis algunos días y que favorecieron que la capital griega se viera asediada por los incendios a principios de agosto. Y, por supuesto, una sequía que vacía ríos y pantanos de Grecia hasta Italia, pasando por Hungría y otros países. Del otro lado del Mediterráneo, las olas de calor se han cobrado su peaje en centenares de muertos en Egipto, Sudán y Arabia Saudita, y yendo ya más lejos por ejemplo en la India. En el conjunto del planeta, tanto junio como julio y previsiblemente agosto se cuentan entre los meses más calurosos de la Historia de la Humanidad.


La temperatura global del planeta se mantiene en aproximadamente +1,6ºC por encima de los niveles preindustriales, sin que la finalización de El Niño 2023-2024 haya conseguido devolvernos a los niveles de temperatura previos. Y es que todo indica que en este momento, cada vez que sucede ese fenómeno planetario, en vez de equilibrar las temperaturas globales, como hacía antes, lo que tenemos es un nuevo escalón de ascenso. En este contexto también son especialmente alarmantes los récords de temperatura en el Hemisferio Sur, donde actualmente es invierno, con desviaciones de 10ºC sobre la media en Australia, o de 27ºC en la Antártida. Eso está llevando a que la extensión del hielo marino en el Océano Glacial Antártico sea muy inferior a la media de esta estación, solo superada por la de 2023, y eso que, como hemos dicho, estamos en el periodo invernal en ese hemisferio, que es cuando se forma el hielo.


Lo que es paradójico es que también se está en valores récord de anomalía negativa con respecto a la media en el Océano Ártico.

Esto es extraordinario, pues como norma general los dos hemisferios se comportan de manera opuesta, es decir, que cuando el hielo marino disminuye en un hemisferio se encuentra un exceso de hielo marino en el otro, y viceversa. Ese equilibrio energético entre ambos hemisferios parece haberse roto, y ahora en ambos nos encontramos bastante por debajo del nivel habitual para la época del año.

Pero el que quizá es el motivo más inmediato de preocupación y alarma es el extremo calentamiento de las capas superficiales del océano global, que está en niveles de récord desde el año pasado, desviándose brutalmente de la media instrumental.


La finalización de El Niño ha permitido una ligera mejora, pero aún estamos muy desviados de los valores observados durante los últimos 40 años. Algunas personas argumentan que la media instrumental de referencia en este caso es demasiado breve (solo 40 años, básicamente desde que hay satélites), pero no tienen en cuenta que el agua es mucho más densa y capaz de absorber calor que el aire, que los 3 primeros metros del océano tienen la misma capacidad calorífica que toda la atmósfera, y que por eso el océano superficial puede absorber varios centenares de veces más calor que la atmósfera. Cuesta más de calentar el mar, y por eso lo que está pasando en los últimos años, aunque la serie no sea tan larga como la de la temperatura del aire, es muy significativo. Si se fijan en las figuras de más arriba, verán que la temperatura promedio mundial del aire a nivel de la superficie terrestre varía mucho más a lo largo del año (unos 4ºC) de lo que hace la temperatura promedio mundial de la superficie del mar (unos 0,4ºC, unas 10 veces menos). La desviación de +1,6ºC del aire debida al Calentamiento Global, relativa a sus 4ºC de variación a lo largo de las estaciones del año, es comparativamente mucho menor que la desviación de +0,7ºC de la superficie del mar relativa a sus 0,4ºC de variación dentro del año. Es, de hecho, un indicio de que algo muy preocupante le está pasando al mar. Entre otras cosas, que está acumulando energía a un ritmo muy rápido, y que esa energía solo tiene una vía de salida: a través de las tempestades, que se están volviendo más violentas, con vientos extremos, mayores precipitaciones, grandes riadas, granizo de gran tamaño y frecuente generación de tornados.

Intentar hacer un censo de los eventos extremos que se han registrado durante este 2024 sería abrumador, dado su increíblemente grande número este año. Se trata mayoritariamente de eventos muy localizados en zonas concretas pero con un nivel de destrucción en muchos casos nunca visto, y en todos los casos completamente fuera de lo habitual. Llaman particularmente la atención las lluvias extremadamente torrenciales en lugares muy áridos como Arabia Saudita o Yemen, o como la que se anuncia para las próximas horas en una amplia franja del desierto del Sáhara (los 50 litros por metro cuadrado previstos pueden parecer una lluvia importante pero no algo extremo en nuestra latitud, pero en el Sáhara es más que la precipitación media anual). Lluvias torrenciales y las consecuentes riadas y a veces deslizamientos que han arrasado poblaciones se han visto con frecuencia por todo el mundo en lugares para nada habituados a este tipo de eventos. Ningún continente se salva de este tipo de anomalías, que van de China a Pakistán, de Sudán a Marruecos, de Italia a España, de Francia a Polonia, de México a los EE.UU., de Argentina a Chile... Japón acaba de recibir la visita del tifón Shashan, que ha descargado en algunas zonas hasta 1000 litros por metro cuadrado y causado numerosos estragos. Algo completamente inaudito. Por más que algunos se empeñen en argumentar lo contrario, la Crisis Climática está tomando cada vez más fuerza.

En el caso de España, la anomalía de temperatura del Mediterráneo (hasta 2ºC por encima de los niveles de 1982) garantiza que es cuestión de tiempo que una tormenta de gran magnitud cause estragos en alguna ciudad española. 


 

Simplemente es necesario que se produzca una configuración atmosférica adecuada, una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) de cierta intensidad que venga desde el este hacia la costa española. Una DANA no especialmente intensa causó graves destrozos en Es Mercadal, en Menorca, hace dos semanas. Estamos en tiempo de descuento para que algo así acabe pasando en una gran capital. Será quizá mañana, de aquí en un mes, de aquí en un año o de aquí en cinco, pero tarde o temprano acabará por pasar, mientras que de manera real y efectiva no hacemos nada ni para prevenirlo ni para mitigar sus posibles consecuencias. Lo único en lo que pensamos en ampliar las carreteras, el aeropuerto y poner casinos para atraer más turismo, mientras la fiesta dure. Es el único modelo que hay.

La preeminencia de la Crisis Climática podría hacer pensar que la Crisis Energética ha pasado a un segundo plano, pero no es así. Se informa poco y discontinuamente de cuál es la situación, pero lo cierto es que la Crisis Energética sigue su curso de deterioro, afectando preferencialmente a países periféricos de la gran metrópoli que es aún el Norte global, pero avanzando inexorablemente.

En lo que se refiere al petróleo, la producción global de crudo y condensado (lo que se puede convertir en combustible) continúa bastante estancada y unos 3 millones de barriles diarios (Mb/d) por debajo de los niveles de noviembre de 2018. Las revisiones que el Departamento de Energía de los EE.UU. hace a un año vista siguen dando por hecho que vamos a recuperar los niveles de 2018 de aquí en un año, pero lo cierto es que es poco creíble, teniendo en cuenta que llevamos escuchando esa cantinela ("en un año volvemos a los niveles de 2018") desde por lo menos 2022.

Imagen de Peak Oil Barrel, https://peakoilbarrel.com/april-non-opec-and-world-oil-production-drops-2/


Por supuesto que cuando se añade a la contabilidad de lo que se denomina "todos los líquidos del petróleo" la categoría de "líquidos del gas natural", que en su mayoría solo sirve para hacer plásticos, se obtiene que hemos recuperado los niveles de 2018. Publicidad engañosa para disimular la realidad en la que estamos. Y es que, al margen del precio del petróleo, el mundo está en una situación de penuria desde hace tiempo. Hace unos días, Art Berman mostraba un gráfico muy revelador: cuánto petróleo hay en almacenamiento flotante, es decir, en petroleros que no estén circulando.


Prácticamente no hay margen, no hay petróleo almacenado en los petroleros, todo lo disponible está en movimiento. No hay reservas ni capacidad de hacer frente a imprevistos. Las últimas veces que pasó esto fue en 2008, cuando el precio del barril se fue a casi 150$, y en 2022, cuando llegamos a los 132$. El precio del petróleo ha oscilado mucho en las últimas semanas, a veces al alza y a veces a la baja, pero está claro que se intenta mantenerlo en esos 80$/barril con los que la OPEP se siente cómoda, suficiente para compensar sus gastos y no demasiado caro para estrangular la maltrecha economía global. A pesar de lo cual, la industria europea continúa su proceso de destrucción sobre todo en Alemania, y los indicadores manufactureros de la Unión Europea, EE.UU. y China indican una tendencia a la contracción.

Pero, al margen de si la energía es suficientemente barata para una industria de producción masiva (que probablemente ya no, y eso explica tanto la progresiva desindustrialización europea como la persistente inflación), el descenso de la producción de petróleo tiene ya efectos muy directos en la disponibilidad de combustibles, y sobre todo y más preeminentemente, el diésel. Aún faltan unos meses para la nueva edición de nuestro análisis ahora ya anual, "El pico del diésel" (pueden consultar el del año pasado), pero un simple vistazo a los datos de la Joint Organisations Data Initiative muestra que la producción mundial de diésel sigue un proceso de lento declive y se encuentra actualmente en torno a los 22 Mb/d, lejos del máximo de los 27 Mb/d que se marcó en el período 2015-2017 (casi un 20% menos). No es por tanto de extrañar que muchos países estén experimentando problemas de acceso a combustibles, no solo diésel sino también gasolina y keroseno para aviación. En América Latina podemos destacar los casos de Bolivia, Colombia y Venezuela,  y el encarecimiento en Ecuador después de varios meses de problemas y la decisión gubernamental de retirar subsidios, lo que ha provocado una cierta caída del consumo. Argentina ha conseguido remontar una situación de escasez de petróleo y ahora está aumentando vertiginosamente su producción, algo muy interesante a lo que le dedicaré un post próximamente. En África el problema es endémico y muy extendido, con un epicentro fundamental: Nigeria. Los problemas de este superpoblado país son numerosos y crecientes, y muy preocupantes para el futuro. Javier Pérez le dedicó un análisis hace unos años y probablemente volveremos a hablar de Nigeria en el futuro. En Asia, los problemas son graves en Myanmar, Paquistán, Kazajistán,... por no hablar de la situación en Líbano, Yemen o por supuesto en Palestina, donde la situación es gravísima por motivos que van más allá de los problemas geológicos de extracción del petróleo. En Europa no hay problemas dignos de reseñar con la excepción de Hungría, y en Norteamérica ha habido algunos problemas en México, aunque lo más importante en ese país es su pérdida (aún no completamente) de condición de país exportador. En todo el mundo, el problema más repetido es la falta de combustible de aviación. Prominentemente ha faltado en Colombia, en Nigeria y en Japón, donde la industria turística local no ha podido despegar (dicen) por falta de keroseno. La escasez de keroseno, reflejo especular de la del diésel, es un problema cada vez más extendido, pero es algo de lo que se habla también en voz baja.

De lo que se ha hablado en voz algo más alta es del último informe de Exxon, del cual Quark ha hecho un buen análisis. Lo más impactante ha sido una gráfica ampliamente publicitada sobre cómo podría evolucionar la producción de petróleo de aquí al 2030 sin más inversión.


Como ven, una escalofriante caída del 70%. Esto en realidad no es nada nuevo, y se ilustra mejor con otra gráfica, más técnica y con menos infografía, contenida dentro del informe.

En realidad, el mensaje de Exxon es que sin ningún tipo de inversión, en 2030 solo habrá un 30% de la producción de petróleo actual: una caída del 70%. Por otro lado, invirtiendo solamente en el mantenimiento y mejora de los pozos existentes, el declive sería de un 25%: tremendo, pero no tan catastrófico. Pero hay un tercer escenario, fijado por su escenario previsto de demanda (la curva "Global Outlook"), la cual se mantiene prácticamente constante (en realidad, con un pequeño aumento) hasta 2050, y para la cual, como dice el informe, debería haber nuevos proyectos. Varios comentarios son pertinentes aquí:

  • Exxon considera que la demanda se va a mantener alta, en niveles incluso ligeramente superiores a los actuales, porque no ve posible una substitución al nivel que prevén los planes de transición energética como los que se manejan en Europa. Por supuesto se puede pensar que Exxon es parte interesada en ver las cosas de esta manera, pero por desgracia lo que está pasando le da al menos parcialmente la razón.
  • El informe no dice de dónde van a salir este petróleo. Identifica que hace falta, pero es terra incógnita saber de dónde viene. Obviamente, Exxon utiliza este informe para intentar captar fondos para invertir en esto, pero eso no quiere decir que haya recursos explotables en el volumen requerido para satisfacer toda la demanda de la línea "Global Outlook". De hecho, es de sospechar que no hay suficiente para evitar cierto declive, que se irá materializando en los proximos años.
  • El informe dice que sin inversión la producción de los campos existentes cae a un ritmo del 15% anual. Esto es casi el doble que el ritmo que asume la Agencia Intenacional de la Energía (8%), como bien apunta Quark en su post, y es algo especialmente preocupante.
  • Está claro que el gran caballo de batalla de los próximos años va a ser el mantenimiento y mejora de los campos existentes. Con él, la caída hasta 2030 será del 25%, suponiendo que todo salga perfecto. Es una caída en línea con la que anticipaba la OPEP hace dos años, y similar a la que anunciaba BP. A falta de una proliferación de "milagros" como el argentino, está claro que los tiros van a ir probablemente por ahí.

La conclusión del informe de Exxon es que la fase actual, de caída ligera/prácticamente estancamiento de la producción de petróleo está tocando a su fin, y que vamos a entrar en la fase de aceleración. La cual agravará la crisis del diésel y los problemas con la industria global. Que las economías más desarrolladas entren en recesión (cosa que podría pasar este mismo otoño) no frenaría este problema sino que lo aceleraría, al hacer menos rentable la costosa explotación de los recursos restantes de petróleo. Y también está claro que de aquí a 2030 va a haber cambios radicales en nuestra sociedad.

Los problemas energéticos, por supuesto, no se acaban aquí. La lista de países que por diversos motivos han sufrido apagones más o menos extensos es bastante larga en este 2024, revelando la fragilidad de muchos sistemas, su fuerte dependencia sobre todo el gas y los recursos hidroeléctricos (en muchos sitios comprometidos por la sequía) y el mayor consumo de electricidad por el uso de aires acondicionados en un verano bastante bochornoso en todo el Hemisferio Norte. Entre los lugares menos esperables están Texas, los Balcanes, Italia o Japón. Al tiempo, en muchas regiones de Francia y España se están experimentando cortes de luz de pocas horas de duración y limitada extensión geográfica pero repetitivos y con pinta de apagones rotatorios (es muy difícil enlazar ninguna noticia sobre ello, porque nadie se ha molestado en hacer una verdadera investigación periodística sobre el caso, solo tenemos testimonios dispersos de personas afectadas). Y aunque los inventarios de gas natural están altos y la demanda baja, de nuevo se anticipan problemas para Europa si el invierno viene frío - y no siempre podremos confiar en que los inviernos sean templados, y más si ya se acabó El Niño.

La clave sería, está claro, acelerar la transición energética, tanto por los problemas climáticos como por los de escasez de energía. Sin embargo, los planes de transición están derrapando. La mayoría de las compañías automovilísticas han puesto sus planes de transición al vehículo eléctrico en el congelador, mientras que países como Alemania han retirado sus subsidios a este tipo de coche y las ventas caen con fuerza en todo el Viejo Continente. La red eléctrica está saturada de electricidad no gestionable y los curtailments y otros problemas van en aumento. Y por si eso fuera poco, los fabricantes no chinos de aerogeneradores están hundiéndose: aún está pendiente de litigación la demanda contra Gamesa, quien tras un ERE anuncia que volverá a vender turbinas onshore el mes que viene después de casi un año sin fabricar (posiblemente, intento desesperado de no desaparecer); Vestas amplía sus pérdidas, Nordex reduce pérdidas pero no levanta cabeza y General Electric se enfrente a una demanda de 900 millones de dólares por sus turbinas defectuosas. En cuanto a los promotores, después de los movimientos contractivos de Iberdrola y Orsted durante el último año, ahora le toca a Equinor retirarse de algunos proyectos eólicos importantes en España y Portugal. Está claro para cualquiera que quiera verlo que el sector eólico está en una grave crisis, y con él todo el modelo de transición energética prevista.

Y eso no es todo. Los próximos meses prometen estar trufados de noticias impactantes, de los cuales iremos informando. Permanezcan en sintonía.

Salu2.

AMT

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